Herederos de sangre y hierro...

By af_cardenas

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Los dragones y los humanos han estados unidos en una tradición de hierro y sangre durante siglos. Dos príncip... More

La princesa
La princesa
La princesa
La espada
La espada
La espada
El dragón
El Mago
El Mago
El Mago
Parte 2
La rosa 2
La rosa 3
La rosa 4

El dragón

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By af_cardenas

Durante dieciocho años me preparé para la batalla como lo había hecho en ocasiones anteriores, estaba listo para eliminar la amenaza y luego hundir el reino en llamas. Cumpliría la promesa que hice aquella noche por todos aquellos a los que amaba.

-Obsidian, hemos terminado los preparativos -me avisó el general de los dragones. Un dragón casi de mi tamaño con escamas verde azuladas. Uno de sus cuernos se había partido durante una batalla y desde entonces lo llevaba cubierto con oro como símbolo de guerra. Herr era el mejor en cuanto a camuflaje y técnicas de batallas.

Rugí en aprobación.

-¿Acondicionaron la caverna?

Habíamos encontrado una gran caverna en el centro de la montaña donde estarían los más pequeños y aquellos que no podían pelear. En nuestro nido tanto hembras como machos se entrenaban desde pequeños en el arte de la batalla, en el nido estaban preparados para dar su vida por proteger nuestro hogar.

-Tienen provisiones para varios días -aseguró Herr-. También hemos designado algunos dragones guerreros para defenderlos.

-Los pequeños son nuestro futuro.

-Los protegeremos -juró y sabía que cumpliría con ello.

-¿Dónde está Calttia?

El general inclinó la cabeza hacia la colina. Le había ordenado a mi vieja amiga permanecer en la caverna. Calttia había dejado claro su descontento con la orden aún así no podía negarse.

-Hablaré con ella -le dije, alzando el vuelo.

-¡Por el nido! -gritó Herr golpeando el suelo con la cola.

-¡Por el nido! -rugieron los demás dragones. El sonido de sus colas contra la roca se asemejaba al de los tambores. La montaña tembló ante nuestra fuerza. Los contemplé a todos desde las alturas. Rugí junto a ellos, orgulloso de ser su líder.

Calttia estaba en la cima, mirando hipnotizada a la rosa blanca. Un pétalo cayó sobre la enredadera de espinas que la rodeaba cuando aterricé a su lado, aplastando la hierba verde.

-Siempre sabes donde me escondo -replicó.

Sonreí.

-Tus escamas reflejaban la luz desde la montaña -bromeé.

Calttia suspiró.

-Puedo luchar.

-Lo sé.

-¿Entonces por qué me mandas con ellos?

Le di un golpe suave con la cola.

-Porque no confió en más nadie para proteger a mi familia.

Parpadeó, sorprendida.

-No morirás mañana.

-Solo el cielo sabe qué sucederá cuando me encuentre con la cazadora mañana. Dejo mi bien más preciado en tus manos.

Calttia asintió.

-Eres un buen líder, Obsidian.

-Lo seré cuando nos libre para siempre de esta amenaza.

Al bajar de la cima me dirigí a donde aguardaba mi familia para despedirme de ellos. Mi hijo mayor, Vall, se había despedido horas antes para incorporarse junto a los jóvenes dragones guerreros que partirían a la ciudad. La manada escogía a los líderes por su valentía y liderazgo, cosa que el pequeño quería aprender por su cuenta para algún día seguir mis pasos. Como padre, temía por él, pero como líder, estaba orgulloso de su decisión.

-¿Están listas? -le pregunté a mi compañera.

Mi hija menor hacía aros de fuego en el aire tratando de impresionar a su madre. Al verme voló hacia mí; su color era una mezcla de rojo y negro que le conferían un tono único.

-Padre -saludó, haciendo volteretas. Ya comenzaba a tener un tamaño considerable con tan solo dieciocho años, incluso sería mayor que Vall que casi alcanzaba mi tamaño.

-Tienes que cuidar a tu madre -le dije.

