Conquistar a un lord*RETIRADO...

By evabenavidez

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Lilian Lovelace, siempre ha sido el ejemplo de la dama perfecta. No sabe de escandalos, rebeldía, ni mucho me... More

NOTA DE AUTORA
SINÓPSIS
CAPITULO 1
CAPÍTULO 3(PARTE I)
CAPÍTULO 3(PARTE II)
CAPITULO 4(PARTE I)
CAPÍTULO 4(PARTE II)
CAPITULO 5
CAPÍTULO 6(PARTE I)
PREVENTA
CAPÍTULO 6(PARTE II)
CAPÍTULO 7(PARTE I)
CAPÍTULO 7(PARTE II)
CAPÍTULO 8( PARTE I)
CAPÍTULO 8(PARTE II)
YA DISPONIBLE
CAPÍTULO 9(PARTE I)
CAPÍTULO 9(PARTE II)
CAPÍTULO 10(PARTE I)
CAPÍTULO 10(PARTE II)
CAPÍTULO 11(PARTE I)
CAPÍTULO 11(PARTE II)
CAPÍTULO 12(PARTE I)
CAPÍTULO 12(PARTE II)
CAPÍTULO 13(PARTE I)
CAPITULO 13(PARTE II)
CAPÍTULO 14(PARTE I)
CAPÍTULO 14(PARTE II)
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16 (PARTE I)
CAPÍTULO 16(PARTE II)
CAPÍTULO 17(PARTE I)
CAPÍTULO 17(PARTE II)
CAPÍTULO 18(PARTE I)
CAPÍTULO 18(PARTE II)
CAPÍTULO FINAL
SOBRE EPILOGO Y RETIRADA
COMO DEJAR LA RESEÑA

CAPÍTULO 2

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By evabenavidez


Una vez tomada la decisión, esperó a que toda la casa durmiera y a que ni un alma de la propiedad estuviera en vela, para levantarse de la cama en la que había fingido dormir cuando su hermana entró a buscar conversación.

Lilian se quitó el camisón que tapaba el atuendo de mozo de cuadras que llevaba debajo, y se colocó la botas tratando de no hacer ruido.
Había decidido que usar ropa de uno de los muchachos que trabajaba en las cuadras y que había renunciado el verano pasado, sería más conveniente por si se encontraba con alguien durante el camino. Dada su contextura y la vestimenta masculina, podría pasar fácilmente por un joven sirviente dando un paseo nocturno.

Cuando tuvo la capa bien sujeta bajo la barbilla, y su cabello rubio oculto en la capucha, tomó su alforja donde llevaba el corta plumas, lo único que había hallado para tener encima en caso de necesitar defenderse, y se acercó de puntillas a la puerta de su habitación.

Estuvo a punto de regresar en por lo menos tres ocasiones, pero en cada una se recordó que sería solo una vez, una única vez para tener la oportunidad de ser algo más que la anodina lady Lilian. La niña de salud frágil que a pesar de haber crecido todos continuaban protegiendo por creerla débil y cobarde, de la que nadie esperaba nada más que obediencia y pasividad. Ella era como una planta más de esa mansión, nunca le sucedía nada extraordinario, sus días pasaban uno tras otro, todos iguales al anterior, y estaba harta.

La escasa iluminación la ayudó a salir de la casa sin sobresaltos.
Durante todo el camino sintió a su corazón a punto de salir de su pecho. Esta vez había decidido hacer el trayecto a pie, para no llamar la atención de algún caminante inesperado, o de alertar al personal de las caballerizas. Su capa negra le permitía camuflarse entre las sombras, pues la luz de la luna era nimia y apenas alumbraba el suelo que pisaba.
Afortunadamente, no necesitaba guía alguna, dado que conocía aquellas tierras de memoria y casi podía recorrerlas con los ojos vendados.

Estaba llegando al bosque, al mismo claro donde había sido atacada días antes, cuando cayó en cuenta de que no sabía en realidad cómo hallaría a aquel joven.
Él le había dicho que ella solo tendría que llamarlo y el acudiría, pero, ¿y si no lo había dicho en verdad? ¿y si ya no trabajaba cerca? Después de todo habían pasado bastantes días desde su encuentro.

