"P" geminifourth

By g4utopia

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Gemini está en la cárcel, Fourth es su nuevo compañero de celda. adaptación, todos los derechos a @romadamned. More

Prólogo.
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29. FINAL

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By g4utopia


El viaje a Londres ocurrió una noche de nubes cubriendo las estrellas del firmamento. De viento cruel y demonios ocultos tras las sombras de los árboles.

En el aeropuerto de La Digue, donde poco personal se encontraba. Todos silenciados por cuantiosas sumas de dinero en sus cuentas bancarias. Con un avión privado esperando por Gemini y Fourth para llevarlos a su destino.

No fue fácil para ambos separarse de su hogar. Aquella casa escondida que había atestiguado lo mejor de ellos; lo mejor de su amor. Cada rincón encerraba cientos de recuerdos, ternura, pasión, risas y peleas. Y ahora debían dejarlo todo; debían enfrentar aquel pasado que los destrozó.

—Tus... Tus dedos están fríos —dijo Gemini. Una sonrisa lastimada en su rostro.

—¿Lo están? —preguntó Fourth con voz rota y rasposa. La prueba de su incesable llanto estaba pincelada en su rostro; en sus mejillas aún húmedas y sus ojos rojos.

Tomados de las manos, apretándose con fuerza el uno al otro, mientras eran llevados al aeropuerto en un todoterreno que Ford había dispuesto para ellos; manejado por uno de sus hombres de confianza.

Aún no dejaban la isla y ya la extrañaban.

—Sí —susurró Gemini, su rostro fijo en la ventana. No había mucho que ver en aquella oscuridad, sin embargo, no quería voltear el rostro. No soportaba el dolor y el miedo en el rostro de su amante.

El ruido sordo de las ruedas sobre el camino de tierra zumbaba en sus oídos. Todo sintiéndose demasiado; doliendo demasiado.

¿En qué momento se había vuelto tan vulnerable? ¿Qué había hecho Fourth con él? Era imposible para Gemini comprender cómo había cambiado tanto; cómo había pasado de ser un demonio salvaje e invencible a un miserable humano asustado.

¿Cómo podía volver a ser él? Lo necesitaba. Debía recuperar el veneno que solía correr por su torrente sanguíneo para enfrentar a su padre.

—Gemini...

—¿Sí?

—Gracias. —El mencionado tragó y se armó de valor para girar el rostro. Fourth, con sus marcadas ojeras, le sonreía—. Por ser valiente.

—Corderito, no... —Negó, cerrando los ojos—. No lo soy.

—Lo eres. Tan valiente, mi dueño. Lo eres todo, ahora. Y no necesitas volver a ser el hombre que tu padre quería que fueras.

—¿Qué mierda sabes tú? No tienes idea de lo que siento.... No digas que soy valiente cuando estoy... —"asustado" pensó. No pudo decirlo.

—Amor, no. —Fourth ahuecó la palma de su mano izquierda para arrullar una mejilla de Gemini—. No hagas eso. No odies de ti lo que yo más amo.

—¿Y qué es lo que amas? ¿Que sea un hijo de puta asustado? ¿Que sea débil? ¿Qué es, Fourth? —Sus palabras eran duras; carentes de calidez. Había tanta impotencia acrecentándose en él. Ganas de gritar, de detener el maldito vehículo y salir corriendo.

—Todo. Lo amo todo, Gemini. ¿No te sientes así conmigo? ¿Hay algo de mí que no ames? ¿Qué odies? —El mayor frunció los labios. No, no había nada de Fourth que no amara—. Amo que te sientas asustado, débil... Y a pesar de eso, estés aquí. Dispuesto a toda esta mierda, sólo por mí. Por nosotros.

—... Mierda. —Sonrió, negando y soltando un movimiento ligero de hombros—. Eres tan malditamente bueno con las palabras, corderito. El mejor, lo juro.

Fourth relajó sus tensas facciones y apoyó un costado de su cabeza en el hombro de Gemini, acurrucándose en él.

—Solo... quiero ser lo que necesitas.

—Ya lo eres. —Giró su rostro para besar sobre los cabellos miel de su precioso amante—. Eres más de lo que necesito. Más de lo que esta mierda de mundo merece.

Gemini se acomodó para rodear los hombros de Fourth con sus brazos, atrayéndolo más hacia sí mismo. Necesitaba de él, de su calor, del aroma de su piel. Fourth no era únicamente el amor de su vida; era su otra mitad. Gemini era cadenas, Fourth era la libertad.

El resto del viaje, ambos permanecieron en silencio, deleitándose con la respiración acompasada que tenían. Con un único consuelo; estaban juntos.

