Alas De Fuego, The Last Princ...

By Dragonempress_

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Basado en Alas de sangre de Rebeca yarros🐲🔥 (Continente original charter) -Mención a elementos de juego de... More

Antes del anochecer
Puesta de sol
Cuatro
Anochecer
Seis
Siete

Dos

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By Dragonempress_

—¡Entonces tendrás que arrastrar mi cadaver al altar porque no me casaré y mucho menos con el enemigo!— los gritos habían subido de tono en el salón real gracias al reciente comunicado que llego desde Poromiel, una propuesta de armisticio a cambio de matrimonio con el sobrino del vizconde Tercarus que era el segundo en linea de sucesión del reino de poromiel, luego de la reina Mayara claro, esta era su prima lejana y ella al no contraer matrimonio ni tener herederos nombro a su primo lejano heredero a la corona para sucederla luego de su muerte. La propuesta inesperada se había hecho presente en el salón del trono; cosa que comenzó a calentar el ambiente más que las chimeneas.

—Cálmate Hija— pidió el rey tomándole las manos las cuales le arrebató inmediatamente con un estirón agresivo alejándose de el.

—¡Lo ves padre!— la apunto —Es lo que has criado— alzó su voz grave acusándola, haciendo que resuene en todo el salón hasta que ella lo sintió resonar en su cabeza y estómago —Una Niña ingrata que no reconoce cual es su lugar en esta familia—

—Es mucho más de lo que se merece— afirmó con desprecio —Una rebelde como tu, deberías estar agradecida que padre te de la oportunidad de ser algo más que la princesa bastarda del reino— la tomó de la trenza de su cabello acercándola a el, a lo que la princesa le regaló una mirada de total rencor ante esas palabras.

—Tendrás a tu propio reino bastardo al igual que tu— se rió de ella susurrándole en su cara estirando su rostro hacia arriba para que pudiera obsérvalo debido a la diferencia de alturas, sacándole al menos dos cabezas y media más a la joven cosa que enaltecía su ego al poder intimidarla mucho más fácil.

—Así te paga por todo lo que sacrificaste por ella, mírala— la soltó abruptamente haciendo que choque contra la mesa.

—Debes castigarla antes de que sea tarde padre—

—No me sorprendería que en cualquier momento nos traicione y junto a los cerdos separatistas cuelgue nuestras cabezas en picas de madera para reírse sobre nuestros cadaveres—

—Una de las primeras cabezas en colgar sería la tuya!!!— le gritó al fin iracunda, dejando salir todo lo que había retenido.

—¡¡¡¿La escuchaste?!!!— la señaló de nuevo hirviendo en colera

—Eso puede tomarse como traición, soy el heredero a la corona y tu acabas de amenazarme de muerte, es la más alta de las traiciones basura maldita—

—Dicen que los bastardos llevan la traición en la sangre ya que se ella nacieron; y no me sorprendería viniendo de ti— afirmó con asco mirándola directamente a los ojos, no esperando que ella le atinara un golpe en su quijada de un momento al otro tirándolo al suelo en donde ella se le lanzó encima para seguir golpeándolo.

—¡Eres una puta al igual que tú madre!— le gritó a su rostro mientras comenzaban a pelear a puño limpió uno sobre el otro, golpe tras golpe, jalón contra jalón.

—Al menos me acuesto con más mujeres que tú fracasado— le dió en su pómulo pero este la tumbo debajo apresando sus manos en un agarre con las suyas. —Y ninguna me rechaza públicamente en los jardines reales por lo impotente que soy— quiso escupirle en la cara pero no este se la tapó inmediatamente con su antebrazo asfixiándola, adivinando su movimiento.

—¡Te cortaré el cuello maldita zorra!— la maldijo antes de sentir la horrible mordida que le había proporcionado en su brazo

—¡YA PAREN USTEDES DOS!— gritó el rey a todo pulmón palpándose el enojó y la desaprobación en cada entonación.

