EL MOTOCICLISTA Y EL UNIVERSI...

By MariaRose95

207K 26.7K 21.9K

Park JiMin, un omega universitario de veinticinco años, se da cuenta un día de que acaba de llegar un nuevo v... More

INTRO
CAPÍTULO UNO
CAPÍTULO DOS
CAPÍTULO TRES
CAPÍTULO CUATRO
CAPÍTULO CINCO
CAPÍTULO SEIS
CAPÍTULO SIETE
CAPÍTULO OCHO
CAPÍTULO NUEVE
CAPÍTULO DIEZ
CAPÍTULO ONCE
CAPÍTULO DOCE
CAPÍTULO CATORCE
CAPÍTULO QUINCE
CAPÍTULO DIECISÉIS
CAPÍTULO DIECISIETE
CAPÍTULO DIECIOCHO
CAPÍTULO DIECINUEVE

CAPÍTULO TRECE

9.8K 1.2K 1.3K
By MariaRose95

No hubo necesidad de decir mucho cuando fueron a la cama de JiMin.

Estas no eran el tipo de cosas de las que cualquiera le gustaría hablar, no era un anécdota molesta que se contaban en las tardes de charlas con tus amigos, así que JiMin no entró en demasiados detalles no sólo por eso, sino también porque no creía que YoonGi pudiera entender del todo el miedo que sintió en ese momento. Sin embargo, el alfa lo tomó en serio, se preocupó por él, lo consoló y fue tan comprensivo que JiMin pudo sentirse un poco menos terrible.

En cualquier otro momento, JiMin habría encontrado ridículamente difícil dormirse por la sensación de pánico que recorría sus venas, pero entre los brazos de YoonGi se sintió tan seguro que sus párpados cayeron pesados sobre sus ojos, con su respiración antes errática acomodándose a la de YoonGi mientras su propio corazón desaceleraba sus latidos.

Esta vez no hubo pesadillas, simplemente hubo un sueño reparador hasta que el sol comenzó a colarse por la ventana y el aire caliente del verano comenzó a chocar contra sus rostros. Aunque el ventilador en el rincón de la habitación hacía un buen trabajo refrescando el lugar, JiMin igual se removió incómodo sobre la cama, pateando lejos las sábanas de sus pies.

De repente, JiMin despertó cuando sintió que el colchón se hundía a su lado.

—¿JungKook? —frunció sus cejas, viendo a su hijo sentándose frente a él en la cama.

—¿Otra vez estás durmiendo con el señor YoonGi?

JiMin parpadeó mientras trataba de acostumbrarse a la luz de la mañana y se sentó en la cama, rascando sus ojos. YoonGi yacía a su lado, recostado boca arriba con una mano sobre su propio estómago. Hoy no habían erecciones matutinas, sólo un par de ronquidos que demostraban lo absorto que estaba en el mundo de los sueños.

—Sí, creo que sí... —murmuró—. ¿Qué hora es? —preguntó, hurgando bajo su almohada para encontrar su celular—. ¿Las ocho? ¿Qué haces despierto tan temprano, amor?

JungKook se encogió de hombros, gateando hasta estar lo suficientemente cerca de JiMin para sentarse sobre su regazo. El omega suspiró, sentándose para besar la cabeza de su hijo y frotar su espalda. JungKook sonrió por los mimos y se acurrucó contra su pecho.

—¿Qué pasa? —preguntó JiMin, consciente de que había algo diferente en el aura de su pequeño.

—No sé...

—¿Y Jojo?

—Durmiendo —bostezó y restregó su nariz contra el cuello de JiMin.

—Ya veo —besó su mejilla, manteniendo su voz baja en un intento de no despertar a YoonGi—. ¿Tienes hambre? Espero que no hayas destruido la cocina otra vez.

JungKook negó con la cabeza, sus ojos cerrados pacíficamente.

—No papi —murmuró—. Sólo vine.

—Entiendo —asintió—. ¿Querías dormir conmigo otra vez?

—No sé —se encogió de hombros.

Era claro que el niño tenía sueño. Usualmente era más parlanchín, pero JiMin supuso que se había despertado con la necesidad de un par de mimos. Seguro que no esperó encontrarse con que su lugar en la cama estaba ocupado y JiMin se preguntó si a JungKook le podría llegar a molestar la presencia de YoonGi en cierta medida, lo cual podría ser un problema si se le salía de las manos.

Con el pasar de los minutos, JiMin se encontró a sí mismo tarareando una canción de cuna, acariciando con suavidad la espalda de JungKook y arrullándolo con su suave aroma a rosas. JungKook sólo sonreía, respirando con calma la esencia de su papá mientras volvía a quedarse dormido lentamente.

Sin embargo, JiMin captó algo que picó en su nariz.

Fue sutil, muy diluido, era un aroma nuevo, nada de la madera de YoonGi ni las rosas de su omega.

Aspiró, confundido, tratando de encontrar el origen.

Comenzó a olfatear, siguiendo el hilo de esta nueva esencia con su nariz, hasta que acabó metiéndose en el cuello de su hijo.

Uvas.

JungKook olía a uvas.

Era muy difícil de encontrar, muy sutil en el aire, muy delicado y pequeño.

Sin embargo, JiMin lo notó.

Él realmente lo notó.

—Kookie... —llamó con un hilo de voz. El niño zumbó, parpadeando en su dirección—. Bebé, hueles a... a uvas... —murmuró.

—¿Qué?

—Hueles a uvas —repitió, sin creérselo.

—¿A uvas? —ladeó su cabeza.

JungKook era la segunda persona que JiMin conocía que olía a uvas.

La primera era HyunSoo.

Esta tenía que ser una jugarreta de la luna, una lección quizá, y JiMin recordó los cientos de veces que su pecho tembló con terror por la idea de que su hijo heredara el aroma de su ex, pero ahora mismo, mientras JungKook lo miraba sin entender del todo las implicaciones de lo que su padre acababa de decir, JiMin sintió que sus lágrimas eran de todo menos de tristeza.

—¡Kookie! —tomó su rostro—. ¡Tu aroma! ¡Hueles a uvas!

El niño frunció sus cejas en confusión, mirando consternado cómo su papá comenzaba a llorar antes de apretarlo en un fuerte abrazo.

¿Qué más daba que oliera a HyunSoo? JungKook había desarrollado su aroma y eso era algo que debía celebrar.

—¿Papi? ¿Eso es algo malo? —preguntó preocupado.

—¡No! —negó, sollozando de pura felicidad, sujetándolo contra su cuerpo como si fuera a desaparecer en cualquier momento. En ese instante, JiMin se dio cuenta de lo esporádica que era la infancia de su hijo y su lobo lloriqueó por ese hecho—. Mi bebé, mi bebito, ya estás grande, por la sagrada Diosa, mi bebé —repetía, llenando de besos la cara del niño, quien ahora parecía menos preocupado, pero más y más confundido—. YoonGi, despierta, Yoon —tomó su brazo y lo sacudió.

No sabía por qué, pero tenía que decirle, tenía que hacerle saber que su cachorro había desarrollado su primer aroma.

El alfa se despertó con un respingo, sentándose golpe y mirando en todas direcciones.

—¿Qué? ¿Qué pasó? —los miró a los dos, preocupado—. ¿Están bien?

JiMin asintió, sonriendo de oreja a oreja, sus ojos aguados llenos de lágrimas.

—JungKook huele a uvas —dijo simplemente, riéndose una vez más, aún sin creérselo.

La expresión de YoonGi se transformó en pura sorpresa y miró a JungKook anonadado.

—¿De verdad? —intercaló su mirada entre los dos, jadeando una risa contenta—. ¡Felicidades, chiquitín! ¡Qué fabuloso aroma!

Finalmente, JungKook entendió que esto era algo bueno a pesar de que su papá tuviera las mejillas llenas de lágrimas, así que se dio el lujo de mirarlos a los dos con emoción.

—¡Huelo a uvas! —celebró, brincando y alzando sus brazos.

—¡Hueles a uvas! —JiMin lo sacudió, arrancándole una carcajada.

—¡Hueles a uvas! —YoonGi los abrazó a los dos, provocando que JungKook chillara contento y JiMin aumentara el sonido de sus carcajadas.

Los tres cayeron sobre la cama entre risas, celebrando este enorme nuevo evento.

—¿Qué quieres desayunar? —le preguntó a su hijo cuando este se sentó sobre su estómago—. Te haré lo que quieras, ¿panqueques con chocolate?

—¡Sí, sí! —volvió a brincar y JiMin hizo una mueca por el golpe en el estómago, pero terminó riéndose—. ¡Quiero cinco panqueques y mucho chocolate!

—Claro que sí, su majestad —YoonGi despeinó su cabello descuidadamente, provocando que el niño se riera y se lanzara sobre él—. ¡Ay, ay! —lo atrapó, girando sobre la cama—. ¡Me atacan!

—¡JungKook! —reprendió JiMin entre risas, escuchando los quejidos de YoonGi.

