Decirte Adiós

By daina_danae

1K 200 1.1K

Decide: Suplicar amor o decir adiós. * Para Sofía amar suponía entregarlo todo sin pensar en nada, seguir al... More

🎶 INTRODUCCIÓN 🎶
1. GRIS
2. NUNCA MÃS
4. CLARO DE LUNA
5. ALGO PENDIENTE
6. TRES SEMANAS
7. Ibiza o FORMENTERA
8. ADVERTENCIAS
9. DECYDAMOS COMENZAR
10. DE DOS CARAS
11. HEY JUDE
12. DÉJALO FLUIR
13. UNA COPA
14. VOTO DE CONFIANZA
15. GRITO AL VIENTO
16. ACUERDO DE CONFYDENCIALIDAD
17. Primera vez cayendo
18. UNA TAZA DE TÉ

3. POR SEGUNDA VEZ

61 17 137
By daina_danae

Vuelvo a cargar la página por tercera vez en los últimos cinco minutos, pues me han enseñado desde siempre que la esperanza es lo último que se pierde y en estos momentos es lo único que me queda. Lamentablemente, el resultado sigue siendo igual de desalentador. No hay asientos libres en los vuelos con destino a Praga en las próximas ocho horas; ni siquiera en las primeras clases que por lo general nunca se llenan.

Mi garganta se seca y desde mi estómago sube poco a poco una sensación similar al vacío que cuando llega a mis ojos, se convierte en lágrimas cargadas de desesperación e impotencia al saber que pude haber evitado esta situación si tan solo hubiese salido de casa treinta minutos antes. Por segunda vez en la última semana he llegado tarde, pero esta vez no me he topado con un guapo prepotente bipolar, he perdido un vuelo.

He perdido un vuelo que me iba a llevar hacia mi primer festival de talla mundial.
Y parece ser que el mundo está en mi contra. Sin posibilidad de subir, sin vuelos libre, sin una solución a la vista. A nada de dejar escapar una oportunidad grandiosa.

Pude haber viajado antes, no obstante, el agente de Bogue me había insistido tanto en que participe de la entrevista, que no tuve fuerzas para decirle que no. Según lo planeado todo tenía que salir bien. Llegaría a media tarde a Praga, podría pasear un rato, alistarme e incluso ensayar. De no ser por mi maldita falta de organización.

–Con suerte alguien no aborda el próximo vuelo y le podemos revender el pasaje... –recuerdo las palabras de la encargada de ventas.

Pero la suerte es lo que menos me acompaña desde ayer, que me crucé con ese pateador de balones, egocéntrico y...

¿Por qué estoy pensando en eso ahora? me doy un golpe mental antes de volver a revisar el móvil, pero todo sigue igual.

Estoy tan mal, que ni siquiera le presto atención a la máquina de café que tengo a pocos pasos. Seguramente huele bien, pero la desesperación por no saber que más hacer me impide disfrutar del olor.

«no voy a llegar. Haga lo que haga, ya no voy a llegar»
El pensamiento retumba con tanta fuerza, que no me importa estar rodeada de gente, ni mucho menos que entre ellos ande un infiltrado de la prensa que me vea, porque me echo a llorar en silencio. No digo nada, pero las lágrimas que caen sin parar por mi rostro reflejan lo que estoy sintiendo por dentro.

Mi corazón late fuerte, las piernas me tiemblan y a mi alma parece faltarle un pedacito. Todo en mí ya se está resignando a decirle adiós al festival, a tocar con los mejores pianistas del momento, a...

–No han pasado ni 24 horas y nos volvemos a ver –susurran a mi espalda–. ¿Qué tienes que decir frente a esto, hermosura? ¿No que tan segura de que no volveríamos a encontrarnos?

Alexander.
Oír su voz es suficiente para tragarme todas las lágrimas, me limpio lo que queda con la mano y tomo una fuerte bocanada de aire. Me alejo por instinto, porque su cercanía me asfixia, su olor me confunde y no es momento.

Resulta que de todas las personas con las que me podía topar, el destino elige a este. Como para terminar de arruinarme el día, o para dejarme claro que no tengo ni suerte ni fortuna en esta vida.

–¿Qué pasa? ¿Te comieron la lengua los ratones, hermosura? –insiste un poco más alto al no recibir respuesta.

Me doy la vuelta cansada de todo, y siento que es mala idea porque de inmediato mis ojos se topan con los suyos, y me pierdo.

–Ahora no estoy para tus jueguitos –consigo decir tras aclararme la garganta.

–¿Por qué tan agresiva? –vacila acercándose, y yo me alejo–. Quiero que seas consciente que te dije que nos íbamos a volver a ver, y si estás enojada porque...

