Honeypie, 𓎩 Carme...

By terralise

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❛ Tú y yo, somos otro árbol proverbial, es un misterio porqué estás aquí, pero no puedo vivir sin ti. 🥐 ... More

You and me, another puppetry. ☕︎
𝐕𝐨𝐥 𝐈. 𖥓 From the Vault, Syd's Cam.
𝟎𝟏. ── Verjus, capítulo uno.
𝟎𝟐. ── Abaisser, capítulo dos.
𝟎𝟑. ── Brûleé, capítulo tres.
𝟎𝟒. ── Trinchado, capítulo cuatro.
𝟎𝟓. ── Affuter, capítulo cinco.
𝟎𝟔. ── Frémir, capítulo seis.
𝟎𝟕. ── Coperchio, capítulo siete.
𝟎𝟖. ── Bilancia, capítulo ocho.
𝟎𝟗. ── Coulis, capítulo nueve.
𝟏𝟎. ── Glacé, capítulo diez.
𝟏𝟏. ── Lustrar, capítulo once.
𝟏𝟐. ── Révision, capítulo doce.
𝟏𝟑. ── Braciole, capítulo trece.
𝐕𝐨𝐥 𝐈𝐈. 𓇋 𓎩 From the Vault, Bear&Bee.
✩ ⠀Cap. 𝟭, Vol II ─ ❛ Knives & Blood.
✩ ⠀Cap. 𝟯, Vol II ─ ❛ Amuse-Bouche.

✩ ⠀Cap. 𝟮, Vol II ─ ❛ Bouquet Garni.

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By terralise

TW / lenguaje vulgar y sexual, mención a tema delicados como el abandono y violencia intrafamiliar.
Por favorcito, lean la nota al final del capítulo.

𓇋   𓎩 
/ ... POUR VOSTRE DÉGUSTATION ... /
River North, Chicago IL, 2023.

🍽️ 4 MONTHS FOR THE BEAR.

Su corazón se había roto infinidades de veces y aún seguía latiendo, ¿acaso era indestructible?

No formuló palabra alguna cuando el abogado interrumpió en el primer turno del día en su panadería. Con un traje pulcro y negro llevaba un maletín color carmesí haciendo contraste con la joven peli-negra desaliñada con manchas de harina en el rostro que lo recibió, solicitó amablemente ver a la dueña, ella avergonzada se presentó y él con rostro lleno de desdén fue guiado hasta su despacho. Un silencio incómodo llenó la oficina color perla, y el hombre mayor con canas en las cejas carraspeó.

No era indestructible, le partió el corazón leer su nombre en el papel.

— Antes de proceder, quiero asegurarme de que entienda completamente lo que está firmando, señorita A'Dair —explicó, sus ojos cafés llenos de cansancio y una falta de brillo no ayudaba a su sentir pero aún así asintió vagamente—. El documento que está a punto de firmar es una renuncia formal de todos sus derechos como propietaria autoritaria del restaurante mencionado "The Original Beef Of Chicagoland" y el lote, así como una transferencia de esos derechos a su co-propietario actualmente, el señor Carmen Berzatto. Esto significa que a partir de este momento, él será el responsable legal de todas las decisiones relacionadas con el negocio y el lote.

Otro silencio más la hizo darse cuenta de lo delgadas que eran sus paredes. Escuchaba la risa de Marcel fuera de la oficina, riendo con sus compañeros de trabajo. Se sentía tan lejana y fuera de lugar en la felicidad que escuchaba a unos metros de ella y lo único que la acompañaba en su silencio era el rostro de un hombre cansado y viejo que parecía confundido por su reacción fría y pálida mientras ella leía su nombre una y otra vez.

— Debe estar segura de que está de acuerdo con esta transferencia y de que entiende las implicaciones legales de este proceso.

Le gustaba pretender. Era su mejor cualidad, le gustaba tener esperanzas.

Había pretendido que amaba ese lugar desde que Michael murió. ¿Por qué podría amarlo cuándo la razón de querer pasar un momento dentro de él se había ido? Perdió su tiempo, su dinero y pasión gracias a ese lugar, mintiéndose a sí misma sobre cosas que deseaba. Ser propietaria de un lugar que jamás mereció no era algo que le gustará pero aún así le dolía. Una navaja metiéndose en su pecho al sentirse fuera de lugar entre las personas que consideraba su familia, una impostora lista para ser arrebatada de su hogar y ser abandonada.

— Lo entiendo, ¿podemos continuar? —masculló levantando un bolígrafo de su escritorio, el hombre asintió en silencio.

— Muy bien. Por favor, firme aquí —una mano llena de pecas y arrugada se volvió su dedo índice huesudo apuntándole en dónde debía ir su firma, Jolene firmó de inmediato trazando su firma—. Y aquí, con eso sería suficiente para completar la transferencia de derechos, los documentos del señor Berzatto serán entregados la siguiente semana, ¿tiene alguna duda?

El abogado se fue tan rápido como fue trazar dos garabatos sobre ese papel blanco, dejándola con un rostro serio cuando ella lo acompañó hasta la puerta principal de la panadería. Fingiendo una sonrisa cuando volteó a sus espaldas y miró a su clientela tomar café, mordisquear sus postres o caminar hasta la salida con un café humeante en mano.

— Jefa —la suave voz de una de las nuevas adquisiciones de Marcel para el personal se le acercó, Jo levantó las cejas cuando salió del trance en el que se había quedado tomando el manojo de la puerta corrediza de la cafetería—. ¿Se encuentra bien?

— Discúlpame, Ciara —respondió ella sacudiendo la cabeza un poco—. ¿Podrías dejar de llamarme "jefa"? Suena raro...

Ella sonrió mostrando una dentadura blanca con un pequeño colmillo roto que seguro provenía de una historia interesante de su infancia o una mala noche con algunas copas encima.

— ¡Lo siento! Se veía distraída y lleva aquí parada como un "abre puertas" desde hace minutos —no había notado que ya portaba el "uniforme" del lugar y en su mandil había algunas manchas de café, era una bonita mesera con una melena castaña que le recordaba a la suya cuando era pequeña y no se había vuelto adicta al tinte negro—. ¿Quiere una taza de café?

— Llámame "Chef", ¿te gusta? Te llamaré de la misma forma —dijo de manera vaga, ignorando su pregunta sin querer, Jo le regaló unos golpes sobre el hombro y comenzó a caminar de vuelta a su cocina—. Volvamos a trabajar, chef.

Ciara O'Ryann y Roman Doyle fueron los legítimos ganadores de una larga semana de trabajo para Jolene A'Dair y Marcel Jerimovich.

A diferencia de la gente que conformaba lo que ahora llamaban "The Bear", en Grummies no eran tan cercanos. Jolene apenas conocía a su trabajadores fuera de sus nombres y sus cumpleaños debido a la política de trabajo donde ella había dado la idea de darles el día libre. No sabía exactamente cómo conseguir un ambiente laboral como solían tenerlo en el restaurante, pero aún así le gustaba la tranquilidad de su negocio. No había problemas, ni disputas, todos parecían tener sus propios pensamientos como para entrometerse con otros, y mientras algunos los habían abandonado después de su pequeña crisis de dinero, otros se quedaron y recibieron una buena compensación de dinero cuando se les pagó regalías por parte del Chicago Tribune, fue su bono de año nuevo.

De vuelta a los andares y con un mes agotador de inicio de año, Jo y Marcel pasaron su última semana de vacaciones buscando vacantes aptos para cumplir los dos roles importantes en su cocina: Chef y Sous-Pâtisser*. Jolene era chef ejecutiva, justo como lo era ahora Carmen Berzatto en su aún-no-nacido nuevo restaurante, mientras que Marcel era una "Syd" a su lado que cumplía su rol como Jeff. Tal y cómo lo había explicado Tina a su hijo unos días antes cuando ambos pasaron a desayunar después de trabajar un rato en las ruinas de The Beef.

Ciara y Roman fueron dos pequeñas joyas en bruto que Marcel ya conocía debido a sus andares raros en Chicago. Al igual que su hermano, el menor de los Jerimovich solía ser carismático y apuesto. Esas dos cualidades junto a sus increíbles manos listas para preparar el más delicioso bombón de chocolate y leche lo hacían la persona más perfecta para el trabajo de conseguir nuevos reclutas para su cocina y después de algunas llamadas consiguió a muchos graduados de su vieja escuela, sin experiencia y con un increíble ingenio y talento les dio la oportunidad que tanto buscaban y después de su semana de competencia para ver sus habilidades al estilo Máster Chef, Marcel y Jo terminaron enamorándose de las Trufas* de Ciara y los Macarons* de Roman.

— ¿Y...? ¿Cómo te fue? —se sobresaltó, dando un pequeño brinco y un grito ahogado golpeó el pecho de Marcel quien río ante la asustadiza Jo que lo recibió cuando ella cruzaba el umbral de la cocina—. Déjame adivinar, ¿no ha sido lo que esperabas? En realidad puedo entenderlo, ese lugar no era mi favorito en el mundo y dudo mucho que no me haya contagiado de sífilis o rabia cuando comí uno de sus sandwiches, pero, puedo entenderlo.

— Sí, claro —no quería hablarlo, ni siquiera pensarlo y de mala manera tomó su mandil lista para volver al trabajo—. Acostúmbrate a tenerme aquí de tiempo completo, estaremos viéndonos todo el tiempo, Marcelus.

— Pues ya qué... —bufó en broma, rodando los ojos, Marcel le sonrió desde la distancia lanzándole un beso coqueto.

