Alas De Fuego, The Last Princ...

By Dragonempress_

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Basado en Alas de sangre de Rebeca yarros🐲🔥 (Continente original charter) -Mención a elementos de juego de... More

Antes del anochecer
Dos
Puesta de sol
Anochecer
Seis
Siete

Cuatro

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By Dragonempress_

—¿Enserio no vendrás a casa?— preguntó sorprendida una vez más colocándose un mechon de su rebelde cabellera detrás de su oreja que se encontraba despeinándose debido al viento marino de la bahía, mientras caminaban por el pueblo fronterizo de la capital y la provincia de Morraine, conocido por ser un puerto comercial concurrido por la mayoría de comerciantes y negociadores para vender sus productos o servicios.
Caminaban ambas jovenes por las calles de adoquines blancos junto a casas y negocios algunos hechos de piedra otros de madera, un estilo contemporáneo sin dudas, banderines con el logo real y el de su familia adornaban la ciudad, desde lo alto como si fueran telares de festival.

—Tengo mucho por hacer— respondió neutral colocándose la capucha de su capa negra, se notaba que no quería hablar del asunto así que ya no insistió, no quería parecer entrometida, su amiga no era del tipo comunicativa todo el tiempo y eso le gustaba de ella ya que no requería de constante esfuerzo mental en entablar conversaciones sin sentido cosa que debía hacer desde que se despertaba hasta que se dormía en la corte real y con el consejo, creo que ambas ya estaban cansadas de todas esas pantomimas por las que tenían que pasar y se comprendían perfectamente, así que no se presionaban una a la otra, si era importante lo diría cuando esté lista y si no, no había inconvenientes con ello.

—De hecho solo vine aquí por un mandado, encontré tu flor en el correo cuando ya estaba saliendo— aclaró mientras se adentraban en la avenida principal del pueblo siendo seguidas por los guardias de la princesa con sus resplandecientes armaduras y capas negras, comercios y personas se escuchaban con el bullicio característico de una zona así, personas caminaban con prisa, carretas se transportaban por todos lados, carruajes y vehículos por el asfalto, vendedores ambulantes y de puestos negociaban sus productos con palabras encantadoras para enganchar a los compradores, comida callejera se olía por todos lados, guardias patrullando la zona mientras todo era iluminado por los faroles y luces mágicas colgantes que daban el efecto de ser como estrellas.

—Oh, está bien— afirmó sin más luego de escucharla comenzando a curiosear el lugar y los puestos de venta con la mirada, su amiga le agradeció que no volviera a parlotear del asunto así que estuvieron en silencio, silencio que aprovechó para ordenar sus ideas junto a sus actividades del día de mañana pero ese silencio no duró por mucho

—¿Y como volveras?, Si quieres le digo a Sir. Arnold que— preguntó preocupada, no podía estar en silencio, de hecho no le agradaba para nada estarlo pero la interrumpieron antes de que termine de formular su pregunta.

—Mi madre mando un vehículo a buscarme en la entrada del puerto, no te preocupes— le regaló una mirada tranquila para que se no se alterará.

—Entonces rodearas los saltos para llegar más rápido, es más seguro de esa forma— tomó su barbilla analizando la información mirando al cielo estrellado

—Así es— se acomodó la mochila.

—Y la mejor manera de no ser visto— la miró de reojo con una sonrisa pícara, difícilmente algo se le escapaba.

—¡¿Estas en una misión secreta?!— susurró emocionada solo para que ella la escuchara

—Algo así— afirmó mirándola incrédula por su deducción con solo unos cuantos datos.

—¡Ay que envidia!— saltó emocionada dando vueltas sobre su eje llamando un poco la atención de su entorno —Yo hace mucho deje de hacerlas—

—¿Porque?— preguntó ignorando su emoción infantil a la cual ya estaba más que acostumbrada viendo las manzanas del puesto de frutería, se veían bien, tal vez se llevaría algunas.

—Papá no quiere que me arriesgue— suspiró frustrada bajando los hombros —Dice que es muy pegriloso—

—Peligroso— la corrigió mientras seguía mirando la fruta

—Si eso, el español no es mi fuerte— le restó importancia con un movimiento de manos, era cierto el español no era su lengua natal ni materna, estuvo en contacto con ella desde pequeña pero no la aprendió hablar ni a escribirla formalmente hasta los siete años en donde fue a vivir junto a su padre. La obligaron a aprenderla a la fuerza o más bien su institutriz uso la fuerza para que aprendiera, recordó como la señorita Farmer la sujetaba a la silla con una soga para que se quedará quieta y le prestará atención, y esos reglazos cuando escribía mal una palabra aún podía sentirlo en sus nudillos cuando se equivocaba al escribir una carta o documentos legales; nunca había sido buena reteniendo por mucho tiempo su atención en una sola cosa, siempre fue bastante inquieta y curiosa desde que tenía memoria y eso le había ayudado en muchas ocasiones. En el campo de batalla no servía de mucho quedarte en el mismo lugar, no a menos que quieras morir rápidamente.