–¿No tienes otra cosa mejor que hacer? Déjame en paz porque no es un buen momento, idiota.

Noto que sostiene un vaso de café en sus manos y una mochila que carga de forma descuidada. No está elegante como ayer, tiene una camiseta negra y unos pants deportivos. Pero no todo a cambiado, puesto sigue siendo mucho más alto que yo, la sonrisa arrogante que esboza me distrae.

–No me digas... –replica, llevándose el vaso a sus labios–, acabas de ver a tu novio subiéndose a un avión con otra, intentaste impedirlo, pero no te dejaron entrar.

Y por primera vez desde que lo conozco, sonrío.
Por primera vez desde que me dijeron que había perdido el vuelo, respiro en paz. Solo un minuto, pero lo hago.

–no soy tan dramática.

–¿Entonces? ¿Te vas a Disney a buscar suerte? O... ¡Compraste un boleto para que veas mi primer partido!

–Ya quisieras –suspiro agotada–. ¿Qué haces aquí?

–Tomando un café, es evidente ¿no?

–No creo que vengas hasta el aeropuerto solo por un café –replico relajándome un poco.

–Sí, fíjate. Los cafés del aeropuerto son los más ricos del mundo y vengo todos los días a por uno. Estoy esperando a que me autoricen la salida –responde cuando ve que me dispongo a irme.

–A seguir despilfarrando el dinero mal ganado, supongo.

–A trabajar, muñeca. La temporada inicia en dos semanas y tengo que entrenar.

–Bueno, suerte con eso –desbloqueo el móvil para volver a revisar la página de vuelos mientras me alejo.

–¿Y tú, a dónde vas?

–Iba –aclaro sin detenerme–. Perdí el vuelo.

Olvido que me hizo reír y que me relajó un momento cuando lo escucho reír a carcajadas. Definitivamente, lo odio.

–Acepta que te regale un reloj y ya verás que eso no pasa –me detiene agarrándome del brazo–. Aunque..., ya es crítico que llegues tarde dos veces en menos de 24 horas. ¿No habrá unas pastillas contra la impuntualidad?

–Gracias por recordarme porqué es que te detesto.

–No te enojes, desde ayer he notado que te hace falta un buen polvo. Que malo debe ser tu novio, he.

–¡Idiota! En primer lugar, no tengo novio –aclaro por impulso–. Y lo que necesito ahora es un vuelo.

–Ya encontrarás uno, espera –parece haber ignorado lo primero.

–El próximo vuelo disponible sale en ocho horas.

–¿Tanto lío te haces por eso? Llegarás luego, ya está.

–Tenía un festival importante.

–Que lástima, para que aprendas a llegar más temprano.

Como si fuera tan fácil ¿verdad?
Como si perderme la oportunidad de debutar en Praga sea una manera de aprender la lección.

–¿Qué harías si estás a punto de perder un partido? –pregunto al ver que revisa algo en su móvil y se dispone a irse.

–Eso nunca va a pasar, no puedo salir de la ciudad si tengo un partido. Tengo que entrenar, y las concentraciones...

–Imagina que has tenido que saltarte todo eso que ni siquiera sé que es por un asunto personal, tus padres, tu novia... y que tienes que jugar el final de una de esas cosas extrañas. Pierdes un vuelo ¿Qué harías?

–Yo nunca voy a perder un vuelo. Para esto tengo mi propio avión. Ventajas de ser un pateador de pelotas, ya sabes –dice lo último con una media sonrisa.

–¿Y si hay tormentas y no puedes despegar?

–Para eso se previene con tiempo, sin importar que asuntos personales estén de por medio.

–Bueno, es que no todos somos un pateador de balones insensible.

–Y no todos somos una pianista indisciplinada –me mira por un largo tiempo–. Ahora, si me permites, tengo que irme. Ya todo está listo y me esperan en la pista.

No le digo nada y él no espera que lo haga. Luego de acomodarse bien la mochila, empieza a caminar a paso ligero; luce relajado porque él no va a perder un vuelo, porque nos hemos vuelto a encontrar y se a salido con la suya, dejándome en ridículo en el proceso.

«Ya no hay nada que puedas hacer, Sofía. Acabas de perder la oportunidad de tu vida» –me dice mi mente, volviendo a hacer incontrolables las ganas de llorar.

Adiós escenario, adiós conocer a músicos importantes, adiós tocar el lago de los cisnes frente a todos.

Con el ánimo por los suelos, el corazón colgando de un hilo y el alma medio vacía, guardo mi móvil y me acerco a recoger mi maleta. No tengo suerte, así que no voy a conseguir que me revendan un boleto. Lo mejor es irme.