—¡Soy un rey dragón, whoarg! —pasó sus pequeñas manos por la cara de YoonGi mientras este trataba de evitar sus ataques.

Rápidamente, YoonGi se sentó y tomó a JungKook de la cintura, levantándolo por sobre su cabeza antes de lanzarlo de vuelta a la cama. JiMin jadeó por lo repentino de los movimientos, pero JungKook gritó contento, alzando sus brazos para que YoonGi lo hiciera otra vez.

—¿Otra vez? Ahí, va —lo sujetó de nuevo, haciendo sonidos de lo que JiMin supuso eran de cohetes, sacudiendo al niño como si estuviera tomando velocidad antes de alzarlo lo más alto que sus brazos alcanzaban—. ¡Oh, no! ¡No hay combustible! —lo lanzó a la cama.

Las carcajadas de JungKook se oían estridentes por toda la casa, pataleando contento entre cada salto al espacio mientras JiMin hacía el esfuerzo de no preocuparse demasiado por todos los brincos. Él nunca jugó tan bruscamente con su hijo, pero al parecer eso le divertía y YoonGi era lo suficientemente gentil como para no lastimarlo.

—¡Papi, sálvame! —JungKook extendió su mano hacía JiMin y fue cuando el omega se dio cuenta de que YoonGi estaba fingiendo que se comía a su hijo, haciéndole cosquillas en la barriga con su nariz.

—¡Ahí voy! —tomó una almohada y golpeó a YoonGi por la espalda.

El alfa se quejó como si el golpe hubiera sido mortal, lanzándose a la cama como peso muerto.

—¡Dale, papi, pégale! —JungKook se levantó, saltando en la cama mientras JiMin golpeaba a YoonGi sin fuerza, riéndose por la manera en la que el pelinegro se sacudía.

De repente, YoonGi hizo amago de atrapar a JiMin también, pero JungKook fue más rápido y jaló a su papá del brazo para que bajara de la cama. El par corrió hacia la sala entre risas, con JiMin cargando al niño en sus brazos, y YoonGi persiguiéndolos por la casa entre gruñidos juguetones. JungKook se reía con fuerza mientras hacía el intento de apuntar a YoonGi con la pistola imaginaria que hacía con sus manos y hacía sonidos de disparos.

—¡Ow! —YoonGi se agarró el pecho, siendo interceptado por una de las balas—. ¡Hombre herido! —gimió.

—¡Le di, papi! —celebró y JiMin se giró, riéndose por el drama de YoonGi.

El alfa se tambaleó hacia atrás, cayendo en el sofá con la lengua afuera.

—Bueno, ahora tenemos que esconder el cuerpo —JiMin bajó a su hijo al suelo.

—¡Sí! —corrió hacia YoonGi, saltando a su regazo. YoonGi se quejó y lo sujetó—. Señor YoonGi, ¿dónde podemos esconder su cuerpo?

—Creo que la mejor opción es bajo tierra, en el bosque, así nadie me encuentra.

—Bien —se bajó y tomó su pie—. Vamos —comenzó a jalarlo.

JiMin se carcajeó y YoonGi se hizo el muerto otra vez.

—Bueno, mientras estás en eso, yo comenzaré a hacer los panqueques.

—¿Necesitas ayuda? —YoonGi levantó la cabeza.

JiMin abrió la puerta del refrigerador y se inclinó para buscar un par de huevos. El alfa no se perdió de la manera en la que JiMin se agachó para buscar los ingredientes, moviendo sus piernas y caderas sutilmente, y tampoco se perdió de la sonrisa cómplice que le dedicó JiMin cuando volvió a erguirse.

—Claro —movió su hombro.

YoonGi tragó.

—Yo también te ayudo papi —JungKook corrió a la cocina y se abrazó a su pierna.
JiMin acarició su cabello con su mano libre y miró a YoonGi.

—¿Vienes?

El alfa asintió y se levantó rápidamente del sofá. Fue así que comenzaron a hacer el desayuno.

Luego de un par de minutos revolviendo los ingredientes y jugueteando en la cocina, YoonGi mencionó que debía estarse alistando para ir a trabajar, así que JiMin lo obligó a irse a su casa para tomarse una ducha, así que JungKook lideró el proceso de los panqueques como todo un profesional.

YoonGi volvió recién duchado a la casa media hora más tarde, justo antes de que JiMin sirviera los platos de desayuno. Los tres comieron contentos, hablando sobre trivialidades, siguiéndole el juego a JungKook muchas de las veces que él hablaba.

Y JiMin pensó en lo mucho que amaría tener mañanas así todos los días.

—Señor YoonGi, ¿va a venir a mi cumpleaños? Es el jueves —preguntó con curiosidad, masticando su tercer panqueque y con chocolate manchando sus mejillas.

—Claro que sí —dijo el alfa mientras JiMin levantaba una servilleta para limpiar la boca de su hijo—. Ya te compré tu regalo y todo.

Los ojos del niño se iluminaron y JiMin miró al pelinegro con sorpresa. Estaba seguro de que le había dicho a YoonGi una sola vez la fecha de cumpleaños de JungKook.

Casi se derrite sobre la silla.

—¿De verdad? ¿Qué es? ¿Qué es? —saltó en su silla.

El alfa hizo el gesto de guardar silencio.

—Sorpresa.

El niño se quejó, desparramándose sobre la mesa.

—¿Me puede dar una pista? —se levantó una vez más, apoyando sus codos sobre la mesa—. Una chiquita, así, chiquiiiita —juntó su índice con su pulgar, acercando su mano a la cara de YoonGi.

—JungKook —advirtió JiMin, haciendo que se sentara derecho de nuevo.

YoonGi lo pensó un momento mientras JungKook apretaba los puños con emoción.

—No te voy a dar pistas porque lo vas a adivinar —JungKook volvió a quejarse—. Te lo daré el jueves, ¿sí? Sé que te va a gustar mucho.

JungKook puchereó.

—Bueno... —murmuró—. ¿Puedo saber de qué color es?

—Hm... celeste —le sacó la lengua.

—Uh~ —se cubrió la boca—. Como la capa del señor Fantástico —se rió detrás de sus manos.

—Exactamente —guiñó.

JiMin le sonrió a YoonGi, enarcando una ceja con una pregunta tácita de si acaso él sí podría saber qué era el ansiado regalo, pero el pelinegro se encogió de hombros, sonriéndole de vuelta.

Bueno, sería una sorpresa para los dos.

TaeHyung bostezó como por doceava vez esa mañana, deslizando sus manos por el volante para girar en una curva mientras JiMin tecleaba en su celular. JungKook yacía totalmente dormido en el asiento de atrás, el celular de TaeHyung sin usar a su lado mientras roncaba.

—Estamos a dos cuadras, podrías detenerte aquí —le dijo JiMin, todavía concentrado en el celular.

TaeHyung tarareó y buscó un lugar para estacionarse.

—¿Quieres que te acompañe? —le preguntó una vez encontró un hueco y apagó el motor.

—No, está bien, quédate con Kookie —le dijo JiMin, colocándose su bolso a un lado mientras abría la puerta del auto—. No me tomará más de cinco minutos, ya regreso.

TaeHyung asintió al tiempo que JiMin cerraba la puerta y se subía a la vereda. El reloj del tablero brillaba en verde a las 10:10 de la mañana y ellos se encontraban a quince minutos de la casa del omega en una zona bastante concurrida para recoger los dos pasteles que JiMin compró para JungKook. Quizás era un poco demasiado temprano para ir por un pastel, pero era miércoles, un día antes del cumpleaños del niño y después de que JiMin se encargara de hacer las compras de las decoraciones por su barrio, TaeHyung era indispensable para el transporte de ambos postres.

JiMin debía ir a trabajar a las cinco y TaeHyung a las doce, así que este era un horario más que perfecto para hacer las compras de último minuto. Las decoraciones primordiales eran para la fiesta en el parque, la mañana del jueves ellos sólo se reunirían para cantar cumpleaños, cortar el pastel y darle un par de regalos al niño como habían hecho desde que se conocieron. TaeHyung se enteró esa mañana que YoonGi también estaría presente y no estaba seguro de cómo se sentía al respecto, su pequeño equipo estaba creciendo.

Otro de los escenarios sería que apareciera la madre de JiMin, lo cual hacía en algunos cumpleaños, sin aviso previo como siempre. Le compraría a JungKook un poco de ropa, lo cual nunca venía mal, y se encargaría de aturdir el ambiente con sus comentarios fuera de lugar. TaeHyung ya estaba acostumbrado de todos modos, pero no sabía qué haría YoonGi exactamente.

En el mejor de los casos, ella no aparecería en ninguna de las dos fiestas.

Cuando JiMin apareció en uno de los espejos, TaeHyung salió del auto y se apresuró a abrir la puerta de los asientos traseros.

—Dame una —tomó una de las bolsas, sujetando la caja y metiéndola con cuidado en el auto.

—Esa es la del jueves —tomó sus dos manos debajo de la segunda caja—. Esta es la del sábado y tiene dos pisos, así que te voy a pedir que conduzcas con mucho cuidado.

