FOREIGNER [Chishiya Shuntaro]

By raughan

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Chishiya Shuntaro, el enigmático jugador maestro, cruza destinos con Iryna Kravets, una ucraniana cuyo pasado... More

INDICE
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FINAL
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By raughan

Canción recomendada para la lectura: Prepare Yourself - Jujutsu Kaisen OST.

Advertencia de capitulo ALTA ALTAMENTE CARDIACO.


Iryna se sume en un silencio tenso, como si el tiempo se hubiera detenido por un momento. Su mirada cae hacia el suelo, y parece dedicar unos instantes a procesar las palabras del rubio. La habitación, ya cargada de una tensión palpable, parece volverse aún más densa. Finalmente, un suspiro escapa de los labios de la castaña, y alza la mirada para encontrarse con los ojos de Chishiya, aunque su expresión revela incredulidad e incluso indignación. 

En su interior, la idea de que Chishiya pudiera ser, para ciertas cosas, tan ingenuo o tonto le resulta a veces desconcertante.

—¿En serio, Shuntaro? ¿Ahora? —sus palabras llevan consigo un tono de incredulidad mientras lo observa. El joven baja la mirada, sintiendo el peso de lo que acaba de admitir.

—Lo sé. Puede sonar absurdo, considerando todo lo que ha pasado. Pero no puedo ignorar lo que siento.

El ceño de Iryna se frunce, incapaz de procesar completamente la revelación en medio de la complicada situación en la que se encuentran. El timing parece ser completamente inapropiado, y aunque su corazón late fuertemente en su pecho, experimenta una dualidad de emociones. Por un lado, siente la tentación de celebrar esa confesión, pero por otro, experimenta una repulsa hacia el hecho de que Chishiya haya elegido ese momento para revelar sus sentimientos.

—¿Te das cuenta de lo inoportuno que es esto? —la castaña le pregunta con franqueza, sus ojos revelan frustración y una pizca de enojo.

Chishiya asiente con una expresión complicada, reconociendo la validez de la observación de la chica en su interior. — Sí, lo entiendo. Pero no puedo seguir ocultándolo. Ni para ti ni para mí mismo.

La castaña se pasa una mano por el rostro, visiblemente frustrada. Se encuentra en un dilema emocional, debatiéndose entre el deseo de besar a Chishiya y la inclinación a golpearlo.

—No sé qué esperas que haga con eso. Tenemos problemas más grandes que enfrentar en este momento. —su voz refleja totalmente la irritación.

—No estoy buscando que hagas algo al respecto. Solo necesitaba que lo supieras. —Chishiya suspira, permitiendo que el peso de sus palabras cuelgue en el aire. Su mirada busca la de Iryna, quien, aun desconcertada, sostiene la intensidad de sus ojos, sin saber realmente qué esperar o cómo reaccionar ante todo eso.

—¿Por qué justo ahora? —cuestiona ella, el ceño fruncido en un gesto de perplejidad. Chishiya exhala profundamente, como si cada palabra fuera un esfuerzo titánico.

—Cada momento parece más incierto que el anterior. No quiero que algo me suceda sin que sepas la verdad.

Ante esta revelación, ella se levanta de manera brusca, a pesar del dolor en su pie, y camina con determinación hacia la ventana. Se queda allí, observando el exterior desolado durante unos momentos, como si la vastedad del paisaje pudiera ofrecerle alguna respuesta. Abrazándose a sí misma, parece buscar consuelo en la solitud del momento. Luego, se voltea lentamente para enfrentar de nuevo al rubio.

—Tenemos que lidiar con la situación en la que estamos. Después, tal vez podamos hablar sobre... esto —expresa, haciendo un gesto vago con la mano, mientras él permanece en silencio, respetando su espacio con una deferencia palpable.

—Está bien. Pero quiero que sepas que estoy dispuesto a ganarme tu confianza, incluso si lleva tiempo —añade Chishiya, inclinando la cabeza con una expresión determinada. Sin embargo, Iryna ya ha vuelto a mirar hacia afuera, ajena a su gesto.

—Veremos qué sucede —murmura ella, sumergiéndose nuevamente en sus propios pensamientos.

