Wildness

By Nelsy_diazr22

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Un error, dos días, tres caprichos Una equivocación lleva a Gavrel con alguien diferente a lo que pensó. Sin... More

Prólogo
Capitulo 1
Capitulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capitulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capitulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 18.
Capítulo 19
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23

Capítulo 17.

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By Nelsy_diazr22

Gavrel.

Leo y releo los papeles que tengo en las manos, vuelvo a pasar los ojos por las letras que se me hacen demasiado pequeñas, la calculadora está en mi mano y continúo con las cuentas que debo hacer, pero por alguna razón se me dificulta aclarar mi mente para culminar.

Detesto cuando pasa.

Siempre esa perturbación acompañada de desolación e intranquilidad llega cuando menos la necesito y que surja en este instante me da para pensar que debo serenar mi cabeza de alguna manera.

Me canso de intentar y los dejo de lado. Froto mis ojos y me vuelvo a sentar frente al escritorio de caoba, con un vaso de Dalmore que bebo a sorbos pequeños. Heredé el buen gusto de dichos licores del hombre que se hizo acreedor de una marca muy especial para él. Debería pensar en visitarlo en lugar de lo que tengo en la cabeza.

Echo la cabeza hacia atrás de la silla. Desde la última vez que vi a la salvaje algo lanza martillazos en mi sien. No sé lo que es y me enoja no saber la forma de quitarla de mi cabeza, pero tampoco está esa determinación de averiguarla.

Me saboteo solo.

Debo recuperar mi estabilidad porque que me afecten así es algo que no necesito.

Cierro los ojos y trato de pensar en otra cosa. Lo que sea me sirve para no recordar que la conocí. No la quiero cerca, ni es importante.

Me repito lo mismo una y otra vez.

Debe ser así.

Pero el que su nombre aparezca en la pantalla de mi móvil me hace soltar un resoplido.

Corto la llamada y me bebo el licor de golpe. Esta vez no lo saboreo, solo lo paso y vuelvo a llenar el vaso. Su llamada aparece de nuevo y comienzo a maldecir que exista alguien que pueda hacerme pensar en arrancarme la cabeza para dejar de pensarla como alguien importante.

No lo es. Arleth no es la excepción de nada. Follamos, me gustó...eso es todo. Cómo todas. Sexo casual entre dos adultos, aunque ella de madura no tenga ni el puto cabello.

Pero la muy maldita aparece en mi mente cuando cierro los ojos. La infeliz que me hizo la estupidez de tener que comparecer frente a un juzgado por una acusación absurda está ahí y no se va.

El celular sigue repicando con sus llamadas, lo tomo para lanzarlo por la ventana o bloquearla pero cuando estoy por decidir la segunda, en lugar de eso...mi dedo se mueve solo para contestarle.

__ ¿Acaso no te cansas de jo...

__ Te juro que yo no quería... - solloza y me quedo inmovil al instante. - Yo solo...no quería. No lo hice...no sé.

Su hipo me deja con los músculos tensos. Detienen mis latidos y ensombrece mi mente.

__ Si esta es una de tus artimañas, no funcionará.

__ Hay mucha sangre... él me...no puedo...

Olvido todo. Olvido lo que tenía en su contra. Olvido cómo se respira y la forma de buscar una salida.

__ ¿Dónde estás? - la pregunta sale en automático. No controlo nada.

__ Gavrel, hay mucha sangre. - llora por lo bajo y yo siento que me hundo con decenas de escenarios que tengo y se siguen creando.

__ ¡Dime dónde carajo estás! - agarro las llaves de mi auto saliendo a toda prisa, aún cuando cada paso parece contener mil toneladas de plomo encima. - Arleth, háblame.

La desesperación llega con su silencio. Pierdo la cabeza cuando la llamada se corta y no tengo su dirección, pero sí sé cómo encontrarla, por lo que busco el número de Emilio en la agenda, quien me contesta al instante.