—Bien, bien. ¿La vas  a llevar contigo?

—Sí porque si se cae me mato —dijo con convicción.

Los dos se subieron una vez más y TaeHyung salió de su lugar con cuidado.

—Estaba pensando —comenzó, deteniéndose en una luz roja—. ¿Tu madre va a venir este año?

—Espero que no —suspiró, acomodándose un poco el cabello hacía atrás por el calor—. No me dijo nada, pero de todos modos le avisé que le haría algo a JungKook el sábado, quizás se aparezca por ahí y no vaya a mi casa, realmente no tengo ganas de aguantarla el jueves.

—Me imagino —volvió a arrancar—. Yo propongo que cerremos todo con llave.

JiMin viró los ojos con gracia y miró su celular.

—Quizás este año papá quiera venir.

La expresión juguetona de TaeHyung se suavizó y se dio cuenta de por qué verdaderamente JiMin seguía dejando que su madre se metiera de vez en cuando en su vida, por qué le seguía avisando de los cumpleaños de JungKook y por qué la mantenía al tanto de la vida de su nieto a pesar de JiMin odiara convivir con ella.

JiMin no solía hablar mucho de su familia, no había nada bueno que contar en realidad. Después de mucho trabajo, TaeHyung logró descubrir cada cosa pequeña que JiMin estuviera dispuesto a resguardar bajo su caparazón y una de las cosas por las que el omega más se lamentaba era la pérdida de la relación con su padre. Había pasado de ser el amoroso hombre que lo mimaba a un alfa estoico que ni siquiera lo miraba y TaeHyung siempre le pareció inverosímil que alguien pudiera repudiar tanto a su hijo por un sólo error, pero la realidad parecía superar la ficción en ocasiones.

—¿Compramos kimbap triangular? —preguntó luego de un momento.

—Yo quiero —balbuceó JungKook, parpadeando con sueño.

—Ah, ¿ahora sí estás despierto? —molestó TaeHyung—. Creo que tu barriga nunca duerme.

JungKook asintió, todavía medio dormido.

—¿Estás seguro? Ya van a ser las once —JiMin miró a su amigo—. Deberías estar de camino al trabajo.

—Tranquilo, los viejitos pueden esperar —hizo un ademán con su mano, pero JiMin lo miró con reproche—. Bueno, pedimos para llevar, pero no ensucien el auto porque aquí traigo a mis citas.

—¡Ew! —JungKook arrugó la nariz y JiMin le dio un golpe en el hombro.

—¿Qué? ¿Acaso odias el amor? —miró al niño por el retrovisor un segundo— ¿No te gustaría tener una cita, JungKookie?

—¿Qué le dices a mi hijo? —JiMin estuvo tentado a pegarle otra vez.

—¡No! —JungKook lo miró con asco—. Las citas son para los tontos.

—¿Me estás llamando tonto?

—Sí —se rió—. El tío Tete es un tonto por tener citas.

—Ajá, ¿y qué piensas de tu papá? ¿También es un tonto?

—Mi papi no tiene citas —dijo con seguridad—. Ya te lo dije, las citas son tontas y mi papi no es tonto.

TaeHyung se dio el lujo de reírse de esa afirmación.

—¿Y qué opinas del señor YoonGi? —continuó preguntando. JiMin le lanzó una mirada de muerte, pero TaeHyung lo ignoró por completo, así que le dio un golpecito con la palma de su mano y el beta se lo sacudió.

JungKook no parecía entender qué tenía que ver su vecino en la conversación, pero igualmente contestó.

—No sé si el señor YoonGi tiene citas, pero creo que no, así que él no es tonto tampoco. El único tonto eres tú, tío Tete, pero no pasa nada, yo te quiero igual.

TaeHyung volvió a carcajearse.

—Claro...

JiMin se quedó un momento en silencio y miró a TaeHyung de reojo, quien imitó el gesto con un aire de diversión en su mirada. ¿Quizás era hora de decirle a JungKook que YoonGi no sólo era el amigable vecino que los invitaba a comer y hacía "pijamadas" con su papá? Sin embargo, eso implicaba que los dos tuvieran un título por el cual llamar lo que estaban teniendo y, en ese momento, mientras sostenía el pastel de cumpleaños de su hijo sobre su regazo, JiMin se preguntó si acaso ellos estaban yendo hacia algún lado.

Claro que había cierta diversión en coquetear, besarse y acostarse juntos, pero ellos se hacían cada vez más cercanos e iban a llegar a un punto en el que las cosas se volverían extrañas de no darle un nombre. JiMin sabía que esta era una conversación que iban a tener en algún momento, pero le provocaba cierto vértigo imaginar el escenario, principalmente porque JungKook era un tema importante y YoonGi había dejado claro antes que no estaba interesado en tener hijos, ¿qué se supone que debía pensar JiMin de eso?

No es como que estuviera pidiéndole a este alfa que críe a su hijo con él, pero sería una estupidez fingir que, de ser pareja, YoonGi no estaba obligado a ser parte de la vida de JungKook.

Bueno, no podía huir de ello todavía la vida, debían hablar al respecto.

Casi una hora más tarde, mientras ellos regresaban con los estómagos llenos de kimbap y se acercaban al edificio en el que JiMin vivía, el omega podía jurar que su corazón comenzó a latir un poco más rápido. Él carraspeó y TaeHyung le preguntó si estaba todo bien, a lo que él respondió que sí, pero una repentina sensación de ansiedad comenzó a expandirse por su pecho y provocó que comenzara a incomodarse dentro del auto.

Por la propia experiencia, JiMin reconocía los síntomas como un naciente ataque de ansiedad, lo cual sería una mierda ahora mismo que tenía un pastel encima. La última vez que había tenido uno fue cuando esperaba para presentarse en un examen final para el cual no pudo estudiar por culpa del trabajo y porque JungKook estuvo enfermo, esa vez reprobó y lloró toda la noche, pero eso había sido hace casi un año.

—JiMin, ¿estás bien? —insistió TaeHyung, viendo al otro regular su respiración lo mejor que podía. Él también reconoció el malestar de su amigo y sabía que algo andaba mal—. ¿Necesitas que detenga el auto? —bajó la velocidad.

—No, sólo quiero llegar a casa —hizo un ademán con su mano—. No te detengas, así puedo recostarme —tomó una nueva bocanada de aire, cerrando los ojos un momento, y se recostó un poco más sobre el asiento.

JungKook se asomó entre los asientos, mirando a JiMin con preocupación, pero el omega simplemente acarició sus mejillas y le dijo que estaba bien. Él podía manejar esto, simplemente le molestaba que empezara de la nada, ¿quizás estaba somatizando de alguna manera el estrés de preparar la fiesta de cumpleaños de JungKook? No estaba seguro, lo que más lo había estresado fue el tener que ir a recoger ambos pasteles, pero ya los tenía, no debería sentirse así.

Cuando llegaron al edificio, TaeHyung sacó el control remoto de la entrada del estacionamiento y esperó a que se abriera para meter el auto. JiMin se frotó las sienes, sintiendo que las náuseas burbujeaban en su estómago y otra repentina sensación de vértigo lo hizo quejarse. Esto era más que un ataque de ansiedad, había algo que estaba angustiando a su lobo y él no estaba seguro de qué era.

JiMin abrió los ojos en el momento en el que TaeHyung avanzó hacia el estacionamiento y miró un momento hacia su costado, pero no se encontró con la conocida calle de su vecindario, sino con un auto estacionado al lado de la puerta principal y un hombre parado en la puerta, sosteniendo lo que parecía ser una bolsa de regalo.

Fueron dos segundos, el tipo le daba la espalda, posicionado de manera que parecía estar mirando su celular, pero JiMin sintió que su cuerpo entero se erizaba de puro terror, como si hubiera visto un fantasma, un ente maligno acechando.

Cuando TaeHyung detuvo el auto, JiMin comenzó a llorar.

El beta maldijo y salió del auto a toda velocidad, abriendo la puerta de copiloto y quitándole el pastel a JiMin para colocarlo en el suelo a su lado. Rápidamente tomó sus manos con cuidado, tratando de que la atención del omega fuera a parar directamente a sus ojos y no a los pensamientos distorsionados que lo estaban haciendo llorar.

—Respira, sólo respira conmigo. 

JiMin estaba tratando de detener el llanto, pero no podía, simplemente jadeaba y sollozaba asustado, haciendo un enorme esfuerzo porque el aliento se mantuviera en sus pulmones.

Su pecho dolía, quemaba, su lobo estaba hecho un ovillo en el suelo, lloriqueando, y JiMin simplemente lo sabía.

Él sabía quién era el tipo parado en la puerta.

—¿Papi? —JungKook también hizo amago de bajarse del auto, pero estaba puesto el seguro para niños—. ¿Papi? ¿Estás bien?

