Anhelo

By NAE_JAZ_97

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"Anhelo", la culminación emocionante de esta cautivadora historia, guarda para desatar una tormenta de emocio... More

♠️ PERSONAJES ♠️
♠️ Nota de Autora ♠️
PARTE 3
PREFACIO
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Extra: Konexiõ
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22 parte I
Capítulo 22 parte II
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26 parte I
Capítulo 26 parte II
Capítulo 27
Capítulo 28
Extra: Pasado.
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34 parte I
Capítulo 34 parte II
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
PARTE 4
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45 parte I
Capítulo 45 parte II
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60 parte I
Capítulo 60 parte II
EXTRA: COME AND SAVE ME
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64

Extra: LOVE YOU LIKE A LOVE SONG

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By NAE_JAZ_97

Este extra se ubica en el periodo de reconciliación de Alena y Alexander, en los cuatro días que estuvieron ausentes, entre el capitulo 22 y 23 de Anhelo.

—Mmm, apaga eso.

Abro los ojos cuando el celular comienza a sonar sin descanso.

—Alex tengo sueño. —Alena se queja formando un puchero.

«Sigue ronca»

Sonrío al verla arrugar sus cejas; tiene mis piernas envueltas con las suyas, su mano descansa sobre mi torso y su rostro se encuentra encima de mi pecho. Con cuidado, me estiro para alcanzar el maldito celular antes de que termine de despertarse. La aparto con suavidad, y aunque se queja por unos segundos, vuelve a quedarse dormida.

Me levanto viendo a quién voy a matar tan temprano, odio que me molesten cuando estoy con ella, y ahora más que nunca, ya que finalmente hemos encontrado paz después de semanas de agonía. Salgo al balcón y contesto la llamada que llega casi inmediatamente después de la anterior.

—¿Qué mierda quieres? —respondo notando que mi voz está más grave y ronca de lo que debería.

—Discúlpeme, señor, por molestarlo tan temprano, pero es urgente.

—Habla y más te vale que sea importante.

—Es necesario su presencia en Hoffmann Capital, las acciones de la empresa cayeron esta mañana debido a una mala inversión y Randy no aparece, se cree que huyo con el dinero. —dice y la saliva se me vuelvo ácido.

Hoffmann Capital es nuestra mejor empresa en capital de alto riesgo, una empresa fundada por el padre de Jared, la cual ha invertido en más de 250 compañías desde 1972, incluyendo; Apple, Google, PayPal, Stripe, Instagram, YouTube y más, el valor combinado del market value de dichas compañías llega a 1.4 trillones de dólares, el equivalente al 22% de todo Nasdaq.

—Búscalo. —ordeno riéndome para mis adentros, ya que solo un completo lunático se atrevería a robarme a mí.

—Estamos en eso señor, no tardaremos en hallarlo, pero es importante que vaya, hay un caos y debe controlar a la prensa.

—Prepara el Jet.

—¿Quiere que vaya por la princesa?

—No. —respondo, ya Narel sabe que no estaremos por algunos días, Alena no quiere verla, no después de matar varios hombres en una noche, necesita calmarse y no pienso presionarla, ya sé lo que necesitaba saber, por lo que puede tomarse el tiempo que necesite para volver a ser esa arma hecha mujer.

«Mi fénix»

—Como ordene. —Max corta la llamada y yo suspiro hondo, imaginándome lo que voy a hacer a ese hijo de puta que se atrevió a quitarme esto.

Entro en la habitación y me siento al borde de la cama. La ira se incrementa al observarla dormir tan pacíficamente. «Joder» Es hermosa, no me canso de contemplarla. Paso mi mano por su rostro, apartando el cabello que le cubre la mejilla y lo coloco detrás de su oreja. Cada rasgo suyo es aún más delicado cuando está sumida en el sueño, y por un momento, la furia que siento se disuelve ante la vulnerabilidad que emana de ella.

—Nena. —le hablo en voz baja tratando de que se despierte. —Bambi, tenemos que irnos.

—¿Mmm? —murmura y vuelve a respirar bajo.

—Bambi. —insisto acariciando su rostro con calma.

—Tengo sueño. —dice y lo sé, solo han pasado dos horas y media desde que nos quedamos dormidos. No me queda otra que levantarla, la siento sobre la cama viéndola bostezar.

«Maldita sea»

Mi corazón comienza a latirme con fuerza, con solo eso, con gestos que para ella son normales, para mí lo son todo, no hay nada que pueda venir de ella, que no ame y eso me descoloca, saber que tiene tanto poder sobre mí.

Alena se talla sus ojos y los abre segundos después, yo por mi parte me quedo sin la posibilidad de hablar, estoy seguro de que es una maldita bruja, no tengo pruebas, pero tampoco dudas que me ha embrujado.

—Alex son las seis de la mañana. —se queja formándome un puchero, obligándome a reaccionar, me acerco a besarla con ansia, desahogando en sus pequeños labios todo lo que ocasiona en mí. —Joder, así que si dan ganas de despertar. —suelta con una sonrisa separándose, viéndome como seguramente yo la veo, con amor.

Suelta una sonrisita que me eriza la piel mientras se pone de rodillas, la observo deslizar sus manos por todo mi torso, palmando lo que es de ella, se acerca y comienza a dejar una estela de besos por mis pectorales.

—Tenemos que irnos. —la detengo, me conozco y sé que apenas vuelva a fundirme en ella, no saldremos de la habitación.

—¿A dónde? —sigue besándome, obligándome a sujetarla de la cintura, la levanto y ella debe rodearme el cuello con sus manos, sus piernas se entrelazan a mi cintura.

—New York. —le digo y ella se detiene, levanta la cara para mirarme fijamente.

—Creí que odiabas ir ahí. —me dice en voz baja, y sí, lo hacía. Pero eso fue porque no soportaba estar en una ciudad que me recordaba el peor dolor que he sentido en mi vida. Ahora, puedo aceptarlo. Puedo aceptar que perderla me jodió tanto, que llegué a pensar que no iba a sobrevivir.

—Hay problemas en una de tus empresas. —respondo y una sonrisa completa se dibuja en su rostro.

—¿Mis empresas?

—Todo lo mío es tuyo, Alena.

—¿Esto también? —pregunta mientras desliza su mano entre nosotros, masajeando la polla erecta.

—Eso más que nada. —continúo llevándola al baño, entro dejándola sobre el lavabo, me hace un puchero de nuevo cuando aparto su mano de ahí.

—Dijiste que es mío. —se queja.

—Lo es, pero ahora necesitamos apurarnos.

—Alex.

—Nena, debo resolver eso, vamos apúrate. —respondo alcanzado el cepillo de dientes y la pasta dental, se los entrego, pero ella no me lo recibe.

—¿Qué tanto me amas? —pregunta de la nada.