__ Estoy esperándola en el cruce. Este sitio es seguro, casi nadie entra ahí. - me explica el inepto.

__ Pues alguien entró. ¡Dame la jodida dirección! - exijo con enojo.

Acelero y por una única vez soy el inconsciente del que me quejo siempre de no ver al frente al conducir sino tratar de conectar una llamada de nuevo, pero no entra. El celular se le apagó seguramente, pero mi estupidez no me permite dejar mis manos quietas.

Serpenteo entre los autos que me estorban en la autopista. Dejo atrás los semáforos en rojo, no me interesa un carajo cuando entre pecho y espalda está esa sensación de vacío que no me deja respirar con normalidad.

Casi media hora después veo el auto de Emilio en la carretera de la dirección que me indicó.

Varias personas vestidas con ropa deportiva vienen charlando entre sí. Paso de ellas y continúo mi búsqueda, saltando del vehículo que olvido al ver a Emilio.

__ No la encuentro, señor. - me avisa y dejo de lado mi coherencia recorriendo un extremo de la carretera, mientras mi acompañante lo hace del otro.

Mis latidos están al mismo paso que cada zancada. Veo como el cielo está llenándose de nubes que dejan caer una leve llovizna y no entiendo porque mi mente no deja de pensarla en peligro.

Necesito verla. Necesito...

Mis pies se frenan cuando escucho un leve sollozo en medio de unos matorrales que me dejan oírlos y hasta sentirlos clavándose como estacas en el centro de mi pecho.

Me preparo para lo peor.

Mis dedos se tensan con cada paso que doy para acercarme cada vez más cuando me abro paso entre la maleza. Encontrando a Arleth abrazando sus rodillas, con los ojos clavados en el cuerpo que tiene la cabeza abierta en el suelo a pocos centímetros de ella.

Tiene arañazos en los brazos. Tierra en la cara, las uñas le sangran y los codos raspados.

Levanta la mirada y cuando me mira es como si el llanto le ganara mucho más. Sus sollozos son más altos y le ponen a temblar el pecho cuando se levanta y corre para estrellarse en mi pecho.

Lo único que veo es su cabello ondeadose en el aire al recibirla y reaccionar segundos después a su intención de verme como un refugio. Refugio mal escogido porque para nada soy eso, pero si siento alivio de saber que se encuentra bien.

__ Yo no quería. - hipa contra mí. - Pero Valentín me...yo luché...

El miedo me llena por primera vez.

__ Peleé porque no pasara. Me defendí...yo solo me defendí, Gavrel. No dejé que pasara...no lo dejé. - sus explicaciones son lo último que necesito. Me importa un carajo si asesinó al mismísimo papa, mi alivio es porque se encuentra bien. - Pero lo maté...está muerto.

__ Ya no llores, pequeña salvaje. - acuno su rostro para ver las lágrimas que se deslizan por su hermoso rostro confundiéndose con el agua de la lluvia. - Estoy aquí.

__ Pero está muerto. - hipa con el pecho temblando. Me quito el abrigo y se lo pongo sobre los hombros. - Yo lo maté. Cuando lo sepan mi papá estará decepcionado...mi mamá va a...

__ Si es lo que te preocupa, puedo resolverlo. - le digo besando su frente cuando mueve la cabeza. - Sé buena niña y quédate aquí.

La planto a unos metros del cuerpo para regresar y tocar su pulso. Un asqueroso gusano que murió con la materia cerebral saliendo de su cráneo.

Tuvo suerte de haber dejado de existir porque si siguiera con vida, así se escondiera en el mismo infierno lo corto en pedazos.

No tengo que ver más para saber lo que quiso hacer y esa maldita presión regresa al saber que pudo haberla...

Me giro para donde se encuentra.