JiMin asintió a duras penas, jadeando mientras sostenía con fuerza las manos de TaeHyung. Él miró hacia la salida del estacionamiento, pero ellos estaban detrás del edificio, así que simplemente no podían ver hacia la calle y nadie de la calle podía verlos a ellos tampoco. JiMin encontró consuelo en ello, se refugió ahí, se repitió que estaba a salvo.

Quizás estaba exagerando, quizás la ansiedad fue casualidad. Debía ser el estrés de la fiesta, del trabajo, quién sabe, su mente sólo le estaba jugando una mala pasada.

De repente, su celular comenzó a vibrar.

JiMin soltó las manos de TaeHyung para buscarlo y su aliento se cortó cuando se dio cuenta de que no tenía el número registrado.

«Es él, es él, es él», repetía su cabeza.

Bloqueó su celular y lo dejó a un lado.

—Oye, concéntrate en respirar —continuó TaeHyung, volviendo a tomar sus manos. Lo miraba seriamente, buscando en sus ojos alguna señal para entender qué sucedía—. Ya pasó, ya está. Uno, dos, respira. Uno, dos.

JiMin asintió, siguiendo las instrucciones. Su celular volvió a vibrar y TaeHyung hizo amago de tomarlo, pero JiMin lo apartó.

—No contestes.

TaeHyung no necesitó que su amigo le repitiera la orden, simplemente entendió que era algo serio porque JiMin lucía aterrado.

El número desconocido dejó de insistir después de una tercera vez y la respiración de JiMin finalmente se reguló. Comenzó a sentirse más tranquilo, menos tenso, y su lobo pareció relajarse.

En general, la escena no duró mucho. No más de quince minutos, aunque para JiMin se sintieron como una eternidad. TaeHyung terminó infinitamente preocupado y ayudó a su amigo a llevar las cosas dentro de la casa con cuidado. JiMin le pidió que se quedaran en el estacionamiento un poco más y así lo hicieron, cuando fueron a la entrada del edificio, no había nadie en la puerta que los separaba de la calle y JiMin pudo suspirar con un alivio sincero.

—¿Estás seguro de que vas a estar bien? —le preguntó TaeHyung luego de ayudarlo a guardar el par de pasteles. Ahora estaba parado en la puerta de JiMin, bastante serio en ese momento.

—Creo que sí —admitió dudoso—. Sólo fue un susto.

—¿Susto? —frunció sus cejas.

JiMin apretó los labios y miró hacia el interior de la casa. JungKook se encontraba sentado en el sillón, hablando con Jojo sobre quien sabe qué. Él no quería que escuchara esto ni por asomo. El hecho de decirlo en voz alta le revolvía el estómago, pero se protegió con la idea de que probablemente estaba imaginando cosas. Aun así, tomó la puerta y la cerró un poco más, cerrando la brecha de la posibilidad de que JungKook lo escuchara.

—Sonará estúpido —fue como comenzó y TaeHyung retuvo el impulso de virar los ojos, JiMin siempre hacía eso, como si sus problemas no fueran realmente importantes—, pero creo que vi a... —tragó—. Ya sabes... en la puerta.

TaeHyung pareció confundido un momento, solo un segundo, hasta que su cara se iluminó en reconocimiento.

—¿En serio?

—Seguro son cosas mías —se adelantó—. Pero creo que pasó, tenía una bolsa de regalo, uh, ¿crees que sepa que es cumpleaños de JungKook? ¿Por qué querría aparecer justo ahora? ¿Qué quiere?

—A ver, puede ser que te hayas confundido. No tiene sentido que esté por aquí, si él se fue por la razón que los dos sabemos, no tendría por qué regresar.

Podría haber una razón.

Pero a JiMin le daban náuseas sólo pensarlo.

—¿Y si fue él quien me llamó?

—¿Cómo tendría tu número? Lo cambiaste como tres veces desde entonces. Estaría poniendo demasiado esfuerzo en ello y no suena como algo que haría...

JiMin lo pensó un momento. Eso tenía sentido, quizás esa parte había sido una coincidencia, quizás todo había sido una coincidencia. Tal vez alguien del edificio cumplía años, un nieto de alguno de los viejos del lugar debía estar de visita, quizás justo en ese momento a él lo llamaron para proponerle cambiar de plan o algo de lo que siempre hacían las compañías de telefonía que competían entre sí.

—Sí —suspiró—, puede ser...

Sin embargo, todavía había una posibilidad de que estuviera equivocado.

—Oye —JiMin lo miró—. Aun si fuera él o no, hay que trabajar en esa reacción, no podemos dejar que te afecte de esta manera. Entiendo lo terrible que fue todo, créeme, pero no te puedes desmoronar si llegara a aparecer un día de estos.

—Lo sé —lo miró con dolor—. Pensé que no me afectaría.

—Está bien —tomó sus hombros—. Escucha, vamos a tener que hablar de esto, pero no ahora porque tengo que trabajar. Por favor, no te enfrasques en esto y deja que la tarde pase, sé que te puedes hacer un desastre en la cabeza porque le vas a dar vueltas como un loco, no lo hagas, reconócelo y detenlo, nada pasó.

JiMin asintió y decidió hacerle caso a su amigo. Él no podía dejarle llevar por el mar de posibilidades y sabía que eso sería contraproducente, debía pensar en el cumpleaños de su hijo y en que seguramente lo iban a pasar bien.

—Ahora me iré a trabajar, por favor, envíame un mensaje si necesitas algo, lo que sea.

—Claro que sí, Tae —le sonrió con cariño, arrugando la nariz cuando el beta tomó su cara y besó su frente—. ¡Ay!, no hagas eso —se rió, apartándolo con su mano.

—No seas así, YoonGi tendrá que compartir —insistió, besando su cara con diversión.

Cuando TaeHyung se fue, JiMin fue inmediatamente con JungKook y se sentó a su lado en el sofá. El niño lo miró con una sonrisa cariñosa y se acurrucó a su lado, su fiel compañero Jojo envuelto entre sus brazos mientras en la televisión se reproducía una repetición del más reciente capítulo del Señor Fantástico.

El cabello de JungKook olía a champú, el cual era acompañado por el suave aroma de las uvas. Su esencia todavía se estaba desarrollando, pronto las uvas no serían lo único que bailaría a su alrededor y bien podría haber otro aroma que opaque la suave tonada frutal, pero hasta entonces, JungKook seguiría endulzando el ambiente con el fresco aroma de las uvas recién cosechadas.

JiMin suspiró y se acurrucó contra su hijo.
Pronto empezaría septiembre, el verano estaba acabando y las responsabilidades llegarían.

El tiempo libre con JungKook se acortaba, debía disfrutarlo.

—Papi, ¿ya te sientes mejor?

—Sí, amor —apartó unos cuantos mechones de su rostro—. No tienes nada de qué preocuparte.

—¿Y qué pasó? —lo miró con sus enormes ojos de cachorro—. ¿Te asustaste por algo, papi?

JiMin trató de responder, pero se quedó un momento callado, pensando en la elección de palabras correcta.

—A veces, uno se puede sentir muy mal, aquí en el pecho —hizo un círculo en el pecho de JungKook, quien escuchaba atentamente la explicación—. Puede ser por muchas razones, por estrés, por tristeza, por enojo. Se siente como el miedo. ¿Sabes cómo se siente el miedo? ¿Cuando no te gustaba la oscuridad?

JungKook asintió, llevando su mano a su pecho mientras parecía recordar cómo se sentía.

—Bueno, esa sensación fea que te revuelve el estómago se llama ansiedad, pero a veces sentimos esa ansiedad cuando no hay nada malo pasando y nos hace sentir muy mal, entonces si no lo sabemos controlar puede volverse muy, muy abrumador.

—¿Por eso estabas llorando, papi?

JiMin lo miró con cariño, viendo la preocupación en los ojos de JungKook. Para un niño, ver a su padre llorando debía ser señal de algo realmente malo y debió haberse asustado también.

—Sí, pero ya se me pasó, ya estoy mejor.
JungKook asintió y se acurrucó mucho más contra JiMin, abrazándolo como si quisiera consolarlo.

—Pero ya está, no hablemos de eso —besó su cabello y lo colocó encima de su regazo, dejando que JungKook se sentara como quisiera con Jojo encima de sus propias piernas—. ¿Estás emocionado por tu cumpleaños? —arrugó su nariz juguetonamente.

La atención del niño cambió de inmediato y comenzó a mover los pies, contento.

—Sí, quiero comer pastel y dulces —le sonrió—, también quiero jugar y ver mis regalos. Jojo me dijo que estaba asustado porque no quería que lo cambiara por otro osito, pero le dije que eso no iba a pasar.

—Claro, no tiene nada de qué preocuparse —acarició la cabeza de viejo oso y lo colocó sobre el regazo de JungKook—. Él es el número uno.

Mirando los ojos negros inanimados del peluche, JiMin recordó cuando recibió a Jojo. Fue una tarde San Valentín en la secundaria. Todos sus compañeros chillaron emocionados cuando HyunSoo apareció con el peluche y una caja de chocolates, luciendo como el típico y romántico interés amoroso del suertudo protagonista. En ese momento, JiMin también fue cliché, y nombró al oso como "Teddy", lo cual era ridículamente sonso, pero fue lo mejor que se le ocurrió.