La observo, detallando su rostro.

«¿Cómo mierda me pregunta eso?»

—Vas a empezar, Alena.

—Solo dímelo, ¿Cuánto me amas? —pregunta abrazándome dejando su barbilla en mi pecho, frunzo el ceño, ya que no puedo creer que me pregunte esto, no después de todo lo que hemos vivido.

—Ya lo sabes. —respondo acariciando su cara, podría hacer esto todo el día y no me cansaría, ella cierra los ojos al sentir mis nudillos pasar por su mejilla.

—Sí, pero si tuvieras que ponerle una medida. —sigue y tenso la mandíbula.

«¿Cómo mierda piensa que puedo medir lo que siento por ella?»

—Alena, lo que siento por ti no se puede medir, no hay número ni palabra en la tierra que puede describir lo que siento por ti, no pidas algo imposible.

Noto como sus pupilas se expanden y ese brillo en sus ojos se intensifica.

—Pues yo te amo más que a mí misma, más que las estrellas en el cielo, te amo mucho mi bestia.

«Puta madre»

El aire se detuvo al escucharla decirme así.

«Realmente, me tiene jodido»

—Lo sé.

—¡Alex! —suelta un berrinche, mientras yo siento como las mejillas me comienzan a doler de tanto reír.

—¿Qué?

—Debes decir que tú también. —se le forma otro puchero y niego tomando el cepillo de dientes, le pongo un poco de pasta y se lo entrego, pero niega frunciéndome el ceño, abre la boca logrando que ría de nuevo.

—¿Amanecimos caprichosas? —cuestiono pasando el cepillo por sus dientes.

—Dilo. —apenas y le entiendo, sigo en mi tarea y ella me entierra la mano en las costillas, presionándome.

—Te amo, Alena, mucho Bambi. —le digo pellizcando el puente de su nariz mientras le paso un poco de agua para que se enjuague.

—Espera. —me detiene cuando me doy la vuelta para ir a la ducha.

—¿Qué?

—No puedo. —habla y me cruzo de brazos, no la entiendo.

—¿No puedes qué? Háblame claro.

—No puedo caminar, animal. —suelta y suelto una carcajada. —¡Alex!

—¿Qué?

—¡Asch! Olvídalo puedo sola. —dice tratando de levantarse, pero es inútil, las piernas le tiemblan cuando se pone de pie.

—Haces honor a tu apodo, Bambi.

—Jódete.

—¿Qué me qué? —le cuestiono, rodeándola con mis brazos, sujetándola para que no se caiga.

—¿Por qué siempre debes hacerme enojar? —pregunta ceñuda, volviendo con sus pucheros.

—Mi amor... —guardo silencio al darme cuenta de lo que dije.

«¿En qué me está convirtiendo?»

Parezco un puto adolescente enamorado.

«Enamorado, estas»

—¿Cómo me llamaste? —pregunta segundos después.

—A bañarse. —cambio de tema cargándola con una mano, arrastrándola a la ducha.

—¡Alex! ¿Cómo me llamaste? —insiste, pero abro la regadera, dejando que el chorro de agua la calle. —No se te van a caer los huevos si me lo repites. —sigue y no oigo, así que simplemente le pongo un poco de champú en cabello.

—No te lo puedo creer. —sigue dejándose masajear la cabeza. Enojada, toma la barra de jabón y comienza a pasarla por mi cuerpo, debe apoyarse de mí para que sus piernas no se le doblen. —Agáchate. —pide y lo hago, ella se coloca un poco de champú en las manos y me echa en la cabeza.

—Alena. —la regaño cuando comienza a tallar de más.

—No me hables, estoy enojada. —sigue tomando la regadera, enjuagándome el cabello.

—Al...—guardo silencio al recibir un chorro de agua en el rostro. —Tú te lo ganaste. —suelto arrebatándole el arma.

—¡Alex! —suelta a reír cuando comienzo a enjuagarla, dejándole varios segundos el chorro de agua en el rostro. —¡Me ahogas animal! —sigue y odio que me llame así, así que la tomo de la cintura con firmeza pegándola al cristal con fuerza, ella suelta un gemido de impresión, su pecho sube y baja, pero no me baja la mirada.

—Llámame así de nuevo y tendrás que usar muletas de por vida. —sentencio fundiéndome en ella de una estocada. «Esta lista» Siempre está preparada para recibirme y eso me enloquece.

Alena suelta un gemido tan intenso que toda la piel se me eriza, gruño sobre sus labios al sentir la presión que su coño hace sobre mi verga.

—Arde. —gime sobre mis labios. —Estoy sensible, A-N-I-M-A-L. —se me burla, tomándome de la barbilla y por muy adolorida que este comienza a moverse con mi polla dentro de ella.

—Como te odio. —respondo en medio de un jadeo al sentir como me succiona la polla, es delicioso estar en su coño empapado, disfrutar de la calidez de su canal, es lo mejor que hay en esta puta vida, arremeto con estocadas certeras mientras sujeto sus glúteos con firmeza.

—¡Mierda! —jadea aferrándose a mí, siento como me entierra las uñas en los hombros, pero no me detengo, debe aprender que su dominio jamás sera más fuerte que el mío. —¡Alexan-der! —gime cerrado los ojos y llevando la cabeza hacia atrás. —¡¿Qué haces?! —pregunta abriendo los ojos cuando siente que me detengo.

—Mírame, mira como este animal te revienta el coño. —suelto obligándola a que vea como mi verga entra y sale de ella, su pequeño coño hinchado y enrojecido me suplica que me detenga, pero para su mala suerte me excita vérselo así.

—¡Joder! —jadea alto, ya no le importa que alguien pueda escucharla, y a mí no me interesa que la oigan porque sé que mis hombres no son suicidas, ninguno se atrevería a escuchar a mi mujer gemir así. —¡Más! Dame más duro.

Mis embestidas se vuelven bestiales, pierdo el control sobre su cuerpo, arremetiendo con una ferocidad sin clemencia. Sus jadeos se intensifican, la garganta se le cierra, y siento cómo su cuerpo comienza a convulsionar por el orgasmo que la arrasa. Pero no me detengo, continúo, sintiendo que estoy en el mismísimo cielo.

El placer que su cuerpo me proporciona es inaudito, es electrificante. Sentirla perderse en el orgasmo es como una droga, un elixir que me embriaga. Mis embestidas persisten, alcanzando otro orgasmo solo segundos después, mientras mis testículos cargados golpean su perineo. Mis labios buscan los suyos en un beso cargado de necesidad, porque ella es mi todo, una droga adictiva, el oxigeno que necesito para existir.