Sus vendaje se había ido, unos días después de su comida junto a Kol Nightly fue llamada al hospital para quitar los puntos de su cerrada herida. Su cicatriz le resultaba graciosa, grande y prominente en su palma derecha dejándole una anécdota que aún no sabía catalogar como graciosa o triste, pero por lo menos la hacía sentir más ruda con su baja estatura y sus mejillas redondas. Había subido de peso, sus pantorrillas se veían más prominentes junto a sus caderas, se había ganado algunas imperfecciones en el rostro debido a toda la azúcar que había ingerido en sus vacaciones y su flequillo se había alargado pero no le importaba como lucía los últimos días, sin embargo extrañaba su energía, la cual había perdido después de esa comida con Kol.

Su ánimo bajo, cada día que se había esforzado para sonreír y volver a ser la persona que solía hacer sonreír a otros se había desvanecido desde que había depositado todo su dinero en manos de Natalie, Sydney y Carmen. No sé preocupada por ellos, ni mucho menos no tenía esperanza pero sabía las consecuencias de tomar dinero que no era suyo y suponía que su mente y cuerpo se estaba preparando para esa conversación con sus padres cuando se enterarán que la hija que los odiaba había tomado dinero del que tanto solía huir y repudiar.

— ¿Hay algo especial para hoy? —preguntó Roman acercándosele, con una bandeja de plata llena croissant recién horneados—. Tengo unos pasteles de cumpleaños, y galletas personalizadas para un bautizo.

— Nada más, entregue la orden de Napolitanas y Mousses hace unas horas, creo que tengo miel en las orejas —bromeó ella, Roman sonrió dulcemente ante su comentario, sus ojos azules brillaron de una manera divertida—. Terminemos esos encargos y vayamos a comer, ¿quieres?

— ¡Sí, Chef! —ella mostró una sonrisa genuina al escuchar eso.

Tener a Ciara y a Roman dentro de su cocina pareció la distracción perfecta durante el resto del día. Cada segundo que pensaba en tal sólo dejarse llevar por su propia cabeza, Ciara aparecía o Roman la interrumpía. Eran jóvenes, energéticos y llenos de curiosidad por sus dos jefes experimentados que padecían de un problema de querer arreglar el mundo. Marcel y Jolene no tenían la intención de callar sus curiosidades o ignorarlos cuando hablaban de su vida personal, todos parecían disfrutarlo y esa pequeña chisme de diversión se le había unido a la cocina por sus dos nuevos miembros, y Jolene más que nadie necesitaba mucha diversión en esos momentos.

Pero eso no era suficiente, nunca nada era suficiente.

Inconscientemente repetía su patrón de fingir estar bien y después buscar una manera de distraerse de sus sentimientos para reprimirlos. Aún con el dolor en el pecho seguido horneando el resto de la tarde, con una sonrisa en la boca cada que oía a los demás reír. Se sentía acompañada y sola con su intento vago de forzarse a sí misma a salir de su caparazón y abrazar su realidad. ¿Cómo podría estar bien? Necesitaba un momento para llorar y seguir adelante, no le tomaría más de unos minutos entrar al baño y sacar todo lo que llevaba en el pecho en sus lágrimas saladas, pero era demasiado fácil, demasiado inútil, así que no lo hizo y el resto de su día en el trabajo se ajustó al humor de Ciara y Roman.

Dejó de ser divertido cuando todos parecieron marcharse y ella se quedó en la cafetería vacía levantando las sillas de madera sus mesas. Levantando chicles, limpiando migajas de pan, tallando manchas de café y puliendo sus tenedores. Se quedó más tiempo del que debía, debía llorar en silencio y se había prometido a sí misma a no llevar esa tristeza a casa, lloró lo suficiente como para sentirse satisfecha y cansada de pensar camino hasta su hogar con unos audífonos de cable desgastados mientras tarareaba alguna canción para no sentirse sola.

Cuando Carmen tocó la puerta unas horas después, Jolene abrió pacíficamente sin emoción por verlo.

— No te vi hoy en el trabajo —saludó, ese era su intento de decir «Hola» y Jo mostró una mueca de disgusto—. Quería saber si estabas bien, lo siento, debí llamar.

Según la vista cansada de Jolene, Carmy acaba de salir del trabajo, con una chaqueta desgastada color café y la piel levemente roja por el frío. No le importaba mucho, realmente ni siquiera deseaba verlo esa noche y lo único que hizo fue asentir. No estaba molesta, entendía el punto de Carmy al querer quitarle de encima el problema de The Beef, entendía que se preocupaba por ella pero no era fácil para nadie, mucho menos para Jolene. Cada persona en el restaurante que la conocía sabía que la decisión de alejarla de The Beef podría terminar bien o mal, y Carmy sabía perfectamente lo que estaba causando cuando la convenció de firmar los papeles esa mañana en la que entró al restaurante con un rostro pálido afirmando que ya tenía el dinero para invertir en The Bear.

— Carm, estoy cansada —musitó Jo, recargando levemente su peso contra la puerta la cerró un poco, esperando que el chef entendiera su indirecta—. Debiste llamar.

«Dejarse llevar», se repetía Carmy, se lo recordaba su hermana casi a diario e incluso Mikey después de encontrar su carta, ¿qué podría perder, ahora que no tenía nada?

— Te extrañé, sólo quería verte —expresó con claridad, tragando saliva se aclaró la garganta—. Es tarde, lo sé, sólo quería preguntarte algo.

Un incómodo sentimiento de nerviosismo y cariño le recorrió la espalda y estómago a Jolene, quisquillosa se movió de la puerta, cruzó los brazos levantando levemente las cejas de su rostro cansado. Odiaba pensar en el poder que tenía el hombre frente a ella sobre si misma.

— Está bien, ¿puede ser rápido? De verdad quiero dormir.

— ¿Estás molesta conmigo? Yo... —su pregunta la tomó por sorpresa, haciendo que Jolene frunciera el ceño—. Quiero hacer esto contigo, no puedo hacerlo solo. No sé que quería Mikey con todo esto, pero se lo que yo quiero, y no deseo que me odies por no saber cómo hacerte parte de todo esto sin lastimarte.

Su corazón de encogió, ¿cómo era posible sentirte tan diminuta? Se sintió descubierta, vulnerable y un asustada. No sabía que decir, ni cómo actuar, se quedó quieta esperando que el mundo respondiera por ella.

Podría contar con los dedos las veces que Carmen Berzatto se había abierto para ella y aún seguía sin acostumbrarse a sus extrañas muestras de cariño. Era diferente cuando estaban juntos y cada demostración de afecto era privada, algo íntima. Jamás había pensando que el hombre que gritaba y escupía dentro de la cocina era aquel que solía necesitar su tacto porque se llamaba así mismo un: «Necesitado de cariño.» — Carmen solía ser muchas cosas, a veces demasiado difíciles de explicar o las cuáles estar de acuerdo, pero era un hombre con sentimientos puros y ella había conocido su faceta más dulce en esas semanas donde compartieron sueños y una cama.

Sin embargo, las últimas semanas estaba actuando, algo raro.

Jolene no podría saberlo, Natalie había jurado por su vida y su esposo que no le comentaría nada a nadie.

Con la mano sobre el corazón, había hecho lo imposible para darle un pequeño empujón a su hermano, animándolo y haciéndole saber lo importante que era Jolene para él. Era decisión de Carmy buscar la manera de recuperarla de esa forma que él decía necesitar.

— No te odio —murmuró, el marco de sus cejas cayó y su mirada se volvió suave, Carmy asintió en silencio—. Jamás te odiaría, agradezco que quieras cuidarme.

Carmy comenzó a notar lo silenciosa que era su vida la misma noche del cierre oficial de The Beef y eso de alguna forma le abrió los ojos para dejar de cohibirse así mismo. No quería llenar ese silencio con cosas triviales, ni deseaba arreglar su vida social y amorosa solamente por las noches silenciosas que tenía antes de dormir, sin embargo ahora que estaba cerca de comenzar un trabajo nuevo y su familia dependía de él, sintió un terrible sentimiento de soledad y culpa.

Se había alejado de todos cinco años, había perdido su relación con su hermano tiempo después por esa distancia y por la cocina. Ya no era el niño pequeño que solía disfrutar de la cocina de su hermano mayor, ya no era el mismo hombre que veía a cada persona como posible amenazada. Deseaba poco volver a vomitar de cansancio cada noche después de una noche agotada mientras el silencio agotador lo abrumaba hasta causarle un ataque de pánico.

Quería comenzar a cambiar, por sí mismo, por su bien y quería reconocer las cosas buenas en su vida.

— ¿Cómo está tu mano? —preguntó, dejando caer su vista sobre la mano derecha de Jolene, la cual estaba apoyada sobre el marco de la puerta—. Fui un imbécil, de haber puesto atención y ver que estabas herida...

Jolene suspiró, negando levantó su mano, la cicatriz dejó anonadado y quieto a Carmy. Un escalofrío recorrió su espalda al ver la cicatriz marcada sobre la palma de la mujer.

¿Él le había provocado eso? Su estómago se revolvió.

— Estoy bien, he trabajado en la cocina durante casi nueve años, es un récord pensar en qué jamás me había apuñalado por error —bromeó, pero eso no dejó más tranquilo al chef que la miraba aterrorizado—. Se parece a tu cicatriz en la espalda, la del...

— El cuchillo de Donna, son similares...

Natalie dijo que no deseaba entrometerse más de lo que debería, pero fue honesta. Después de algunas tazas de café lo acorraló con preguntar sobre su relación con Jolene, algunas incómodas y otras que no sabía cómo responder — Lo único que admitió con rapidez fue que jamás pensó en ella como una coincidencia, jamás la vio venir aún cuando era adicto a los detalles y perfección.

Estaba asustado, en su gran parte temía decepcionarla o equivocarse. Todo era parte de la vida y del camino, según su hermana, pero eso no se sentía tan fácil para él.

— Te dejaré dormir, Chef —carraspeó unos segundos después, haciendo sentir decepción a la chica, ambos esperaban algo más, pero esa era su forma de actuar; solía arrepentirse todo el tiempo de sus acciones—. ¿Te veo mañana?

