Prohibido Amarte

By JAnia88

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Sexto libro de la Saga Londres de Cabeza. ¿Podrán dos personas enseñadas a controlarlo todo dejar de lado sus... More

Sinopsis
Personajes Sociedad de las Sombras
Prólogo
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By JAnia88

—Buenos días, mi señor.—lo levantó Raphael.

—Buenos días.

—Hoy seré yo su ayuda de camara.

El hombre se apresuró a quitarle la ropa de dormir para colocarle su atuendo de mañana.

—¿Descansó bien, Lord Rosemont?

—Sí.—se calzó sus zapatos con prisa y fue hacia el comedor en compañía del sirviente.

Elise aún no había llegado. Y si su señora no estaba, cualquier “intruso” debía aguardar a su regreso para que le sirvieran la comida. Exigir que se la entregarán antes solo alimentaría más la hostilidad.

—Mi señor su desayuno.—Olga depositó su plato frente a él dejándolo mudo. Era la primera vez que le servían sin que Elise estuviese presente.

—Y su periódico.—Alexander se acercó con el impreso en la mano. Eso sí era inusual.

Las mujeres solían ser amables, pero los Sombras eran otra historia. Nada de lo que dijera, hiciera u ordenará provocaba algún tipo de reacción en ellos. Solo estaban ahí para vigilarlo.

—Los notó raros hoy...¿Pasó algo?—inquirió sin esperar respuesta alguna. En Bleiston House se había acostumbrado a ser ignorado.

—Estamos bien, mi señor gracias por preguntar.—respondió Gwen con una sonrisa.

—¿Seguros? Nunca habían sido tan atentos.

—Mi señor discúlpenos si nuestra actitud le causó alguna molestia.—habló Alexander.—Nuestra intención nunca fue incordiarlo.

—¿Ah sí?—soltó una risa seca.—La sociedad de los Sombras siempre se ha caracterizado por sus sirvientes orgullosos y su trato descortés a los intrusos como yo.

El trato descortés venía motivado en parte por la desconfianza. Hasta que el intruso no probará su lealtad sería marginado.

—Mi señor, usted no es un intruso, es nuestro invitado.—señaló Olga recordando el término que su señora había utilizado.—Lamentamos no haber estado a la altura de sus expectativas, le ruego nos perdone.

—Díganme qué pasó...—exigió saber.—Hablen.

—Pues...—Alexander le contó a grandes rasgos la charla que habían mantenido con su señora. Elise les había dejado muy en claro que no permitiría malos tratos de su servicio hacia nadie. Y por eso su inesperado cambio de actitud.

—Así que eso sucedió. Esto va a ser divertido de ver.—sonrió con suficiencia—Ustedes son muy orgullosos y no los culpo, se han esforzado mucho para llegar dónde están. Su entrega y disciplina es algo que pocos servicios tienen. La mayoría se encarga de labores domésticas, pero ustedes además estudian, se preparan y compiten para ser mejores. Se podría decir que son la élite del servicio y su labor es muy valiosa para nosotros.

—Mi señor...—todos estaban atónitos al oír sus palabras. Habían esperado una reacción de rabia de su parte. Pero en lugar de eso obtuvieron compresión.—Lo sentimos mucho, nos esforzaremos por servirle como se merece desde ahora en adelante.

—¿Se esforzarán aún más? No quiero que nadie muera por servir a los Bleiston.

—¿Cómo?—Olga y Alexander abrieron los ojos de par en par.

—¿Creyeron que no lo había notado?

Lo hice desde el primer día que llegue aquí...

—Me sorprende ver a tan pocos sirvientes pululando por los pasillos.

—El resto está en clase.—le respondió su primo, Damien.

—Me imagino que les enseñas a pelear.

—No solo a pelear.

Juntos atravesaron el ala norte donde los Sombras entrenaban. Los hombres sudaban y jadeaban exhaustos mientras realizaban su última carrera del día. Comúnmente cada uno de sus entrenamientos empezaba y finalizaba con una carrera.

—Ni mis asesinos son tan entusiastas.—observó divertido. Era evidente que llevaban horas entrenando.

—Eso que aún no haz visto nada.—continuaron con su recorrido hacia la zona este, el área del servicio y también el lugar donde la mayoría de mujeres perfeccionaba sus artes.

