La Leyenda Áurea

By Kia020

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Esa noche, Xylia nunca olvidaría esa noche, en la que los habitantes del bosque salieron a celebrar sus ritua... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capitulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 20
Capítulo 25
Capítulo 21
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 22
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49 (Anuncio)
Capítulo 50 (Nuevo Anuncio)
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61 (Especial)
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68

Capítulo 33

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By Kia020

Neith

Era la hora, el maldito momento que había querido evitar pero que finalmente tuve que enfrentarme. Si la intención de esa bruja era engañarme, no lo conseguiría. Me mantendría centrado en las palabras que la Sabia Anciana me contó, ella debía de saber algo porque si no, esas palabras nunca hubieran sido pronunciadas. 

Tuve que enviar a Sage y a Lucca lejos de ese lugar, sabiendo que no quería que nadie más se percatara de aquel odioso encuentro. También sabía que Owen se quedó haciendo compañía a Ariel quién desgraciadamente se había declarado en rebeldía, tan solo una respuesta para el trauma que perduraría para siempre si no encontrábamos a Xylia.

Todos los malditos días le rezaba a la Diosa Madre en busca de una redención para la pobre Xylia, todos la necesitábamos de vuelta. Parte del poblado, empezaba a vivir de forma natural como era cotidiano pero muchos de nosotros, de los guardianes, nos aferrábamos a la idea de encontrarla. Las imágenes de ella completamente magullada y engrillada, me ponía la piel de punta y la ira me carcomía por dentro. Hubiera preferido ir yo mismo, me hubiera sacrificado por ella como lo hubiera hecho Owen. Tan solo tenía dieciocho años y a pesar de sacarle tan solo unos tres años, me rompía el corazón que se la hubieran llevado con esa edad.

Esa misma sensación que ya conocía, envolvió el ambiente y provocó que me estremeciera. No tenía miedo de una bruja, porque yo era el mejor guardián de esta generación, haría cualquier cosa para proteger el poblado y su gente. No iba a dejar que me engañara y menos que atacara a la ciudad. 

De pronto la vi, después de que un remolino de aire tan helado como el invierno mismo, con la misma ropa y con esa misma mirada demoniaca. Su cabello gris brillante y sus dientes negros afilados hizo que me acordara de la primera vez que la ví. Me mantuve en posición de ataque, tensando el arco y apuntándola directamente a ella. 

—Me engañaste, Bruja Roja —solté con desprecio fijándome en esas runas sobre su piel blanca.

Ella sonrió aún más pasando su lengua por sus dientes. 

—Yo no te engañé guardián, tan solo te aconsejé que leyeras los documentos de la Sabia Anciana —tensé la mandíbula.

¿Esto iba a ir así? Si quería que jugáramos, lo haría. No estaba dispuesto a que nadie se aprovechara de la horrible situación que estábamos para c

—¿Para qué, para saber qué eres la maldad personificada o que, en verdad, tan solo quieres utilizarme? —pregunté enfadado.

En cambio, la Bruja Roja se pasó una mano por su cabello. No parecía dada en absoluto, la verdad es que estaba muy calmada, tan calmada que empecé a cuestionarme que estaba tramando algo.

—¿Sabes quién me puso estas horrible runas en la cara? 

No respondí pero ella continuó mirándome caminando de un lado a otro, distrayéndome con la mirada.

—A esa maldita mujer a la que llamáis Diosa Madre, tuvo la santa indecencia de sellar mi maldad, mi poder,  y proteger este bosque de ella, enviándome junto a los demás aquelarres al Subsuelo del que una vez me convertí reina hasta que, a mi gente y a mí nos exiliaron —se detuvo, su mirada fría y su rostro pétreo, parecía tener sed de venganza —es hora de contraatacar y la única que puede borrar estos sellos, es esa estúpida niña.

—¿Xylia? —pregunté abrumado, sopesando sus palabras.

Esa maldita bruja quería volver a su hogar, el bosque. ¿Porqué la Sabia Anciana no me contó nada sobre esto? ¿Porqué lo omitió?

—Parece que la Sabia Anciana no te lo ha contado todo, ¿no es así? —la miré con desprecio.

Ya me preguntaría más tarde porqué la Sabia Anciana guardó esa información ya que lo crucial en estos momentos era centrarse en la amenaza que suponía esa mujer.

