3° El amo del desastre

By LoverRazvan17

24K 3.7K 1.2K

Tomo III Con la llegada de un nuevo inquilino, Maddy se encuentra en un dilema entre ayudar a su hermano Max... More

Notas de la autora
Prólogo
Capítulo 1. El control de Max
Capítulo 2. El prometido de Constanz
Capítulo 3. Con las ganas
Capítulo 4. Planes a futuro
Capítulo 5. Apendicitis perforada
Capítulo 6. Una cena tormentosa
Capítulo 7. Recompensa
Capítulo 8. Terrible sorpresa
Capítulo 9. Madrugada de pesadilla
Capítulo 10. Cuarenta y tres
Capítulo 11. Una visita en la mansión
Capítulo 12. Graduación
Capítulo 13. Felicidades, doctora
Capítulo 14. Fuego
Capítulo 15. Días tristes
Capítulo 16. Nemea
Capítulo 17. Rugido de poder
Capítulo 18. Un traidor entre nosotros
Capítulo 19. Toda probabilidad puede ser verdad
Capítulo 21. La verdad
El diario de Janis
Capítulo 22. Conviviendo con las gárgolas
Capítulo 23. ¿A quién le eres leal?
Capítulo 24. Por fin Max se enamora
Capítulo 25. El placer del vampiro
Capítulo 26. Maserati
Capítulo 27. ¿Adiós Cortalenguas?
Capítulo 28. La final de la RCC
Capítulo 29. Enemigos
Capítulo 30. Impostora
Capítulo 31. Contra Tebras
Capítulo 32. En dirección a Valfart
Capítulo 33. Un monstruo
Capítulo 34. Vampiro puro
Capítulo 35. El trono del rey vampiro
Capítulo 36. Nuevo hogar
Capítulo 37. Rey y reina de Valfart
Capítulo 38. Miel y pistache
Capítulo 39. Invasores
Capítulo 40. Alumbramiento
Capítulo 41. La transformación de Maddy
Epílogo 1
Epílogo 2
Epílogo 3
C u r i o s i d a d e s

Capítulo 20. Un flechazo

450 73 27
By LoverRazvan17

Pasé por la cocina después de haber dormido dos horas, Perchas y Denver me hacían compañía mientras devoraba unas huevos fritos con tostadas. A ellos les calenté unas salchichas que luego piqué y las puse en sus platos de comida, se acercaron a mí para seguirme quitando comida, colocaban sus cabezas en mis piernas como parte de su juego seductor lleno de ternura y de la cual no podía salir.

—Ustedes no llenan —les lancé más pedazos de salchichas que atrapaban con sus hocicos.

Georgia apareció y me sonrió con esa expresión maternal que la caracterizaba, con reticencia se acercó para acariciar mi cabello y pasar sus dedos entre los pequeños nudos.

—Necesita cepillarlo, mi señora.

Su voz era una almohada de azúcar suave. Extrañaba a esta mujer.

—Han sido semanas pesadas.

—Comprendo.

Sus dedos eran movimientos sutiles que mandaban sensaciones de cosquillas por todo mi cráneo. Mastiqué lo que me quedaba de la tostada y las últimas salchichas se las di a los pastores. En eso, la puerta de la cocina que daba al exterior se abrió, una figura pequeña y femenina apareció debajo de una capucha de su abrigo rojo.

Constanz.

—Que monserga, me voy unas semanas y pasan un montón de cosas —se quejó con un aire de superioridad. Llevaba unos pantalones anchos y tenis, se quitó su abrigó para mostrar con orgullo su playera negra con un estampado de la banda inglesa The Beatles.

Se acercó a mí y sus ondulados y letales cabellos cayeron como cascadas por sus hombros.

—¿Cómo estás, Madeleine?

Tragué fuerte, la niña era hermosa, poseía una peligrosa belleza inmortal.

—Realmente no lo sé.

