Coleccionista de Tormentos #P...

By katyaenriquez

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[Libro 1 de la Bilogía "Impostores"] Después de la trágica partida de Kelvin, Anet no estaba dispuesta a comp... More

Prefacio: Era de Sangre
Capítulo 1: Corte en el Pecho
Capítulo 2: Por Justicia
Capítulo 3: Obedezcan al Monstruo
Capítulo 4: Hablar con la Pared
Capítulo 5: Deseo Pasado
Capítulo 6: Inofensivo Encuentro
Capítulo 7: Moribundo
Capítulo 8: ¿Quisieras Pasar?
Capítulo 9: Néctar Tóxico
Capítulo 10: Fuerte Hedor
Capítulo 11: Estaba perdida
Capítulo 12: Vigilancia
Capítulo 14: Salto Sangriento
Capítulo 15: Aixa o Axel
Capítulo 16: Locura por un relicario
Capítulo 17: Beberán de mi muñeca
Capítulo 18: ¿Justo?
Capítulo 19: Memorias

Capítulo 13: Gran Momento

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By katyaenriquez

¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que sonrió?

La gente extrañaba su sonrisa, la forma en que caminaba con seguridad despreocupada, los comentarios de aliento que daba... 

Ellos anhelaban su parte humana.

Las manos de Anet estaban manchadas de sangre otra vez .

La Criatura no se arrepentía.

El cuerpo tenía un andar bastante errático y vacío.

Quienes lo miraban pasar, pensaban que debían llamar a las autoridades, pero poco después de replantearse la idea, no tecleaban ningún número.

Un hombre, confiado en que podría ayudar a la "chica", la llamó e intentó acercársele: —Llamaré a tus padres, solo dame un...

La bala había atravesado la cabeza del sujeto.

Nadie lo pudo haber previsto porque la niña no daba señales de cargar con un arma.

Anet se puso encima del cadáver para saquearlo, necesitaba dinero y cualquier cosa que pudiera servirle para sobrevivir.

Cuando la policía llegó, la pequeña se había camuflado entre la multitud.

—Necesitamos una ambulancia —avisó uno de los civiles.

—Ha fallecido a las 19:39 p.m. —agregó uno de los policías—. Llegamos tarde... 

»¿Alguien sabe qué pasó?

Silencio.

Nadie se atrevía a delatar a la muchacha.

Un joven adulto, que estuvo en el momento de los hechos, se armó de valor y exclamó enfadado: —¡Fue la niña!

La gente sabía a quién se refería y la obligaron a dar un paso al frente.

Ann soltó el arma, preguntándole a los espectadores acerca de lo que había pasado.

El comisario tomó la pistola, ordenando que la niña fuera a la comisaría.

¡Ya mátenla! ¡Lo volverá a hacer y ustedes lo saben!

Esa persona falleció porque la niña tomó el arma de uno de los policías para acabar con la vida de su oponente.

«Lo merecía», se burló el Monstruo, «quería herirte».

—No, por favor... —chilló la niña a una voz que solo ella podía percibir.





Los recuerdos no funcionaban para su mejoría.

El aire contaminaba sus pensamientos.

No había algo que pudiera hacerla estar estable durante el viaje.

Tan siquiera pensar en el desgarrador sonido de su voz la hacía contraer el estómago.

Y, entonces apareció la campana, un din don que la atemorizó.

Por alguna razón, el miedo fue compartido hasta con el Monstruo.

—Me tuviste preocupado, querida Anet —dictó Amari, silbando para que su gente apareciera—. Átenla como se merece.

—A la orden, jefe —respondió alguien entre dientes.

Una soga para el cuello, una segunda para los brazos y una última para las piernas.

Para humillarla aún más, colocaron un pedazo de carne en su boca, simulando ser una mordaza.

—¡Andando! —Amari estaba ensimismado, gozaba lo que pronto haría con Anet para que comprendiera quién mandaba en Trésse—. ¡Tápenle los ojos al toro!

Ann perdió la visión, valiéndose por completo de su audición.

«Por lo menos, la carne tiene buen sabor», comunicó Anthony, intentando que la host no pensara en qué les pasaría apenas llegaran al edificio.

«¿Podrías no recordarlo?», enfadó el Monstruo, «...Me genera agruras en el estómago tan siquiera pensar en que es carne cruda».

—Cállense —expresó Bowie sin que se entendiera lo que dijo.

—¿Qué dijiste? —el líder de los Leones le quitó la carne de la boca.

—Ojalá te pudras en el Infierno —rugió Anet, agregando un escupitajo a la cara de su mortal enemigo.

El León Mayor detuvo a sus sequitos para ordenar que patearan a la chica, pero ellos permanecieron inmóviles.

Amari repitió la orden, gritándole a su clan que si no lo hacían, los degollaría uno por uno, obligándolos a herirse mutuamente.