—¿Y esa música?—Bastián se detuvo al escuchar una suave melodía proveniente de uno de los salones.

—Es la práctica de arpa, piano y baile.—le dijo Damien.

—¿Podemos entrar?—el vizconde sentía curiosidad por ver una función de ese calibre en primera fila.

—Pero por aquí...—Su primo le señaló una puerta lateral, que conducía a un pequeño pasadizo secreto ubicado cerca del salón de prácticas.—Desde este lugar podemos verlas, pero ellas no nos ven.—le explicó señalando la pared falsa que los cubría.

Admito que es una buena forma de supervisar a tu servicio.

—No lo construí por eso.—Damien agachó la mirada mientras negaba con la cabeza.

—Entonces...—Bastián vió como una de las gráciles señoritas que bailaban caía al piso en medio de un giro.—¿Qué pasó?

Colapsó por la práctica, lleva bailando desde temprano en la mañana.

Eran las seis de la tarde.

—¿Qué?

—Bailan y bailan sin parar y este es el resultado.—le dijo él.

—Pero si lo sabes...¡¿Cómo puedes exigirles que practiquen hasta desfallecer?!—miró mal a su primo.

—¡¿Crees que yo lo exijo?!—su voz le hizo helar la sangre—Gracias a mis constantes reproches he conseguido que no se presionen tanto, pero cuando creen que nadie las observa hacen eso.

—Pero porque...—para el vizconde ese comportamiento no tenía sentido.

—Porque aspiran a ser las mejores.—Bastian abrió los ojos de par en par.—Sienten que me lo deben por darles la oportunidad de aprender.

—Eso es...—Bastián vió como las mujeres conseguían levantar a su compañera y la depositaban con cuidado en uno de los divanes. La mujer se había desmayado.

—Todos en Bleiston House conocen de la extraordinaria deuda que Elise y yo adquirimos con el Consejo para poner este lugar a funcionar. Y se sienten en deuda por eso.

En medio de su ajetreo una de las mujeres al parecer se dió cuenta de su presencia y no dudó en pedirle a la más joven ir a comprobar su sospechas por ella.

—¡Lilibeth revisa si el pasadizo está vacío!—oyó que ordenaba Minerva.

Ya nos encontraron.—Damien aguardó a que la doncella abriera la puerta para salir.

—Mi señor...—la muchacha se puso pálida al verlos.—Nosotras no sabíamos que usted estaba aquí.

Damien soltó un profundo suspiro e ingresó al salón por la puerta principal.

—¡Mi señor!—todas las mujeres lo saludaron con una reverencia.

—Señoritas.—Bleiston caminó hacia Gwen, la joven que había colapsado y sin decir nada la tomó en brazos.

—Mi señor ella solo está durmiendo, nuestra música la arrulló como a un bebé.—mintió Olga.Pero fue inútil, ambos lo habían visto todo.

—La práctica de hoy se suspende, yo cuidare de la señorita hasta que despierte.—su jefe las miró con severidad.

—Sí señor.

Bastian se quedó perplejo parado en la entrada.

—Vámonos.—le dijo su primo.

—Sí.—Rosemont lo siguió en silencio

En realidad tu servicio no es más que una copia exacta de tí, pensó el vizconde. Ninguno sabe cuándo parar. Eres admirable y temible por eso, querido primo.

—¡Atención, la señorita Elise está aquí!

Al igual que ella...

Bastián se puso de pie para recibir a la señora de la casa. Era un protocolo que todos los nobles seguían cada vez que una fémina de su mismo rango entraba a una habitación.

Veo que aún no haz acabado de comer.

—Te estaba esperando.—mintió. En realidad había estado divagando en el pasado.

—Que oportuno...¿Asistirás a la velada organizada por la marquesa de Ralston?

Bastián casi se atora al oír su pregunta. Comer cerca de esa mujer era muy peligroso.

—¿Por qué lo preguntas?

—Tengo entendido que recibiste una invitación de su parte.

—Sí ¿y?

—Es la primera velada que Lady Susan organiza como marquesa y mientras más personas asistan mejor.—bebió un sorbo de su té.

—Entonces tú también deberías ir...—la picó.

—Eso pienso hacer.

—¡¿Qué?!—parpadeó un par de veces estupefacto.

La mujer se terminó su desayuno en un abrir y cerrar de ojos.

—Y si no te apresuras, voy a dejarte.