De pie con su ropa deportiva y mi abrigo en los hombros con la mirada perdida, con la ropa rasgada, el pelo sucio y un golpe en su barbilla temblorosa me hace ponerme de pie y reiterar que lo voy a arreglar. Sus ojos suplicantes me queman la coraza que no sabía tan frágil, pero sucede cuando ese brillo está débil y no la típica luz que refleja su falta de interés por dejar de darme problemas.

Ahora cree que los tiene, pero no hay nada que no pueda hacer.

Emilio llega y se acerca cuando se lo indico.

__ Todos estará bien. - la tranquilizo y ella mueve la cabeza como una niña obediente que espera a que le den una nueva orden. En otro momento estaría peleándome, irónicamente lo prefiero.

Le pido a Emilio que se la lleve a mi auto y en poco tiempo me encuentro solo con el cadáver del imbécil que quiso dañar a alguien que le demostró antes de matarlo que de indefensa no tenía más que él aspecto.

Realizo los cortes, le abro la camisa y entierro el puñal que Emilio me dejó.

Hay formas en las que se puede manipular toda una escena y la mía no carece de fallas. Sé quiénes se mueven por este tipo de territorios, como actúan o trabajan y algunos rasgos que jamás se pierden, pese a que el asesino no lo sabe. Es su sello.

Borro las huellas de mis zapatos, dejando "limpio" el sitio entero. Me quito el saco antes de llegar a la carretera y lo doblo para lanzarlo dentro de la cajuela.

Está con la vista puesta al frente, cargo su celular un poco y envío un mensaje a su madre, sé cómo escribe y se expresa, redactando algo similar para avisar que tuvo un trabajo a último momento.

"Tu padre puede llevarte, cariño" ofrece la madre.

Le contesto con que no es necesario, pues ya va en camino y que quizá su teléfono estará lejos de sus manos. Pero la mujer no se queda con esa respuesta llamando, lo que me hace bufar. Son iguales.

__ Le contestaré. - me dice ella y toma el móvil que se lleva a la oreja tratando de sonar convincente con lo que sabe que le dije.

La escucho ponerle varias excusas. Su madre le pregunta por qué se escucha con la voz apagada y ella aclara su garganta.

__ Solo estoy agotada. Ya sabes, mami. Después de hacer ejercicio me da sueño y ahora con trabajo de último momento, ¡quiero matar a Tim! - hace mala cara cuando termina de hablar.

Luego de varios minutos al fin su madre se queda con la respuesta que le da, para luego colgar indicando que debe comunicarse con ella cuando le sea posible.

Me entrega el móvil y regresa a su posición original. Juega con sus manos temblorosas y se limpia la lágrima solitaria que le cae del ojo, antes de pegar la cabeza al cristal de la ventana.

La hago salir del auto cuando llegamos a mi apartamento, en donde le quito el abrigo y la sudadera. Entra a la ducha y me pide no irme.

__ No me dejes sola. - ruega y la beso en automático abriendo la regadera para que el agua caiga sobre los dos. Le lavo el pelo con lo que tengo a mano, quitando la suciedad que tiene en él.

Paso una esponja por su piel y ella solo solloza tratando de controlarlo, pero no puede por mucho que lo intenta. Le saco la ropa para hacer lo mismo con la sangre que se untó de seguro cuando descubrió lo que había hecho.

La envuelvo en una toalla y seco su cabello con lentitud, intentando que no sienta la presión que ha de tener.

__ Ya está, salvaje. - arrastro mis labios por su rostro hasta presionarlos en su frente. Tiene los ojos rojos reiterando que no me gusta verla tan mal.

Puede sacarme de mis casillas, pero no me agrada la idea de que alguien pueda dañar algo tan auténtico como lo es ella. Nadie tiene derecho a hacer algo así, ni siquiera yo.

__ Ahora quédate ahí, debo quitarme esto. - señalo la ropa y me deshago de ella para salir con una toalla alrededor de la cintura.

Le pongo una de mis sudaderas al no tener nada más pero le queda gigante, por lo que debo pedirle a Emilio que compre algunas prendas para ella, dándole la talla exacta de todo. Mientras yo me pongo un chándal gris, saliendo luego de dejarla en la cama para prepararle algo de comer.