Esa tarde JiMin fue a su casa dando brincos de emoción y colocó al oso en su cama como si esta fuera una especie de trono y se quedó ahí hasta que, un día, JiMin lo metió en el armario entre lágrimas de desconsuelo y un lobo herido que no paraba de gemir con dolor. Con el pasar de los meses, el oso simplemente acumuló polvo en un rincón del reducido espacio hasta que, una mañana en la que JiMin ya había decidido irse de su casa, sacó el peluche y lo tiró a un lado, rebuscando en el armario por más ropa. Antes de poder darse cuenta, un pequeño JungKook gateó hasta atrapar el peluche, abrazándolo con fuerza y riendo con tanta alegría que JiMin fue incapaz de quitárselo.

El oso había obtenido un nuevo sentido con los años, a pesar de los recuerdos, JungKook no tenía idea de lo que pudo haber significado Jojo para JiMin y eso estaba bien porque, dentro de su inocencia, Jojo había sido una de las mejores cosas que le había pasado. Entonces JiMin comparó al peluche con su ex pareja y se preguntó cómo sería para él si acaso HyunSoo se apareciera de verdad en su vida.

¿JungKook estaría emocionado de conocerlo?

¿Querría pasar tiempo con él?

¿Lo vería como un padre realmente?

JungKook no tenía idea de lo que había tenido que atravesar JiMin, no conocía a HyunSoo en absoluto, y aún si se lo contara, él no lo entendería lo suficiente como a JiMin le gustaría que lo hiciera. Tampoco podría hacer que JungKook odiara a HyunSoo como él lo hacía.

Cuando JungKook preguntó por qué HyunSoo se fue, por qué él no tenía un alfa en casa, JiMin le dijo que no lo sabía. Pudo haberle dicho que su ex era un idiota que no se hacía cargo de sus decisiones, que le dio miedo ser padre, que huyó como un cobarde, pero todo eso haría que JungKook llegara a la conclusión de que HyunSoo había abandonado a JiMin por su culpa y eso sería mucho peor, así que JiMin se calló y se escudó en un "no lo sé" que bien pudo haber dejado muy insatisfecho a JungKook, pero él no preguntó más.

Sin embargo, JungKook sabía que irse sin despedirse estaba mal, sabía que no pedir perdón era algo malo y sabía que su padre lo pasó muy mal cuando HyunSoo se fue, así que él no era necesariamente su persona favorita. Sin embargo, JiMin seguía dudando y siempre tuvo presente que un escenario como este podría llegar a pasar, que JungKook tendría mucha curiosidad y que él no podría hacer demasiado.

JiMin simplemente tendría que saber sobrellevarlo.

YoonGi se consideraba a sí mismo como un alfa ridículamente curioso.

Desde su infancia, YoonGi estuvo intrigado por conocer el funcionamiento de las cosas, desarmando desde sus autos a control remoto para entender cómo era que rodaban hasta una cañería por la mera curiosidad de saber a dónde se iba el agua, y es por esto mismo que YoonGi siempre estuvo metido en problemas bastante particulares. Con padres diferentes, quizás él no habría podido desarrollar este potencial, probablemente habría sido regañado y castigado al punto de que no volvería a verse interesado por nada otra vez, pero su caso fue bastante privilegiado: sus padres fueron indulgentes e hicieron todo lo que pudieron para que no perdiera esa chispa.

Durante mucho tiempo sus padres pensaron que él sería algún tipo de ingeniero, tal vez un reconocido astronauta, un constructor de cohetes, pero las aspiraciones de YoonGi no eran tan elevadas.

Su padre, muy consciente del interés insaciable de su hijo, comenzó a llevarlo consigo a la cerrajería de la que era dueño y lo invitó a participar (un poco en contra de su voluntad) a las visitas de las casas que necesitaban un cerrajero de confianza para enseñarle sobre el negocio. YoonGi era bueno, siempre lo fue, pero por muy divertido que fuera ayudar a su padre, también se aburría mucho cuando se trataba de actividades repetitivas.

Eso, al menos hasta que su tío lo invitó a ayudarlo en su taller. Su especialidad eran los autos, pero YoonGi encontró su amor por las motocicletas en una vieja Benelli Leoncino, una marca italiana compacta que acumulaba polvo en el garaje de su tío. YoonGi se ofreció a repararla con la condición de que fuera suya cuando lo lograra y su tío aceptó entre risas. La moto tenía un sinfín de fallas y era por eso que fue abandonada en primer lugar, pero a los diecisiete años, YoonGi no lo vio como algo imposible.

Demoró al menos dos años en arreglarla, necesitaba piezas y refacciones nuevas que tuvo que pagar con trabajos de medio tiempo; estuvo a punto de rendirse un centenar de veces, pero a sus diecinueve años, esa se convirtió en su primera motocicleta y YoonGi aprendió la lección de que absolutamente todo tiene reparación, no importa qué tan complicado luzca el reto, simplemente hay que encontrar la manera.

Quizás es por eso que él es incapaz de decir que no cuando alguien le pide un favor.

Peor aún cuando es su propia familia.

—¡Ya terminé, Soo! —avisó, cerrando la llave de agua  que acababa de arreglar.

Un par de pasos apurados se oyeron en la casa y una pequeña chica de cabello negro corto hasta los hombros se asomó por la cocina, en sus brazos cargaba a un niño que chupaba su pequeño pulgar.

—¿De verdad? ¿Tan rápido? —preguntó sorprendida y YoonGi volvió a abrir la llave para que el agua corriera—. ¡Ay! ¡Gracias! —se acercó para darle un abrazo—. Me salvaste otra vez —le sonrió—. MinJae, dale un beso a tu tío.

El niño se inclinó hacia adelante sin titubear y dejó un sonoro beso en la mejilla de YoonGi, quien resopló con gracia.

—De nada —tomó su caja de herramientas—. Deberías decirle a tu esposo que deje de romper cosas porque esto ya es explotación.

—No te burles de él, no es su culpa ser tan torpe —se quejó con un puchero.

—¿No es peligroso que un chef rompa tantas cosas tan seguido? —está vez, sí había un claro tono de burla en su voz.

—Te parecerá raro, pero él nunca hace un desastre en la cocina. Esto, bueno... Creo que podría culpar a los niños —miró al pequeño MinJae, quien simplemente sonreía como si no fuera capaz de romper un plato—. Quizás si ustedes no se hubieran montado en la encimera esto no habría pasado, ¿no te parece?

YoonGi viró los ojos con gracia.

—¿Por qué no estoy sorprendido? ¿MinJae subiéndose a cosas? ¿Quién lo habría imaginado? —arrugó la nariz en dirección al niño, quien junto sus manos y se río con ojitos cargados de travesura—. Bueno, ahora me iré porque tengo que ir a felicitar a JungKook y darle su regalo.

—Oh, es verdad, ¿el niño del omega con el que estás saliendo? —una sonrisa gatuna se extendió por el rostro de SooYoung, haciendo que YoonGi virara los ojos porque ese tema había sido objeto de discusión en la familia desde que lo mencionó por primera vez—. ¿Cómo te está yendo con eso? —decidió bajar a MinJae.

—Bastante bien —se encogió de hombros, caminando hacia la sala de estar para irse. Su hermana bufó, siguiéndolo—. No voy a decir más que eso, no seas quejumbrosa.

—Deja de ser tan misterioso, estoy segura de que con JiMin hablas muchísimo, ¿no?

—Bastante, pero siempre terminamos ocupándonos con algo —le sacó la lengua y la chica frunció su nariz.

—Eres asqueroso —le dio un empujón y YoonGi comenzó a reírse—. ¿Cuándo lo vas a traer a casa para conocerlo?

—Pronto, lo prometo —le dijo con cuidado—. Primero tengo que formalizar con él.

—¿Todavía sigues pensando en cómo iniciar el cortejo oficialmente? —YoonGi asintió—. ¿No te gustó la idea que te di el otro día?

YoonGi zumbó.

—Es que no estoy seguro...

—Ay por favor, es un clásico —ella hizo un ademán con su mano—. Llevarle un ramo de rosas a un omega es perfecto para iniciar con el cortejo.

—Sí, pero fue lo mismo que hice cuando conocí a HyeJin —contó y su hermana se quedó muda un momento. Ella había olvidado el pequeño detalle de la exnovia de su hermano—. Con JiMin quiero hacer algo diferente... Él merece algo mucho más elaborado.

—Bueno, tienes razón —dijo con sus manos detrás de su espalda—. Sin embargo, HyeJin ni siquiera merecía rosas de todos modos, nunca me cayó bien —frunció sus labios.

—Lo sé, mamá y tú no dejaron de repetirlo cuando la conocí —viró los ojos y se dio vuelta para abrir la puerta de la casa.

—Ay, antes de que te vayas...

