Mörder [ COMPLETA ]

By RipleyWylde

2.1M 94.8K 23.3K

《Cuando tu vida se reduce a matar o morir, ¿qué elegirías?》 FECHA ORIGINAL DE PUBLICACIÓN AÑO 2013 More

Sinopsis
Advertencia
Introducción
Primera parte: prisionera
Capítulo N° 1
Capítulo Nº 2
Capítulo Nº 3 (Parte 1)
Capítulo N° 3 (Parte 2)
Capítulo N° 4
Capítulo N° 5
Capítulo N° 6
Capítulo Nº 7 |Parte 1
Capítulo N° 7 | parte 2
Capítulo N° 8
Capítulo N° 9
Capítulo N° 10
Capítulo N° 11
Capítulo N° 12
Capítulo N° 13
Capítulo N° 14
Capítulo N° 15
Capítulo N° 15 | parte 2
Capítulo N° 16
Capítulo N° 17
Capítulo N° 18
Capítulo N° 18 | parte 2
Capítulo N° 18 | parte 3
Capítulo N° 19
Capítulo N° 20
Capítulo N° 21
Capítulo N° 22
Capítulo N° 22 | parte 2
Capítulo N° 23
Capítulo N° 24
Capítulo N° 25
Capítulo N° 26
Capítulo N° 27
Capítulo N° 28
Segunda parte: Libertad
Capítulo N° 29
Capítulo N° 30
Capítulo N° 30 | parte 2
Capítulo N° 31
Capítulo N° 32
Capítulo N° 33
Capítulo N° 34
Capítulo N° 34 | parte 2
Capítulo N° 35
Capítulo N° 36
Capítulo N° 37
Capítulo N° 38
Capítulo N° 39
Capítulo N° 40
Capítulo N° 41
Capítulo N° 42
Capítulo N° 43
Capítulo N° 44
Capítulo N° 45
Capítulo N° 46
Capítulo N° 47
Capítulo N° 48
Capítulo N° 49
Capítulo N° 50
Capítulo N° 51
Capítulo N° 52
Capítulo N° 53
Capítulo N° 54
Capítulo N° 55
Capítulo N° 56
Capítulo N° 56 | parte 2
Capítulo N° 57
Capítulo N° 58
Capítulo N° 58 | parte 2
Capítulo N° 59
Capítulo N° 59 | parte 2
Capítulo N° 60
Capítulo N° 61
Capítulo N° 62
Capítulo N° 63
Capítulo N° 64
Epílogo
Nota de autora
EXTRA: El trato | parte 1
EXTRA: El trato | parte 2
EXTRA: El trato | parte 3
EXTRA: El trato | parte 4
EXTRA: El trato | parte 5
EXTRA: El trato | parte 6
EXTRA: El trato | parte final
EXTRA: Rata | parte 2
EXTRA: Rata | parte 3
EXTRA: Rata | parte 4
EXTRA: Rata | parte 5
EXTRA: Rata | parte 6
EXTRA: Rata | Final

EXTRA: Rata | parte 1

293 36 28
By RipleyWylde

Por mayoría en las distintas votaciones que hice, tanto en Wattpad como en el grupo de Telegram, este extra será sobre Rata.

Espero les guste, Rata tiene mucha historia por contar, por lo que tendrá más de una parte. Los leo en comentarios para saber su opinión, que es tan valiosa para mí <3

~ • ~


—¡Otra vez!

La fuerte voz de Óscar Moms retumbaba allí, que sostenía en su mano una picana eléctrica. Frente a él, un niño daba volteretas en el suelo y disparaba a distintos blancos, para luego lanzar un cuchillo a un muñeco de práctica. Recibió otra descarga eléctrica que lo hizo gritar.

—¡Otra vez, más rápido!

Nuevamente hizo los mismos movimientos, mucho más rápido. Disparó a distintos blancos, lanzó cuchillos a muñecos de práctica y se lanzó sobre otro enredando sus piernas en el cuello para arrojarlo al piso, para luego colocar la pistola en la frente del muñeco y disparar. Su rostro estaba lleno de odio, con sus ojos café abiertos de par en par.

—Bien, Omar. Muy bien —dijo Óscar y apoyó su pesada mano en la cabeza de él—. Sos el mejor de todos, ya estás listo.

—¿Tendré misiones? —preguntó, jadeante mientras se ponía de pie.

—Sí.

Óscar lo tomó del rostro con fuerza, mirándolo fijo a los ojos, y entre dientes no dudó en decir.

—No falles, Omar. Invertí mucho tiempo en vos.

—No voy a fallar, señor Moms.

Se inclinó de forma respetuosa hacia él, pues pese a que su maestro le tenía cariño y era –de entre todos sus alumnos– su preferido, sabía que era cruel y malhumorado si alguien osaba a mirarlo directo al rostro.

Aún con la cabeza gacha retrocedió unos pasos sin darle la espalda y, ya en la puerta, salió de allí para poder correr hacia su habitación compartida con su familia. Su madre, la gran y temida Marta Leiva, era la amante principal y más adorada por Óscar Moms. Gracias a ello consiguió habitaciones solo para su familia, sin tener que mezclarse con otros asesinos.