—¡Guardias!— llamó sulfúrico para que ingresaran al salón ya que les ordenaron que salgan al leer el comunicado.

—¡Sepárelos con un demonio!— ordenó apuntándolos mientras se giraba frustrado por el comportamiento de sus hijos

Los guardias rápidamente acataron la orden separando a los jóvenes príncipes que aún se encontraban peleando entre si, tomándolos por la cintura y hombros de ambos a lo que siguieron lanzándose insultos y profanidades entre ellos hasta una vez alejados del otro.

—¡Ambos son mis hijos!— gritó furioso interrumpiendo su riña

—Yo no soy familiar de esa pordiosera— afirmó con desprecio el hijo mayor soltándose del agarre del guardia colocándose correctamente sus prendas de vestir y tomando la corona que se le cayo al pelear.

—¡Lo eres!, te guste o no, ¡es tu hermana, tu maldita sangre!— gritó el rey una vez más

El principe Tarn se volteó irritado dirigiéndose al trono en silencio para sentarse en el y aferrarse a sus posaderas como si este mismo se les fuera a escapar de sus manos. Eso estaba más que prohibido claro. Solo el rey podía sentarse en el trono.

—Ambos ya han avergonzado suficiente nuestro apellido— siguió —Es hora de que tomen sus roles en esta familia con seriedad— se sentó en la cabecera de la mesa masajeando su cien

—¡No es posible que no puedan estar en la misma habitación sin amenazarse de muerte o intentar matarse entre ustedes!— lanzó el plató que tenía frente cayendo al suelo junto a la comida y bebida,

—¡Ustedes deberían estar unidos más que nunca en este momento, ¡no en conflicto!, de lo contrario no necesitaríamos estas estupidas alianzas— tiró el papel al piso.

—Son una vergüenza— afirmó en un tono más bajo —Si estamos divididos el enemigo no tardará en vencernos—

—¡Ustedes no son oponentes con un carajo!!!— les gritó una vez más a lo que sus hijos lo miraron en absoluto silencio Sin atreverse a decir una sola palabra o respirar muy fuerte.

—¡Los de allá fuera lo son!— señalo las puertas del salón. —Todos lo que no sean miembros de esta estupida familia son nuestros enemigos y les aseguro que están disfrutando vernos separados, discutiendo mientras intentamos sacarnos los ojos entre nosotros— habló más calmado pero con un tono tenebroso presente en sus palabras, tono que le recordaba todo lo que vivieron.

—¡Mientras ustedes par de niños mimados e idiotas les están dando el maldito gusto!— se levantó de nuevo de su asiento para acercarse a ellos

—Derribarnos será fácil si no tenemos fuerza para mantenernos de pie y no podremos hacerlo si estamos separados, uno debe ser la fuerza del otro y vice versa, es algo que tampoco sus estupidos hermanos no lo comprenden—

—¡Cam viaja por todo el reino embriagándose y escondiendo su cabeza en los burdeles, porque tampoco quiere ver la realidad, intenta evadirla, como ustedes dos!—

—Y Alarec nos odia tanto que está intentando abrirse camino el solo para ser nuestro propio verdugo, no me extrañaría que cuando se convierta en general los primeros nombres de su lista de ejecuciones sean los nuestros— Alarec era el cuarto hijo de la familia, cuando cumplió los veinte años le dijo a su padre que se enlistaría en infantería como Halden para seguir sus pasos pero fue en secreto hasta el cuadrante de jinetes y cruzó el parapetó como si fuera que estuviera caminando sobre un colchón dé plumas, padre hizo todo para tratarlo de traerlo de vuelta pero una vez enlazado a un dragón poco había por hacer y a el lo había elegido un enorme cola de daga color amarillo, era uno de los dragones más longevos y jamás había tenido jinete, solo lo supo porque Tarn se lo contó cuando fue a verlo con su padre en la ceremonia de graduación del primer año, no sabía de qué hablaron ni si se volvieron a dirigir la palabra entre ellos. Ya que a ella no le comunicaron nada ni la dejaban ponerse en contacto con su hermano mayor desde que se fue, ni siquiera le permitían escribirle alguna carta y todas las que el le escribió, Tarn las quemaba o las rompía frente a ella, diciendo que no valía la pena leer las palabras de un traidor.