— Sí, claro —sonrió apenas, una sonrisa torcida que lo hizo sentirse más incómodo—. Antes de que te vayas, tengo algo para ti. Pasa, no tardaré.

En la pequeña conversación que tuvo con su hermana de camino a casa de la panadera jamás pensó que su idea iba a salir bien. Pensó en no tocar y huir, pero de alguna forma asintió cuando ella lo invitó a pasar.

Ahora, sólo, dentro del lobby de su departamento notó su chaqueta colgada sobre el perchero y su gorra azul aún puesta sobre el mueble donde Jo solía dejar sus llaves. Aún seguían justo donde las había dejado la última vez que durmió en su departamento, sin embargo parecían haberse movido algunas veces debido a que su gorra lucía sucia y su chaqueta tenía el aroma del perfume dulce de Jo. Había usado su ropa, y eso le hizo sentirse mejor, disminuyendo la sensación de querer huir de la escena antes de que volviera la chica.

La vio marcharse hasta desaparecer por el pasillo que llevaba a su recámara y se quedó esperándola con las manos dentro de los bolsillos, orgulloso y un poco emocionado por sentir que había hecho algo bien después de todo.

— Bueno, volví —ella sonrió unos minutos después, dejándose ver por el pasillo, Jolene llevaba una bolsa de celofán que reconoció al ver su logo impreso en ella—. Ten, pastel acaramelado de nuez, con relleno de vainilla y ganache de chocolate. Nada de Cannolis, lo prometo.

Lo habían hablado, en una de esas noches donde Jolene solía hablar más que él. Mientras Carmy jugaba con el cabello negro de la chica y acariciaba su cabeza para conciliar el sueño, mencionó su terrible aberración contra los Cannolis y como ella solía amarlos. Mencionando cada ingrediente que amaba en un pastel, Jolene los memorizo todos y de vez en cuando solía preparar los sabores favoritos del chef para ella misma porque no había tenido oportunidad de compartírselo, hasta ahora.

— Gracias, Jell —tomó la bolsa con cuidado cuando Jolene se la estiró y la apretó en su mano derecha, se sintió nervioso con el pequeño silencio—. Entonces me iré, buenas noches.

Jolene sabía que si seguía frunciendo el ceño tan seguido se formarían arrugas sobre su frente, siendo tan meticulosa con su físico eso la asustó y relajó ambas cejas. Quejosa llamó la atención del chef.

— ¿Me besarías? —susurró—. Antes de irte...

Carmy sintió ese golpe sin sentido sobre el estómago, ese que su Natalie Berzatto llamaba: «mariposas en el estómago

No habían definido su relación después de lo sucedido. En realidad jamás lo habían hecho, sí, Carmy admitió que era su novia en algún punto de esas noches pero después del cumpleaños de Jolene y de admitirlo con cada persona en su vida, todo parecía caerse poco a poco. Lo último que quedó de su relación fue la mañana que había marcado de por vida la palma de la panadera.

No estaba seguro si podrían olvidar eso.

Pero lo hizo, por él. Lo deseaba, y no podía negárselo a ella, no estaba seguro si podría negarle algo alguna vez y mucho menos cuando ella lo miraba de esa forma. La quería más de lo deseaba admitir y más de lo que su miedo podía ver.

Unos segundos después sus manos tomaron su rostro para besarla, la bolsa de celofán rodando por su muñeca tatuada. El silencio dejó de ser un problema cuando Jolene lo correspondió, acariciando sus hombros mientras profundizaba el beso y él bajaba sus manos para tomarla por la cintura. Rodeando su cuerpo entre sus brazos casi abrazándola entre el beso lento y dulce que ella le proporcionaba a su ritmo.

Ambos estaban demasiados asustados de admitir que lo único que necesitaban desde hace tiempo era esa pequeña cercanía y el sonido de sus respiraciones unirse.



Jugueteaba con la carta que llevaba su nombre desde hace unos minutos.

Hurgando en su bolso la encontró a un lado de sus llaves. Algo arrugada y un poco maltratada por ser llevaba en su bolso todos los días desde que el chef se la había entregado personalmente.

Había aceptado deshacerse de su parte del restaurante, lo había dejado por hecho y por la paz, sabía que estaría mejor en manos de Sydney y Carmy, pero, abrir ese pequeño sobre... eso parecía una tarea más complicada y dolorosa.

— ¿Aún no la abres, eh? —su pregunta sonó más como una sorpresa. Tomando lugar frente ella, Marcel sonrió—. ¿No es un poco raro que la lleves a todos lados?

— Aún no me siento lista, siento que si la llevo conmigo un día de repente me sentiré lo suficiente valiente como para abrirla —explicó, Marcel se encogió de hombros, y tomó un poco de su malteada con un exótico popote color verde fosforescente—. ¿Eso está mal?

— Ya lo dije, es raro —repitió, jugueteando con su vaso de plástico, le sonrió a una de las meseras que lo miró raro al pasar a su lado, esos popotes eran especialmente para niños y ver un hombre mayor tomando tranquilamente de uno parecía demasiado cómico para los ojos de Jo—. Aún que, no deberías poner demasiadas expectativas en una carta escrita por un hombre en sus cuarentas con problemas. Y oye, yo quería a Mike, pero la carta de Carmy...

— Mejor cállate y come, ¿quieres? —lo interrumpió, agradeciéndole a la mesa que llegó con su pedido a la mesa—. Ahora, ¿por qué estoy metiéndole todos esos carbohidratos a mi cuerpo?

Marcel sabía que algo andaba mal con Jolene desde hace un tiempo — Solía culpar a esa mañana maldita de la que todos seguían susurrando en la cocina de The Beef, otras veces simplemente culpaba a su amiga y sus miles de traumas sin tratar. Lo había intentando, no había nada malo con ir a terapia y cuidarse a sí mismo pero ella siempre daba vueltas al asunto de abrirse realmente con alguien.

Marcel solía ser demasiado intuitivo y creía que su vida había resultado bien por ello. Evitaba meterse en problemas con su intuición y su inteligencia, cosa que lo llevó a seguir estudiando y dejar de meterse en los asuntos de los Jerimovich. Era un gran chef, había ido a terapia y amaba su vida. ¿Qué había de malo en amarse a sí mismo de la manera en la que él lo hacía? Jolene parecía no entenderlo, pero él no podía ofenderse por ello, en cambio, se sentía triste por ella y a veces hasta lastima sentía por su amiga.

— La grasa da felicidad, Jo —sonrió—. Debes comer algo rico, eres más pequeña que un duende y pesas tanto como un costal de harina, come comida de verdad.

Se había dado la tarea de ser una clase de «Hada Madrina» con ella, sobre todo cuando su actual nombrada 'mejor amiga', Natalie Bear y él habían pasado tantos días hablando de Jolene y Carmy a sus espaldas. Era divertido.

Tener una vida tranquila y perfecta solía aburrirle demasiado, sin interés de meterse de plano en la vida de una cocina tediosa como la que se estaba creando en The Bear, Marcel miraba por encima de los problemas y junto a Natalie parecían estar de acuerdo que lo único en lo que realmente querían ayudar es que sus amigos fueran felices.

Su punto de partida era hacerla comer, era rápido, y un nivel relativamente fácil.

Las personas a su alrededor —incluyéndose, en algún momento—, no comprendían cómo alguien tan bien educada y hermosa había terminado siendo amiga de uno de los dúos más problemáticos y extraños en River North. Marcel lo entendió mientras más conocía a Jolene, mejor de lo que otros podían ver, esa mujer era una versión moldeable de algo que Michael no podía ser, quizás se reflejaba en ella más de lo que debería, o era al revés, con Jolene viendo lo que jamás podría llegar a ser en Michael, pero había algo en sus historias que hacía tan coherente que ambos fueran amigos y se quisieran de la forma en la que lo hacían.

Jamás se trató de Michael queriendo convertirla en Carmy, se trataba de sí mismo, pero nadie pareció notar eso más que él.

Jolene tenía muchos problemas que no solía decirle a nadie, y dudaba mucho que alguien más que él supiera de todo lo que había dentro de la cabeza y corazón de su jefa. Era parte de su intuición saber cosas que no deseaba saber, mucho menos cuando no podía hacer nada para ayudar. Amaba la idea de su primo con ella, parecía correcto, algo que podía ayudarlos a ambos, aún con sus complicaciones, pero sí Jolene no podía aceptar cosas tan simples como que había descuidado de su físico desde la pérdida de Mikey, no sabía cómo podía estar con una persona como Carmen.

La Jolene A'Dair que recordaba, la Jo del 2021 no era nada comparada a lo que era su amiga en estos días. Desde que escuchó las historias de Natalie alimentándola por semanas por no querer levantarse de la cama antes y después del funeral de Mikey, comenzó a notar cada momento en que Jo solía evitar la comida, claro que comía, y deseaba pensar que estaba mal, pero Marcel estaba preocupado y más que un intento de ser divertido, era un intento de evitar que esos meses alejándose de comer sanamente escalaran a algún problema alimenticio. Entendía su depresión, y la comprendía junto a Nat, y desde el pensamiento de ambos, debían hacer lo que podían para ayudarla.

— Come, come —la animó—. Y no pongas esa cara, eras la dueña del lugar más insalubre de Estados Unidos.

Jolene apenas levantó la grasosa y gigante hamburguesa en sus manos, hizo un rostro de asco. Había crecido en un hogar demasiado costoso como para saber de un buen gusto, con comida demasiado fría y sin duda, no deliciosa. Amaba el azúcar porque era lo único bueno en su cocina de la infancia, porqué sus padres eran igual de insípidos que su comida de ochenta dólares el plato. La única buena comida que había probado era aquella que compraba en restaurantes en los que solía trabajar personas como ella o Carmy, a veces la comida que le preparaba Mikey y para su sorpresa, la comida que comió durante la única vez que vio a Donna Berzatto — Seguía siendo una sorpresa para ella que Donna la recordará con cariño aún cuando evitó dirigirle la palabra durante el funeral de su hijo.