—Siento haber sido un poco hostil contigo, espero que podamos llevarnos mejor —su mano tocó mi hombro con gentileza—. Las cosas se pondrán feas por aquí, y Gastón necesitará toda la ayuda.

Georgia soltó un sonido de angustia.

—¿Cómo dice, señorita Constanz?

—Como lo escuchaste, Geo, la situación de la familia Le Revna está cada vez peor y tendremos que estar preparados.

—Dios...

Constanz se sacudió con un escalofrío y entrecerró los ojos hacia la mujer de edad avanzada.

—No pronuncies eso en esta casa, joder —Constanz avanzó rumbo al comedor principal—. Veré a tu hermano, y... ¿Saben si mi Cortalenguas está despierto?

Negué con la cabeza.

—Creo que Gastón fue claro con ese tema —me atreví a recordarle.

Constanz tenía un perfil envidiable, su nariz pequeña y respingada se arrugó con un gesto de fastidió y movió su cabello por detrás de sus hombros para darme a entender que le daba igual las amenazas de Gastón.

—Cortalenguas y yo tenemos historia.

Sonreí.

—Cortalenguas no parece interesado.

—¿Qué dices? —su mirada se volvió tan filosa como un cuchillo con una mezcla de juego—. Lo amo, es la creatura más bella que he conocido.

—¿De verdad?

De pronto, Max apareció por el gran arco de la cocina, con sus pants negros, descalzo y con una camisa celeste abierta. Su cabello tan oscuro como un agujero negro no tenía forma de lo alborotado que estaba. Max siempre se consideró alguien bastante coqueto con las chicas y su figura atlética le daba puntos con ellas.

Sonreí al ver como la pequeña rubia se le tensaba el cuerpo al ver a mi hermano.

—Vaya —carraspeó Constanz—, por fin te ves de una manera digna. Estabas hecho una porquería la primera vez que te vi.

—Gracias a ti.

—Por supuesto.

¿Qué? No, no, no, apenas podía ocultar la risa de la impresión. No puede ser cierto que estos dos... miré como Constanz pasaba de mi hermano y él la siguió como macho en temporada de apareamiento.

Golpeé la mesa y me levanté de un salto para seguirlos. Cuando alcancé a Max antes de que subiera las escaleras, sujeté su brazo para atraerlo a mí. Mi hermano frunció el ceño y se detuvo en cuanto me vio.

—¿Qué está pasando aquí? —susurré.

—Absolutamente nada.

—Max... —no sabía ni cómo decirle—, pensé que tú sentías algo por Janis.

Resopló malhumorado y me hizo soltarlo de golpe.

—Janis continuó su vida —señaló con mucha seguridad—. Ella no quería nada conmigo después de lo que me pasó, puso su distancia y ni si quiera quiso hablarme, intenté acercarme pero me evadía. Luego me enteré de que tenía algo con un doctor y para mí ya no era opción seguir esperándola.

Parpadeé.

—Pero ella no me dijo nada...

—Que extraño ¿No? Siendo las mejores amigas debieron contarse todo.

Joder era cierto, antes de que todo este desastre sucediera, Nora y yo habíamos notado como Janis prefería no tocar el tema de Max, se ponía nerviosa cuando lo veía, pero no hacía nada al respecto porque prefirió mantenerse al margen y no vincularse con mi hermano después de su transformación. Janis era demasiado tradicional, nada nuevo o distinto a lo que conocía le parecía opción.

—Comprendo. Pero ¿Constanz y tú?

Max llevó sus manos adentro de los bolsillos de sus pants.

—Nos hemos acercado mucho, y se hace la difícil por su amor fantasioso con esa gárgola naranjosa.

—Tiene como dieciséis.

—En edad humana, como vampira es mucho mayor.

—Carajo, Max —me crucé de brazos—. ¿Gastón sabe?

—Lo sospecha.

—Te va a matar.

—Me he vuelto muy cercano a él, sabe que soy de confianza como para no hacerle daño.

Fruncí mis ojos.

—Estás demente.