La conversación se desvanece en la quietud de la noche. Apenas intercambian palabras mientras se acomodan para dormir, y el agotamiento los envuelve rápidamente. Iryna se entrega primero al sueño, mientras Chishiya se toma un momento para contemplarla en silencio. En su mirada, hay una mezcla de admiración y reflexión. Se permite preguntarse si Iryna, antes de enfrentar las adversidades, fue alguna vez una persona que encontraba la risa con facilidad. 

Se sumerge en pensamientos sobre sus gustos, metas y sueños, cuestionándose si, en otro momento y lugar, sus vidas habrían encajado de la misma manera.

Era casi una paradoja admitirlo, pero en la profundidad de su ser, Chishiya sentía un agradecimiento sutil hacia las calamidades que los habían conducido a conocerse. Aunque reconocía la naturaleza egoísta de ese pensamiento, no podía evitar reflexionar sobre cómo aquella cadena de desgracias había tejido los hilos de su encuentro.

El sueño se apodera de él de manera imperceptible, y cuando despierta, lo hace antes que Iryna. Con extrema precaución, recoge sus pertenencias en silencio, abandonando la habitación sin perturbar el sueño de la joven.

Sin embargo, al retornar, la encuentra ya despierta, y la sorprende mientras está sentado en una silla ante un desgastado escritorio, disfrutando de una galleta de arroz.

Cuando ella se despierta, encuentra la habitación impregnada de la tranquila presencia del rubio en silencio. Lo descubre sentado con serenidad en una silla junto al escritorio desgastado, inmerso en el acto apacible de disfrutar una galleta de arroz.

—Traje esto —anuncia, alzando el paquete de galletas con una sonrisa que denota una complicidad cómplice mientras mastica una de ellas.

—Si te gustan tanto esas cosas —observa ella, respondiendo a su saludo con un largo bostezo, seguido de un estiramiento al borde de la cama. Chishiya se encoge de hombros con modestia.

—Son prácticas y duran mucho tiempo.

Ella se acerca con gracia hasta su posición, tomando asiento en el suelo junto a su silla. Chishiya le ofrece el paquete, del cual ella extrae una galleta con destreza.

—Tienes un punto.

—¿Cómo está tu pie? —su atención se centra en el pie de Iryna mientras esta realiza movimientos lentos para evaluar su estado.

—Mejor, creo que con varios calmantes encima voy a ser capaz de afrontar algún que otro juego.

—Solo uno a la vez —le advierte Chishiya, su semblante cargado de una seriedad que trasciende sus palabras. —El acetaminofeno combinado con los opioides son lo más fuerte que existe en analgésicos. Si te excedes, podrías generar dependencia. —pronuncia, concluyendo su consejo con un mordisco a una galleta. Iryna, en respuesta, inclina la cabeza como si estuviera ponderando la gravedad de la advertencia.

—De a uno a la vez... —murmura, acariciando la idea con cierta ironía. Chishiya responde con un bufido, como un eco de exasperación ante la obstinación.

—Parece que entendiste. Ahora, no seas testaruda y haz lo que te digo. Créeme, quieres evitar problemas adicionales —le insta nuevamente, y en las palabras del rubio, Iryna percibe una pizca de condescendencia que la transporta, de manera involuntaria, a sus años de niñez, cuando sus padre la regañaban por alguna tonteria.

¿Por qué el idiota asumía que ella no podía cuidar de sí misma?

—Como digas —responde ella con un suspiro, mientras saborea otra galleta. Chishiya, tomando eso como un punto final, se pone de pie. La chica lo observa mientras recoge una mochila, que, aparentemente, ha traído consigo desde la expedición matutina. —¿A dónde vas?

—Voy a ver si hay algo que nos pueda servir —responde él cuando está junto a la puerta. —Quédate aquí y grita si necesitas ayuda.

Iryna, con un gesto desinteresado con la mano, asiente, y Chishiya cierra la puerta tras de sí. Queda sola en la habitación, el tenue sonido de la puerta cerrándose a sus espaldas resuena en la tranquilidad del lugar.

Después de saborear dos galletas más, Iryna escudriña la habitación, sintiéndose notablemente aburrida, una sensación que no había experimentado en mucho tiempo. Aunque su pie le duele lo suficiente como para evitar caminar, tampoco quiere permanecer en la cama. Además, la habitación carece de opciones de entretenimiento. Así que, finalmente, encuentra una especie de diversión en tallar las paredes con sus cuchillos. Quizás, alguien en el futuro podría encontrarse en su misma situación y al menos se entretendría leyendo sus idioteces. 