— Eso, muy bien, saborea la carne, la mayonesa, los jitomates frescos —continuó Marcel, tomando una papa frita de la su propia bandeja se la estiró a Jo quién lucía como una pequeña ardilla con la boca llena—. Ahora, deja tus modales de niña rica y mete esto a tu boca. Sin terminar de masticar la hamburguesa, mezcla el sabor y deja que tu cuerpo sienta la energía de la grasa.

Jolene iba a quejarse, ¿a caso pensaba que jamás en su vida había probado una hamburguesa? No estaba loca. Podía admitir que antes de su relación con Carmy, no solía comer mucha comida congelada o rápida, tenía muchas maneras de alimentarse aún cuando la mayoría era comprando en restaurantes de la misma calle de su panadería, a veces no deseaba comer nada, y eso se debía a su estrés y ansiedad misma, incluso se debía a su tristeza, pero no era para tanto. Eso pensaba ella.

Durante sus años siendo amiga de Mikey se había metido en demasiado problemas, y con el tiempo terminó adquiriendo el tipo de costumbres que tenían sus dos amigos. Salir con Richie y Mikey era demasiado complicado para explicar, pero no era los mejores escogiendo lugares para comer y no solían preocuparse mucho porque metían dentro de su organismo, en especial Richie, por lo cual a veces no comía lo que sus amigos comían pero había probado demasiadas cosas que serían cuestionables para su paladar.

Lamentablemente esa hamburguesa no era cuestionable y no arrepintió del rostro de deleite que le regaló a Marcel. Satisfecho soltó un «Te lo dije» y el resto de su hora de comida se fue en silencio donde ambos se peleaban por la bolsa de plástico de papas fritas en la bandeja de Marcel.

— ¿Y bien? ¿Sientes energía en tu cuerpo?

— Creo que voy a vomitar —dijo—. Esa cosa tenía el tamaño de mi cara, mi estómago no es tan grande, Marcel.

— No vas a vomitar nada, ten, la comida favorita de tu novio —empujó la lata hacía ella—. Coca-Cola, te ayudará, tómala.

Se sintió tranquilo, quizás ella y Nat comenzaban a ser paranoicos. Pero si Jolene ni Carmy podían cuidarse de sí mismos, ellos lo harían, por lo menos hasta que ambos se decidieran si deseaban permanecer juntos.

— ¿Qué quieres lograr con todo esto? —preguntó confundida después de unos cuantos tragos a la lata de refresco.

— Te pagué el almuerzo, y todavía voy a llevarte a trabajar para alguien más, mientras me dejas todo el trabajo a mí sólo, ¿tienes derecho de quejarte o ofenderte?

Jolene negó, casi como una pequeña regañada, bajando la lata de refresco y dejándola sobre la mesa de la cafetería.

Lejos de su panadería, y más cerca de The Bear, había unos cuantos locales de comida rápida en los que jamás había entrado, y está era su primer mañana en uno. Sus almuerzos con Carmy solían ser preparados por el chef y otras veces por algunos de los buenos restaurantes de comida saludable a unas cuadras donde Carmy se quejaba de los precios.

— Un pajarito me contó que Carmy fue a visitarte ayer... —curioso miró a sus lados esperando a que nadie más lo oyera—. ¿Tuvieron sexo de reconciliación?

— ¡Marcel! —exclamó—. ¡Dios no! ¿Cuál es tu fetiche de preguntarme eso?

— Mi fetiche es ver la cara de horror qué pones —se burló mientras se cruzaba de brazos sobre su pecho—. Siempre luces tan santurrona, ¿por lo menos se besaron? Eh, dime.

— Sí, nos besamos, rarito —bufó casi arrastrando las letras de su última palabra—. No hicimos nada más, era tarde y moría de sueño. Se fue a casa y voy a verlo para comer más tarde, ¿contento?

— Bueno, pero ojalá el postre sea él —su comentario hizo que Jolene abriera la boca ofendida, lanzándole algunas de las bolitas de papel que había hecho con sus servilletas sucias—. ¡Déjame! ¡Estoy deseándote algo bueno!

La carcajada de Marcel se oyó lo suficiente fuerte como para que fueran echados del lugar. Jolene supuso no podría comer más de esas buenas hamburguesas aún que quisiera.






No tenía qué preocuparse de nada si era cuidadosa y perfeccionista, para su suerte, su mejor virtud era su ojo por los detalles. Sin embargo, arrastrarse hasta humillarse a sí misma no estaba en ninguno de sus planes.

«Algunas cosas valían la pena por las personas que amabas», fue lo que su cabeza repitió todo el camino para tranquilizarla.

La última vez que Jolene se encontró con Nikolai Nightly, comprendió que, para su desgracia o suerte, Kol parecía ser la voz de la razón cuando se trataba de tener padres abusivos, aún cuando eso decía mucho teniendo a Carmen Berzatto como novio, a Richie y Marcel Jerimovich como mejores amigos, pero necesitaba no ser egoísta y dejar respirar a las personas que siempre parecían estar para ella.

Aunque podía parecer insensible que Jolene no sintiera más que insensibilidad por la muerte del padre de su ex-novio, la realidad era que su "casi" suegro era aún peor que sus padres adoptivos juntos. La idea de un mundo sin él resultaba agradable, tanto que Kol probablemente estaría de acuerdo si pudiera leer la mente de Jolene en algún momento de su vida.

La conexión entre ellos era tan disfuncional que el prolongado silencio en el auto de Jolene golpeaba como un martillo contra un tablero de metal, mientras Kol se mantenía rígido, su cuello tenso y sus ojos cafés suplicando algo que lo sacara del lió en el que se había metido.

¿Acaso alguien más compartía la sospecha de Kol de que Jolene 'A'Dair era en realidad un presagio del universo de que la suerte los había abandonado?

— El fiduciario me dijo qué me vería aquí a las seis en punto —dijo la pelinegra con el cinturón de seguridad en su mano recién sanada, lista para quitarlo de encima y salir del auto—. Vengo en un momento.

— ¿Y entonces para qué me hiciste venir? —se quejó, el castaño la miró abrir la puerta, el sonido del auto acompañó su silencio incómodo—. No voy a quedar aquí para ver cómo te vas a la quiebra, así que vamos.

No la dejó responder y el viento de la puerta del copiloto siendo cerrada le movió el flequillo. Jolene salió del auto ofendida y lo miró por encima.

Kol era una de las personas más insufribles que había conocido y aún tenía muchas más preguntas qué respuestas sobre su repentina "redención" pero Jolene parecía necesitar más ayuda que nunca, y aún que siempre pareciera una dama en apuros, esta vez necesitaba ayuda de verdad. Le dolía mucho no poder pedirle ayuda a alguno de sus amigos, y en realidad le preocupaba más preocupar al chef que le había regalado el beso más dulce de su vida la noche anterior, pero no podía poner más peso sobre sus hombros ahora que su rostro y cabeza parecía estar más tranquila con un sueño en el que Jolene creía fielmente.

Había evitado decirse a sí misma que el plan express de Carmy iba a fallar. Después de su pequeño gesto de pasar por su departamento la noche anterior, el chef se quedó y decidió compartir parte de su pastel con ella. Carmy se sintió en confianza de por fin explicarle cómo pensaba que funcionaría The Bear, aún cuando sus cuentas parecían demasiado vagas y su mente divagaba con sus palabras, la emoción y esperanza en sus acciones hicieron que Jolene compartiera su felicidad unos minutos.

"Creo que podrías ser mi socia, una socia de verdad. Prometo que todo ese dinero valdrá la pena" le dijo el chef tomando sus manos, un gesto que hizo sonreír a la mujer que apenas podía consigo misma con la idea de ver a un Carmen ser dulce con ella.

Creía en él, creía en su determinación y amor por Mikey. No había nadie más merecedor de tener ese restaurante que él. Aún se sentía vacía, quizás culpable por no haber sido capaz de mantener ambos lugares a flote, pero, aún era parte, aún se sentía incluida después de ese beso y de ese pequeño gesto privado entre ambos.

Eso le dio la fuerza para darle la cara a sus padres unas muchas horas más tarde.

— Pensándolo bien, tienes más suerte de lo que cualquier persona podría tener —agregó Kol, acomodándose la gabardina negra sobre su traje se encogió de hombros golpeando el Audi blanco de la panadera—. No irás a la cárcel por hurtar el dinero de tus padres, sólo tendrás que humillarte y disculparte.

— Yo no robé nada, es mi dinero —sus labios formaron una mueca de disgusto mientras lo veía golpear su auto—. Tú tienes una herencia, yo un fideicomiso. Debí usarlo para la escuela hace algunos años, no lo hice, ¿por qué no puedo usarlo ahora?

Se colgó la bolsa sobre el hombro, caminando sobre la acera de la calle bien lustrada y limpia del vecindario.

No muy lejos de lo que era en centro de Chicago, y de la área gastronómica donde lugares como Grummies o The Bear eran encontrados en el mapa, un pequeño vecindario de casa lujosas ya había limpiado la nieve restante del invierno. El Gold Coast en River North, le provocaba náuseas a Jolene, demasiado ilusa para cualquier niño pequeño del sur de Chicago que soñaba con tocar el pasto verde y recién cortado de las inmensas mansiones y condominios costosos.

No le provocaba rechazo caminar por una calle donde sus tacones no corrieran el riesgo de partirse en dos, y mucho menos donde no tenía que aferrar su bolsa a sí misma por temor de que alguien le robara, pero pensar en Astor Street unos metros de ella sí que le provocaba ganas de vomitar tanto que tendrían que replicarle el suero que alguna vez se le fue inyectado en el hospital cuando casi muere desangrada.