Ahora Alarec ya estaba en tercer año, dos años sin verlo y sin comunicarse con el y pronto iría al frente, el don que había recibido era confidencial así qué tampoco sabía nada de eso, suponía que debía ser algo importante para que no sea de dominio público, algo grande suponía.

—¡Cortaran sus cabezas y la de toda la familia si siguen jugando de esta manera!—

—Deberían estar unidos en campaña haciendo planes y estrategias como su hermano mayor lo esta haciendo en el maldito frente— se refería a Halden quién era el primogénito de la familia pero había renunciado a su titulo de heredero para dárselo a Tarn y el ser libre de seguir su sueño en infantería, no le estaba yendo mal para ser sinceros pero era una molestia escuchar a su padre restregárselo todos los días a sus caras, se había vuelto un hábito últimamente.

—Para mantener nuestras cabezas en sus lugares y al pueblo a salvo venciendo a los asquerosos invasores—

—No discutiendo y estirándose de los pelos como dos inmaduros impertinentes que son— ambos hijos sabían que era mejor no hablar o las cosas se pondrían peor

—¡Harán lo que yo les ordené!— sentenció sin oportunidad de tregua

—Tu te casarás con Cordella asegurándo el suroeste del continente— la apunto a ella. —Y tú— miró a Tarn fijamente con esos ojos verdes característicos de los Tauri, ojos verdes esmeraldas que ella no poseía delatando su origen no legitimó como le echaba en cara su hermano mayor una y otra vez hasta cansarse.

—También te casarás—

Aguanto una risa desde él fondo de su estómago, esa afirmación casi hace caer de espaldas a su muy humilde y amable hermano, la piel clara se le palideció aún más y sus ojos tan celestes casi trasparentes, se le desorbitaron aún más como dos faroles en medio de una tormenta.

Ay ese sentimiento de venganza era tan dulce, y ella era adicta a esa sensación, la sensación de ver a tu dulce oponente recibir lo mismo y deleitarte con su dolor, ver como ese brilló en sus ojos desaparece y sucumbe ante la desesperanza y el temor, era su parte favorita. La que más disfrutaba.

—Asegurarás el noroeste del continente— le reafirmó pero Tarn se encontraba sin palabras procesando lo último que le acababa de decir su padre.

—¡Deberían ser la fuerza del reino pero ambos prefieren ver por su propio bien!— el soberano tomó su cabeza ante un mareo repentino que lo hizo tomar la mesa para poder mantenerse se pie

—¡Papá!— la joven corrió a el rápidamente lo sujetándolo antes de que cayera al suelo

—Llamaré al médico, porfavor, no te excedas padre— últimamente estaba teniendo esos mareos y dolores de cabeza frecuentes, y eso había empeorado con el pasar de los días, los curanderos decían que era debido al estrés otros a la presión arterial y los problemas pero su padre no era tan viejo, apenas había comenzado su mediana edad así que el factor de los años no era posible en el.

—Está bien— afirmó el rey sujetando la mano de su hija para impedirle que se vaya

—Si nuestra casa está dividida, entonces estamos perdidos—

—Ustedes junto con sus dos hermanos que también huyen de sus responsabilidades, son los pilares que aún sostienen este reino—

—Si uno cae, todos lo haremos— repitió casi sin aliento cerrando los ojos ante el cansancio

—Son familia, eso quiere decir que deben apoyarse mutuamente aunque no se agraden, ni se lleven bien entre sí, eso no importa. De lo contrario, si se niegan unos a los otros como a su destino solo encontrarán su propio fin—

