Nosotros Nunca [YA A LA VENTA]

By srtaflequis

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«Nosotros Nunca» ya está disponible en PAPEL y puede ser vuestro 💫 esto es una primera versión de la histori... More

Nota de autora
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El monstruo de las pesadillas (1)
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4
El monstruo de las pesadillas (2)
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6
El monstruo de las pesadillas (3)
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El monstruo de las pesadillas (4)
9
10
El monstruo de las pesadillas (5)
11
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El monstruo de las pesadillas (6)
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El monstruo de las pesadillas (7)
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El monstruo de las pesadillas (8)
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17. 1
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El monstruo de las pesadillas (9)
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El monstruo de las pesadillas (10)
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El monstruo de las pesadillas (11)
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El monstruo de las pesadillas (12)
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El monstruo de las pesadillas (13)
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El monstruo de las pesadillas (14)
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FINAL

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By srtaflequis

Dylan.

—¿Cómo va todo con Lara?

Zack pone los ojos en blanco y se acerca el botellín a los labios. Sé poco de amor, pero lo suficiente para conocer esa mirada. El gesto de su cara. Esos labios mordisqueados. Las uñas mordidas. El ego subido. Y el significado del silencio incómodo.

—Hay lectores que afirman que el final de un libro es lo que decide si es bueno o es malo, pero nadie habla de los comienzos. Sin ellos no habría historia. No es fácil construir una historia que no existe. Lara y tú sois dos personas completamente distintas que han decidido empezar un nuevo camino, esta vez juntos.

—No me gusta complicarme la vida, tío.

—Zack ¿Qué ocurre?

—Nada —le da un último sorbo al botellín y le pide otro al camarero. Yo niego con la cabeza y pongo el billete sobre la barra—. ¿Ya te has cansado de mí?

—Es tarde, he quedado con Natalia para ver una película en casa.

—¡Oh, venga! La ves todos los días...

—Zack, le he dado mi palabra. A diferencia de ti, yo sí tengo claro a quién quiero.

—¿Por favor?

—No —mascullo, sin mirar. De reojo, Zack hace pucheros. Es insoportable. Saco el teléfono y le mando un mensaje a Natalia para decirle que la noche de películas se pospone, que... de verdad lo siento mucho. Ella me responde con un emoticono feliz y me pide que disfrute. También que tengamos cuidado. Zack observa todo el proceso con una sonrisa. Fuera del bar, da una palmada y se frota las manos—. ¿Y bien? ¿Qué quieres hacer?

—Una locura... Dylan, quiero hacer una locura —lo piensa bien mientras se rasca la mandíbula—. ¿Fiesta?

¿Después de lo que ocurrió la última vez? Ni de coña.

—¿Fiesta? —repito, haciendo burla—. Eso es para ti... ¿locura? Locura es... no sé, colarnos en un parque de atracciones, bañarnos desnudos en un mar lleno de tiburones...

—Eso no es una locura, es peligroso.

—¡Propón algo! —grito—. ¡Eres tú el que quería hacer un plan de locura!

—Mmmm... conozco un cine abandonado. Podemos comprar alcohol y ver una película a lo grande.

—¿Qué tiene eso de locura? ¡Juguemos a algo, maldito surfista de pacotilla! ¡Pongámonos al límite! —doy una vuelta sobre mis talones, mientras caminamos hacia el cine abandonado—. Juguemos al yo nunca. Pero... de forma extrema. Preguntas que nos pongan sobre las cuerdas, esas que pueden poner en peligro una relación de amistad.

—Puede salir muy mal.

—Será divertido —respondo, no muy convencido.

En el interior del cine, después de haber comprado alcohol, hay varias salas ocupadas llenas de jóvenes de fiesta. No es complicado entrar sin ser visto y, para ser honestos, creo que si alguien nos viera... le daría igual. Como hijo de policías, creo que prefieren tenernos controlados en un lugar cerrado que hacer de padres de unos jóvenes locos, sin miedo y con ganas de disfrutar toda la madrugada.

Entramos en una sala en la que hay gente, pero nos ponemos en la otra punta. Zack quiere acercarse y acoplarnos, pero se lo prohíbo. Esos chicos tienen pinta de estar en el mismísimo limbo. El olor a marihuana se aprecia desde aquí y si afino la vista, puedo tocar la nube que sobrevuela las butacas con la mano. Con suerte, no nos hará mucho efecto.

—Yo nunca he hecho un trío —dice y le da un trago a la botella. Yo levanto las manos. Zack comienza a reírse a carcajadas—. ¿En serio? ¿Dylan Brooks nunca ha hecho un trío? ¿No te ves capaz?

