La Leyenda Áurea

By Kia020

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Esa noche, Xylia nunca olvidaría esa noche, en la que los habitantes del bosque salieron a celebrar sus ritua... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capitulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 23
Capítulo 20
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 21
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 22
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49 (Anuncio)
Capítulo 50 (Nuevo Anuncio)
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55

Capítulo 34

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By Kia020

Neith

Esa bruja emitió una sonrisa fantasmal que dejó mi cuerpo helado. La mujer que estaba detrás de mí, tiró de mi pelo hacia atrás quedando todo mi cuello estirado. Entonces un susurro llegó a mi oido y no pude quedarme más pasmado.

—No sabes lo que acabas de hacer, rubito.

Con todas mis fuerzas, intenté zafarme de su agarre, sin éxito. Era como si me hubiese colocado una losa de piedra encima de mi. Estaba furioso y más cuando noté como la daga empezaba a clavarse en el cuello de Owen.

—¡Eh!¡¡ Ya lo he jurado, dejadle ir!! —grité yo con rabia.

—Querido guardián, el juramento no se ha completado —comentó la mujer que sostenía a Owen—las palabras se las lleva el viento —acabó diciendo con cierto tono sarcástico.

Fruncí el ceño mientras esa mujer con afiladas uñas me soltó el cabello y me dejó ver realmente la escena. Esa Bruja Roja se sacó mi daga del pecho y cuando vi que de la herida y en la daga, no había sangre humana, acepté que aquel ser era una criatura mágica. Su sangre era transparente con un tono negro pero diluido. Aún así cuando la vi acercarse a mí con la daga en alto, chorreando aún con su sangre. Entré en pánico imaginándome lo que podía hacer con ella. 

—¡¡Neith, no lo hagas!! —vociferó Owen quién debió ver mi angustia pero fue callado rápidamente con una bofetada por aquella mujer de la misma especie que la Bruja Roja.

Si lo que me imaginaba era cierto, mi estómago se quejó notablemente. 

Entonces lo supe con certeza cuando se colocó delante de mi y esa mujer que estaba detrás de mi, me volvió a estirar el cuello hacia atrás quedando totalmente expuesto pero esta vez tirando del cuello hacia el lado derecho.  En mis ojos se formaron el malestar, la rabia y el odio que se había ganado esta estúpida y horrible mujer.

—De hoy hasta la eternidad, tu, Neith Woodheart, ex-guardián del bosque, quedas totalmente bajo mis órdenes, permanecerás a mi lado y tu lealtad será grabada en tu piel como símbolo de que ahora eres propiedad de la Corona Roja.

Me removí nervioso cuando esa daga, la que tanto había usado y había forjado yo mismo, fue el arma que se clavó en mi piel sensible del cuello, cortando varias líneas horizontales y luego, formando símbolos que se unían a esas líneas. Gruñí de dolor, mi labio a pesar de estar partido, seguí mordiéndolo provocándome más dolor. Sentí nauseas cuando su sangre entró en contacto con la mía, me sentí incómodo como su sangre se estuviese uniendo con la mía. Me empezó a arder, un fogonazo agonizante empezó a quemar la piel de ese mismo lugar, una vez noté que tras varios minutos, la daga empezó a separarse de mi piel y la Bruja Roja soltó de forma brusca la daga dejándola cerca de mis rodillas. Se giró dándome la espalda y no más me soltó esa mujer, no pude huir, tan solo me puse las manos sobre ese lugar, cubierto ahora por una especie de betún. Cerré los ojos de agonía, ¿qué había pasado? ¿Qué iba a pasar ahora? 

Vomité, vomité del dolor y de lo sucio que se sentía mi interior. No sabía que más hacer hasta que noté al entreabrir mis ojos que Owen yacía acostado en el suelo. 

—¿Qué... le habéis hecho? 

Me ardía la garganta, mi voz mas grave debido al desgaste de mis cuerdas vocales. Pero cuando esa mujer que había estado sujetándome se puso delante de mí, pude ver a una mujer con los mismos rasgos que las demás pero su mirada era hipnotizante, sus ojos con bicromía, hicieron que me fijara que tenía el ojo derecho con el mismo tono que los de la Bruja Roja, de color rojo como la propia sangre humana, mientras que el ojo izquierdo era de color blanco con rayas rojas en el centro. Me quedé embobado observándola, su cabello negro como la noche misma, pero lo más probable es que fuera al dolor que estaba sintiendo.