Un niño de no más de doce años fue quien comenzó la violenta escena, golpeando con un palo la espalda de Anet.

En los ojos del pequeño, había miedo, no un acto honesto.

La joven contuvo las ganas de retorcerse, a pesar de que la lastimaron con golpes y una variedad de armas ligeras como sombrillas.

Después de tanto daño, Amari preguntó: —¿Aún crees que soy débil?

—Claro, tuviste que pedir la ayuda de tus tutelados para herirme —la cara de Anet sangraba y sudaba simultáneamente—. No tienes las agallas para lastimarme tú mismo.

«Déjame darles una buena lección acerca de quiénes más poderoso», solicitó el Monstruo.

«Y, después, ¿qué? ¿Quién tomará el control de este desahuciado cuerpo?», repuso Anthony porque quería salir.

«Tú», aclaró la Criatura, «los manipularás con tu comportamiento misterioso y seguro de ti mismo. ¿Nos das luz verde, Anet?».

—Pero, buscaremos la forma de encontrar a Lucían porque... —ella les enseñó que estaba sangrando y necesitaba ir a urgencias.

El Monstruo contó hasta tres para aparecer y hacer de las suyas.

Con la escaza movilidad que tenía el cuerpo, consiguió que muchos de los Leones se alejaran de Anet, advirtiéndole a Amari sobre lo peligroso que era meterse con ellos.

—¿Nosotros? ¿Quiénes son nosotros? No jodas, Anet. No sabes qué más inventar.

—¡Anet, Anthony, el Monstruo o la Criatura! —gritaron al unísono tres voces, una errática, otra serena y una última que parecía estar aterrada.

El cuerpo se mantenía de pie, temblando, pero dopado por la adrenalina.

—Las manos por donde las veamos —Marie, Camile y Lucían habían encontrado a la persona con disforia de género—. Mier...

»Camile, llévatela.

»Marie, cúrala.

Ninguno de los Leones se movió y dejaron que las aliadas obedecieran a Fernández.

Los líderes de dos clanes distintos se miraron hasta que el León dijo: —¿Crees que me asustas? Eres una Ballena, no te comparas conmigo.

Un disparo culminó con Amari y la Anarquía de los Leones comenzó.

¿Quién jaló el gatillo y por qué lo hizo?

Un sujeto enmascarado se atrevió a acercarse al cuerpo sangrante para extirpar la bala como si no fuera complicado.

Al sacarse la máscara, Anet reconoció al joven, debido a una mancha que él tenía en la cara y quiso salir, así que pidió permiso a sus alteres.

—Ja-son Bowie, me alegra saber que estás vivo.

Jason ignoró a su hermana menor hasta que ordenó al clan su retirada y ellos se fueron.

Cuando solo quedó la familia de Ann, el segundo hermano mayor corrió despavorida e infantilmente hacia la persona que más extrañaba.

Él lloró, abrazando a su amada hermana, quien tuvo que sobrevivir aislada de la sociedad.

Jason, entre llanto, se lamentó: —Todos estos años, creí que estabas muerta... ¿Sabes algo de Vilorius?

—Somos tres en mi cuerpo —confesó Anet—. Anthony, el Monstruo o la Criatura, y yo, tu verdadera hermana.

—Supuse que no eras tú ninguna de las identidades que se defendió, a pesar de que estás muy herida. La primera, el Monstruo; y la segunda, Anthony, ¿no?

Ella asintió, aferrándose a su familiar.

Lucían ingresó a la conversación: —Vilorius está en el edificio de mi clan.

Jason asintió, comentando que los acompañaría hasta allí y después iría con su clan para discutir un acuerdo para que Anet tenga apoyo de los Leones.

Marie soltó un comentario: —¿Te agradaba mucho tu jefecito? 

»Veo que te complació acabar con su misera vida.

—Mujer bellísima.

»Permíteme decir que él era una arpía.

»De hecho, era un peligro hasta para mi gente.

»¿Qué opinas?

«Me agrada su personalidad», admitió Anthony, «...Quisiera que él se quedara con nosotros lo que nos sobre de...».

Gritos.

Muchos gritos y una enorme desesperación.

La humana se desvaneció y no contaba con tiempo de sobra.

Ella fallecería si no atendían la inmensa cantidad de heridas que tenía alrededor de su pequeño cuerpo.

«A-12, Urte».

«A-12, Urte».

«A-12, Urte».

«A-12, Urte».

¿Voces?

¿Qué se escuchaba en el plano terrenal?

Solo era murmullo desconsolado.

La familia había hecho torniquetes, echado alcohol sobre el cuerpo, puesto vendas, etc.

Pero no había señales de vida, la chica parecía estar muerta.

La niña solo quería llegar a la otra isla para convertirse en la líder que el mundo necesitaba.

«¡Despierta, Anet!», el Monstruo intentaba reanimar a la host, «...Anthony, ¡ayúdame! No podemos permitir que...».