—E irónicamente ahora iras a uno de los lugares más mortales en todo Navarre— agregó Violet pagando sus manzanas al vendedor del puesto que se las entregó en una bolsa de cartón.

—Bueno, aunque tu padre no te ha visto cercenar cabezas con un machete como yo— admitió tranquila mientras iban caminando por el mercado hacia el puerto —Tal vez por eso se preocupa—. La tomo del brazo para que no se alejara y empezara a explorar el lugar, conociéndola, si no la tenia a la vista se distraería e iría a cualquier lado sin darse cuenta y ella tendría que estar buscándola durante horas y no podían perder más tiempo.

—Le daría un infarto si me ve hacer algo así— confesó amargamente. —Porque soy su "princesita"— fingió una sonrisa más falsa que su tía petunia al decir que había cumplido con su dieta y subido cinco kilos para luego culpar al sastre que había tomado mal sus medidas.

—Sabe que se defenderme porque mi madre me entrenaba y sigo mis clases con el profesor de esgrima todas las mañanas en el patio de armas; pero nunca va a verme, creo que le recuerdo a mi madre o algo así, ya que siempre se pone a llorar y me abraza sin decir nada— relató sin ánimos, lo más probable era eso o ella deducía aquello, al principio quería que vaya a verla y lo esperaba ver ansiosamente en el palco sur que da al campo de entrenamiento, pero luego de muchos meses de anhelante espera y querer impresionarlo para que estuviera orgulloso de ella, comprendió que jamás vendría, no era más que una ilusión infantil la que albergaba su pecho, así que, dejo de esperarlo como una niña pequeña que espera que su padre vaya por ella luego de sus clases.

—Apenas me permite salir del castillo y solo si es con escolta, es tan desgastante— suspiró dándose golpecitos en el hombro con el puño tratando dé reconfortarse.

—Vaya problema más problemático tiene usted alteza real— dramatizó exageradamente su tono de voz —No la dejan salir de su castillo en donde la miman con exceso y le cumplen todos sus caprichos—

—Que desdichada y trágica es su vida— puso el dorso de su mano en su frente dramatizando aún más sus gestos.

—Dices eso porque no sabes como es vivir en un palacio, es peor que un nido de serpientes y murciélagos chupa sangre habitar en ese lugar— escupió con rencor y mala cara al recodar su "hogar" en donde tuvo que aprender primero como hacer un comentario con doble filo o saber descifrarlos para saber si su vida estaba en peligro a los modales y comportamientos de la realeza a las que era sometida por horas para adquirirlos.

—Aunque las rejas sean de oro sigue siendo una prisión—

—De nuevo con tus frases— se mofó rodando los ojos —Pero tienes razón, no se como es vivir en un palacio ni que tan aterrador sea tener personas que te sirvan y obedezcan, a tu disposición—

Levantó una ceja escuchando eso, que inocente era pensó; para llegar a esa conclusión uno debía ser bastante ingenuo, si había comodidades que en otras viviendas no podías gozar como la comida y los despilfarros económicos que estaban por doquier pero el riesgo de amanecer con una rajadura en el cuello o morir asfixiado por la noche también era del triple junto a la eminente muerte de un envenenamiento en tu postre favorito.

—Pero hay buen vino, así que no me quejo— concluyó con una sonrisa cambiando de tema.

—Debemos de crear un levantamiento para que me dejen salir y— su conversación fue interrumpida por el acercamiento de una señora ya mayor de baja estatura con ropa colorida hecha de bordados de flores y arcoíris, una enorme y cálida sonrisa desbordaba de su rostro que mostraban algunas marcas de expresión y algunas arrugas que delatan las décadas que ya había vivido, las canas que cubrían su cabello casi por completo remarcaban esa afirmación, con una expresión de sorpresa se aproximó casi corriendo a ambas jóvenes.

—¡Oh princesa!, ¿Es usted?— preguntó casi eufóricamente una vendedora desde su puesto de frutería acercándose rápidamente a ellas dejando su lugar de trabajo.