Ya no puedo negarlo, no he podido negarlo ni dosificarlo desde que estuvo internada en el hospital. Y aunque mis enemigos piensen que es una debilidad, para mí, es la fuente de fortaleza que requiero. Sin ella, no soy nada, nada. Ni siquiera puedo concebir la idea de perderla de nuevo. Vivo con ese miedo constante, un temor que nunca experimenté antes. Soy una bestia que no le tiembla la mano a la hora de asesinar, tengo un imperio implacable y soy líder de las mafias más poderosas, pero la simple idea de perderla me aterra.

Ahora comprendo que ella está por encima de todo, sin comparación alguna. Amo a mi hija con todas mis fuerzas, un amor inmenso que no se puede negar. Sin embargo, el amor que siento por su madre es indescriptible. Va más allá de lo físico, más allá de los límites de lo terrenal. El amor que ella despierta en mí sobrepasa toda medida y sé con certeza que perderla sería perderme a mí mismo.

—¡Amor, mi amor! —gime mientras me corro desbordándome dentro de ella, llenándola de mí, mi derrame es tan abundante que debo sujetarme de la pared para no venirme con ella abajo, Alena queda temblando mientras que yo trato de regular la respiración. —Yo y mi estúpida boca. —suelta con la voz vuelta mierda.

—Mírame. —la obligo a mirarme, suspiro tratando de recuperar un poco el aire que me falta.

—¿Qué pasa? —cuestiona con voz seria.

—Prométeme que no te perderé. —le pido pegando mi frente a la suya mientras sigo sujetándola, sintiendo su suave piel.

—¿Qué pasa? ¿Por qué me pides eso?

—Alena.

—Alex, mi amor mírame. —me toma el rostro obligándome esta vez a mí a mirarla. —¿Ya me dirás que te pasa?

—Pasa, que tengo miedo Alena.

—¿Tú? —pregunta incrédula.

—Sí, yo, tengo miedo bambi, así que prometeme que no te perderé de nuevo.

—No lo harás.

—Promételo entonces, Alena tiendes a poner tu vida en riesgo, haces lo que se te pega la gana cada que quieres, y está bien, para eso me tienes, puedes hacer lo que desees, pero promete que siempre volverás a mí, no importa qué.

—¿Quién eres y que hiciste con el frio de mi marido? —pregunta, pero al ver mi rostro sus gestos cambian a unos más serios. —Disculpa, es que... Alex, esto es nuevo.

—¿Nuevo?

—Sí, el que te muestres así, vulnerable, es nuevo para mí.

—Es culpa tuya.

—¿Mi culpa?

—Si Alena, tu culpa, gracias a ti ya no puedo respirar, si no tengo cerca, gracias a ti ya no concibo una vida lejos de tus brazos, Alena yo...

—Lo sé. —me interrumpe pegando su frente de nuevo a la mía. —Sé como te sientes porque es lo que yo siento, Alexander, eres mi todo, así que no tienes que pedirme que no te deje, porque simplemente no podre hacerlo.

Asiento, aferrándome de nuevo a sus labios. Sé que afuera reina el caos, pero honestamente me importa una mierda. Ninguna cantidad de dinero puede comprar este momento que comparto con ella.

Noticiero en Vivo: Crisis Financiera en Hoffmann Capital

Buenas noches. Les traemos una noticia que ha sacudido los cimientos del mundo empresarial en el país. Hoffmann Capital, uno de los conglomerados más influyentes, está atravesando una crisis financiera sin precedentes. Se acusa al grupo corporativo de estar involucrado en una estafa millonaria contra una de las compañías más importantes de la nación.

Hasta el momento, el CEO de Hoffmann Capital, Alexander Hoffmann, no ha emitido ningún comunicado oficial. La situación ha dejado a inversores, empleados y al público en general en vilo, esperando una respuesta ante las crecientes especulaciones sobre el futuro de la empresa.

Estaremos actualizando la información a medida que se desarrolle. Desde la redacción, les mantenemos informados. De vuelta a ustedes en el estudio...

—Apaga eso. —Alex entra a la recámara con un carrito de comida.

—No creo que debas estar aquí. —le digo, preocupada, no sabía que la situación en la empresa fuera tan grave.

—Aquí es donde debo estar. —me dice acercándose, se sienta al borde de la cama y comienza a darme de comer.

—No soy una niña chiquita, puedo comer sola. —le digo y solo sonríe sin dejar de darme comida.

Ni en mis sueños más audaces podría haber imaginado que algún día se abriría así conmigo. Sé que me ama, pero también sé que le resultaba difícil admitirlo; su orgullo siempre había sido una barrera impenetrable.

«No siempre, Alena»

Sonrío al recordar esos momentos especiales en la cabaña, Seattle y en la isla. En aquel entonces, pude vislumbrar el pesar en sus ojos, la lucha interna que enfrentaba para expresarme sus sentimientos. Pero esto es diferente; ahora, su apertura es tan natural. No necesito exigirle ni pedirle, porque Alexander intuye de manera innata qué es lo que necesito, incluso antes de que yo misma sea consciente de ello.

Y, admitiéndolo, me encanta. Es como si un santuario de mariposas viviera en mi estómago, revoloteando con cada gesto que él dirige hacia mí. Cada acto suyo me llena de emoción, como una niña pequeña en una fábrica de chocolates. Disfruto de cada momento en que me mima, me consiente y cumple cada uno de mis caprichos.

—¿En qué piensas? —pregunta metiéndome una fresa a la boca.

—En ti, siempre pienso en ti.

—¿Y qué piensas?

—En lo mucho que me gusta esta versión de ti. —soy sincera. —Me encanta este Alex que es así solo conmigo.

—Una versión que solo tú conocerás.

—Tu excepción. —aseguro y él no me contradice.

—Mentira no es. —suelta y siento como las mejillas se me enrojecen.

—Dices que yo soy la bruja, pero siempre logras que me enamore más de ti, como si eso fuera posible, te amo más cada día.

—Que te puedo decir, soy yo.

—Y volvimos. —suelto cruzándome de brazos. —Definitivamente, "Humildad" Es algo de lo que carece la familia Hoffmann.

—¿De qué hablas? Soy el ser más humilde que ha pisado este planeta.

—Ajá.

—Alena, no hay cosa más humilde que admitir que una mujer de cabello rojizo me gobierna, nunca digas que carecemos de algo, nada nos falta.

—No puedo contigo. —suelto incorporándome, debo hacerlo con calma, ya que todo me duele, apostaría que los ovarios se me cayeron hace unas horas. —Pero ya, en serio, creo que es importante que vayas, estás perdiendo mucho.

—No interesa, puede esperar unos días.

—Alex, vamos.

—¿No quieres estar conmigo? —cuestiona con voz fría, los ojos se le apagan de inmediato.

«Joder, que voy a hacer con él»

—No dije que fueras solo, dije que vayamos, o sea juntos, no me gusta perder dinero.