Sin saber escribir en japonés, las paredes se llenan con garabatos en ucraniano.

Horas después, Chishiya regresa con provisiones adicionales y se topa con la sorprendente escena de la castaña, quien ha transformado las paredes de la habitación como si fuera una niña. Lo observa todo con curiosidad antes de dirigirse a ella.

—Parece que has estado ocupada —dice con cierta diversión mientras examina las paredes, aunque sin comprender las palabras escritas. Iryna alza la mirada, mostrando los cuchillos que ha empleado para su peculiar obra de arte.

—No hay mucho más que hacer aquí. Y tuve que pasar el tiempo de alguna manera —explica con resignación. Chishiya sonríe levemente.

—Supongo que tallar las paredes es una forma creativa de lidiar con el aburrimiento —comenta él. Iryna se encoge de hombros, como si defendiera su elección. —Encontré un par de cosas que podrían sernos útiles. Más alimentos y algunos objetos que podríamos usar como improvisadas herramientas.

El ceño de la chica se frunce. —¿Más galletas de esas horribles?

El rubio la imita, —¿Qué tienes en contra de mis galletas?

—Bueno, no son precisamente mi opción favorita, pero en este lugar no podemos ser exigentes, supongo —Iryna vuelve a encogerse de hombros mientras Chishiya deposita la mochila sobre la cama. Con cuidado, ella se pone de pie, apoyándose en la pared. El muchacho le entrega una botella de agua y un paquete sellado de galletas, esta vez de arroz y frutilla.

—Comer algo y mantenerte hidratada ayudará a que te recuperes más rápido. —Ella se sienta sobre la cama mientras él enciende las velas en la habitación, ya que ha comenzado a oscurecer. —Necesitamos aprovechar al máximo lo que tenemos. ¿Cómo te sientes ahora? —pregunta mientras enciende la última vela. Ella responde después de tomar un sorbo de agua, sentada sobre la cama.

—Mejor, gracias. —hace una pausa, sus ojos bajan hacia sus manos, una lucha interna para expresar lo que siente. —Aprecio lo que hiciste. —dice, su tono más seco de lo que había planeado, pero al menos lo dice.

Es entonces cuando alza los ojos para encontrarse con los de Chishiya, y es la primera vez en días que en ellos puede percibir un atisbo de algo. Aunque no sabe exactamente qué es.

—No tienes que agradecer. Después de todo, estamos juntos en esto. —ella asiente con un pequeño gesto simpático mientras tapa la botella y dedica su atención a ello.

—Sí, lo sé. Aunque... —titubea por un momento, se detiene, esto también es complicado. —No puedo dejar de pensar en lo que mencionaste ayer.

Chishiya endereza la espalda, ocupando la antigua silla de madera que crujía con cada ajuste de su posición. La madera podrida emite un sonido que resuena en la habitación, aunque la extranjera no dirige la mirada hacia él.

—Lo entiendo, Iryna. No quiero presionarte, pero necesitaba que supieras. —le dice, fijando la mirada en ella, aunque ella se mantiene absorta, simplemente suspira.

—No es que no aprecie tu sinceridad, Chishiya. Es solo que... todo esto es tan complicado. —el rubio asiente levemente con la cabeza.

Era una situación compleja para ambos.

—Lo sé. La vida nos ha lanzado a una situación inesperada y complicada. Pero quiero que sepas que mis sentimientos son genuinos, independientemente de las circunstancias... y de lo que sucedió.

Iryna se sumerge en un mar de pensamientos, sintiendo una presión abrumadora en su pecho. Las palabras de Shuntaro resuenan en su mente, y la complejidad de la situación la envuelve como una sombra densa en los segundos de silencio. Su mirada se pierde en el suelo, incapaz de mirar a su compañero.

La habitación parece cerrarse a su alrededor, y la tensión entre ellos se vuelve aún más palpable. Ella suspira con incredulidad, sintiendo una mezcla de emociones que van desde la indignación hasta la confusión. Una parte de ella quiere perdonarle, quiere ceder, pero... aún hay heridas que no ha logrado cerrar. Todo ha sucedido demasiado reciente, y sin embargo, parece que han pasado meses. 

—No sé cómo manejar todo esto, Chishiya. No esperaba encontrarme en medio de algo así. —confiesa ella finalmente, sintiéndose debilitada por la marea de sensaciones que la embarga.