Lo cierto es que no había estado pensando con claridad, no había planeado aquello como tendría que haberlo hecho. Solo había pensado que saldría de la casa y llegaría al sitio a la hora indicada por él, y cuando llegara Eric estaría allí.

No obstante la realidad es que no sabía nada más sobre el joven, no algo útil que pudiera ayudar a localizarlo al menos. Solo conocía su nombre y que trabajaba en el puerto. El puerto de Bristol era enorme, uno de los más grandes de Inglaterra. En el que trabajaban miles de personas. Y ella de ningun modo podría aparecer por alli a buscarlo, ni aunque fuese a plena luz del día.

Además quién le aseguraba que aquel extraño no hubiese ya zarpado hacia América o hacia cualquier otro destino.
Aquel plan había sido un error. No lo hallaría y no tendría que estar ahí.
De solo pensarlo, quiso golpearse. Su inexperiencia e ingenuidad era un rasgo muy inconveniente de si misma que comenzaba a molestarle.

Te esperaré a medianoche, le había dicho. Dudaba de que estuviera esperándola desde la última vez que lo había visto. Seguramente tendría algo más útil que hacer.

Pese a sus dudas, era demasiado tarde para regresar, y quería probarse a sí misma que tenía las agallas suficientes para hacer aquello. Cuando llegó hasta el lugar, lo encontró vacío tal y como pensó que iba a estar. No se veía a nadie en los alrededores, y ella se detuvo suspirando.

Decepcionada se acercó hasta el precipicio y se asomó para ver la grande extensión de agua que golpeaba las rocas.
Era hermoso, y salvaje. Como el recuerdo que tenía grabado de aquel hombre enigmático.
Al parecer se tendría que conformar con la remembranza, porque no volvería a verlo. Era hora de olvidarse de aquella mala idea y volver a la protección de su hogar.

Alicaída tomó aire, y cerró los ojos para disfrutar del aire marino que tanto le gustaba, antes de regresar al encierro.
La brisa fresca llegó hasta ella, y acarició la piel de su cara, trayendo consigo el sonido del agua, de la naturaleza y de...de murmullo de voces hablando y riendo no muy lejos.

Abrió los ojos de golpe.

El sonido enmudeció bruscamente. Lilian contuvo el aliento y agudizó los oídos. No oyó nada más que las olas, acariciando la orilla. Pensó que lo que había oído antes, solo era parte de su imaginación, y comenzó a dar media vuelta, cuando sucedió de nuevo.

Otra vez llegó hasta ella aquel sonido de conversación. Alguien gritó una orden, y le siguió un coro de carcajadas.
Esa vez no tenía dudas, había personas cerca, en algún punto por debajo de donde ella se encontraba.

Intrigada retrocedió, y miró en todas direcciones, buscando algún camino que descendiera hasta la playa. No había uno a la vista. Entonces recordó en la dirección que Eric había llegado, y se dirigió hacia allí. Había follaje, mucho. De un lado estaba el bosque y del otro el abismo. El camino tendría que estar detrás de los altos arbustos.

Con temor se adentro entre las hojas, y ramas y no tuvo que recorrer demasiado, pronto vio a parecer el nacimiento de un camino de tierra que descendía hasta la playa.
Insegura comenzó a bajar, agarrándose de la pared de piedra que bordeaba el camino, en las repetidas ocasiones en que sus botas resbalaban. No le pasó desapercibido que el ruido de voces se intensificaba con cada paso que daba.

Lilian creía que la senda la llevaría recto, pero bajaba en círculos y el final del mismo apuntaba al oeste, hacia donde no muy lejos comenzaba la propiedad del esposo de su hermana. Ella nunca había llegado tan lejos de su casa, y sabía que muy pocos se aventuraban por esos lados. Todo aquel terreno pertenecía al marqués de Harrow, y no tenía visitantes asiduos.

Frunciendo el ceño, a Lilian se le ocurrió que esa gente estaba invadiendo la propiedad de su hermana, y que en todo caso lo menos que podía hacer era averiguar de quiénes de trataban e infórmarle a Felicity de inmediato.

Al final del recorrido, había una gran claro rodeado de enormes rocas. En el medio yacían los restos de una fogata, y no muy lejos había tres botes de tamaño mediano anclados, y ocultos parcialmente por otro conjunto de rocas.