—¿Porqué Xylia? —necesitaba saberlo todo, recoger toda la información posible.

Esa bruja suspiró y tuve el presentimiento de que parecía molesta.

—Tiene el don de la luz, infundido por la Diosa Madre, ella es la heredera de la estirpe dorada y si la Diosa Madre me colocó estas runas con su poder, esa ingenua humana podrá quitármelos.

Todo aquello era realmente difícil de digerir. Me quedé helado, sin palabras. ¿Estirpe dorada? ¿Heredera?
No sabía que dstaba pasando pero aquella información no me estaba gustando en absoluto y menos saber que esa maldita estaba empezando a tomar las riendas de este encuentro.

—Nos vas a utilizar a todos —murmuré lo más bajito posible.

Esa mujer sonrió y con sus manos empezó a hacer unos símbolos en el aire. La miré estupefacto aún sabiendo que debía pararla pero antes de que pudiera hacer algo, una barrera de color rojizo se instauró entre ella y yo.

—¿Qué mierda es esto? —pregunté enfadado.

Mi arco tensado, listo para disparar aunque quisiera hacerlo, algo dentro de mi interior me lo impedía.

—Esto, mi querido guardián, es la barrera que hay entre mi magia y la abstinencia de ella, haré que puedas cruzarlo con o sin tu consentimiento aunque con ciertas consecuencias.

Fruncí el ceño molesto, me estaba hartando. Ella no mandaba sobre mí, sería poderosa pero yo era inteligente. Así que intenté calmarme, respirando profundamente y sabiendo que debía sonsacarle sus planes.

—¿Porqué debes de hacerme cruzarlo?

Intenté sonar ingenuo aunque a la vista se notaba que mi mente estaba trabajando fríamente para encontrar y unir toda la información posible.

—Eres mi mejor baza en esta guerra, tu y yo haremos grandes cosas.

Reí descaradamente cosa que le impactó a ella, tanto que esa barrera empezó a diluirse aunque no del todo.

—¿Qué es lo que te hace tanta gracia? — preguntó la Bruja Roja notablemente molesta por mi actitud.

Bingo, había que continuar así.

—Que pienses que vaya a ayudarte o que te esperes que esté a tu lado.

—¿Ah sí? ¿Eres tan imbécil como para no entender que puedo hacer lo que me plazca contigo? 

Volví a sonreír maliciosamente y entonces lo ví, sus ojos parecían la sangre misma y sus runas brillaban. Estaba enfadada y cuando la barrera se disolvió, lo vi claro. Disparé con agilidad y precisión sin entender cómo esa flecha se desintegró en cuestión de segundos, antes de llegar al pecho de la bruja.  

Entonces antes de que pudiera defenderme de su ataque, ella poniendo como una desquiciada, lanzó una barrera parecida a la que había creado anteriormente pero esta vez más potente y con más fuerza ya que esa misma barrera me lanzó por los aires y provocó que me estrellara contra uno de los troncos más cercano. Gemí de dolor ante el impacto y luego, al caer al suelo. Todo mi cuerpo estaba adolorido, mi arco salió volando y cuando quise ponerme de pie de nuevo, me encontré a la Bruja Roja delante de mí, observándome de arriba a abajo con descaro.

—Tu decides, guardián, o por las buenas o por las malas.

Escupí la sangre que se acumulaba en mi boca al haberme partido el labio. La miré con las cejas arqueadas, lucharía hasta que mis fuerzas desaparecieran, no iba a dejar que me utilizara o que me usara para conseguir sus sádicos objetivos.

—¿Tengo opciones? —pregunté atrevido mientras me recostaba contra el tronco y la miraba con una sonrisa bastante forzosa.

—Contesta —gruñó la bruja, impaciente.

Suspiré con esa misma sonrisa en mi rostro. Si iba a morir, moriría en ese mis lugar, por mi poblado, por mis amigos y por Xylia. Sin pensármelo, saqué mi carácter más desenfrenado y atrevido, tenía que creérmelo y dejar que por una vez, ser una persona formal y siempre centrado en hacer las cosas bien, se fuera al garete.

—Creo... que me decanto por las malas, Bruja Roja.