Era el menor de once hermanos, todos hijos de la misma madre. Todos Leiva, porque ella se negaba a ponerle a sus hijos el apellido de cualquier hombre. Incluso cuatro de sus hijos eran bastardos Moms. Dos de ellos de Óscar, y los otros dos del primogénito de él, Máximo Moms, el líder general de Mörder.

—¡Eh! ¿A dónde va la lauchita? —dijo su hermano mayor cuando se lo cruzó corriendo por los pasillos.

—¿Qué carajo te importa? —se quejó él y le dio un empujón.

—Más respeto con tus mayores, laucha —le dio una palmada en la cabeza—. A mamá no le va a gustar que hables así con diez años.

—Que me chupe la pija, qué carajo me importa.

Su hermano se rió y lo despeinó con cariño.

—¿Qué te van a chupar si tenés diez años, pendejo? Andá a lavarte el ojete.

Con un suspiro lo levantó sobre su hombro como si no pesara nada, mientras que Omar lo golpeaba con fuerza en la espalda musculosa.

—¡Bajame, Raúl, o te voy a matar!

—¿Sabés lo que te falta para siquiera ponerme una pistola en la cara, pendejo? Veintiuno tenía cuando naciste, uno de los mejores profesionales —se rió—. Te voy a llevar con mamá. Si le faltás el respeto te voy a re cagar a trompadas, laucha asquerosa.

Omar le mordió el hombro con fuerza, sin embargo su hermano no le dio importancia y solo se rió más. Caminó con el muchacho sobre el hombro que se cansó de forcejear y solo masculló insultos en distintas lenguas.

—No te bastaba con ser un maleducado en español, ahora también en alemán y ruso —siseó Raúl.

Pateó la puerta de la habitación de su madre, si estaba con un hombre no le importaba, incluso se rió al ver a un tipo que se apresuraba a salir, mientras su madre, Marta, fumaba con tranquilidad sentada en su gran asiento mullido, con las piernas cruzadas como la matriarca que era.

—Madre —dijo Raúl con respeto y arrojó a Omar sobre la cama—. Andaba corriendo por los pasillos con su boca sucia.

—¡Qué asco, debe estar todo lecheado! —chilló Omar y se bajó de un salto.

—Omar —dijo su madre con su imponente voz y presencia—. ¿Qué hiciste esta vez?

Él, con un chasquido de lengua, se acercó hasta detenerse frente a ella, con una sonrisa socarrona y sus brazos cruzados, ya con músculos pese a su poca edad. La miró fijo a los ojos avellana, su rostro tan perfecto y hermoso, su largo cabello castaño y con ondas. Era tan hermosa y tan voluptuosa en curvas, aun con once hijos, que todos los hombres siempre volteaban para verla.

—El señor Moms me dará mi primera misión.

Marta se puso de pie al instante con una gran sonrisa, entonces acunó el rostro de su hijo menor y depositó un cariñoso beso en su frente.

—Mi bebé, mi ratoncito hermoso —dijo y lo abrazó—. Ya te convertís en un hombre.

—No puede ser, ¡solo tiene diez! Yo tuve mi primera misión a los trece —dijo Raúl con sorpresa.

—Soy mejor que vos, cara de pija —se rió Omar y le enseñó el dedo de en medio.

—En tus sueños sos mejor que yo, lauchita.

—Omar, que Óscar te dé misiones ahora no significa que en este momento puedas superar a tus hermanos mayores. Ellos tienen un millón de veces más experiencia que vos, han tenido un millón de misiones más que vos, y tienen un físico más preparado que vos —dijo y le acarició la mejilla con el pulgar—. Pero tal vez en unos años seas un millón de veces mejor que todos.

—Má, creo que los otros ya deben estar por llegar. ¿Deberíamos festejar? —propuso Raúl con una sonrisa y se cruzó de brazos.

—Te lo encargo, hijo.

Mientras que Omar se daba una ducha para quitarse todo el sudor por el duro entrenamiento, observó sus manos y piernas que aún temblaban levemente por las descargas eléctricas. Todo su cuerpo estaba cubierto de cicatrices por su entrenamiento tan estricto.

Óscar era conocido como un hombre duro y cruel, sin piedad alguna, y de sus cuatro hijos legítimos el más parecido a él era el menor, Jonathan.

A Omar a veces su maestro le daba miedo, y otras lo odiaba tanto que pensaba dispararle a él en vez de a los blancos. Y otras tantas veces lo amaba, porque a pesar de todo, a su manera, era cariñoso con él como si fuera su padre.

Él había sido criado no solo por su adorada madre, sino también por su hermano mayor, Raúl, que actuaba como si fuera su padre. Eso siempre le había molestado.

Todos sus hermanos y hermanas se reunieron para felicitarlo, lo abrazaban y pellizcaban entre risas por su precoz misión. Sin embargo su hermano Fabricio, de doce años, se mantuvo en silencio durante toda la cena en la gran habitación de su madre.

