Detrás De Cámaras ©

By EternalMls

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(+18) El regreso de Bastian Derking a la ciudad de San Diego, luego de unos extensos quince años, descolocó a... More

Nota importante
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By EternalMls

El hotel del Coronado siempre me había resultado un lugar mágico y solemne, y pese a que jamás me había aproximado a sus variados ingresos por su exclusividad, conocía su estructura arcaica gracias a unas simples fotografías de internet. No obstante, a medida que el coche de Bastian circulaba por los pequeños senderos de piedra pulida y admiraba con mis propios ojos la emblemática estructura, podía asegurar que, realmente, aquellas fotografías no le hacían justicia.

Intentábamos encontrar un sitio vacante entre la multitud de automóviles para lograr aparcar su coche, así como nos hallábamos a tan solo centímetros de la entrada principal donde intuía que sería mi próxima ruina.

En tan solo minutos presenciaría una de sus filmaciones y futuras películas para adultos con mis propios ojos, la misma grabación a la que me había invitado hace días atrás, y no podía negar que se me estremecía el cuerpo de tan solo imaginar que admiraría a Bastian en todo su esplendor realizando secuencias indebidas frente a un cumulo de personas, incluyéndome.

Lo vería tener intimidad con otra actriz frente a un par de cámaras, incluida la mía que estaba más que lista para capturar el detrás de escenas y todo lo que se encontraba a mi disposición para grabar, y una pizca de celos invadió mi pecho.

Sabía que era su trabajo, pero no podía negar los sentimientos que iniciaban a florecer en cada uno de mis poros, porque por algún motivo, todo lo que le haría a esa mujer, pese a que solo sería actuado, muy en lo profundo de mi mente también lo deseaba.

Aun admirando la gran arquitectura, apreciaba como el acolchonado asiento de su automóvil me arropaba y degustaba el sabor a hierro de mis propias secreciones por mascar la piel de mi mejilla interna. Me encontraba nerviosa. Muy nerviosa.

Descarrié mi atención de los automóviles varados, delimitando como sus dedos se enroscaban en el volante y las venas del anverso de su mano sobresalían de su piel como una invocación silenciosa para mi deleite visual.

- Nunca he visitado este hotel.

Explicó, atrayendo mi solicitud en dirección a su perfil.

- Yo tampoco. Por lo que se, aquí solo se hospedan personas adineradas o famosas - ladeé mi rostro, recostando mi mejilla en la almohadilla del asiento.

- O personas que van a grabar una peli porn* - se burló.

Reí, notando como sus labios se curvaban ante el sonido que emitía dentro de los cuatro muros de hierro.

- Felicidades, eso significa que eres famoso para ellos - solté con ocurrencia.

- Al primer empleado que me pida una fotografía, juro que me voy de aquí.

Torne a reír, aferrando mis manos a mi abdomen.

Luego de unos amplios días sin tener conocimiento sobre su estadía, por la mañana un sorpresivo e inesperado mensaje de Bastian se iluminó en mi casilla de correos, alterando mis sentidos y colocando mis nervios a flor de piel. Me comunicó que pasaría por mí en la tarde para ir a su filmación y que cargara lo necesario para grabarlo, aunque mi bolso pesara una tonelada más que la vez anterior en el parque de diversiones.

En vez de gestionar mis pertenencias para obtener una buena impresión en la escenografía que estaría esperándonos, procuré que el vestido ligero azul sin estrenar consiguiera combinar con la lencería perlada de la misma tonalidad que decoraba mi cuerpo.

Me había maquillado solo un poco. Quería sentirme bonita luego de nuestro encuentro tan cercano, además de necesitar ocultar mis mejillas enrojecidas con rubor por su cercanía.

No podía controlar los nervios que se producían en el interior de mi pecho por el simple hecho de escuchar entonar su voz tan cerca de mi oído, así como repercutían los recuerdos de sus labios sobre mi piel y sus caricias complacientes, y mientras observaba su rostro por el rabillo del ojo, no podía comprender la tranquilidad que emanaba de su interior.

Sus facciones duras y naturales, tan centradas en el pequeño espacio hallado en el aparcamiento, me esclarecían su quietud congénita, como si tener a su lado a quien le había dado un orgasmo, y podía asegurar que uno de los primeros reales en manos ajenas, le resultara lo más natural del mundo.

No obstante, le agradecía eludir nuestras antiguas secuencias y retomar nuestro profesionalismo como camarógrafa y actor, porque si él comentaba algo al respecto, mi nerviosismo atacaría mi sistema y se adueñaría de cada extremidad de mi cuerpo volviéndome una inmensa masa ruborizada.

Si seguíamos con una simple relación de amistad todo sería más sencillo.

- ¿Solo si algún empleado te lo pide? - averigüé, intentando centrarme en nuestra conversación.

- O cualquier persona. Solo me fastidiarían mientras intento hacer mi trabajo.

Escupió irritado, pero centrado en estacionar su gran coche en un espacio libre hallado a pocos metros de la entrada al hotel.

- Y yo que pensaba sacarte unas fotografías antes de que comiences con el rodaje - comenté con falsa tristeza, observándolo de reojo.

- Los demás no pueden, pero tu si - aclaró desambientado y apagó el motor del coche. Extrajo las llaves de su automóvil, guardándolos en su bolsillo delantero y cuando palpó sus pertenencias ubicadas dentro de los bolsillos de su vaquero, giró su rostro y me limitó confuso -. ¿Por qué me sacarías una foto? ¿Acaso tú no solo filmas?

Curvó una ceja, desencajado. Y no me contuve en soltar una pequeña risa.

- Me has dicho que tal vez utilizarías un disfraz hoy - rememoré, reacomodando mi dorso en mi asiento. Debíamos descender, pero su proximidad me comunicaba que ansiaba quedarse un par de segundos más solo con mi compañía.

Chasqueó su lengua, oyendo como sus maldiciones mentales repercutían en mi cráneo, y apreté mis labios para no soltar la risa que se encapsulaba en mis mejillas.

- Sabía que no debía decírtelo - suspiró extenuado, con un actuado malestar en su rostro.

- Ya es tarde para retractarte - me burlé, aproximándome con jocosidad a su cuerpo, y noté sus labios curvarse -. Ahora necesito verte disfrazado.

Rodeó sus ojos y sus dedos rozaron la manija plástica de la puerta del coche aun obstruida.

- Me verás, pero solo me filmarás.

- Y también te sacaré una foto - rebatí con diversión.

- Sigo sin comprender para que quieres una fotografía mía disfrazado.

- Quizás la quiera para reírme cuando esté aburrida.

Me eché a reír, notando como su mirada se perdía en mis facciones al borde de incinerarse. Recostó su mejilla en el respaldo de su asiento, pese a que gracias a su altura conmensurada solo rozaba la arista de la almohadilla con su pómulo definido, y examinando sus rasgos varoniles y duros, así como la delicada sonrisa juguetona que iniciaba a surgir en sus comisuras, lentamente olvidé como respirar.

Sus hebras cenizas caían como una cascada sobre su faz eclipsando sus ojos avellana, consiguiendo a duras penas vislumbrar su mirada oscura, pero divertida, observarme desde la comodidad de su asiento. Divisaba mis labios enjugados, delineando su grosor y su palpitación por la necesidad que iniciaba a implantar en mi sistema, y mordisqueando su labio inferior, soltó:

- Preferiría que me llamaras y con gusto te quito el aburrimiento.

Sonrió sugestivo, enseñándome sus rasgos más seductores y llamativos, y sin notificarlo escapó del interior de su coche, dejándome con la respiración discontinua y con la necesidad de medir mi frecuencia cardiaca.

No quería pensar con profundidad sus palabras pese a que me resultaba imposible no imaginar la insinuación tras su ofrecimiento, y pretendiendo despabilar mi mente con la escasa corriente de aire que circulaba en el interior de su coche, copié su actuar. Escapé del interior ardoroso aferrando mis dedos al borde la puerta de hierro, aspirando la brisa cálida pero reconfortante y retuve el aliento en mi garganta al distinguir como su cuerpo se movilizaba asegurando la puerta del piloto.

- No voy a llamarte - garanticé indudable sin descarriar mis ojos de su atlética contextura física.

- ¿No te gusta hablar conmigo?

Inquirió, rodeando el coche y exhibiendo su cómoda, pero evocadora, prenda de vestir deportiva que enmarcaba sus músculos formidables y lograba resaltar su gran contextura física, haciéndome sentir pequeña.

- Claro que si - repliqué veloz, intentando que mi tono de voz resonara con normalidad, y extraje del interior del coche un pequeño bolso con mis pertenencias -. Es divertido hablar contigo - agregué.

- ¿Entonces?

Mis labios se apartaron pretendiendo formular una respuesta, pero al notar como sus pies se detuvieron delante de mí cuerpo, ocupando mi espacio personal y consiguiendo que mi rostro se empinara hasta conseguir divisar el brillo de sus ojos entornados e indescifrables, las palabras se atoraron en mi garganta.

- Si te llamo, temo interrumpirte - confesé.

- ¿Interrumpirme? - preguntó confuso, frunciendo su entrecejo.