Lilian siguió el sonido del diálogo que a esa distancia le resultaba ininteligible, y descubrió que provenían de una cueva, cuya entrada estaba a su derecha justo por debajo de la cima en dónde ella había estado antes mirando hacia abajo.

Por unos segundos se debatió entre la idea de volver sobre sus pies y dejar el asunto así, para correr a refugiarse a la seguridad de su habitación, pero después recordó que ya había llegado muy lejos y que si quería demostrarse que no era ninguna cobarde no podría marcharse sin mas.

Avanzó hacia la entrada de la cueva, y entonces de súbito las voces estuvieron muy cerca de ella. Asustada miró para todos lados y corrió a esconderse detrás de una de las rocas, justo cuando los hombres emergian del interior de la cueva.

-¿Esa es toda la carga?-preguntó uno de ellos con marcado acento.

-Si capitán. Lo demás llegará a puerto en unos días-contestó otra persona que parecía venir atrás.

-Ya debería haber llegado. Bastante nos hemos atrasado.

-Ya te he dicho que no tenía previsto que Harrow se instalara aquí tanto tiempo, pero no cambia nuestros planes. Solo hay que esperar a que se marche.

Lilian se tensó al oír esa tercera voz muy próxima a su posición, percibiendo que no eran todos desconocidos. Ella reconoció aquel tono con deje extranjero pero evidentemente inglés. Era la voz de Eric.

-¿Cuánto tiempo? -exigió saber el primero.

Eric suspiró.

-Me temo que unas semanas. Eventualmente él tendrá que regresar a Green Hill, no podrá eludir sus responsabilidades para siempre. Cuando lo haga nosotros comenzaremos a distribuir la mercancía, tal y como lo planeamos.

-No podemos esperar demasiado. La mercancía se echará a perder, y nuestros clientes no pueden seguir aguardando. Tenemos que cumplir los plazos-se quejó el otro.

-Lo sé...

-Ademas, la tripulación está impaciente por volver a altar mar, capitán...-intervino el tercero.

-Zarparan en la fecha fijada para traer la próxima carga. Eso no cambiará-prometió el supuesto capitán.

No obtuvo respuesta. Ellos simplemente se alejaron. Lilian lo supo por el sonido de las pisadas alejándose. Después ellos abordaron los botes y oyó a los remos chocando con el agua. Esperó varios minutos, y cuando supo que no habría moros en la costa, salió de su escondite.

El claro estaba vacío, miró hacia la oscura entrada de la cueva con aprension. Quería averiguar de qué se trataba aquella operación clandestina. Porque estaba claro que esa gente estaba llevando a cabo alguna clase de plan delectivo. No había que tener muchas luces para darse cuenta de que esa gente no era más que contrabandistas. Los cuales estaban usando de manera secreta ese lugar para esconder su mercancía.

Eric no era un marinero, ni siquiera un trabajador del puerto, era un contrabandista. Eso explicaba la clase de calaña a la que conocía, si tenía en cuenta a esos horribles jóvenes que la habían atacado.

Asustada se envolvió más en la capa, y avanzó temerosa hacia la cueva. Primero sabría con seguridad con qué clase de mercancía estaban comerciando de manera ilegal, y después iría con Felicity, y lord Harrow para ponerlos al tanto.
Una vez lo decidió se armó de valor, y dió dos paso hacia la entrada, no había dado el tercero cuando oyó un sonido metálico a su espalda que la paralizó de inmediato.

-Yo que usted no daría un paso más.

Lilian se congeló en el sitio, sintiendo subir las nauseas hasta su garganta.
Alguien le estaba apuntando con un arma, justo en la base de su cintura. Al parecer el trabajo de espía no se le daba nada bien, y moriría a manos de un pirata.

-Muy bien, veo que al menos sabe lo que le conviene-siguió diciendo el maleante con tono grave y amenazador.- Ahora, levanté las manos dónde pueda verlas.

Lilian obedeció, agradecida de que su abrigo la cubriera de pies a cabeza, y de que sus manos estuvieran cubiertas por los guantes de cuero viejo del mozo. Ya que no podía salir a deambular por la noche con sus guantes de cabritilla nuevos.

-Excelente-rumió su atacante.- Alejese de la entrada, y no intente nada. No dudaré en ponerle una bala en el cráneo.