—Fabri, ¿estás enojado conmigo? —le preguntó con tristeza porque era el más cercano en edad a él, y lo adoraba.

—No, Omar. Estoy contento por vos, solo me pregunto si soy tan inútil que aún no me dieron ninguna, hasta la Mari tuvo una —suspiró al mirar hacia su hermana María, de trece años—. Y eso que mi papá es Máximo Moms…

—A vos te entrena el señor Máximo, a mí me entrena el señor Óscar que tiene más experiencia —dijo Omar con un suspiro—. Ya pronto te van a dar una misión, no seas maricón.

Fabricio se rió al darle un empujón y se mantuvieron juntos, con toda la familia reunida allí. Sus tres hermanas se mantenían junto a Marta, pues ellas dominaban en la familia, mientras que los varones se dividían por distintos grupos bebiendo alcohol entre risas.

Al otro día Omar tuvo su misión, y fue tan rápido y efectivo que pasó a ser entrenado con los novatos. Sin embargo, su maestro continuaría enseñándole como siempre, pues estaba seguro del potencial del chico. Estaban justo en medio de su entrenamiento, donde recibió golpes con una vara metálica y descargas eléctricas, cuando ingresó su madre contoneando sus caderas.

—Marta, no esperaba verte acá —dijo Óscar con una sonrisa y la recorrió entera con la mirada, de forma lasciva.

Ella colocó una mano en su amplia cadera y bateó sus pestañas.

—Quiero hablar con vos, querido. ¿Será posible?

Óscar colocó un mechón de cabello hacia atrás y se sentó cómodamente en una silla, para luego encender un cigarrillo. Con una seña de mano le indicó que podía acercarse, y también con una seña le indicó a Omar que continuara entrenando.

A veces miraba hacia ellos con curiosidad, porque siempre le daba gracia cómo su madre conseguía todo lo que quería. Solo le hacía caricias en el rostro, pasaba su dedo de forma insinuante por el pecho de Óscar, o de Máximo, y con su voz más baja y sexy hacía su pedido.

—¿Vas a firmar esos papeles por mi, mi amor? —ronroneó mientras le acariciaba el rostro.

—Repetilo de nuevo, Marta. ¿Me estás pidiendo plata para fugarte y crear tu propia sede como una traidora? —dijo él con su mirada fría e intimidante—. Creo que te mimé demasiado, estás abusando.

Omar se detuvo con cuchillo en mano, porque si Óscar pensaba hacerle daño a su madre no dudaría en matarlo.

—Ay, querido —ronroneó ella con una risita, para luego rozar sus labios con él—. Plata es lo que menos me falta, y no quiero formar una sede de asesinos.

—¿Entonces qué es lo que me estás pidiendo?

—Soy la única de tus asesinas que limpia las escenas, y sabés que lo hago con excelencia —dijo con una sonrisa y una mirada intensa—. Le he enseñado todas mis técnicas a mis hijos, y también a algunos otros asesinos. ¿No te parece buena idea tener una sede de limpieza? Dejarías de tener que pagar sobornos a jueces y policías.

—Eso no funcionaría.

—Claro que sí, mi amor, solo pensalo —se sentó sin vergüenza alguna sobre sus piernas, mientras introducía sus manos dentro de la camisa—. En vez de pagarle a esos corruptos podrías pagarle a tus asesinos para que lo hagan. Estarían bajo mi mando, pero obedeceríamos tus órdenes.

—¿Y qué es lo que querés de mí, si no es plata?

—Que firmes los papeles que me autoricen a hacer mi agencia de limpiadores, sin ser considerada una traidora.

Omar los miró, las caricias se habían vuelto mucho más insinuantes, así que cuando vio que ella colocaba su mano sobre el pantalón de Óscar, dejó ir un largo suspiro y salió de allí para darles privacidad. Decidió continuar su entrenamiento con sus hermanos mayores. Raúl, de treinta y un años era el mejor profesional de Assassin, líder de estos, y junto a sus hermanos Aníbal, de treinta, y Laura de veintiséis entrenaban a los más jóvenes.

Entrenó junto a ellos, al igual que todos los demás hermanos. Laura era una loca y, aunque usualmente entrenaba junto a sus compañeros locos, ella se encargaba de enseñarles a utilizar cuchillos a sus hermanos. Se concentraba especialmente en los tres menores, María, Fabricio y Omar.

Los Leiva eran tan temidos y respetados en todo D.E.A.T.H. que era usual que les abrieran el paso, y ese era un logro de su madre. Marta era una asesina tan temida y respetada, por ser la única que hacía desaparecer los cadáveres, que toda su fama fue transferida a cada uno de sus hijos. Todos, incluido Omar, sabían cómo desaparecer un cadáver con facilidad y como eliminar rastros de sangre.

~ • ~

—Está hecho, mis niños —dijo Marta al mostrarles a sus once hijos los papeles firmados—. A partir de ahora formamos los Barrenderos junto con otros asesinos que aprendieron de mí.