Me observaba atento, queriendo capturar hasta el mínimo detalle de mi voz y mis expresiones.

- Siento que puedo molestarte si te envío un mensaje. Ya sabes, puedes estar haciendo algo importante y puedo interrumpirte - reí para ocultar mi nerviosismo.

Decliné la mirada, pretendiendo ocultar la tonalidad rosácea que mis mejillas habían obtenido por mi declaración repentina y por su cercanía. No obstante, cuando su índice rozó mi mentón y me obligó a elevarlo, hallándome con su mirada penetrante, tan segura y cautivadora a solo centímetros de mi rostro, mi respiración se entrecortó.

- ¿Algo importante como que, Deva? - interrogó taimado.

Conocía la sonrisa ladina y maliciosa que destellaba en la curvatura de sus labios. Quería llegar a lo más profundo de mis pensamientos, y quería conocerlos para comprenderme. Al mismo tiempo, sabía a la respuesta que pretendía llegar.

No quería confesarle que odiaría interrumpirlo mientras estaba con otras mujeres en una cama, o quizás me negaba a aceptar que odiaba el hecho de imaginar que él podía estar con otras chicas momentáneas, o actrices de su mismo rubro, planeando poses impensadas e innovando sus gemidos para nuevas escenas.

Ante mi tardía, su pulgar e índice presionaron mi mentón, obligándome una vez más a que me centrara en sus ojos ensombrecidos. Trazaba con sus yemas la línea de mi mandíbula, descarriando sus ojos de mis pupilas brillantes a mis labios carnosos, y no podía contenerme en admirar como su nuez de Adán danzaba bajo la piel de su garganta.

- Como estar haciendo tu trabajo - solté, perdiéndome en su mirada.

Sonrió satisfecho, porque sabía que, al nombrar su trabajo, a lo único que me refería era al sexo en todos sus aspectos.

Dio un paso aproximándose a mi cuerpo, rozando su abdomen trabajado con la tela fresca de mi vestido y al inclinarse hasta admirar sus rasgos viriles a tan solo centímetros de la cúspide de mi nariz, soltó con seguridad:

- Llámame hasta el cansancio y envíame mensajes hasta saturar mi teléfono, porque tu jamás me interrumpirías.

- Pero quizás...

- No, Deva - interrumpió -. Tú no eres una molestia para mí - aclaró directo, observándome con severidad -. Es más, a partir de hoy si no veo un solo mensaje tuyo en mi casilla de mensajes, lo más probable es que comiences a sufrir las consecuencias.

- Adivino, ¿me castigarás?

Pregunté irónica, pero al notar como su sonrisa ladina se expandía y como su respiración se intensificaba hasta colisionar contra mi piel, tragué grueso.

- Tu ya conoces muy bien mis castigos, así que de ti depende recibirlos.

Despegó sus dedos de mi mentón, recordándome como se sentía el aire cálido de la tarde rozando por mi piel y cuando se apartó con intenciones de rodear mi cuerpo, expulsé todo el aire que había estado reteniendo en mis pulmones. Él amaba provocar que mis mejillas se tiñeran y realizaran un delicado contraste con mi piel cremosa, pero yo odiaba cuando el único en permanecer apacible luego de dichas palabras era él.

Pese a su tranquilidad involuta, no quería que mis sentimientos encontrados nublaran mis únicas intenciones pasajeras con Bastian en las próximas horas que estaría a su lado o, mejor dicho, observándolo desde un sector cómodo.

- Ten.

Oí su voz lejana tras mi dorso aclamando mi atención y extrayéndome al instante de mis pensamientos. Roté, y noté la puerta de su coche trasera abierta y mi cámara filmadora sobre sus manos. En esta oportunidad, había traído solo mi artefacto portátil para capturar lo necesario y pretender no resaltar entre la multitud que estaba esperándonos en algún sector recóndito del hotel.

Tendí el pequeño bolso de mi hombro y tomé la cámara, notando como sus ojos trazaban los pequeños engranajes y botones desgastados de la filmadora para luego descarriarlos y perderse en los breteles de mi vestido, realizando un recorrido silencioso y pausado por todo mi cuerpo como si se hallara escaneando mi silueta para almacenar las imágenes en su mente, y al dibujar las curvas de mi cintura, posó sus ojos en el enrojecimiento de mis mejillas.

Su atención me había encendido en llamas.

- Escúchame - inició prudente, y presionando mis dedos en la cámara no dudé en centrarme en sus palabras. Cuando lo oí hablar, sentí que algo no estaba bien con él -. Cuando estemos allí, hablarás solo con las personas que yo decida, ¿comprendes?

- ¿Con las que tu decidas? - interrogué - ¿Por qué?

- No preguntes y haz lo que te pido.

Advirtió inflexible, percibiendo como sus expresiones suaves tornaban a revertirse, y tragué grueso. Su tono de voz y su postura habían cambiado radicalmente para detonar una molestia que podía notarse a kilómetros, y no deducía el por qué.

- De acuerdo - asentí titubeante.

Giró sobre su eje, pero antes de avanzar, agregó:

- Y si te pido que salgamos del set de grabación y nos vayamos de aquí, lo haces y punto.

Concluyó y luego de cerrar la puerta del copiloto, sus pies avanzaron por el aparcamiento. Sesgué mi cabeza, procurando comprender su repentino cambio de humor e intentando encender la cámara con velocidad y torpeza, me aproximé a su lado.

- ¿Te encuentras bien? - decidí consultar.

- Si. Solo quiero hacer mi trabajo y largarme de aquí.

Giró su rostro, dedicándome una mirada efímera bajo las hebras rubias que decoraban su faz y ensombrecían sus ojos de cazador, enseñándome una sonrisa fugaz e ínfima que me dejó pensando un par de segundos.

Desde que llegó por mí en su coche hace treinta minutos atrás, su mirada cabreada destellaba en toda su magnificencia y envolvía el pequeño espacio interno. Al principio intuí que su molestia era porque presenciaría su actuación en el set de grabación luego de haberme desafiado y perdido hace días atrás. No obstante, ahora que podía admirar sus facciones con más claridad gracias a la luz natural, entendía que su fastidio era más preciso.

Él intentaba controlarse en mi presencia, sonriéndome y modulando con suavidad, pero cuando su mandíbula danzaba bajo su piel y las venas de su cuello se tornaban notorias, se exponían sus verdaderas emociones.

No me resultó difícil deducir que no le agradaba lo que estaba a punto de hacer. Le llamó ¨trabajo¨ muchas veces, dejándome en claro que los sentimientos y el placer no se mezclaban en ese territorio y que, en la actualidad, con solo pensar en que debía posicionarse ante una cámara filmadora y coger con una persona, ya le fastidiaba.

Sin embargo, no comprendía porque había llegado a ese límite justo en esta instancia luego de tantos años de trayectoria.

Cuando alcancé a encender la cámara y calibrar el enfoque del pequeño lente, dejé de especular sobre sus emociones para centrarme en el hotel y el hombre uniformado que custodiaba la magna entrada.

Aquel hombre lo reconoció al instante, lo supe por cómo le sonrió desde la distancia, y fruncí mis labios para no reír al recordar como actuaría si algún empleado se acercaba a él para elogiarlo.

- ¿Es tu primera vez? - Bastian consultó repentino, extrayendo de su bolsillo trasero una tarjeta dorada la cual le enseñó al hombre de seguridad, y cuando nos permitió la entrada en silencio, le agradeció.

Lo seguí, maravillándome al admirar la recepción sublime cubierta con una paleta de colores minimalistas, sofás que podían valer miles de dólares y un majestuoso candelabro cubierto de cristales tendido en el centro de la sala, así como la amplia planta baja de roble que nos brindaba una cálida bienvenida.

- ¿A qué te refieres con primera vez? - consulté, notando como el guardia de seguridad perseguía nuestros pasos y dudaba en aproximarse a Bastian. No obstante, volvió a su puesto.

- En un set de grabación - aclaró.

Sus ojos recorrían la amplia recepción, barriendo sus ojos por las escasas personas hospedadas que habían notado su presencia y lo observaban con meticulosidad y deseo.

No importaba si lo reconocían o no por su labor; Bastian jamás pasaba desapercibido por su belleza congénita. Él era hermoso.

- Si te refieres a un set de grabación de una peli porn*, esta es mi primera vez - bromeé y conseguí extraer una sonrisa, aunque pequeña, de sus labios.

- En un set simple - esclareció nuevamente.

Su atención se centraba en la sala de estar como si estuviera buscando algo. O, mejor dicho, a alguien.

- Un par de veces gracias a la universidad - reconocí.

- Entonces ya sabes lo que te puedes encontrar aquí.

- Quizás...

- ¡Vlad!

Una voz femenina y lejana interrumpió mis palabras, logrando que me atragantara con mi propia respuesta y mi voz se perdiera en la gran recepción. Roté sobre mis pies, siguiendo las ondas sonoras que había dejado su voz con mi cámara filmadora encendida y al verla, tragué grueso.

