Una corte de Estrellas y Liri...

By mirai155

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Lea era una mujer normal. Hasta que despertó en un nuevo mundo. Mientras busca respuestas a todas sus incógn... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Especial de Navidad y Año Nuevo
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19

Capítulo 12

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By mirai155

Capítulo 12

Lea

Lentamente nos acercamos a la cabaña. Ninguno habló, tan sólo se oían nuestras respiraciones pausadas y muy silenciosas, casi como si pensáramos que si respirábamos muy fuerte, algo podría atacarnos. Irónico porque supuestamente la Tejedora ya estaba muerta y no deberían haber mayores peligros, al menos no tanto como ella lo era. Con cada paso que daba, mi cuerpo se iba enfriando y notaba el sudor caer por mi frente despacio, muy despacio.

En una gran zancada, antes de que me pusiera cara a la puerta, Cassian se adelantó y mi visión cambió de la madera a su espalda amplia con sus enormes alas medianamente plegadas. Miré su mano acercarse al pomo de la puerta y mi respiración ya de por sí lenta, casi se detuvo cuando sus dedos lo agarraron. Crujió un poco al abrirse y mientras abría la puerta, chirrió. Un sonido agudo y que me puso los pelos de punta. No sonaba como cualquier puerta abriéndose, parecía tener algo perturbador y desagradable.

Cassian empujó la puerta hasta que la entrada estaba abierta de par en par, mostrándonos el oscuro interior. Dió un paso hacia dentro, fundiéndose con la oscuridad, que apenas dejaba visibilidad del interior; al menos para mis ojos humanos. Afortunadamente, los sifones rojos de Cassian brillaban lo suficiente, iluminando tenuemente algunas zonas. Caminé detrás de él hasta que estuve lo suficientemente cerca que incluso sus alas podrían rozarme el rostro si se moviera o diera la vuelta.

—Supongo que a ninguno se le ocurrió traer una vela o algo.— Murmuré, entrecerrando mis ojos para acostumbrarme a la poca visión y tratar de ver aunque fuera un poco más.

—Parece que no.— Respondió con algo de diversión en su tono.

—Pero es raro...— Miré hacia detrás, la puerta y a las ventanas, estábamos en plena mañana y la luz de fuera, por muy opaca que fuera por la niebla gris, bastaba para iluminar la casa y poder ver claramente. —¿Por qué la luz natural no ilumina este lugar?—

—Si lo supiera ya tendría una solución.— Le dí un golpe en la espalda, en la zona central entre la empuñadura de sus alas. —Ouch.—

—Muy gracioso.— Avancé hacia un lado, alejándome de Cassian a quien me pareció escuchar que soltaba un bufido.

Iba un poco a ciegas, evidentemente, así que estiré mi mano por delante de mi cuerpo para tantear el terreno y arrastraba mis pies, evitando así un posible tropiezo. La luz débil carmesí de los sifones de Cassian sólo iluminaban hasta cierto rango de distancia así que aún habían zonas completamente oscuras.

Me deslicé hasta que mis dedos tocaron una superficie fría y dura, fruncí los labios y apreté los dedos, palpando. Era madera. Una mesa de madera. Moví los dedos por la mesa hasta que un dolor pequeño y agudo me atravesó por uno de los dedos. Solté una maldición baja y alejé la mano rápidamente. Tenía un corte en mi dedo índice, lo suficientemente profundo para que sintiera la sangre gotear.

No pasaron ni dos segundos cuando la gran mano de Cassian cubrió la mía, con cuidado de no tocar la zona herida. Abrí los ojos sorprendida.

—Sangre, te has cortado.— Pude vislumbrar un poco sus cejas ligeramente torcidas, arrugadas.

—¿Cómo lo...?— Suspiró profundamente.

—Lo he olido.— Oh, claro. "Cosas de Inmortales supongo". Pronto sentí un pañuelo en mi dedo, presionando en el corte para hacer que dejara de sangrar. —Se me ha olvidado avisarte de que Stryga tenía la macabra costumbre de coleccionar cuchillos. Ten cuidado. Un corte es suerte porque están lo suficientemente afilados para amputar tu carne sin darte cuenta.—

—Qué bonito.— Dije con sarcasmo. Cassian sonrió, o eso me pareció ver por las luces tenues.

