Cauterio #PGP2024

By XXmyfutureXX

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Alexia lucha por superar el fracaso y convertirse en una bruja cuando una muerte inesperada pone en peligro s... More

Sinopsis
Capítulo 1: Un cadáver sin ojos
Capítulo 2: Frustración
Capítulo 3: La desconocida del espejo
Capítulo 4: El Inked
Capítulo 5: Sin salida
Capítulo 6: La conspiración
Capítulo 7: Evocaciones
Capítulo 8: El grupo de investigación de Elisa
Capítulo 9: La advertencia
Capítulo 10: Los que esperan
Capítulo 11: Antepasados
Capítulo 12: Las pruebas en contra
Capítulo 13: El almuerzo
Capítulo 15: El fracaso negro
Capítulo 16: Sospechosos
Capítulo 17: Nacyuss solo hace intercambios
Capítulo 18: Conversaciones espirituales
Capítulo 19: Los días felices
Capítulo 20: La moneda
Capítulo 21: La venganza
Capítulo 22: Peso muerto
Capítulo 23: Repercusiones
Capítulo 24: Lo que pudo haber sido y lo que es
Capítulo 25: Vi mi futuro y te vi a ti
Capítulo 26: Gatos
Capítulo 27: Asfixia
Capítulo 28: La confesión
Capítulo 29: El tercer subsuelo
Capítulo 30: Los tres caminos
Capítulo 31: Las memorias de Aradis
Capítulo 32: Aquello de lo que no se habla
Capítulo 33: Cacería
Capítulo 34: Lo que pasó ESE día
Capítulo 35: Invasores
Capítulo 36: La mano amiga
Capítulo 37: Decir adiós
Capítulo 38: Ceguera parcial
Capítulo 39: El juicio
Epílogo: La hoguera y la muerte

Capítulo 14: Amigos del pasado

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By XXmyfutureXX


El padre de Helena la dejó frente a la Academia y esperó a que pasara por la puerta para partir. Al entrar, ella tuvo la poco grata sorpresa de encontrar todavía unas diez personas merodeando por los salones. Las sorteó a todas y pasó de largo por la cocina en dirección al patio. Parte del postre y algunas botellas de vino a medio tomar habían sido abandonadas en la mesa de la cocina. Helena agarró la botella que estaba más cerca y se la llevó consigo. Planeaba beberla en el banco bajo la sombra del siempreverde mientras le daba vueltas a toda la nueva información, pero sus planes se frustraron cuando la vio.

Sentada justo en el lugar al que se dirigía, de espaldas a ella y contemplando el jardín, se encontraba Mili. Debía de estar allí desde antes de que el sol comenzara a perder fuerza. Pasaba mucho tiempo afuera. Decía que el aire y la luz le hacían bien, sin embargo no contribuían en reducir su aspecto enfermizo. Llevaba poco más de un año en la Academia y su estado no había hecho más que desmejorar. Bina solía usarla como canal en sesiones de espiritismo que, a veces, la dejaban tan débil que caía en la inconsciencia y algún sabio tenía que regresarla en brazos a la Academia. A ella no parecía importarle demasiado. Cuando Helena le preguntó por qué no dejaba de aceptar las invitaciones de la Maestra, Mili se limitó a encogerse y decir: «Estoy acostumbrada». A Helena le dio pena, pero como la chica no era muy dada a hablar no encontró la ocasión para insistir.

Helena fue hasta ella. Al sentarse a su lado, notó que Mili estaba envuelta en una frazada liviana y tenía una bufanda de lana enroscada al cuello que le tapaba la mitad de la cara.

—¿Cómo te fue? —dijo con la voz amortiguada por el tejido.

—Mal, supongo —se encogió de hombros.

—Es una pena.

Helena creyó que ella no diría nada más y se sintió aliviada. Se tomó un trago de vino del pico de la botella, estaba caliente y agrio. Competía de cerca con los ravioles resecos por el premio a su peor ingesta del día. Estaba a punto de ofrecerle a Mili, cuando ella dijo:

—Sé que no fuiste tú.

—Gracias por creerme.