—Espera...—Bastián comió como si el espíritu de la glotonería lo hubiese poseído y luego la siguió por el pasillo hacia el jardín, en dónde los esperaba su coche listo para partir.

—Les deseamos un buen viaje, mis señores.

—Gracias.

Al llegar a la residencia decidieron separarse para no ser presentados al mismo tiempo. El caballero tomó la delantera y tuvo el placer de compartir el vals con la marquesa. Ambos bailaron entre risas y miradas cómplices, lo que despertó cierta sospecha en Elise.

Al finalizar la pieza Bastián se separó de Lady Ralston y fue en busca de un poco de whisky para serenarse luego de la lluvia de emociones que vivió en compañía de la marquesa. Era una mujer simplemente fascinante.

—Veo que tú y Lady Susan se llevan muy bien.—opinó una voz femenina a sus espaldas y su cuerpo entero entró en tensión.

¿Los había visto?

—Siempre tan oportuna, Elise.—masculló sin saber en qué momento se había colocado a su lado.

—¿Dónde la conociste?

—¿A quién?—se hizo el tonto.

—A Lady Susan.

—En una velada hace unos meses.—masculló sin dejar de mirar al frente.—Es una dama encantadora.

—Y también casada.

—Gracias por la puntualización.

—Era necesaria, aunque veo con buenos ojos vuestra amistad.—le regaló una dulce sonrisa mientas pretendía arreglar su pañuelo que había quedado algo descolocado luego del baile.—Solo unos consejos ¿sí?

—Adelante...

—No la ilusiones, ni le prometas nada que no puedas cumplir.

—Jamás lo haría...—frunció el ceño ¿Qué tipo de hombre creía que era?—¿Algo más?

—No te metas con el marqués de Ralston.

—¿Acaso es uno de tus protegidos?

Elise se apartó.

—No, pero nunca se sabe cuando se puede necesitar la ayuda de un marqués.

Bastián soltó una carcajada.

—Temes que lo haga enojar o que me gane su antipatía.

—Eres un experto en eso, pero no es lo que me preocupa.

—¿Entonces qué es?

—Temo que tus actitudes llamen la atención de gente indeseable que inventara toda clase de rumores.

—Sere más cauto entonces.—prometió.

—Bien.

Elise regresó al círculo de jovencitas dónde había estado minutos antes. Por su popularidad entre los caballeros y su edad tranquilamente pudo codearse con las viudas más pudientes de Londres, pero en su lugar decidió permanecer junto a las damas florero, jovencitas consideradas “feas” entre la sociedad.
Y no se arrepentía de haberlo hecho. Esas señoritas eran educadas y sabían más de lo que la mayoría pensaba. Pero a diferencia de muchas matronas tenían una actitud discreta y no dudaban en mantener la boca cerrada cuando era necesario.

***
Al regreso la mujer volvió sola. Bastián había tenido que acudir a una cena organizada por Terrence Brown. Al parecer el consejero deseaba discutir una idea de negocio con el vizconde y ella no era bienvenida.

—Volveré temprano.—le dijo antes de irse.

—Ten cuidado.—le respondió ella y entonces cada uno tomó su propio camino. Su prioridad era regresar a casa.

—Bienvenida de vuelta, mi señora.—Raphael la recibió en la entrada de Bleiston House como era su costumbre.—¿Y Lord Rosemont?

—Está en una cena de negocios.

—Entiendo.—la tomó por el brazo y la arrastró con él hacia el despacho.—Victor ha vuelto.

—¿Trajo noticias?

El caballero asintió.

—Todos los Sombras la están esperando.

Elise aceleró el paso y juntos atravesaron la puerta de su despacho.

—Caballeros.—saludó.

—Mi señora.—se pusieron de pie para recibirla. David y James también estaban presentes.

—¿Qué pasó?

—Tenemos una pista, mi señora.—Victor le indicó un dibujo de un hombre.—Este es el rostro de la persona que está a cargo de la vigilancia de Nastasia.

Era un caballero de media edad, calvo, con dos lunares en la frente y una incipiente barba.

—¿Algo más?

James asintió.

—El panadero nos dijo que asistiría a un evento privado esta noche.—extrajó un trozo de papel de su bolsillo—y también nos dió la dirección del sitio.

—Hemos investigado mi señora y es una de las propiedades del vizconde de Scarburg.—Alexander tomó la palabra.—Le conseguimos dos invitaciones.