Tras unos pocos minutos, escuché la tela del pañuelo rasgarse y cómo ató esta en mi dedo lo suficientemente fuerte para que no se cayera e impedir que sangrara más. Le agradecí en un susurro, a lo cual asintió.

Cada uno volvió a caminar por su lado, buscando...no sé qué estábamos buscando, supuestamente algo útil pero dudaba que cientos de cuchillos bien afilados fueran a servir de mucho contra Koschei. Seguí arrastrando mis pies con cuidado por la zona, afortunadamente las ventanas que habían me ayudaron a orientarme un poco, eso y Cassian iluminado por los sifones como una bola de luz.

Me había acostumbrado a esta extraña e inusual oscuridad. Era como si desde que su dueña había fallecido, hubiera perdido su esencia, su poder y calidez, por muy tenebrosa que fuera. Noté la sombra de varios objetos apilados en montañas, completamente desordenado. Así que estos eran los objetos que la Tejedora guardaba como premio... No veía bien pero por lo poco que notaba, en su mayoría parecían joyas y armas.

Seguí avanzando, deslizando mi mano izquierda por la superficie dura y fría, notando el polvo acumularse y ensuciar la yema de mis dedos. Limpié esta agitando mi mano y contra mi ropa, algo incómoda por la sensación que dejaba en mi piel. Definitivamente había sido mala idea tantear el terreno de esa forma. Caminé hasta Cassian, que estaba de espaldas a mí, mirando no sé qué, la sombra de sus alas sobre su cabeza viéndose levemente.

No obstante, justo cuando estaba yendo hacia él, algo tiró dentro de mi. Me quedé paralizada, con los labios apretados entre sí y mis ojos completamente abiertos. De pronto algo brilló bajo la montaña de objetos robados que coleccionaba Stryga. Cassian y yo nos giramos rápidamente para mirar esa luz platina, cegadora incluso opacada bajo tantos objetos.

Mi cuerpo se movió hacia la luz incluso si no quería, no era dueña de mis movimientos. Estiré la mano, mis ojos fijos en ese objeto brillante. Hundí los dedos entre los objetos hasta que estos rozaron algo frío, muy frío. Por alguna razón no tuve miedo mientras mis dedos se envolvían alrededor del objeto que parecía ser de tamaño mediano y no muy grueso. Lo saqué despacio, sin importarme que los objetos cayeran estrepitosamente al suelo, junto a mis pies.

La luz se volvió más cegadora cuando finalmente revelé lo que tenía sujeto entre mis dedos.

Una daga.

Una preciosa daga enfundada que brillaba con fuerza, cubierta de esa luz platina. Ahora ya no estaba tan fría, comenzaba a calentarse como un horno en mi mano.

Los oídos me pitaban y si Cassian estaba diciendo algo, no le escuchaba. Estaba completamente hipnotizada por el arma y algo en mi interior comenzó a gritar y rasguñar, obligándome a llevar mi otra mano para desenfundar la daga.

—¡Lea!— Me pareció percibir muy muy lejos.

Con total suavidad, agarré la empuñadura y comencé a empujar hacia arriba...Pero en cuanto se vió el brillo del filo, algo estalló y todo se volvió negro.

***

Cassian

Todo ocurrió más rápido de lo que podía recordar.

De un momento a otro, la oscuridad de la cabaña desapareció sin dejar rastro cuando ese objeto empezó a brillar.

La sensación que me recorrió de pies a cabeza, cada nervio de mis alas, fue escalofriantemente familiar. Y en cuanto ví a Lea en trance acercarse y agarrar lo que parecía ser una daga...supe que no se trataba de nada bueno. La llamé, dije su nombre pero no me escuchaba, no se giró ni una vez en mi dirección, estaba completamente hipnotizada por el arma.