Llegaron al aeropuerto donde los hombres de Ford estaban esperándolos. Diestros en sus labores, cargaron las maletas de Gemini y Fourth mientras estos, sin soltarse en ningún momento, subían al avión. No pasaron por el procedimiento común, no había forma en que lo hicieran.

Gemini estaba legalmente muerto; no tenía papeles ni una identidad falsa. Era una sombra que se movía a escondidas del marco legal. Sería demasiado riesgoso tener un documento que acreditara su existencia; sin importar el cambio de nombres, una identidad era una soga al cuello.

Al igual que los asesinos a sueldo, que los narcotraficantes buscados por la policía internacional, que los hombres cuya existencia debía ser borrada de la faz de la tierra; Gemini se movía de otras formas. Ocultando su presencia con dinero, cerrando bocas con balas de plomo, escudándose tras la muralla que Ivanov había puesto para protegerlos a él y Fourth.

—Cuanto lujo —se burló Gemini al entrar al avión.

Enormes asientos de cuero en color beige, suelo alfombrado y luces suaves. Ostentosos adornos por todos lados y una rubia sonriente en un formal traje de dos piezas.

—Bienvenidos. Señor Norawit, señor Nattawat.

—Hola —saludó Fourth, agitando su delicada mano.

Gemini simplemente hizo un movimiento de cabeza; lo suyo no era la amabilidad.

—Mi nombre es Lizbeth y me complace decir que estaré a cargo de sus necesidades durante el viaje. —Señaló un par de asientos—. Pueden tomar asiento cuando deseen.

Fourth fue el primero en sentarse, sin quitar los ojos de Gemini, quien silbó al ver el minibar surtido de costosos licores.

—Gemini... —se reía.

El mayor arrugó la nariz intentando contener una sonrisa. Caminó hasta donde estaba el más bajo y se sentó a su lado, abrochando su cinturón de seguridad.

—¿Podemos ver una película? Esta será una mierda de viaje largo y si no puedo meterle mano a mi mamón, necesitaré una distracción... Ya sabes.

Fourth rodó los ojos, ruborizándose contra su voluntad.

—Por supuesto —respondió la rubia, con una enorme sonrisa que seguramente debía doler—. Tenemos una gran cartelera de películas. Una vez despeguemos podrán encender el proyector.

Señaló el techo donde un moderno proyector de películas se dejaba ver.

Gemini asintió y ambos escucharon en silencio el procedimiento a seguir. Ya que era un vuelo de índole confidencial, no aterrizarían en el aeropuerto de Londres, sino en las afueras de Londres; donde al parecer, Ivanov tenía su propio aeropuerto privado.

—¿Ford irá por nosotros? —le preguntó Fourth a Lizbeth.

Extrañaba al rubio alocado y, por otro lado, quizá todo dejaría de sentirse tan amargo con su presencia. Ford de alguna forma lograba que todo se sintiera mejor.

—Lamentablemente no estoy en conocimiento del itinerario del señor Arun.

—Oh, sí. Está bien... —Se acomodó un mechón de cabello tras la oreja.

—Tranquilo, corderito. Seguro Ford ya está esperando por nosotros.

Fourth exhaló por la nariz, esbozando una mueca que intentaba pasar por sonrisa. No podía estar tranquilo; realmente no podía. Todo en él rogaba por quedarse en la isla, en su hogar.

—¿Puedo tener algo para beber? —preguntó cambiando el tema.

—Sí, por supuesto. Inmediatamente les traigo bebestibles.

Cuando la rubia desapareció, el ojicafé pudo soltar un poco la tensión de su rostro. Acurrucándose al lado de Gemini, olisqueando su cuello en profundas respiraciones.

—Venga, mamón. No te pongas como fiera en celo. Te dijeron que no podemos follar arriba del avión —bromeó el peleador.

Fourth pinchó su brazo en venganza, sonriendo. Idiotizado de amor.

Finalmente, con tres escoltas sentados tras ellos, un carro de bebidas preparadas a su disposición y una enorme cartelera de películas en sus manos, el avión despegó.



...



El clima gris y frío de Inglaterra les dio la bienvenida. Y ellos solo querían decirle adiós.

Con densa neblina y una brisa gélida que lograba meterse dentro de la ropa de Fourth, provocando que sus dientes castañearan y que sus labios adquirieran un color apagado. Llevaba encima la enorme chaqueta de Gemini, sin embargo, el frío no amenguaba.

—Esto me trae recuerdos —susurró su dueño en su oído. Tocando con sus dedos, los labios tiritones del más bajo—. ¿Te acuerdas?

Gemini rodeó con un brazo a Fourth, por encima de sus hombros. Mirando con ojos asesinos a cualquiera que se acercara a hablar con ellos; se sentía amenazado.