—No, no. Yo sé que no fuiste tú, Gumer me lo dijo.

Gumer era el espíritu que tenía pegado y, según ella, lo arrastraba como una valija a todos los lugares donde iba. Era tímido, a tal punto que su presencia no se hacía notar nunca. Solo se animaba a manifestarse a través del cuerpo de Mili, usando su cara y su voz, y de ninguna otra forma. La mayoría de sus compañeros llegó a dudar de la existencia de aquel ente y a pensar que la chica disfrutaba de hablar sola, pero le avergonzaba decirlo. No fue hasta que Mili los invitó a todos a una sesión secreta para hablar con él, que cambiaron de parecer.

—¿Ah? ¿Le preguntaste sobre el culpable?

—Pregunté solo sobre tí.

—¿Podrías preguntar por...?

—No. Elisa me pidió que no preguntara. Cree que Gumer me mentiría.

—¿Por qué?

—Me dijo que podía estar influenciado por algún otro espíritu de la Academia.

—No hay ningún otro. Limpian la Academia periódicamente. Gumer está aquí, solo en su dimensión.

—Lo sentiría si no fuese como dices —murmuró.

Otra vez se quedó callada. Helena lo entendía, al parecer el miedo que ella le tenía a Bina se había traspasado a Elisa.

—Elisa insiste en que los espíritus no son confiables, menos los que se ocultan. Lucía opina que la nueva Maestra no quiere que nos confundamos.

—Le ponen a todo la misma excusa —murmuró Helena—. En el caso de que yo te lo pidiera, sin que nadie esté al tanto de ello, ¿lo harías?

Mili se encogió y negó con la cabeza.

Se oyó el sonido de la puerta al abrirse y unas cuantas voces que se acercaban. Mili se llevó un dedo a los labios en señal de que mantuviese en secreto el asunto.

—Seguro —iba diciendo Lucía—. Su cara de mosquita muerta no me engaña.

Se calló cuando vio que Helena la estaba mirando por encima del hombro. Lucas y Chiara no tardaron en aparecer detrás de ella. Lucas llevaba, en una mano una botella de champagne, y en la otra, una pila de vasos descartables.

—Miren lo que conseguimos —dijo él, alzando la botella—. Se lo tuvieron bien guardado durante el almuerzo.

Helena les sonrió amablemente. Verlos venir se le antojaba tanto como un martillazo en la cabeza. ¡Y se suponía que eran sus amigos! Jamás creyó que llegaría a vivir en la misma casa que tanta gente y no soportaría la presencia de ninguna realmente. ¿Será que estaba perdiendo sus habilidades sociales?

Ella encajaba tan bien con ese grupito como con todo el mundo. Eso le hacía pensar si tenían algo en común, o todo era una farsa de su parte. Si es que se había adaptado a ellos por tanto tiempo que, sin quererlo, fue colapsando de apoco y terminó de detonar en el peor momento. Ese era su problema. Cambiaba para satisfacer a los demás, para ser lo que ellos necesitaban, en el momento en que lo necesitaban. Se mimetizaba tanto con la gente que, en algún momento, por la preadolescencia, llegó a decir las mismas cosas que Chiara al mismo tiempo, con un espeluznante y perfecto timing. Curiosamente, esa fue la época en que más certezas tuvo de que eran las más unidas y que serían las mejores amigas por siempre.

Ya ni siquiera recordaba cómo era estar con ella ni con ninguno de los otros.

Ahora, Lucía la irritaba; Lucas la aburría; Mili se sentía como una desconocida, y lo era; y a Chiara la percibía tan lejana que le resultaba difícil precisar por qué le había tenido tanto cariño. Eran otras personas, diametralmente diferentes a las que creía conocer. ¿Qué era lo que veía en ellos antes? ¿Cuál era la razón por la que los había llamado amigos? ¿Lucía tenía algún matiz o solo era una engreída? ¿Chiara era algo más que una chismosa? ¿Lucas era relevante en este mundo? Su conversión en esos monstruos había sido tan paulatina, que ni lo notó hasta que tuvo un tiempo para pararse a pensar. Tal vez siempre habían sido iguales y su mente se ocupó de distorsionarlos y moldearlos a su gusto para poder soportarlos tan cerca por tanto tiempo.