No necesita algo demasiado elaborado y mi madre tenía mucha experiencia en ello, por lo que evoco lo que hizo con un incidente sucedido a Zarya cuando era una adolescente. Ambos le cocinamos en esa ocasión y ahora hago lo mismo para la chiquilla que encuentro limpiando sus lágrimas.

__ Me siento mal. - me dice cuando llego con la bandeja. - Lo asesiné, Gavrel. Maté a una persona.

No le digo nada, porque sé que no lo necesita. Solo quiere sacar lo que piensa y siente.

__ Cuando mi padre se entere sabrá que no era lo que pensaba. Mi mamá...mi mamá...ella... - las lágrimas se le desbordan y su lamento crece. - Todo es mi culpa. No debí salir a correr. Quizás si...

__ Calma. - me siento en la orilla de la cama. - No existen los "quizás", salvaje. - atrapo una de sus lágrimas y ella cierra los ojos. - No te culpes por algo que no te corresponde. Te defendiste. Tu mente buscó la forma de salir de la situación y esa fue la definitiva.

__ Pero es una persona.

__ Una que no pensó en que tú también lo eras cuando te atacó. - manifiesto. - No pensó en que sufrirías. - sus ojos se enfocan y siento que me pierdo en esos iris tan brillantes. Es demasiado para mí. No puedo contenerlo. - Si él no moría de esa forma, lo mataría con mis propias manos y no sería tan rápido.

Sus ojos brillan mucho más, sus labios tiemblan y antes de que pueda decir algo más, se abalanza sobre mí, se aferra a mi cuello y deja salir todo lo que guarda. Me ve como algo que no soy y contrario a lo que quería, ahora me gusta.

Vuelve a sonreír y sé que puede destruirme por completo solo con hacerlo mucho o dejar de hacerlo.

Me besa fugazmente como si fuera la niña inocente que no sabe lo que hace, pero sé que lo entiende. Lo peor del caso es que se lo permito. Le permito tener un control sobre mis ideas, darme en exceso algo que no me gusta o pensé que no me gustaba y sobre todo, mirarme como lo hace sin tener consecuencias de nada.

La hago comer lo que le preparé y se duerme horas después. En su móvil caen mensajes de su padre pidiéndole llamarlo cuando pueda para saber que se encuentra bien, el hermano le envía mensajes que no me esmeró en revisar, pues siento que es muy invasivo.

Emilio llega con la ropa que le pedí y me informa que el cuerpo aún no ha sido encontrado, pero que de alguna forma siempre vigila sin levantar sospechas.

Duermo un par de horas. Dejé el trabajo botado y es a lo que me levanto por la mañana, atendiendo llamadas de Arantza que me dice sobre algunos sujetos que quieren que una de mis sucursales sea su sitio de reunión. La dejó decidir eso, pues no es de mi interés ver las reservas.

Tomo la calculadora, un lápiz y los estados de cuenta que reviso, pasando en medio de estos por horas en las que solo me tomé un café antes de comenzar. Debo terminar antes del medio día y es ese objetivo el que me auto impongo.

Culmino diez minutos antes y los envío al correo de quién se encarga de eso quedando con un dolor de cabeza que me hace masajear la sien. Debo volver al pedido de mi hermana, pero la realidad es que con una base de datos solo logro conseguir el nombre de Logan Crown como uno más de la lista de comisionados.

Un tipo condecorado, disciplina y control lo definen. No se ve más de eso en su expediente cerrado. Pero con contactos todo es posible, lo cual soluciono con una llamada que realizo, en donde me prometen tenerlo para el día siguiente.

Contesto que lo necesito antes que eso y  no le doy enviar al escuchar algo estrellarse contra el suelo.