Cuando quise acercarme y hacer que la soltara, fue demasiado tarde. La desenfundó un poco y una onda de poder nos lanzó por los aires. Las ventanas se rompieron, escuchando el tintineo del cristal cuando cayó al suelo en fragmentos; los objetos, la mesa...todo salió por los aires. Cerré los ojos y me tapé la cara en acto reflejo cuando el poder explotó y la luz se intensificó. Mi espalda chocó contra la pared en un golpe sordo.

Poco a poco ese brillo intenso fue apagándose, permitiendo que abriera mis ojos y me acostumbrara de nuevo a la oscuridad. Sin embargo, mi primer pensamiento fue dirigido a Lea. Rápidamente me recompuse y busqué la busqué. Yacía en el suelo, a unos metros de la daga, que también estaba en el suelo y completamente enfundada.

Fui hasta ella y la ví inconsciente en el suelo, con unos rasguños en sus mejillas pero sin ser nada demasiado grave, afortunadamente. Puse mi mano despacio bajo su cabeza, mis dedos hundiéndose en sus suaves mechones largos y negros con cuidado para revisar que no tuviera algún traumatismo. Palpé muy delicadamente con los dedos la zona hasta que sentí una pequeña contusión por el golpe de la cabeza en el duro suelo. No parecía serio pero no quería confiarme.

Lea soltó un quejido cuando toqué la pequeña hinchazón más siguió sin despertar. Maldije por lo bajo, sabía que no era buena idea que viniera. Giré la cabeza hacia la daga inerte en el suelo, ya no brillaba. Me acerqué muy despacio y le dí una pequeña patada. Bien, no reaccionó, como si se hubiera dormido. Me agaché, saqué el pañuelo roto que había usado en Lea antes y cubrí la daga con la tela para luego ponerla en el cinturón de mi cadera, fijándola bien para que no se cayera.

Volví a Lea, aún inconsciente y la levanté en mis brazos; con cuidado de que su cabeza reposara en mi pecho en vez de hacia atrás. Salimos de la cabaña y en seguida alcé al vuelo.

Incluso yo mismo me sorprendí de mi tranquilidad en esta situación. Aún así, aunque mi exterior era calmado, en mi interior algo bullía.

Todo esto...no me gustaba nada.

***

No recordaba la última vez que batí mis alas con tanta fuerza. No es que Lea estuviera gravemente herida, sin embargo lo que acababa de suceder...no tenía sentido. Según Rhys la cabaña de Stryga solo debía tener baratijas de otros Altos Faes y Lores, como mucho. Si es que no habían ido ya algunos a robar después de que la noticia de la muerte de la Tejedora se expandiera por el continente. Así que...¿de dónde demonios había salido esta condenada daga? ¿Por qué Lea se había acercado a ella en trance, como si algo la controlara?

Lo peor de todo es que, el poder que había irradiado de ella, era escalofriarmente familiar. Muy similar a lo que sentí cuando... Abrí los ojo ante la realización y me parece que toda mi sangre se congeló. Sí. Era una locura, sin embargo, era la única que parecía tener sentido en este momento.

"Rhys" Lo llamé en mi mente, con urgencia en mi voz. "Ha pasado algo." Unos segundos bastaron para sentir esa presencia familiar en mi cabeza. "¿Qué ha sucedido?" Su voz resonó, apreté las manos en el cuerpo de Lea mientras volaba. "¿El Caldero ha creado más objetos de los que no tengamos conocimiento?" Mi hermano se quedó callado, un silencio demasiado profundo. "¿Qué ha pasado Cassian?" El tono era firme, grave. Una orden. Humedecí mis labios deslizando mi lengua por ellos pero pronto volvieron a quedarse secos por el viento chocando contra mi rostro. "Lea y yo hemos encontrado algo...o más bien, ese algo nos ha encontrado a nosotros. El poder que emanaba era muy similar al del Arpa, la corona y la máscara." Otro silencio, más largo que el anterior. "¿Dónde estás?" "En camino." "Nos vemos en la Casa del Viento, llevaré a Amren y Feyre. ¿Nesta está allí?" "Debería." Confirmé. "Bien." "¿Rhys?" Una presión de sus garras me hizo saber que seguía ahí. "Lleva a Madja por favor." ¿Ha pasado algo con Lea?" Bajé los ojos a la humana aún inconsciente. "Sólo es para confirmar que no tiene nada grave." "Entendido." Hice una leve mueca con los labios. Después de nuestro tenso momento hace días, no habíamos hablado demasiado pero sabía que siempre podía contar con él. "Gracias hermano." "No te pega ponerte sensible." Me pareció notar un leve tono divertido en sus últimas palabras antes de que se esfumara de mi cabeza.