No se atrevía a culparlos del todo por convertirse en lo que eran ahora. Ella también había cambiado. De a poco fue perdiendo el encanto. Ya no era tan vivaz como antes y su mente estaba ralentizada. Pasaba la mitad del tiempo preocupada por eso y la otra mitad sin poder concentrarse en nada en absoluto. Se sentía una sombra de la persona que era antes. Estaba cansada de fingir que todo seguía igual porque sino no sabía qué decir. Pero no encontraría entre sus "amigos" a nadie que le interesara saber eso. Solo le quedaba Alexia.

Como fuera, era imposible obviar el hecho de que después de la acusación ya no estaban en la misma sintonía, que la tierra se había partido en dos y los dejó a todos ellos del lado opuesto al que se encontraba Helena. Los caminos de la gente se separan, eso pasa y es parte de la vida, ella trataba de recordarlo cada vez que pensaba en qué podría haber hecho para que todo fuera diferente.

—¿Van a festejar? —inquirió señalando la botella con la cabeza.

—Te trajimos un trago para animarte, Lena. —Lucía sonrió con un gesto más burlón que simpático.

Chiara la abrazó y aprovechó para empujarla hacia el centro del banco y poder sentarse ella también. Lucas sirvió un vaso y se lo tendió a Helena. Apretujada entre Chiara y la frazada de Mili, ella no dudó en dejar a un lado el vino y aceptarlo. Si no podía pensar en paz ni convencer a Mili, al menos podía emborracharse con algo que no supiese a mierda. No, ni eso, no había suficiente champagne.

—Todo es mejor con la conciencia un poco alterada —dijo Lucas mientras le hacía señas con la cabeza a Helena para que bebiera y se disponía a servir el siguiente vaso.

—Me encantaría que fuese completamente cierto.

El chico se encogió de hombros y apuró su vaso.

—Tal parece que tu humor no mejoró desde el otro día —comentó Chiara.

—¿Qué pasó el otro día? —inquirió Lucía, interesada de pronto.

—Tuvimos una gran charla sobre el status.

—¿Ahora te preocupa tu status, Lena? Después de años siendo amiga de la traidora imbécil.

—Era mi compañera de cuarto, ¿qué más podía hacer?

—Ignorarla, como el resto.

Helena presintió que Chiara estaba a punto de soltar uno de sus comentarios sobre su relación con Alexia.

—Cierra la boca —le dijo antes de darle la oportunidad de abrirla.

—Pero yo no dije nada —se quejó ella.

Lucas las miró confundido.

—Lena, estás enloqueciendo —dijo Lucía entre risas—, sin ofender —agregó—. Como sea, la traidora te metió en un buen lío. Era obvio que ella terminaría haciendo algo así, con sus antecedentes...

—¿A qué te refieres? —preguntó Mili después de apurar de un trago su vaso.

La conversación se arrimaba peligrosamente al incidente del año anterior. Helena no quería ni que se lo recordaran, mirándolo en retrospectiva le era imposible argumentar nada sobre eso y decir que no le guardaba rencor a Bina. Carecía de la labia necesaria y la capacidad de mentir de forma creíble para salir airosa de aquella conversación.

—Su madre se salió del Círculo. Tiene la traición en la sangre.

—La traición no se hereda —apuntó Helena.

—No, se contagia. Por afinidad, por parentesco... por amor. —Lucía no le quitaba los ojos de encima.

Obviamente, Chiara se lo había contado. Helena la fulminó con la mirada, pero la chica estaba demasiado concentrada en el champagne para darse por aludida.

—Su madre está muerta. Ella ni siquiera la recuerda. Y no me gusta lo que insinúas —dijo Helena—. Me daba lastima como la trataba Bina...

—No eras la única. ¿Piensas que Bina no nos maltrató a nosotros también?