Parece mentira como unos minutos de retraso pueden hacer la diferencia y marcar otro rumbo en la vida. Por una mala organización de tiempo acabo de echar meses de trabajo a la basura, y desde ya tengo claro que no van a ser fáciles de recuperar. No es solo un concierto más, es uno de los festivales en los que siempre quise participar; se hacen cada dos años y el proceso de selección es de por sí complicado, ahora, sumándole la mala reputación que se me va a hacer esta noche, es casi imposible que vuelvan a invitarme.

–¿No se supone que debes estar ya en el avión? ¿pasó algo? –escucho la voz de mi madre cuando me coloco el móvil.

–He perdido el vuelo, mamá.

Ni un grito de sorpresa, ni una charla cargada de reproches. No llega nada de lo que me estaba esperando, y eso hace que me derrumbe aún más. Acelero mis pasos al sentir las primeras lágrimas bajando por mi rostro, porque no ha hecho falta que le diga nada más. Sabe que no voy a llegar.

–¿quieres que vaya por ti? –dice tras un largo silencio.

–No hace falta, tomaré un taxi.

–Mi vida, yo sé lo difícil que es para ti. Pero eres genial y seguro te vuelven a...

–Eso no va a pasar, mamá. Tú y yo lo sabemos, esto es un desaire y no se perdona fácil.

–Puedes llamar al organizador, explicarle la situación, seguro entiende.

–¿Quieres que llame para explicarles mi impuntualidad?

Los organizadores no van a actuar como el futbolista, que tras haberme encontrado algo de interesante cambió toda su táctica y accedió a hacerse las fotos. Porque son consciente que de no haber sido así, me hubiese tocado pagar la penalidad que imponen por incumplimiento de contrato.

–Se solicita la presencia de la señorita Sofía Romero en la puerta de terminal dos –Escucho por los altavoces, ignorando por completo que tengo a mi madre al otro lado de la línea.

Miro a todos lados mientras el altavoz vuelve a repetir el mismo mensaje un par de veces más, sin saber que hacer. El mundo no gira a mi alrededor, por tanto, hay una alta posibilidad de que estén llamando a alguien con mi mismo nombre; pero también puede que me estén llamando a mí. Y aunque la balanza se incline más a la primera opción, algo dentro me obliga a colgar la llamada para ir hacia esa dichosa puerta.

Un poco insegura, camino por decenas de pacillos hasta ubicar el letrero principal de la terminal, Si no soy yo, nada pierdo, porque por hoy ya he perdido mucho.

me veo en ese mar de gente que entra apresurada y les doy pase, porque bien pude ser yo hace una hora atrás, cuando intentaba darle batalla al tiempo, sin éxito. Y es que pese a todo no deseo que nadie pase por la angustia que estoy sintiendo tras perderme la oportunidad de tocar en el festival, que seguramente no es lo más terrible. Quizá una de esas personas tenga que llegar a tiempo para ver a sus hijos o a sus padres.

–¿Sofía Romero? –me pregunta un guardia, justo cuando me disponía a saludar y asiento–. Acompáñeme, por favor.

Me señala uno de esos carritos que sirven para transportar a las personas de un terminal a otro, y lo miro dudosa.

–¿A dónde?

–Al terminal ejecutivo, el avión ya la está esperando.

Mi corazón vuelve a latir con normalidad como si le hubiesen devuelto las esperanzas, mi estómago ahora cosquillea y niego por instinto. El terminal ejecutivo es donde aterrizan y despegan los jets privados, y ni en mis mejores sueños me veo teniendo uno.

–Entonces debe ser una confusión, no soy a la que buscan, señor.

–¿Es usted Sofía Romero? –muevo la cabeza–, entonces no hay ninguna confusión. ¿Me acompaña?

–Yo no tengo avión privado, acabo de perder un vuelo y pensé que me llamaban para revenderme un pasaje.

–¿Un vuelo a Praga, cierto? –lee algo en su móvil mientras vuelvo a asentir–. Perfecto, ya lo ha encontrado.

–¿Cómo?

–Acompáñeme, por favor –insiste quitándome la maleta.

Subo al carrito totalmente confundida, sin embargo, una parte dentro de mí resuelve que está dispuesta a aceptar lo que sea con tal de llegar a tiempo para el festival. Para convencer a mi mente me repito que nada está perdido, que todavía hay esperanzas y que no me importa si tengo que pagar el triple de lo que cuesta un boleto normal para llegar.

Lamentablemente, hay algo que no me queda claro. ¿por qué a la pista de aviones privados? ¿Por qué, si no tengo uno y allí no hay aerolíneas comerciales?

