𝖨ᑎ丅𝖮 𝖸𝖮ᑌ ✧ 𝗥𝖮𝗡𝖠 G!P (...

By -onigirizoro-

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―𝘔𝘦𝘯𝘰𝘴 𝘤𝘩𝘢𝘳𝘭𝘢... 𝘵𝘰𝘤𝘢 𝘮𝘪 𝘤𝘶𝘦𝘳𝘱𝘰 Comprometida con un chico que no ama, Nami cree que su... More

𝑃𝑟𝑜́𝑙𝑜𝑔𝑜
𝐷𝑜𝑠
𝑇𝑟𝑒𝑠
𝐶𝑖𝑛𝑐𝑜
𝑆𝑒𝑖𝑠
𝑆𝑖𝑒𝑡𝑒
𝑂𝑐ℎ𝑜

𝐶𝑢𝑎𝑡𝑟𝑜

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By -onigirizoro-

Molestía mañanera. Recuerdos tristes. Promesas, promesas.

Nami tenía una gran sonrisa plasmada en el rostro y un dolor de útero tremendo.

Al fin había sido follada por Robin tal y como quería, rudo y sin preparación, aquello había sido una maldita locura de su parte, el provocar a la azabache de esa manera tan tonta, pero habia valido la pena, ya podía estar en paz.

O tal vez no...

Zoro no había parado de llamarle toda la noche y aquello le molestaba en demasía, mierda, era un tipo muy fastidioso, estaba considerando terminar la relación sin importarle la opinión de sus padres, esa era su vida y él no estaba dispuesto a dejarla en manos de sus progenitores, si así fuera ya estaría casada, con cinco hijos, una casa y una mascota que odiaría con su alma.

Sí, aquello era muy exagerado a su parecer, pero viniendo de sus padres ya nada le sorprendia, en especial de su madre.

Esa mujer siempre la sacaba de quicio enormemente, pero no lo demostraba en lo absoluto, si lo hacía estaba segura de que Anea la jodería la vida hasta cansarse, es decir: Nunca.

Ambas se odiaban, y todos en la familia estaban conscientes de ello, la pregunta era, ¿por qué?, fácil, Nami nunca se dejó manipular completamente, y aquello hacía que Anea se volviera completamente loca.

Desde la llegada de Nami, Anea quería que fuera su viva imagen, quería que actuara igual a ella, quería que pensara como ella, pero ni Noah ni Nami lo permitieron, lo impidieron lo mejor que pudieron, a su manera cada uno, claramente.

Con el pasar de los años las discusiones entre los señores Olsson eran mayores, todo por el control de la vida de la pequeña niña, Nami Iloraba en su habitación en completo silencio, no quería seguir siendo la causa de los problemas maritales de sus padres. Noah lo notó y actuó de inmediato, él podía ser muy estricto y frío con su hija, pero no estaba dispuesto a quedarse cruzado de brazos sin hacer nada al ver como su única descendiente se hundía en la culpa en la soledad de su habitación cuando la única culpable de todo era su demente esposa.

Nami agradecía siempre que su padre la haya ayudado en los peores momentos de su vida, aún tenía presentes las palabras de Noah para confortarla en cada caída emocional que sufría por la presión de ser hija única de millonarios, por tener que aparentar ser perfecta frente a todo el mundo, por tener que estar en el ojo crítico de la gente y no poder actuar como quería.

—No te culpes de nada, Nami, tú no has hecho nada malo, lo único que has hecho desde que naciste es traer felicidad a nuestras vidas, no te dejes llevar por lo que diga tu madre ni el resto de la gente. Tú eres una persona consiente y debes actuar y pensar a tu manera, sea cual sea no voy a interponerme. En tu crecimiento cometerás muchos errores, eso no es malo, estás viviendo muchos errores, eso no es malo, estás viviendo y disfrutando tu vida, y yo estaré contigo para ayudarte y corregirte siempre que lo necesites.

Luego de ello Nami lloró de nuevo, su padre le había dicho esa palabras para hacerla sentir mejor, y lo había logrado, pero estaba segura de que a pesar de lo que su padre le dijera una parte de todo era mentira, una cruel y vil mentira, él no estaria junto a su hija todo el tiempo, estaría en su trabajo y reuniones como siempre, él no estaría para ayudarla y corregirla, estaría con su madre buscando la manera de expandir su empresa internacionalmente para lograr ganar más dinero del que ya tenían, aquello le entristecía mucho, pero a pesar de todo haría caso a las antiguas palabras de Noah, haría lo que creia conveniente y pensaria por sí misma, sin dejarse llevar por los prejuicios de la gente, en especial los de su madre.

Y así lo hizo.

Su madre queria que estudiara contaduría y finanzas, a lo que Nami se negó rotundamente, no era mala en matemáticas, pero no le agradaba la idea de pasarse el día entero sacando cuentas como una calculadora científica.