—¿Puso algún impedimento? —preguntó Laura con los brazos cruzados.

—¿Qué va a poner impedimentos si le abrió las piernas en un segundo? —se burló Omar.

Recibió una fuerte bofetada de su hermano Raúl.

—¡Te vas a dirigir con respeto a nuestra madre!

Omar chasqueó la lengua, porque por supuesto que adoraba a su madre, pero no tenía la misma devoción que todos los demás. No comprendía por qué todos se ponían prácticamente de rodillas ante ella.

Marta dirigió su mirada hacia él, seria, pero luego curvó sus labios en una sonrisa.

—Dejalo, Raúl, aún es un niño. Hasta el momento jamás me vio en acción. No sabe la suerte que tiene de que de todas las mujeres del mundo, yo lo haya cargado en mi útero.

—¡Cuando tengas un sello de oro como ella, podrás faltarle el respeto! Mientras tanto callate, laucha —gruñó su hermano.

Omar no sabía a qué se refería, pero dejó de prestarle importancia. Oyó el trato con Óscar Moms, que le permitía a su madre fundar los Barrenderos sin repercusiones. Sin embargo no estaba autorizada a crear una sede física, por lo que debían vivir bajo el mismo techo que siempre para poder ser vigilados.

Óscar no tenía confianza en ese proyecto, pero muy pronto se dio cuenta de su grandiosa utilidad. Cada vez más asesinos contrataban los servicios que Marta ofrecía, mientras que sus hijos continuaban trabajando como asesinos. Varios de sus amantes se habían unido a ella, pues preferían limpiar que matar.

A solo un mes de la inauguración de los Barrenderos, y mientras que Omar entrenaba junto a sus hermano Fabricio y otros novatos, una alarma comenzó a sonar por todo Assassin y las luces se volvieron rojas.

Se avisa a todo el personal que Jonathan Moms ha atacado las tres sedes, se ordena su ejecución. Los novatos deberán proceder con cautela.

—¡¿El señor Jonathan está cometiendo traición?! —chilló Fabricio con sorpresa.

—Fabri, tenemos que irnos, vamos junto a mamá —dijo Omar al tomarlo del brazo.

Su hermano asintió y salieron de allí. Los pasillos eran un caos, había gritos, sangre y peleas por todas partes. Ninguno de los dos comprendía lo que estaba pasando, y sus corazones latían muy rápido por la adrenalina que estaban sintiendo, y también por el miedo. Aunque lo negaran, ambos tenían miedo.

—¡Jonathan es el menor de los cuatro herederos y solo hay tres sedes! —dijo Fabricio mientras corrían—. Debe querer una sede bajo su control.

—¡Pero es dueño de los boliches y maneja el tráfico de drogas!

—No es lo mismo.

—¡Alerta! —se oyó por los parlantes—. ¡Se recomienda evacuar el edificio! Peligro nivel Alfa.

—¡¿Nivel Alfa?! ¡Jonathan no es más fuerte que Óscar! —chilló Omar.

—No… pero tiene a Wolff —dijo Fabricio y retrocedió un paso al ver a ese inmenso hombre de cabello rubio al final del pasillo.

Ambos retrocedieron y regresaron corriendo por el mismo pasillo para poder doblar en una esquina. Los disparos eran continuos e incesantes, y los gritos de súplica se oían como una tétrica música.

No conseguían encontrar a ninguno de sus hermanos, tampoco a su madre, por lo que ambos supusieron que estarían peleando. Ambos fueron en busca de armas al almacén, tomaron un cuchillo cada uno y una pistola con sus respectivos cargadores.

—¡Pequeño! —dijo el líder de los novatos al ver a Fabricio—. ¡Tenés que irte! Todos los herederos Moms están muertos, ¡todos!

—¡Yo no soy un heredero, soy un bastardo!

—¡Dos de tus hermanos bastardos están muertos, Fabricio! ¡Tenés que salir ya!

Tanto él como Omar abrieron los ojos con sorpresa, ¿Jonathan había matado a sus hermanos? ¿Cuál de ellos sería? Sintieron una mezcla de emociones, odio pero también angustia. Sin embargo no tenían tiempo de llorar, Omar se dispuso a sacar a su hermano de allí, aunque perdiera la vida en el proceso.

Las peleas estaban en cada rincón de Assassin, sin importar dónde fueran había gente de Jonathan allí. Y aunque ambos eran niños, enfrentar a cualquier asesino era relativamente sencillos, en especial para Omar. El problema era Kasch Wolff, él era una amenaza a tomar en cuenta, y si había traicionado a su propio jefe, Máximo, podían esperar cualquier cosa de él.

Se oyó una fuerte explosión que los arrojó al suelo, justo cuando se cruzaron con Carlos, su hermano de diecisiete años que era hijo bastardo de Óscar. Él tomó de la mano a sus hermanos para guiarlos hacia otro lugar, pues había dejado de ser un novato y convertido en un Profesional.

—¡¿Entonces Laura y Juan…?! —chilló Omar mientras corría.

