Roma/Vaticano
1950
Ya había pasado 1 año aproximadamente cuando me uní a una secta, una secta en el cual yo era la segunda al mando. Nadie dentro de ella me decía algo o me contradecía lo que ordenaba, si pedía un asesinato en la iglesia Se cumplía, si pedía canibalismo en los rituales Se cumplía, Si pedía una orgía entre hombres o mujeres Se cumplía.
Lo tenia todo... Y me sentía bien, lo aceptaba con naturaleza.
— Hermana! Hermana! — Varios niños se acercaron a mi.
Con mis dulces sonrisas, nadie podía sospechar que era alguien maldita, alguien que acepto al diablo y sus demonios. Ahora permanecía dentro del orfanato que nos da la iglesia a los niños huérfanos, buscando nuevos padres en quien confiar y darles un futuro.
Varias monjas novatas se complacen de ternura al verme rodeada de niños inocentes, sin ver a la nueva yo por dentro. Pero ya después de años ancianas sospechaban de mi y de Sebastian en un amorío oculto. Algo que para ellas era un pecado, y que para mi era un dulce pecado.
— Hermana Scarlett — Una madre me llamo — Es hora de ir a rezar, las demás hermanas nos esperan.
O si, ahora lo recuerdo... así me llamaba, hace tanto que no mencionan mi nombre por aquí. El rostro de la Madre Sarah era duro como una piedra, escuchaba los maltratos que les da a la menores durante las clases, ella me había educado en mi infancia.
Aun tengo cicatrices débiles en mis piernas al no pronunciar bien un versículo de la biblia desde aquel día, cicatrices que Sebastian me ha curado con sus besos cada noche en la iglesia. Sonreí después de su orden y tome las manos de uno de los niños para comenzar a caminar a las habitaciones.
— En un momento voy Madre Sarah... Debo ir a dejar a los niños a su habitación — Respondí escuchando las risas de los niños — Ellos deben dormir temprano.
— Los niños no tienen problema si usted no esta con ellos! — Expreso enojada — Es hora de rezar! Y cuando digo que es hora! Es hora!
Llamó a las hermanas Maria y Martha para llevar a los niños a sus habitaciones, deje de sonreir y le mire seria ante sus gritos. Piensa que por tener mas años aquí me va a gritar, o no... Claro que no.
— La espero en 10 minutos! — Se retiro.
Los jovencitos apretaban mi túnica negra al no verme hablar, mi aura desprendía enojo, furia y odio ante esa mujer. Anciana de mierda que no dejaba pasar tiempo con los niños, las dos hermanas notaron mi comportamiento mirándose entre ellas por no decir nada, estaba empezando a asustarlas. No hasta que llego El.
— Hermana, El padre Sebastian la busca — Me dijo Maria y cambie mi rostro.
— Esta allá — Señalo sutilmente.
El hombre me sonrió al ver mi rostro, deje a los niños con las otras mujeres y fui en dirección contraria. Hasta llegar frente a Sebastian quien me toco la mejilla, quitándome una basura que se colo por el aire.
— Sucede algo con la hermana Sarah? — Hice una mueca de enojo y el río — Ya veo... Te hizo algo Reina mia?
— Esos niños no tienen con quien pasar el rato, y esa vieja maldita no le interesa para nada — Maldije mirando a otro lado — Tengo...
— Qué? Qué deseas? — Su tono se volvió oscuro, me tienta — Matarla?
Qué? Matarla? No! No lo quería, o si? No lo se... No la quería volver a ver cerca de los muchachos. Enserió quería matarla?
— Se acerca a mi oído sigilosamente — Matala Reina mia... Hazlo por tu propia mano... Estoy seguro que no habrá problema.
— Pero, Matarla? No es un pecado imperdonable? — Pregunte nerviosa.
— Uno mas dulzura? Que importa? — Pregunto retirándose.
No me dijo nada después de eso, me dejo con incógnitas mas grande. Apreté la cruz en mi pecho por costumbre propia al no saber que hacer y buscar consejo, pero... Sabia que tenia que hacer.
————🔹️————
3:00 Am
Es la hora del diablo, la hora en la que varios hombres y mujeres tienen miedo. Por cosas inexplicables que suceden durante la manzana de la noche, el punto exacto del descanso.
Estaba lista, mi ira me cegó mas de lo que debía y estaba en una esquina del vaticano escondida con un cuchillo en la mano. Mis ojos resplandecientes brillaban por no volver a ver a esa mujer, y no podía esperar mas.
Sabia que a estas horas ella toma un descanso para ir a rezar, sin que nadie lo sepa... Por lo que hacer lo que quería era pan comido.