— Bueno, porqué jamás te graduaste —dijo con un tono de voz lleno de ironía—. No estás casada conmigo, y ciertamente tampoco vives en alguna casita pintoresca de esté barrio con dos pequeños hijos con mi sonrisa y tu bonita nariz. Ah, y no olvidemos la parte de destruir todo el Sur de Chicago.

El infierno de vivir una vida como la que había mencionado Kol la hizo mirarlo de reojo, dándole un rostro de asco y haciendo que Kol se encogiera de hombros orgulloso por hacerla sentir incómoda.

La vida de Jolene era radicalmente diferente cuando apenas comenzaba sus veinte años. Para ella, imaginar una realidad donde disfrutará desayunos con hamburguesas baratas mientras un amigo le pedía detalles obscenos sobre su novio y ella, resultaba completamente inverosímil. La idea de cómo sería su vida si nunca hubiera conocido a Michael Berzatto le resultaba más aterradora que enfrentarse al final de esa misma calle.

Era consciente de que, a los ojos de cualquier observador externo, su vida parecía perfecta. Sin embargo, para alguien que había sido forzada a tocar el piano hasta que sus dedos sangrarán, a ver cómo su orfanato había sido demolido por las propias personas que la habían sacado de él y pasar hambre hasta perder casi cinco kilos a la tierna edad de quince años, esa vida era un infierno personal.

— Prefiero sacarme los intestinos con el tacón de mis Jimmy Choo —se estremeció de tan sólo pensarlo, cruzándose de brazos para calmar el escalofrío, mostrando su repulsión—. Terminemos con esto.

No sabía mucho de sus padres biológicos, jamás tuvo el derecho de preguntar y tampoco estaba convencida de querer saberlo. Era una niña, y mientras más crecía dentro de la familia A'Dair más temor le causaba saber qué tipo de persona eran sus progenitores reales, le aterraba la idea de haber nacido maldita y creer que lo mejor que podía tener era esa mesa gigante en donde solía comer sola todos los días; en silencio, con un tenedor de plata y el sentimiento de ser observada por una nana que la vigilaba como si fuese una presa.

Jolene nunca escuchó una palabra de su padre biológico, jamás había sido mencionado y por lo que había escuchado a escondidas era que no había rastros de él, a diferencia de su madre quien había tenido demasiados problemas con sustancias antes de su embarazo y después. No podía cuidarla, y lo único bueno que había escuchado sobre ella era que había prefiero abandonarla que dejarla morir de hambre.

— ¿Y qué dice Gordon Ramsey de qué vengas a casa de sus suegros con tú ex-prometido? —una risa burlona acompañó su expresión de curiosidad.

— No lo sabe, preferiría que se quede así —respondió—. Por lo menos hasta qué yo le expliqué la situación del fideicomiso.

— ¿No lo sabe? —apretó los labios—. Uy, problemas en el paraíso. Sabes, no quiero meterme pero el día que fui a buscarte y te encontré medio muerta afuera...

— Si no te incumbe, no te metas.

La conversación terminó abruptamente por su respuesta haciendo que Kol levantará ambas manos en muestra de paz. Ella sonrió agradecida, con las manos sudorosas a pesar del frío y con pequeños espasmos en las piernas por los nervios llegó al inicio de la cerca que había sido parte de toda su infancia y gran parte de su adolescencia.

La casa de los A'Dair era igual de grande que todas las demás dentro de esa calle. La diferencia era su fachada victoriana y su puerta blanca que resaltaba por sus pequeños bordes. Cuando abrió la puerta de la cerca y cruzó por el pequeño pasillo acompañada de Kol se sintió oprimida, casi como si le hubiesen golpeado el estómago hasta sacar todo el aire dentro de sus pulmones.

Qué ironía de la vida volver a la casa a la que juro que jamás volviera con la persona que juro jamás volver a ver.

— Sí esto fracasa, te prestaré el dinero, no tienes porque soportar está mierda. —dijo el castaño, Jolene volteó a verlo abruptamente, sorprendida y confundida, Kol tocó el timbre.

— ¿Qué? —respondió Jo.

No pudo indagar más porque lo siguiente que captaron sus ojos fueron a Sierra A'Dair abriendo la puerta unos segundos después.

— ¡Mi Lena! —chilló lo suficiente para que todos sus vecinos se enterarán, se abalanzó sobre la panadera haciendo que ella tambaleara sobre sus eje, aturdida se quedó quita con el abrazo de su madre—. He estado esperando esto todo el día, he estado en la puerta desde hace treinta minutos.

El olor del Channel N°5 le golpeó las fosas nasales, su ropa costosa contra su abrigo que solía tener desde hace lo suficiente como para que estuviese desgastado por dentro. Jolene se quedó quieta, esperando que la mujer de pelo cobrizo teñido y rizado se quitará de encima, con un carraspeo incómodo ella golpeó su espalda con palmadas lentas y indiferentes.

— ¿Me estabas esperando? —confundida murmuró cuando ella se alejó, Sierra tomó los hombros de su hija mostrando su dentadura blanca y perfecta.

— ¡Pues claro, tontita! —volvió a chillar—. ¡Willy, la niña llegó!

Jolene sintió un aire de familiar cuando su madre golpeo su hombro empujándola un poco. Ese pequeño gesto rudo la hizo sonreír molesta y asintió. Esa era su madre, el gesto amoroso falso y una pequeña muestra de afecto tan pasiva y agresiva para recordarle que sólo fingía ser una buena madre.

— ¿Y a mí no vas a saludarme, Cici? —Kol levantó las manos listo para recibir un abrazo de su madre quien pareció verse más feliz por lanzarse sobre los brazos del hombre casi treinta años menor que ella, Jo miró asqueada y se adentró a la casa sin invitación, escuchando a su detrás un comentario llamándola "mal educada" por parte de su madre.

Lo primero que notó fue la remodelación en las alfombras que adornaban el pasillo inmenso de la entrada, el color chocolate y sus enormes ventanas seguían siendo la parte más llamativa de la casa. Los cuadros de los diplomas de su padre adornaban la sala de estar a su derecha, con la sala y chimenea más alta que había visto. Sobre la chimenea reconoció fotos suyas, algunas de ella haciendo algunas de las actividades donde jamás fue suficiente buena; zapatillas de ballet, piano y un tonto uniforme de niña exploradora.

— Jolene —carraspeó su padre, ella volteó sobre su hombre para verlo en el umbral de la sala con una taza de lo que parecía ser té—. Supongo qué tú madre ya hizo que todos se enterarán que estás aquí.

— Supongo, ¿vas a lloriquear sobre lo fracasada que soy en la próxima parrillada de la calle? —sonrió—. No es bueno verte.

— ¿No deberías ser más amable si estás aquí por ser una fracasada sin dinero? —se encogió de hombros, el hombre dejó la taza sobre una de las mesas que adornaban el salón y sonrió al ver a su esposa llegar escoltada por Kol quien parecía estar sufriendo al ser forzado a tomar el brazo de la mujer mayor—. Hola, Kol, ¿cómo está tú madre?

— Mejor, aún sigue lidiando con la pérdida —respondió Kol, golpeando la palma de la madre de Jolene cuidadosamente le sonrió y se alejó para caminar hasta llegar junto a la pelinegra—. ¿Sería demasiado atrevido de mi parte pedirle a todos que tomen asiento?

— Para nada, quiero escuchar cómodamente la curiosa historia de Lena sobre porqué a su fideicomiso le faltan trescientos mil dólares. —agregó William, el hombre llevaba ropa casual esa tarde, con un suéter de lana azul que le hacían resaltar las canas blancas sobre su cabeza que estaba llenándose de pecas donde el pelo faltaba.

Jolene miró de nuevo a su madre quién le sonrió de manera inesperada y burlona para sus ojos. Ella se movió incómoda sobre el sillón de cuero, y apretó los labios.

— Deberíamos esperar al señor Lawrence para eso, ¿no? —agregó Kol—. Es su fideicomisario.

— No, ella está aquí para convencerme de no congelar su dinero y tener acceso a todos los demás bienes —Will se cruzó de brazos y hizo un ademán apuntándola—. Quiero que me expliqué exactamente para qué gasto tres de los grandes del dinero que ella considera una porquería sucia. Dejó en claro que no quería mi dinero, ¿eres hipócrita, Jolene?

— Quiero qué sea un préstamo, te los devolveré, solamente quiero... —intento explicar, con ojos suplicantes y ambas palmas pegadas a sus rodillas.

— Te pregunté algo —interrumpió—. ¿Eres hipócrita?

— Lo soy —apretó la mandíbula, arrepintiéndose al instante al sentir el dolor de sus dientes morder con demasiada fuerza su lengua, tomando un momento evitó mostrar su dolor—. Tú me enseñaste a hacerlo, ¿quieres que compre tu compasión? Bien, dime exactamente lo que quieres y lo haré.

— Quiero una respuesta, Lena. —se encogió de hombros despreocupado, sus zapatos de charol negros brillaron bajo la luz cálida de la chimenea.

— The Beef cerró, para siempre —Jo tragó saliva, mirando de reojo a un Kol que observaba fijamente al padre de la pelinegra—. Pero eso ya lo saben.

Sabía que escuchar sobre el cierre de The Original Beef Of Chicagoland hacía feliz a sus padres, lo podía notar en sus caras estiradas y burlonas. Les parecía gracioso verla volver al punto de su desgracia, era irónico y una cucharada de su propia sopa al abandonarlo.

Jolene sabía exactamente lo que pensaba su padre de ella; era una malcriada que educó para ser un reflejo de sí mismo, sin embargo el estúpido sentimentalismo de su pequeña hija había arruinado su vida y no podía estar más feliz de verla sufrir un poco con cada acción equivocada que había tomado desde que había abandonado la casa de su infancia.

— Y nuevamente otro Berzatto te sigue arrastrando al fracaso —aseguró—. Un nuevo restaurante, pura mierda.