Su cabello cobrizo y lacio danzaba al ritmo de sus pies movilizándose por la sala de estar, rozando sus caderas anchas y muy bien proporcionadas con sus uñas acrílicas color carmesí que combinaban a la perfección con su piel blanca. Era alta, mucho más alta de lo que podía asimilar, con unos ojos almendrados que centellaban con el resplandor de los cristales incrustados en los muros tapizados y conseguían hipnotizarte con tan solo una mirada.

Sonrió, enseñando su perfecta dentadura blanquecina, y no me resistí en admitir que estaba mirando a la mujer más hermosa que había visto. Mi cámara la filmaba en todo su esplendor, capturando como sus tacones de agujas doradas rechinaban en la superficie pulida y como su vestido de encaje color crema permitía admirar el inicio de sus pechos turgentes, al igual que su ropa interior oscura.

Bastian la limitó, y sin corresponder la sonrisa que la mujer le manifestaba, sorteó mi cuerpo hasta que el lente de mi cámara consiguió capturar su imagen.

- Vlad - repitió la mujer en un chillido repleto de alivio al llegar a nuestro paradero. Rodeó sus brazos por sus hombros como saludo omitiendo mi presencia, y lo liberó para aferrar sus uñas teñidas en sus brazos -. Creí que hoy no vendrías.

La observé de cerca y su rostro repercutió en mi memoria.

¿De dónde la reconocía?

- Si no venía hoy, él me obligaría a cavar mi propia tumba y me mataría - frunció sus labios, emitiendo una sonrisa rendida.

- La única que te iba a matar aquí, soy yo - regañó entre risas. Mierda, su sonrisa era angelical -. No querías venir hoy tampoco - afirmó.

- ¿Tanto se nota?

Ella rio.

- Nene, pareces que vienes de un funeral. Pero mira el lado positivo: harás lo de siempre y te pagaran - animó, pero Bastian solo la limitó con rostro de pocos amigos -. Además, ¿Sabes lo que es estar con otro hombre que no seas tu?

- ¿Tan horrible fue que me haya remplazado Ax la última vez?

- Si. Ese idiota coge como si sufriera - bufó, y Bastian soltó una escasa risa.

Descarriaba mis ojos de Bastian a la mujer que aun desconocía su nombre, y por más que me hallara fuera de la conversación, me encontraba inmersa en mis pensamientos al no hallar el sitio exacto en que la había visto.

Ella tornó a sonreír, apartándose de su cuerpo y reacomodando sus hebras cobrizas con las yemas de sus dedos, y cuando se percató de mi presencia, me observó en mutismo.

- Alice - habló Bastian, extrayéndome de la pequeña hipnosis que me había causado la mirada de la mujer. Volteé la vista junto a la cámara y noté su cercanía -. Ella es Deva.

Presentó y cuando la observé nuevamente, su sonrisa encantadora invadió sus facciones angelicales.

- Deva, es un placer conocerte - su encanto natural, así como sensual, logró que una sonrisa cohibida se posicionara en mis labios. Sin premeditarlo, se aproximó para rodearme con sus brazos, dejándome perpleja.

El aroma avainillado que decoraba su cuello era exquisito, pero sus pechos rígidos y enormes me comprimían el pecho inhibiendo mi respiración. No obstante, era delicada como una flor y tan femenina que comenzaba a idealizarla aun sin conocerla.

Cuando se apartó, no dudé en echarle un vistazo veloz a Bastian, quien ocultaba una sonrisa ocurrente tras sus mejillas.

- Ella es así de encantadora con todos - comentó jocoso y taimado cruzándose de brazos.

- Con todos no. Solo con algunas personas - corrigió Alice, reacomodando la orilla de su vestido traslúcido y realzando el inicio de sus pechos -. Y si ella está contigo, significa que es de confiar.

Concluyó animada, volviendo a sonreírme.

Bastian tornó a aproximarse a mi paradero, consiguiendo que su fragancia amaderada con notas marinas invadiera mis fosas nasales, y le echó un vistazo breve a la pantalla de mi cámara filmadora.

- Alice es mi compañera de trabajo - explicó al notarme un poco desorientada -. Con ella es con quien grabaré hoy la película.

Soltó directo, pese a que su voz iba perdiendo fuerzas a medida que me brindaba una explicación concisa, y cuando mis ojos divisaron a Alice, su imagen se implantó en mis retinas.

Claro que la conocía. Era la misma muchacha que estaba disfrazada de novia en el primer video explícito que había visto a medias de Bastian. Cuando la observé en aquella grabación su representación sensual y erótica me demostraba altanería, sin embargo, ahora que se hallaba frente a mí con una sonrisa pequeña y risueña, podía asegurar que era todo lo contrario.

No cabía duda de que habían realizado demasiadas películas juntos y que se conocían desde hace mucho tiempo. No obstante, reconocerlo no fue suficiente para que las punzadas que había sentido en mi pecho hace unos minutos atrás aumentaran su dolencia y me sintiera aún más inquieta.

Estaba celosa. Malditamente celosa.

- Con quien estuviste en Chula Vista, ¿verdad? - curioseé ante el recuerdo

- Si - él me leyó como un libro abierto, y cuando sonrió ladino, maldije en mutismo.

- Oh, ¿le hablaste de mí? - consultó Alice, interesada.

- No tuve la desgracia de hacerlo - se mofó, y me obligué a reír.

Ella se arrimó y le dio un empujón suave.

- Eres un idiota - se iluminó -. En cambio, él si me habló un poco de ti cuando estuvimos en Chula Vista - Su mirada solazada se posó en mi faz, y mis mejillas iniciaron a tomar color. Bastian, en cambio, la observó con meticulosidad, procurando detenerla si comenzaba a soltar palabras de más -. Vlad me dijo que nos filmarás hoy - sesgó su cabeza, ampliando sus ojos esmeraldas en dirección a mi cámara.

- Si - afirmé observándolo de soslayo. Se lo notaba nervioso -. Estoy haciendo una película para mi tesis y Ba... - me detuve, recordando que su nombre es un enigma para muchos y debía nombrarlo por su apodo - Vlad se ofreció a ayudarme.

- Mas bien me sentí obligado a ayudarte - aclaró burlón, y lo fulminé en silencio.

- ¿Tú? ¿Obligado? - Alice frunció el entrecejo, mordaz - A menos que te paguen, tú no haces nada obligado.

- Ella es la excepción.

- Oh, entonces ustedes...

Intercambió miradas entre ambos con una sonrisa juguetona y antes de que Bastian consiguiera hablar, le arrebaté las palabras de su boca.

- Amigos - me apresuré a decir -. Somos amigos desde pequeños, así que solo me está haciendo un favor.

Alice asintió, pero sus ojos verdes se dirigieron a Bastian con diversión y disimulo.

Cuando divisé las repercusiones de mis palabras en sus facciones varoniles, noté como una sonrisa áspera se había expandido en su rostro, enseñando como la punta de su lengua trazaba el interior de su mejilla, conteniendo el deseo de hablar y comentar lo que circulaba por su mente pese a que su mandíbula danzaba con fuerza bajo su piel. Sus ojos de cazador observaron un punto fijo más allá del vestíbulo, y asintió breve manteniéndose en silencio.

- De acuerdo, amigos - puntualizó entre risas y volvió a reacomodar su cabello cobrizo -. Vámonos, no quiero que el idiota de Hanx se queje de nosotros.

Giró sobre sus tacones y sus pasos livianos, pero activos, la desplazaron por la sala hasta iniciar a desvanecerse en un corredor espacioso donde la penumbra reinaba en todo su esplendor. En cambio, Bastian empotró sus pies en la superficie, permaneciendo inmóvil a mi lado.

Expandió su sonrisa lobuna, irguió su postura y colocando sus manos dentro de sus bolsillos delanteros balbuceó una palabra entre risas punzantes que no conseguí escuchar con claridad. Pero, cuando intenté consultarle lo que había dicho, inició un camino pausado dejándome con la pregunta en la punta de la lengua y un rastro de silencio en su huida, dejándome de piedra con la filmación en marcha.

Perseguí sus pasos casi rozándole los talones para no quedar atrás, grabando con esmero los detalles del tapizado antiguo que decoraba los muros del corredor por el que éramos guiados, los asientos de madera barnizados y cuadros de pinturas abstractas, al igual que los delicados candelabros ambarinos que tendían de la cubierta de yeso y brindaban un aura lúgubre al ambiente.

Fruncí mi entrecejo y roté la mirada, observando lo pequeña que se distinguía la recepción desde nuestro actual paradero. Me hallaba confundida. Nos apartábamos de las habitaciones ordinarias donde intuía que se llevaría a cabo la filmación y nos introducíamos en las profundidades del hotel, sin tener conocimiento de a donde nos dirigíamos.

- Creí que el set de grabación seria en una habitación del doceavo piso o algo así - comenté, pero Bastian no volteó.

- No podemos grabar una película así en una habitación común.

Respondió breve y sin ánimos.

- ¿Por qué no pueden?

- Alice gime demasiado y a veces golpea las paredes. No queremos molestar a los huéspedes y que nos echen a la mitad del rodaje.

Comunicó frio, observando solo su dorso balancearse al ritmo de su andar, y asentí en silencio. Claro, debí haberlo sabido.