No mucho después aterricé en la Casa del Viento con Lea aún inconsciente. Aquel hecho me preocupaba. El golpe que se había dado en la cabeza no parecía tan grave como para perder la consciencia tanto rato. En cuanto dí un paso al interior de la casa, Rhys y los demás se asomaron. Ví a Madja, ella asintió y fuimos a una de las habitaciones de invitados donde acosté a Lea en la cama, dejándola en manos de la sanadora.

Me dí la vuelta y los cuatro ya estaban detrás de mí. Feyre parecía la más preocupada al ver a Lea en la cama sin dar signos de despertar. Fijé los ojos en Nesta primero y después Rhys.

—¿Dónde está?— Preguntó mi Rhys. Estiré la mano a la daga en mi cintura, envuelta y bien sujeta y la agarré para después dársela despacio.

—Ahora parece estar durmiendo, pero antes se veía muy viva.— Me crucé de brazos, observando cómo Rhys desenvolvió el arma del pañuelo, mostrando su aspecto. Era aproximadamente de unos 40 centímetros de largo. El mango era corto y de marfil con lienzos plateados enmarcados en las partes superior e inferior del mago. La vaina era de cuero y en la parte superior había otra zona pintada de relieves con una piedra incrustada, ni muy pequeña ni muy grande de forma de lágrima. La piedra era transparente, como si fuera cristal de cuarzo.

—¿La has abierto?— Negué con la cabeza.

—Pero Lea sí. Después de que lo hiciera, algo estalló y nos lanzó por los aires. Cuando volví a ver la daga, estaba en el suelo y cerrada en su vaina.—

—¿Estás seguro de que sentiste el poder del Caldero?— Amren dió un paso al frente. Extrañamente, se veía preocupada por el asunto.

—Es difícil olvidar algo así, anciana.— Ella me dedicó una mirada asesina.

—¿Apareció de la nada?— Asentí con la cabeza en dirección a Feyre. —¿Por qué ahora?—

—¿No es evidente?— Todos miramos a Nesta. —Por la chica.— Señaló a Lea con la cabeza. —Primero aparece en Prythian de la nada, después Rhysand siente el poder del Caldero en ella... Y ahora aparece esa daga.— Nesta no lo decía en tono acusador, simplemente unía los hechos; todos ellos se unían en un mismo camino sin dejar cabida a algo más.

Suspiré con frustración y me dí la vuelta para seguir viendo a Lea, en la cama, dormida y con Madja tocando sus brazos y puntos vitales; revisando su estado. Me acerqué a la cama, cruzándome de brazos.

—¿Cómo está?— Pregunté con suavidad, como si temiera hablar demasiado fuerte y así despertarla.

—Bien, aparte del pequeño golpe en su cabeza está intacta. Pero...— La expresión de la curandera parecía tensa, confundida, mientras palpaba el cuerpo de Lea.

—¿Madja?— Sentí mis hombros encogerse levemente. —¿Qué le pasa?— Ella me miró y luego a los demás.

—Hay...algo raro en este cuerpo.— Susurró.

—¿A qué te refieres con raro?— Habló Amren de nuevo.

—Es como si fuera un cuerpo falso.— La habitación se enfrió y el tiempo pareció detenerse al oír la declaración de Madja.

—Explícate.— Exigió Rhys.

—A primera vista parece que todo esté bien, que es humana y no hay ningún problema. Sin embargo, mientras revisaba su pulso cardíaco entre otras cosas, he sentido algo.— Sentí el pulso subir a mis orejas cuanto más hablaba Madja.