— Padre nuestro que estas en el cielo... — Ella estaba allí, en cuclillas con los ojos cerrados — [...] Amen... Padre nuestro que estas en el cielo...
Espere unos minutos para que ella vuelva a iniciar la oración, cuando lo hizo repiro las mismas palabras logrando llamar su atención. Y al verme levante el cuchillo afilado con una sonrisa dejando sacar un grito de su parte, y así el filo quedo en su garganta salpicando todo el suelo.
Ella solloza de dolor cuando clavo una y otra vez el cuchillo en su cuerpo, mi sonrisa no puede ser mas grande al ver el acto que hice. No puedo parar de hacerlo, no hasta escuchar un llamado de ayuda por parte de una monja detrás mio.
Después de segundos, me tomaron de los brazos mientras jadeo en shock. Mis ojos fueron en dirección a Sebastian, quien llego junto a otros obispos y Monjas en busca de saber que sucedió con la hermana Sarah, el sonrió con los ojos cerrados dándome apoyo cuando me llevaban a una enorme cruz. Y allí perdí la conciencia por tanta adrenalina en mis venas, que no supe que mas ocurrió.
12:00 Pm
25 Diciembre.
Desde el asesinato que cometí hacia la hermana Sarah, me han mantenido en una enorme Cruz amarrada de las manos y pies, como cuando Jesús murió... Ellos pensaron como yo imaginaba, Estoy Poseída.
Mis labios no saben que es el sabor del agua, a menos que sea Agua Bendita. Mi lengua no sabe que es el sabor dulce, a menos que sea el del Pan. Ya van 4 meses en la misma posición, extraño a Sebastian y ver a mis pequeños que hasta lloro de desesperación por no verlos.
Mi rostro estaba pálido por las temperaturas bajas de la noche, mis muñecas moradas por el Cordón de San Patricio.
Muéstranos quien eres
Abrí mis ojos al volver a escuchar esa voz en mi cabeza, hace mas de 10 años donde mi yo inocente era atormentado por la voz del diablo. Ahora parecía volver a escucharla, me mordí el labio al no saber como callarlo... Al parecer era mi única opcion hacer lo que estaba en mente.
Una de las monjas que me cuidaba para ver si me pasaba algo, estaba sentada leyendo un libro tranquila. Solo me daban permiso para ir al baño, y eso que acompañada, sin contar que mis manos no les quitaban la soga.
— Hermana... — Llamé cansada — Necesito ir al baño...
— Ah? Si, claro... — Dejo el libro en la silla.
Cuando se acerca a mi, quita con cuidado la soga apretada de mis manos. En si la deja medio suelta para no hacer que el demonio dentro no haga nada, suspiro de satisfacción al tener las muñecas libres. Al bajar de aquella cruz mis piernas me fallan y caigo al suelo cansada, trato de tomar aire como puedo, pero al parecer a la hermana al lado mio no dice nada o no le interesa en lo absoluto.
Mata a esa perra!!
Y como si mi fuerza se recupera en un parpadeo, me abalanzó a ella cubriendo su boca evitando que grite. Con la soga en mis manos la coloco en su cuello, asfixiandola... Mis jadeos al verla muerta se escuchan a nuestro alrededor que solo admiro mi obra hecha inconscientemente, me levanto del suelo para ir afuera del pasillo.
Sabia que me volverían a encerrar y no soportaría eso de nuevo, por lo que tome la soga de mis manos y las desate para unirlas en una sola. En unos minutos el Papa dará un discurso para la navidad, por lo que habrá mucha gente en la misa... Era mi gran oportunidad.
Como pude, busque un buen lugar para amarrar un extremo de la soga en un monumento en el techo... Varia gente estaba ya de pie esperando al Papa e iniciar la misa. Mi vista miraba las hormigas que son las personas desde mi altura, por lo que sabia que esto seria un hermoso momento para hacer que la iglesia fuera mal vista por mi acción.
Al pasar los minutos, el Papa salio con los gritos de la gente mirando al hombre enviado por dios. Pero al buscar el microfono para hablar, mis rezos llamaron la atención de todos quienes gritaron por ver la soga en mi cuello.
— En este acto de presencia... Yo... Hermana Scarlett, quien a servido a dios desde mi infancia... — Dije serena — Voy a quitarme la vida, para condenar mi alma al Infierno!!
La gente grito al ver como tire el micrófono al suelo dejando un ruido sordo, y todo fue peor al saltar. La soga en mi cuello me rompió los huesos de un solo golpe, sin dolor ni torturar mi alma. Fue muy rápido para mi... Entonces fue que en la historia de la iglesia, mi muerte se llego a llamar El suicidio de la Monja Scarlett.
Y desperté...