—Las coronas que llevan en sus cabezas no son simple decoración, tienen peso y ese peso conlleva a obligaciones y responsabilidades que sobrepasan los límites de una persona normal, ustedes no son personas comunes, son la mano izquierda del reinó, la mano que actúa detrás de la derecha en silencio y obedientemente, que hace las cosas más fácil para su compañera incluso si debe cargar con lo más pesado sin que nadie lo sepa, son la base de la que se sostienen todos sin darse cuenta, quien abren los caminos cuando el sol baja y las tinieblas se alzan, a veces quien sostiene el tablero mientras los demás pasan, ese es el significado de ser un príncipe, son la esperanza y el futuro de nuestro linaje—

—Y casarse con personas que no les agradan es el mínimo sacrificio que deberán cumplir para con su reino y deben estar conscientes de eso—

—La corona los hará hacer cosas peores que esa y deben estar preparados para cuando ese momento llegue y no titubear para hacerlo como Alarec y Cam lo están haciendo—

—Eso hacen las familias, porque algo más fuerte que las sangre los une a ustedes cinco—
—Y es ser mis hijos, los príncipes del reino de Navarre, no somos cualquier persona y jamás lo seremos, somos Tauri y ya han manchado suficiente nuestro propio nombre—

—Lo siento padre— se disculpó lagrimeando al verlo de esa forma, era su padre después de todo, tal vez no sea el mejor rey ni persona pero nunca fue un mal padre, incluso luego de fingir su muerte cuando ella era pequeña para estar a salvo. Él la siguió buscando sin perder la esperanza; la buscó por años, a pesar de que le hayan aconsejado y dicho lo contrario. La siguió buscando... Noche y día, por mar y tierra no descansó hasta encontrarla de nuevo y traerla a su lado, la nombró su hija legítima y puso a su nombre todos los bienes y riquezas de su familia materna que habían usurpado; sin importar de que lo acusen, ella lo seguiría queriendo, aún lo seguía viendo con esos ojos de anhelo de un niño hacia su progenitor.

—Andrarys escúchame hija mía— la tomó del rostro con una mano y con la otra sostenía la suya.

—¿Crees que a ninguno le obligaron hacer cosas que no queríamos?— eso le apretujó el corazón, recordando a su madre. Y la relación prohibida que ellos tuvieron, ellos se amaban pero ambos sabían que sería algo imposible de lograr, el siendo el rey y ella general de la fuerzas de Navarre, era jinete de dragón y una de las más grandes guerreras que haya existido, ella nació de esa unión, ella vio a sus padres dar todo el uno por el otro, su madre dio su vida por ellos y su padre empezó una guerra por ello. Grande fue el costo qué pagaron por su amor y querer seguir a sus corazones, conocía perfectamente las consecuencias de hacerlo y el precio de querer hacer lo que uno realmente quiere, sin contemplar la corona que llevan sobre sus cabezas, cosa que la hacía aborrecerla por completo.

—Es nuestro deber como familia real, renunciar a nuestros sueños por el bien de nuestra gente y por la prosperidad del reino, cargamos con algo mucho más pesado que el honor y el deber en nuestros hombros y es el legado que dejaremos al marcharnos, los tauri no somos cualquier familia, lo entiendes, ¿no es así?—

—Lo comprendo pero padre, ¿Crees que parara la guerra solo porque me case con el?— preguntó capciosamente eso no era posible ni en un millón de años poromiel hiciera algo como eso.

—No tiene sentido, seguramente traman algo más— quiso alegar a su raciocinio. —Así que por favor piénsalo—

—¿Crees que te casaras con él para ser felices para siempre?, aún eres tan ingenua mi pequeña— la besó en la frente

—Pero eso demuestra la nobleza y pureza de tu corazón— acarició su mejilla con su pulgar limpiando sus lágrimas

—Jamás entregaría a mi más preciada joya y la del reino a cerdos como esos—

—Te casarás con él, para tomar toda la información y lo que necesitamos para deshacernos de ellos, luego podrás matarlo de la forma en que más te plazca y disfrutes— habló lento y firme para que entendiera el plan que se estaba tejiendo frente a sus ojos y ella no lo veía.