—¿En serio van a jugar el papel de víctimas cuando ustedes le seguían la corriente cada vez que podían? ¿Tengo que recordarte la vez que sabotearon la poción de Alexia porque Bina se los sugirió y la mandaron a curaciones? Todavía te da gracia cuando lo recuerdas —acusó a Lucía—. Lo he escuchado.

—No fue para tanto... —Lucía puso los ojos en blanco.

—Intentábamos sobrevivir —apuntó Lucas—, al menos yo lo hacía.

—Lo quieran o no, no pueden juzgarme por ser humana y tener empatía —dijo Helena.

Una risita sutil que casi pasa por un siseo recorrió al grupo.

—Es tan buena que me resulta imposible pensar que conspiró para matar a alguien —dijo Chiara como si Helena no estuviese frente a ella.

—Sí, ¿no? Impensable —acotó Lucía casi sarcástica.

—De seguro el Tribunal abrirá pronto los ojos y te hará a un lado en la acusación —le dijo Mili que no había captado el tono de las otras dos.

—¿Tienes algún plan?

—Confiar en mi padre. —Helena se encogió de hombros.

Helena regresó dentro para la cena, aunque ni se acercó al comedor y fue derecho a su cuarto. Hizo más de un gesto hacia Mili para que la acompañara sin que los demás se percataran, sin embargo, ella los ignoró todos intencionadamente. Al final, subió sola.

La primera semana luego de su regreso a la Academia, había intentado desesperadamente que alguna de las chicas la acompañara a fumar y charlar en los ratos libres. Ninguna se movía nunca de su lugar y la dejaban alejarse. ¿Qué esperaba? ¿Qué iba a regresar y el resto andaría de lameculos?

Una de esas tantas veces, cuando se separó del grupo, fue Lucas quien la siguió. Helena iba escuchando los pasos de él pegados a los suyos mientras subía la escalera, cómo se apresuraban cuando ella iba más rápido. Supo que no se lo podría sacar de encima, entonces paró en seco y lo enfrentó.

Lucas, como todos los hombres, estaba desprovisto de cualquier defensa contra las intromisiones mentales de Helena. Ella sabía más que bien que ansiaba tener el poder que le faltaba aunque, en general, no fuera por el poder en sí, sino por pertenecer. Entender eso, solo consiguió que le diera lástima que se quedara en un rincón mirando los logros del resto y fingiendo estar contento con los pequeños trabajos que se le asignaban, como prender las velas o colocar la sal; y, sobre todo, cuando la Maestra lo enviaba a hacer cosas que a nadie le agradaba y él obedecía sin protestar aunque por dentro estuviera fastidiado.

Era una presa fácil y ella se había aburrido de su mente simple y falta de imaginación, por lo que ya no le prestaba atención tan a menudo. Recién volvió a él días después de la muerte de Bina para descubrir un miedo y una confusión ajenos, que se encontraron con los propios y se le pegaron al fondo del estómago.

—¿Querías hablar? —le había preguntado Lucas antes de que ella pudiera decir nada.

Negó con la cabeza.

—¿Tú sí?

—No tuve la oportunidad de decírtelo aún, pero yo no lo hice.

—Eso deberías comentarselo a mi padre, no a mí. Aunque no creo que a él le interese demasiado.

—Hemos... he visto cómo nos miras, a la espera de que soltemos una frase desafortunada

—Sé que tú no tienes idea, he estado en tu mente.

Lucas no se sorprendió, en su lugar frunció el entrecejo notablemente molesto, pero, a su vez, resignado por no tener alternativa.

—Entonces las viste a través de mis ojos. Ellas estuvieron conmigo toda la tarde, toda la noche.

—Obligándote a hacer el trabajo sucio por ellas, no trabajando a tu lado, ¿me equivoco?

Sus mejillas adquirieron un notable tono rojizo.

—Escucho sus voces, pero no las veo mientras trabajas en los cadáveres.

—¿Por qué no confías en mi memoria?

—Los recuerdos pueden alterarse.

—Nunca he intentado ocultarlos.

Helena puso los ojos en blanco. Quería tirar de los hilos, pero en el fondo sabía que lo que le decía era verdad.

—¿Por qué temes que yo sospeche de ellas si estás seguro de que fui yo?

