FOREIGNER [Chishiya Shuntaro]

By raughan

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Chishiya Shuntaro, el enigmático jugador maestro, cruza destinos con Iryna Kravets, una ucraniana cuyo pasado... More

INDICE
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FINAL
Extra

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By raughan


En medio de la caótica escena, mientras los gritos de Arisu resonaban en el aire, instando a todos a correr, Niragi luchaba por apuntar con su arma hacia un objetivo evasivo. La confusión se apoderaba del grupo, ya que nadie lograba identificar la fuente de los disparos que los rodeaban. Frustrado por la incertidumbre, el morocho cedió casi de inmediato, uniéndose al tumulto en su intento de huida.

—¿Entonces ha comenzado el juego o qué diablos está pasando? —bramó Kuina, mientras Usagi respondía con desconcierto:

—Ni siquiera nos explicaron las reglas.

—No hay reglas, idiotas. Esto es una matanza —sentenció Niragi con su característico tono despectivo.

Los seis individuos se agruparon en la entrada del subte, buscando desesperadamente un refugio temporal para evaluar la situación. En un movimiento impulsivo, el rubio colocó a Iryna frente a él, guiándola por la cintura con instintiva protección, pero ganándose una mirada desaprobadora por parte de la chica.

—Yo te cubro —anunció, pero la expresión descontenta de Iryna solo se intensificó.

—No hace falta —respondió ella mientras se apartaba de la cabina, decidida a regresar a su posición detrás de Chishiya.

—Dejen de jugar, niños pequeños —gruñó Niragi, situándose justo delante de ambos, con los nervios y la tensión palpables en el aire.

En el caos que se desata, más jugadores emergen, corriendo con desesperación como si un depredador invisible los acosara. El grupo de seis individuos se ve compelido a ponerse en movimiento nuevamente, sus pasos resonando en la angustiosa sinfonía de gritos y disparos que llenan el ambiente.

—¡Sepárense y corran! ¡Es la única forma de sobrevivir! —la extranjera exclama con urgencia, su voz luchando por destacarse en medio del tumulto.

Ella se convierte en la punta de lanza, desviándose en primer lugar, y los demás siguen sus instrucciones. Kuina se une a Chishiya en una desviación, mientras que, casi como si estuvieran guiados por un destino caprichoso, Usagi y Arisu optan por la carretera elevada. Por supuesto, Niragi, con su instinto de supervivencia agudo, se asegura de mantenerse cerca de su compañera; su desconfianza hacia el resto del grupo no necesita explicación.

Ambos corren al unísono, atravesando varios metros hasta que logran distanciarse de la estación de tren. Es entonces cuando encuentran un refugio detrás de un automóvil, proporcionándoles unos escasos minutos de respiro en medio del pandemonio.

—¡Kuina! —la castaña grita al verlos correr, tanto a ella como a Chishiya, en medio de la carretera.

Instantáneamente, la mujer alta y el rubio desvían su curso hacia donde Niragi e Iryna están ocultos. Los cuatro se resguardan detrás del vehículo justo cuando uno de los dirigibles se posa casi encima de ellos.

—Rey de picas —comenta el rubio, señalando la amenaza.

Iryna rueda los ojos antes de murmurar: —No me digas.

La comprensión se apodera de los cuatro, silenciando cualquier comentario mientras disfrutan de unos breves segundos de relativa paz antes de que los disparos vuelvan a romper el sosiego.

—Tenemos que movernos —insta la mujer alta, leyendo la inminencia de la amenaza.

—Si nos movemos, nos van a matar —suelta Niragi con una mezcla de determinación y pesimismo. Aquella situación iba a ser más prolongada y compleja de lo que habían imaginado.

En ese tenso instante, el chirrido de las ruedas de un automóvil rasga la atmósfera en la carretera, justo donde se encuentran, y la improbabilidad de tal coincidencia titila en sus miradas. Alguien se ha detenido en ese punto, añadiendo un nuevo elemento de incertidumbre a su ya complicada lucha por la supervivencia.

—¡VAMOS! ¡SUBAN! —el grito de Arisu retumba desde la distancia, aunque la falta de visibilidad mantiene al grupo oculto. La primera en asomarse es Kuina.

—¡Son Arisu y Usagi! Están con Ann y Tatta, andando —grita ella hacia el grupo sin detenerse para verificar si la siguen, mientras se pone en marcha. 

Kuina encabeza la subida al auto, seguida ágilmente por Niragi. Sin embargo, la fortuna no sonríe a Iryna; un cuerpo cae justo delante de ella, tropezando y sintiendo cómo su tobillo cruje en el proceso.

