No acercarse a Darek

Por MonstruaMayor01

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Meredith desde que tiene uso de razón, conoce la existencia de Darek Steiner, aunque ha estipulado una regla... Más

Sinopsis
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Adelanto
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Carta recibida por Darek
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Adelanto
Conociendo a Darek
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
¿Crees en los monstruos?
Adelanto
Capítulo 24
Capítulo 25
Adelanto
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Dae
Capítulo 30
La chica
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Piano, sangre y amor
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Adelanto
Capítulo 38
Un pasado marcado
Capítulo 39
Ese «te quiero»
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
NOTA
El cerezo
Capítulo 43
Capítulo 44
Ajedrecista
El villano
Capítulo 45
Antes de todo
Capítulo 46
Capítulo 47
Ella
Capítulo 48
Capítulo 49
Personajes

Capítulo 26

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Por MonstruaMayor01

Tienen que ver lo que subió Leticia a ig

Pero YAA!

El bobo de Éber

Ese fue el mensaje que me dio la bienvenida, apenas desbloqueé la pantalla del móvil al recostarme en el colchón de mi cama.

Qué carajos???

Esto cada vez está peor

Abril

Fueron los mensajes que siguieron en el chat grupal que tenemos Abril, Éber y yo, con una sucesión de emojis pensativos y angustiados.

Hace unos cuantos minutos volví a casa, comí algo y no tardé en subir a mi habitación; lo que no imaginé fue encontrarme con todos estos mensajes, que, es de decir, no entiendo para nada.

La curiosidad termina por ganarme, así que me incorporo en el respaldo de mi cama, salgo del WhatsApp y paso directamente a Instagram, casi en automático. Mis dedos se deslizan por la interfaz de dicha aplicación. Sin detenerme a ver nada más, busco el nombre de Leticia y abro su cuenta. Mis ojos son los primeros en hundirse en su última publicación, luego mi dedo la pincha, haciendo que las fotos ocupen todo el espacio de la pantalla.

Las imágenes son claras, detalladas y de cierta forma...perturbadoras. Hay dos cartas abiertas, una al lado de la otra, sobre lo que parece ser una superficie de madera —cartas que con solo ser absorbidas por mi vista me ponen los pelos de punta —. Acerco el teléfono hacia mi rostro y al mirar al fondo advierto que hay un sobre de color rojo y un peón dibujado en su frente.

En busca de respuesta bajo mi mirada hasta la descripción de la publicación y en su mensaje solo añade más interrogantes:

"La gente cada vez está más putamente loca. Dejen de mandar cartas a mi puta casa, locox de mierda".

Un escalofrío casi mortal me recorre la espina dorsal a medida que me meto más en el post. Las cartas de las fotos hablan del ajedrez, en más concreto en la pieza del peón y como Leticia también es parte de todo esto. Su carta no dice lo mismo que la mía, la de ella describe su vida y como le da la bienvenida a este... juego, sin embargo, la segunda carta, es una advertencia directa de lo que debe hacer si desea seguir en la partida: decir la verdad. Entre tantas palabras, especifica que para evitar ser comida por su oponente deberá decir una verdad que solo ella conoce y que lleva guardando por mucho tiempo, si no lo hace deberá abstenerse de las consecuencias, pero, ¿qué consecuencias?

A mi mente llega de inmediato el sobre del mismo color y con el mismo dibujo que recibí yo. Dicho sobre, sin remitente, está guardado dentro del libro de matemáticas que reposa encima de la mesa de mi escritorio, no lo había querido volver a ver hasta ahora.

Conteniendo apenas la respiración, bajo el celular, lo dejo a un lado y pongo los pies fuera de la cama, con pasos muy lentos me acerco al escritorio, siento como las manos me flaquean un poco antes de coger el libro y abrirlo justo donde se encuentra la carta. Tan pronto la carta queda expuesta ante mí, una sensación gélida se desliza por toda mi piel.

Es el mismo sobre de las fotos que ha posteado Leticia, el mismo color, el mismo dibujo, y corroborar esto me paraliza de miedo.

Mi corazón palpita con fuerza, el pánico se apodera de cada fibra de mi ser. Y entonces, reflexiono para mis adentros:

«¿Qué conexión hay entre todos los que estamos recibiendo estas cartas?

¿Vamos a estar bien?

¿Qué carajo es todo esto?»

Muy en el fondo tengo terror de averiguar más. No ahora. No mañana. Ni nunca.

Con un movimiento abrupto, cierro el libro de golpe, sellando la carta en su interior como si al hacerlo pudiera protegerme de su influencia. Lo devuelvo al escritorio y tragando grueso regreso a la cama, cubriéndome el cuerpo con una sábana.