—Bueno, sí a esas vamos, quien se enamoró primero de un monstruo no fui yo.

Abrí mi boca cuando noté la risa burlona de Max, huyendo escaleras arriba.

—¡Max! Te daré una paliza que ni el mismismo Zeus será capaz de repetir.

Escuché la carcajada retumbar desde arriba cuando detrás de mí sentí esa brisa helada que me erizó los pelitos de la nuca. Gastón apareció por la puerta principal y algunos sirvientes lo recibieron para ayudarlo con su chaqueta. Los pastores alemanes llegaron a la velocidad del rayo con sus rabos revoloteando por la felicidad que les daba verlo; Gastón les sonrió genuinamente y les prometió jugar con ellos en un rato más.

Su vestimenta informal me parecía muy atractiva en él. Subió los escalones para quedar a mi altura y noté ese brillo en sus ojos verdes. Qué color tan fascinante.

—Hola —dijo en un dulce tono.

—Hola —mi voz atropellada me abochornada. A estas alturas todavía me ponía nerviosa tener a Gastón a centímetros de mí.

Algunas arrugas se formaron en su frente para hacer surcos sin antes darme un escaneo rápido por todo el cuerpo.

—¿Al fin comiste algo?

Asentí.

—¿Has descansado?

Asentí.

—Bien —apartó la mirada unos segundos y divisé la playera sin mangas que portaba con mucha seguridad, sus pectorales estaban muy expuestos que las yemas de mis dedos temblaban como imanes queriéndose pegar a esos músculos debido a la atracción que despertaba en mí—. Ya me encargué de todo —dijo al volverme a ver—. Sobre lo de Janis y los vampiros que le hicieron eso.

—Sus padres...

—No preguntes más, Maddy. Te lo pido.

Me estremecí por completo.

—Gastón por Dios.

—No preguntes.

Siguió subiendo las escaleras, dejándome helada. Mi corazón se apachurró que tuve que sentarme por un momento en el escalón para soportar esta pesadez. Si me dijo eso, tan tajante y sin detalles es porque, de alguna manera retorcida, siniestra y oscura, hizo desaparecer a los padres de Janis. Maldición.

Algo me decía que eso fue exactamente lo que hizo, mis manos titiritaban, intenté poner la mente en blanco para pensar con claridad. Perchas y Denver me hicieron compañía y los acaricié.

—¿Creen que Gastón hizo eso?, y ustedes aun así lo aman.

Mi pecho ardía.

—Aman a un ser cruel sin juzgarlo.

Sus bellos ojos marrones con motitas doradas destilaban nobleza y lealtad, eran adorables.

—Pequeños demonios —sonreí.

Muchas cosas estaban cambiando tanto, era como un tren sin frenos, imparable que en algún momento iba a chocar ante la cruda realidad, creando un desastre. El punto aquí es que pese a todo lo que había hecho Gastón hasta ahora era para protegerme, incluso me dio un tiempo para reconsiderar lo nuestro y eso me dio la señal de que de verdad no era un ser inmortal tan despiadado como muchos lo catalogaban.

Al menos conmigo no.

Gastón deseaba tener una vida normal y estaba intentándolo, al elegirme desde antes de nacer. Tal vez sus intenciones al comienzo fueron las peores y para su beneficio, sin embargo eso cambió.

Mi corazón estaba ganando la batalla, mi atracción y mi amor por él no estaban en juego para perder. Gastón se volvió una parte indispensable de mi vida, a pesar de su crueldad y la agresividad con la que resolvía las cosas, es el hombre que me ama y que ha demostrado de incontables formas que esta dispuesto a todo por mí.

Miré a Perchas y a Denver.

—Ya lo sé —sonreí—. Son muy exigentes. Los veo al rato, pequeños demonios.

Subí las escaleras rumbo a la habitación donde dormía con Gastón. El vampirito iba saliendo del cuarto de ducha envuelto en una toalla de la cadera par abajo y casi me voy de culo cuando su imagen musculosa apreció de golpe.