—Por todos los dioses cuanto ha crecido y— hubiera terminado de hablar de no ser porque su guardia entera se había puesto entre la señora y ellas tomando una posición algo más que dramática al ser una simple dama de mayor edad, impidiéndole el paso.

—Apártese vendedora, no puede acercarse más— advirtió con voz demandante Lucien uno de los miembros de su guardia joven y fornido, se había unido hace menos de un año a su escolta, se había ofrecido como voluntario en la competición de caballeros que se celebró en la capital, era el más joven por ende el más entusiasta de todos, llegando a ser un poco más sobre protector que los demás, sabía que no lo hacía adrede y se preocupaba por ella genuinamente pero a veces eso la sofocaba bastante.

—Esta bien Lucian, no creo que la señora quiera atacarme— le aclaró acercándose tomándolo por el hombro de su fría armadura plateada, pero el permaneció en su postura sin mover ni un solo músculo con sus verdes ojos atentos a cada movimiento que pueda hacer la vendedora.

—Lo lamentó— se disculpó la señora retrocediendo unos pasos al ver a toda su guardia colocando una mano en el mango de sus espadas.

—Descuide— se disculpó ella en un tono amable y cálido volteándolos a ver con reproche —¿En que puedo ayudarla?— le ofreció una sonrisa para tratar de que los ocho hombres completamente armados con capas y armaduras detrás de ellas no la intimidaran demasiado junto con su actitud para nada afable.

—Es tan amable como su madre solía serlo alteza— agradeció el gesto con una pequeña reverencia —Y veo que ha superado su belleza y encanto, algo muy difícil de lograr si me lo preguntasen— su voz era tersa y envolvente como el arrulló de una madre que esta ya estaba marcada por la edad, su rostro gentil y alegre que mostraban sinceridad y simpatía genuinas en ellas.

Era cierto, recordó que su madre vivió por aquí un tiempo, había mudado su base militar solo para estar más cerca de su padre, cuando comenzaron su.... ¿relación?, no sabía muy bien como definir eso.

Bueno, haya sido lo que fuera, de eso nació ella al final de cuentas, pensar que el rey y la guerrera más hábil de todo Navarre habían estado en secreto en una relación prohibida, jurándose amor eterno, escapando de sus responsabilidades y deberes solo para poder verse momentáneamente o por unos segundos era completamente inconcebible la idea de que no soportaban estar separados por mucho tiempo, y buscaban como sea permanecer juntos, era bastante fantasioso como si estuviera leyendo una novela de fantasía y romance eso la hacía cuestionar muchas cosas en su mayoría morales en otras mentales...
Sinceramente no imaginaba a su padre siendo afectuoso y mucho menos a su madre que cuando la quería mimar le daba una nueva espada o una nueva armadura para entrenar.

—Soy Margaret mi princesa, puede llamarme maggi o de la forma que guste, quería obsequiarle esto, si es de su agradó— le extendió una cesta de mimbre repleta de duraznos frescos que se veían realmente deliciosos espléndidamente jugosos, decorada con cintas y moños en tonos blancos y rosas palidos,

Esta bien si la querían envenenar los comería con gusto, ya la habían engatusado en su trampa con solo ver esos duraznos, eran su debilidad y se dejaría engañar solo por ellos.

—Son las mejores que disponemos en este momento, directamente traídas del norte— aclaró muy contenta —Un pequeño obsequio de parte de esta tonta anciana a su alteza real, esperó que no le moleste ni la ofenda— bajo la mirada sonriendo y eso le apretujó el corazón, ¿como le podía decir que no?, y aunque quisiera no podría por el protocolo que le habían enseñando, aunque su padre y hermanos mayores se lo saltaban cuando se les daba la gana y Tarn en más de una ocasión mando flagelar a comerciantes que le hacían obsequios y que el considera no aptos para su rango o gustos o simplemente lo hacía por estar aburrido al solo recordarlo Suspiró.

—Por favor, No diga eso— la tomó de las manos que las sintió heladas y ásperas tal vez sea por la brisa marina y la temperatura que había descendido por la hora pero le entregó un poco de calidez de las suyas estrechándolas con las de ella.

—Nada es pequeño ni pobre cuando vienen del corazón señora maggi, así que le agradezco el detalle— le sonrió mostrándole calidez mientras tomaba la cesta y se la entregaba a uno de sus guardias.

—Bue..bue..no, no tiene que...— la señora Margaret comenzó a tartamudear debido a al sorpresa misma que estaba atravesando, sus mejillas se encendieron, no espera una reacción así y mucho menos un agradecimiento por parte de alguien de la familia real por simples duraznos.