Otra vez percibía su estado anímico nulo y por más que quisiera aproximarme, su aura densa no me lo permitía.

Él se detuvo, consiguiendo que me deslizara hasta obtener una visión más amplia del corredor y al vislumbrar a Alice frente a una puerta doble con delicados detalles tallados en madera, empiné el lente de la cámara y adecue el foco al instante.

La abrió, revelando su interior sumido en un mar de luces blanquecinas que podían causar jaqueta, y sin argumentar, grabé la caminata de ambos hasta el interior de la habitación. Al ingresar, plafones y reflectores de alta calidad descansaban posicionados junto a un par de pantallas reflectoras, encandilando un sofá de tonos carmesí y artefactos a juego que ambientaban el lustroso escenario.

Mi mandíbula se abrió al distinguir entre los artefactos de alto valor las cámaras profesionales ubicadas en sus correspondientes trípodes y otras dispersas, pero muy cerca de butacas de madera simple quienes eran ocupadas por sus respectivos directores y camarógrafos.

No solo quería tocar esas cámaras, también quería usarlas.

Oí la risa ronca, pero apática, de Bastian resonar en su garganta y al notar como me limitaba desde su altura con disimulo, mordí mi mejilla interna para apagar mis nervios. Quizás estaba siendo muy evidente al solo observar deseosa los artefactos dispersos por el sector privado.

Recorrí la habitación con detalle, detectando que era una sala de conferencias y la habían transformado adecuándose a sus necesidades. Había un pequeño bufet en una esquina, un perchero con los vestuarios que debían ser utilizados por los actores y sofás desocupados iluminados no solo por reflectores, sino por las rendijas de los ventanales obstruidos que impactaban en los cojines y las prendas sin uso.

- ¿Qué te parece? - consultó repentino a mi oído, notando su voz aun abúlica, y capturó mi atención.

- Esas cámaras son increíbles - confesé tornando a admirarlas.

Él las observó por unos segundos, notando mis profundos anhelos por adquirir o rozar mis índices por su estructura plástica, y con una sonrisa ambigua y asintiendo, pretendiendo comprender sus pensamientos íntimos, osciló la cabeza.

- Sígueme.

Pidió avanzando por el gran salón. Seguí sus pasos, notando la habilidad singular de Alice al trotar con sus tacones de aguja por la sala en dirección al vestuario y como el personal se ubicaba en sus respectivas posiciones, y cuando noté un sofá individual con unas prendas de hombre dispersas en su dorso, él me lo señaló.

- Siéntate aquí - solicitó, apoyando sus manos en sus caderas y rotando la mirada en dirección a la escenografía montada, suspiró -. Creo que de aquí podrás ver bien.

Moduló con naturalidad, como si lo que estaba a punto de presenciar lo admiraba en mi propia cotidianidad, cuando en realidad estaba muriendo de los nervios. Me estaba acobardando y dudaba en sentarme o salir huyendo del salón, perdiéndome una experiencia y dejando en el olvido todo lo que había luchado para poder estar hoy en este sitio.

Tragué saliva, y lo limité.

- Creo que la palabra correcta es filmar - corregí con la voz temblorosa.

- Pero también me mirarás - tornó su vista a mis ojos, observándome con sagacidad y una pizca de malicia desde su conmensurada altura.

Pese a su estado apático, le divertía mi credulidad. Por supuesto que le divertía saber que lo vería teniendo sexo. Él quería descubrir si yo era lo suficientemente valiente como para verlo actuar en persona y no a través de una pantalla.

- No quiero ver tu pene.

- Creo que eres la primera mujer que no le quiere ver el pene a Vlad.

La figura de Alice apareció en mi radar, iluminándome con su sonrisa pelicular y atractiva, así como dudosa ante las palabras expulsadas de mi boca.

- Me alegra ser la primera - entoné jocosa, y ella rio.

- Y la única, creo yo - reafirmó entre risas -. Comenzamos en cinco minutos.

Le comunicó, lanzándole las prendas que se hallaban tendidas en el sofá individual, y cuando Bastian la tomó, observando como Alice se dirigía a su próximo escenario, mordisqueó su mejilla interna.

Lo limité, notando como su agobio se apoderaban de su estabilidad al no desear cumplir con su rol en esta filmación y con la punta de su lengua rozando el interior de su mejilla, inició a quitarse su playera deportiva para colocarse una delicada camisa blanca.

- Entonces, ¿cuál es tu disfraz de hoy? - reí con la necesidad de que sus emociones positivas tornaran a su sistema.

Quería que postergara el malestar que arrastraba desde que descendimos de su coche. Quería que su estado anímico floreciera a pesar de que mi cuerpo vibrara de solo pensar en lo que se llevaría a cabo arriba de aquel sofá carmesí donde Alice comenzaba a reacomodarse. Mi cámara filmadora detectaba su rostro tenso, pero mis ojos se posicionaron en la forma en la que amarraba un collar de cuero sobre su cuello.

Observó un espejo provisorio y tomando un látigo que conformaba su disfraz improvisado, realizó un mohín.

- Ni puta idea - respondió esbozando una pequeña sonrisa.

Que me sonriera era un buen indicio de que comenzaba a relajarse.

- ¿Un perro?

- Un sumiso.

- ¿Acaso tu siempre eres sumiso?

- Odio serlo.

Rei cuando volvió a realizar otro mohín.

- ¿Te causa risa mi vestuario? - indagó.

- No, tú - volví a reír.

- ¿Yo? - frunció su entrecejo, confundido.

- Es que cuando haces ese gesto me recuerdas a tu hermano.

Torné a reír, dejando que mi voz se expandiera por toda la habitación cerrada, pero cuando mis ojos entrecerrados detectaron sus facciones, la risa se comprimió y se resguardó, ubicándose el silencio repentino en mi garganta.

Mierda. Lo había nombrado debido a que su imagen aún permanecía almacenada en mi memoria, y ahora, luego de haberlo soltado, mordí mi lengua con fuerza.

Me observó en mutismo, sin siquiera hacer revolotear sus pestañas espesas y largas, pero haciendo danzar su nuez de Adán como acto reflejo a las emociones que se desarrollaban en su rostro.

- ¿Mi hermano?

Consultó inflexible y espinoso, sin mover un solo musculo de su cuerpo.

- Si - afirmé vacilante, arrepintiéndome al instante de mencionarlo.

- ¿Te recuerdo a mi hermano?

- Son muy parecidos - tragué con fuerza. Ya no había vuelta atrás y pese a todo lo que había oído de la boca de Christian, debía comunicarle lo sucedido -. Es que él fue a tu casa el otro día...

- ¿Que él qué?

Su voz resonó en los cuatro muros, pero gracias al bullicio interno fui la única persona que oyó como su tonalidad se agravó en cuestión de centésimas. Sus ojos se ampliaron, emitiendo su sorpresa y colera fundida en una especie de sonrisa indescifrable.

- Él fue a tu casa - repetí firme, intentando no encogerme ante su tormento.

- ¿Que te dijo? - averiguó severo.

- Nada - rememoré sus palabras encogiéndome de hombros en el proceso, y ya no deseaba soltar más palabras -. Solo fue a verte.

Confesé, y el calor inició a emanar de su cuerpo como una bomba a punto de estallar. Una sonrisa caustica, tan corrosiva que podía apreciar el ardor en mi dermis, se posó en sus comisuras y sus dedos barrieron las hebras rebeldes que ocultaban la oscuridad de su mirada. Maldijo entre dientes, enseñándome una faceta de desesperanza y exasperación que había estado oculta en su interior por mucho tiempo, y el arrepentimiento me castigó como un balde de agua helada sobre mi cuerpo.

Cuando creí que tenía el poder de remediar sus emociones, lo había arruinado por completo al mencionar una información que podía haberle cedido en otro momento. Fue la gota que rebalso su paciencia y ahora estaba vislumbrando en carne propia las emociones descarnadas que había sembrado en su interior.

Mordí la piel de mi labio inferior cuando sus dedos intentaron arrancar el collar de cuero que rodeaba su cuello, casi al filo de lesionar su propia piel, pero al no tener éxito, el suspiro que brotó de sus fosas nasales me estremeció.

- Vámonos de aquí.

Ordenó, dejándome paralizada aun con el foco de mi cámara capturando su imagen, y se movilizó sin tomar sus pertenencias.

- Necesito un momento - comunicó sin un destinatario en específico. Pero Alice, al oírlo, se elevó del sofá carmesí con celeridad.

- ¿A dónde vas? - atravesó las banquetas de madera, eludiendo a los camarógrafos que la divisaban con atención.

- Por ahí.

- Ya estamos por iniciar, Vlad - protestó ella.

- Entonces no quiero ser parte de esta película.

- ¡Pero, Vlad! - chilló, aproximándose con pesimismo - Hanx te va a matar si no haces esto.

- Hanx me importa una mierda - la furia renacía en sus ojos y podía notarse a kilómetros -. Llama al imbécil de Ax para que me remplace. Se que estará feliz de hacerlo.

Alice intentó protestar una vez más, pero al notar como sus dedos se estrujaban hasta comprimirse y dejar a la vista sus nudillos pálidos, solo asintió vencida.