—¡Muertos! —explicó Carlos con asco—. Raúl y Mamá están poniendo a salvo sus cuerpos, enviaron a los otros a buscarlos a ustedes. ¡¿Dónde mierda estaban?!

—¡Estábamos yendo con mamá y vimos a Wolff!

Doblaron en una esquina y su peor miedo apareció allí. Con manchas de sangre y una sonrisa siniestra, Kasch Wolff arrojó al suelo la colilla de su cigarrillo y recargó su pistola, mientras caminaba lentamente hacia los muchachos.

Carlos al instante pateó una puerta y metió dentro a sus hermanos menores, pero no entró. Sabía que por ser un bastardo de Óscar estuvo muerto desde el día en que nació.

Dentro de la habitación, una biblioteca que se utilizaba como archivero, ambos chicos oyeron el grito de su hermano. Omar entonces se puso frente a Fabricio para protegerlo.

—¡Sos el último bastardo que queda! —le gritó a su hermano—. ¡Yo no soy nada, vos podrías liderar este lugar!

—¡Un Leiva jamás va a tener el poder de D.E.A.T.H!

—¡Eso ya lo veremos!

La puerta estaba trabada, pero de un disparo Kasch la abrió e ingresó con un paso tranquilo en busca de los dos muchachos. Fabricio estaba tras el escritorio, mientras que Omar se había ocultado tras un archivero.

—Pequeñas alimañas —dijo Kasch en un canturreo, con su grave voz y su acento alemán—. No hay lugar dónde esconderse. Entreguen al bastardo y el otro podrá irse.

Fabricio miró a Omar que le quitaba el seguro a su pistola. Era tan pequeño, solo diez años, con su cabello corto al raz castaño oscuro, sus rasgos duros y su nariz bulbosa que, lamentablemente, había heredado de su padre en vez de su bella madre. Omar no estaba temblando como él, no se veía asustado, solo furioso. Omar era el alumno preferido de Óscar Moms, y ya había tenido misiones, mientras que él, siendo un hijo de Máximo, no era nada.

Era él quien en verdad no valía nada.

Su padre estaba muerto, y aunque no le había dado su apellido por ser un hijo fuera del matrimonio, Máximo siempre le había dado cariño y se había asegurado de que no le faltara nada.

Fabricio le quitó el seguro a la pistola y salió de su escondite para dispararle a Kasch, sin embargo este se rió al verlo y se ocultó tras un archivero.

—¡Salí de acá, Fabri! —gritó Omar.

—La última peste Moms, el engendro del débil e inútil de Máximo —dijo Kasch con una risa—. Menos cobarde de lo que imaginé.

—¡Andate, Omar! —gritó su hermano.

—Hazle caso, niño. A mí no me importa matar criaturas horribles como tú.

Omar, sin embargo, no obedeció. Salió de su escondite y lentamente, sin hacer ruido, se acercó hacia donde estaba Kasch Wolff. Podía ser un hombre fuerte y temido, pero no era inmortal. Cuando apuntó su pistola el inmenso hombre, este dio una voltereta tan rápida y habilidosa y, en solo un instante, lo tenía apuntado. Omar apenas llegó a esquivar el disparo, dio una voltereta por el suelo y corrió tras unos archiveros para aparecer por el otro lado y así proteger a su hermano.

Kasch parecía divertirse de la situación, era conocido por su crueldad y la forma con que jugaba con sus víctimas de tortura.

—Mi hermana se encargó de matar a dos bastardos asquerosos, los otros dos son míos —dijo—. La señora Marta debe avergonzarse de haber criado cobardes, pero si hasta ella se escondió como la prostituta que es, ¿qué puedo pedirle a ustedes?

Tanto Omar como Fabricio apretaron su mandíbula con odio por el insulto a su madre, pero el segundo era más impulsivo y salió solo para ser atrapado por Kasch, que lo levantó del cuello en el aire, con fuerza.

—Ahí estás, alimaña —dijo con una sonrisa al estrangularlo.

Omar salió de su escondite y le disparó en el brazo sin dudar, para que soltara a su hermano. Kasch no lo hizo. Apretó con más fuerza el cuello del chico hasta que de un rápido movimiento se lo quebró.

—¡FABRI! —gritó Omar con desesperación.

Se lanzó sobre Kasch con cuchillo en mano y sus ojos llenos de lágrimas y, para sorpresa del inmenso alemán, pudo esquivar los ataques del hombre e incluso logró cortarle el pecho con el cuchillo. Al instante Omar saltó hacia atrás con una voltereta.

Du Hurensohn! —gritó Omar en alemán, con el rostro lleno de furia y su cuchillo en mano, listo para volver a atacar.

—La pequeña rata sabe alemán, qué sorpresa.

—¡Soy alumno de Óscar Moms, no cualquier inútil! —gruñó Omar con odio y sus ojos empañados en lágrimas—. ¡Mataste a mis hermanos, hijo de puta!

—No llores, niño. En un minuto estarás con ellos.

Kasch arrojó sus armas al suelo, porque la situación le parecía muy divertida y quería matar al niño con sus manos. Ver sus ojos al morir sería mucho más divertido.