Me levanto para ir a revisar, haciendo mala cara al entrar a la cocina que donde hallo a la salvaje con un montón de vegetales por picar, una sartén con algo que se quemó, no quiero ni verlo pues es hasta una ofensa que eso suceda en algo que me pertenece.

Apago la estufa, le lanzo un paño que meto al chorro de agua y escurro a la sartén y desactivo la alarma antiincendios antes que envíe alertas y traiga gente indeseable a mi apartamento.

__ Estaba tratando de hacer esa receta. - me señala el libro con algunas de mis creaciones que tenía en la habitación. Lo que hay en la cocina no es ni la sombra de lo que quiso. - Me olvidé...solo lo descuidé un segundo antes de que las llamas se elevaran.

__ Definitivamente la cocina no es lo tuyo. - le digo haciéndome cargo del desastre. Cosas estropeadas que quiso usar, que tiró por accidente de seguro o en mala posición que podría causar accidentes.

__ Perdón. Solo tenía hambre y quise cocinar algo para tí y para mí también. - se hace a un lado cuando lanzo lo que la tiene con los ojos irritados de nuevo a la basura. - Quise ser amable para agradecer que tú me hayas ayudado con...lo que pasó.

Me lavo las manos para eliminar los residuos amarillos y la hago sentarse en un taburete. No sé de dónde saco paciencia para ella, pero termino por ver el libro, señalando la receta con el índice. Ella mueve la cabeza y hunde los hombros.

__ Ni recordaba que lo tenía. - miento.

__ дикий. - lee con un acento que me hace verla. - Eso significa...

__ No soy quién le pone los nombres a los platillos. - establezco y achica la mirada. No le presto atención comenzando a cortar los vegetales que dejó a medio rodajear. Siento su mirada en todo momento y la jodida sensación de estar al descubierto me pone al borde.

Alcanzo el kale, paso el limón por el rallador y salteo todo con los trozos de la la proteína que usaré para luego usar la ralladura de limón que realza todo los componentes.

Sus ojos me están quemando la espalda, pero la ignoro culminando con los dos platos que dejo sobre la mesa totalmente limpia.

Llena las copas con vino y me entrega una.

Ve lo que tiene en el plato y sonríe para después probarlo, cerrando los ojos al masticar con una lentitud que me deja con los dedos ejerciendo fuerza en la copa que sostengo cerca de mis labios.

Es una jodida tentación. Entiendo muy bien a quienes se quedan perdidos en su imagen cuando camina en las pasarelas. Las he visto todas y en cada una de ellas encuentro a tipejos perdidos en su belleza y babeando por ella.

Sonríe, elogiando la comida que se nota le gustó, más al saber el nombre que posee. Es una ególatra aunque no lo quiera admitir.

__ No le diré a nadie. -  dice cuando sale ya duchada, vistiéndose con las prendas que Emilio le compró. Dejo de teclear en mi portátil para verla.

__ ¿Hay algo por decir? - pregunto sin dejar de ver la figura que se ve por encima del vestido veraniego que se pone.

__ дикий. - menciona y vuelvo mi vista a la pantalla. - Me encantó. ¿Podemos comerlo de nuevo alguna vez? No me refiero a mañana o esta semana, quizás cuando haya otra oportunidad.

__ Cuando recuerde que la tengo tal vez. - contesto para no alargar el tema, vuelvo a lo importante que es el expediente de Logan Crown, lo cual reviso y memorizo antes de enviarlo a mi hermana, la cual me recuerda que debo asistir al evento que se avecina en Londres.

Solo deja de insistir cuando le digo que sí iré, pero no estoy convencido de hacerlo. Si no tengo nada más que hacer puede que sí lo haga. Las únicas buenas compañías que podrían haber serían los pequeños terremotos que tiene ella y Damien.

Y dudo que estén presentes con lo cauteloso que es el comandante o mi hermano.

Recibo la notificación del banco y luego Arantza me envía un comprobante que reviso, entro a mi estado de cuenta notando que dos días antes había recibido una notificación de otro monto que se envió desde la cuenta de...