-Sí, sí -respondió ella, aunque dudaba mucho que entendiera la profundidad de mi petición. Dieciocho años en la vida de un dragón no era nada comparado con nuestra larga vida. Apenas era una bebé que abandonaba el cascarón, aún le quedaba mucho por aprender.

Gema frotó su cabeza contra la mía, despidiéndose.

-Tú eres la razón por la que sale el sol todas las mañanas -le susurré en la oreja. Gema se estremeció.

Estuve junto a ellas durante las últimas horas, memorizando cada escama y la forma de su fuego. Mi compañera era fuerte, incluso más que yo. Entre Gema y Calttia guiarían el nido en caso de que no volviera.

-No mueras -fueron sus palabras de despedida. Una orden más que una súplica.

Esa noche dormí solo. Los dragones marchaban a la caverna y los que se preparaban para luchar, se dirigían en secreto al reino. Todas las piezas estaban en su sitio y la faltante, se encontraba subiendo la montaña en estos momentos. Había sentido su olor apenas cruzó el límite. Magia pura, innatural.

Lo observé beber agua y pelar una manzana con la espada con la que debía matarme. Espere a que descansara, no quería terminar esta pelea sin antes destruir uno a uno esos lazos que nos unían. El frío aumentó cuando di un paso entre los árboles, el tamaño de mi cuerpo los hizo doblar como si fueran pasto. Entonces me sintió.

Este cazador se veía diferente, se sentía diferente. Sus ojos de rubí sostuvieron los míos y aunque podía oler su miedo, no retrocedió. Su cabello estaba peinado en una larga trenza con reflejos rojos que me recordaron a mi hija, pero en sus facciones no había dulzura, sino un deseo de venganza. Contuve el aliento y dejé que la magia corriera por mis venas. Un golpe, eso era todo lo que necesitaba. Sería rápido, como lo fui las veces anteriores. Al menos yo era considerado con alguien atado a un legado que no pidió; mis antepasados no lo fueron tanto. Era apenas un niño cuando sus gritos me quitaban el sueño.

Inhalé y solté. La magia salió de mí como una explosión. La había estado conteniendo por años para este momento. Lo escuché gritar entre la niebla, un grito ensordecedor. Su cuerpo cayó desplomado al suelo junto a la espada. Estaba hecho.

Comenzaba a voltearme cuando escuché su corazón. Primero leve, luego con un ritmo rápido como si la magia dormida en su sangre estuviera dándole fuerzas. Se apoyó en la espada para levantarse a medias. Aquello estaba mal, muy mal. Era imposible que sobreviviera al impacto.

-¿Quién eres? -rugí, caminando hacia él.

La niebla se despejó lo suficiente para ver el brillo de sus ojos. Apoyó las dos manos en su espada para incorporarse un poco más, el metal titilo, entregándole energía. Escupió sangre cuando pudo enderezar un pie y luego otro poco cuando enderezo la espalda.

Volví a rugir, haciéndolo estremecer. ¿Por qué seguía vivo? Un haz de luz de luna rompió la niebla, permitiéndome leer las palabras grabadas en la hoja de la espada: Fuerza. Conocía su idioma lo suficiente para saber su significado. Una risa ronca escapó de mi garganta.

-¿Quién eres? -repetí, llenando mis pulmones de fuego. No fallaría una segunda vez.

El cazador, no, el guerrero, logró incorporarse del todo. Soltó una de las manos de la empuñadura de la espada para frotarse los ojos, dejando una línea negra gruesa atrás que resaltaba su mirada. Una pintura que usaban los primeros hombres antes de salir a la batalla cuando aún no éramos sus enemigos y le ayudábamos a descubrir nuevas tierras.

-Soy el príncipe heredero Jasper y he venido a matarte.

***🏔***

N/A: ¡Dragones! ¡Qué sorpresa! ¿Quiénes se dieron cuenta o sospecharon del cambio de los príncipes? Este es el último capítulo de esta parte, si quieren saber en qué termina esta batalla y cómo comenzó esta disputa entre humanos, los invito a seguir leyendo y siendo parte de esta historia. Si te gusta la historia puedes apoyarla votando en tus capítulos favoritos, comentando si algo te llama la atención y compartiéndola ❤️. Me declaro Team Dragón.

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