—No estás perdiendo nada, cada segundo que respiras te haces más rica.

—¿Qué tanto?

—Bueno, gano dos millones de dólares cada minuto, sin contar lo que se genera en el trafico de armas. —suelta con simpleza mientras yo me atraganto con mi saliva.

«Puta madre»

—Alex es mucho dinero.

—¿Ahora eres alérgica?

—No, pero joder, de haber sabido, no te hubiera pedido ochenta mil dólares cuando trabaje para ti.

—Alena, no puedes llamar a eso trabajar. —responde y le golpeo el pecho.

—Como querías que trabajara si no me dejabas de provocar.

—¿Yo? ¿Te recuerdo quién se dejó besar por un hijo de puta? —suelta de manera fría. —Ya me enojaste. —agrega tratando de levantarse, pero su acto queda a medias cuando me subo encima de él. —Bájate.

Ya no me sorprende para nada que lo sepa, ahora sé que nada se le puede ocultar a este hombre.

—En mi defensa él me besó.

—Y por eso el hijo de perra se quedó sin lengua. —confiesa con arrogancia, su confesión me estremece, aún no asimilo que sea tan sádico. —Si Alena, le corte la lengua, los labios, brazos y parpados, y haré eso con el que se atreva a volverte a poner un dedo encima. —suelta de manera dominante y debo tragar seco.

—No...—guardo silencio, trato de decir que no era para tanto, pero el solo imaginármelo besando a otra hace que me vuelva loca de celos. —Dejaste que te llamara amo. —le reclamo formando un puchero involuntario. —No me gusto.

—¿No te gusto?

—No, nadie tiene derecho a llamarte amo, solo yo. —me acerco a besarle el cuello mientras siento como baja los tirantes de la bata liberando mis pechos, siento como pasa el pulgar por los pezones erectos, los toma y tira de ellos provocándome jadeos.

—Así como nadie tiene derecho de tocarte Bambi, solo yo Alena, solo tu marido puede disfrutar de ti. —Su voz grave me eriza la piel obligándome a asentir.

—Solo tu mi amor. —le aseguro besando el lóbulo de su oreja mientras saco su polla, paso mi mano por el falo palpitante, y me separo para verla, la boca se me vuelve agua cuando veo el capullo ancho soltar ese líquido transparente que tanto me gusta.

—¿Quieres?

—Sí, un poquito. —Alex pasa su pulgar por mi boca y yo lo tomo mordiendo la punta, el malestar persiste así que con ayuda de él me acomodo quedando de rodillas frente a él. —Déjame terminar. —lo sentencio, odio que se salga antes de poder probarlo.

—¿Tienes hambre?

—Mucha. —respondo pasando mi lengua por todo el largo de su polla, siento como los muslos se me vuelven mierda por la humedad, me concentro en el capullo, lamiendo solo un poco sin apartarle la mirada, noto como todo sus músculos se tensan, como se le disparan las venas de la V y del cuello. —Rico. —gimo metiéndome como puedo su tamaño a la boca, es enorme, nunca puedo meterla completa al primer intento.

Siento el sabor salado de su virilidad mientras me aferro a sus muslos y comienzo a mamarle la polla con hambre, con ansia, no puedo describir lo mucho que me gusta tenerla en la boca, lo bien que me sabe.

—¡Mierda nena! —Alex jadea y su rostro se contorsiona de placer, sus iris se expanden, su mandíbula se tensa, sonrío sacándome la polla bajando hasta llegar a sus testículos, me meto uno a la boca y sigo chupando, lamo y succiono arrancándole gruñidos viriles que logran estremecerme completa. —Bambi, nadie te la va a quitar. —suelta y no hago caso, sigo follándole la polla como una completa posesa.

Las venas que marcan el relieve del falo se ensanchan mientras solo se puedo escuchar los sonidos que provoca mi garganta cuando me la deja ir completa, no es de los que pierde el control y me gusta, gimo cuando me toma de la nuca y comienza a follarme la boca de manera bestial, sale y entra de mí con rapidez, logrando que suelte arcadas, siento como las lágrimas bañan mis mejillas, pero aun así no me da tregua.

—Eres una maldita bruja. —jadea y sonrío con su polla dentro, sale en medio de un gruñido y levanta el falo para que vuelva a prenderme de sus bolas, sigo, sé que está a punto de derramarse, por lo que la llevo a mi boca para recibir todo, Alex presiona mi cabello con fuerza, su abdomen se contrae y cierra los ojos cuando se corre, llenándome la garganta de su derrame.

Trago, pero es tanto que se me desborda por las comisuras de los labios. Termino por separarme, lamo lo que quedo en mis labios y vuelvo a tomarla, quiero más no he tenido suficiente.

—La quiero entre tus tetas. —ordena con la voz agitada, asiento poniéndomela en el valle de mis senos, la siento palpitar, tomo mis senos, estrujo su polla, mientras ambos vemos como el capullo entra y sale de mí.

—¿Te gusta? —le pregunto con voz mimada mientras paso la lengua por la abertura de la cabeza, chupo un poco y sonrío, ya que por eso me excita, que su polla sea tan grande que pueda meterla a mi boca y a la vez pueda hacerle una rusa, hace que mi sexo palpite.

—Me encanta. —suelta tomándome del nacimiento del cabello, sus caderas comienzan a moverse de forma rápida. —Eres una golosa Bambi.

—Pero como te encanta que sea así. —sigo pasándole la lengua por todo el contorno, la polla se le enrojece más cuando muerdo un poco.

—¡Joder! —gruñe y vuelve a meterla completa, su verga pulsa sobre mi lengua mientras siento como me llega hasta la campanilla, las comisuras de los labios me arden, es demasiada polla para mi pequeña boca, pero no flaqueo, que mi madre no parió a una cobarde, sigo correspondiendo su voltaje mamándole la polla que resta con las manos. —Traga, Hexe. —gruñe con voz dominante, se corre esta vez con menos fuerza, pero aun así no deja de alimentarme.

Sonrío, dejándome caer sobre la alfombra, mi respiración esta vuelta un caos, agradezco cuando veo como la polla no pierde su dureza, es que pocos como él, más bien, no hay ningún hombre en este planeta que folle como mi hombre, sería imposible y me encanta que sea solo mío.

—En cuatro. —me ordena, pero apenas y puedo moverme, lo del baño me dejo con las piernas vueltas nada, no puedo ni levantarme.

—Tengo el coño sensible. —le hago un puchero que de nada sirve porque me levanta con firmeza, la bata cae a mis tobillos dejándome desnuda de la cabeza a los pies. —Alex, si vuelves a penetrarme no lograré caminar. —hablo en serio, si vuelve a estar en mí es desgarre seguro.