—Con gusto aceptaré su regalo señora Margaret— le aseguró manteniendo su amplia sonrisa y postura recta.

—Espere alteza— lucien habló luego de observar la escena acercándose con su rostro impoluto marcando sus facciones calldydorenses al ser oriundo de la provincia del calldyr, sus gruesas cejas enmarcaban sus afilados ojos verdes, atentos e hipnotizantes como los de un felino, su cabello del color de la paja se oscurecía bajo las luces mágicas de la ciudad y sus facciones rígidas y agudizadas en marcaban sus pómulos nariz y mentón realzándolos su expresión que mostraban total desconfianza, ante la situación y repentino regaló así que en un rápido movimiento sacó un delgado y largo cuchillo que parecía de oro blanco y lo clavo en uno de los duraznos.

—Si se pone azul estará en problemas anciana— amenazó cortante con su voz intimidante Era un testeador de venenos y drogas, uno que crearon los curanderos en el palacio real, para evitar que mueran por simples envenenamientos mas bien, fue un pedido de su padre al ver como envenenaron al conde Luppert en su propia casa hace algunos años atrás. Al poner veneno en su postre favorito durante la cena.

La hoja se ponía azul cuando se encontraba con los diferentes agentes de los venenos desde, plomo, arsénico, sicuta, diluidores, drogas, hasta esencias de belladonas que en su mayoría eran letales.
Pero al cabo de unos minutos la hoja salió limpia, no había tomado ningún color, eso indicaba que la fruta no estaba envenenada, estaba completamente limpia, así que con una sonrisa de reproche tomo la cesta de duraznos en sus manos y se dirigió de nuevo a su joven guardia —Muchas gracias Sir, Lucien por sus servicios, ya que todo está aclarado no veo la necesidad de seguir prescindiendolos— vió como apartaba la miraba y soltaba un bufido no tan discreto ganándose una mirada de Sir. Arnold, eso auguraba un largo y tendido discurso y sermón para el, al llegar al palacio, sonrió al pensar en las horas que Lucien sería torturado con el código y la charla sobre la moral y obedecía de Sir. Arnold.

A veces la vida no era tan mala como pensaba.

—¿Puedo hacerle una pregunta señora Margaret?— se acercó a la vendedora con un poco más de confianza.

—Las que guste alteza— respondió tan alegre que le contagió un poco de todo ese entusiasmo.

—¿Usted conoció a mi madre?— soltó si a tapujos ni laberintos de palabrería, había dicho con anterioridad que había superado su amabilidad y belleza eso quería decir que al menos la vio una vez e interactúo con ella, no quería sonar desesperada como lo estaba ya que en palacio tiene prohibido mencionar el nombre de su madre al ser considerada una traidora del reino y de la corona, su padre no le hablaba de ella y no se atrevía a preguntarle ya que sabía el dolor que le causaba solo recordarla.

Así que sería muy cruel de su parte obligarlo a hacerlo, no tenía a nadie más a quien preguntárselo, toda su familia materna había perecido en la gran guerra luego de la revuelta tyrrendorense, junto a la mayoría de sus aliados, meneo la cabeza para hacer esos recuerdos nada agradables lejos de ella por el momento.

—La mayoría de vendedores y locales aquí conocimos a Xanera la guerrera porque cuando ella se mudo a su palacio en las colinas, este puerto y la ciudad estaba prácticamente en ruinas luego de la guerra, ella nos ayudó, ayudó a todos, reconstruyendo los hogares, caminos y negocios con sus propios recursos y medios, sin escatimar en gastos ni fuerzas, junto a su dragona ayudo a todos princesa mía— ese nombre estaba prohibido, a su madre le dieron muchos nombres gracias a sus hazañas en batalla "la guerrera" era uno de ellos pero luego de la batalla de su casa contra la corona ese nombre tenía pena de castigo, en su mayoría perder la lengua y se atrevió a decirlo frente a ocho guardias reales en vía pública como lo era ese mercado sin un apice de remordimiento en su rostro mantenido su sonrisa, vio dé reojo las muecas que hicieron sus escoltas pero no hicieron nada al respecto al verla atenta a la conversación.

—La mayoría de nuestras familias le debemos todo lo que tenemos hoy en día— vio como los ojos de la señora Margaret se cristalizaron, pero no lloro, no dejo caer ninguna lágrima, tal vez no quería ofenderla o simplemente no quería incomodarla con ello, lo cuál se lo agradecía ya que si lloraba lo más probable es que ella también lo hiciera.