—Buen trabajo caballeros.

Sus hombres eran algo libertinos a veces, pero cuando se lo proponían podían resultar bastante eficientes.

—La cuestión es quiénes acudirán a esa velada—alegó Victor.—Tiene que ser una pareja, sería muy raro si se presentan dos hombres.

Todos estuvieron de acuerdo.

—Por supuesto que iré yo.—Elise accedió—¿Quién desea acompañarme?

—Ambos...—Francis señaló a su hermano—...la acompañaríamos con gusto mi señora, pero el escándalo de la sífilis aún pesa sobre nosotros y puede arruinar la misión.—se excusó.

—¿Qué me dices tú, Connor?

—No me importaría...pero ya sabe que soy algo llamativo en esos lugares.

—Es cierto.—Elise aún recordaba el revuelo que había armado entre las féminas la última vez.

¿Llamativo? David no entendía porqué todos parecían tan indecisos sobre aceptar o no.

—Si lo desea yo puedo acompañarla, mi señora.—se ofreció en el acto.—Tengo experiencia en ese tipo de eventos.—Él era un Lancaster asistir a una velada era pan comido.

Todos los hombres lo regresaron a ver abriendo los ojos de par en par y luego se echaron a reír.

—Basta.—los calló Raphael. Era el único que se mantenía serio en la sala—Iré yo.

Si tan solo Damien estuviera aquí...

—Pero...—Elise tragó con fuerza. La señora Portia la mataría si llevaba a su hombre a un lugar así.—David será mi acompañante, punto.

—¡Mi señora!—exclamaron todos.

—Es mi última palabra.

—En ese caso denos unos segundos para prepararlo.—pidió Connor que se compadecía del joven. Ese tipo de lugares nunca habían sido de su agrado.

—Adelante, yo también iré a prepararme.—aseguró Elise.

Apenas la mujer abandonó el despacho todos los hombres formaron un círculo alrededor del joven y lo obligaron a sentarse.

—Deberíamos quitarle la levita y el chaleco—sugirió Alexander. En esas veladas entre menos ropa, mejor.

—Sí solo con camisa.

Francis y Connor se apresuraron a desvestirlo mientras su jefe tomaba la palabra.

—Escucha David...—habló Raphael—...No importa lo que veas u oigas no te separes de mi señora. Una vez que encuentren al hombre y descubran dónde oculta a Nastasia, salgan lo más pronto posible. Victor y yo los esperaremos a las afueras.

—Bien.

El joven no entendía porqué tanto drama.

—Revuelvan un poco su cabello, debe lucir despreocupado.—sugirió Victor y Francis se encargó de dejarlo como recién levantado.

—Y el toque final.—Raphael abrió un cofre y extrajo de allí un antifaz plateado.—Ten.

—¿Esta no es la máscara que mi señor suele usar?—David frunció el ceño.

—En efecto, el jefe Bleiston es su dueño y solo por esta vez te permitiremos usarla.—puntualizó Francis—Cuida de mi señora y haz lo que ella te ordene sin quejas.

—Jamás me atrevería a desobedecerla.—se colocó el antifaz con ayuda de James.

—Perfecto.—Raphael le hizo una señal para que se pusiera de pie y una vez lo hizo le entregó una pequeña cuchilla.

—Si alguien se sobrepasa le cortas la mano.

Es solo una velada, pensó David.
¿Qué necesidad había de exagerar?

—Mi señora ya está lista.—les informó Olga.

—Gracias.

Los hombres salieron al jardín.

—Una última cosa...—Connor lo detuvo por el hombro—No comas ni bebas nada que te den.

—Entendido.

Su señora llegó minutos después luciendo un encantador vestido color rojo y un antifaz negro. Lo extraño es que no llevaba ninguna joya, ni guantes.

—Vámonos.

David la ayudó a subir y luego la imitó.

—¿Crees que estará bien?—se preguntó Francis una vez que el carruaje partió.

—Mi señora está con él, lo hará bien.—opinó Connor.

—Es su primera misión de este estilo.

—Y si es hábil, no será la última.—los hombres se miraron entre ellos.

Comúnmente eran las cortesanas las encargadas de recolectar la miel. Es decir, seducían a sus víctimas a cambio de información o de favores. Sin embargo, en ciertos casos eran ellos los que ocupaban ese rol.