—Te he educado bien, así que se que podrás hacerlo sin problemas—

—Deberías tener cuidado con eso— habló Tarn desde el trono sentado de forma descuidada con los pies sobre los posa brazos con su corona de oro y zafiros incrustados, ladeada hacia un lado sobre su cabeza, sonriendo para sí mismo.

—Es extraño que de un momento a otro muestren interés en la bastarda sin color— su padre lo miró amenazadoramente por aquella afirmación.

—En la impertinente sin color— corrigió de mala gana con un tono pesado arrastrando las letras

—Seguramente la quieren por su sangre, se dice que esas basuras están obsesionadas con la magia y hechicería prohibida, en especial su lider— se levantó del trono en un ágil movimiento dirigiéndose a ellos.

—Tal vez quiera un nuevo conejillo de indas— le revolvió el pelo platinado a su hermana menor burlándose

—¿Y a tí desde cuando te importa?— apartó su mano de su cabeza con un empujón, a lo que su padre cerro los ojos frustrado, esos dos no tenían solución.

—Eres mi hermana después de todo, media e insufrible hermana, pero aún así...— se metió a la boca una uva de la bandeja de plata que estaba sobre la mesa.

—No le daré nada a ese infeliz algo para que nos rete o pueda vencernos— habló con la boca llena sentándose frente a ellos sobre la mesa
—Incluyéndote— afirmó mirándola como si pudiera observar su alma con esos ojos del color del hielo, eso le produjo escalofríos desagradables en todo el cuerpo, de eso se trataba después de todo, de su gran y enorme ego, y el del vizconde ese, una guerra de egos para ver quien se quedaba con la última de su familia, con la última integrante de su estirpe, era como una joya exótica entre muchos diamantes se imaginaba ella, un simple y raro objeto para todos, objetó al cual todos querían poseer para poder enaltecerse a ellos mismos y mofarse de que pudieron conseguirlo, se le revolvió el estómago del asco que sintió en ese momento.

—¿Te opones a esto tú también?— le preguntó el rey

—No me opongo a que se case y se la lleven muy lejos; pero si a que lo haga con el enemigo—

—Podemos buscarle a alguien mejor, como— comenzó a sugerir pero su hermana lo interrumpió antes de que sugiera a alguien que pudiera arruinarle aún más la vida.

—Esta bien, me casaré— afirmó levantándose del lado de su padre.

—Y cumpliré con mi deber con la familia y el reino— ambos hombres incluidos los guardias quedaron atónitos al escuchar eso.

—Haré lo que me pides— afirmó convencida
Padre e hijo sé miraron entre si creyendo que les estaban jugando una broma o tal vez estaban soñándolo; quedaron mudos ante la declaración que acababan de escuchar.

—Me casaré con quién consideres propio, sin protestar ni reclamarte por ello— Agradecían estar sentados de lo contrario ya habrían caído al suelo, "sorprendidos" sería un adjetivo poco acertado con lo que estaban experimentando en ese momento.

—Pero a cambio...— sabían que todo eso no podía ser cierto, dejaron salir el aire que sin notarlo habían contenido dentro de sus pulmones aliviados.

—Me permitirás hacer algo por mi, una última vez, de lo contrario...—

—¿Qué es lo que quieres hija?— preguntó ansioso interrumpiéndola aún sorprendido.

—Me enlisté en la academia de jinetes—informó como si se tratase del reporte del clima en las mañanas. Un silencio ensordecedor se instaló en la sala del tronó.

Escuchó como a su hermano se le cayó la corona de la cabeza resonando en todo el salón por el metal dorado; viendo como el rostro de su padre ahora se deformaba a una expresión de enojo completamente iracundo.

—¡¡¡¿QUE FUE LO QUE HICISTE NIÑA?!!!— gritó desaforado el rey levantándose para tomarla de sus hombros y sacudirla con violencia.

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