—Por eso sabemos que le encantan los duraznos alteza, junto con los dulces, siempre venía al mercado por varias docenas al día— declaró jugando con la telilla de su bordado floral

—Decía que era para su pequeña guerrera y nos comentaban cuanto disfrutaba de su fruta favorita y que la comía cómo si se tratase de uvas, docenas al día— una triste sonrisa se asomó sobre la curva de su boca al recordar como su madre traía los duraznos que tanto amaba luego de terminar sus entrenamientos o lecciones, en especial cuando no podía con ellas, se sentaba a su lado en el campo de entrenamiento en donde ella se negaba a ir hasta poder lograr la maniobra o tarea que debía lograr y le decía. — "Ñuha zaldrītsos" (mi pequeño dragón) — suspirando al verla tan terca y reacia a abandonar su tarea blandiendo su espada de entrenamiento una y otra vez sin cansancio al no conseguir su objetivo del día. —Una cualidad de un guerrero es la perseverancia y el esfuerzo pero un guerrero también sabe cuando es momento de blandir su espada y cuando bajarla— con esa frase ella pretendía que dejara de lado su testarudez para dejar de enfocarse en lo que no podía lograr en el momento, en ocasiones funcionaba en otras no y en las estadísticas mayores entraba la última opción.

Mantuvo su postura lo mejor que pudo ignorando el hecho de que su estómago le pesará como si había comido piedras y esa paleta de helado amenazaba con salir de su organismo, las manos le comenzaron a sudar y temblar levemente mientras iba escuchando todo, recordar a su madre era recordar el fatídico día en que la perdió a ella y su familia; un mejunje de emociones se apoderaba de ella como una pequeña chispa que caía sobre hierba o un pajar seco y se encendía galopante y sin control alguno por donde quisiese incendiando todo a su paso.

Absorbiendo y apagando toda vitalidad que se encuentre en su camino, eso sentía en su mente y sangre en ese momento sus venas ardían intensamente junto a las emociones reprimidas de todos esos años que se acumularon en su corazón y alma al punto de apagarlos momentáneamente para dejar de sentir el peso con el que cargaba; pero lo malo de apagarlos era que no sabía como volver a encenderlos y si lo hacían como en ese momento sin voluntad propia consumían todo a su paso, agua, necesitaba agua para apagar todo eso, ella usaba el agua en estas ocasiones para sumergirse en el ahogando toda sensación y pensamientos que pudiera tener y afectar a los demás, para no terminar perjudicando inocentes ajenos a su dolor, había un mar cerca pero no podía salir corriendo y sumergirse en el hasta el día siguiente, Unos fuertes vientos se hicieron presentes en toda la zona viendo como hacían doblarse algunas palmeras y plantas pequeñas, los letreros de los negocios y puestos casi salieron volando, personas sujetaron sus vestidos, faldas, sombreros y vestimentas para que no se alzarán ni se marcharan de ellas con aquella ráfaga repentina, las nubes que eran del algodón ahora estaban oscuras y se aglomeraban apara juntarse y formar un manto gris sobre las estrellas que brillaban centelleantes ahora no se podía divisar ninguna.

"Qrugh" (Mierda), maldijo mentalmente, no era momento de crear una tormenta por no saber gestionar sus propias emociones, barcos salían y debían llegar a la bahía con una tormenta solo ponía en riesgo a esas personas, debía mantener la compostura y aparentar ser una persona medianamente cuerda y sensata que no era capaz de usar magia valirya tanto consiente como inconscientemente, cosas que se le estaba dificultando en ese momento, la había tomado desprevenida, tenía sus escudos abajo cuando escucho el relato y esta era la consecuencia de ello.

—Ya veo— exclamó luego de unos segundos que fue un letargo mental para ella al tratar de comprimir y pisotear todo lo que sentía para guardarlo en un rincón de su mente que no la molestara, trató con todas sus fuerzas de no borrar la sonrisa sobre sus labios y mantener esa expresión tranquila.

No sabía si lo había logrado con éxito o fracaso rotundamente pero la señora Margaret avanzó bastante hasta estar frente a frente, separadas por unos insignificantes milímetros, tomo de las manos de nuevo pero esta vez sintió algo liso y sin textura pasando por ellas, una hoja papel, le había dado un papel arrugado a escondidas con ese gesto inofensivo para que nadie lo viera, la señora Margaret mantenía su amplia sonrisa con los ojos cerrados y una vez se aseguró que estuviera dentro de su palma y nadie lo viera le volvió a dirigir la palabra.