No siempre era agradable y tenías el derecho a negarte, pero hasta ahora ninguno de ellos lo había hecho. Era algo que se aceptaba simplemente.

Si el éxito de la misión dependía de tus destrezas amatorias entonces qué así sea.

***
Al llegar a la residencia lo primero que su jefa hizo fue colgarse de su brazo y tomar las entradas que Victor le entregó.

—No tardaremos.—prometió la dama mientras avanzaban hacia la entrada.

Tocó un par de veces y al quinto golpe una pequeña ventana corrediza se abrió.

—Contraseña.—exigieron unos ojos color miel.

—Bienvenidos al mundo del placer.—contestó la mujer y entonces la puerta se abrió de par en par.

¿El mundo de qué? David no salía de su impresión.

—Bienvenida mi demonio.—su anfitrión le propinó una nalgada a su jefa dejándolo mudo.

¿Cómo se atrevía a hacer algo así?

El joven esperó una reacción de molestia de su parte, pero en lugar de eso la mujer le regaló una sonrisa.

—Aquí tienes.—le entregó sus entradas.

—¿Qué te trae por aquí, Crystal?

—Negocios ya sabes, Scarburg.

—Y veo que vienes con el señor de los Sombras. Espera...—el anciano achicó los ojos en su dirección—...Tú no eres él.

—No, es mi nuevo pupilo.

—Con una maestra como tú, debe ser un alumno aplicado.—soltó una suave risa.

—Lo es.

—¡Que se diviertan!—el vizconde se hizo a un lado para dejarlos pasar.

—¿Mi señora está bien?—le preguntó una vez que empezaron a andar.

—Preocúpate por tí mismo, David.

Al final del pasillo la iluminación se tornaba cada vez más escasa y el olor a opio empezaba a contaminar el ambiente.

—Por aquí...—lo guío hacia un gran salón donde varias personas bailaban. A simple vista parecía un baile normal, aunque cada tanto alguna de las parejas decidía compartir un par de besos. Y luego seguían bailando como si nada.

—¿Lo ves?

Juntos empezaron a buscar a su sospechoso entre la muchedumbre eufórica. Había un similar número de hombres y mujeres repartidos por todo el lugar.

—No.—contestó. El olor a cigarro y a opio le resultaba cada vez más insoportable. Pero al mismo tiempo era lo más normal de ese lugar.

—¡Relájate cariño!—David se sobresaltó cuando una mujer pasó rozando sus senos contra su espalda mientras lo miraba con una sonrisa pícara.

—Vamos a la siguiente sala.—su jefa fulminó a la fémina con la mirada y luego lo miró.—Siento que...

—Allí, mi señora.—la cortó señalando con su mentón a su sospechoso. El hombre subía unas escaleras en compañía de dos mujeres.

—Tenemos que seguirlo.—lo instó su jefa y entre empujones se abrieron pasó hasta llegar al segundo piso.

Un sirviente los esperaba ahí.

—¿Múltiple o solo para dos?—les preguntó.

Elise quisó decir solo para dos para evitar más encuentros incómodos, pero sabía que su objetivo habría escogido la primera opción.

—Múltiple.

—Por ese pasillo.—señaló.—Las tres últimas recamaras están vacías, pueden elegir la que gusten y esperar que alguien más se les una o unirse a alguna ya ocupada.

Luego de escuchar las palabras del mozo a David ya no le quedó ninguna duda de dónde estaban.

—Gracias.—avanzarón por el pasillo y para su suerte se toparon una vez más con su objetivo. El hombre ingresaba a una de las habitaciones ya ocupadas.

—¿Entraremos allí?—preguntó David con algo de desconcierto.

—Solo si es nuestro último recurso.

Su jefa lo empujó a una de las recamaras vacías y cerró la puerta. Luego se dedicó a inspeccionar el sitio con calma. Estaba algo oscuro, pero nada que no se pudiera arreglar con un par de velas.

—Mira...—la habitación de su sospechoso estaba conectada a un balcón.—Tenemos que llegar hasta allí.

—Podemos apoyarnos en los alféizares de las ventanas.—sugirió él.

—Sí, eso haremos.

La mujer fue la primera en encaramarse en la fachada de la casa y deslizarse por la pared hacia el balcón. Fue un movimiento tedioso, pero efectivo. David la siguió después.