—¿Qué has sentido?— Pregunté lentamente, tragando saliva mientras mis ojos iban al cuerpo dormido de Lea.

—Ese es el problema.— Murmuró Madja, levantando la vista hacia todos y cada uno de nosotros. —Aparte de las cosas vitales y básicas para sobrevivir, no he sentido nada. Solo...como si fuera un cascarón que oculta algo más.—

Nadie dijo nada después de que Madja se fuera, dejando atrás sólo un bálsamo de hierbas curativas para el golpe en la cabeza de Lea.

***

Lea

Cuando desperté más tarde ese día, el sol ya estaba poniéndose por el horizonte, bañando las paredes de piedra con su tono rojizo-anaranjado. Lo primero que ví al abrir los ojos fue una cabellera oscura como la noche, inclinada sobre mí, los suaves mechones cortos moviéndose casi imperceptiblemente delante mío.

—Estás despierta.— Parpadeé despacio e hice un sonido gutural afirmando así mi estado. Me dolía un poco la cabeza y al principio todo parecía girar. —Cuidado, Madja ha dicho que no es grave pero no deberías esforzarte.—

Giré mi cabeza en la almohada con delicadeza, viendo mis mechones negros desperdigados por toda ella. El pelo parecía más negro de lo que era por el color delas sábanas y la almohada, un color claro marfil.

—¿Qué ha pasado?— Mi voz salió ronca y sentía la boca pastosa. Mis ojos se encajaron en los violetas estrellados de Rhysand.

—¿No te acuerdas?— Dijo con suavidad, de una manera que nunca había escuchado venir de él. Al menos no dedicada a mí. Negué con la cabeza, mala idea porque al hacerlo sentí una punzada justo detrás; hice una mueca de dolor.

—Lo último que recuerdo es...entrar a la cabaña con Cassian...me corté con uno de los cuchillos...— Levanté mi mano, viento mi dedo aún envuelto en el pedazo de tela que Cassian envolvió; ahora un poco sucio. —Y de pronto algo apareció. Era un objeto, brillante. Después de eso todo se volvió negro.— Rhysand no dijo nada mientras me escuchaba. —¿Cassian está bien?— No le veía cerca pero reconocía las paredes de piedra y ese aroma que perduraba en el aire. Estábamos en la Casa del Viento.

—Sí. Ahora mismo está en la biblioteca.— ¿Biblioteca? Claro...una ciudad como Velaris, llena de arte y color evidentemente tendría una y probablemente sería igual de fascinante.

—¿Qué has visto?— Pregunté después de unos segundos en silencio. Rhysand no dijo nada pero sus ojos parecieron brillar con una disculpa. Era evidente que el Alto Lord no iba a quedarse conmigo sin una buena razón detrás.

—Parece que eres más accesible mientras duermes.— Intentó bromear. Me obligué a sonreír para que no nos sumiéramos en un silencio incómodo. —He visto lo sucedido desde tu perspectiva y la he comparado con lo que ha contado Cassian, todo coincide.—

—¿Pero?— Era evidente, el tono de su voz implicaba algo más. Y ese algo más...parecía que no se lo había dicho a nadie.

—Después de que ese objeto apareciera, dejaste de ser tú. He podido sentir que algo te llamaba, ¿tú lo recuerdas? ¿O algo similar?— Negué. Rhysand tomó una profunda respiración, su expresión más seria ahora. —Tengo que contarte algo, no te alteres.—

Rhysand comenzó a hablar, despacio y con voz suave, como si tuviera miedo de que fuera a asustarme. Escuché cada palabra que narraba lo sucedido aquella vez cuando intentó entrar a mi cabeza para ver mis recuerdos y pensamientos. Al principio no había nada que me sorprendiera demasiado; me contó superficialmente lo que sabía de mí, de mi vida pasada. Si vió los malos recuerdos no los mencionó, cosa que agradecí. Asentí con la cabeza a cada palabra que decía.

—Supongo que a estas alturas ya sabes qué es el Caldero.— Incliné la cabeza. —Ese día...cuando intenté ver los recuerdos sobre cómo habías llegado aquí... sentí un poder dentro de tí.— Mi ceño se frunció ligeramente.