—¡Váyanse! ¡Estaremos bien! —grita Chishiya en el momento en que se acuclilla sobre la castaña para protegerla. Kuina duda, vacila, pero finalmente cierra la puerta y el auto arranca dando tumbos. —Vamos, tenemos que movernos.

Iryna rechaza la ayuda del rubio. Entre sollozos y jadeos, esquivando las balas, se pone de pie como puede, y ambos comienzan a correr, tratando de desviarse del camino del rey de picas. Zigzaguean entre los autos estacionados hasta que a Chishiya se le ocurre algo y hace que ambos desvíen la carrera metiéndose en un edificio, donde trancan momentáneamente la puerta con una silla. Se revela como un viejo restaurante derruido.

Mientras él se inclina hacia adelante, jadeando, la castaña se ha lanzado al suelo, igual de agitada, quedando tendida por algunos minutos.

—Debiste haber ido con ellos —murmura después de un largo silencio incómodo entre ellos, notablemente más relajada. Afuera, el bullicio y los gritos continúan.

—No iba a dejar que te quedaras sola —ella alza una ceja mientras él se acuclilla a su lado, y sus miradas se cruzan cuando Iryna se incorpora para sentarse. —¿Puedo? —Chishiya señala su tobillo. Ella asiente de mala gana y voltea la cabeza para evitar el contacto visual, sumergiéndose en la tensión palpable que rodea su refugio improvisado.

Con cuidado, desliza la zapatilla y retira el vendaje, revelando que la extremidad de Iryna ha comenzado a hincharse por la retención de líquido. La condición es visiblemente peor que antes, y al explorar con suavidad, confirma que cualquier contacto provoca que ella jadee, aunque haga un esfuerzo evidente por contener la expresión de dolor.

—Eso duele —admite ella, y una única lágrima se desliza por su mejilla.

Él suspira pesadamente antes de hablar.

—Probablemente tengas una fisura; eso significa que la fractura es una línea fina en la estructura ósea —explica mientras, con un dejo de fatiga, busca en los bolsillos de un nuevo abrigo que ha conseguido antes de salir de la playa.

La situación le recuerda que, entre todo el caos, no ha tenido la oportunidad de apreciar el hecho de que Iryna lleva puesta su antigua chamarra blanca.

—Si así fuera, no podría caminar —ella contradice, a lo que Chishiya frunce el ceño.

Aunque tiene ganas de soltar un "¿Quién es el médico aquí?", decide no ser condescendiente por primera vez en toda su vida.

—Ese es un mito enorme —Chishiya termina de examinar el tobillo de Iryna y, a pesar de la gravedad de la situación, ambos comparten una mirada que revela más de lo que están dispuestos a admitir. Sin embargo, es ella quien rompe ese contacto. —Necesitamos un lugar seguro para descansar y planificar nuestro próximo movimiento. No podemos seguir corriendo de esta manera; no vamos a llegar muy lejos con tu tobillo en este estado.


—Conozco un lugar cercano. No es lujoso, pero al menos podremos escondernos y descansar un poco —comenta, esforzándose por ponerse de pie. Él le tiende una mano que ella rechaza, pero logra incorporarse por sí sola.

—Necesitas calmantes —afirma, sacando de su bolsillo dos blíster con pastillas y extendiéndoselos. —Los traje porque pensé que lo necesitarías.

—No, todavía —esquiva ella, dando unos pasos que le provocan dolor hasta en el alma.

—De todos modos, quédatelos —ella toma las tabletas, pero con evidente desagrado.

Guarda las pastillas en el bolsillo de su propia chaqueta mientras se acerca a la puerta, bloqueada únicamente con una silla. Ninguno de los dos vuelve a hablar hasta que el tumulto afuera disminuye, y finalmente, las calles del centro de Tokio vuelven a estar completamente en silencio. Es en ese momento cuando apenas cruzan palabras para dirigirse al edificio que Iryna mencionó, que no se encuentra muy lejos de allí.

El mismo edificio en el que pasó la noche con Niragi.

La caminata se torna lenta e incómoda, ya que ella no puede avanzar sin cojear, y el rubio simplemente se limita a seguir su ritmo.

—¿Por qué haces esto? Después de todo lo que ha pasado, solo te preocupas por ti mismo —pregunta de repente la chica, mientras caminan, con un tono notoriamente hastiado. Chishiya a su lado suspira, como sintiendo el peso de la acusación en sus hombros.