__ Arleth Ambrosetti. - digo entre dientes.

__ ¿Me llamaste? - pregunta desde la cama donde estaba con el móvil, oyendo audios de sus primas.

__ Esa transferencia es de...

__ Del auto que accidentalmente rompí. - dice jugando con sus pies. - Te dije que te pagaría y ahí está. Siempre cumplo mi palabra.

__ ¿Siempre? - me acerco con algo en mente.

__ Esa mirada me dice que tienes alguna cosa que decir y no sé si vaya a gustarme. - contraría.

__ Supongo que nuestra primera conversación ya se te olvidó.

__ No del todo. - suelta el teléfono. - Cuando te conocí creí que eras un asesino serial, así que solo memoricé tus rasgos, algunas señas particulares y eso, por si llegaba a escapar y debía dar una descripción de tí a la policía.

Definitivamente es muy fantasiosa. Y asertiva.

__ ¿Por qué me miras así? Creí que lo eras. No todo el mundo que te encuentras en la vida tiene buenas intenciones. - comenta, al menos eso lo tiene claro ahora. Se da la vuelta, mientras con una rodilla abro sus piernas.

Pienso que va a rechazarme, pero deja que la tome de la cintura para llegar a sus labios. Es hermosa, volviéndose una completa alucinación para quien la toca. Con solo probar sus labios sé lo que podría dejarla dañarme y aún así no metería las manos.

Lo sabe y no duda en usarlo en mi contra, hundiéndome en esa dulzura que emana, la cual contrarresto con el agarre en su cintura.

Su gemido me vuelve loco y no tiene sentido lo que hago.

Se supone que la iba a dejar atrás. Se supone que me olvidaría de ella. Se supone que no es nadie para mí.

Se malditamente supone. Me equivoqué.

Sus piernas me rodean y la aparto porque no tengo control de nada. Solo quiero poseerla de todas las maneras posibles. Me importa un carajo las formas, solo la quiero gimiendo mi nombre cuantas veces mi mente se tarde en cansarse de ese maldito sonido.

No pierdo el tiempo deshaciéndome de mi ropa, viéndola recorrer mi torso a la vez que le quito las bragas que meto en mi bolsillo.

Unto mi polla en su canal con los jugos que derrama, mientras su garganta se esfuerza por no quejarse cuando se la encajo abruptamente. La tomo de las piernas y la llevo contra mí, ensartandola con el tronco erecto que palpita entre sus paredes y me pone a apretar la piel de sus muslos, mordiendo sus tobillos al llevarlos a mis hombros para entrar más profundo en el coño que me tiene al borde.

Arremeto cuatro estocadas con la fuerza suficiente para tensarla y que su boca se abra. Sé que le duele, pero no me pide que me detenga porque la jodida salvaje es una masoquista que disfruta el dolor mezclado con el placer que le brinda mi polla al expandir su pequeña entrepierna.

Sus jugos hacen que al chocar nuestros cuerpos produzcan ese sonido que me hace apretar los dientes al formar el maldito mejor ambiente que puedo tener en un lugar que dije no vería nadie de esta forma. Pero la atraigo a mi pecho, sentándome para verla volverse loca con la polla que entra y sale de su canal caliente y bañado de la humedad que me moja las piernas.

Se aprieta los senos y le bajo el vestido haciéndome de ellos para darle la atención que pide.

Presiono su cuello y no se queda quieta dando sentones desesperados hasta que se corre entre mis dedos también.

Aprieta mis músculos y comienza a besarme con prisa, me entierran las uñas y no se detiene pese a ver que abre mi piel. En lugar de quejarme la muevo de arriba hacia abajo con lentitud, enterrando más profundo la longitud que la deja temblando.

Duele, pero es excitante.