Bastian me echó un vistazo fugaz, alertándome de que realmente se iría y recordándome con la colera acumulada en sus pupilas que había prometido seguir sus palabras al pie de la letra, perseguí sus pasos por la sala hasta escapar al corredor.

Su caminata feroz y rápida me hacía trotar hasta perder la estabilidad al hallarme inducida en mi propio arrepentimiento. Zarandeaba la cámara filmadora entre mis dedos, colisionando su estructura compacta con la tela de mi vestido que se mecía con la brisa interna del corredor, y mordisqueando mi labio inferior, me tragaba las palabras que ansiaba exclamarle.

No conocía el camino que había tomado, aunque intuía que él tampoco, pero deducía los minutos en los que lo había perseguido hasta lo más profundo del lujoso hotel. Nos habíamos perdido.

- ¿Dónde mierda está la salida? - preguntó echando humo por sus oídos.

Abrió una puerta que sostenía un enorme letrero indicando que su entrada era prohibida, azotándola contra el muro que la sostenía sin importarle las consecuencias de sus actos, y avanzó hasta apoyar sus palmas sobre una amplia mesa de madera blanca y dejando descansar el látigo que había cargado con él todo este tiempo. Lo seguí, cerrando la puerta tras mi ingreso, temerosa por lo que podía sucedernos si nos hallaban invadiendo propiedad privada, y cuando me percaté del sitio que habíamos irrumpido, por poco el corazón se me expulsa por la boca.

Nos encontrábamos en el cine. Específicamente detrás de la enorme pantalla de proyección, deslumbrándome por su magnitud de sus extremidades ante nuestros pequeños cuerpos insignificantes y la delgadez de su tela blanquecina que prometía fragmentarse con tan solo un rasguño. El estruendoso sonido de la película que se hallaban proyectando aturdía mis tímpanos, y pese a que la imagen la distinguía revertida, se podía disfrutan con facilidad desde este punto.

El crujido de las palomitas restallaba en sus dientes y el rechinido de las butacas me advertían que había personas gozando del espectáculo, y la preocupación se posicionó en mi cuerpo, comunicándome que quizás podrían distinguir nuestras figuras divagando tras la pantalla de proyección.

- Bastian - entoné su nombre un poco más alto de lo normal a causa de los atronadores efectos de sonido, pero él no se inmutó.

Su rostro permanecía cabizbajo, inhalando el aire denso y caramelizado por las palomitas de maíz con insuficiencia y rasgaba sus escasas uñas en la madera teñida.

- Bastian.

- Si, lo se. Nos perdimos - aceptó entre dientes.

- No es eso. Lamento mucho haberlo nombrado - mi voz ansiaba quebrarse. Estaba tan afligida que mis ojos comenzaban a lagrimear.

- No es tu culpa.

- Si lo es, porque si yo no lo hubiera dicho, ahora estarías haciendo tu trabajo - justifiqué en un hilo de voz quebradizo -. No quiero que te regañen por esto.

- No es tu culpa que yo tenga una vida de mierda, Deva.

-Por favor, volvamos al set.

Pedí aproximándome a su paradero, dejando la cámara filmadora, así como mi pequeño bolso, sobre una pequeña tarima provisional.

- No te acerques. Estoy muy enojado ahora mismo - advirtió con una voz tan cruda que detuve mis pasos a medio camino.

- Pero quiero hablar contigo.

- Cuando estoy enojado lo que menos quiero es hablar.

Sus palmas golpearon el borde de la mesa, apartando su cuerpo y tornando a presionar sus manos en la superficie. Me atreví a avanzar, notando como su piel traspasaba la delgada capa de su camisa blanca y los músculos de su espalda podían admirarse con facilidad.

- ¿Quieres golpear algo?

- Yo no me deshago del enojo de ese modo - entonó circunspecto sin dirigirme la mirada.

- ¿Y cómo te desahogas? Por favor, déjame ayudarte.

El desespero causaba que mi aflicción tomara el control de mis extremidades, y por más que su advertencia de no aproximarme retumbaba en mi cráneo, me aveciné a su paradero. Lo observé, delimitando su mandíbula tensa y sus ojos encendidos en una llamarada inextinguible, y me observó de soslayo.

- Como si supieras como ayudarme - su voz sonó mordaz y causó eco entre sus brazos que cercaban su rostro.

- Sabría cómo ayudarte si te conociera. Pero creo que no conozco nada de ti.

Escupí molesta, dejándome llevar por su comentario hiriente y exponiendo lo que había estado pensando en estos últimos días después de la llegada de Christian al vecindario.

Las palabras de desprecio de su propio hermano, las acciones que Bastian realizaba por haber llegado de otra ciudad sin explicar sus razones y sus desapariciones continuas me causaban un revuelo de agitaciones y desestabilizaba la imagen que había construido de él con cada uno de nuestros encuentros. Pero, realmente, no sabía quién era él.

Cuando mis palabras se introdujeron en sus tímpanos, creyendo que solo me ignoraría, su postura se irguió al instante, dejando un distintivo lineal de sus uñas incrustadas en la madera estable y cuando sus globos oculares me escrutaron desde su altura, la penumbra que cercaba su cuerpo inundó mi carente estabilidad.

Me sentí pequeña cuando sus músculos se ensancharon, y mis labios se agrietaron al notar como sus pupilas inundaban la circunferencia de su iris.

- ¿Y qué te impide conocerme? - consultó ronco, casi desafiante, sintiendo como su calor me envolvía y me sofocaba.

- Tu no me dejas conocerte.

Sus labios se curvaron ligeramente, notando como la perversidad iniciaba a tomar forma en su mueca irónica y contrastaba con la opacidad de sus ojos de cazador.

- Eso es porque no especificas a quien quieres conocer - esclareció, sesgando su postura para vislumbrarme con mejoría.

- ¿De qué hablas?

Una sonrisa lobuna inundó sus facciones, y sentía que me había inducido por cuenta propia en las profundidades de su abismo personal.

- En la cama soy Vlad, pero fuera de la habitación soy Bastian. ¿A quién quieres conocer?

Esclareció suspicaz, invadiendo mi espacio personal y haciéndome retroceder hasta sentir el roce de la madera astillada sobre mi muslo descubierto. Me observaba como si yo fuera su próxima víctima a punto de suplicar piedad, y no podía asegurar si me aterraba o quería descubrir hasta qué punto soportaría su dulce posesión.

Arrastré mis propias secreciones por mi garganta y rendida ante su corrupción, lo confesé.

- Solo a ti.

- Se más específica - demandó.

- Quiero conocer a ambos - declaré sintiendo como el corazón ansiaba escaparse de su jaula de huesos -. Y lo único que necesito saber en este momento es como te desahogas.

Requerí con la penuria brotando de mis ojos, rozando mis dedos en la tela de mi vestido con intenciones de notar su rendición, porque necesitaba conocerlo en todas sus formas posibles. Quería que me enseñara quien era él y que se deshaga de todas mis dudas una por una, o todas al mismo tiempo.

De un movimiento raudo, calculado y súbito sus manos me tomaron por las muñecas, estampando mi trasero al filo de la delgada mesa blanca y encarcelándome con su anatomía, percibiendo la calidez de su torso moldeado acariciando a mi abdomen y la tela gruesa de su pantalón deportivo rozando mi entrepierna.

Encumbré mi rostro, hallándome con la profundidad de su mirada penetrando la fragilidad de mis facciones, recorriendo mis pómulos ruborizados y mis labios secos, ansioso por volver a devorarme y corromperme hasta romperme en mil pedazos.

- Me desahogo cogiendo de formas desquiciadas, de una forma que te asustaría ver, y cuando me enojo soy peor que cualquier video mío que hayas visto.

Su aliento mentolado golpeó mis labios enjugados, imponiendo la necesidad de volver a sentir la suavidad de su boca sobre la mía, y aquel pequeño enojo por desconocer lo que sucedía con él se desvaneció en cuestión de segundos.

Ya nada me importaba. Quería volver a tenerlo sobre mí.

- Enséñame - imploré, derritiéndome ante su oscuridad que prometía poseerme.

Me liberó, recostando sus manos a los lados de mis muslos y elevando mi vestido a tan solo milímetros de exteriorizar mi ropa interior, sus dedos se incrustaron en mi carne, palpando la combustión que mis poros comenzaban a liberar.

- No me tientes, Deva.

- ¿Estoy tentando al diablo?

- Estas tentando a un sádico que necesita cogerte tan fuerte para que entiendas lo mucho que te deseo.

Mis ansias emergieron a la superficie y dejé que mis extremidades reaccionaran ante sus palabras. No me contuve, y como un imán posé mis labios sobre los suyos, volviendo a derretirme sobre su dermis suave y blanda, así como apaciguando la inmensa necesidad por volver a tenerlo sobre mí.

Apreciando como su mano comprimía mi muslo con un apetito insaciable, liberó su otra extremidad y rodeando con sus dedos las hebras que caían en mi cerviz, las jaló para atraerme e intensificando el beso. Sus labios batallaban con mi boca, devorándome y degustándome, como si hubiera estado esperando este momento durante toda nuestra escasa estadía en el hotel.