—No me interesa. —suelta arrojándome sobre la cama, mis piernas se abren y noto como tengo el coño hinchado y rojizo.

«Santa madre»

Trago seco al verme, las mejillas se me acaloran, nunca me había visto la vagina de esa forma.

—No lo dirás cuando no puedas follarme en semanas. —le digo con miedo, cubriéndome el sexo con una mano. —Alex, mi amor tengo miedo.

—Deja de ser tan caprichosa, Alena. —sigue. —Ábrete. —pide y maldigo ¡Dios! Sé que me va a encantar, pero ya me vi en el hospital, saliendo en silla de ruedas.

Mis piernas se abren por voluntad propia dejando mi coño expuesto, pero Alex no me toma, se pone de rodillas y suelto un gemido amplio cuando pasa su lengua caliente por todo mi sexo, el alivio de su saliva sobre la piel sensible es la gloria.

—¿Se calmó un poco? —pregunta con una sonrisa traviesa.

—Sigue, Alex no te detengas. —suplico abriendo la boca y respirando de manera irregular cuando veo a semejante semental perderse en mi coño, lame, no es agresivo, pero si me come con ansia, abre mis pliegues y veo como se prende de mi coño.

—¡Oh, mi Alex! —gimo contorsionándome cuando las olas de placer me avasallan, me aferro al colchón cuando comienza a alimentarse subiendo y bajando, lo siento en todas partes, en cada centímetro de mí, su lengua es un vaivén desde mi clítoris hasta mi entrada, siento como introduce sus manos en mis glúteos, levantándome para tener más acceso.

—Ábrete Bambi. —pide y lo hago abro mis piernas más, dejando que lama, chupe y succione, mis jadeos se vuelven incontrolables cuando siento dos de sus dedos puntearme detrás, estoy tan mojada y tan excitada que sus dedos se resbalan con facilidad, me penetra por ambos lados, de un lado su lengua taladra mi coño mientras que del otro sus dedos entran sin descanso por detrás.

—¡Mierda! ¡Ale-xander! —jadeo, apretándome con fuerza los pechos, mi cuerpo se arquea queriéndolo levantar, pero Alexander me somete con su otra mano, me toma el abdomen bajándome, mis piernas comienzan a temblar, su lengua se apodera de mi clítoris, lamiéndolo, succionando de tal forma que los ojos se me ponen en blanco, la razón se me va y la mente se me llena de estrellas cuando me corro sobre su boca, el sudor de mi cuerpo me baña, la adrenalina me pone al límite de lo real. —¡Alex, sí, si así, ah! —gimo aferrándome a mi cabello cuando me estremezco sobre su boca.

Las convulsiones no cesan, así como él tampoco deja de devorarme, dándome el mejor oral hasta el momento, y digo hasta el momento porque este hombre siempre se supera, los jadeos me cierran la garganta, siento que el corazón está a punto de estallarme cuando el tercer orgasmo me avasalla.

Sonrío ya que no es solo su polla la que logra darme semejante placer, es un maestro en todas las áreas posibles, nada le queda corto y me lo demuestra cuando el cuarto orgasmo arranca de mí hasta la ultima gota, me corro y escucho como traga todo lo que produzco.

Quedo temblando, incapaz de emitir algo más que no sean pequeños gemidos.

—¿Pido que te suban la silla?—pregunta y lo miro mal.

—¡Jódete!

—Alena. —me regaña, pero es su culpa que esté caminando tan despacio, el hielo solo ayudo un poco a desinflamar el área, pero aún sigo sensible.

—En vez de estar ahí deberías ayudarme. —le pido cuando cada paso que doy se siente peor que el anterior.

—¿Cómo?

—Cárgame. —le pido de forma caprichosa, a este paso no llegará a su junta.

Me costó una buena dosis de persuasión lograr que aceptara viajar a New York. Tuve que hacerle la promesa solemne de encerrarme con él durante setenta y dos horas para que finalmente accediera. Estaba tan débil en ese momento que tuve que salir del hotel en silla de ruedas. Fue, sin duda, la peor vergüenza de mi vida. Afortunadamente, solo Max tuvo el "privilegio" de presenciarlo. Si los demás hombres de Alexander me hubieran visto, probablemente hubieran organizado mi entierro en vida.

¡Qué humillación!

Pero no me quedó más remedio. Alexander seguía tan enojado que cargar conmigo en ese estado hubiera sido la gota que colmara el vaso.

—Descuida, te espero, después de todo fue tu idea venir ¿No es así? —sigue con las burlas.

—Deja de actuar como niño chiquito, era importante, es importante, los socios te están esperando Alex, es mejor que vayas solo. —suelto, rindiéndome a la mitad del proceso, sentándome en el sillón más cercano.

No puedo engañarme; no podré estar sentada tantas horas con este malestar. La situación me hace pensar que se pasará toda la noche ahí, incluso que pasará días encerrado arreglando todo el desastre que hizo su administrador.

—¿Duele mucho? —pregunta de forma más sería, se acerca hincándose en una solo rodilla tomando mi rostro.

—Dime la verdad ¿Eres bipolar? —le pregunto y niega.

—Es solo que, odio esto, alejarme de ti.

—Yo igual, pero estaremos toda la vida juntos, que más da unas horas. —digo y su sonrisa se expande.

—Eso es verdad.

—Anda ve. —Insisto y Alex se levanta dejando un beso en mi frente.

—Haré que una doctora te revise.

—Estoy bien, solo necesito descansar.

Alex no dice y más y se va, lo de esta tarde me dejo tan agotada que no puedo regresarme a la cama, me dejo caer en el sillón quedándome dormida.

—Alena, ¿A dónde vas? —Max detiene mis pasos cuando salgo del hotel.

—Quiero pasear un poco, hace mucho no vengo a esta ciudad. —le digo, la realidad es que extraño a mi marido y quiero distraerme.

Lleca apenas doce horas fuera, pero ya siento que es una eternidad.

—¿Le avisaste?

—Le dejé un mensaje, pero no respondió, imagino siguen encerrados ¿No es así?

—Sí, la situación se complicó más de lo necesario, pero es Alexander, no hay nada que no pueda resolver.

—Lo sé, espero que no le tome mucho, anda, trae la camioneta, salgamos un rato. —Max asiente y mientras él va por el auto, me dispongo a observar la ciudad, que ahora se presenta ante mis ojos de manera diferente. La gran Nueva York ha perdido parte de su esplendor; las calles están más despejadas, y los edificios, antes majestuosos rascacielos, yacen en diversos estados de destrucción.

«¿Cuánto desastre armó?»

Nunca tuve la fuerza para ver lo que se ocasionó por mi culpa. Jamás indagué sobre cómo quedó la ciudad, pero ahora, al observar los alrededores, es evidente que Alexander no mentía al decir que volvió la ciudad mierda. Donde antes se alzaban imponentes rascacielos, ahora solo quedan escombros y estructuras aún en construcción. Las calles, antes llenas de vida, ahora reflejan un ambiente más sombrío y desolado.