No importaba que estuvieran rodeados de los hombres de Ivanov, todos estos armados hasta los huesos; no se sentían seguros estando de vuelta en Inglaterra.

—S-sí —balbuceó Fourth en respuesta. Sin aguantar una sonrisa nostálgica al pensar en su primera noche en North Collan. Como tiritaba de frío y de miedo—. Qué tiempos...

—Eras un coqueto atrevido. Lo recuerdo bien. Bueno, aún lo eres.

Un despliegue de tres hombres llegó hasta ellos y Gemini alzó el mentón, esperando que ese circo terminase pronto.

—Por aquí, por favor —solicitó uno de los desconocidos. Vestía un traje negro y llevaba lentes de aviador. Les señaló el camino, con palabras lacónicas y firmes.

El aeropuerto era pequeño y estaba rodeado por pastizales verdes; se encontraba en medio de la nada. Con galpones de metal y un estrecho centro de aterrizaje.

Gemini avanzó por el camino señalado, Fourth aferrándose a él en todo momento. Se adentraron en uno de los galpones de metal donde varios vehículos blindados se encontraban estacionados.

Había poca luz y todo olía a humedad; a musgo. El piso de cemento agrietado sonaba bajo las suelas de los zapatos y Fourth estaba seguro de que podía escuchar las respiraciones de todos los presentes puesto que nadie hablaba.

El hombre que les indicó el camino, se acercó hasta uno de los vehículos y abrió la puerta. Los ojos de Fourth se agrandaron con exageración al ver bajar de este, a su viejo amigo Ford. La reina de North Collan.

Lucía mejor que nunca, con un traje gris opaco, ceñido a su delgado cuerpo y una camisa rosa pastel debajo, desabotonada al comienzo y que mostraba el centro de sus clavículas.

Gemini se burló de su aspecto pomposo y de su nuevo color de cabello, el cual había pasado de un rubio platinado a un castaño claro.

Ford no dijo nada, simplemente caminó apresuradamente hasta el ojicafé y estiró sus brazos, siendo cariñosamente recibido por Fourth en un abrazo apretado.

—Maldita perra suicida. Te extrañé —lloriqueó Ford con voz temblorosa.

Fourth no pudo aguantar la desbordante sensación de nostalgia y cariño, permitiendo que algunas lágrimas escaparan de sus ojos. No sabía cuanta falta le había hecho Ford hasta ese momento. Hasta que sintió un nudo tirante en su vientre y un peso de plomo en el pecho. Respiró sobre el hombro del castaño, frunciendo los labios para acallar cualquier lloriqueo traidor.

—Venga, golfas mamonas. Dejemos eso para después. Se me están congelando las bolas aquí —gruñó Gemini, al ver que ni Fourth ni Ford tenían intención de terminar su abrazo.

El rubio se carcajeó y separó de Fourth, tomando su rostro con ambas manos y limpiando las lágrimas de sus mejillas con las puntas de sus pulgares.

—Mírate, estás hecho un dulce —alagó Ford, pellizcando las mejillas de Fourth con fuerza.

—Vale, vale. El lesbianismo no me pone —siguió entrometiéndose el ex emperador. Resentido porque no estaban tomándolo en cuenta.

—Te extrañé tanto, Fordcito. Y ahora estás aquí... Mierda, de verdad estás aquí. —Gemini resopló. Un mohín de cejas fruncidas y labios apretados—. Luciendo todo guapo, con tu traje de diseñador. Joder, rubia.

—¡Ay, maricona! ¡Me avergüenzas! —gritó, recuperando aquel tono de voz que usaba en North Collan—. Además, tú sí estás de muerte, hijo de puta. Todo bronceado y sexy...

—Joder. —Gemini miró al hombre que los condujo hasta Ford y se encogió de hombros—. ¿Puedes creer que aguanté un año de esto en prisión?

Ford gruñó y estiró su mano, aporreando en bruto a Gemini por su comentario.

—¡Hey! —se quejó el mayor, sobando su hombro con exageración— . ¡¿Viste eso, corderito?! ¡Me golpeó!

Fourth rodó los ojos, sonriendo con cariño a Gemini. Se separó de Ford para ver la horrible y lacerante herida que este dejó en su dueño.

—Sobrevivirás —diagnosticó. Dejando un beso en el hombro de Gemini y volviendo su atención a Ford—. ¿Y Mark?

—Nos está esperando en nuestra casa—dijo con orgullo. Pecho lleno y ojos brillantes—. Hemos estado algo ocupados últimamente... Ya podré contarles todo, pero vamos. No es bueno que estemos mucho tiempo aquí.

El ahora castaño les hizo un gesto para que entraran al vehículo tras él. Fourth y Gemini no demoraron en seguirlo, dejando que aquella sensación de incomodidad lentamente comenzara a desaparecer.