Sus clases de escalada eran muy útiles en estos momentos.

—Ahora esperemos.—se sentaron en el suelo y pegaron la oreja a las puertas de la entrada.

Risas.

Eso fue lo primero que oyeron. Los hombres en su interior parecían llevarse bien. Bromeaban y reían como un par de niños mientras instaban a las mujeres a divertirlos.

¡Bailen! ¡Bailen! gritaban.

Pero con más ánimo.

¿Cómo pueden ser tan aburridas?

Debiste traer a madame Voulie, ella nos hubiese divertido más.

Pero qué cosas dices, ella es la mujer de mi patrón.

A él no le importa.

Más risas.

Es una lástima que viva tan lejos.

¿Volvieron a trasladarla?

Sí, ahora está cerca del condado de Sussex.

David y Elise compartieron una mirada. Lo tenían.

Debe estar viviendo como reina.

Para nada. La casa es una pocilga y a duras penas tiene para comer, pero eso sí posee un gran jardín y una estupenda vista de un lago.

El caballero anotaba todo en una pequeña libreta con ayuda de una pluma y un tintero que había tomado de la recámara. David no quería perder nada de lo qué decían.

¿Y cómo está tu jefe?

Vivo.

Volvieron a reír.

Ese hombre no muere con nada.

No, es indestructible.

—Creo que es todo.—advirtió Elise al escuchar que cambiaban de tema.

—Sí señora.

Ambos se pusieron de pie para retirarse cuando por accidente el tintero que llevaba sobre la libreta se viró y terminó estrellándose contra el suelo.

¿Qué fue eso?

Parece que algo se cayó.

Pudo ser el viento.

Revisaré el balcón por si acaso.

Revisa también las demás habitaciones.

David y Elise habían aprovechado su desconcierto para abandonar ese lugar y regresar a su habitación. Para su buena suerte esta aún seguía vacía.

—Quítate la camisa.—le ordenó al escuchar que la puerta de a lado se abría y unos pasos se acercaban.

El caballero no dudó ni un segundo en hacerle caso mientras ella hacía lo propio con su vestido. Lo único que no se quitó fue su camisa de muselina y sus medias.

—¿Y ahora mi señora?

—Siéntate.—señaló la cama y él así lo hizo.—Ahora dame tu mano y cierra los ojos. No los abras hasta que yo te lo pida.

Cuida de mi señora y haz lo que ella te ordene sin quejas.

—¿Así?—cerró los ojos.

—Sí.

La dama se subió a su regazo con ambas piernas a cada lado de su cintura y se descubrió uno de sus senos, el lugar exacto dónde colocó su mano.

—Mi señora...—David titubeó al sentir su cálida y suave piel contra su mano. Pero antes de que pudiera exigirle alguna explicación, los labios de la mujer se apoderaron de los suyos.

Fue un movimiento imprevisto, pero no por eso menos placentero. La mujer sabía lo que hacía cuando se trataba de besos. Pero...su amante no se quedó atrás.

La boca del caballero fue poco a poco ganando terreno y en el momento menos pensado era él quien lideraba la ofensa mientras ella respondía acercándose más...Como si su cercanía no fuera suficiente.

Tal vez no lo era.

Con su mano libre atrapó su cintura y la apegó más a él en el preciso instante en el que la puerta de la habitación se abrió. El hombre calvo del dibujo los observó con detenimiento antes de sonreír con ironía.

—Aquí solo hay amantes. No os preocupéis.—les dijo al resto de sus amigos.

—Esa mujer tiene unas buenas tetas.—opinó un segundo relamiéndose los labios.—¿Crees que nos permita compartirla?

Algo dentro de él se removió al oír esa palabra. David era un Lancaster, ni siendo un niño compartía sus juguetes, mucho menos a la mujer que amaba.

De un solo movimiento la depositó sobre la cama y se cernió sobre ella para cubrirla de las miradas indiscretas de los hombres.

—Eso es un no.—los idiotas rieron divertidos.—Disfrútala campeón.

La puerta volvió a cerrarse y ellos se separaron. La mujer respiraba con dificultad tratando de recuperar el aire mientras él se dedicaba a contemplarla en silencio.

—Eso fue...

—Intenso.—completó por ella.

—Iba a decir una locura, pero está bien.—observó su mano que aún descansaba sobre su pecho—Ya puedes soltarme.