Los estragos en Central Park son notorios; logrando que se forme un nudo en mi garganta cuando asimilo que todo esto fue gracias a mí.

—No te culpes. —la voz de Max me hace salir de mi cavilación.

—Es que, es inevitable, no puedo creer como quedo todo.

—Bueno, la verdad es que ahorita se ve mucho mejor a como estaba hace un par de años.

—Max no ayudas.

—Alena, ¿qué esperabas? Sabías que Alex jamás descansaría hasta dar contigo. De no ser por tu video, no hubiese quedado piedra sobre piedra. Eres todo para él, Alena. Es mejor que entiendas de una vez la importancia que llevas en tus hombros, porque mientras tú estés a salvo, el mundo lo está.

Sus palabras me erizan la piel, estoy convencida de que Alexander, de alguna manera, anhela liberar la bestia que yace en lo más profundo de mi ser. Sin embargo, el temor se apodera de mí. Me asusta la posibilidad de que no exista nada que pueda contener la fuerza de nuestra conexión, el huracán de emociones intensas y, sobre todo, el miedo por aquellas personas que no tienen culpa alguna de que nuestro amor sea un vendaval de destrucción.

—¿Qué tanto poder tiene Max? —le pregunto en un hilo de voz.

—Tiene el poder para destruir el planeta en solo unos segundos, es por eso que hasta el presidente de esta nación está a sus pies, los Hoffmann Alena son más que un conglomerado, mucho más.

—Vamos. —digo subiéndome a la camioneta, no quiero pensar de más, ni preocuparme por cosas que todavía no suceden, alguna vez escuche decir a Jared que Melissa era su ancla, que ella lo mantenía contenido, sé que lograré hacer lo mismo con Alex, que Narel y yo lograremos calmar a la bestia que nace dentro de él.

Pero eso tendrá que ser después de deshacernos de las malditas ratas, aún no sé como lo haré para encontrarlos, pero algo se me ocurrirá.

—¿A dónde vamos, señora? —pregunta el chofer y la realidad es que no sé a donde ir.

—Da una vuelta. —le pido y Max me mira por el retrovisor.

—¿Me permites elegir el lugar de destino? —pregunta y lo observo confundida.

—Bien.

Contemplo cómo los imponentes edificios se desvanecen a lo lejos mientras avanzamos por la avenida principal. El tiempo parece transcurrir con rapidez, y en poco tiempo llegamos a nuestro destino. Mis manos se aferran a la manija del auto, sintiendo una mezcla de emociones cuando ingresamos al edificio donde compartí innumerables momentos con Alexander. La nostalgia se apodera de mí, recordando cada rincón, cada risa compartida y cada suspiro que resonó en estas paredes.

El estacionamiento privado despierta el recuerdo vívido de mi segunda entrada, ya que la primera vez, Alex me llevó por el elevador principal del edificio. Sonrío al rememorar cómo me enfadé al verlo abarrotado de gente ese día.

Los recuerdos, como una ráfaga inesperada, comienzan a encajar en mi mente como piezas de un rompecabezas. Son efímeros pero están aquí. Me visualizo desvistiéndome en medio de este estacionamiento, subiendo al auto que me regaló por primera vez, donde intercambiamos nuestros primeros acuerdos. Cada rincón de este lugar cobra vida con memorias que yacen en lo más profundo de mi mente.

—¿A dónde vas? —pregunto a Max cuando lo veo subir a la camioneta.

—Creo que es mejor que entres tu sola. —me dice y asiento, me giro sobre mis pies y avanzo hasta llegar al elevador privado, el que mi huella lo abra, me genera una sensación de emoción y nostalgia, miro por todos lados y una sonrisa se vuelve a dibujar en mi rostro.

—¿Qué haces?

—Reparando mi error, profesora.

Casi puedo tocar ese momento, en el que cumplió una de mis fantasías, mi piel se eriza e inevitablemente vuelvo a sonreír, esto era mi hogar, lo fue desde la primera noche y no quise aceptarlo, no quise aceptar que me enamore de él desde que lo vi en aquel bar, que no fue solo sexo, nunca fue solo eso.

Tiemblo al caminar a la puerta, las manos me sudan, así que debo limpiar mis manos en mi pantalón antes de poner la huella, Max no me dejaría solo si no pudiera pasar, lo sé bien, pero el que la puerta se abra con mi huella me genera nuevamente mariposas en el estomago.

Aquí siempre fuimos nosotros, nunca tuvimos que fingir, y si bien hubo momentos intensos, como aquella vez que me dijo que me fuera después de mis pesadillas, hubo más momento felices.

—¡Dios! —un gemido escapa de mí al ver el desastre en lugar, lo recordaba más limpio, recordaba una enorme pecera con medusas, pero estás ya no están, los muebles están llenos de polvo, en el piso hay sin fin de botellas vacías, el cristal del bar está hecho pedazos.

Las lágrimas me inundan de nuevo al suponer lo que debió vivir aquí, el dolor de estar aquí sin mí, y no es que sea arrogante, o que este mi ego hablando, sino que sé que para mí sería un infierno tener que vivir aquí sin él.

Mis piernas por voluntad propia siguen avanzando, llego a su oficina y el ver la puerta despedazada por fuera, con arañazos de As me corta la respiración.

—Recuerdo claramente cuando llegué a su departamento tres días después de tu partida, As ladraba desesperadamente, intentando abrir la puerta, en ese momento Jack y yo tuvimos que forzar la puerta para entrar y al hacerlo lo encontramos encerrado en su oficina, con una botella de whisky en la mano, mirando fijamente la caja fuerte misma que estaba vacía...

Debo sujetarme de la puerta antes de caer de bruces contra el suelo, al ver la oficina de Alexander vuelta mierda, los muebles están volcados, la computadora y tablet se encuentran despedazadas, hay botellas en el piso, me imagino la escena que una vez me platico más y el corazón se me quiere salir del pecho.

—¡Oh mi amor! —sollozo al imaginarlo aquí. ¿Cuánto sufrió? No lo sé, no puedo imaginármelo aquí, salgo cuando no puedo seguir viendo más, avanzo, hasta llegar a la que era mi recámara y está esta justo como la deje, toda mi ropa está aquí, mis cosas, el reloj que me regalo yace encima del mueble, es como si el tiempo se hubiera detenido aquí.

«¿Por qué no tiro nada?»

Sigo viendo el lugar, viendo como no fue capaz de mover ni una sola prenda, entro al baño y mi champú y acondicionador sigue en su mismo lugar, nada cambio, me limpio las lágrimas una y otra vez, pero es inútil no puedo dejar de llorar.