El zumbido que emite mi móvil me hace estirar mi mano hasta atraparlo. Éber me está llamando. Descuelgo al segundo.

—¿Qué es todo eso de Leticia? —ese es mi saludo.

Él suelta un ruidoso suspiro.

—¡Estaba preocupado por ti! —explota —. Te he llamado más de cinco veces y no contestabas, tampoco respondes nada en el grupo.

—Estoy bien, pero lo de... Leticia.

Por un segundo se queda callado, creo que buscando qué responderme.

—Mañana hay que hablar con ella. ¿Leíste los comentarios del post?

Ni siquiera noté que hubiera comentarios.

—No.

—Alison comentó que ella también recibió una carta, aunque para ella todo esto es una simple broma.

Mis dedos se aferran a la tela de la sábana mientras el miedo encuentra un lugar de alojamiento en mi pecho. Saber que cada vez más personas que conocemos se van sumando me asusta.

—Yo... esto ya no es gracioso, Éber, si eres tú el que...

—Yo no estoy haciendo esto, Mer.

Mi cerebro, en un esfuerzo de querer engañarse a sí mismo, sigue deseando que todo esto en realidad sea una broma, sigue esperando que alguien salga a decir que esto es parte de un experimento social o no sé... una estúpida manera de asustarnos y nada más, aunque muy el fondo, sé que detrás de esto hay algo mucho más terrorífico.

—¿Qué vamos a hacer? —exhalo esa pregunta en un susurro.

—Averiguar de qué trata todo esto —me responde él con determinación. —Lee los mensajes del grupo, por allá seguimos hablando.

Separo los labios con el propósito de responder, mas el sonido de la llamada siendo finalizada me da por entendido que la conversación seguirá por chat.

Me doy a la tarea de entrar al chat con mis amigos y terminar de leer todos los mensajes que hay. En resumen, ellos piensan que Adán también recibió una carta, ya que Alison en la publicación de Leticia da a entender que alguien cercano a ella encontró una carta en su casillero. Y tal como dice Éber, para ella esto es divertido y un chiste.

Un nuevo mensaje por parte de Éber entra:

Mañana nos tenemos que reunir con cada persona que ha recibido una de esas cartas

El bobo de Éber

El próximo mensaje que aparece es de Abril:

Ya esto me está dando demasiado miedo

Y Damien contesto mi mensaje

Abril

Me apresuro a escribir.

¿Qué te dijo?

Ella responde al segundo:

Mañana les mostraré

Por ahora, me tengo que ir, mañana hay que levantarnos muy temprano

Intenten dormir algo. Adiós

Abril

Me fijo en que hora es y me quedó sorprendida de que ya sean pasadas la 1 de la madrugada, entre haberme ido al parque, hablar todo ese tiempo con Darek y pasar más de una hora metida en mi móvil, el tiempo ha pasado volando.

Éber y yo terminamos de despedirnos y apago la pantalla de mi celular, pero es cuando apoyo el aparato en mi pecho que me entran unas enormes ganas de escribirle a Darek, quiero preguntarle si llegó bien a casa, al fin y al cabo, él también está involucrado en lo de las cartas.

Un impulso repentino me asalta al volver a encender la pantalla. Lo sopeso por unos instantes: mi mano está torpemente sobre el cristal iluminado, ya con su chat abierto.

Quiero hacerlo, mas no lo hago. Mis dedos se mueven, no para escribir, sino para bloquear el teléfono y deshacerme de esa idea. Dejo que el negro de la pantalla se una a la oscuridad que ya danza en mi habitación. Lo apoyo de nuevo en mi pecho, permitiendo que su superficie fría calme el fuego que de pronto ha desatado en mi interior.

Ya cansada por todo el ajetreo del día, cierro los ojos y en mi cabeza empiezan a pasar un sin fin de cosas: las cartas, las fotografías de Leticia, los comentarios de Alison y Darek, Darek y su confesión, Darek y la forma tan humana que me mostró en esa banca, Darek y su sonrisa que nunca deja señal de nada. Me sumerjo en el abismo del sueño con esta última persona susurrando en mis pensamientos.

◇◆◇

Hoy sí he conseguido prepararme algo de comer antes de irme a clase, no ha sido el desayuno más esmerado de la vida, es de aclarar, pero servirá para no desmayarme durante la mañana.

Me muevo por toda la cocina lo más rápido que puedo. Lanzo dentro de mi mochila el pan con huevo revuelto que he preparado y junto a él meto un jugo de pera. Ya con mi desayuno improvisado listo, me paso el dorso de la mano por la frente, a la vez que aspiro una buena bocanada de aire y la expuso por la boca.

—Parece que he corrido un maratón —me digo y me llevo una mano al pecho a fin de calmar mi agitada respiración —. No hay tiempo, Mer, debemos irnos.