Bajan mi maleta a pocos pasos de un avión pequeño y de aspecto elegante, alguien la toma y sin decir nada se dispone a guardarla en la bodega. Más confundida aún bajo del auto, y no hace falta preguntar nada porque aparece en mi campo de visión.

–Creo que fui claro con lo que ordené ¿no es así?

¿Qué significa esto? ni siquiera ha tenido la delicadeza de mirarme, pasa por un costado y se para frente al guardia, con la expresión más seria que he visto jamás.

–Sí, señor –responde, ignorando lo que le dicen por su radio.

–¿Entonces? Ahora mismo debía estar despegando y mira.

–La señorita no...

–me importa muy poco que halla pasado con la señorita. Tenían 20 minutos para estar aquí, y era el tiempo justo para encontrarla y traerla.

–Si me permite, señor –doy un paso hacia ambos, dispuesta a intervenir–. La señorita romero no estaba en la sala que usted nos indicó, tuvimos que llamarla por altavoces y...

–Mira, ya. odio que me den explicaciones que no he pedido –se da la vuelta y ahora sí, me mira–. Agradece que no hago que te despida porque no tengo tiempo. Y tú, ¿crees que tengo todo el tiempo para esperarte?

–¿Perdona? –suelto una carcajada.

–Ya, déjalo así. ¿Subes o eso también tengo que hacer yo? –me señala la puerta abierta del avión.

–Yo no voy a subir a ningún lado –me niego.

–Mira, muñeca. Deberías...

–¿Se puede saber por qué me has hecho venir hasta acá?

Y se ríe, como si lo que hubiese preguntado fuera tan evidente.
O bueno, a simple vista es evidente, solo que me niego a aceptarlo. Él no puede, no debe y no tiene que ayudarme.
No, porque no nos conocemos de casi nada.

–Voy a hacer mi obra de caridad del siglo y te voy a llevar a Praga, hermosura. Más bien saca tu pasaporte.

Cuando sus ojos se chocan con los míos me aparto. No me gusta ese vacío que se instala en mi estómago cuando lo miro, ni esa manera tan dispareja en la que late mi corazón, ni el cosquilleo de mi garganta que me impide hablar.

–No te lo he pedido –replico lo más serena que puedo.

–pero me necesitas, admítelo.

–¿Yo, necesitar de un pateador de pelotas prepotente? Perdóname, cariño, pero el mundo no gira a tu alrededor.

–no hay asientos libres en las próximas ocho horas, tienes que estar allí antes de las seis y si no quieres perderte la oportunidad de tocar en quién sabe dónde, solo tienes una opción. Aceptar mi ayuda.

–También tengo otra, perderme el festival, volver a casa y mandarles una carta a los organizadores. Puedo decir que cogí un resfriado, que... –suspiro abatida–. ¿por qué estás haciendo esto por mí?

–Hace unos días me dijeron que tengo que hacer obras de caridad y ya ves.

–Podrías donar dinero a una organización de niños abandonados, hacer una fundación, visitar hospitales o...

–¿Y que obtendría a cambio?

–¿Qué quieres obtener a cambio ayudándome? –le devuelvo la pregunta, batiendo las pestañas.

–Que empecemos desde cero, hermosura –le miro interrogante–. Súbete al avión y ya vemos lo que pasa después, vamos a olvidar que ayer me hiciste esperar una hora, que te burlaste de mi trabajo y...

–¿me estás pidiendo que olvide que me insultaste y me mandaste a la mierda?

–Tuve razones de peso para hacerlo, pero si quieres verlo así... no me hago problemas. Pero vamos ya, que debimos despegar hace más de diez minutos.

–¿Gracias?

Me sonríe, y vuelvo a congelarme. Me mira y siento que pierdo el suelo.

Pero por más que quiero, no logro entender por qué.

Continue Reading

You'll Also Like

42.9K 4.7K 8
Adeline descubrió que el chico que quería la engañaba y eso la destrozo, lo único bueno era que no debía volver a verlo o eso era lo que ella creía...
128K 6.2K 33
SINOPSIS Ellos no pensaron reencontrarse 6 años después, ellos no sabían lo que iba a empezar desde el primer dia que se vieran, y ellos no pensaron...
519 78 15
Agobiada por tener que trabajar durante las fiestas de fin de año, Tena toma la decisión de desentenderse de sus responsabilidades como adulta y rega...
140K 29.8K 63
La mano del rubio se coló bajo la máscara del anbu acariciando su rostro suavemente, los azules lo veían con debilidad y un gran amor, Itachi se dejó...