Las estocadas las controlo en velocidad y ferocidad, pero la salvaje es quien me ofrece sus senos, tomándolos como me gusta. Marcando su piel y arrancando la prenda que me estorba para follarla sobre la cama que se moja con los fluidos que derrama.

La pongo contra las sábanas, atrapo su cabello y me hundo en su coño desde su espalda. Marco su hombro con mis dientes, dándole las estocadas que la dejan con la corrida que me baña la polla, mientras mis dedos viajan a sus boca para hacerle probar lo que me tiene como me tiene.

Que los succione buscando más, me pone peor, enterrando mis dedos en su mandíbula para besarla con desespero. Mi lengua entra en su cavidad y la voz me falla al decirle lo malditamente adictiva que se ha vuelto, pues la infeliz se corre, dándome las pulsaciones que necesito para llenarle el coño del derrame que me hace apretarla más sin dejar la fricción que me roba el oxígeno.

Me hundo más profundo con la estocada que lanza el último derrame, sus manos le tiemblan, cayendo al colchón con mi boca sobre la suya, cuidando de lo frágil que la veo en ocasiones, como si la fuese a dañar, girándola para continuar con su boca insolente que me pone en el borde de un jodido abismo.

Ella se queda sobre mí, besándome como si no quisiera separarse. También me permito tenerla de ese modo, no me interesa lo que me dijeron no hacer, pues probarla fue mi primer error. Y el resto lo cometí consciente de lo que hacía.

Sus ojos me miran de una forma que me deja sin tener nada que decir, guardando preguntas que no merecen respuestas, porque no las necesito. Se acuesta sobre mi pecho y algo ha de contestar eso, porque me abraza para luego no moverse más.

Se duerme y yo me hago miles de preguntas que no quiero tener, evadiendolas haciendo lo mismo que ella. Fingir que nada sucede.

Despierto cuando está todo oscuro, la coloco sobre la cama oyendo la puerta ser tocada. Busco una camisa que no llego a ponerme y termino lanzando al cajón de regreso al oír la insistencia, dejo el móvil luego de ver la hora, «casi media noche». Quien sea que decidió visitarme debería saber que estaba durmiendo.

Cuando abro la puerta me quedo sin saber que decir por un segundo. Pero luego saludo como es debido a mi padre, quien se fija en que estoy sin camisa con marcas como si hubiese cargado varillas de metal que me rasgaron la piel. Son muy notables.

__ A quien tengas ahí, espero que no interrumpa ni sea un riesgo porque hay algo que quiero mostrarte. - me dice entrando cuando me hago a un lado.

Le resto importancia.

__ No cierres, viene alguien conmigo. - dice cuando estoy a punto de hacerlo. No pregunto, pues sé que debe ser importante.

__ ¿De qué se trata? - pregunto acercándome al verlo ir a la sala con su portátil.

__ Un escáner captó varios...

__ Gavrel, estaban llamando mucho a tu teléfono. - dice una somnolienta Arleth que se queda de pie en el inicio de la sala con el móvil timbrando.

Intenta cubrirse más que solo con el short de mezclilla que le deja las piernas descubiertas, carga mi remera encima y el pelo se lo alisa con las manos. Mi padre deja de hacer lo que estaba haciendo, mirando sobre mí hombro, a lo que hago lo mismo dándome cuenta de quién es su acompañante.

__ Papá. - dice la salvaje con cara de haber visto un fantasma.

Mientras Ethan Ambrosetti no tiene un solo gesto en el rostro. No es difícil saber lo que pasó entre los dos al vernos, tengo sus marcas por todo el torso, ella tiene mi ropa, si no se adivina se hace la suposición, pero la idea surge.

Sé leer a las personas, pero él no muestra una sola reacción ante lo que ve, pues como broma antes se hizo un comentario y este respondió con una advertencia que claramente rompí.

Mi padre prefiere no hablar. Ethan tiene un gesto indescifrable. Arleth se cubre los senos con disimulo queriendo encontrar las palabras y yo... sé que pueden haber consecuencias.

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