A veces hablo tanto conmigo misma que pienso que debería visitar un psicólogo.

Las mañanas desde que tengo uso de razón me han parecido caóticas, no obstante, las que he vivido las últimas semanas han sobrepasado cualquier tipo de caos.

Sin dar tregua al tiempo voy a cerrar la cremallera de mi bolso, pero recuerdo algo que me detiene en seco. Entonces, actuando desde lo que me dicta el cerebro, saco uno de mis cuadernos, rasco un pedazo de papel de una de sus hojas traseras, rebusco en el interior del bolso hasta que mis dedos chocan con un lápiz y me apresuro a escribir la primera idea que tengo para que Darek conquiste a la chica que provoca que su mirada brille.

Doblo el pedazo de papel para luego guardarlo en el bolsillo trasero de mi pantalón. Ahora sí estoy lista para dar lo mejor de mí en este nuevo día que apenas está comenzando: con 4 horas de sueño, unas ojeras bien marcadas y con un desasosiego por no saber si aprobaré los exámenes que daré hoy, pero lista.

En el segundo que guindo la tira del bolso en mi hombro, noto la presencia de mamá en la cocina, la cual se detiene en el dintel del umbral. La veo de refilón, por ende ella no se percata de que ya sé que está aquí.

—Mer.

Ayer, quizás le hubiese dicho muchas cosas, incluso cosas que hasta le hubiesen herido lugares recónditos de su alma. Hoy, no quiero decir nada, ni siquiera quiero entender por qué para papá y ella nada de lo que hago parece ser suficiente.

Mis dedos se enredan en la tira del bolso. Respiro hondo, intentando alejar de mi mente las voces punzantes que anoche se colaron en mis oídos, voces provenientes de ella y papá que se vistieron de desilusión y crítica despiadada.

Desde que abrí los ojos esta mañana me prometí ser fuerte, aun así no puedo ignorar el nudo que se aprieta en mi garganta.

Finalmente, me volteo. Mis ojos se clavan en los suyos, buscando un rastro de arrepentimiento, un halo de compresión. No hay nada, solo un vago reflejo de mí misma en su mirada.

—Hola, mamá.

Me obligo a sonreír, una mueca débil que apenas esboza en mis labios, cuando su voz vuelve a hablar.

—Ayer... escuchaste lo que tu padre y yo estábamos hablando, ¿cierto?

Ninguna disculpa acompaña sus palabras, es una afirmación desnuda y cruda, un espejo de lo quebrada que está nuestra relación. Me pregunto si no se da cuenta del tumulto que sus palabras desatan dentro de mí. Pero no tengo tiempo para esto, el reloj sigue su curso y el mundo no se va a detener a esperar a que yo recoja los pedazos.

—Me tengo que ir, ya voy tarde —es todo lo que consigo decir, mi voz lucha por no quebrarse.

Sin mirar atrás, sin esperar una respuesta alguna, salgo de la cocina y luego de la casa que muchas veces parece más una cárcel de emociones que un hogar. Avanzo con dirección a la parada del bus y durante todo el recorrido que hago, no paro de pensar en que ellos se dieron cuenta de que yo los escuché hablar peste de mí y ninguno de los dos quiso disculparse.

Tras unos pocos minutos de espera, el vehículo color amarillo se estaciona frente a mí. Me trepo a él y me acomodo en mi respectivo asiento, por una razón que prefiero obviar, hoy estoy más tranquila de ver a Darek. El pueblo se desliza al otro lado del cristal, con una paleta de colores fascinante.

Tan pronto el autobús arriba a la parada en la que debe subirse Darek, siento el palpitar voraz de mi corazón retumbar dentro de mi pecho. Como es de esperarse, su serio rostro aparece frente a todo el bus y sin hacer contacto visual con nadie se aproxima a su lugar, junto a mí. Ese olor tan característico de él, a cuero, ligado con tonos a madera, se entremete en mi olfato. Su presencia es como una onda que despierta un cosquilleo en mi estómago.

No dice nada. No me saluda, ni hace el esfuerzo de siquiera mirarme.

«Sigue siendo el gris que siempre he conocido».

—Hola —soy yo la que lo saluda, rompiendo la suave sinfonía de los sonidos del vehículo. Mi tono es más una intrusión que un gesto de cortesía. —Saludar no te va a quitar nada.

Él vuelve la mirada hacia mí, esos ojos que capturan la oscuridad de una forma casi imposible hablan primero que sus labios.

—¿Siempre que te vea te tengo que saludar?

Asiento.

—Sí.

Después de un suspiro casi imperceptible, se rinde.