—Recuerde alteza, siempre tendrá nuestro agradecimiento y lealtad hacia usted y su familia— ¿porque parecía que no se refería a su familia paterna?

La había sorprendido una vez más, no contenta con la primera volvió a hacerlo y tensó todos los músculos de su cuerpo en ese momento, ¿era una espía? ¿Le había dado un mensaje secreto? ¿Un comunicado? ¿un aviso? ¿un memo?, miles de cientos de ideas se le cruzaron por su cabeza en esos instantes, no percibía hostilidad de su parte ni vio otro movimiento sospechoso salir de ella,

—Siempre— remarcó con ese tono dulce suyo, claramente a nadie le llamo la atención más que a ella que sabía lo que significaba, maldición porque le tenía que hacer esto en este momento.

Asintió con una media sonrisa sosteniéndola como podía con su nerviosismo y angustia brotándole de los poros por segundo, arrugando el papel en su puño para qué nadie lo viera ni se percataran mucho menos su guardia que escrutaba sin miramientos todo movimiento y respiración que tuviera la señora Margaret.

—Se lo agradezco mucho, el pueblo de Navarre y su gente siempre estará seguros y protegidos por nuestro gran soberano el rey y su descendencia la familia Tauri— una afirmación claramente ensayada y practicada como el eslogan de un buen producto a la venta, propaganda más bien, pero era la propaganda de su familia o de la que ahora era y debía considerar su familia, su postura era rígida y dura al igual que su tono de voz que comparado hace unos momentos atrás era todo lo contrario.

La vio asentir y hacer otra reverencia pero ya no le dió mucha importancia y se volteó a ver a su guardia y dirigirse de nuevo hacia su amiga que la había dejado de lado por unos segundos, se sintió mal por ello pero luego de que hayan mencionado a su madre todo a su alrededor desapareció esperaba que ella lo comprendiera. Pero Violet la miraba con la boca abierta sin creer ni una de las palabras que salieron de su boca a ni la actitud que estaba mostrando, su mandíbula casi toca él suelo al escuchar la última frase.

—Te entraran moscas violet— la miró sin expresión alguna volviendo a retomar su caminata alejándose de aquel puesto y de la señora Margaret, con un ademán natural acomodo la cinta de su manchado vestido guardando el papel en su escoté para escrutarlo más tarde, un movimiento demasiado natural a la que estaba acostumbrada a pasar.

—¿Que?, ¿Que fue eso?!— preguntó casi gritando, no era momento de ser indiscretos, tomó aire profundamente para luego soltarlo, miró el cielo y las nubes seguían oscuras pero ya no tanto como antes la ventisca había parado y ese gélido aire se había ido, al menos eso, pensó.

—Soy la princesa princesa de Navarre, todo lo que haga, diga o piense tiene una repercusión política y social importante, incluso en la forma en que camino y respiró sigue representando a la familia real y a mi linaje, es lo ensayado y establecido por el protocolo— habló entre dientes para no llamar la atención y que solo ella la escuchara mientras más vendedores se les acercaban con las manos llenas, ¡por las flamas! este recorrido hasta el puerto sería largo, tomó otra bocanada de aire, esto no estaba en sus planes definitivamente.

—Debo mostrar el ejemplo, la libre expresión no es una opción para mí, vamos sonríe tu también o será muy obvio— continuó al ver la mueca de desagrado que había hecho su amiga al ver mas vendedores y negociantes acercándose, la comprendía, seguramente ella no tenía en sus planes tampoco eso y estaba retrasando su llegada a su hogar, como había dicho solo vino por un mandado después de todo, pero para ser justos ella tampoco había contemplado ese imprevisto.

—¡¿Es la princesa?!— preguntó una vendedora ambulante gritando llamando la atención de todos en el mercado tanto mercantes cómo civiles, "Qrugh" una vez más maldijo en silencio, eso podía ser peligroso si su presencia era anunciada podía atraer la atención de no solo pueblerinos si no de personas no tan amables y curiosas como partidarios en contra suya o de cualquiera de sus dos familias, había oposición como en todo reinado, no llevaba a su comitiva estaban desprotegidos solo tenia a ocho guardias y a su amiga que debía proteger en caso de un ataque sorpresivo además de todos los ciudadanos desarmados a su alrededor, debía estar atenta a cada movimiento, así que rápidamente escudriñó todas las salidas de escape, a cuantos metros estaba el puerto, los callejones y avenidas próximas para utilizarlas en caso de emergencia.

—¡¡¡Si es la princesa!!!— afirmaron otros aglomerándose a su alrededor.