—Eh...

Helena levantó una ceja esperando una respuesta.

—Sé todo lo que piensas, incluso en este mismo momento. —Se le acercó tanto que pudo oler el aliento agrio del chico—. A Alexia no le da la cabeza para hacerlo bien, entonces yo lo planeé. Porque soy una perra fría y calculadora, justo como lo dijo Lucía. Si mi inteligencia es tan superior y yo soy tan culpable, no entiendo cómo te explicas a tí mismo que ahora yo esté hasta el cuello con esto. —Paró de hablar en seco. Se estaba enojando y temía que se le fuera la lengua—. Lo peor es que ni siquiera piensas por tus propios medios. Hazme el favor, ten un poco de dignidad y deja de ser un títere de las brujas.

—Yo... —Dio un paso hacia atrás y trató de recomponerse.

«No tengo otra alternativa», escuchó Helena y le llegó, en un deje muy lejano, la impotencia de ser débil.

—Lucía lo ha pensado y... solo queremos asegurarnos de que nos mantengas fuera de tu declaración cuando te enfrentes al Tribunal, ¿sí? Y que la traidora también lo haga.

Helena soltó un bufido. No había pasado ni un mes desde la muerte de Bina y ellos ya estaban pensando en la última instancia del juicio.

—¿Y cómo le voy a pedir eso a Alexia? No la he visto en semanas. —En realidad solo eran dos semanas pero se habían sentido eternas.

—¿Puedo tener tu palabra?

—Dile a Lucía y a las demás que si tan inocentes son, no tienen nada que temer. Yo no soy una mentirosa. —Se dio la vuelta hizo un par de pasos y se giró de nuevo—: También diles que estoy más que arrepentida de haberles prestado mi tarea todos estos años.

Lo dejó atrás y se metió en su cuarto. Esperaba ver a Alexia tirada en la cama, dibujando mientras escuchaba a Lana del Rey. Pero en su lugar, se encontró con la cama perfectamente armada y una fina película de tierra sobre la colcha, que más que mugre, era ausencia.

Por ese entonces todavía conseguía que la angustia se disipara, por lo que pudo olvidarse de Alexia y dormir un rato. Debió de haberse quedado con la duda sobre si sus amigos eran unos asesinos cobardes o no, porque esa tarde soñó con ellos. Más que un sueño, fue un recuerdo muy vívido de algo que efectivamente había sucedido. Bina dictaba la clase, pero no era más que una sombra blancuzca con una voz severa y filosa.

—¿Qué significa esto para ustedes? —decía ella y Helena reconoció que era su primera clase en la Academia.

Levantó la mano para ser la primera en responder, pero fue Lucía, que llevaba el cabello corto por los hombros y todavía no había aprendido a maquillarse bien, quien respondió antes, sin esperar a que la autorizaran a hablar.

—La posibilidad de acceder al poder, a un poder mayor.

—Ciertamente lo conseguirás —aseguró Bina—. ¿Helena?

—Perfeccionarme. Aprender para servir de ayuda en el Círculo.

Una sonrisa apareció en medio de la mancha que era Bina. Helena la recordaba como una sonrisa de orgullo, sin embargo, esa imagen no era más que una expresión de burla. La Helena del sueño se enrojeció y no dijo ni una palabra más.

La siguiente en hablar fue Chiara.

—No sé bien, todavía. —Cuando vio que Bina no quitaba su foco de atención de ella, continuó—: No lo había pensado.

—Mmm. —Fue el único sonido que emitió Bina en respuesta, luego apuntó a Alexia—. Tú. ¿Qué significa para tí?

Alexia estaba encogida en su silla deseosa de aprender a hacerse invisible en alguna de esas clases. Pero Helena podía verla claramente desde su lugar de omnipresencia, pensar lo que pensaba y sentir lo que sentía. Alexia sabía que estaba entrando en una cárcel, así que sencillamente respondió:

—Perder.

No aclaró nada más y Bina no preguntó. Un segundo después, Helena comenzó a dudar de si realmente la sombra de Alexia había hablado o se quedó con la respuesta atorada entre sus pensamientos.


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