—Nunca ha surgido la oportunidad —me limito a decir. Y le quito la botella—. Yo nunca... Me he enamorado de otra persona que no es mi pareja.

No bebo, guardo las distancias con la situación y la observo desde fuera. Zack me quita la botella por inercia y le da un trago. Con la cabeza hacia arriba, mientras el alcohol quema su garganta, abre los ojos.

—Mierda —masculla.

Lo sabía. Lo tenía claro. Esas miradas... joder ¿Cómo no me he dado cuenta antes?

—Mi turno —miento, con descaro. Le quito la botella de las manos y añado—: Yo nunca he sentido el impulso de arrancarle la cabeza a mi amigo.

Acerco la botella a mis labios y le doy tres tragos a palo seco.

—¿Tú no? —me mofo.

—Solo fue una vez, Dylan. Un día. Dudé ¿vale? ¡Soy humano!

—¡Es mi novia! —grito—. ¡Y tú eres mi amigo!

Zack frunce el ceño y tras quedarse pensativo unos segundos dice:

—No hablaba de Natalia, hablaba de Lily —hace una breve pausa—. ¡Oh, venga! ¿Pensabas que hablaba de Natalia? He pensado en Lily estando con Lara y en Lara estando con Lily. Pero no le dirás nada ¿no? Tanto tu novia como la mía me matarían.

—Zack no estoy para bromas —le digo.

—Dylan, soy sincero.

No sé si es la humareda de marihuana, el calor que hace en este puto lugar, el remordimiento por haber faltado a la cita de película, manta y palomitas con Natalia, que cada día tengo menos claro mi papel en el mundo o que... he dudado de mi amigo. De mi puto amigo.

¿En qué me convierte eso?

Él no es Daniel. No lo es. Me repito en bucle.

—Lo siento, tío —le digo, abrazándome a él.

Al principio, Zack tarda unos segundos en reaccionar, pero finalmente me abraza y me propina unas cuantas palmadas en la espalda.

—No pasa nada, Dylan. Nos puede pasar a cualquiera —murmura, hasta en tres ocasiones.

Dejo de beber al instante. No me apetece estar borracho, no lo necesito, pero Zack continúa pese a que le pido que deje de hacerlo. Se acerca hasta los chicos del fondo de la sala y fuma la hierba que le ofrecen. Parecen majos, pero no los conozco. Él tampoco los conoce. Podrían ser asesinos o peor, psicópatas.

Zack me indica que me acerque y me una a ellos, pero rechazo la invitación. Aun así, dejo que disfrute, que desfogue. Me vendrá bien estar unos minutos a solas, sin nadie. Solos el humo, la noche y yo. Me reclino sobre una butaca y pongo los pies sobre el reposacabezas que tengo delante. Enciendo el móvil, me meto en la aplicación de fotos y comienzo a bajar hasta años atrás.

Voy deslizando el dedo por la pantalla recordando viejos momentos. En una de ellas estamos Eneko y yo en mi habitación. Su padre se acababa de mudar y no tenía donde ensayar. Mi padre le dejó que se quedara una semana en nuestra casa. Montamos su estudio de grabación y música en el gimnasio. Fue una puta fantasía boxear con mi amigo a la batería, guitarra y voz cantando Nirvana.

¿Nueva York me guardará tanto rencor como yo a él?

Termino llevándome a Zack a cuestas por las calles de Vancouver. Llegamos al apartamento de Lara y llamo al timbre directamente. Aún guardo las llaves del edificio de cuando Natalia vivía aquí.

—¿Quién es?

—¡El pizzero! —balbucea Zack, a gritos. Yo le doy un pescozón en la nuca. A este paso y con este jaleo, van a salir los vecinos y nos van a matar.

Lara nos abre y Zack se tira a por ella para abrazarla, pero se cae de bruces contra el suelo. Ni Lara ni yo nos esforzamos por levantarlo del suelo. No necesita nuestra ayuda, o eso se repite en bucle él solito. Como buenamente puede, camina hasta el dormitorio chocando con cada mueble del salón.

—¿Quieres una tila? —pregunta Lara, desde la isla de la cocina.

—¿Tienes pizza?

—¿Te valen unos macarrones con tomate?

Asiento rápidamente con la cabeza.

Para haber llegado en estas condiciones tan deplorables, Lara no se lo ha tomado tan mal como pensaba, pese a tener un instinto sobreprotector de Rottweiler con Natalia, sigue siendo tan buena amiga y simpática como ella la describe. Desde la cocina me sonríe. Mientras el plato de pasta se calienta en el microondas, me sirve un vaso de agua y lo deja sobre la mesa del salón. No puede evitar romper a carcajadas cuando me ve tirado sobre el sofá de aquella manera, pidiéndole al universo que me de las fuerzas suficientes para no vomitar en el sofá. Todo me da vueltas. O... eso le hago creer a ella.