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—¿Ahora donde meteré todo esto?— exclamó Violet impaciente y molesta cargando con más ropa, fruta y regalos de los que podía sujetar en sus brazos y regazó, los locales les habían obsequiado desde frutas y verduras de sus propios puestos hasta perfumes, flores y prendas de sus negocios cuando la comitiva se hizo grande y su llegada fue pública, para su buena suerte no hubo ningún atentado contra su vida ni la de sus caballeros ni la de su amiga todo lo contrario, todos fueron demasiado amables y cálidos en recibirla, con palabras armoniosas llenas de respeto o lambisconería dependiendo de quien las interpretase.

Pero se había divertido con todas las expresiones de Lucien al tener que cerciorarse de que nada este envenenado ni fueran de doble intención, todos los suspiros de Sir Arnold y como sus demás guardias cargaban con todos sus obsequios con dificultad, indigandos claro ya que no eran damas de compañía para estar acarreando sus cosas y les impedía desempeñar bien su trabajo como escoltas pero eran demasiados objetos asi que claramente ella no podría cargar con todo y no tenía corazón para rechazar lo que con una sonrisa y gran anhelo le entregaban, ella ayudaba claro, llevaba un bolso de cuero blanco cocido con patrones exquisitos y unos detalle junto a la correa de oro que sobresalían de ella que cargo hasta que la cremallera no pudo cerrarse y dos cestas cargadas a topé de duraznos, chocolates y dulces junto algunas flores y adornos.

El como violet luchaba por no voltear lo ojos frente a todos al escuchar todos los elogios y buenos deseos exagerados que entonaban con fervor y alegría, el como se guardaba sus suspiros no lo creyó pero todo su enojo de hace unos minutos se había disipado tan repentinamente como vino, con todo ese espectáculo que ofrecieron en el mercado y el interés genuino que le mostraron todos los que se le acercaron, había calentado algo en su frígido e inexpresivo corazón.

Sonrió ampliamente antes de contestar a su pregunta con la miraba juguetona que solo anticipaba una gran oleada de sarcasmo o ironía tal vez ambas dependiendo del clima.

—No lo digas— la amenazó levantando un dedo con reproche, su tono de voz indicaba que no estaba jugando, se veía cansada luego de estar fingiendo sonrisas y agradecimientos luego de la turba que las asaltó impidiéndole su caminó, vio en sus ojos que estaba agotada y solo quería descansar probablemente así que dejo sus comentarios para otro momento. Sabía lo extenuante que era fingir tener energías cuando tus reservas ya estaban agotadas junto a una buena actitud.

—Como detesto tu sarcasmo a veces— suspiró la bicolor apresurando su pasó con sus manos llenas

—Vamos, no iba a decir nada malo— se encogió de hombros analizando sus alrededores tratando de predecir cualquier sorpresa no grata.

—Es muy tarde, vamos de una vez— ordenó sin más en tono militar, lo hacía inconscientemente pero no le decía nada ya que se había criado en ese ambiente y seguramente para ella era algo natural de lo que ni siquiera se percataba.

—Ahora cuando vaya de compras te llevaré conmigo para no tener que pagar nada nunca más— luchaba por mantener todos sus obsequios en su lugar y no desparramarlos por el suelo.

—Gracias por admitir abiertamente que me quieres por interés personal— sonrió tenaz jugando con sus bucles desordenados mirando su desordenado ahora cabello, la brisa marina y el ajetreo casi terminan por despeinarla completamente.

—No hay de que, ser sincero te ahorra muchas situaciones incómodas—

—Ya le estás agarrando hilo a las frases filosóficas mi querida recluta— admitió orgullosa inflando su pecho

—Contigo a mi lado no tengo otra opción— exhaló rodando los ojos la bicolor.

Ambas se sonrieron mutuamente luego de esa afirmación, comunicándose calidez y comprensión que solo ellas se podían tener y entender mutuamente al comprenderse muy bien por todos los años de amistad que llevaban ejerciendo, su amistad no se centraba en palabrerías sin sentido más bien nacía de comprensión y admiración de una hacia la otra, sabían perfectamente lo que habían vivido y por lo que habían pasado y eso las había llevado a conocerse y ser hoy en día quienes eran, juntas vivieron ese procesó, así que no era un vínculo que necesitará constantemente de atención ni actos vacíos ni juergas sociales, simplemente sabían que a pesar de la distancia o poca disponibilidad que ambas tuvieran en el momento todo seguiría igual entre ellas sin importar que, o al menos eso creía la princesa así que siguieron su camino satisfechas en un cómodo y reparador silencio para ambas con unas pequeñas sonrisas en sus rostros.