—A tu amiguito lo hemos sedado, cuando se despierte, no se acordará de nada de lo que ha ocurrido. 

Sonrió mostrándome una descarada sonrisa. No sabía que pensar sobre aquello, nadie se enteraría de lo que había hecho o de lo que había pasado, nadie. No sabía si sentirme aliviado o apenado. Al menos, había salvado a Owen y si en verdad, esa bruja loca cumplía con su palabra, salvaría al bosque. Aunque tenía un presentimiento de que ese pacto, no se acabará cumpliendo.

Rubito, ahora eres uno de los nuestros —esa bruja con bicromía me miró con una sonrisa orgullosa.

Su mirada se clavó en mi cuello, en esa parte aún sensible la cual notaba una carga llena de fuego. Por instinto, guié mi mano para que tocara esa zona, la cual seguía con un poco de líquido de la Bruja Roja. Era pegajosa, una substancia totalmente negra ya que al visualizarlo en mis manos, me quedé con la mente en blanco. No sabría qué habría en mi cuello hasta que me lo viera pero la verdad, es que en mi interior sin yo haberlo querido,se había colado una presencia, era como una voz que me alentaba a seguir a las de rojo. Una fuerza sobrenatural me guiaba a estar con ellas aunque mi mirada, seguía fija en Owen.

Nadie sabría qué había pasado, me estarían buscando pero cuando vi mi saga en el suelo, no me lo pensé dos veces antes de clavarla en el suelo. Una acción que los guardianes del bosque le tenían mucho respeto. Cuando clavabas la daga en el suelo, significaba que era muy poco probable que volvieras, una por haberte sacrificado para que otros se salvaran o por si tenías heridas tan graves, que sabías que no lo ibas a lograr.

Esa era la realidad, todos conocían esta daga, con la que maté y asesiné a cientos de asyhe, y a pesar de no saber lo que hubiera pasado, estaba seguro de que con este gesto, intuirían algo. Así que como dice el lema de los Guardianes del Bosque:

"No hay mayor gloria que el sacrificarse y morir por tus compañeros"

Esa era la realidad y cuando me inmovilizaron las manos con una especie de cadena invisible y mágica, no tuve miedo al ver como la Bruja Roja abría una especia de puerta mágica, un portal muy oscuro. Respiré profundamente, sabiendo que una vez volviera, si es que volvía, me encargaría de que la Bruja Roja hubiese cumplido su palabra.

No me quedaría de brazos cruzados, Xylia debía de volver a casa, con su familia y aunque no estuviera yo, era más reconfortante saber que ella pudo lograr volver.

Así que una vez me puse en pie y empezamos a caminar, sacando en altura una cabeza o dos incluso, a aquella mujeres sobrenaturales dejé que mis recuerdos y mis añoranzas se hicieran eco de aquella oscuridad y que me protegieran a pesar de que ahora estaba todo perdido para mi alma. Nunca volvería a ser el mismo, nunca más volvería a divertirme molestando a Xylia o a los demás guardias, ya no volvería a ganar la competición de caza entre los poblados, ni volvería a tener esas largas conversaciones con Owen sobre el futuro y el día a día. Todo sería distinto.

«No te dejes engañar por los impulsos de tu corazón ni confíes en quiénes pueden darte una solución, Neith»

Las palabras de las Sabia Anciana volvieron a resurgir en mi mente. No me dejé engañar, hice lo correcto y era salvar a Owen y al bosque. Era un guardián quién había jurado mantener a salvo el bosque y aunque eso significara mi sacrificio, lo haría con orgullo.







                                                                                    ⥉





Azael

Pensé realmente que aquella mujer se avergonzaría pero me equivoqué rotundamente. Estaba dentro de la tina, relajado mientras que detrás a unos cuantos metros de mi, se encontraba esa preciosa mujer, ya recuperada. Estaba hermosa, realmente lo estaba, dar igual que se pusiera, ella era preciosa y tenerla allí en esa habitación junto a mi, solo despertaban unos instintos que debía de frenar. 

Me pasé una mano sobre mi cabello mojado, quitándome la mugre y la pegajosa sangre de los asyhe y de los hyik. Todos aquellos seres asquerosos e incansables, habían sido fulminados después de mi aparición en el campo de batalla. Keegan seguía allí, por órdenes mías al igual que partió antes que yo. Habían sido reducidos a cero, ya no quedaba ninguno en la zona noreste del Subsuelo, pero aún quedaba algún frente abierto del que se podía encargar Keegan y Draven a la perfección. 