YoonGi se detuvo, mirando con curiosidad cómo SooYoung caminaba de vuelta a la sala de estar y rebuscaba entre los cajones de uno de los estantes que decoraban el lugar. MinJae se encontraba sentado frente a la mesa de centro, dibujando en un cuaderno abierto y con sus crayones esparcidos por todos lados. Ese día solo estaban ellos dos porque su esposo se había ido a acompañar a su hijo mayor a su clase de karate.

Cuando la omega regresó, traía una bolsa de regalo en su mano.

—Dale esto de mi parte al pequeño JungKook —le tendió el obsequio—. Dijiste que se había presentado como alfa, aquí le compré juguetes para morder, no es mucho, pero quería darle algo.

—Ah, leíste el grupo... deberías hacer el intento de contestar, ¿no te parece? —YoonGi miró el interior de la bolsa, pero su hermana le dio un golpecito en la cabeza—. ¡Ay! ¿Y eso?

—No es tu regalo —razonó y YoonGi podía darle un punto por eso—. Bueno, ve, ¡diviértete! —besó su mejilla y lo empujó fuera de su casa—. ¡Apresúrate y consigue un cuñado que valga la pena!

—¡Qué escandalosa eres, Soo! —le dijo y ella le sacó la lengua—. Nos vemos luego. Te amo.

—¡Yo también! —se despidió con su mano mientras el pequeño MinJae se paraba a su lado e imitaba a su madre con una enorme sonrisa—. ¡Gracias otra vez y mandale un saludo a JiMin y a JungKook de mi parte!

YoonGi asintió al pedido y se sentó sobre su moto cuando terminó de guardar las cosas debajo del asiento. Luego se colocó el casco y salió del porche de la casa de su hermana.

Él regresó a su casa no mucho tiempo después, dejó sus herramientas en la habitación de invitados que no había terminado de arreglar y se dio una ducha rápida. Holly saltaba de un lado a otro, casi como si supiera que iban a ir a visitar a JiMin, pero lo siguió por todas partes mientras YoonGi se buscaba la ropa.

Cuando terminó, tomó el enorme regalo de JungKook y lo colocó contra la pared al lado de la puerta de JiMin para que el niño no lo viera todavía. Holly se paró derecho a su lado, luciendo un pequeño moño que YoonGi le había comprado hace un par de meses y tocó el timbre de la puerta.

Fue recibido por el rostro sonriente de JiMin al otro lado de la puerta, quien llevaba encima de su castaño cabello un gorrito de fiesta de color verde. YoonGi pudo sentir cómo su interior se comenzaba a sentir cálido, su lobo moviendo la cola contento por la presencia del lindo omega.

—Hola —saludó con su voz encantadora y sus pequeños ojos desapareciendo detrás de su sonrisa, provocando que el corazón de YoonGi vibrara.

—Hola —saludó casi con un suspiro, tentado a levantar su mano para capturar su cintura.

Quería besarlo y atraparlo contra la pared a su lado.

—¡Señor YoonGi! —JungKook apareció detrás de JiMin en un instante, llamando la atención del alfa.

—Hey, hey —se agachó, chocando los cinco con el niño antes de que él se lanzara a sus brazos. YoonGi correspondió el gesto, sonriendo con dulzura con un lobo contento que olfateaba el aroma a uvas del chiquillo—. Feliz cumpleaños, JungKookie —arrugó su nariz en su dirección, recibiendo una risita de parte del niño.

—¡Gracias, señor YoonGi! —de repente, Holly ladró y JungKook sonrió hacia el cachorro—. ¡Holly! —recibió al perro, abrazándolo mientras este lamía su cara con desespero y lo hacía chillar entre risas.

—Holly... —el perro levantó la cabeza, jadeando contento con la lengua afuera como si fuera totalmente incapaz de romper un plato.

JungKook se limpió la cara con las manos y levantó ambas manos para tomar la de YoonGi.

—Venga, venga —lo jaló al interior de la casa, pero YoonGi se resistió un poco.

—Espera, todavía no te he dado mi regalo —miró a JungKook, quien levantó su emocionada mirada hacia el alfa, luciendo un par de ojos redondos y brillantes clásicos de un niño—. ¿Quieres verlo?

—¡Sí, sí, sí! —comenzó a aplaudir y a saltar.

JiMin se rió enternecido, entrecerrando sus ojos de esa manera que a YoonGi le parecía encantadora. Holly se dio cuenta de que no iba a recibir más atención por el momento, así que se metió a la casa con toda la confianza del mundo, olfateando los alrededores por el aroma dulzón del pastel. En la mesa del comedor estaba TaeHyung colocando un par de snacks en la mesa, saludó a YoonGi con un movimiento de su mano y se agachó para acariciar al pequeño perro mientras hacía ruiditos de emoción.

—Bueno, primero te voy a dar este, es de mi hermana —le tendió la bolsa de papel que cargaba consigo.

—Oh, qué dulce —dijo el omega con su tono de voz enternecido—. ¿Le contaste sobre el cumpleaños de JungKook? —lo miró con sus cejas fruncidas en curiosidad.

YoonGi asintió y su nariz picó con interés cuando las rosas explotaron dulces alrededor.

—De hecho les manda saludos a los dos —le dijo.

—Ah, muchas gracias —JiMin arrugó la nariz, contento—. Tendré que mandarle un saludo de vuelta.

A YoonGi le encantó la idea de JiMin interactuando con su familia.

—¿Qué es esto? —JungKook sacó una figura hecha de plástico con la forma de una estrella, dentro de la bolsa había un par más, todas con formas diferentes.

—Son para morder —le explicó, haciendo un pequeño gesto de morder el aire. JungKook volvió a mirar el objeto con un poco de duda—. Bueno, son para cuando comiencen a molestarte los colmillos, también puedes guardarlos en el refrigerador cuando moleste mucho en las encías —entonces miró a JiMin, quien parecía bastante intrigado por la información.

—Esta bien —respondió simplemente, metiendo la estrella de vuelta en la bolsa y la dejó a un lado—. ¿Y usted que me trajo?

—JungKook.

YoonGi rió por la reprimenda de JiMin.

—Cierra los ojos.

JungKook sonrió e hizo caso al pedido, sus pequeños puños cerrados con tanta emoción que comenzaron a temblar. JiMin tenía los brazos cruzados, mirando con diversión el escenario con una sonrisa que YoonGi siempre catalogaba como coqueta. JiMin siempre tenía un aire coqueto alrededor, luciendo tan brillante y encantador que YoonGi simplemente no podía dejar de mirarlo, así que le sonrió con un poco de orgullo y tomó el regalo de JungKook que había escondido detrás de la pared.

JiMin agrandó los ojos cuando reconoció el objeto y YoonGi disfrutó de su reacción tanto como disfrutó la de JungKook cuando el niño abrió sus propios ojos.

—¡Una bicicleta! —dió un brinco y comenzó a chillar emocionado, sus gritos mezclados con risas contentas mientras tocaba y miraba la brillante bicicleta de color celeste—. ¡Gracias, gracias, gracias! —se lanzó a los brazos del alfa una vez más.

—¿Me estás jodiendo? —la voz de TaeHyung resonó por la casa. Él lucía tan consternado que YoonGi no pudo evitar carcajearse—. ¿Una bicicleta? Yo le regalé una espada y un escudo, ¿qué te pasa, presumido?

YoonGi solo se encogió de hombros, sonriendo satisfecho por la manera en la que JungKook corría y vitoreaba contento.

Esto no era una competencia, pero si lo fuera, él ganaría.

—Eres increíble —YoonGi miró a JiMin cuando escuchó su voz a su lado, JiMin seguía viéndose sorprendido y la frase venía bastante cargada de incredulidad. YoonGi lo tomó como un halago y su lobo infló su pecho con orgullo—. No puedo creer que le hayas comprado una bicicleta, ¿sabes que ahora tengo que llevarlo al parque al menos dos veces por semana para que la use?

—Creo que va a ser un problema con el que vamos a tener que lidiar —dijo sin pensarlo mucho y pudo darse cuenta de la manera en la que los ojos de JiMin brillaron con un reconocimiento diferente—. Pero no es todo el regalo.

JungKook volvió a levantar la mirada, ya estaba tratando de montarse en la bicicleta cuando YoonGi tomó un pequeño sobre que estaba sujeto al manubrio. Se lo entregó con cuidado y el niño comenzó a abrirlo sin entender del todo qué se suponía que debía haber en el interior.

—Te voy a matar si le regalas dinero —murmuró JiMin.

—Supongo que tendrás que hablar de eso con el hada de los dientes —molestó y el omega resopló con gracia.

—Cuando sus servicios sean requeridos definitivamente tendré que tener una charla con ella —continuó el juego.

—Papi —JiMin bajó la mirada al igual que YoonGi. La expresión de JungKook era indescifrable, parecía estar a punto de ponerse a llorar, pequeñas lágrimas acumulándose en los bordes de sus ojos mientras en una de sus manos sostenía algo parecido a una tarjeta—. ¿Qu-Que es? —le tendió la tarjeta.