—Hola —dice al cabo de unos segundos, su saludo es un ave cautiva que finalmente ha elegido volar. Suena algo renuente, pero me ha saludado y eso es suficiente.

Doy dos aplausos, celebrando su gran avance.

—Tengo la primera idea para que conquistes a... —bajo el tono de mi voz y me inclino hacia él con la intención de que nadie me escuche —, ya sabes quién —susurro.

—¿Idea?

Digo un contundente «sí» con la cabeza y meto la mano en el bolsillo de mi pantalón, extraigo el pedazo de papel del bolsillo trasero y lo pongo delante de él.

—Lee lo que dice este papel —pido, emocionada.

Él mira lo que le ofrezco con un gesto de asco total. O sea, un pedazo de papel no es nada para el elaborado PDF que él me envió a mí, pero yo no soy él y yo prefiero irme por lo tradicional.

Se toma su tiempo y al final acepta mi simple pedazo de papel. Desdobla el folio y lee lo que dice:

—Dejar de ser tan gris.

—Exacto —casi celebro —. Esa es mi primera idea.

Contiene una risa.

—¿Dejar de ser tan gris? —me pregunta con una ceja arqueada.

—Claro, las chicas queremos un chico que nos demuestre que nos quiere, que sepa demostrar sus sentimientos y que nos apapache en los días que no podemos con nuestras vidas.

—¿Apapache? —cada vez se oye más afectado.

Sonrío.

—O sea, que nos den cariño, abrazos...

—No voy a apapachar a nadie.

Suelto un bufido.

—Viste, tienes que dejar de ser tan gris.

—Y tú tienes que dejar de ver tantas películas de Disney.

Ruedo los ojos.

—No veo tantas películas de Disney.

—Se nota.

Me giro un poco con la finalidad de verlo mejor.

—Tú aceptaste mi ayuda.

Reflexiona mis palabras.

—Fue una pésima idea.

Imbécil.

El bus se detiene y los pasos de mi odioso compañero de asiento son los primeros en marcar el compás hacia la salida. De forma instintiva, me deslizo tras él. Al alcanzarlo fuera del vehículo me doy cuenta de que camina demasiado rápido en comparación con mis pasitos de hormiga.

Estoy arrastrando aire en el segundo que me apodero de su mano. Basta con sentir nuestras pieles tocándose para que él se detenga de golpe, percibo como una gran tensión atraviesa todo su cuerpo; se siente como si un relámpago estuviera buscando tierra en nuestras interconectadas yemas. Con rápida decisión, rehúye del contacto, liberando su mano de mi agarre involuntario.

—¿Qué haces?

Respiro un par de veces y me planto justo frente a él.

—Quiero que me acompañes.

—¿Adónde?

—A esperar a mis amigos. Vamos, nos sentamos en una banca a esperar. —Quiere negarse, lo veo en su mirada. Así que agrego: —eres mi amigo, acompáñame.

Se rasca arriba de la ceja.

—Ok, pero evitemos el contacto físico. Lo detesto.

Que deteste algo solo es un impulso para querer hacerlo. Por esa razón hago caso omiso, desoyendo la seriedad esculpida en el timbre de su voz y mi mano vuelve a buscar la suya, un puente indomable, y sin titubeos.

—Yo no puedo estar sin el contacto físico —digo, agarrándolo con fuerza de la mano.

Le doy la espalda, conduciéndolo a la banca donde esperaremos.

Me fijo en que en más de una ocasión se intenta soltar, dichos intentos poco a poco se van desvaneciendo ante la determinación de mi fuerza. Su mano, aún cautelosa pero ya no resistente, se mantiene en la mía, hasta que llegamos a la banca.

—Felicidades, gris, estás superando tu miedo al contacto físico —me burlo una vez suelto su mano y con una sonrisa de oreja a oreja, me siento en la banca. Palmeo el espacio libre a mi lado. —Siéntate, hablaremos de películas de Disney.

Él entiende mi sarcasmo.

—Primero me arranco los oídos con mis propias manos.

Pero se sienta conmigo.

Hay una vibra diferente entre nosotros ahora, una mucho más amigable, pese a lo diferente que podemos llegar a ser uno del otro.   

◇◆◇◆◇

NOTA DE AUTORA:

Estos cada vez se van acercando más y eso me emocionaaa.

OIGAN, en la pasada nota olvidé desearles un FELIZ AÑO. En serio, espero que este año sea bueno para todos y que cada cosa que se propongan puedan conseguirla.

Ahora hablando del capítulo:

¿Qué les pareció?

¿Qué creen que vaya a pasar en el siguiente?

¿Les gustó?

Si me dejan muchas estrellitas y comentarios prometo actualizar pronto. Bye.

Mi Instagram: (enderyarmao)  

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