El joven la liberó con un discreto sonrojo. Era la primera vez que se tomaba tantas libertades con una mujer.

—Gracias.—Elise se acomodó su camisa de muselina y se puso de pie.

Estaba algo inquieta por lo que acababa de descubrir. Sus besos no solo eran ardientes y apetecibles, sino que le había encantado la forma en la que reaccionó a las miradas lascivas de esos tontos.

Eso fue lindo, pensó mientras se enfundaba en su vestido.

Le ayudo mi señora.—David acabó de abotonar la prenda y luego la tomó por los hombros haciéndola girar.

—¿Qué pa...—sus palabras se quedaron atoradas en su garganta cuando él arremetió contra su boca. La estaba besando y ella apenas podía procesarlo.

¡Apártalo! Le gritaba su consciencia, pero sus labios no dejaban de sucumbir a las embestidas de su lengua guíados por un frenesí desconocido.

Si sus besos eran tan adictivos, cómo serían sus caricias...cómo se sentiría que la llenará por completo.

Su cuerpo le exigía tocarlo mientras ella luchaba por mantener las manos quietas pegadas a sus costados.

—¿Por qué?—inquirió una vez la soltó.

—Quería que estuviéramos a mano, usted me robó un beso y yo hice lo mismo.

—¡Eso fue por trabajo!—se defendió la mujer—Lo hubiese hecho con cualquiera solo para salir de esta.

—Pues desde ahora solo lo hará conmigo.—la tomó con delicadeza del mentón—Solo conmigo.

La mujer se quedó sin palabras. La determinación en su mirada le hizo estremecer de pies a cabeza.

—Debemos salir de aquí.

Juntos se escabulleron por el pasillo, bajaron las escaleras y atravesaron el gran salón repleto de cuerpos desnudos. El “baile” había desencadenado en algo mucho más grande. Las féminas se paseaban con sus atributos al aire y le sonreían con coquetería. Pero a la única mujer a la que podía ver era a ella.

Ese vestido rojo fuego resplandecía como un faro en medio de la oscuridad y llamaba poderosamente la atención entre tantas pieles desnudas.

—El rojo definitivamente es su color, mi señora.—musitó una vez abandonaron la propiedad del vizconde.

—¿Cómo les fue?—Raphael y Víctor se acercaron al verlos. Ambos iban armados hasta los dientes.

—Bien.

—Excelente.—los ojos de David brillaban.

—Sabemos dónde tienen a Nastasia.—prosiguió su jefa.—Desde mañana empezaremos a trabajar en un plan de rescate. La operación “labios rojos” está en su etapa final.

—¿Quién pone los nombres de las operaciones?—se quejó Victor. Siempre eran tan “llamativos”, por no decir ridículos.

—Mi señor Damien los elige.—le dijo Raphael.

—A mí me gusta el nombre.—opinó David sin dejar de mirarla. Ambos sabían muy bien a qué se refería.

—Vamos.—los Sombra ocuparon el asiento del cochero y los dejaron solos en la parte de atrás.

—Mi señora puedo hacerle una pregunta...

—Adelante.—la mujer se apoyó mejor en el respaldar del asiento.

—¿Usted dijo que haría esto con cualquiera?

—Eso dije.

—Pero el vizconde me confundió con el jefe Damien.

—Generalmente es él con quién asisto a esta clase de eventos.

—¿Entonces me eligió porque mi señor no estaba?

—Así es.

—En ese caso acepto con gusto acompañarla a este tipo de lugares desde ahora en adelante.

—Hoy casi nos descubren por tu culpa.

—Pero obtuve esto...—le pasó la libreta con sus apuntes.—Mejoraré se lo prometo.

—¿Mejorar? ¿Dónde aprendiste a besar así? Creí que tú jamás...

—Soy virgen, no un monje.

La dama tragó con fuerza al oír su respuesta. Todo este tiempo lo estuvo subestimando. Su estudiante era más peligroso de lo que aparentaba.

***

Hola

Espero que disfruten este capítulo.

No sé olviden comentar y dejar su estrellita ✨Por cierto cuando escribía este capítulo se me vino a la mente esta canción escrita por Shawn Mendes: “Teach me how to love me” Creo que encaja perfectamente con esta escena jaja 🤣🤭 y más considerando que David en mi imaginación es Shawm

Nos vemos
Joha.

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