JiMin miró con extrañeza a YoonGi antes de tomar la tarjeta. Cuando la tuvo en sus manos se dio cuenta de que dentro de ella había tres entradas para lo que JiMin reconoció como el parque por el que JungKook había rogado por ir desde que tenía uso de razón.

—No —miró a YoonGi con ojos espantados.

—¿Qué? —inclinó la cabeza.

—No lo hiciste.

—¿Qué cosa? —sonrió.

TaeHyung se levantó y tomó la dichosa tarjeta, aspirando tanto aire como podía para demostrar su sorpresa.

—Alfa presumido, ¿qué mierda haces para vivir? ¿Vendes drogas? —casi gritó.

—¿En serio son entradas para el parque de BT21? —continuó preguntando JungKook con voz temblorosa.

—Lo son —asintió YoonGi.

Entonces, JungKook comenzó a llorar.

—¡Oh, no, no! —YoonGi no pudo evitar reírse, tomando al pequeño niño en brazos mientras este sollozaba de pura emoción—. No llores, JungKookie, pensé que te haría feliz, no me digas que no te gustó...

—¡Sí me gustó! —sollozó y aspiró—. ¡Gracias, señor YoonGi! —llevó ambos puños a sus ojos, restregando sus lágrimas lejos—. ¡Gracias, lo quiero mucho! —hipó, abrazando el cuello del alfa entre sollozos.

YoonGi volvió a reírse suavemente, enternecido por la reacción del niño. Cuando miró a JiMin, notó que el omega lo miraba con un par de estrellas por ojos, forzando a no sonreír porque aparentemente debería estar reclamándole por esto, pero YoonGi tenía la sensación de que estaba igual de feliz que su hijo. JiMin era fácil de leer una vez que lo conocías, siempre tan terco y con esa necesidad constante de demostrar que nada le afectaba, ni siquiera las cosas buenas, pero ahí estaba, mirándolo como si quisiera golpearlo y besarlo por ser tan atento.

Él le dedicó un suave guiño que lo hizo resoplar, a su lado, TaeHyung negaba con la cabeza.

—Estoy bastante seguro de que no hacía falta la bicicleta...

—No planeaba comprarla —le admitió al beta—, pero la vi justo después de comprar los boletos y pensé que le gustaría —se encogió de hombros mientras frotaba la espalda de JungKook para que su llanto se aminorara.

—Sólo la gente mafiosa puede darse esos lujos —TaeHyung le susurró a JiMin, pero YoonGi pudo escucharlo.

—Reparo motocicletas y autos caros —guiñó—, no soy mafioso.

Esta vez, TaeHyung volvió a susurrarle algo a JiMin, pero YoonGi no pudo escucharlo. La respuesta de JiMin fue sonrojarse y pegarle con la tarjeta.

—¿Cuándo vamos a ir al parque? —preguntó JungKook de repente, apoyándose sobre los hombros de YoonGi para verlo con sus mejillas llenas de lágrimas.

—El domingo —respondió con una sonrisa—. Va a ser después de tu fiesta en el parque.

El niño aplaudió y volvió a abrazar al alfa.

—¡Usted es el mejor-mejor vecino de todo el mundo-mundial, señor YoonGi! —le dijo con toda la sinceridad que podía tener un niño de, ahora, siete años, y YoonGi sintió que su corazón se encogía dentro de su pecho.

No es como que sus sobrinos no le hubieran dicho cosas parecidas. Él ya tenía el título del mejor tío del mundo, así que estaba prácticamente acostumbrado a este tipo de cosas, pero él sentía que había algo un poco diferente cuando se trataba de JungKook, quizás era porque simplemente era el hijo de JiMin o porque el cachorro no tenía muchos referentes en su vida a los cuales adjudicarles honores de ese tipo, pero YoonGi se sintió más emocional y honrado de lo esperado.

—Bueno, ya que estamos todos, deberíamos ir picando el pastel —dijo JiMin con un aplauso corto, llevándose consigo la tarjeta para pegarla en el refrigerador con uno de los cientos de imanes que había ahí, junto a los dibujos de JungKook.

—¡Sí, sí! —JungKook saltó en los brazos de YoonGi—. ¡Vamos! —señaló la mesa, así que YoonGi lo llevó hasta allá y lo sentó en lo que supuso era su silla designada—. ¿De qué es el pastel, papi?

—Chocolate, amor —respondió JiMin con paciencia, abriendo el refrigerador para sacar la caja del pastel. YoonGi se apresuró a su encuentro, sacando las cosas de la encimera para que el omega no tuviera dificultades—. Gracias.

YoonGi le sonrió y no podía dejar de pensar en lo mucho que quería besarlo en ese momento.

—¿Necesitas algo más?

—Busca el encendedor, yo iré por las velas.

Ambos se pusieron en ello mientras el niño saltaba en su lugar, hablando sobre lo emocionado que estaba por su nueva bicicleta y las cientos de cosas que harían el parque. TaeHyung le respondía, preguntando más y más sobre la gran aventura que tendrían para mantenerlo ocupado simplemente hablando. Mientras tanto, JiMin sacó el pastel de la caja con cuidado bajo la atenta mirada de YoonGi, quien no demoró en encender las velas cuando el omega terminó de colocarlas estratégicamente sobre el pastel. Había algo dentro del pecho de YoonGi que lo impulsaba a seguir haciendo cosas por el omega, a ser partícipe de lo más que podía en lo que necesitara, interesado y enfocado en tratar bien a JiMin y a JungKook.

Más que "tratarlos bien", era tratarlos con cuidado, poniendo especial atención en que estuvieran cómodos y contentos, lo cual enorgullece siempre a su lobo porque mostraba su valía como alfa, como si quisiera demostrarle al par que debían mirarlo a él y a nadie más.

YoonGi siempre estuvo dispuesto a ayudar a los demás, quizás un poco impulsado por la culpa de sus acciones pasadas durante su adolescencia, pero con ellos era simplemente natural.

¡Cumpleaños feliz~! —comenzó a cantar JiMin mientras caminaba hacia la mesa.

JungKook se levantó en su silla, aplaudiendo emocionado mientras TaeHyung lo tomaba de los hombros para hacer que se siente de nuevo y no se caiga. YoonGi sacó su celular y comenzó a tomar fotos de la sonrisa enorme del cachorro mientras el pastel se acercaba. Era un pastel simple de chocolate con el nombre de JungKook escrito con crema a la par que un "Feliz cumpleaños", pero JungKook no cabía en su alegría, bailando al son de la corta canción de cumpleaños.

Cuando el pastel estuvo sobre la mesa y los demás aplaudían en espera de que el niño pidiera un deseos, JungKook se apoyó sobre la mesa y cerró sus pequeños ojos, pensando durante un par de largos segundos antes de soplar las siete velas y recibir muchas felicitaciones.

—¿Qué pediste? —preguntó TaeHyung.

—Es secreto —se cubrió los labios con su índice y luego miró a YoonGi un segundo antes de reír—. Si lo digo, no se hará realidad.

—Espero que sea un buen deseo —señaló JiMin, tomando el cuchillo para cortar una rebanada de pastel.

—Es el mejor deseo de todos —respondió con firmeza, sentándose para recibir su pedazo primero.

YoonGi enarcó una ceja suavemente y miró al niño, quien le devolvió la mirada con una sonrisa traviesa en sus labios. Esperaba que no estuviera planeando nada porque reconocía esa mirada.

—Ahora siéntense o no tendrán pastel —advirtió JiMin con el cuchillo en la mano.

El par de adultos que seguían parados buscaron rápidamente un asiento y YoonGi notó que en la pequeña mesa del comedor solo habían tres sillas, así que se levantó y caminó detrás de JiMin, tomando su cintura, provocando que el omega saltara en su lugar.

—¿Qué pasa?

—Solo hay tres sillas, siéntate tú.

—Oh no, no pasa nada...

—Siéntate, no me molesta, de verdad —insistió.

TaeHyung viró los ojos con gracia, burlándose de lo cursis que eran los dos.

—Señor, YoonGi, se va a quedar sin pastel —señaló con gracia el pequeño cumpleañero.

—Ah, es verdad —se llevó una mano a su cabeza, fingiendo preocupación—. Iré a mi casa por un banco.

A pesar de que JiMin insistió en darle el puesto, YoonGi regresó rápidamente a casa para buscar uno de los bancos que reposaban en la habitación extra que no usaba. Removió un par de cajas y jaló el banco que había usado para colocar cosas sobre repisas, pero una caja cayó y un montón de hojas se deslizaron por el suelo.

YoonGi suspiró con estrés y dejó el banco a un lado, colocando la caja en su lugar para recoger las hojas.

Entonces, se topó con un calendario que había dado por perdido. Chasqueó la lengua porque había tenido que comprar uno nuevo para anotar las fechas de cumpleaños de JiMin y JungKook y lo ojeó un momento, mirando el par de fechas que estaban marcadas con rojo.

Oh.

Mierda.