No es cualquier restaurante —se le salió de la boca, casi inconsciente se removió de su silla sintiendo un vacío en el estómago—. Es un restaurante de verdad, igual a los miles de lugares que tienen los Nightly. Parte del fideicomiso se trata de acciones, bonos y inversiones en varios sectores gastronómicos en River North, no tiene nada de diferente que esté usando parte del dinero para financiar un restaurante. Estoy cumpliendo con la mayoría de tus condiciones, tienes que dejarme usarlo.

— Algunas de las condiciones, señor, disculpe la franqueza, eran bastante absurdas —respondió Kol con firmeza. Sintió la mirada de Jolene sobre él, casi podía visualizar su expresión sorprendida—. El tema del matrimonio y los hijos es algo impreciso, demasiado complicado incluso para alguien como Jolene. Estoy aquí porque conozco a su hija, le debo un favor, y creo que podemos llegar a un acuerdo si dejamos de lado la relación familiar y nos enfocamos en los negocios. Hagamos negocios.

En todos los años de su vida que habían pasado juntos, Jolene jamás había visto al hombre a su lado actuando como uno. Con una postura digna de admirar junto al porte que le proporcionaba el traje caro a la medida junto a su peinado perfecto y el olor a colonia masculina. Estaba abogando por ella, mirando fijamente a su padre mientras su lenguaje corporal mostraba su apoyo, hablando como un adulto, sin sonrisas tontas ni comentarios negativos, mucho menos sin violencia.

— ¿Y sí Jolene no puede tener hijos? —continuó, dejando con una ceja levantada al hombre mayor que lo miraba en silencio—. Jamás tendría acceso al fideicomiso, aún si deseará usar parte del dinero en estudios médicos de infertilidad. El matrimonio podría ser fácil, rápido, pero, ¿tener que monitorear quién va a desposarla? Will, no estamos en una novela de Jane Austen.

El mismo hombre que la había llamado una cualquiera citando a Jane Austen, vaya que Jolene A'Dair había cada camino irónico en la vida.

— ¿Y se supone que eso debe convencerme? —William se quejó dejando a Kol con un mal sabor de boca cuando suspiró—. Algunas condiciones pueden ser una pendejada, fue hecho cuando Jolene solía tener cerebro. Es ignorante y testaruda, fue hecho porque sabía que llegaría el momento donde vivirá de esto. Hay cientos de restaurantes ya posicionados para invertir, y estoy siendo amable con toda está porquería. Su falta de educación es evidente en cada decisión que toma. Es simplemente estúpida. Eres simplemente estúpida.

Ella iba a responder ignorando el hecho del nudo en su garganta. Jolene apretó los puños que reposaban sobre sus muslos, sus uñas clavándose en sus palmas mientras luchaba por mantener la compostura. Se obligó a sí misma a respirar profundamente.

— ¡Lamentó llegar tarde! —agitado el hombre de traje similar al de Kol entró por el pasillo, con algunas canas sobre el pelo castaño y una sonrisa despreocupada la sacó del trance haciéndola sobresaltar cuando Kol le dio unas palmadas sobre el hombro en apoyo—. Mi coche murió, tuve que tomar un taxi. Buenas tardes a todos. ¿Quieren empezar con el proceso de aprobación?

En los últimos días, Jolene había adquirido más conocimientos legales y sobre procesos judiciales de los que había acumulado en toda su vida. Había mantenido conversaciones con tantos abogados que había perdido la cuenta y había aprendido a escudriñar cada letra pequeña en contratos e información sobre sí misma que desconocía por completo.

El proceso para renunciar a The Beef fue mucho más rápido de lo que esperaba, especialmente cuando Natalie Berzatto se involucró. Con su experiencia en el área y su trabajo en el banco, los acuerdos legales se resolvieron de manera eficiente y justa, a diferencia del complicado proceso de fideicomiso relacionado con sus padres. Jolene tomó la cantidad de dinero que necesitaba, un porcentaje insignificante del total, aunque sabía del riesgo de ser descubierta por el fideicomisario y eso finalmente sucedió. El movimiento de dinero alertó a los A'Dair y su padre exigió explicaciones. Había prometido no tocar un solo centavo de ese dinero ni usar las acciones heredadas por su apellido, pero ahora estaba lista para gastarlo y usarlo todo si era necesario para ayudar a Michael Berzatto y a su hermano.

La existencia de perder un centavo sin tener a su hija comiendo de su palma estaba matando la perfeccionista vida de William A'Dair y por eso sonrió cuando el hombre quien consideraba un amigo entró por la puerta segundos atrás. A su lado Jolene tragó en seco y enterró más de la punta de sus uñas en sus palmas buscando un poco de consuelo en su dolor físico.

Debía morderse más la lengua de ser necesario.






¿Cuántas veces podrías perder la cabeza por una persona que amas hasta volverte completamente loco?  Carmen Berzatto comenzó a perder su última pizca de cordura los últimas semanas por un par de ojos color chocolate.

No esperaba verla esa noche, pero su día mejoró considerablemente al verla cruzar bajo el tintineo de la campana en la puerta principal del restaurante.

Todos a su espalda dentro de la cocina estaban disfrutando de algunas rebanadas de pizza después de un día monótono dedicado a la limpieza y la organización para las próximas semanas. Con risas en la cocina y unos cuantos regalos por parte de Sydney y Natalie, Carmy se había puesto su nueva chaqueta cortesía de Natalie en navidad —hasta recuperar la que estaba en casa de su novia—, para salir a tomar un cigarrillo antes de irse a casa cuando Jolene A'Dair entró por la puerta principal.

— Hola. —sonrió al verla, quitando el cigarrillo de su boca que aún se encontraba apagado.

— Hola —respondió—. ¿Podemos hablar?

Su respuesta borró la sonrisa de su rostro tan rápido como apareció, reemplazándola con una nueva preocupación que pesaba en su pecho — Carmy se quedó inmóvil, mirándola fijamente, esperando captar algún indicio de lo que estaba mal. Había memorizado cada detalle del cuerpo de Jolene, como solía hacerlo con las cosas que llamaban su atención; todos sus lunares y pecas estaban marcados en su mente, luchando con el deseo de dibujarla cada vez que sus dedos tomaban un lápiz. Había llegado al punto de poder leer su cuerpo y mente, era algo especial para él, algo que lo hacía sentir con los pies en la tierra.

Sabía que podría encontrar algún indicio que calmara los pensamientos que cruzaban su mente en ese momento, y cuando se detuvo en ese par de ojos que tanto amaba, su corazón se apretó.

— ¿Podrías abrazarme? —murmuró.

El sollozo que salió de su boca al hablar destruyó la felicidad de Carmy en un instante. Sus brazos alrededor de su espalda, su mano derecha acariciando su cabeza mientras ella lloraban su hombro y se escondía entre ese espacio entre su cuello para esconder su vergüenza.

Odiaba el sentimiento que recorría su cuerpo, odiaba sentir el aire húmedo y pesado de lo que quedaba del invierno, odiaba sentir como sus delicadas manos se aferraban a él con el miedo de no sentirlo. Odiaba no poder hacer nada para hacerla sentir mejor.

— Lo siento —sollozo, aún se escondía entre su hombro, la escuchó intentar calmarse a sí misma mientras lo apretaba más en sus brazos—. Lo siento tanto, Oso.

Deseaba verla sonreír, anhelaba perderse en la contemplación de cada lunar en su rostro. Su mayor deseo era hacerla feliz.

Siempre había creído que era la última persona en la que alguien encontraría apoyo; jamás había imaginado que pudiera ofrecer consuelo en momentos de dolor o angustia. No podía calmarse a sí mismo, no era lo suficientemente valiente ni fuerte para enfrentar sus propios problemas. Mientras le murmuraba que todo estaría bien, su mente bloqueaba cualquier intento de cuestionar qué significaban esas palabras para ella. No quería pensar en eso, solo quería verla mejor, y estaría bien cualquier cosa que sucediera si podía verla una vez más con esos brillantes ojos.

— Mírame, Jell —Carmy se arrepintió de dar un paso atrás cuando ella lo miró dolida por romper su abrazo, sin embargo el espacio entre ambos era tan nulo que Carmy tuvo que poner sus manos sobre su rostro para hacerla ver que aún seguía con ella—. Tranquila, está bien, eres increíble, mírame.

Sus dos ojos aún seguían brillantes junto a sus mejillas donde sus lágrimas habían rodado hasta su mentón, su rostro aún entre sus manos tomó un color distinto al del angustia con sus palabras y cuando sus lágrimas pararon con sus palabras Carmy reconoció que quizás la había cagado de una forma de la que no podría recuperarse jamás, pero ella sonrió y el brillo de algunas lágrimas se convirtió en esa mirada que tanto reconocía el chef y el gesto de arrugar su nariz le derritió el corazón.

— Tuve un día terrible —explicó aún con su pequeña sonrisa, su flequillo desordenado caía apenas sobre su frente y su boca se había tornado un poco roja por morderse los labios todo el camino hacía el restaurante—. Sólo quería sentir algo familiar un momento.

— Lo entiendo, ¿quieres...? —no sabía que preguntar, no sabía que decir, ¿qué tipo de pregunta podría hacerle? no quería dejarla ir hasta saber que estaba mejor, le daba miedo dejarla sola.

— Necesito contarte algo, necesito compartirlo con todos y necesito saber que me escucharán —lo interrumpió, y en ese momento Jolene sintió las manos de Carmy alejarse de su rostro mientras él la miraba con confusión, lo que hizo que ella apretara los labios—. Pero, por favor, necesito que confíes en mí.

El "por favor" escapó de sus labios como una súplica, tanto que Jolene notó cómo su voz volvía a quebrarse, y la breve expresión de felicidad en el rostro de Carmy se desvaneció para dar paso a una mirada angustiada por segunda vez.

Carmy no dijo nada; no quería dejarla saber el miedo que le llenó el pecho en ese momento.


