Una vez dentro, se podían ver piedras mágicas densamente expuestas en unas vitrinas hechas de madera.
Las piedras mágicas moradas, exclusivas del Imperio, brillaban como joyas y parecían adornos. Además, en un barril de madera de al lado, se encontraban amontonadas piedras mágicas de formas similares.
Todas eran piedras mágicas de primera calidad que ya habían pasado por un filtro.
—Por favor, seleccione una piedra mágica con la longitud de onda adecuada. Para que sean efectivas, las armas deben estar hechas con piedras mágicas que coincidan con su longitud de onda.
—Ya veo.
Los ojos de Agnes comenzaron a brillar cuando comenzó a tocar cada una de las piedras mágicas.
Agnes no sabía lo que significaba coincidir con la longitud de onda.
De repente, Anna, que estaba lúgubremente parada justo detrás de Agnes, murmuró.
—Si recoges una piedra mágica con la longitud de onda correcta... Las palmas de tus manos se calentarán...
—¿Eh?
Agnes se concentró en las sensaciones de sus palmas y agarró las piedras mágicas una a una. Pero en lugar de sentirse calientes, todas estaban frescas.
—Por favor, espere un momento, Princesa.
El artesano herrero, que estaba mirando, pareció recordar algo y se dirigió hacia alguna parte en el interior del lugar. Y un momento después, cuando apareció, traía consigo una caja enorme.
El herrero colocó la caja sobre la mesa y sacó un manojo de llaves con una expresión nerviosa en el rostro.
—Esta es una piedra mágica especial que se resguarda en el almacén subterráneo. Se utiliza para fabricar las armas de los caballeros de Su Majestad el Emperador.
—¿Armas utilizadas por los caballeros de Su Majestad? ¿Las armas hechas con piedras mágicas pueden causar daño a las personas? ¿No serían innecesarias si se desean usar por seguridad?
—Hoy en día se suelen elaborar combinándolas. Especialmente cuando se fabrican armas para caballeros.
—Ya veo... Entonces, ¿eso significa que pueden usarse tanto para las personas como para los monstruos?
—Sí, es para fines de escolta. Es un método de elaboración desarrollado recientemente. Y las armas que sólo dañan a los monstruos se usan para la exportación.
—¿No hay alguna posibilidad de imitación en otros países?
—Es absolutamente imposible. Se exportan como un producto terminado y, como tienen una magia vinculante adherida, están destinadas a ser completamente destruidas si intentan desarmarlas.
—Eres meticuloso.
Agnes asintió.
Efectivamente, el método usado reducía el riesgo de que otros países iniciaran guerras con esas armas.
El artesano herrero sonrió orgulloso ante los elogios de la Princesa. Por otro lado, también se sintió sorprendido porque escuchó que la Princesa era una niña inmadura, pero con lo visto hoy comprobó que piensa profundamente en el Imperio.
El herrero insertó la llave en la cerradura de la caja y la abrió. Pronto, la gruesa tapa se levantó y se reveló una gran piedra mágica de color púrpura. Su aspecto no era muy diferente del de otras piedras mágicas.
Agnes tomó la piedra sin pensar y entonces...
—¡Ahh, mier-!
Casi soltó una palabrota.
Tan pronto como lo tocó, la palma de su mano se sintió tan caliente como si se hubiera quemado con fuego.
Sorprendida, abrió su mano y salió humo.
—La longitud de onda coincide muy bien. No debería haber una quemadura —dijo el artesano herrero con una sonrisa amable.
Como mencionó, la palma de la mano de Agnes solo echaba humo y no estaba quemada ni enrojecida.
—¿Qué tipo de arma le gustaría?
Los ojos de Agnes se iluminaron ante las palabras del artesano herrero.
—¿Podría ser una combinación entre una varita y un rifle de francotirador?
Después de todo, si es fantasía, se piensa en una varita mágica. Sin embargo, el mundo de ahora también es una mezcla de steampunk y elementos modernos.
—Por supuesto es posible.
Agnes añadió una explicación detallada a la respuesta del herrero artesano.
—Quiero que la varita tenga una longitud aproximada desde la punta de mis dedos hasta el codo, un grosor muy fino y que sea bañada en plata.
El artesano escribió las especificaciones en una hoja de papel mientras asentía.
—Se lo daré en persona cuando esté terminada en unos 3 días.
—De acuerdo.
Agnes salió de la herrería con el corazón alegre y palpitante. Se sentía como si fuera un personaje de la novela Harry Potter.
Por supuesto, su papel no era el del protagonista, sino el de Malfoy...
Agnes esperaba volver a ver a Kaylo ese día, pero por desgracia ese no fue el caso. Tal vez porque era el líder, Kaylo parecía muy ocupado.