—¿Qué estás diciendo? ¿Quieres decir que yo tengo...?—

—No lo sé. Honestamente lo dudo, los humanos no son seres que poseen magia. Ni aquí ni en tu mundo. Y en caso de que algún antepasado lo haya tenido, difícilmente hacen acto de presencia. Tú eres de otro mundo, todavía desconozco por qué tienes parte del Caldero en tí pero...intentaré averigüarlo.— Despacio me senté en la cama, apoyando mi espalda en la cabecera de madera.

—...¿Por qué me lo habéis ocultado? Entiendo que al principio fuera sospechosa y de poco fiar, sin embargo...— Cerré los ojos, tratando de reprimir el sentimiento ardiente de la frustración y rabia. —Perdón Rhysand. Simplemente no puedo entenderlo, necesito respuestas tanto como vosotros, tal vez incluso más.— Traté de que mi voz saliera tranquila más no pude reprimir el pequeño temblor al intentar contener mis sentimientos. Incluso mis manos estaban cerradas en puños encima de mis muslos, cubiertos por la suave y delgada sábana.

—Lo comprendo, de verdad. No te lo hemos ocultado porque quisiéramos, necesitábamos un poco de tiempo, para investigar más sobre el tema.— Si algo me había quedado claro en este tiempo, es que Rhysand no era un villano. Quería a su gente, a su Corte y a su familia. Sin embargo era extremadamente protector. Era obvio que no se fiaba de mí, tal vez ni siquiera ahora terminaba de hacerlo; no es que pudiera culparlo. El problema era que sí había esperado un poco más de sinceridad en este asunto tan importante, no sólo para ellos, sino para mí también.

—No obstante es mejor ser cuidadoso.— Terminé de decir, suspirando.

Si Rhysand estaba enfadado o iba a decir algo, no lo hizo.

Un ligero golpeteo en la puerta llamó nuestra atención, interrumpiendo nuestra conversación.

Levanté la mirada de mis manos hacia la puerta viendo a Cassian ahí de pie, con una expresión de culpabilidad en sus rasgos. Había escuchado la conversación "Genial." Pensé con sarcasmo. No hacía falta que dijera más; él también lo sabía y no había dicho nada. Suponía que fue por órdenes de Rhysand.

Ambos machos se dedicaron una mirada rápida que apenas duró unos segundos, tan escasos como un parpadeo. Rhysand se levantó de mi lado y caminó hacia la salida, palmeando suavemente el hombro de Cassian al pasar cerca de él. Este le respondió con un pequeño asentimiento de cabeza antes de clavar sus ojos avellana en los míos. Aparté la cabeza, evitandolo de esa forma. Lo escuché suspirar y se sentó donde el Alto Lord había estado antes, en una silla de madera.

Que ironía. Acabábamos de reconciliarnos por una pelea y ya nos estábamos metiendo en otra, el mundo simplemente parecía ponerse en mi contra.

—Lea...— Comenzó, su voz grave sonando tan suave como una melodía dulce para dormir. Seguí sin mirarlo.

—¿Lo sabías?— Susurré con cuidado, sin querer creer que me había ocultado algo tan importante. "Niégalo, por favor. Niégalo, dime que no lo sabías." Sin embargo las palabras que tanto deseaba escuchar jamás salieron de su boca y apreté los labios, cerrando mis ojos también. "Mierda." Los ojos me ardieron, señal de que las lágrimas estaban acumulándose en ellos, más me esforcé para no llorar esta vez. La última vez había sido suficiente. —¿Por qué no me lo has dicho?— No volvió a decir nada. Apreté las manos en puños y antes de contenerlo, solté una risa sarcástica, seca y fría. —Déjame adivinar, no soy de fiar.—

—Sabes que no es así.— Respondió con una expresión un poco más firme. Levanté la cabeza, la fría sonrisa irónica aún en mis labios. Cassian apretó la mandíbula. —Lea, no es porque no confiemos en ti. Simplemente-...— Lo interrumpí.