Él se levanta con una suavidad inquietante y se acerca a ella, dejándose caer a su lado en la cama.

—Ninguno de nosotros esperaba esto. Sin embargo, quizás en medio de toda esta incertidumbre, podamos descubrir algo valioso. Algo que nos dé la fuerza necesaria para seguir adelante —murmura, y es la primera vez que sus palabras parecen desconocidas. Ella levanta la mirada para encontrarse con sus ojos.

—¿Y nosotros? ¿Cómo manejamos esto? —cuestiona, con un hilo de voz. Él inhala antes de responder.

—Tomaremos un día a la vez. No necesitamos resolver todo de inmediato. Solo debemos enfrentar lo que está frente a nosotros y ver a dónde nos lleva. Y luego, tal vez... cuando estemos fuera de este lugar... podamos explorar un poco más, como dijiste.

Ella juega con la manga de la chaqueta blanca del rubio que lleva puesta, esa chaqueta que tanto le gusta.

—Supongo que sí —murmura y respira hondo. Es como si las palabras escaparan de su boca porque se siente lo suficientemente confiada para expresarlas—. Estoy agradecida por todo lo que has hecho por mí, en serio. Y también... —se sonroja levemente, incapaz de sostener la mirada del muchacho—. También aprecio tu honestidad sobre tus sentimientos.

—No tienes que agradecer. Estoy aquí porque quiero estarlo, no por obligación —sus miradas se encuentran con una intensidad única. —Quería ir contigo, no tenía sentido volverte a perder —la cabeza del rubio se inclina, mientras sus manos sostienen con delicadeza la cabeza de Iryna para rozar sus labios suavemente contra los de ella, un gesto cargado de dulzura y complicidad—. A veces, las palabras no son suficientes —murmura, su aliento sobre la boca de la extranjera.

Es Chishiya quien acorta la distancia entre ellos, capturando finalmente sus labios en un suave beso. Iryna se deja llevar por el beso, sintiendo una conexión más profunda que antes entre ambos. Las velas en la habitación iluminan la chispa que arde entre los dos.

A pesar de que es ella quien se separa, apenas centímetros, con una mezcla palpable de nerviosismo y deseo, murmura: —Tal vez, Chishiya, explorar un poco más no suena tan mal después de todo.

Él se aleja un poco más, mirándola intensamente, frunciendo el ceño mientras comprende sus palabras.

—¿Estás sugiriendo que...

Ella se muerde suavemente el labio y le sonríe con picardía.

—Después de todo, quién sabe cuándo volveremos a tener la oportunidad. —se encoge de hombros. Una de las manos de Chishiya ha envuelto la suya, su dedo pulgar le hace cosquillas suavemente sobre el dorso de su mano.

—Tienes que estar segura de...

En un movimiento calculado, sus labios rozan suavemente los del muchacho.

—Creo que ya has empezado a responder a esa cuestión —afirma con confianza—. Estoy segura.

Los labios del rubio encuentran los de Iryna una vez mas en un beso más apasionado, un intercambio de emociones y deseo reprimido. Pero esta vez, es él quien rompe el beso lentamente.

—No quiero que te sientas presionada. Si en algún momento quieres detenerte...

Ella lo calla con una sonrisa de complicidad y picardía.

—Estoy aquí porque quiero estarlo, Shuntaro —puntualiza, utilizando sus mismas palabras, y entonces acorta la distancia entre ellos, besándolo apasionadamente, intensificando la conexión entre ambos.

Las velas en la habitación arrojan destellos de luz sobre sus rostros, creando un ambiente mas íntimo. Ambos suspiran entre beso y beso, entregándose al momento. Las manos de Chishiya exploran con ternura cada contorno de su figura, mientras el momento entre ellos se profundiza.

Ambos ceden a la pasión, explorando y descubriendo el deseo compartido. La habitación se llena de susurros apasionados, convirtiéndose en un refugio temporal del mundo exterior.

La conexión física se convierte en una expresión de la conexión emocional entre ellos, una manera de enfrentar juntos los desafíos desconocidos que el destino les ha presentado. En ese instante, el tiempo parece detenerse mientras se sumergen en el profundo vínculo que están construyendo, dejando que el presente sea su refugio de todas las incertidumbres que les aguardan en el futuro.




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