YoonGi tragó y miró la fecha en su celular.

Todavía faltaban dos semanas, bien.

Todavía tenía tiempo para prepararse para su celo.

Cuando regresó a casa de JiMin, él se sentó contento en su lugar designado y le sonrió al omega como agradecimiento por no haberlo dejado sin su pedazo de pastel.

La mañana continuó con JungKook hablando sobre lo emocionado que estaba con sus regalos. Al parecer, JiMin le había regalado un disfraz del señor fantástico y de rey, TaeHyung una espada y un escudo que lucían fabulosas para un niño y ahora podría presumir su nueva bicicleta en el parque. Cuando terminó de comer pastel se levantó de la mesa para enseñarle a YoonGi sus nuevas adquisiciones y luego volvió a su cuarto para ponerse el disfraz del señor fantástico.

TaeHyung se excusó poco tiempo después porque debía ir a trabajar y YoonGi recordó que no podía simplemente ignorar sus responsabilidades, así que cuando JiMin regresó de despedir a TaeHyung, él se disculpó con JungKook y se levantó para despedirse de JiMin.

—¿Ya te vas? —por la decepción que había en la voz del omega, YoonGi quiso retractarse de sus palabras.

—¡No, señor YoonGi! —el niño corrió a aferrarse a su pierna y mirarlo con ojitos de perrito mojado, tal y como lo hacían sus sobrinos—. Quédese aquí hasta que sea hora de dormir, por favor, por favor, por favor —formó un puchero.

—Tengo que ir a trabajar, chiquitín —se inclinó para cargarlo y JungKook pronunció mucho más su puchero—. No me mires así, ¿cómo podría decirte que no? —levantó su mano para apretar uno de sus cachetes.

—Ah, está siendo berrinchudo cuando yo ya le dije que me iba a quedar todo el día con él —molestó JiMin, apoyándose sobre YoonGi para mirar a su hijo con ojos acusatorios—. Ya pedí el día libre para quedarme contigo, ¿acaso no quieres? —preguntó con un tono amoroso y de fingido dolor, YoonGi encontró entrañable la manera en la que JiMin miraba a su cachorro.

JungKook negó con la cabeza efusivamente.

—Quiero que los dos se queden conmigo —dijo sinceramente—. Quiero que papi y el señor YoonGi jueguen conmigo todo el día y estemos juntitos para siempre —explicó, bajando la mirada y juntando sus pequeñas manos, su pecho puchero alterando el sonido de sus palabras.

JiMin frunció sus cejas, enternecido y miró a YoonGi como si estuviera pidiéndole algún tipo de perdón por haberlo metido en esto, pero YoonGi admitía para sí mismo que le gustaba un poco que el niño lo quisiera tanto. Después de todo, un alfa siempre se iba a sentir satisfecho de ser de ayuda, de ser necesitado, de ser útil y querido.

—Nos vamos a ver el sábado y el domingo iremos al... —soltó a JungKook y lo tomó de las axilas, levantando al niño sobre su cabeza para agitarlo, arrancándole un par de carcajadas estruendosas— ¡parque de BT21!

—¡Es verdad! —acompañó JiMin, asomándose por el hombro de YoonGi con una sonrisa—. Ya vas a ver, nos vamos a divertir muuuucho, y vas a ver a tus amigos en el parque, vamos a comer más pastel y vamos a jugar juntos todo el día, mi amor.

JungKook sonrió en grande, tan emocionado que su aroma a uvas se extendió por la casa, vibrante y dulce como podría serlo el aroma de un cachorro recién presentado, luego se lanzó a abrazar a los dos tanto como le alcanzaban sus pequeños brazos.

Cuando fue hora de irse, YoonGi le dio un par de vueltas al niño para hacerlo reír un poco más, luego caminó hacia la salida siendo seguido por su perro y por JiMin, quien le dedicó una sonrisa. Una vez en el pasillo, YoonGi miró sus labios un segundo para que el omega se diera cuenta de qué era lo que quería. JiMin viró los ojos y miró por sobre su hombro, encontrándose con su cachorro sentarse en la mesa para comer un poco más de pastel, así que cerró un poco más la puerta y se inclinó hacia adelante, momento en el cual YoonGi atrapó sus labios suavemente.

El aroma de JiMin se coló por su nariz, las rosas y un suave toque de fresas refrescaron el ambiente, dulce sobre su lengua y caliente sobre su cara. El lobo de YoonGi levantó las orejas y la cola, atento ante cualquier movimiento imprudente, y él estuvo impulsado a profundizar un poco más el beso, así que lo hizo, pero JiMin suspiró y se alejó.

El aire caliente de sus suspiros se mezclaba en el aire y los ojos cafés del omega lo miraban bajo sus largas pestañas, luciendo tan encantador como siempre, mejillas sonrojadas, tan lindo que YoonGi quería comérselo entero.

—Estaremos aquí cuando regreses —murmuró JiMin sin aliento.

YoonGi se tomó un poco más del tiempo necesario para entender la frase que, por sí sola, lo llevó a un escenario tan familiar que casi lo hizo suspirar.

—¿No vas a ir a trabajar? —preguntó con un susurro.

JiMin desvió la mirada un momento, mordiéndose el labio inferior.

El lobo de YoonGi gruñó, atraído por ese gesto.

—Había pedido el día desde el mes pasado, pero de todos modos no tengo muchas ganas de ir —le sonrió sin muchas ganas, parecía culpable—. Creo que voy a renunciar.

El alfa parpadeó, sorprendido.

—¿De verdad? —JiMin asintió, un poco avergonzado—. Bueno, es una decisión grande, así que espero que sepas que aquí estoy para cualquier cosa que necesites —esperó sonar lo suficientemente reconfortante para JiMin, y supo que lo hizo cuando el omega le sonrió con cariño.

—Lo sé —le dijo y la frase hizo a YoonGi sonreír.

—Claro que lo sabes —se inclinó nuevamente, besando su boca con cuidado. No quería dejarse llevar otra vez, pero había algo dentro suyo que tiraba con fuerza y no pudo evitar suspirar cuando se alejó de su boca—. Antes de irme voy a ser imprudente y te recordaré que tenemos un paquete de condones que no hemos usado todavía...

JiMin agrandó los ojos y golpeó su pecho, a lo que YoonGi comenzó a reírse entre dientes, bajito como si no quisiera que nadie más que ellos dos escuchara su carcajada. Entonces, el omega tomó su camisa y lo jaló de vuelta, mirándolo con un tipo de fuego en sus ojos que hizo que el cuerpo entero de YoonGi latiera en anticipación.

—No creas que no lo recuerdo —le dijo—, solo ven y espera a que JungKook se quede dormido, ¿hm?

El lobo en el pecho de YoonGi aulló al cielo, sacudiendo su cola de un lado a otro por la declaración del omega que había escogido y, por un corto segundo, YoonGi pudo sentir que el animal en su interior luchaba por salir antes de tiempo.

—Papi, ¿qué tanto puedo comer? —preguntó JungKook con la boca llena de chocolate, mirando al par por sobre su hombro.

YoonGi tragó y se recompuso cuando JiMin le respondió a su hijo con cariño, diciéndole que podía comer lo que quisiera porque era su cumpleaños, entonces el alfa comenzó a contar los días que faltaban para su propio cumpleaños para saber si tenía ese mismo beneficio.

Cuando JiMin volvió a mirarlo, sus rosados labios formaron una sonrisa.

—Nos vemos.

YoonGi se tragó un gruñido cuando la puerta se cerró y miró hacia abajo, en donde su perro lo miraba con la lengua afuera, parado entre sus piernas.

¿Cómo se supone que se concentraría en el trabajo ahora?

Su lobo volvió a gruñir y él consideró seriamente tomarse algo para mantenerlo tranquilo.

Ah, también debía pensar en su celo.

—Necesito un café —murmuró y caminó de vuelta a su casa, siendo seguido por Holly—. ¿Quieres venir conmigo al trabajo?
El perro ladró y él asintió.

—Perfecto.

Ya podría pensar en eso luego, ahora tenía que sacar de su cabeza la sonrisa coqueta de JiMin y su hipnotizante aroma a rosas que seguía bailando en su nariz.

Ni siquiera recordó que JiMin se quedó con su banco, vaya.

Continue Reading

You'll Also Like

11.1K 1.7K 49
Una historia en la que Jimin ha planeado su suicidio esmeradamente y Yoongi solo aparece a arruinarle sus planes. ☆ ☆ [𝐹𝑎𝑛𝑓𝑖𝑐] [𝐶𝑜𝑚𝑒𝑑𝑖𝑎]...
1.5K 154 4
Moxxie seria enviado en hacer una misión con el grupo de su esposa y su jefe, al terminar la jornada y ver que no había nada que hacer, todo se retir...
3.6K 264 15
una colaboración musical que se convierte en algo más...
72K 13K 28
«'Las flores son importantes para el beta Min YoonGi, su familia es la encargada de mantenerlas con vida y darles el mejor cuidado a las que viven en...