—¿Por qué no vas al baño a echarte agua?

—¿Tan mal me ves?

—Hombre... no sé qué habrás estado haciendo, pero tienes un pene dibujado en la mejilla.

¿Qué? ¡Este muchacho es imbécil!

Corro hasta el baño con la esperanza de no tropezar y caer de bruces contra el suelo. Conozco a los nuevos vecinos de abajo, son unos cascarrabias. Subirán con la policía y... para colmo, acabo en el calabozo suplicándole a mi madre de rodillas que me deje salir para pasar la noche con Natalia.

Me miro en el espejo y no tengo nada dibujado. Será cabrona... Aun así, aprovecho para lavarme la cara y mojarme el pelo.

—¿Te importaría dejar de fingir que vas borracho, Dylan? Es un poco violento tener enfrente a alguien mintiéndome en la cara, como si nada estuviera pasando —Lara me pilla por sorpresa y, pese a que me haya pillado, me ofrece la pasta recalentada. Agarro el tenedor y comienzo a pinchar uno tras otro, a gran velocidad. Con la boca llena le aseguro que está buenísimo—. Desde que estoy aquí, esta es la cuarta vez que Zack se emborracha. No tengo nada en contra de la acción como tal, es joven. Tiene derecho a pasarlo bien. El caso es que... hablo con él desde que llegasteis a Vancouver, sé que esto no es común en él. ¿Qué está pasando, cerebro de mosquito?

Aceptar que la persona que quieres no te quiere es difícil, pero nadie habla del papel que juega la persona del medio, esa que se encarga de hacérselo saber.

—Tiene dudas —cambio la verdad.

—¿Dudas?

—Sí.

—Especifica o mueres, colega —me advierte, amenazante.

—Le gustas, Lara. Le gustas mucho.

—Pero no lo suficiente como para empezar a quererme —deduce.

—No creo que sea eso. Hay personas que llegan a tu vida con un fin concreto. Cumplen su misión y se van, para siempre. Otras lo hacen de una forma más sutil, de manera escalonada, dosificando las lecciones a lo largo de la vida. Ser unos u otros no te hace mala persona, simplemente, hay personas que están puestas para ti. Y otras que no.

—Y lo que me quieres decir es que Zack pertenece al primer bloque ¿no?

—Lo que te quiero decir es que...

—¡Es que nada, Dylan! Yo no quiero a mi lado a alguien que esté sin estar. O estás conmigo o no estás. No quiero mareos, idas y venidas ni lecciones sacadas de un libro de romance adolescente, Orgullo y Prejuicio o la típica comedia romántica como La proposición.

—¿Has probado a hablar con él?

—Eso ha sonado a «Tiene excusas muy buenas, Lara. ¿Estás dispuesta a escucharlas?». Y por si no ha quedado claro... no, no estoy dispuesta, Dylan. Zack me va a perder, aún sin siquiera tenerme. Cuando eso pase llorará y suplicará que vuelva y yo ya no estaré ahí para escuchar sus ruegos y llantos.

No puedo callar por mucho tiempo más. Tengo que decírselo. Tiro el tenedor sobre el plato, me limpio el tomate restante de los rebordes de mis labios con el primer papel que veo y le tomo la mano a Lara. Esta me mira asqueada, con una cejar arqueada.

—No me voy a acostar contigo. Eres el novio de mi amiga, cerdo.

—¿Qué? ¡No, joder! —sacudo la cabeza y le suelto la mano—. ¿Quieres saber qué es lo que le ocurre a Zack?

—¡Es lo que llevo preguntándome desde hace veinte minutos, imbécil!

—Quiere fugarse contigo. Él y tú, los dos solos. Sabe que quieres viajar por el mundo, que antes de asentarse en un lugar a vivir, te gustaría conocer países, aprender idiomas y formar parte de diferentes culturas. A él le gustó la idea, lleva pensándolo desde el mismo día en que se lo dijiste.

—Dylan... eso se lo dije el primer día que hablamos. Justo el día siguiente al que Natalia le conociera... —asegura, emocionada. Le tiembla la voz—. ¿Por qué no me lo ha dicho?

—Porque teme que le digas que no, que lo vuestro se rompa y tenga que cumplir esa promesa solo, sin ti.

Vale, lo reconozco. Esta frase no la ha dicho él, pero... ¿A qué ha quedado bien?

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