Omar lo esquivó dando una voltereta y se escondió tras un archivero. Su corazón latía muy rápido por la adrenalina, porque solo bastaba un error para que Kasch se deshiciera de él.

Se asomó solo para arrojarle el cuchillo que se clavó en la pierna del inmenso alemán, quien solo se rió.

Gut, gut! —dijo con su grave voz y una mirada fija en él—. Ven, niño. Acércate.

Pese al peligro, Omar corrió hacia allí y esquivó el brazo de Kasch listo para estrangularlo al derrapar por el suelo entre sus piernas. Le dio un puñetazo en los testículos y le quitó el cuchillo de la pierna para volver a apuñalarlo. Kasch se quejó por el dolor y volteó, muy adolorido , para levantarlo del cabello en el aire. No dudó en lanzarle un puñetazo al estómago que le quitó el oxígeno al niño.

—Tienes talento, inmundicia —dijo con una sonrisa.

—¡Soltalo, Wolff!

Omar miró hacia la mujer en la puerta, su hermana Malena, de veintitrés años. Sostenía en sus manos una pistola apuntada hacia Kasch.

—¡Él no es un Moms! —gritó ella—. ¡Soltalo!

—Me enternece ver que todos los Leiva en verdad creen que pueden contra mí —se rió Kasch y arrojó al suelo a Omar, con fuerza—. Du schlampe! Acércate si te atreves. ¿Quieres a esta escoria? —pateó a Omar en el suelo, quien chilló por el dolor—. ¡Pues ven y tómalo, perra!

Malena no era tan buena como sus otros hermanos. No tenía la fuerza bruta de Raúl, la habilidad en cuchillos de Laura que ya había muerto a manos de Brunhilde Wolff, y tampoco el talento nato de Omar. Ella era una profesional del montón, y sabía que moriría allí. Moriría con orgullo si con eso salvaba a su hermanito.

Lentamente comenzó a entrar, dando un paso a la vez, sin dejar de apuntar a ese inmenso hombre de cabello rubio y ojos celestes llenos de maldad. Kasch era peligroso, temible, y solo verlo a los ojos le hacía temblar las piernas. Dio otro paso para acercarse más a Omar, que intentaba ponerse de pie con dificultad.

—¡Ratoncito, salí de acá! —ordenó Malena—. Tenés un minuto para salir de acá.

—Diez segundos en realidad —se burló Kasch.

Con dificultad, Omar se puso de pie y caminó arrastrando una pierna hacia ella. Todo su cuerpo dolía, especialmente su abdomen. Kasch no dudó en darle una patada que lo arrojó nuevamente al suelo, y Malena aprovechó ese pequeño segundo donde volteó para lanzarse contra él, guiada por la furia de ver a Fabricio muerto, y a Omar herido en el suelo.

Kasch la tomó de un brazo que quebró con habilidad y la arrojó al suelo, y solo con sus piernas comenzó a estrangular el cuello de la joven mujer.

Omar se puso de pie adolorido y se lanzó sobre la espalda de él, lo golpeó infinitas veces para defender a su hermana. Kasch apretó sus piernas y de un movimiento le quebró el cuello a la chica, y aún así él niño no lo soltó. Le mordió la oreja hasta arrancarle un trozo de cartílago que hizo gritar a Kasch.

—¡Maldita rata asquerosa!

Escupió el trozo de oreja y le lanzó un fuerte puñetazo en la cabeza que le rompió la mano.

—¡Solo mi madre me llama rata o ratón, hijo de mil puta!

Kasch llevó su mano hacia la cabeza del niño y con fuerza lo tomó del cabello para arrojarlo al suelo. El cuero cabelludo de Omar dolía una infinidad, incluso sintió sangre recorrer su cabeza, pero no tuvo tiempo ni a respirar porque el inmenso y temible asesino lo tomó del cuello para estrangularlo como había hecho con sus otros hermanos.

Solo necesitaba un movimiento de mano para quebrarle el delgado cuello. Lo había hecho con Fabricio, y lo había hecho con sus piernas con Malena. La pobre Malena que solo había intentado protegerlo.

—¡Alto!

Omar estaba a punto de perder la conciencia, pero llegó a oír la voz de su madre. Abrió un ojo solo para verla llegar con su imponente caminata de matriarca, rodeada de sus otros hermanos que estaban llenos de sangre.

—¡Soltá a mi hijo, Wolff! —ordenó Marta.

—La gran Marta —dijo Kasch y arrojó al suelo a Omar—. El primer asesino en poner a Argentina en el radar del mundo. Al fin un oponente digno.

—¿Digno? —sonrió ella y chasqueó sus dedos.

Al instante, Raúl y el resto de sus hermanos apuntaron a Kasch Wolff.

—Cuando pases sobre mis hijos tal vez llegues hasta mí, pero primero tenés que sobrevivir a todos ellos —dijo Marta y colocó una mano en su cadera, con soberbia—. Raúl, querido, agarrá a tu hermano. Aníbal y Mauro, tomen los cuerpos de Fabri y Male. El resto, quédese a mi lado.