«¿Raymond le deja todo el trabajo?»
No se podía descartar esa idea porque los Caballeros Negros eran tratados como una molestia desde un principio.
Pero a pesar de todo eso, Anna y Víctor parecían estar aburridos.
Anna le mencionó a Agnes que pronto habría una gran misión, pero... No conocía los detalles. De cualquier modo, la vida con los Caballeros Negros no era tan mala como se pensaba.
Anna Montrose era un poco sombría, pero parecía tener buen corazón, y Víctor Craven parecía aterrador por fuera, pero no era mala persona.
Después de terminar su largo día, Agnes se recostó en su cama, luego abrió el cajón de su mesita de noche y sacó algo.
Se trataba del pañuelo de Kaylo que escondió en su bolsillo.
—Hah...
Agnes colocó el pañuelo cuidadosamente doblado en la punta de su nariz y lo olfateó.
El pañuelo de Kaylo tenía un aroma a menta con un sutil olor a almizcle.
¿Tal vez el pecho de Kaylo tuviera un olor similar?
—Hah... Quiero morir.
No significaba que realmente quisiera morir, sino que se sentía intensamente bien.
Se sentía como una pequeña pervertida mientras sostenía el pañuelo y aspiraba su olor, pero no le importaba. Siempre había sido una friki y había evolucionado hasta convertirse en una pervertida.
Agnes frotó la mejilla contra el pañuelo unas cuantas veces más, luego lo guardó en el cajón de su mesita de noche y se durmió.
A partir de ese día pasaron unos cuantos días de vida ordinaria.
El arma, encargada al maestro herrero del Palacio Imperial, llegó directamente a la residencia de Agnes.
La delgada varita de plata era muy ligera y se adaptaba cómodamente a la mano, también tenía una piedra mágica incrustada en un extremo.
Se usaría principalmente para magia o como arma, pero el agarre era tan bueno que parecía que se podía usar como garrote.
Agnes esperaba que llegara pronto una misión para poder usar su arma.
«¿Habrá alguna misión a la que pueda ir solo con Kaylo?»
Pensó que si se convertía en miembro de los Caballeros Negros, vería a Kaylo todos los días. Pero fue un pensamiento erróneo.
Kaylo estaba tan ocupado que ni siquiera se podía ver la punta de su nariz. En cambio, Agnes se hizo muy amiga de Anna Montrose.
Anna tenía un completo de tartamudez, por lo que generalmente era callada, pero hablaba más rápido que nadie cuando le mencionabas su tema favorito.
Agnes se asustó un poco cuando le habló sobre los órganos internos de los monstruos y del cadáver de los demonios... Pero Anna parecía tan feliz que se obligó a escuchar en silencio.
No era una mala rutina diaria, a excepción de no poder ver a Kaylo.
Como iba principalmente hacia y desde el edificio de la Orden, a menudo veía otros caballeros, pero ni una sola vez establecieron contacto visual.
La razón se debió a que la mayoría de los miembros de los Caballeros Azules y los Caballeros Rojos huían o pasaban con la cabeza gacha cuando veían a Agnes.
Tal vez por el rumor de haber sido lastimada por Raymond después de haber sido transferida a los Caballeros Negros, todos parecían pensar que morirían su la molestaban.
Gracias a esto, Agnes estaba muy cómoda, pero también aburrida. Esto fue hasta que se encontró con los Caballeros Blancos.
Estaba muy aburrida porque no había visto ni un cabello de Kaylo desde hacía una semana. Tras completar su entrenamiento de francotiradora junto a Anna, Agnes caminaba sola por los pasillos del Edificio de los Caballeros.
Cuando llegó cerca del edificio de los Caballeros Blancos, escuchó una voz proveniente desde un espacio de descanso con la puerta abierta.
El espacio consistía en un pequeño patio con un banco y una fuente en medio de varias flores. Se trataba de una zona de descanso reservada exclusivamente para los Caballeros Blancos.
Por lo general, el espacio estaba vacío, pero hoy se encontraban reunidos caballeros con uniformes blancos.
«Estaba aburrida...»
Agnes dio un paso atrás tan pronto como vio los uniformes blancos. Luego, con toda naturalidad, se coló por el final del pasillo hacia el interior del lugar.
El propósito era escuchar a escondidas lo que hablaban los Caballeros Blancos. Su comportamiento resultaba sórdido y despreciable para ser una Princesa, pero, ¿qué importaba?
«¿Qué les importa si hago algo turbio?»
Agnes planeaba aprovechar su alto estatus social y sus antecedentes de esta sociedad donde el sistema de estatus lo es todo.