—Rys— la llamó luego de unos minutos de recorrido cuando iban a girar en una esquina ya solo estaban a uno metros del muelle, el olor salado y la brisa se hicieron presentes anunciándolo

—¿Si?— preguntó sin mucha energía

—Vi tus ojos cuando habló de... tu madre y esa pequeña tempestad que apareció de la nada fue difícil de ignorar— confesó Violet acercándose mas a ella para que su conversación fuera más íntima.

—Si quieres hablar de— fue interrumpida

—No, no quiero— afirmó más tajante y sería de lo que hubiera querido.

—Comprendo...— asintió sin mirarla

—Solo, no es lugar ni momento— aclaró luego de unos segundos

—Yo nunca te presionaré a hablar de algo que no quieres ni estes lista para hacerlo— la empujó con su codo para animarla y agradecía enormemente aquello, no era conocida como la persona más expresiva y abierta del mundo pero si hablaba de lo que sentía debía estar segura de que podía controlarlo y en este momento no era uno de ellos, así que le agradeció su comprensión infinitamente.

—Por eso eres mi amiga— admitió con sonrisa ladina y ojos pícaros copiándole el gesto.

—No tienes solución— suspiró la mayor adelantándose de nuevo, caminaba más rápido que ella para ser de su estatura.

Cuando trató de seguirle el paso sintió como uno de sus tacones se enterró en medio de la tierra de un adoquín que se encontraba fisurado, mierda ni siquiera se había percatado de ello por todo lo que cargaba, perdió el equilibrio totalmente desestabilizándose empujando a una persona que se encontraba de espaldas a ella frente a un negocio de empeños por el cual estaban pasando al caminar, escucho como Lucien se apresuraba en acercarse para sujetarla pero caería al piso antes de que la alcanzará, que bochornoso pensó, la llamaría la princesa caída en los titulares de mañana en los periódicos.

Pero el golpe contra el suelo que estaba esperando no llegó y los segundos dudosos comenzaron a pasar así qué abrió los ojos de nuevo esperando percatarse que fue lo que impidió su llamativa caída que ahora ya no serían titulares en los periódicos que su padre y hermano leerían en el desayuno descubriendo su escapada del día anterior teniendo pretextos para castigarla y regañarla.

Pero un hombre la sujetaba desde su canasto de mimbre en donde llevaba la fruta y comida que le habían obsequiado, por eso no había caído era con quien se tropezó al encajarse su zapato dentro del adoquín, se encontraba medio suspendida en el aire ya que lo único que le impedía tocar el suelo era su fuerte agarre por la cesta y como ese hombre sujetaba el mimbre del otro extremo de la canasta sin tocarla, era alto pero no demasiado, de complexión algo musculosa pero no podía ver más allá de eso gracias a la túnica y capa negra que estaba usando.

—Deberías considerar otro tipo de calzado si vienes a un mercado y más en la noche por un puerto madero— sentenció con descaro el hombre que la estaba sujetando, le habló con tal altivez y altanería como si la conociera de toda la vida, quiso reírse al escucharlo, ¡¿quien se creía este pueblerino arrogante?!, ¡por todas la llamas divinas del dragón!, nadie en su sano juicio le hablaba así a la princesa de su reino, ¡a su princesa!, no, si no, quería ser castigado por ello, Jamás en su vida había presenciado tal falta de respeto por parte del proletariado, ¡pero que falta de decoro y educación poseía en todo su ser!.

Estaba usando una capa negra con capucha encima como los que usan las personas que quieren esconder su identidad, un revendedor ilegal tal vez o algún tipo de criminal y con la poca iluminación ayudaba a su estrategia de pasar desapercibido, inculto, sin modales, sin vergüenza.

Con un movimiento que no pareció más que una simple molestia para el la colocó de nuevo sobre él suelo devolviéndole su cesta.

—Estos tipos de caminos no son iguales de lisos y pulidos pisos como los de un palacio "princesa"— dijo lo último en un tono parecido a la despectividad pero quiso ocultarlo con una horrible imitación de pudor y respeto que claramente no tenía ni un ápice de ello en todo su ignorante ser, JA!

¿Y ese loco de donde había salido?, eso le pasa por juntarse con el ganado diría Tarn pero en esa ocasión no se lo discutiría, indignación y perplejidad serían poco acertados comparado con lo que estaba sintiendo en ese momento, pudo jurar que debajo de su capucha vio como una sonrisa de satisfacción enmarcaba su rostro que con tanto énfasis quería ocultar.

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