Todos obedecieron. Kasch era una amenaza a tener en cuenta, pero incluso él sabía qué tan complicado sería meterse contra todos los Leiva, liderados especialmente por Marta. La primera argentina en recibir una caja dorada, la que hizo que los Moms pudieran aliarse con el mundo entero.

Kasch alzó sus manos en el aire con una sonrisa socarrona y dio un paso hacia atrás para alejarse de ellos.

—Nada personal, Marta. Solo sigo órdenes.

—¡Tus órdenes eran matar a los Moms, ni mi princesa ni mi ratoncito lo son! —gritó ella con furia—. Tenés cinco minutos para reunirte con tu jefe, o este lugar será tu tumba.

—¿En serio crees que pueden contra mí?

—No. Creo que todos morirán contra vos, pero creo que vos no podrías soportar una pelea contra mí luego de las heridas que te dejarán mis hijos antes de morir —Alzó la barbilla con orgullo—. ¿Vos sí, pequeño pendejito nazi?

Kasch sonrió con maldad.

—Como quieras, Marta. Ya terminé mi trabajo —dijo y señaló a Omar, en los brazos de su hermano Raúl—. Ese niño tiene más habilidad que todos tus bastardos juntos, ¿estás segura de que no es un Moms?

—Cuatro minutos.

Kasch caminó lentamente y pasó junto a ella, a quien miró de reojo.

—Vuelve a amenazarme y te arrancaré el alma —le dijo al oído en un susurro.

—Volvé a tocar a uno de mis hijos y no te va a quedar ni el alma —dijo ella con tranquilidad, firme y sin siquiera mirarlo.

Él se alejó de allí, apuntado por todos los Leiva. Y solo unos minutos después ellos salieron del archivero con los cuerpos de Malena y Fabricio en los brazos. Con el malherido Omar en los de su hermano mayor, quien le dio un beso en la cabeza.

—Lo hiciste bien, lauchita —le susurró él con orgullo.

Liderados por su madre se abrieron paso por los pasillos que ahora pertenecían por completo a Jonathan Moms y su esposa Ingrid. La gente de Assassin abría el paso para ellos, al igual que la gente de Mörder que llegó con Jonathan.

El rostro de Marta lo decía todo sin necesidad de palabras, al igual que la mirada en todos sus hijos. Era la última vez que se metían con ellos, y se lo demostrarían a todos.

Luego de dejar a Omar en la habitación para ser atendido por sus hermanos, pues no confiaban en los enfermeros del lugar bajo el mando de Jonathan, Marta le indicó con un movimiento de cabeza a su primogénito que la acompañara.

—No puedo dejarlos solos —se quejó él—. Soy el mejor profesional de Assassin, estoy capacitado para defenderlos.

—Están a salvo. Los Wolff no son tan estúpidos de entrar en mi territorio, pero voy a necesitarte a mi lado.

Raúl no estaba seguro de alejarse. Miró a sus hermanos tan heridos allí, y miró a Aníbal asentir, el que le seguía en edad. Era casi tan bueno como él, por lo que suspiró y respondió con otro asentimiento para luego acompañar a su madre.

Marta caminaba como si todo ese lugar le perteneciera, y eso era algo que muchos allí odiaban, pero nadie era tan valiente para meterse con ella teniendo un séquito de hijos leales.

Sin decir nada ingresó en la oficina que antes había pertenecido a Óscar, allí estaba Jonathan sentado en el mullido asiento de su padre. Una niña de solo dos años estaba sobre sus piernas, con un chupete rosado en la boca. Tras él, a sus lados, estaban Brunhilde y Kasch Wolff, firmes.

—La gran Marta, qué bueno verla. ¿Qué se le ofrece? —dijo Jonathan mientras acariciaba la cabeza de su hija Gretchen.

—Mataste a mis bebés, que no tenían ningún derecho a reclamar herencia —dijo ella con el seño fruncido.

—Debía eliminar cualquier posible levantamiento contra mí. Mis queridos sobrinos también sufrieron las consecuencias —Dirigió hacia ella su fría mirada de hielo, tan temible como la de su padre—. ¿Qué vas a hacer, vengarte? Ya estás vieja, ¿qué tanto podrías durar contra los Wolff? Maté a mi padre con mis propias manos, lo supero en fuerza, habilidad y técnica. Yo en tu lugar pensaría muy bien lo que haré.

Marta tomó un papel que apoyó sobre el escritorio con la palma de su mano, mirando fijo a los ojos negros de Jonathan, tan fríos como un glaciar.

—Tengo este documento que demuestra que estoy autorizada a tener mi propia agencia de limpiadores, firmada por tu padre.

—Oh, sí. Oí algo al respecto. Él siempre tan arcaico no supo valorar el potencial de tu idea —Alzó la barbilla y con una sonrisa agregó—: Por supuesto que no pienso quitarte ese poder. Podrás conservar tu agencia de limpiadores, pero cambiaremos un poco las reglas.