Le llamaba más la atención el arte, por lo que decidió estudiar esa carrera en una buena universidad, ignorando olímpicamente cada mal comentario de su madre hacia su decisión.

Sus abuelos la apoyaron como siempre, su padre sólo dejó que hiciera lo que quisiera, aquello le había dolido un poco, pero debía ser fuerte, se lo había prometido antes él mismo, y estaba dispuesto a cumplir esa promesa a como dé lugar.

Le contó a sus padres sobre su bisexualidad, a lo que ambos aceptaron sin problemas, estaba feliz por ello, al menos no habían malos comentarios de Anea de por medio, lo que le extrañó en parte, no porque quisiera escucharlos, al contrario, le agradaba mucho que no los agregara, pero sí la mujer no decía o murmuraba algo hiriente y sarcástico era muy anormal, demasiado para la paz mental de Nami.

Luego de un tiempo en el que tuvo que adaptarse a las miradas envidiosas y lascivas de sus compañeros de clases, Nami lo entendió a la perfección el porqué de que su madre no objetara nada, por supuesto, ya tenía al pretendiente perfecto, y cumplía con los requisitos exigidos por ella: Buen físico, familia adinerada, buen estatus social y presencia agradable.

Roronoa Zoro.

Nami no iba a negar que al principio Zoro le había agradado de manera sentimental, pero al conocerlo a fondo aquella atracción se había esfumado como el humo.

Zoro tenía unos defectos enormes y difíciles de corregir, y aunque Nami trató de aceptarlo, no pudo. Él era un completo idiota, mujeriego, promiscuo, egocentrico, etc, etc.

Sacudió su cabeza para eliminar aquellos pensamientos, tenía que ir a la universidad y buscar la manera de hablar con Robin, quería, no, necesitaba ver a la azabache por alguna extraña razón, y aprovecharía que la hermosa mujer la llevaría a su destino y la buscaría para traerla de regreso a casa.

Tal vez a la salida de la universidad podía pedirle que se desviara al centro comercial, quería distraerse un rato y comer algo de comida chatarra, ya que en casa no se permitía tal "anomalía".

Por Dios, ¿a quién no le gusta la comida chatarra?

Los padres de Nami estaban acostumbrados a comer sólo alimentos hechos en casa, nada frito ni con grasas, pero la pelinaranja no era de piedra, así que aprovechaba y comía lo que le viniera en gana siempre que salia, eso sí, eliminando cualquier rastro de ello antes de volver a casa.

No quería tener que llevarse un sermón por parte de Anea y otra charla sobre "el peso adecuado" y "engordarás como foca".

Se bañó con agua fria para calmar un poco el ardor en su vagina, mierda, Robin la había destrozado, a penas y podía caminar con normalidad, parecía un puto pingüino.

Se secó y se vistió con pantalones de cuero y una camiseta azul rey, peinó su cabello ligeramente y delineó sus ojos, logrando verse muy seductora.

Al bajar a la cocina vió a Robin, la mujer leía algo en su teléfono con un rostro neutro, sin emoción.

Nami se tomó su tiempo de admirarla, su oscuro cabello era hermoso, sus labios estaban rojos e hinchados; producto de los salvajes besos y mordidas compartidos la noche anterior, su traje estaba pulcro y sin imperfección alguna, toda Nico Robin estaba perfecta, desde el inicio de su cabello hasta la punta de sus pies.

Saltó levemente al escuchar la deliciosa voz de Robin y soltó un quejido por tal acción, su centro dolia como el infierno.

—Si sigues viéndome así, me olvidaré de que estás adolorida, te amarraré las manos, te inclinaré sobre la mesa y te follaré de nuevo. —la ojiazul sonreía ladinamente, completamente satisfecha de ver a Nami tan fresca y algo adolorida.

—No creo que puedas dejarme más adolorida de lo que ya estoy. —habló mientras bebía un vaso de agua e ingería una pildora para aminorar su dolor.

Robin carcajeó y Nami la miró con una ceja alzada, ¿qué era tan gracioso?

—¿De qué te ríes? —preguntó ligeramente molesta.

Robin miró una vez más a Nami, esta vez de manera seductora y provocativa, sonriendo, mostrándole su hermosa sonrisa.

—Créeme cuando te digo que puedo dejarte más adolorida, lo de anoche no fue nada, pero en serio, si quisiera te hubiera dejado sin caminar por meses y probablemente hubieras necesitado una silla de ruedas, cariño. —respondió roncamente.— Me gustas mucho estando de pie, pero no me importaria dejarte inválida si así lo deseas. agregó de con un guiño a la cobriza, dejándola sola en la cocina con sus hormonas alborotadas y una mente pervertida en funcionamiento.

Para Nami aquello había sido una promesa, una que probablemente se cumpliría en un futuro no lejano.

"Dios mío, a mí tampoco me importaría que me dejaras sin caminar por meses".

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