Él habría extendido su ayuda, pero el rechazo constante durante el día lo había desalentado. Sabía que en esta situación ella no permitiría que la ayudara, así que simplemente la observó caminar, concentrando sus energías en ocultar las expresiones de dolor en sus rostros. Era consciente del sufrimiento de Iryna: su pie amoratado, la piel estirada por la inflamación y la lesión en el hueso. Anhelaba salir pronto de allí; la castaña necesitaba un verdadero médico.

—Las cosas han cambiado —se tomó un momento para elegir sus palabras con cuidado. —Aprender a confiar es una de las pocas cosas que nos pueden mantener con vida —soltó, encogiéndose de hombros.

Ella rió y luego lo miró de reojo con escepticismo.

—Confianza, ¿eh?

—Lo siento —suspiró, con las manos en los bolsillos y sin poder mirar más que al asfalto. —De verdad lo siento, fui un idiota.

—Eso no arregla nada —murmuró ella, y su mirada, al igual que la de él, se posaron en el suelo.

—Lo sé. Pero es lo único que puedo decir en este momento. —Iryna asintió, pero en su rostro se reflejaba una frialdad a la que Chishiya nunca se había enfrentado. Una indiferencia que le dolía.

—Definitivamente no ganaste el premio al compañero del año —comentó ella, bastante bajito, e increíblemente, resultó relajante para el rubio escuchar una de esas burlas.

No, definitivamente estaban muy lejos de estar bien, pero cada pequeño avance era un respiro en medio de la tormenta. Chishiya sonrió irónicamente ante la observación de Iryna.

—Supongo que no. Pero estoy tratando de hacer las cosas bien ahora. —ella lo miró de reojo, dejando claro que sus palabras no habían sido del todo bien recibidas.

—No te equivoques, Chishiya. No confío en ti.

—¿Puedes al menos aceptar mi ayuda por ahora? —se arriesgó a preguntar, y durante unos segundos, el silencio se apoderó del ambiente. Finalmente, Iryna suspiró resignadamente.

—Por ahora. Pero no te hagas ilusiones. —soltó, casi como un gruñido. —Veremos si tus acciones respaldan esas palabras.

El impacto de esas palabras fue como un golpe para el rubio. Dolió como un recordatorio de sus errores y de la pérdida de confianza que había causado en Iryna. Se había dado cuenta demasiado tarde de sus sentimientos, los cuales habían nacido mucho antes, en el hospital.

Después de cruzarse con ella en la víspera de Navidad, Chishiya se embarcó en un esfuerzo desesperado por redimirse. Trabajó incansablemente durante semanas, día y noche, con un único objetivo en mente: comprar la libertad de Iryna a sus captores. El día señalado para la transacción lo llevó a un lujoso hotel frente a la estación de Shibuya. Sin embargo, los malditos fuegos artificiales aparecieron de repente, desviándolo hacia un destino completamente diferente.

Había estado a punto de salvarla en el mundo real, un lugar que Iryna consideraba aún más cruel que el universo en el que se encontraban ahora. Chishiya había hecho guardias interminables, había pedido préstamos y se había endeudado hasta el final de sus días. Su cuenta bancaria alcanzó una cifra que nunca antes había visto, todo para rescatarla a ella.

Y luego la había traicionado. La había traicionado porque la amaba, porque temía quererla y hacerle daño, tanto a ella como a sí mismo.

Después de recorrer varias calles con una lentitud deliberada, llegaron al lugar que Iryna había mencionado: un edificio aparentemente abandonado, pero lo suficientemente seguro para pasar desapercibidos.

—Aquí estamos. No es La Playa, pero al menos nos brindará un refugio temporal. —Iryna le comunicó al rubio con un tono que combinaba determinación y resignación, abriendo la puerta con cautela para permitir que ambos ingresaran.

—Cualquier lugar donde no tengamos que mirar constantemente por encima de nuestros hombros es bienvenido.

Al adentrarse en el edificio semiabandonado, ella guió a Chishiya hacia la habitación que compartió con el azabache, la cual aún mostraba señales de haber sido ocupada la noche anterior. A pesar de eso, decidieron hacer de ese espacio su refugio provisional. Mientras ella se acomodaba sobre la cama, el rubio tomó asiento en el extremo, sumidos ambos en sus propios pensamientos.