Lilian tragó saliva. Sus piernas temblaron cuando comenzó a retroceder tal y como le indicó. Su cabeza comenzó a maquinar alguna posible salida a su terrible encrucijada. No quería morir, pero si delataba su identidad, él tendría que matarla de todos modos, porque ella podría arruinar sus planes y él lo sabría en cuanto descubriera su verdadera identidad.

Una vez que estuvieron bastante alejados de la cueva, él ladró otra orden con tono seco.

-De rodillas.

Lilian abrió los ojos como platos. ¿Es qué a caso planeaba asesinarla?
¿Era además, de un mentiroso, un vil asesino? Si así fuese, ella lo había juzgado muy mal. Creía que Eric sería alguien decente. Un hombre trabajador y respetuoso. Su ingenuidad era humillante.

-¿No me ha oído? ¡Dije de rodillas!

Un gemido, amortiguado a tiempo para no delatar su género femenino, salió de su garganta cuando él la golpeó en las corvas de sus rodillas, provocando que cayese sobre el suelo de manera brusca. Lilian puso las manos sobre la arena para no golpear con la cara contra el suelo, y gruñó molesta. Podía añadir a la infame lista de cualidades, que él era un bruto.

-Mejor. Ahora me dirás quién eres, y qué estas haciendo metiendo tu nariz aquí-dijo con tono cortante.

Lilian no respondió.

-Muy bien. Como no pareces dispuesto a cooperar, te quitaré esa capucha y después lamentaras no haber colaborado conmigo.

Ella se tensó, no era buena idea intentar sacar el corta plumas que tenía en la bolsa, pues le podría disparar antes de que si quiera llegara a rozar el arma. Eric se acercó para tomar la tela de su capa. Entonces supo qué hacer, y agradeció haber aprendido aquel truco de Georgiana y sus inadecuadas bromas. Cerró las manos en puños y se prepararó.

-Vamos a ver....-dijo poniéndose frente a ella que estaba con la cabeza gacha impidiéndole ver su cara.

Él bajó el arma lo justo para agacharse a levantar su capucha, y fue allí que Lilian se puso en acción.
Levantó los brazos como resortes y lanzó justo al rostro del hombre toda la arena que había acumulado en sus puños.
Eric retrocedió emitiendo un jadeo, cerró los ojos y trató de quitarse la arena con la mano libre.

Lilian no se quedó a esperar que recuperara la visión, sino que salió corriendo en dirección al camino, ignorando sus gritos de advertencia.
Aprovechó la ventaja, y su capacidad de correr rápido para alejarse y evitar que la alcanzara.

Con dificultad, llegó hasta la cima de los riscos y cruzó el claro de arriba como un rayo, percibiendo que Eric le pisaba los talones. Él le gritó que se detuviera o le dispararía por la espalda.
Lilian no le hizo caso, siguió adelante alcanzando la hilera de árboles que sabía serían su salvación.
Él soltó una retahíla de maldiciones, pero no disparó, ya porque su puntería no era buena por la casi nula iluminación crepúscular, o debido a que ella se había adentrado en el bosque y comenzado a correr en zig zag.

Aliviada continúo la marcha sintiendo a sus pulmones arder por el esfuerzo. Echó un vistazo hacia atrás y vio la sombra de su persiguidor siguiéndola de cerca. Tenía la suerte de su lado, estaba ya en los alrededores de la tierra de los Lovelace. Conocía el terreno como nadie, pues ella y sus hermanas habían pasado toda su vida allí. Por lo que no tardó en encontrar uno de los escondrijos que de niñas habian descubierto y usaban a menudo como guarida.

Corrió hasta un gran tronco caído, se dejó caer sobre sus posaderas, y se arrastró por debajo de los arbustos que estaban a un lado del tronco, y que llevaban a un depresión natural en la que cabía un adulto de pie o tres niñas pequeñas.

Una vez estuvo bajo el follaje que tapaba el orificio, y se hubo hecho un ovillo doblando sus piernas y brazos, esperó a que Eric pasará de largo sin advertir su refugio improvisado.
Oyó sus pisadas rápidas, las cuales no se pararon al pasar cerca del tronco.
Después solo silencio.

De todos modos, Lilian no salió. No cometería el mismo error dos veces. Se quedó allí dentro hasta que los músculos se le entumecieron, y empezó a dormitar, incapaz de mantenerse despierta debido al esfuerzo y a la energia perdida. La despertaron las primeras luces del alba colandose entre los arbustos, y el sonido de los pájaros trinando terminó de espabilar su sueño.

