La Leyenda Áurea

By Kia020

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Esa noche, Xylia nunca olvidaría esa noche, en la que los habitantes del bosque salieron a celebrar sus ritua... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capitulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 20
Capítulo 25
Capítulo 21
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 22
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49 (Anuncio)
Capítulo 50 (Nuevo Anuncio)
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61 (Especial)
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68

Capítulo 30

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By Kia020

3 días, 7 horas y 20 minutos era todo el tiempo que llevaba durmiendo desde que había llegado y me había rendido en los brazos del rey. Lo supe gracias a que uno de los curanderos estuvo tomando nota de todo el tiempo que transcurría. Y tras haber descansado todos esos días sin haberme despertado ni una sola vez, me notaba cansada igualmente como si me faltase algo. Pero tras esos diez minutos en los que Ilyra me revisó, recalcó que todo parecía en orden y que mis heridas ya estaban casi curadas. Incluso me inyectaron la pócima por vena para que no perdiera el ritmo con las vitaminas vitales.

Aún me quejaba algo de la espalda y aunque mi cuerpo había curado varias zonas, no había conseguido curármela del todo. Al igual que con las diferentes partes de mi cuerpo como por ejemplo mi rodilla la cual estaba vendada y pesaba como una piedra. Todo mi cuerpo debía estar resentido. Y a pesar de no acordarme mucho de lo que pasó cuando me presenté ante el Portador de las Almas Perdidas, si que recordaba el irónico momento en el que le lancé ese débil golpe. No debí hacerlo aunque tampoco me arrepentía por haberme expresado.

Otro cambio significativo fue buscar a Nieve a quién lo habían dejado estar en mi habitación, eso si en su forma pequeña y normal. Ahora estaba entre mis brazos mientras lo acariciaba con cuidado. Repasando todas las escenas mortales que había vivido en tres días. Aún me impregnaban las fosas nasales, ese horrible hedor de la sangre de los Jabag. Hice una mueca tratando de apartar de mi mente esas escenas pero fue esa puerta abrirse lo que sí que me concedió olvidarme al instante de aquellos pensamientos para fijarme en la figura masculina que se situaba en el umbral de la puerta.

Conocía a ese macho, lo ví por última vez en la recepción. Se trataba del chico de cabello azul oscuro y ojos zafiro, ese mismo chico que irradiaba astucia y letalidad.

—Has despertado al fin, pensé que nunca podría conversar con la humana que tuvo las agallas de golpear a Azael.

Tragué nerviosa, aunque por su forma de hablar parecía no estar reprochándomelo sino que como que me estaba elogiando. Al verme confundida, dejó de apoyarse en el marcó de la puerta, cerrandola tras de sí. Acercándose un poco más y no dejando de observar a Nieve qui÷n había adoptado una forma más defensiva como si estuviera preparado para atacar.

—Perdona, no me he presentado, soy Keegan, líder del batallón de sombras y el hermano de no sangre de Azael, el maldito engreído.

No supe si podía sonreír tras sus últimas palabras pero por su carácter tan desenfrenado. Acabé sonriendo sin saber porqué pero me hizo gracia que hablara así del estúpido y odioso rey.

—Ya debes conocerme —solté yo mientras acariciaba el vello de Nieve.

—Y tanto que te conozco, Azael solo hace que hablar sobre ti.

Arqueé las cejas, sorprendida por sus palabras.

—Y aún así, creo que te ganaste mi confianza desde que vi como le pegaste.

Me puse tímida, esa era la verdad. No había sido un golpe potente, había sido muy débil y aún así, no acababa de comprenderlo.

—¿Porqué? —proferí con un hilo de voz.

Él sonrió descaradamente mientras se cruzaba de brazos.

—Porque eres la primera mujer que he visto, que ha podido atestarle un golpe sin estar entrenando.

Levantó las manos como si estuviera más que sorprendido.

—Por eso te has ganado mi confianza.

Asentí rápidamente. No sabía a qué venía todo esto ni el porqué por un efímero golpe, había conseguido que confiara en mi.

— ¿Van a castigarme? —pregunté yo con desconocimiento.

No recordaba muy bien lo.que había pasado y lo cierto es que tenía un nudo en el estómago por ello.

—En absoluto, es más, creo que le gustó, al maldito masoquista.

No quise ponerme roja pero la cara me hervía con lo cual, hizo darme cuenta de que lo más probable era que me hubiese sonrojado. Aún así, Keegan hizo caso omiso.

—¿Sabes... si por casualidad, lo que tengo que hacer ahora? —pregunté con nerviosismo pero intenté que mi miedo no se notara mucho.

Negó con la cabeza.