🍴

Jolene se mordía las uñas hasta llegar a la cutícula, nerviosa miraba en silencio el rostro de cada persona a su frente. La mayoría parecían confundidos, en especial Fak y Richie quienes miraban al piso intentando procesar lo que había explicado la chica unos minutos atrás, a diferencia de Sydney y Marcus quienes se habían dado una mirada entre ambos intentando descifrar si habían llegado a la misma conclusión, los únicos dos rostros que no podía leer eran los de los dos hermanos Berzatto que estaban matándola con su silencio.

— ¿Tus padres están locos? —exclamó
Richie, y la mayoría volteó a mirarlo con la misma perplejidad que Jo—. Los ricos son tan putos raros.

— Es un abuso tener tantas condiciones para acceder a un fideicomiso —Natalie ignoró por completo a Richie mientras miraba a la pelinegra, esperando que los demás estuvieran de acuerdo con ella—. Algunas de ellas son absurdas, algunas ni siquiera podrian aplicarse porque no eres su pariente de sangre; podrías demandarlos.

— Claro, como si Jolene tuviera suficiente dinero para demandarlos —Richie levantó ambos brazos en un gesto de burla—. No estás escuchando, Natalie, ¡la hemos dejado en bancarrota!

Jolene frunció el ceño mientras negaba con la cabeza, un gesto seguido de un ademán de tragar en seco.

— ¿Qué? ¡No! No estoy en bancarrota —respondió mirando a su mejor amigo, quién después de lanzarle una mirada burlona a Natalie, volvió la mirada hacía ella—. Mi dinero no era suficiente para invertir, no podía seguir exprimiendo el dinero de Grummies, y mis ahorros los invertí en The Beef. No tenía forma de ayudarlos, por eso recurrí al dinero del fideicomiso.

— Entonces, ¿tienes que cumplir con sus reglas para que no nos quiten el dinero? —mencionó Sydney, con los brazos cruzados mientras observaba a su jefe, quien parecía estar ausente en medio de la conversación.

— No, bueno, algunas —explicó Jolene—. Ya he tomado el dinero, así que no pueden hacer nada al respecto, pero el resto está congelado. Si quiero usarlo y también pagar una sanción por lo que tomé, entonces sí, necesito cumplir con algunas reglas. Tengo un proceso de aprobación, retiré algunas condiciones, y mientras cumpla con las demás no habrá problemas. Creo que ha sido una buena decisión, ¿verdad? Nos dará más de un mes para tener todo listo y no tener que preocuparnos por estar apurados. Además, si necesitamos más dinero, podemos...

— Jo, ¿te obligarán a casarte? —intervino Fak, preocupado, mientras la miraba fijamente.

— Oh, justo como en Bridgerton —afirmó Marcus con una sonrisa, mientras Fak aplaudía en el aire para darle la razón—. La dote.

Richie parecía estar más harto que todos cuando cubrió su rostro con la mano derecha, negando con la cabeza mientras intentaba mantener la compostura por lo dicho entre ambos hombres.

— ¿Qué condiciones tienes que cumplir? —volvió a preguntar Sydney, la morena parecía ser la única con ambos pies en la tierra.

A veces se preguntaba si su vida había valido tanto la pena como a veces se había creer.

No creía poder mentirles en su cara a cada persona frente a ella, aún tenía los ojos rojos y su aspecto desaliñado le habría saco un susto si se hubiese visto al espejo. Sus ojos hinchados y sus zapatillas en sus manos la hacían ver cansada, Carmy no la miraba desde que había empezado a explicar cómo se había metido en el peor problema de su vida y eso la estaba asustado un poco.

Ya había visto demasiado ese día, y desde que subió al auto con Kol para volver a casa había entrado en un estado catatónico donde tuvo que pedirle a Kol que manejará mientras ella intentaba procesar cada palabra dicha y escrita por su padre. Aún sentía las manos sudorosas después de subir al auto y aún con el frío sus rodillas seguían temblando de la rabia por no haber hecho algo más para defenderse. Le dolía el pecho, quería llorar y sacar ese nudo en la garganta que parecía impedirle respirar, el grito ahogado en su garganta y la rabia en su pecho la hacía temblar mientras su cabeza reproducía una y otra vez lo que había aceptado.

Al principio, parecía haber convencido a su padre con un poco de humillación. A William A'Dair le complacía enormemente la desgracia ajena, disfrutaba ostentar su razón y había saboreado cada momento en el que su hija había cedido ante él, cada instante en el que había aceptado ser un fracaso y se había martirizado por no haber logrado nada hasta ese momento de su vida. Creía haberlo persuadido con sus pequeñas súplicas cuando planteó su primera condición; regresar a la escuela no parecía ser tan malo, después de todo había abandonado la universidad cuando estaba a punto de graduarse. Retomar sus estudios como primera condición parecía un acto misericordioso por parte del hombre que dictaba al abogado sentado a su lado, y ella sonreía agradecida, aunque en su interior, el sabor de la sumisión y la humillación seguían le causaban asco. Aún cuando parecía sentirse pisoteada con cada palabra de su padre mientras el abogado tecleaba rápidamente su laptop, se sentía bien, podría haber jurado que si Michael Berzatto la hubiese visto en ese momento la habría sacado arrastrando de esa casa y la habría hecho jurar que jamás volvería a pedirle algo a sus padres pero Mikey no estaba y tenía que hacer las cosas a su manera, aún cuando su mejor amigo se molestara en algún lugar.

La segunda condición de William provenía de su madre. Querían verla más a menudo, eso había manifestado su madre. Les gustaría que los visitara en Navidad o Año Nuevo; ella tendría la libertad de elegir la fecha. En caso de no desear esas fechas, también podrían considerar Acción de Gracias o incluso el Cuatro de Julio. Podría tolerar eso, podría soportar algunas horas incómodas con ambos mientras se quedaba callada y sonreía asintiendo como lo había hecho casi toda su vida.

La tercera y última condición había hecho que Kol Nightly casi arruinará todo el trato.

"El señor A'Dair tiene todo el derecho de..." intentó explicar el abogado.

"Pura mierda, es abuso de poder" Kol conmocionado y molesto se metió entre la conversación cuando miró a Jolene perpleja, con un tirón casi la levanta del sillón — "Jolene, vámonos. Ella devolverá el dinero y ustedes pueden irse a la mierda."

Pero ella no se movió, y si él no la conociera hubiera dado por hecho qué estaba asustada pero ella le devolvió el jalón, tomando el inicio de su gabardina negra y tirando de ella. Suplicándole con los ojos que se sentará.

"No puedes tener ambos" había dicho William — "Ambas cosas te joderán, y tanto te importa, debes escoger una."

Una punzada en la cabeza le hizo notar que había comenzado a sudar en ese momento y cuando se quedó sin palabra el abogado la miró más de una vez para preguntarle si estaba de acuerdo. Kol había sido callado por segunda vez y mientras ella sentía el golpe de calor detrás de sus orejas y manos sudorosas levantó la mirada.

Se había equivocado cuando creyó que sus padres no la conocían. Era una idiota por haber pensado que no podrían tener razón para odiarla después de tantos años. Ahora, la mirada de su padre y el sudor en su cuerpo le recordaba las palabras de Kol hace unos días: ellos seguían teniendo el control, seguían imponiendo su voluntad sobre ella, incluso a través de los años y el dinero.

Él había escapado, era la suerte de haber perdido a su padre. Era suertudo, el hombre más afortunado del planeta ante los ojos de la joven que comenzaba a temblar, era todo lo que ella deseaba. ¿Por qué tenía que arrebatarle lo único por lo que había luchado en toda su vida?

Michael Berzatto y ella habían llegado a un acuerdo unos días después de Acción de Gracias. Mientras el mayor de los Berzatto veía el moretón sobre el brazo de su mejor amiga regaló de su madre alcohólica le prometió que jamás volvería a verla, ella se negó al inicio, avergonzada y sintiendo pena por él. Ella no tenía una familia perfecta y verlo avergonzado por quien era su madre lo hacía sentir familiar, haber hecho la promesa esa mañana en jamás volver a coincidir con sus padres era algo entre ellos, algo que se habían guardado para ambos.

Grummies era parte de ese algo, fue la segunda cosa que se prometieron mantener entre ambos. Él había prometido tantas cosas que jamás podría cumplir, pero todas las que había cumplido aún seguían sintiéndose como un pago infinito que jamás podría devolver, ella sabía el amor, el esfuerzo, y cada dolor que había dentro de esas paredes llenas de olor a azúcar fresca y leche blanca. Era suyo, era algo entre ella y la memoria de su amigo.

Era algo que debía dejar ir como penitencia.

"Tú lo dijiste, se quedará en familia" su madre había sonreído de una manera tan extraña que Jolene pensó que se trataba de una mueca — "Sólo nos haremos cargo a nuestra manera, y si tienes razón con tu restaurante podrás comprarla de vuelta."

"¿Quieres qué te venda mi panadería para después comprarla?" ni siquiera podría llorar y si alguna lágrima rodaba por su mejilla habría sido una de vergüenza por cómo su ojo izquierdo temblaba.

"No podrás mantenerla viva con todo lo que vale ahora, ¿cómo vas a manejar una panadería de alta gama y un restaurante Michelin?" Dijo William mientras le daba una mirada al abogado para que siguiera escribiendo "Puedes poner las condiciones de trabajo, incluso aceptaré no modificar el lugar sino quieres, haré lo que no pudiste hacer. Haré que valga la pena como un el buen hombre de negocios que soy."

— En realidad no es mucho, sólo son tonterías de un par de viejos que necesitan jubilarse —bromeó mientras sonreía sin mostrar mucha emoción—. Tengo que volver a la escuela, conseguir ese estúpido título, visitarlos en Navidad y...