«Dios, Alena ya paso»

Lo sé, sé que ya todo quedo en el pasado, pero duele, me duele el que él haya tenido que pasar por esto solo, me duele y me llena de ira el haberlo abandonado, el haberme alejado y negarle el derecho de conocer a Narel.

«No fue tu culpa»

Eso también lo sé, sé que no lo fue y por eso tengo tanta rabia reprimida, salgo de mi habitación y avanzo entrando a nuestra recámara, entro encontrándome con la cama desatendida, aquí igual están todas sus cosas, no movió nada, ni el peine que deje en el buro, ni mis pantuflas, nada se movió de aquí, lo mismo sucede en con el baño y ya por último entro al cuarto rojo.

—¡No puede ser! —suelto al ver que ya no hay nada, esto fue lo único que no está como lo recuerdo, solo es un cuarto rojo sin ningún mueble, las cuerdas, los látigos, las esposas, nada está aquí.

Los recuerdos de este lugar me estremecen, así que me siento aquí, no sé por cuanto tiempo recordando lo que compartí con él, ellos me jodieron la mente tanto que hay momentos que no recordaba y aquí, al menos puedo revivir lo que pase con él.

—¡Basta! —grito limpiándome las lágrimas, no voy a llorar más, no sé merecen que sigamos sufriendo, así que me levanto, camino por todo el pasillo hasta llegar a la sala y tomo el teléfono esperando que haya señal, que siga habiendo internet y luz, para mi sorpresa sigue habiendo así que marco el numero de Max.

—Señora.

—Necesito que me traigas bolsas de basura, detergente para limpiar el departamento, guates y un mandil. —le pido.

—Alena puedo contratar un servicio de limpieza.

—No, quiero hacerlo yo, por favor, que suban las cosas que necesito.

—Enseguida subo todo.

—Gracias.

—¡¿Dónde lo pongo?! —Max debe gritar debido al escándalo que tengo.

—De ese lado se ve bien. —Le señalo el lugar y sigo bailando y cantando Mr. Blue sky.

Tengo a todos mis hombres haciendo quehacer; aunque inicialmente quise hacerlo sola, el departamento estaba mucho más sucio de lo que imaginé. Me tomaría días terminarlo por mí misma, así que decidí pedirles que me ayudaran. Ahora, los veo a todos con pequeños barquitos de papel en la cabeza mientras barren el piso de mi sala. Es difícil contener mi sonrisa, ya que no estoy acostumbrada a ver a estos hombres con traje y mandiles realizando las tareas domésticas.

—¡Señora, terminamos con la oficina! —un guardia me habla y asiento emocionada, dejo lo que estoy haciendo y me encamino a ver como quedo.

—Faltan muebles. —digo mirando al guardia, el cual baja la vista. —Descuida, puedes verme.

—Señora, por favor, todos queremos vivir. —suelta el hombre acomodándose la corbata.

Rodeo los ojos, es una regla tonta, es inevitable que me vean.

—Te lo estoy ordenando yo. —suelto con una voz más autoritaria. —Vayan por muebles, quiero que mi esposo encuentre todo impecable.

—Como ordene. —se retira y yo me regreso con Max a limpiar el enorme cristal.

—¿Me puedes decir por qué diablos la regla aplica para ustedes? —le pregunto y Max solo ríe.

—Parece que no lo conoces, estuve a punto de morir porque tu traje de baño se fue en mi maleta Alena, entiende a los pobres hombres que trabajan para ti.

—Solo digo que si tanto le molesta que me vean, ¿Por qué ponerme tanta seguridad? Digo bien podría poner mujeres a mi disposición, somos capaces.

—No lo discuto, pero el señor valora su cuello.

—¿Qué quieres decir? —pregunto y Max levanta una ceja cruzándose de brazos.

—Déjalo así. —suelto entendiendo por qué demonios no hay mujeres aquí. —No estás limpiando bien. —le digo señalándole la mancha.

—¿Dónde?

—Ahí. —me acerco, pero me tropiezo con la cubeta de agua, Max es rápido, me toma de la cintura evitando que caiga al suelo. —Uf, eso estuvo cerca.

—Tenga más...

—¡¿Me pueden explicar que mierda pasa aquí?! —La voz de mi marido irrumpe en el lugar, Max me levanta más rápido que nada y baja la cabeza saludando al malhumorado, el cual tiene la mandíbula tensa, sus ojos son lava, se le nota el cansancio.

—¡Sorpresa! —suelto acercándome a él, le rodeo la cintura con mis brazos y levanto el rostro para que me determine. —Estamos haciendo quehaceres, quita esa cara.

—¿Qué tú qué?

—No empieces, Maximiliano quiso contratar un servicio de limpieza, pero me rehusé, quise hacerlo yo misma, tu hija una vez me dijo que es bueno para dejar ir el pasado, no recuerdo sus palabras exactamente, pero dijo que es como limpiar tu alma. —le digo sonriéndole, necesito que no sé altere, no quiero discutir.

—Tú no tienes por qué mover un dedo. —responde mirando con frialdad a Max.

—Déjalo en paz. —intervengo y creo que lo arruine, ya que Max me mira de manera suplicante que me detenga.

—Discúlpenos señor, no vuelve a pasar.

—Salgan. —ordena el gruñón con voz autoritaria.

Todos se retiran dejándome a solas con él.

—Apaga eso. —me dice separándose de mí, se quita la corbata y maldice bajo al no encontrar ninguna botella de alcohol.

«¿Ahora como lo arreglo?»

Jamás pensé que llegaría tan pronto, pensé que llegaría hasta más tarde o mañana, tal vez, cuando viniera lo esperaría con una cena y con solo una corbata puesta, estilo Julia Roberts en mujer bonita.

Pero no, tuvo que llegar justo en el momento en que Max me tenía en sus brazos

Me acerco a apagar el estéreo cuando Love You Like a Love Song de Selena Gomez se empieza a reproducir.

Sonrío y dejando la música comienzo a cantar, acercándome a él.

—¿Qué haces? —pregunta, pero lo ignoro, tomo sus manos y lo jalo para que baile conmigo. —Alena no estoy de humor.

Eres hermoso, como un sueño hecho realidad, increíble, un milagro seleccionado, lírico, me has salvado la vida otra vez y quiero que sepas, bebé —canto y doy vueltas con él. —Yo, te amo como a una canción de amor, bebé, yo, te amo como a una canción de amor, bebé, canta conmigo ¿Sí?