Tuvo que ayudarme a no perder el equilibrio y me pegó a su duro y limpio cuerpo, un delicioso aroma a frescura y jabón me alborotó a niveles estratosféricos.

—Maddy ¿Pasa algo?

En su rostro albergaba la preocupación; me encandiló su húmedo cabello dorado y solo fui capaz de pasar mis manos por sus pectorales hasta abrazarlo.

—Gastón... dime que no es tarde —lo abracé más fuerte—. Quiero tener nuestros hijos, casarnos, estar contigo por el resto de mi vida.

Reinó el silencio y después de un par de segundos llenos de angustia para mí, al fin pude sentir como me abrazaba y despegué mis pies del suelo porque Gastón me llevó en brazos hasta la cama para acostarme con su peso reposando sobre mí.

Acarició mi cabello con delicadeza y su mirada se iluminó con una tenue sonrisa.

—Era darte tiempo u obligarte que digas que eres mía —sonrió perverso.

Solté una risa y luego nuestros labios se encontraron, su beso empezó con una suavidad lenta que me desarmaba, sus labios me devoraban mientras nos saboreábamos, luego se tornó con más intensidad, con la fuerza de un huracán que planeaba demolerme a pedazos. Su espalda dura te tensaba cuando pasaba mis manos para sentir toda la dureza de su enorme cuerpo.

Bajó a mi mandíbula para darme pequeños mordiscos y luego a ese lugar que lo desataba como la criatura peligrosa que era, su cuerpo comenzó a moverse con más rudeza sobre mí, un sonido gutural fue suficiente para saber que estaba excitado por lo caliente que se volvió mi sangre.

—¿Quieres morderme? —jadeé.

—Ya le tengo dura, no sería necesario, pero carajo... —sus manos se encajaron en la colcha o más bien sus garras, sus rostro se volvió siniestro con esas venitas resaltadas—. Quiero tu sangre.

Ya no me aterraba ese rostro demoniaco, estaba segura de que aceptaba esta faceta de mi vampirito.

—Muérdeme, Gastón.

Sus colmillos aparecieron, tan grandes y filosos que no dudaron en encajarse en mi cuello.

El dolor era soportable cuando sabía el placer que le proporcionaba a Gastón. Me tomó por la nuca para sujetarme con firmeza mientras yo abrí más la curva de mi cuello para él. Succionaba con fuerza, jadeaba de la excitación hasta que decidió parar y liberarme.

Rugió envuelto de placer para saborear su boca que estaba cubierta de mi sangre. Cubrí mi herida con la mano y él pronto me ayudó para limpiarme y vendarme. Quitó la colcha que ya no servía y volví a recostarme.

Gastón me alcanzó para abrazarme por detrás.

—Sigo estando duro —susurró muy cerca de mis labios.

Mi cuello palpitaba menos, solo necesitaba descansar un poco, por suerte había comido algo para soportar esta succión de proteínas.

Sonreí por su comentario.

—Deberíamos de aprovechar.

Sentí ese bulto erecto a la altura de mi trasero. Madre mía.

—A quien más le conviene es a ti —su voz pícara me tomó por sorpresa.

Que perversidad la suya.

Continue Reading

You'll Also Like

9.8K 1.4K 14
- ¡Me gustas! Kang Taehyun teme más escuchar esas tres pequeñas palabras. Para una persona normal, una confesión puede traer emoción, un poco de hala...
18.3K 835 19
que tal si una mikaelson resulta ser hija de dos dioses y se enamora de dos brujos y dos semi dioses bueno veremos
18.5K 1.9K 19
Eloise Swan junto a su hermana Isabella Swan se mudaran a forks para darle libertad a su madre, después de tanto tiempo fuera del pequeño pueblo volv...
70K 10.5K 40
[Segundo Libro] Katrina siempre había tenido sentimientos encontrados con respecto a sus verdaderos padres. El que estos, la hayan abandonado frente...