La inmovilidad se rompió cuando el rubio anunció su intención de buscar algo para comer, a lo que Iryna respondió con un silencio taciturno. Al regresar, el rubio encontró a la extranjera iluminando la habitación con velas que había recuperado de la noche anterior, utilizando un mechero para crear destellos de luz en la penumbra. Él, por su parte, llevó consigo un paquete de galletas de arroz y dos botellas de agua.

—Es lo único que encontré —informó, desgarrando el envase y ofreciéndole a la castaña.

—Gracias. Al menos no moriremos de hambre hoy. —respondió con ironía mientras tomaba una galleta, evitando la mirada del rubio, quien ocupó el lado libre de la cama.

En ese ambiente de penumbra, ambos compartieron un momento tenso e incómodo mientras el sol se despedía en el horizonte, dejándolos iluminados únicamente por las titilantes llamas de las velas. Finalmente, Chishiya, abrumado por la persistente falta de palabras, decidió romper el silencio que los envolvía.


—Supongo que deberíamos hablar de lo que viene después.

Ella asiente con resignación. —Supongo que sí. No podemos quedarnos escondidos aquí para siempre.

—¿Tienes algún plan?

—No realmente.

Chishiya se queda pensativo mientras muerde una galleta, sumergiéndose en sus propios pensamientos durante un instante.

—Deberíamos encontrar algún juego que no requiera demasiado esfuerzo físico. —sugiere, observando el lugar con atención. Iryna, aún sin mirarlo, toma otra galleta antes de hablar.

—Puedo resistir. 

Él, casi de manera instintiva, esboza una sonrisa irónica.

—Sí, eso ya lo vi cuando intentabas no cojear de camino aquí —afirma, llevándose una mirada de pocos amigos por parte de ella. Con cuidado, deja a su alcance, sosteniéndolo con la mano, las dos tabletas de pastillas.

—Guardaré estas para los juegos. —Chishiya ladea la cabeza, con poca convicción.

—De todos modos, sé que no voy a poder incidir en tus decisiones; eres demasiado testaruda. Pero ten cuidado con esa clase de analgésicos. —Advierte, consciente de que la situación no es propicia para rechazos.

—Qué bueno que lo tengas claro —murmura ella y da un mordisco a la galleta.

—Al menos deberías tomarte un día para descansar. —sugiere él, intentando transmitir preocupación en sus palabras, mientras observa detenidamente a Iryna.

—Me lo voy a pensar —el rubio rueda los ojos, que pesada resulta.

Después de un breve lapso, finalmente, inclina la cabeza hacia adelante para ocultar una sonrisa que se escapa. —Siempre tan terca. —murmura. Iryna le devuelve una mirada desafiante.

—La terquedad ha sido lo único que me ha mantenido viva hasta ahora.

Chishiya asiente con la cabeza, reconociendo la verdad en sus palabras. No recuerda un solo día en el que Iryna no haya actuado con esa terquedad, con esa determinación descarada y pertinaz. Y ahí está, enfrentándose a todo.

—Supongo que no puedo discutir con eso —observa las velas iluminando la habitación, pensando cuidadosamente en las palabras que seguirán: —Aunque, debo admitir, la terquedad y la determinación te dan un atractivo particular.

La cabeza de Iryna se gira rápidamente hacia él, dedicándole una mirada sumamente indignada.

—¿En serio? ¿Eso es lo que piensas en medio de todo esto? —Chishiya se encoge de hombros.

—Solo estoy señalando la realidad. Después de todo, enfrentamos situaciones mucho más intensas que esta —no aparta la mirada, y Iryna tiene que hacer un gran esfuerzo por no abrir la boca de sorpresa. Es evidente que habla del beso, aquel que compartieron después del juego del tocado.

Entonces, con movimientos rápidos y precisos, Iryna toma el acolchado de la cama, envolviéndolo con cuidado alrededor de sus piernas como si intentara resguardarse de más que simplemente el frío ambiente.

—Sabes qué, me voy a dormir —avisa, notablemente molesta. Él alza las cejas, una expresión de sorpresa juguetea en su rostro, aunque se esfuerza por mantener la calma.

—No pretendía incomodarte —murmura con calma, pero sus palabras parecen caer en el vacío de la habitación tensa.

Es en ese momento cuando las lágrimas comienzan a deslizarse por el rostro de la extranjera sin control. Ella vuelve a sentarse en la cama, y sus ojos, ahora llenos de furia, lo miran como si cada palabra que él hubiera pronunciado fuera una daga que le clavaba en el pecho.