No había sido difícil, en absoluto pero cada vez que entrabas en una contingente batalla, tan solo tenías ganas de más, de matar a cualquier enemigo que se te interpusiera por delante. Y eso es lo que hicimos, puede ser que maté a más de quinientos asyhe y hyik pero los números no importaban, tan solo importaba el hecho de que en nuestro bando no hubieron bajas aunque si heridos. Todos volverían a casa con sus familias y como rey del Subsuelo era mi deber velar por el bienestar de los míos, así que cuando Keegan me envió un mensaje a través de las sombras, no tuve que pensarlo dos veces cuando aparecí en el campo de batalla al lado de Keegan y junto a él empezamos a exterminar aquella plaga.

Era la primera vez que volvía a casa después de una batalla y sin quererlo, tan solo tenía una persona clavada en mi mente. Quería verla y saber si se encontraba bien. Mataría a todos los posibles asyhe antes de que la leyenda empezara su curso, no iba a permitir que ella se enfrentara a toda aquella masa de maldad. No era su problema si no el de los dioses y a pesar de que ella no sabía absolutamente nada, no permitiría que jugaran con ella para matar lo que ellos no pudieron hacer.

No quería girarme a mirarla porque sino me dejaría cautivar por ella, y este no era uno de esos momentos y menos estando dentro de la tina. Así que a través de las sombras, dentro de mi mente para que ella no lo pudiera ver, se me reflejó su visión. Estaba ligeramente apoyada en el marco de la puerta, su cabello suelto vestida con aquel precioso vestido blanco junto a ese manto sobre sus hombros, parecía estar pensativa mientras observaba mi espalda. Su mirada perdida pero cuando esos labios se movieron, tuve que borrar aquella visión y centrarme en la realidad.

—¿En qué piensas? —preguntó la humana con una voz tan suave como la lana.

Era una pregunta sencilla y que a pesar de no poder contestarle la verdad, estuve agradecido por saber que me observaba.

—En la batalla —contesté centrando mi mirada en la pared.

—¿A cuántos? —inquirió ella.

—No te los puedes ni imaginar Xylia.

Era la verdad, una vez empezabas a matar o gastar tu poder, perdías la noción del tiempo. Tan solo querías que se acabara aquella maldita matanza. Eso es los que siempre me pasaba y aunque ella tan solo supiera un poco de la realidad de esa batalla, era agradable que preguntara por la batalla. 

—¿Keegan también estaba allí? 

—Si —asentí sabiendo que tanto Keegan como Ilyra se habían convertido en sus únicos confidentes a parte, de la bola de pelo que había traído al castillo y que ahora yacía encima de mi cama— y te envía saludos.

Escuché como se reía levemente, pero esa no era la verdad, la verdad era que a parte de enviarle saludos, Keegan había sido muy conciso con lo que quería que hiciera, y era contarle la verdad a Xylia, contarle quién era realmente y porqué la trajimos aquí. No podía hacerlo aún ni como tampoco contarle realmente que era mi destinada. Eran cosas que nunca había sentido ni hecho, nunca he tenido esta sensación tan rara en mi alma ni como la de tener a alguien en mi cabeza constantemente. 

Y aunque sabía que una vez, lo soltara todo, era probable que se me pasara pero no estaba preparado para hacerlo.

—Mañana iremos a la ciudad —anuncié sin ver su reacción pero después de ese silencio que se hizo, supe que debía estar sonriendo o más bien sorprendida.—Floreen te dará el atuendo que llevarás —acabé diciendo yo mientras volvía a mentalizarme.

—Y ahora si no quieres verme desnudo, gírate un momento.

—Oh —fue lo único que dijo mientras noté como se alejaba dando unos pasos y giraba sobre si. 

Cogí una de las toallas, me puse de pie y me sequé la parte de arriba del cuerpo. Luego salí de la tina y me puse la toalla alrededor de la cintura, no sin antes habiéndome secado bien. Entonces empecé a caminar saliendo fuera del baño y la ví, sentada en la cama en dirección opuestas, mirando a la puerta mientras acariciaba a ese volkae. No sé si me escuchó o simplemente no quiso girarse pero verla ahí, tan calmada, me hizo sacar una pequeña sonrisa. 

No había discusión ninguna de que era mi destinada, había tardado novecientos años en encontrarla y por fin estaba ahí, delante de mí y sin saber como decirle que le amaba.

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