—¿Qué cambios? —gruñó Raúl.

—Estoy hablando con tu madre, vos callate, imbécil —se quejó Jonathan al dirigir su mirada de hielo hacia él.

—Responda la pregunta, Moms —dijo ella con calma.

—Todo aquel que quiera ser un limpiador podrá serlo, pero deberá abandonar la sede de D.E.A.T.H. a la que pertenezca —dijo con el rostro serio y sentó a Gretchen sobre el escritorio, quien tomó un bolígrafo para jugar—. Al hacerlo serán neutrales de por vida, y no podrán involucrarse en asuntos de D.E.A.T.H, sin importar lo que suceda. Si solo uno de tus limpiadores se mete en mis asuntos, busca venganza o lo que sea, me desharé de cada uno de ustedes, y usted será torturada por Kasch.

—Es famoso por sus torturas —admitió ella—. De acuerdo, acepto tus condiciones. Solo tengo una petición.

—¿Cree estar en posición de pedirme favores?

—Vos tenés un sello dorado a tu lado, y yo soy un sello dorado —dijo ella y apoyó sus palmas en el escritorio para verlo fijo a los ojos—. De no ser por mí, ni vos, ni D.E.A.T.H. serían lo que es, ni tendrías a los Wolff, ni a esa adorable niña.

Dirigió su mirada hacia la bebé de corto cabello negro con una pequeña coleta, con su chupete rosado que jugueteaba con el bolígrafo en su mano.

—¿Estás amenazándome, Marta, a mi hija? —inquirió Jonathan con odio.

—No me confundas con el monstruo a tu lado, yo doy a luz niños, no los mato —dijo entre dientes, con asco—. Mi hijo menor se quedará en Assassin junto a Raúl, va a ser entrenado entre los novatos, y si me entero que intentaste deshacerte de él voy a destruir todo este lugar.

Kasch se encorvó para susurrarle algo a su jefe, quien solo asintió con un gesto de aprobación en su rostro.

—Yo no tengo preferidos, no soy indulgente. Tus hijos serán tratados igual que el resto, y castigados igual que el resto —dijo Jonathan—. A mí no puede comprarme con intentos de seducción, no soy mi padre ni mi hermano mayor.

Sin decir más, Marta tomó el documento en su mano y le dio la espalda al nuevo jefe de D.E.A.T.H. para poder salir de allí. Sin embargo, antes de salir junto a su hijo, la voz de Jonathan la retuvo.

—Tiene una semana para abandonar las instalaciones junto a sus limpiadores. Son bienvenidos a entrar siempre, pero no podrán involucrarse nunca más —insistió.

Ella no respondió, solo se fue de allí sintiendo la furia que crecía en su pecho. Quería llorar la muerte de sus hijos, pero tenía que ser fuerte por aquellos que aún quedaban con vida, y debía luchar por ellos.

Raúl, a su lado, comprendía las decisiones que ella había tomado. Se llevaría a todos de allí, menos a él que era el líder de los Profesionales, y a Omar, que era el talento hecho niño.

—Me encargaré de entrenarlo personalmente y de convertirlo en el mejor —dijo con decisión—. No te preocupes, madre. Jamás podrán hacerle daño al ratoncito.

NOTA

Dejo la lista de hermanos porque son un montón, con sus respectivas edades.

Raúl (31) líder de los Profesionales de Assassin.
Aníbal (30) profesional.
Laura (26) Loca, muerta por ser bastarda Moms
Mauro (25) Profesional
Malena (23) muerta por defender a Omar
Roman (20) Loco.
Carlos (17) muerto por ser bastardo Moms
Juan (16) muerto por ser bastardo Moms
Maria (13) Novata.
Fabri (12) muerto por ser bastardo Moms
Omar (10) Novato.

Continue Reading

You'll Also Like

19.2K 1K 16
Naruto: a partir de hoy naruto namikaze ya no existe hoy nace naruto uzumaki no quiero tener un apellido tan asqueroso como el mismo portador ...
6.2K 497 28
Rosalie Hale "La Reina de hielo" Bella Swan "la chica nueva" Ante todo, una historia de amor. Los personajes y algunos fragmentos de la historia corr...
4.8K 287 7
. ▔ྀ̥̊͝ཾ▔ྀ̥̊͝ཾ▔ྀ̥̊͝ཾ▔༺ ᨦ♡ᨩ ༻▔ྀ̥̊͝ཾ▔ྀ̥̊͝ཾ▔ྀ̥̊͝ཾ 🍼⋆ ࣪. › 𝗘𝗠𝗕𝗔𝗥𝗔𝗭𝗢★̶̲ [𝗜𝗡]𝗘𝗦𝗣𝗘𝗥𝗔𝗗𝗢 ▬࣪▭𝅼▬ׄ▭𝅼▬࣪▭𝅼▬࣪▭𝅼▬ׄ ...
41.4K 492 1
El complejo de Edipo se refiere a la existencia simultanea de sentimientos amorosos y hostiles que experimenta un individuo hacia su cuidador o figur...