Un grito ahogado alertó a los alteres.

Una cama cómoda, mantas calientes, medicinas por doquier, y una horrible jaqueca.

Anet revisó su cuerpo y suspiró: —Debí haberme muerto, muchachos.

»Con tantas heridas, no puedo creer que siga con vida.

» ¿Ustedes sí?

—Annie —Jason rodeó a su hermana menor—, ¿tienes hambre? 

»Marie preparó el almuerzo, tu platillo favorito.

—No estamos en Trésse —Ann no quería dirigir la mirada a su hermano—, pero tampoco nos encontramos en Urte.

—Oficialmente, estamos en El Progreso.

¿Dónde estuvo la noción del tiempo de Jaqueline?

Su cuerpo estaba en tierra, pero su mente divaga entre dos mundos: la vida y el limbo.

¿Cuándo cuerpo y mente se unirían?

—¿Cómo están? 

»No dejaban de gritar tu nombre.

—Tan asustados como yo.

—¿Podría conversar con ellos?

»Tu novio y amigas me comentaron que tienen timbres particulares.

Además, ellos estaban procesando que la Anarquía terminaría pronto.

Lucían se quedó pegado a la puerta, no sabía si era prudente hablar con su chica.

Camile le dio un leve golpe en la espalda para que él se animara.

Marie ingresó a la habitación, sosteniendo un plato con comida, al mismo tiempo que silbaba una canción de cuna.

El Monstruo cambió con la persona con problemas mentales severos.

La Criatura agradeció por el almuerzo, mas, quien terminó comiendo, fue Anthony.

La extraña coordinación de las tres identidades, mantuvo a todos tranquilos.

—Supongo que tienes un plan para llegar a Urte y, ¿qué quieres hacer estando allí? Perdón, ¿qué tienen planificado?

—Descuida —contestó la gruesa, errática y áspera voz—, solo habla en primera persona del singular. Alguien te responderá... En este caso, yo seré el vocero.

»Anet quiere que vayamos a la otra isla para reestablecer el orden mundial, pero no desea que matemos a nadie.

»Anthony vela por lo mismo, a excepción de que él si llegaría a usar la fuerza bruta, ya que nadie se mete con su familia.

»Y yo espero lo mismo, sin embargo, sí soy violento. 

»Adoro matar, por lo que alguien tiene que vigilarme.

—¿Planean ir solos o podemos secundarlos?

—Secúndenos —agregó Anthony—, no queremos estar lejos de ustedes, son familia.

Anet contenía las palabras porque no sabía cómo resultaría todo.

Ella anhelaba poder caminar por las calles sin miedo a ser asesinada y que ese sentimiento se expandiera a otros lares.

Había algo que atenderse antes de moverse a Urte.

El presentimiento de quien tenía ojos grises fue compartido por sus acompañantes.

Marie lo dijo: —No podemos movernos, a menos que tanto las Jirafas y los Elefantes, nos permitan... Ya se corrió el rumor de la muerte de Amari Batiño.

—Y, ninguno de los alfas de esos clanes está contento con que Lucían Fernández, alfa de las Ballenas, tenga a los Leones, apoyándolo con Anet Bowie.

«Ellos nunca estarán satisfechos con ninguna decisión que tome el nuevo alfa de los Leones y mucho menos con las de Lucían», se desilusionó Anthony.

—¿Hay alguna forma de convencerlos para que nos dejen en paz? —Camile se abrazó a sí misma—. Siempre existen alternativas.

—Cam, no se puede tratar con ninguno de esos clanes —estornudó Anet—. Sus líderes son máquinas sanguinarias, aman matar.

»Además, todos en sus manadas, si es así como se dice, son sumisos a sus líderes.

No es como con los Leones ni las Ballenas, nadie quiere revolucionar.

—No, no acepto esa respuesta. ¡Debe...!

Lucían no dejó que su amiga concluyera su comentario y resopló: —Es la fuerza o la fuerza, Camile. Y eso no lo vamos a hacer.

—Vil, ¿está despierto? —Anet cambió de tema.

—Sí, ¿por...? No, no voy a dejar que él se encamine a su posible muerte.

—Es nuestra única esperanza, Lucían. ¿Qué más podemos hacer? Recuerda cuántas muertes han pasado por nuestra causa.

—Bien, pero no lo mandaré solo. Marie, elige a ocho hombres y dales la orden.

Anet sonrió cansada, sin ánimos de seguir hablando.

Su familia la dejó a solas con su pareja.

Lucían se quedó alejado porque no sabía cómo empezar la conversación.

Cabello castaño se descubrió de las mantas, enseñando sus múltiples vendajes.

«¿En qué está pensando?», se cuestionó Ann al ver que Fernández solo la miraba.

Lucían se sentó en la cama, decidido a mantenerse callado.

Ellos se miraron y no expulsaron ningún sonido, solo respiraciones.


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