La bestialidad con la que acometía mis labios me exteriorizaba como su enojo era participe de nuestros besos, desgastando mi boca y palpando como nuestras lenguas se fusionaban por arriba de mi piel inflamada.

- ¿Solo a mí? - le susurré.

Me sonrió entre besos, y mi corazón latió desbocado.

<< Quería ser la única. >>

- Si no te desearía, no me estaría muriendo por quitarte el vestido y verte desnuda otra vez.

Jaló mi vestido con fuerza hacia arriba, revelando mis bragas perladas como una primicia de su próxima inauguración, acompañada de mis poros dilatados y la apertura de mi abdomen bajo, comprimiéndose con cada reparación ahogada.

Distinguió la tela de encaje alumbrada por la película que se reflejaba en sectores dispersos de mi piel, y depositando un recorrido pausado por el interior de mi muslo, acarició con su dedo pulgar la tela membranosa que envolvía mi zona sensible.

- Si me hubieras dicho que me verías con una tanga nueva, te la hubiera arrancado en el coche - afirmó, fluyendo la yema de su dedo por el contorno de la lencería, rozando con cuidado la piel próxima a mí intimidad y cuando descendió, volvió a presionar su dedo en mi húmedo coño.

La necesidad que solo él conseguía instalar en las profundidades de mi punto sensible aclamó por su atención, causando que un gemido agudo y solicitado se expulsara de mis cuerdas vocales.

- Estoy de suerte porque aún la conservo sana.

- Exacto, aún.

Su lengua delineó el contorno de mi labio superior, depositando un humedecido beso en mi comisura y trazó un recorrido mojado hasta mi cuello, degustando el calor y el sabor de mi fragancia dulce. Oí su risa maliciosa resonar muy cerca de mi tímpano, y estimulada por sus tanteos, lo divisé de reojo.

Sabía lo que haría.

- No te atrevas - sentencié.

– ¿A qué? – retó.

– A romperla.

Insertó sus dientes en mi carne ardorosa, haciéndome expulsar un jadeo intenso que logró curvar la totalidad de mi dorso, exponiendo mis pechos ante sus ojos.

La tenebrosidad de su mirada se embutió en mi rostro con intensidad, tomando mi juicio como un simple desafío, y soltó:

- Voy a destrozarla al igual que lo haré con toda tu ropa, porque me estoy muriendo por volver a ver lo que ocultas bajo este vestido.

Clareó, tornando a rozar las yemas de sus dedos por la superficie de mi braga con más violencia, casi al borde de embutirlos y rozar mi clítoris por arriba de la tela perlada, y mi cuerpo vibró fusionándose a su torso moldeado para aquietar mis jadeos.

Se aproximó a mi oído, relamiendo el filo de mi oreja enrojecida y musitó:

- Soy capaz de gastar todo mi maldito dinero para verte modelar la lencería más cara, sólo para luego destrozarla con mis propias manos - su voz impúdica y espesa me hizo estremecer -. Así que, cada vez que te vea utilizando tangas tan bonitas como estas, voy a destrozarlas solo para que me enseñes ese hermoso coño que tienes.

Quitó las hebras largas y sueltas que obstaculizaban su inspección por mi dermis ya matizada de un rosado intenso, y sus labios siguieron un recorrido rectilíneo hasta masticar mis sectores eclipsados por su propia sombra y concluir en mis clavículas expuestas.

- Desahógate conmigo, Bastian - imploré, torciendo mi cabeza y dejando que mi cabello rozara la superficie de la mesa.

Me besó, incinerándome con la perversidad que me pronosticaban sus palabras, y al sentir como su torso necesitaba fusionarse a mi cuerpo, estimuló mis sentimientos intrincados. Se apartó un segundo, liberándome de su reclusión y cuando sus manos se izaron para perfilar el margen de mi vestido, casi rozando el inicio de mi pecho sofocado y creyendo que solo ansiaba palparlos, enganchó sus dedos a la tela y la desgarró, destrozándola sin piedad y separándola en dos mitades iguales.

Ahogué un jadeo e inhibí mi respiración cuando la tela suave se resbaló por mis piernas hasta rozar mis zapatos a juego, vislumbrando como mi cuerpo enseñaba la lencería a juego que combinaba con mi piel blanquecina, convirtiéndose en parte de la proyección de la película que trascurría tras mi dorso, y me encontraba expuesta para su deleite personal.

Mi ropa ya no servía, sentía calor en cada extremidad pese a que me encontraba semidesnuda y mi respiración sofocada sacudía los pliegues de su camisa.

Recorrió mi cuerpo tomándose su tiempo, tallando en su memoria cada curvatura que resaltaba de mi anatomía y volvió a besarme, desatando la furia que carcomía su pecho y lo reciclaba en actos obscenos que planeaba enseñarme. Sus manos rodearon mis muslos y me elevaron hasta posicionarme por encima de la superficie de la mesa, ubicándose entre mis piernas y presionándome contra el bulto que iniciaba a exteriorizarse bajo su pantalón deportivo.

- Espera.

Solicité, barriendo mis ojos ofuscados desde la puerta obstruida por la que habíamos ingresado hasta rotarla y percibir las figuras difuminadas de las personas que se hallaban inmersas en la película que se proyectaba tras mi espalda.

- Bastian, no.

Podían descubrirnos en cualquier instante, y mi corazón aligeraba su palpitar por la adrenalina que comenzaba a consumirme.

- No, ¿qué? - analizó suave tomando entre sus dientes mi labio inferior y delineando mi zona intima con sus pulgares, propagando la necesidad que se acumulaba en mi interior.

- Vamos a otra parte - pedí.

-Tranquila. Estamos solos, preciosa.

Rozó mi mejilla con sus labios empapados y me recorrió con la mirada, admirando mis pechos sobresalientes y la delicada tela que los obstruía.

- Aquí nos pueden descubrir - torné a echar otro vistazo ya con la desconfianza circulando en mi sangre -. Puede ingresar el personal del hotel.

Su mano excelsa se apartó de mi intimidad, deslizándose por el contorno de mi cintura y rozando con la escasez de sus uñas mis pezones endurecidos, palpitantes y sensibilizados, evidenciando mi total excitación. Lo observaba juguetear con la circunferencia que ocultaba la tela de mi brasier, necesitando que lo extirpara de mi cuerpo para concebir la incandescencia total de sus manos acunando mis pechos, y desaté un jadeo sofocado por mi garganta.

- Si nos descubren voy a dejar que ellos admiren el hermoso cuerpo que tienes, y cuando me vean cogiéndote sobre esta mesa, sabrán que solo yo podré tenerte.

Su mano traspasó la membrana perlada que cubría mi intimidad y rozó sus dedos por mi clítoris, descubriendo la humedad que había estado acumulando en mi interior e iniciaba a segregarse hasta empapar la totalidad de sus dedos.

- Bastian - gemí con desespero.

Sus dedos se izaron hasta tocar mi cerviz, envolviéndolos en el contorno de mi cuello para comprimirlo con suavidad, y al retenerme, corroborando que podía inhalar con facilidad, me obligó a limitarlo.

- Tú pediste que me desahogara contigo, pero veo que no puedes conmigo.

- Si puedo contigo - un gemido enérgico, tan agudo y desprovisto, brotó de mi interior cuando sus dedos me penetraron con profundidad, comprimiéndolos con mi cavidad empapada.

- Demuéstramelo. Tú quieres que te enseñe, y yo estoy dispuesto a enseñarte todo lo que me pidas, desde lo más suave a lo más extremo. Pero yo no soy suave, zorrillo. No soy un novato, y si te voy a coger tendrás que experimentar los placeres más obscenos en mis manos. Tendrás que experimentar mis propios deseos. Solo tú debes confirmar que estas dispuesta a experimentar conmigo.

Entonó inexorable y mordaz, enseñándome como sus rasgos tan recios y sugestivos me vigilaban con diversión cada vez que sus dedos se escurrían en mi intimidad, introduciéndose dentro y fuera con inclinaciones profundas y pausadas, utilizando su pulgar como ayuda para estimular mi clítoris con suma precisión, consiguiendo embriagarme de placer.

Me sonreía con pura perversidad y orgullo a tan solo rozar sus labios con los míos, todavía sujetándome por el cuello y exigiéndome a que lo observara a los ojos cada vez que gimoteaba, porque sabía que con solo utilizar sus manos me retorcía de excitación y dejaba fluir mis gemidos agudos sin importarme que las personas pudieran oírlas por encima de la estridencia de la película aun proyectándose en la pantalla.

Ya no me importaba que me vieran. Me importaba una mierda. Quería que me cogiera arriba de esta mesa.

- Has lo que quieras conmigo.

Solté rendida aferrando mis dedos a su camisa cuando extirpó sus dedos de mi interior, dejándome con ansias de frotarme con la erección de su miembro que golpeteaba en el punto justo donde ansiaba calmar mi excitación, y sobre sus comisuras se amplió una sonrisa lobuna, una que me evidenciaba su pronto deleite.

- Claro que voy a hacer lo que yo quiera contigo - rio astuto -. Pero primero quiero besarte en todas partes.