Antes de que pudiera reaccionar, ataqué embistiéndola con mis piernas barriéndola y haciendo que cayera. Seguidamente, con rapidez, saqué mi daga, bien escondida en mi espalda y la lancé lo más rápido que pude y cuando impactó en el hombro izquierdo, centímetros más arriba de mi objetivo, gruñí de rabia pero ella, en cambio de dolor. 

Supe que era el momento, así que me dispuse a acabar con ella pero unas manos me frenaron golpeándome en la espalda y cayendo al suelo, alguien con un aroma diferente al de la Bruja Roja, se abalanzó sobre mí y gruñí intentándome zafar.

—No te resistas, rubito

Era una voz femenina, dulce pero letal. Me tenía sujeto, su agarre poderoso.

—Ahora ya no podrás escaparte.

Intenté recobrar el aire, después de aquella actividad cargada de adrenalina. ¿Quién era esa mujer que estaba encima de mi ? Intenté moverme de nuevo, consiguiendo que tuviera que sujetarme con más fuerza pero todo cambió cuando escuché varias pisadas, eran dos personas mientras escuchaba los soplidos de la Bruja Roja mientras se ponía de pie.

—¡¿Qué es esto?! ¡¿Qué sois?! ¡¡Neith!!

Se me paró el corazón, de una forma tan brusca que pensé que iba a morir. Era una hija de puta, la mataría. Esa era la voz de mi mejor amigo, del hombre a quien le habían arrebatado a su hermana. Ahora su cara, golpeada y con la ceja partida. Su cara horrorizada, probablemente al ver todo aquello, al ver lo que había estado escondiendo por días.

—Hermano, tranquilízate —proliferé mientras intentaba sonar calmado pero cuando lo hicieron arrodillarse y esa mujer que lo sujetaba le puso una daga en su cuello, entré en pánico.

Esa mujer llevaba llevaba el mismo atuendo que la Bruja Roja pero en cambio, su apariencia era más joven, no tenía runas en su rostro, sus ojos eran marrones y su cabello, al igual que sus ojos.

—Hayra, no lo mates... aún —la Bruja Roja habló con suplicio. 

Mi corazón iba a mil, ¿porqué habían metido a Owen en todo esto? 

—Zawna, ponlo de rodillas.

No hizo falta que esa mujer hablara para notar como levantaba mi cuerpo hasta colocarme de rodillas. Sus pétreos manos clavándose con profundidad como si fuera una tonelada.

Conecté mis ojos con los de Owen, estaba angustiado y sus ojos llenos de horror. No podía involucrarlo, no podía dejar que lo mataran.

—Mira guardián, tienes dos opciones, jurarme lealtad y no matarlo o matar a todo el mundo delante de tus propios ojos, destruir tu mundo y matar a la humana, tu eliges.

Tragué nervioso, aquellas palabras pesaban más de lo que aparentaban.

—¿De qué habla? ¿Quién es, Owen?

Quise contestarle pero no encontré las palabras para hacerlo porque tenía miedo, por segunda vez en este corto período de sucesos traumáticos, tuve miedo, horror.

Pero ver como esas brujas nos sometían, era peor aún.

—Vamos guardián, cuentalé todo lo que sabes.

《Y una mierda》No iba a permitir que Owen caragara con aquello, si hacía falta moriría con toda aquella información y me la llevaría al Más Allá pero no dejaría que se cargará la consciencia de mi mejor amigo. Ese chico que estuvo en cada momento difícil, fácil, divertido o odioso. Siempre estaba él y ahora, debía de recompensarle.

—Si te juro lealtad, ¿prometes dejarlo en paz y no asediar a nadie? —proliferé yo con la voz más grave que nunca antes había emitido.

Evité los varios comentarios de Owen, sus quejas y sus sollozos. No me iba a interponer con la gran decisión que iba a tomar.

En cambio, la Bruja Roja gruñó asintiendo. Así que antes de emitir aquellas palabras,miré a Owen,intenté sonreír y transmitirle tranquilidad,el pobre no entendía nada pero no hacía falta que lo hiciera. Cerré los ojos y dejé que el aroma del bosque, de la naturaleza,me inundara las fosas nasales. Los abrí y contemplé el bosque, el cielo y el sol. Era probable que fuera mi última vez admirando la verdadera belleza. Sin más suspiré hondo y anuncié lo más pesado que nunca antes había tenido que decir en mi vida:

—Yo, Neith Woodheart, guardián del bosque, te juro a ti, la Bruja Roja, mi lealtad.

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