Estaba amaneciendo. Lilian decidió que ya había esperado suficiente tiempo. No creía que Eric y sus secuaces estuvieran buscándola todavía. Era momento de regresar a casa y escabullirse a su habitación antes de que alguien descubriera su ausencia.

Con dificultad se levantó, y tuvo que sostenerse de las paredes de tierra para evitar que sus piernas cedieran. Cuando se hubo recuperado, trepó por la pared y se arrastró hacia afuera.

Mientras caminaba de vuelta a Hampton Manor, se prometió que no dejaría que aquellos bandidos la asustaran. Regresaría a esa cueva, pero esta vez con un plan organizado, y averiguaría lo que se traía entre manos esa gente. De ningún modo permitiría que los contrabandistas usaran los dominios de su cuñado para sus pérfidos planes. Sería ella quien los delataria con lord Harrow y luego éste con las autoridades portuarias.

Eric la había engañado aquella noche haciéndole creer que era un galante salvador, solamente para que se alejara de allí sin sospechar que acababa de descubrir el escondite de su banda, y no dejaría el asunto tranquilo hasta que todos ellos estuviera entre rejas.

Después de lo sucedido esa noche, Lilian tenía claro que si Eric hubiera sabido que ella no era ninguna doncella incauta, sino lady Lilian Lovelace, la hermana de la dueña de esas tierras, su destino hubiera sido otro. Estaría muerta.
Más animada, apresuró sus pasos y empezó a planear su nueva misión. Atraparía a los contrabandistas.

Lamentablemente, sus planes tuvieron que posponerse por la llegada de sus padres al día siguiente. Lilian se sentía frustrada porque Agatha, la condesa, había llegado antes de lo esperado, y desde entonces requería de su compañía a toda hora. Había incrementado sus horas de clases de protocolo y modales, con el argumento de que les hacía falta refinar sus habilidades sociales y así estar listas para su presentación en Londres.

Georgiana estaba a punto de enloquecer con tanta clase innecesaria y ella no podía evitar compartir el sentimiento. Al tercer día de tormento, llegó a su casa una visita sorpresiva. Felicity su hermana mayor a quien no habían visto desde el día que había partido para comenzar su nueva vida con el marqués de Harrow, apareció en la puerta. En un principio se pusieron muy contento de tenerla de regreso, pero después al notar su expresión decaida y su actitud taciturna, más el carruaje con sus baúles que venía detrás de ella, comprendieron que no se trataba de una mera visita familiar.
Felicity había abandonado a su esposo, aunque por supuesto lo negaba, argumentando que el marqués había tenido que viajar y ella no quería estar sola.

Lilian deseaba contarle sobre los contrabandistas, pero no encontraba la manera de hacerlo sin preocupar a su hermana más todavía. No era el momento de decirle que estaban usando las tierras de su esposo como guarida de piratas. Debía esperar a que al menos ella estuviera de mejor ánimo, y hubiese arreglado las cosas con su marido.

Felicity llevaba unos días en la casa, cuando se enteraron que él marqués de Harrow había partido a Londres, y no se sabía cuándo regresaría. Aunque el caballero se ocupó de mandar cada mañana presentes para su hermana, destinados a granjearse su perdón.

Lilian recordó a Eric diciendo que esperaría a que lord Harrow dejara la zona para trasladar la mercancía y sintió que el pulso se le aceleraba. Tenía que ir sin falta aquella noche a la cueva, tal vez podría sorprender a los contrabandistas trastalando la carga y dar aviso a las autoridades.

La luna estaba en lo alto cuando llegó al claro. Esa vez había elaborado un plan más detallado, preparó a su montura al atardecer dejándola atada en una casilla cercana a la propiedad, con su debida comida y agua. Esto le permitió llegar en pocos minutos a la zona costera, recorrer la playa a buena marcha, y dejar a su caballo atado detrás de las grandes piedras a una distancia prudente, así si tenía que escapar no lo tendría que hacer corriendo.

Con decepción observó que los botes no estaban anclados, y tampoco se oían voces desde el interior de la cueva. Al parecer no había nadie más allí. No hallaría a los contrabandistas infraganti, pero eso no quería decir que no pudiera averiguar algo útil.