Sus dedos desenvolvieron mi cuello hasta liberarlo y se retiró, dejándome con la respiración comprimida en mis pulmones. Desabrochó los botones de su camisa, ostentando las líneas acentuadas de sus abdominales definidos, y no me contuve en realizar un recorrido por su piel cremosa, así como irradiada por imágenes coloridas, hasta situarme en la curvatura de su cinturón de Adonis que se recluía bajo su pantalón deportivo.

Se redimió de su collar de cuero y sin esperarlo, me lo colocó. Palpé la estructura lisa y flexible, localizándolo en la penumbra, desconcertada.

- ¿Y esto? - rebusqué con una sonrisa extrañada.

- Se te ve mejor que a mí.

Comunicó breve, y al aferrar sus dedos a los breteles elásticos de mi braga, sus ojos despiadados y perspicaces me divisaron.

- Abre tus piernas - exigió, y me sometí.

Separé mis muslos, descansando todo mi peso sobre mis ante brazos en el período en que me recosté sobre la superficie de la mesa, enseñándole como se percibía la tela de encaje reluciendo entre las sombras. Se deshizo de la lencería que cubría mi zona intima, apreciando la ventilación tibia rozándome el monte de Venus y cuando dejó caer mi prenda a sus pies, mis oídos captan pasos cercanos.

El miedo me atraviesa como una lanza en mi pecho cuando noto dos figuras se aproximan a la proyección, erizando mis vellos y causando que mi palpitar acelere su ritmo.

Entonces siento su lengua deslizarse por mis pliegues y arqueé mi espina dorsal, liberando un jadeo intenso.

- Maldita sea, Vlad.

Me perdí en su cateo, obstruyendo con fuerza los ojos y olvidándome de que había personas a centímetros de nosotros que podían oírme, porque estaba completamente excitada. Me sentía exhibida, como si se hubieran intercambiado los roles y yo protagonizara mi propia película porn*gráfica.

Él me observó importuno entre mis piernas, elevándolas hasta posicionarlas sobre sus hombros.

- No, Deva. Tú llámame por mi nombre.

Más que un pedido, resonó como una necesidad.

La punta de su lengua me recorrió los labios externos, rozando su textura dócil hasta humedecer en su totalidad mi punto sensible. Lamía mi clítoris con una maestría innata sublime, una que podía concederme el orgasmo en tan solo segundos. No obstante, mi cuerpo exigía aún más. La cumbre de su lengua me recorría de arriba abajo, presionando con puntualidad mi sector gelatinoso y surcado, haciéndome gemir con más intensidad.

- Mierda, que bien sabes.

Relamió con necesidad, catando mis secreciones transparentes como si fuera un manjar para su paladar, y aferré mis dedos a su cabello alborotado.

- Quiero que me cojas - demandé elevando mi rostro para hallarme con su boca entre mis pliegues jugosos.

- Lo haré, luego de que me confirmes lo celosa que estabas hace un par de minutos.

Mi corazón se detuvo cuando comprendí que Bastian se había percatado con facilidad de mis emociones y fruncí mi entrecejo. Sabía que no había sido tan evidente, sabía cómo resguardar mis sentimientos. Pero, mierda, él sabía leerme como nadie.

Cuando tornó a relamer mi coño, me desplomé sobre la superficie de la mesa.

- No estaba celosa - me negué.

- Admítelo - gruñó, y sentí su aliento cálido rozar mi zona sensible -. Te morías de celos por solo saber que una chica que no eras tú iba a mamármela.

- ¡Cállate!

Insté jadeante, sin embargo, acometió mi clítoris con más presión, sintiendo sus ataques violentos y hambrientos recorrerme, estremeciendo todo mi cuerpo.

- Te morías de celos por saber que me la iba a coger frente a ti y tu no ibas a poder impedirlo - sus dedos se incrustaron en la carne de mi vientre, y mis piernas temblaron.

Me retaba a confesarlo a la par en que mordisqueaba mi punto sensible, donde latía y punzaba por sus provocaciones. Sus dientes mordían mis pliegues resbaladizos, sus labios jalaban mi estructura blanca, y mis gemidos resonaban por encima de la banda sonora de la película que aun desconocía.

- Si, maldita sea - confesé vencida y estimulada -. Estaba celosa porque ella iba a sentirte y yo no.

Sonrió con satisfacción.

- Oh ¿quieres sentirme? ¿Quieres saber cómo se siente cuando estoy dentro de ti?

- Si.

La figura difuminada de personas circulando por el frente de la pantalla transitaba por mis retinas, pero cuando su boca volvía a asaltar mi intimidad, no podía contener mis jadeos sonoros.

- Lo haría con gusto. Pero, que yo sepa, los amigos no cogen - comunicó con la mirada refulgente.

Pese a estar desequilibrada, empiné mi rostro y lo divisé perdida.

- ¿Que dices, Bastian?

- Dijiste que éramos amigos, y me molestó mucho.

Admirando mi coño empapado, su índice se deslizó por mi interior marcando círculos por mi clítoris, y gimoteé ante sus técnicas exquisitas.

Quería sonreír, porque sabía que, cuando le proporcioné aquella información a Alice, no iba a pasar desapercibida mi respuesta.

No obstante, ¿Qué más podía decir? Éramos amigos de la infancia que volvieron a reencontrarse, y ahora, se ayudaban mutuamente.

Pero sus palabras resonaron entre mis piernas como un reproche. Entonces ¿Qué esperaba él que yo respondiera?

- No sé qué somos, pero aun somos amigos - reconocí indecisa.

- Los amigos no te exigen que te abras de piernas y te comen el coño, Zorrillo.

Me indicó con la rigidez implantada en su mirada. Sostenía una sonrisa indescifrable, una mezcla de rencor curvaba sus labios y la codicia destellaba en sus pupilas por volver a degustar la humedad que iniciaba a mojar mi entrepierna, más que lista para él.

No obstante, enderezó su dorso, ubicando una vez más su cuerpo entre mis piernas.

- ¿Entonces quieres jugar a los amigos con derecho conmigo? - Consultó cáustico, notando como su sonrisa se encendía en llamas - Porque puedo jugar muy bien ese juego.

Desafió con mordacidad, vislumbrando desde su conmensurada altura como el único sector de mi cuerpo aun cubierto por tela se enaltecía para rellenar mis pulmones con aire limpio y con mis manos libres intentaba cubrir la abertura de mi intimidad. Tomó su látigo, el mismo que había depositado sobre la mesa, y deslizando sus yemas por el corchete teñido de negro, me limitó.

- Quítate el sostén rápido o voy a romperlo como lo hice con tu vestido.

Advirtió, y cuando me deshice de mi brasier, mis pechos rebotaron ante sus ojos. Contemplaba desde su postura disciplinada la circunferencia de mis atributos, enseñándole por primera vez mi cuerpo desnudo y en total vulnerabilidad. Un escalofrió me recorrió de la punta de los pies a la cabeza por el miedo de sospechar en que alguien podía descubrirnos, pero mis ojos se anublaban por la excitación momentánea y con tanta profundidad que revertí a recostarme sobre la mesa.

- ¿No se suponía que golpear no era la forma para deshacerte del enojo? - rememoré con una pequeña sonrisa exhausta y curioseé el látigo que retenía en sus manos.

- Yo nunca dije que lo utilizaría para golpear.

Lo deslizó por mi abdomen, rozando su única hebra arraigada y maciza por la aureola de mis pechos, agitándome ante el contacto. Se arrimó, envolviendo el corchete flexible en mi collar de cuero, amarrándolo a sus extremidades de acero con fuerza, y fruncí mi ceño.

Cuando se apartó, inspeccioné su forma de empuñar el mango de su látigo, intentando descifrar cuál era su función. Entonces, cuando jaló con fuerza, todo mi cuerpo se elevó de la superficie blanquecina hasta colisionar contra su abdomen, y comprendí su utilidad. Mi corazón palpitó con fuerza ante el susto, y una sonrisa se encrespó en la comisura de su labio.

- Ahora que entiendes para que lo usaré, vuelve a recostarte - dictaminó, y obedecí.

Depositando a un costado de mi cuerpo la empuñadura del látigo, sesgó su torso para introducir sus dedos en su bolsillo trasero con intenciones de extraer un condón, el mismo que intuía que utilizaría en su fallida filmación, y lo expuso ante mis ojos.

Introdujo su mano dentro del pantalón y cuando extrajo su pene, mi boca se desaguó y mis pupilas se dilataron. Había admirado su miembro en toda su magnificencia a través de una simple pantalla, descubriendo que su extremidad oculta sobrepasaba los límites impensados para ser un pene convencional, y había rozado mis dedos por su erección, palpando sus dimensiones impensadas por arriba de su vaquero. No obstante, al recorrer con mis ojos las venas que le recorrían la rigidez de su tronco cremoso hasta culminar en la punta que segregaba su excitación, me quedé muda.

Mi aliento se desvaneció cuando se colocó el condón, y cuando sus manos me atrajeron a su cuerpo, sintiendo como la punta de su grueso miembro presionó en mi entrada, tirité.

- Tranquila, no va a dolerte - jugueteó satírico.

- Eso no puedes asegurarlo - solté.