— ¡Genial! —aplaudió Fak—. Viste, no hay de que preocuparse, Jo, eres una maravilla, yo me casaría contigo.

Richie bufó a su lado, por otro lado Jolene suspiró dándole una vista al hombre rubio que estaba mirándola en silencio.

— Necesita casarse alguien guapo y con educación, tú no tienes ninguna de las dos. —se burló el más alto haciendo que Marcus apretara los labios para soltar una carcajada.

— Oye, yo no me estoy llevando así contigo...

Los siguientes minutos fueron justo lo que Jolene necesitaba para recordarse a sí misma que aún existía en el plano físico.

Los gritos de Fak y Richie peleando cara a cara, empujándose entre sí, mientras Sydney les reprendía diciendo que eran un par de inmaduros. Marcus y Natalie estaban a unos metros de distancia, con expresiones de vergüenza mientras reflexionaban sobre cada decisión que los había llevado a ese momento. Carmy seguía en silencio y se acercó a Jolene cuando la voz de su mejor amigo se volvió irritante, decidiendo regresar hacia la entrada del restaurante.

Recordó haberlo visto a punto de encender un cigarrillo cuando lo vio por primera vez después de entrar al lugar. En un acto desesperado, buscó entre su bolso la caja de cigarrillos que no había tocado en semanas, tomó el encendedor con las yemas de los dedos y encendió el pequeño cigarro, lleno de nicotina y sabor a fresa, incluso con la mano temblorosa. El humo llenó sus pulmones tan rápido como cerró los ojos, y lo que parecía ser su nerviosismo se esfumó con su primera calada.

— ¿Fumas cigarrillos con sabor ahora? —Carmy se acercó y se ubicó a su lado, mirándola de reojo—. Esas cosas saben a mierda barata.

— ¿Quieres juzgar mis preferencias en cigarrillos? Tú fumas los que están cargados de cáncer de pulmón desde que los tocas —respondió, encogiéndose de hombros, lo que provocó una sonrisa en el chef.

— Golpe bajo, chef —murmuró—. Mis cigarrillos son baratos, debería comprar mejores ahora que vas a salvarme el trasero de nuevo con tu dinero.

Pensar que el destino le había salvado el trasero y, como señal, le había mandado la gran bocota de Neil Fak le parecía gracioso. Quizás era hora de aceptar la mala suerte en su vida y empezar a lidiar con ella; estaba tan agotada de llorar y del sentimiento de cansancio y vacío que la embargaba cada vez que derramaba lágrimas por cualquier situación dolorosa.

— Deberías hacerlo, quizás así puedas presenciar a tu sobrino gritándole a su madre porque no lo deja entrar a la cocina —la ceniza del cigarrillo cayó al suelo, y Jolene colocó sus zapatillas sobre un pequeño pedazo de madera que funcionaba como una mesa improvisa

— ¿Mi sobrino? —Carmy recibió una mirada obvia por parte de Jolene que se sintió como un golpe en el rostro—. Espera, ¿Nat-nat-natalie está...?

— Hace unos días la vi vomitar y después comerse una pizza entera. Me dijo que era por una infección estomacal —Jolene dio otra calada al cigarrillo, y Carmy percibió el aroma a fresas en el humo—. También rechazó cuando le ofrecí un cigarrillo y mencionó que tenía que ir al oncólogo cuando empecé a fumar delante de ella. Está embarazada, vas a ser tío, Carm.

El rostro que Carmen Berzatto le regaló en ese momento era lo que Jolene podría considerar una obra de arte. El hombre estaba estupefacto, mirándola fijamente con la boca levemente abierta y sin mover un solo dedo. Sus ojos se dirigieron directamente hacia la puerta de la cocina, como si pudiera ver a su hermana a través del pedazo metálico.

— Yo... —intentó decir Carmy, pero Jolene le sonrió.

— Cómprale algo lindo, ¿sí? Tal vez ha querido decírtelo pero no sabe cómo hacerlo —acarició su hombro, permitiendo que Carmy volviera a mirarla—. Hay otra cosa que debo decirte sobre el fideicomiso.

— Es malo, ¿verdad? —las cejas de Carmy se fruncieron y el hombre llevó su mano al pecho, golpeando ligeramente sobre su corazón—. Siento una incomodidad aquí, sé que hay algo malo.

— Tal vez es bueno, aún no estoy seguro de cómo verlo —murmuró Jolene—. Tal vez sea bueno para ambos, para enfocarnos en The Bear y todo lo demás, pero necesito tu ayuda. Marcel va a odiarme para siempre.

— No creo que nadie pueda odiarte, Jelly.

Su pequeña sonrisa tonta le devolvió un poco de tranquilidad al pecho a Carmy, dejándolo fuera de sí por la forma en la que un pequeño detalle en su rostro parecía dominar su corazón. Sus latidos fueron más rápido cuando un pensamiento se cruzó por su cabeza y la adrenalina cruzó por todo su cuerpo.

— Antes de qué me lo digas —tomó un bocado de aire—. ¿Puedo llevarte a una cita? Sé que es una idiotez pero, quiero hacerlo, si tú quieres.

— ¿No quieres escuchar primero lo que voy a decirte? —Jo respondió sin pensarlo mucho haciendo que la valentía en el cuerpo de Carmy se esfumará—. Quizás te arrepientas después de escucharlo...

— Jamás me arrepentirá, chef. —aseguró.

— Entonces me gustaría —Jo apagó su cigarrillo mientras tomaba sus zapatillas—. Pero no puedes invitarme a cenar, ¿lo sabes, no? Es trampa.

— ¿Por qué sería trampa? —levantó las cejas.

— Eres un chef Michelin, y la primera vez que me cocinaste me encantó tanto que dormimos juntos esa misma noche, es trampa —sus ojos brillaron con un destello travieso—. Si quieres volver a besarme necesitas dejar de ser un tramposo.

Pensaba en lo bien que la haría sentir ver su rostro rojo por la vergüenza, en cómo solía bajar la mirada la esconder su timidez cuando ella solía hacerlo sentir nervioso. Pensaba en que sería una genial idea para cerrar su horrible día tenerlo tan cerca para dejar un suave beso sobre sus labios antes de ir a casa y dormir, sin embargo, el rostro de Carmen no se enrojeció ni tampoco bajo la mirada y lo único que recibió fue una risa era ligera y contagiosa.

— Tuve un ataque de pánico antes de eso, ¿te parecía que tenía la intención de hacer trampa? Sólo me quedé a dormir porque tenía miedo de muriera —un paso a su frente hizo que ambos quedarán frente a frente y Jo sintiera el nerviosismo en su estómago—. No tienes porque contarme hoy, creo que deberíamos dejarlo para mañana, y ahora podrías venir conmigo a mi departamento. Te preparé algo para cenar, ¿eso te parece trampa?

Su estómago dio un vuelco de nuevo. No le gustaba tenerlo tan cerca, podía olor su colonia y el olor a tabaco entre su rostro, sus ojos azules mirándola fijamente mientras sonreía de una manera en la que seguía sin acostumbrarse y su cuerpo reaccionando antes que su mente mientras deseaba abalanzarse sobre él y besarlo. Se sentía como una niña estúpida en la escuela y su corazón tonto latía tan fuerte en su pecho que podía sentirlo en su boca.

— Me parece que quieres usar el mismo truco de nuevo —inclinó la cabeza ligeramente—. Así que voy a negarme porqué no quiero el destino de tu hermana ahora.

A Carmy le causó aún más gracia ver cómo el dedo índice de Jolene terminaba sobre su pecho, empujándolo para alejarlo de ella. Moviéndose se escapó por su derecha dejándolo riendo mientras se escabullía por la puerta.

— Sí te arrepientes lo entenderé. —dijo mientras abría la puerta, el sonido de la campana la hizo ver que no había ruido en la cocina, quizás se habían marchado o habían muerto peleando entre ellos, cualquiera de las dos estaba demasiado cansada como para verificarlo.

— No lo haré, duerme bien, te veré mañana, Jell.

Jolene sonrió genuinamente por primera vez en algunas horas.

— Buenas noches, Carm. Te quiero.

Carmy no había notado lo hermosa que lucía hasta ese momento. Estaba soñando, delirando por la forma en la que el sonido de su boca le pronunciaba que lo quería, y él solamente estaba allí congelado mientras la miraba irse.

También la quería, más de lo que ella podría imaginar.

























GLOSARIO  — Manual de supervivencia de cocina por 🧸 Lily–Bear + Fun Fact's.

I.   Los A'Dair tienen una compañía de construcción y venta. Por eso son tan buenos inversores y accionistas, tenían algunos arreglos con los Kalinowski.

( ! ) disfruta tu lectura, las palabras culinarias serán marcadas con * (y curiosidades) para agregarse a éste manual al final de cada capítulo.








© TERRALISE, SWANN'S BOOKS
2024, THE BEAR SERIES BY FX
A CARMY BERZATTO FANFIC
























































Reviví cómo la ave fénix, lista para desaparecer de nuevo... BROMA.

Dios, esté capítulo fue una tortura gigante. Tuve que aprender muchísimas cosas sobre leyes y fideicomisos solamente para que todo esto tuviera sentido, en caso de q alguien que me lea sepa algo del tema y no sea correcto, PERDÓN)): hago mi mayor esfuerzo 😭 espero les guste????

lamento mi inactividad, estoy apunto de entrar a la universidad después de dos años sabático entonces estoy estudiando y llorando por eso JAJSJZJ, también les cuento que tengo un grupo difusión en whatsapp donde hablo sobre mis libros y les doy adelantos de mis gráficos yyy claro, hablo sobre honeypie, si quieren el link comenten acá:

gracias por todos sus votos, los lectores fantasmas daña al mundo, espero revivan y les guste leer este cap mañana, o cuando lo lean

VOTA, COMENTA, SÍGUEME para estar al pendiente de mensajes en el tablero, y gracias por seguir leyendo 🥹💗

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