—Lo siento, eso deberías preguntárselo a Azael, quién estoy seguro de que cuando acabe con su trabajo, viene a verte lo antes posible —suspiró— el bastardo solo ha hecho que preguntar a todas horas por ti, nunca lo había visto tan preocupado.

No supe como sentirme, sobretodo por las últimas palabras que dijo. Entonces me dije a mi misma que lo más normal era que quisiera que su reclamo volviera a recuperarse y así poder hacer conmigo lo que quisiera. Un poco de tristeza me afligida el rostro pero por otra parte, algo en mi interior se sintió cálido al escuchar como se había preocupado por mí.

Sin embargo, haber hablado no puso incómoda y sin duda, pude reírme con él en varias ocasiones. Me contó cosas de las que podía utilizar a mi favor como lo de pedirle que me sacara por la ciudad ya que Keegan me contó que Azael sabía lugares realmente bellos y recónditos que se escondían en la ciudad. Así que después de haber hablado con él casi por una hora, tuvo que irse a retomar sus deberes como líder de unos de los batallones más influyentes del Subsuelo, el de las sombras. Aún así cuando Ilyra entró en mi habitación y me hizo levantarme, pude maldecirla como cien veces por hacerme aquella crueldad. Sabía que no lo hacía con maldad y que era lo mejor para mí salud, aún así tuve que ayudarme de una bastón que me dio Ilyra y así es como tuve que pasearme por el palacio. En cualquier caso, el salir con el camisón y con varias vendas sobretodo en mi espalda, no había sido tan vergonzoso como pensé e incluso cuando me dejó descansar en uno de los balcones que se situaba en el ala norte del palacio, me sentí contenta a pesar del esfuerzo. Me senté en uno de los bancos de piedra que se situaban y me quedé asombrada por las diferentes macetas que habían situado con todo tipo de flores que nunca antes había visto en mi vida. Era agradable estar allí y más con ese aire tan fresco que hizo que todo mi cuerpo se volviese a activar. Lo que no pude realmente prever fue la aparición de esa voz por detrás nuestra.

—Ilyra, puedes retirarte, me encargaré yo de llevarla a su habitación.

Era su voz, tan grave y tan poderosa que hizo que me estremeciera. No pude girarme a verle pero cuando Ilyra puso su mano sobre la mía, me sentí reconfortada. Me gustaba la idea de tener gente con la que poder hablar en ese lugar sin que me juzgaran por ser humana y la verdad es que tanto Ilyra como Keegan se habían portado muy bien conmigo. 

Así es como Ilyra se marchó y me dejó sola con el rey del Subsuelo. Él tampoco se movió y simplemente se quedó detrás de mí. no sabía que decirle ni cómo enfrentarle después de que nuestra último encuentro había acabado en sus brazos.

—¿Cómo te encuentras? 

Una simple pregunta, lo más humano que había escuchado por su parte. y daba gracias porque me hubiese preguntado por mi salud.

—Como una mierda pero al menos estoy viva —soné tan fría como un témpano de hielo.

Era la verdad, volverme a poner de pie había sido lo más doloroso qué tuve que hacer y eso que en teoría ya debía estar en proceso de curación total. Él chasqueó con la lengua y cuando acabó sentándose a mi lado, seguí con la mirada clavada en aquel espectáculo de luces que iluminaban la ciudad.

—En unos días, estarás completamente recuperada.

Físicamente pero no psicológicamente

—¿Sabes que estuve a punto de morir? —le reproché y no tuvo sentido hacerlo, a él no le importaba en absoluto mi estado.

Suspiró y empezó a jugar con sus dedos. Notaba su mirada clavada en mi rostro pero no conseguí que me intimidara.

—Sabía que no morirías.

—¿Cómo? —espeté yo cortándolo.

Estaba perdiendo los estribos porque la furia empezaba a apoderarse de todo mi cuerpo. Entonces noté como sus dedos acariciaron mi mejilla y sin pensarlo, me giré hacia él. Su rostro estaba calmado mientras que en el mío tan solo existía el rencor.

—Porque eres más fuerte de lo que te crees, un humano normal no hubiese conseguido sobrevivir pero aquí estás viva y discutiendo conmigo, porque eres especial, Xylia.

Escuchar mi nombre salir de su boca, de esa forma tan cálida. Hizo que todo mi cuerpo se destensara y aunque sabía realmente que lo que había conseguido era una barbaridad siendo una humana. No pude olvidar el hecho de que estuve dos veces a punto de morir sino hubiese sido por los entrenos de Senka y Malentha. Entonces noté como mi cuerpo empezó a sacar toda esa tensión acumulada, las lágrimas empezaron a brotar de mis ojos y los sollozos empezaron a hacerse presentes. No debía haberme demostrado débil delante de él pero no pude contenerlo, él hizo que toda aquella tensión se esfumara y que tan solo quedara el alivio por seguir viva.