<< Hace mucho tiempo que no hago esto >> Pensé, porque si lo decía, afirmaba que le clima se tornaría denso.

Mis experiencias con Nicolás habían resultado en escenas conclusivas con un placer inexistente que desconocía hasta el día de la fecha. No podía asegurar lo que se sentía gozar con un miembro en mi interior, pero quería volver a experimentarlo.

Bastian me observó con los ojos entornados, recorriendo las imágenes que traspasaban la pantalla y convertían mi cuerpo en un espectáculo visual, y dijo:

- Tienes razón. Confírmalo tú.

Empujó sus caderas con lentitud, ardiéndome ante su ingreso por sus dimensiones que iniciaba a conocer, abriendo mi entrada empapada con su miembro erecto y se deslizó en mi interior.

- Dios - mascullé, comenzando a gustarme como se sentía en mi interior.

Él desanudó un gruñido ronco y solicitado que había estado resguardando en su garganta y al notar que comenzaba a envolver su miembro con facilidad, aceleró sus embestidas. Gemí, sin importarme que las personas consiguieran oírme, curvando mi postura para que su entrada consiguiera empotrarme hasta su empuñadura, y me aferré con mis uñas débiles a sus ante brazos.

- Mierda, Deva - lo escuché maldecir volviendo a penetrarme con más intensidad.

Mi cuerpo se sacudió cuando jaló del látigo que utilizaba como su correa provisional que me retenía, dándome la impresión de que era su sumisa y él podía castigarme, forzándome a que no apartara mis ojos de los suyos. Mis pechos brincaron ante sus ojos, y mi respiración acelerada embelesaba su densidad.

- Mírame - ordenó -. Tu amigo con derechos quiere ver como rebotan tus tetas mientras te hago mía sobre esta mesa.

Intenté replicar, pero me silenció. Me atrajo aún más a su cuerpo, impidiendo que mi dorso consiguiera curvarse con cada una de sus embestidas, y sus labios presionaron los míos con avidez, cerniéndolos y arrebatándolos como propios. Jadeé sobre su boca, sedienta ante la excitación que me causaba ver como él tenía el total poder sobre mí y manejaba mi cuerpo a su antojo, y mis dedos presionaron sus hombros a mi alcance.

Él se detiene un momento, amortiguando el placer que se acumulaba en mi zona intima.

- ¿Estás segura de que no eres virgen? - consultó intranquilo, y posé mis ojos sobre los suyos confundida.

- Sí, claro que estoy segura, ¿por qué?

- Estás tan apretada que puedo jurar que soy el primer chico que está dentro de ti.

Explicó, y empujó una vez más en mi cálido interior.

Dios mío, ¿tan insignificante era el miembro de mi ex novio para que me lo diga de ese modo?

Gimoteé sobre sus pectorales endurecidos como diamantes, siendo mi único soporte ante su retención. Me sostenía con fuerza del collar, inmovilizándome.

- ¿Por experiencia propia? - me atreví a decir.

- Es eso, o quizás los idiotas que se acostaron contigo no tenían idea de donde debían embocar su pene.

No era el momento, pero argumenté:

- Con el único chico que me acosté fue con mi exnovio.

Me divisó cuidadoso.

- ¿Y te gustó como te lo hacía?

- No. Nunca me gustó.

- Entonces debería agradecerle a ese idiota por dejar que yo sea el primero que te demuestre como se siente tener sexo con alguien que sepa cómo hacerlo.

Su rostro ensombrecido me halló recostada en su pecho con un brillo que no conseguí vislumbrar y cuando sus embestidas tornaron a la normalidad, me liberó, dejando que mi cuerpo se recostara una vez más en la superficie blanquecina.

Inhalé con fuerza, sintiendo como su cuerpo se recostaba para sentir la calidez de su dermis húmeda, y la punta de su lengua trazó círculos en la aureola de mi pecho, estremeciéndome ante su contacto.

- Mierda, no pares - supliqué, sintiendo como una oleada de orgasmos estaban más que preparados para desatarse ante sus ojos.

Dejó un recorrido húmedo en mi abdomen y sus embestidas se tornaron persistes, con movimientos calculados y alígeros a medida que empujaba entre mis muslos para introducir su miembro viril en la profundidad de mi intimidad. La mesa comenzó a mecerse, realizando un rechinido que atronaba por encima de la música ambiental, y me alarmé.

- Bastian, nos escucharán - las yemas de mis dedos se incrustaron en sus brazos, y sus gemidos roncos se disiparon por la habitación.

- Nadie nos está escuchando.

Me evitó, penetrándome con más fuerza.

Distinguí una vez más cuerpos reflejándose en la pantalla, pero sus penetraciones consistentes y rudas me descentralizaban, siendo la única persona ocupando mi atención.

- La película está por terminar - intuí jadeante ante el revuelto que se oía desde el otro extremo.

- Entonces terminemos antes de que ellos puedan escucharte - recomendó, encajándose en mi interior con más intensidad -. Porque, si fuera por mí, los haría escuchar tus gemidos para que sepan lo que es presenciar un verdadero espectáculo.

Su mano se trasladó por debajo de mi dorso, envolviendo su brazo en mí piel desnuda y me elevó, embistiéndome con más profundidad. Arqueé mi espalda por acto reflejo al sentir como introducía su pene una y otra vez, acelerando el ritmo de sus embestidas y con su mano libre recorría mi contextura expuesta a la par en que su boca cataba mis pechos con urgencia.

Atacó mis labios, saboreándolos con necesidad a la par en que sus dedos rozaban mi pezón erizado y húmedo, gruñendo mientras desplazaba su lengua por su cavidad bucal y generaba una guerra en mi interior.

Mi cadera comenzó a zarandearse a la par en que la mesa no paraba de mecerse. Jadeaba, concibiendo las palpitaciones de mi zona sensible anunciándome que no podría soportar un segundo más, y cuando su pulgar rozó mi clítoris expuesto, no conseguí contenerlo más tiempo.

- ¡Dios, Bastian!

Gemí con fuerza en el instante en que la música se pacificó, inundándome en un orgasmo abrazador que comprimió mi entrada y humedeció la totalidad de su tronco erguido.

- Ay, mierda - gruñó con satisfacción.

Siguió empujando hasta reducir sus embestidas, estremeciéndose en mi interior, notando como su pene se comprimía y escuchaba sus respiraciones profundas acariciar mi piel. Su orgasmo lo había debilitado, dejando entrever como sus poros dilatados segregaban el sudor por el esfuerzo ejercido, y con mis ojos entornados, sintiendo como mi energía se modificaba en una calma inigualable, me elevé y apoyé mi faz sobre su pecho tembloroso.

Aun su respiración era agitada, movilizando mi cabeza con cada una de sus inhalaciones, y su miembro erecto realizaba convulsiones en mi interior, necesitando que permaneciera un momento más allí dentro.

Estaba exhausta, pero si él me lo pedía, podía volver a este paraíso las veces que sea necesario.

Entonces, mis oídos se agudizaron, percatándose de que la pantalla ya no reflejaba imágenes de la película y el sonido se había extinguido en al ambiente tórrido.

Mierda, me preguntaba si alguien nos había oído. Ahora, volviendo a la claridad, rogaba en silencio que solo Bastian hubiera escuchado mis gemidos.

Me quedé en mutismo, esperando a que él de el primer paso. Deslizando sus dedos por mis hebras desalineadas y depositando un beso en mi faz se apartó, procurando que el condón aun estuviera firme y envuelto en su miembro.

- ¿Ahora me conoces un poco más?

Le sonreí, enredando mis dedos con sus hebras rebeldes. Era increíble como aun después del sexo seguía viéndose hermoso.

- Se que cuando te enojas coges muy bien.

- ¿Acaso piensas hacerme enojar de ahora en adelante? - consultó con una sonrisa ocurrente en sus comisuras. Sus brazos me sostuvieron por la cintura, aferrándose con más calma a mi piel.

- Claro que no - aseguré -. Pero si hay otras emociones que te hagan poner de este modo, no dudes en decírmelo.

Solicité, y cuando se aproximó, rozando con sus labios la cumbre de mi oído, musitó:

- Cuando estoy celoso, soy aún peor.

Buenas, buenas, pipolitos. ¿Cómo están hoy?

Espero que no les haya gustado este capitulo... SINO ENCANTADO. Con el tiempo voy a intentar perfeccionar algunas cositas, pero lo importante es que ustedes puedan leerlo.

Nota: mientras leía el capitulo mágicamente me convertí en Marta Duran y quede así.

En mi Instagram voy a dejar algunas ilustraciones del capitulo (y otras que son del libro en general) ASI QUE NO SE LOS PIERDAN 💕

Momento Random:

Una pequeña ilustración del momento en que Deva comenta que ambos solo son amigos:

Bastian si tenia cosas para decir, y bien que se lo dijo...

Nota seria (si, acá también somos personas serias) (o no)

Hablando en serio, si les esta gustando la historia no duden en dejar su voto, comentar las secuencias que mas les guste y compartir. Aunque no lo crean, su apoyo me ayuda a crecer para que mas personas puedan descubrir la historia.

Les dejo un besito y nos vemos en el próximo capitulo

💋

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