—"Simplemente no te conocíamos y era mejor si no sabías algo tan importante como tener un poder así en tu cuerpo."— Terminé de decir con ironía. Sabía que me estaba desahogando con él cuando el único que no había querido revelar tal información había sido Rhysand. Pero él no era mi amigo. Cassian sí. Cassian era mi amigo, yo lo consideraba como tal, alguien en quien confiaba. Y él...me había ocultado algo que sabía que era importante para mi y me concernía. ¿Qué decía eso de él? ¿De lo que yo era para él? ¿De lo que nuestra amistad era? ¿Siquiera había una amistad? Algo en mi corazón se quebró como un cristal al que golpeaban suavemente en el punto adecuado y hacía que se rompiera en mil pedazos.

—Lea...— Levanté una mano en su dirección y negué con la cabeza, haciéndolo callar.

—Vete.— Susurré tan bajo como una caricia del viento a una hoja. Afortunadamente él simplemente soltó un suspiro de derrota, triste, antes de levantarse y caminar hacia la puerta. En cuanto la puerta se cerró detrás de su espalda, sus alas desapareciendo por el borde y con la oscuridad del pasillo, me dejé caer de nuevo en la cama como un peso muerto.

Cerré los ojos. No lloré. No me frustré más. No quería pensar. Así que hundí mi rostro en las suaves y mullidas almohadas, dejando que todo el agotamiento físico y mental se esfumara en el mundo de los sueños. El único lugar donde podía refugiarme ahora, donde los pensamientos intrusivos no me harían daño y podía simplemente no pensar. Estar en todas partes menos en mi cabeza.

Recibí la oscuridad de los sueños con los brazos abiertos, dejando que me envolviera. Me permití perderme y dejar de ser yo, aunque fuera por un instante.

***

Un estruendo hizo eco en lo profundo y más oscuro del pasillo y después de él, el sonido de algo roto en fragmentos cayendo al frío suelo de piedra que parecía tener un color fúnebre, como el aura del macho que lo pisaba. Un hueco apareció en la pared y con ella, la marca de un puño grabado en la roca.

Cassian volvió a maldecir por lo bajo, su rostro retorcido en rabia, frustración y sobre todo, decepción. Decepción de sí mismo. Los mechones oscuros de su pelo caían suavemente a cada lado de sus pómulos, rozándose en una suave caricia. Tenía los ojos cerrados con fuerza y sus dientes blancos apretados entre sí, resaltando los músculos de su mandíbula. El Ilyrio no se había sentido así desde lo que sucedió con Nesta y el Círculo Interno, cuando le ocultaron a su pareja la magnitud de sus poderes y lo sucedido con las armas que ella había forjado.

—Joder.— Volvió a blasfemar con enfado, un gruñido gutural saliendo con la palabra. Y es que lo había visto. Había visto cómo Lea se había cerrado en sí misma completamente, dejando el claro mensaje que ya no confiaba en ninguno de ellos...Y Cassian no estaba seguro de que fuera a volver a hacerlo. Ni siquiera había sido así cuando llegó a Velaris por primera vez. ¿Asustada? Seguro, pero...ese rechazo total y absoluto... Era la primera vez.

El guerrero miró por encima de su hombro al otro extremo del pasillo, la puerta de la habitación de Lea. Por alguna razón, pareció lejana y fría. Algo en su interior parecía gritarle, insistirle en que diera media vuelta y se explicara. Sin embargo apartó la mirada y se alejó cada vez más y más... Hasta que el aroma de la joven humana desapareció sin dejar rastro.

Nada, estos dos están destinados a pelearse una y otra vez JAJAJA 

¡Feliz año nuevo! Atrasado pero oye, mejor tarde que nunca. Sé que disfrutastéis el extra de Navidad, o eso espero. Con este capítulo, retomamos la trama y agarráos porque poco a poco van a empezar los líos. 

Me  puse a pensar cuánto tardaría en finalizar esta historia y por mis cálculos diría que serán unos 20 y algo capítulos, al menos por ahora. Si se alarga o acorta...ya se verá. 

Bueno, nos vemos la semana que viene estrellitas. 

¡Besitos!

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