Alexander suspira y, al jalarme, me atrae hacia él con fuerza. Levanta mi barbilla y se prende de mis labios, besándome con hambre, como si fuera la primera vez. Devora mis labios, dejándome sin la capacidad de pensar, y sin verlo venir, comienza a bailar conmigo. Sus brazos me rodean con ternura, y puedo jurar que oigo los latidos de su corazón. En este momento, no tenemos que dar explicaciones de nada, el pasado ya no importa. Ahora solo importa este momento, un momento que quedará grabado en mi mente para siempre.

—Te amo tanto, tanto. —susurro sobre sus labios, sellando mis palabras con un beso lleno de amor. En medio de una sonrisa plena, Alexander me gira en mi lugar y, ¡Puta madre!, su sonrisa ilumina mi mundo. Mis latidos se desbocan, pero no hay rastro de enojo en su mirada, lo cual me alivia profundamente.

🎵Boy you played through my mind like a symphony
There's no way to describe what you do to me
You just do to me what you do
And it feels like I've been rescued
I've been set free
I'm hypnotized by your destiny
You're magical, lyrical, beautiful
You are
I want you to know baby

I, I love you like a love song baby
I, I love you like a love song baby

—Pensé que tomaría más tiempo. —le pregunto acurrucándome en su pecho, sintiendo como pasa su mano por mi cabello.

—No hay nada que no pueda arreglar, Alena.

—¿Pagaste no es verdad?

—No te preocupes por eso.

—¿Cuánto? —cuestiono, lo conozco, no soy tonta, no pudo arreglar semejante problema en tan solo unas horas, debio comprar a mucha gente.

—Docientos...

—¡Alex!

—No preguntes entonces lo que no quieres saber, Bambi.

—¿Ese hombre si te robo no es verdad?

—Sí, pero descuida, ya no dará problemas.

—¿Qué le hiciste?

—¿Qué no le hice? Es la pregunta correcta, Alena.

—¿Dime? —insisto, quiero conocer sus alcances, irme acoplando a esta vida con él, quiero saber hasta donde es capaz de llegar.

—¿Quieres verlo?

Asiento y Alex solo mira su reloj en sus manos.

—No falta mucho. —me dice besando mi frente para después acercarse a encender la televisión, me siento en su regazo mientras mi corazón sigue latiéndome con fuerza.

—¿Lo van a televisar? —pregunto, pero no obtengo respuesta, Alex solo comienza a besarme el cuello, me deshago todita en sus brazos, su mano es diestra a la hora de hurgar dentro de mi playera. —Frío. —Sonrío al sentirlo, en realidad estoy tan caliente que no se sintió, pero me gusta como gruñe en mi cuello, y entonces lo veo.

En las noticias, observo la impactante escena del administrador de Alexander, o más bien, lo que queda de él. Su torso cuelga grotescamente del puente Brooklyn, acompañado por su cabeza y piernas. En su frente, una palabra tatuada: "Ladrón". La reportera atribuye el brutal acto a una mafia que el administrador habría estafado, pero sé la verdad. No fue obra de ninguna mafia; fue mi marido quien se encargó de ese despreciable hombre. La venganza de Alexander se muestra cruel y despiadada, un recordatorio escalofriante de hasta dónde puede llegar cuando se trata de proteger lo suyo.

—¿Te excita bambi? —pregunta subiendo mi vestido.

—No. —Trato de sonar segura, pero no sé por qué mierda el coño me palpita tanto.

—¿Entonces por qué aprietas los muslos? —pregunta y bajo la mirada, viendo como tengo las piernas apretadas, siento como sus dedos se untan con mi humedad. —Estás muy mojada Hexe.

—¡Alex! —gimo sobre sus labios, sintiéndome poderosa en brazos de este hombre cruel y despiadado. —No pares mi amor. —sigo abriendo mis piernas para darle más acceso, Alex comienza a masajearme el clítoris con firmeza, trazando círculos certeros que provocan jadeos incontrolables.

—Nadie, Alena, nadie que se meta conmigo vive para contarlo. —interfiere y comienza a decirme como lo hizo, como torturo al hombre, como lo hizo suplicar, obligándolo a devolverle todo, y sé que no debería excitarme esto, sé que es enfermo, pero no puedo contener el calor que nace de mí, me prende sobre manera su poder, su dominio, sigue y pareciera que estuviese diciéndome palabras cursis de amor porque mi coño es como un manantial, produciendo tanta humedad que los sonidos de mis fluidos comienzan a sonar más fuertes, conforme su relato avanza.

—¡Ahhh! ¿Y? ¿Qué dijo? —pregunto entre jadeos, no me reconozco, no soy yo, eso lo sé.

—Suplico, como la maldita rata que es. —continúa con los besos calientes, mientras que sigue estimulándome, me contoneo sobre la polla erecta que no para de palpitar debajo de mí, y entonces cuando me describe como le arranco los brazos y como lo decapito me corro soltando un gemido tan profundo, el orgasmo me arrasa llenándome de un calor inusual, un calor que no había experimentado, encontrando un nuevo fetiche en mí.

—¡Oh por Dios! —suelto y Alex arremete con más fuerza, obligándome a cambiar lo que solté. —¡Alexander!

—Así está mejor bambi. —suelta saliendo de mí, dejando su mano en mi muslo, he perdido la fuerza, por lo que me recargo en su pecho tratando de regular mi respiración.

—Quiero vivir aquí. —le aclaro segundos después. —Al menos por un tiempo, y claro, después de atraparlos, deseo vivir aquí.

—¿Por qué? —cuestiona, llenándome el rostro de besos, mimándome.

—Porque aquí fui inmensamente feliz, antes de que todo se viniera abajo, fui muy feliz aquí contigo mi amor. —le digo y su mirada se apaga. —Lo sé, sé que para ti no lo fue y con más razón, quiero encargarme de borrar cada momento desagradable, quiero que Narel juegue con As y Nina, y quiero prepararles de desayunar y ver películas en este sillón, quiero todo Alex, aquí.

—Alena, esto no es nada para tu hija.

—¿Como que no? Es más que suficiente.

—No Alena, ella merece una mansión, una mansión que yo le pienso dar.

—Pero...

—Descuida, si conserve este lugar fue porque siempre supe que traería de vuelta, este será solo nuestro lugar. —me asegura y sonrío.

—Quiero de vuelta mi cuarto rojo.

—Lo tendrás.

—Quiero a mis medusas.

—Las tendrás.

—Y quiero seguir siendo inmensamente feliz contigo, mi bestia.

—Y yo contigo Bambi. 

¡Dios! DIje que solo seria un extra de cuatro mil palabras pero no me extendi de más. Es que amo verlos juntos. 

Me encanta escribir a un Alex mas humano, con sentimientos y vulnerable solo con su bambi, saber que ella es la unica que puede saber que él es asi me llena el estomago de mariposas como Alena. 

Y si es nuestra bestia, pero es un ser de carne y hueso. Espero les haya gustado este extra tanto como a mi. 

Las amo. ❤️

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