—¿No puedes simplemente cerrar la boca? —escupe, con el ceño fruncido, el enojo tiñendo sus mejillas de un tono rojizo. —Primero te interesas, me besas... y luego me traicionas y me descartas como si nada, ¿y de verdad esperas que no me importe en absoluto? —en un parpadeo, más lágrimas caen desesperadas, y su acento ha comenzado a deformarse de nuevo. —Por no mencionar el hecho de que... ¡maldita sea! Me conocías desde hace tiempo... y ni siquiera me lo habías dicho —frunce el ceño, y con la muñeca se seca los rastros salados en sus mejillas. —A veces, hasta me das miedo —manifiesta, y se deja caer contra el respaldo, sin mirarlo.

Chishiya, por su parte, no es capaz ni de respirar, ni siquiera parpadear; se ha quedado estático, sopesando con gravedad las palabras que la muchacha ha soltado. La traición ha dejado un amargo regusto en su boca, un sabor que se mezcla con la amargura del arrepentimiento. Cada palabra pronunciada en aquel momento se clava en su pecho como afiladas dagas de remordimiento. No hay consuelo que alivie el peso de la culpa que ahora carga sobre sus hombros.

La verdad se hizo evidente: la hirió, la defraudó, y lo peor de todo, se dio cuenta de que la amaba en el preciso instante en que la perdía.

La consciencia de haber perdido algo tan valioso como la confianza de Iryna lo devora por dentro. El amor que creció en silencio en su interior se convirtió en un cruel testigo de la destrucción que causó. Cada recuerdo compartido se vuelve un eco doloroso en su mente, recordándole lo que dejó escapar por su propia imprudencia.

La culpabilidad se adhiere a él como una sombra, siguiéndolo a cada paso. Y aunque desearía retroceder en el tiempo y rectificar sus errores, comprende que las acciones impetuosas no pueden deshacerse con simples lamentos. Su corazón late con la amarga melodía de la pérdida y el arrepentimiento, y la única esperanza que le queda es que algún día pueda encontrar la fuerza para perdonarse a sí mismo, aunque no pueda perdonarse completamente.

Él ha sido una persona más que la ha lastimado. Ahora, en el silencio pesado de la habitación, enfrenta las consecuencias de su propia imprudencia, mientras la intensidad de la emoción llena cada rincón de la estancia.

—De verdad no quería...

—No quiero escucharte ahora, Chishiya. Tengo suficiente con tratar de sobrevivir en este caos sin lidiar con tus juegos y cambios de actitud. —lo interrumpe, con la voz temblorosa. Chishiya baja la mirada de nuevo, con pesar en sus ojos, absorbiendo cada palabra como un golpe.

—Entiendo que no merezca tu confianza. No puedo cambiar lo que hice, pero sí puedo prometerte que... —él no continúa, ya que ella ha vuelto a mirarlo, con rabia y sobre todo, tristeza.

—¿Promesas? Ya he escuchado suficientes de esas. Las acciones hablan más que las palabras, y tus acciones... —inhala profundo, para ahogar un sollozo. —...son un recordatorio constante.

Pese a que los ojos del rubio reflejan sincero y absoluto arrepentimiento, ella los ignora por completo, como si no pudiera permitirse creer en la honestidad en ese momento.

—Merezco tu desconfianza, pero quiero que sepas que... —titubea, buscando las palabras adecuadas —...que, de alguna manera, me importas. Más de lo que deberías.

Iryna frunce el ceño, sintiendo la confusión y la contradicción de sus propios sentimientos, atrapada entre la ira y la melancolía.

—No sé si decir que eso me tranquiliza o me asusta aún más.

Ahí estaba de nuevo, ese matiz que le decía que las cosas no estaban tan mal. Él sonríe débilmente, consciente de la delicadeza de la situación.

—Supongo que no soy muy bueno expresando emociones.

Ella se cruza de brazos, con una mirada intensa. —Eso es evidente.

—Creo que... yo... me importas—una repentina pausa los deja a ambos sin aliento. —Te quiero, Iryna.

Hello Hellooo.

¿Cómo están? ¿Cómo les trata este año nuevo? Por acá arrancamos super bien, como verán.

Perdón por no actualizar ayer, me pase el día durmiendo después de estar toda la noche de fiesta jeje. Pero hoy siiii, y que capitulo por favooor.

Espero realmente que lo hayan disfrutado mucho, yo de verdad disfrute escribiéndolo. Así que nada, les agradezco por cada comentario y cada voto, sigamos así para que esta novela le llegue a mas personas que la disfruten  

L@s amo, y espero que hayan tenido un increíble inicio de año.

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