Sus dedos pasaron de mis mejillas a mis ojos, limpiando cada lágrima que brotaba y se llevaba consigo el miedo. Estaba cansada, cansada de todo esto y aunque me sentía segura, no quería aceptarlo, no quería aceptar que empezaba a acostumbrarme estar en el Subsuelo ni que la presencia de esos seres inmortales, cada vez era mejor bienvenida. Quería regresar al bosque pero empezaba a dudar de mi misma.

—Eres la mujer más fuerte y valiente que he conocido, y espero que se te grabe en la mente que lo que has conseguido, ha sido toda una hazaña que se escribirá en la historia del Subsuelo que solo tú has conseguido hacer.

Sus palabras parecían simples caricias que estaban intentando sacarme del agujero oscuro que intentaba arrebatar mi alma y mi espíritu. Parpadeé con los ojos como si fuera un asentimiento silencioso porque no encontraba las palabras adecuadas para explicarle cómo me sentía y todo lo que me atormentaba porque lo odiaba.  

Respiró profundamente sin apartar su mirada de la mía, siempre me engatusarían esos ojos ónices en los que podías visualizar un sin fin de cosas en esas oscuridad cálida, la cual en los primeros instantes había sido fría. Cuando abrió la boca para hablar, pareció arrepentirse de lo que iba a decir y simplemente calló. No sabía lo que querría decirme pero lo dejé pasar en alto, a veces habían cosas que era mejor callarlas pero lo que yo iba a decirle ahora, era mejor que lo supiera.

—Quiero que me enseñes la ciudad —dije yo con un hilo de voz.

Y por su ceño fruncido, pareció asombrarse por lo que le pedí. Entonces me di cuenta de que le había estado hablando sin respeto pero no sé porque, me dio igual ya que si ni me hubiese dicho algo probablemente.

—¿La ciudad? —preguntó él confundido y yo sin embargo asentí.

Se quedó pensativo como si estuviese tratando de averiguar el porque. Aún así, se puso de pie y me ofreció una mano para ayudarme a levantarme e hizo que me agarrara de su brazo. El bastón se quedó en el banco cuando empecemos a caminar poco a poco hasta llegar al fin del balcón donde podía sentir la abrogación por aquella enorme ciudad que se extendía bajo mis pies. Por un instante cerré los ojos ya que sabía que Azael no me soltaría y dejé sentir todo aquel aire que me acariciaba mi cuerpo con suavidad. Era lo que necesitaba, necesitaba sentirme en paz.

—Te llevaré a ver la ciudad cuando te recuperes, si es lo que quieres.

Había concedido mi deseo y eso me llenó de felicidad, incluso dejé que una pequeña sonrisa floreciera en mi rostro. 

Abrí los ojos y me encontré con aquellas vistas que había repudiado tanto y que ahora empezaban a verse realmente bonitas.

—Gracias —fue un mero agradecimiento por el haber accedido a llevarme.

—Aunque, si es lo que quieres, te pediré un sola cosa —mi rostro estaba calmado, no tenía nervios por lo que me pudiera pedir, así que solo esperé —necesito que te mantengas a mi lado una vez salgamos afuera.

Pensé que me pidiera otra cualquier cosa más ruin o salvaje pero mantenerse a su lado, fue algo que no me esperaba.

—Entendido —acabé diciendo mientras notaba cómo con esas manos que ya había sentido anteriormente, me sujetaba la pierna como si me estuviese ayudando a que no me doliera tanto el estar de pie.

Me aferré a él como si fuese mi única a ayuda. Y al estar así con él me sentía tranquila aún sabiendo de quién se trataba.

—Xylia —me llamó con suavidad.

Levanté mi mirada para encontrarlo absorto en mi. Como si estuviese viendo la cosa más preciada del mundo, me consterné ante su mirada. Esa mirada, sus labios, su belleza, era perfecto, un maldito perfecto a quién odiaba con locura.

—¿Te acuerdas de lo que pasó antes de dormirte?

Era una pregunta llena de cautela. Volví a hundirme en mis recuerdos, tan solo recordaba una sensación extraña en mi estómago y en mi corazón, estaba revuelto pero de  emoción. No recordaba el porqué ni cómo llegué a sentirme así.

—Solo recuerdo estar en tus brazos y sentirme con curiosidad y emoción, nada más, ¿debería recordarlo?

Él negó con una media sonrisa aunque pude notar un atisbo de tristeza. Algo cambió en él y no pude descifrar el porqué, no dije nada malo, o al menos eso creo.

Aún así, apoyé mi cabeza en su formidable brazo. Y con una sonrisa cerré los ojos sabiendo que no tenía que temer por nada.












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