Que el lugar estuviera vacío, era una ventaja que no podía desaprovechar.
Aún así decidió ser prudente, tomó el arma improvisada en la mano, y se aseguró de que no hubiera nadie cerca antes de salir de su escondite.

Avanzó hacia la entrada oscura de la cueva, sintiendo a sus piernas temblar, miró varias veces a su alrededor, comprobando que nadie apareciera a atarcarla por la retaguardia.
No sucedió, y ella se internó en la caverna, después de durar unos segundos.

El interior era tal y como lo había imaginado, oscuro, frío y oprimente. Al principio se estrechaba, y a medida que avanzaba se iba ensanchando. Apenas podía vislumbrar donde colocaba sus pies al caminar, ya que había instaladas en las paredes rocosas lámparas de quinqué, pero sus mechas no estaban encendidas.

Lilian tembló de miedo, pensando que no debería haber venido sola. Georgiana la hubiese ayudado sin dudarlo, pero ella había querido ocultar sus planes. Estaba claro que desde que había conocido a ese hombre su buen criterio se había esfumado, y que debería dar media vuelta y salir huyendo de ese horrible lugar.

Sin embargo no lo hizo, siguió adelante sosteniendose de la pared con la mano que no sostenía el puñal, hasta que llegó al final del camino, y se encontró en el medio de un círculo rodeado de paredes de piedra y piso de arena completamente vacío.

Se habían llevado la mercancía.
Decepcionada miró en todas las direcciones, en busca de algo que le diera una pista sobre la naturaleza de lo que habían estado escondiendo allí, pero no vio nada. Exasperada suspiró y guardó el puñal en la alforja que llevaba debajo de la capa. Después se quitó la capucha y caminó por el lugar empecinada en hallar algun rastro de mercancia, o del destino de la misma.

La cueva era bastante grande en el interior, el techo era alto y tenía un orificio que dejaba colar los destellos de la luna. En los rincones había piedras de gran tamaño que estaban parcialmente ocultas por las sombras, y podían resultar un buen escondite.

Lilian se dirigió al extremo más alejado donde había un banco de madera agrietada, y fue entonces que un destello llamó su atención. Se agachó y sacó de debajo del banco un objeto de vidrio. Era una botella de licor.

Con curiosidad la levantó, y observó que estaba llena y sellada.
Ella no sabía nada de bebidas etílicas, nunca había probado más que vino rebajado y jerez. De hecho había estado esperando ansiosa su viaje a Londres, para probar por fin champagne en alguno de los bailes si sus padres lo permitían.
Así que estudio la botella con atención, el líquido era dorado y olía fuerte. Se fijó en la letra que llevaba escrita, y frunció el ceño: Rumbullion.

-Le invitó un vaso de ron-dijo de repente una voz a su espalda, y ella se sobresaltó tanto que gritó y soltó la botella rápido. -Eso sí tendrá que beber directo de la botella, porque no tenemos vasos aquí. Le gustará proviene de Barbados.

La voz provenía del rincón opuesto, de algún punto detrás de ella.

-Eso...eso no queda en alguna plantación agrícola francesa-apuntó mientras pensaba con rapidez cómo salir ilesa de esa cueva. De allí provenía usualmente el ron comercializado legalmente.

-Oh no, proviene de las Indias occidentales, o como a un amigo le gusta llamar, de América. Éste ron es más fuerte y dulce. ¿Ha venido hasta aquí para conocer los detalles de su elaboración? ¿O más bien a entrometerse en asuntos ajenos? Debo confesarle que es la segunda visita inesperada que recibimos en poco tiempo.

Lilian tragó saliva. Se puso en pie despacio.

-No debí haber venido. Mejor me iré-contestó con los ojos cerrados, pero no tuvo oportunidad de dar un paso hacia la salida, una orden la paralizó.

-No se mueva. Ya que está aquí, será mi invitada. De la vuelta para que pueda ver su cara.-Ella no obedeció.

La voz sonó más cerca.

-Ahora.

Bueno seguimos con esta historia. Para las que aún están confundidas, la historia es de la hermana menor de Felicity y el hermano de Harrow, y transcurre durante la parte final del libro de ellos.
No dejen de votar y dejar su comentario.

En la imagen el avatar que se aproxima a la Lilian de mi imaginación.

Nos leemos!

Eva.

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