El viaje fue todo, menos silencioso. Ford y Fouth no lograban dialogar sin interrumpirse constantemente; cada uno teniendo demasiado que contar.

Fourth mostró orgulloso a Ford, la sortija nupcial de oro blanco que Gemini llevaba colgando de su cuello con una cadena; oculta de miradas indiscretas.

—¡Pero si es hermosa!

—Lo sé. Yo la escogí —dijo orgulloso Fourth.

—La que te di yo es mejor —jugueteó Gemini sobre el oído de Fourth, tironeando el lóbulo de su oreja.

—¡Ya! ¿Es que nunca dejarán de estar calientes?... Un año follando en una isla paradisiaca y todavía no se calman.

—¿Celoso? —inquirió el ojicafé con una sonrisa mordaz, acurrucándose en Gemini, quien besó un costado de su cabeza.

—Sí, por supuesto —ironizó—. Como Mark no me come el culo todas las noches...

—¡De acuerdo! Demasiados detalles, Fordcito —exclamó Fourth. Horror en su rostro.

Nunca, jamás, se acostumbraría a Ford hablando de su vida sexual. Quizá ya estaba traumado.

Gemini soltó una risa ronca. De esas que nacían en su vientre y crecían hasta salir por sus llenos labios sandía. Una risa de las que enamoraban a Fourth.

Ford siguió molestando a Fourth con detalles de su condimentada vida sexual junto a Mark durante el resto del viaje. Chillando orgullosamente sobre el moreno y su gran aguante.

Tanto Fourth como Gemini estaban absortos en la conversación con Ford, por lo que no se percataron cuando el vehículo se adentró en la propiedad del irlandés.

—Ya estamos llegando —se percató Ford al reconocer la entrada de arbustos pulcramente podados y rosales pertenecientes a su hogar—. ¡Van a amar mi hogar!

—Mientras no sea una mansión de paredes rosadas y con un lago de cisnes, me conformo —murmuró Gemini.

—¿Quién tendría un lago de cisnes, imbécil? —preguntó Niall con altanería.

—Menos mal...

—Eso ya pasó de moda. Yo tengo un centro de equitación personalizado.

Y por alguna razón a Fourth no le sorprendía.

Se estacionaron en la entrada de la enorme residencia. La mansión de Ford era impresionante. Como un museo clásico. De enormes paredes blancas, con una monumental escalinata de piedra; adornada con arbustos y rosales a sus costados. Una serie de pilares con enredaderas decorando la fachada. Todo rodeado de un cuidado jardín con pastizales verdes y árboles exóticos.

—Maldito rico bastardo —se quejó Gemini, cabeceando de un lado a otro.

Ford ladeó su cadera hacia un lado, de manera exagerada. Atenazando las manos en su cintura.

—¿Qué esperabas? Soy la puta reina de la mafia inglesa.

—Por supuesto que lo eres —sonrió Fourth, condescendiente.

—¡Lo soy!

—Eso dije, amor.

Los hombres de Ford no demoraron en bajar las pertenencias de la pareja. A espera de nuevas instrucciones.

—Lo que sea. Vamos, vengan por aquí... —Caminó unos cuantos pasos y gracias a dos porteros, la enorme puerta doble se abrió para él.

—¿Es en serio?

—Lo es —respondió el castaño al ver la expresión apabullada de Gemini—. Y esta ni siquiera es la casa principal.

—El infierno me libre de conocer la casa principal.

—Le diré a mi padre que dijiste esto.

Gemini refunfuñó y enredó los dedos de una mano junto con los de Fourth, ambos entrando al mismo tiempo, a paso lento. Algo cohibidos por el lujo y es que ya estaban acostumbrados a lo simple. A su casa de cortinas descambiadas y silvestres árboles frutales.

—¿Y mi hombre? —preguntó Ford a un señor de avanzada edad, quien lucía un rostro serio e inexpresivo.

—El señor Pakin está al teléfono con su padre. Bajará de inmediato.

—Vale. Avísale que estaremos en el jardín. —Digirió su mirada a la pareja—. Vamos por unas bebidas mientras.

—En realidad... —Fourth carraspeó—. Me gustaría tomar un baño. ¿Es posible?

—Oh, sí. Claro, sí. Mierda, soy un asco de anfitrión.

Ford se disculpó diez veces, antes de guiar a Gemini y Fourth a la que sería su habitación.

Amplia, de paredes beige, con enormes ventanales y un balcón con un juego de terraza que invitaba a desayunar en él.

—Joder. Que buen dineral te has ganado vendiendo el culo, eh rubia.

—Ya sabrás tú de eso, ¿no? —respondió con cejas alzadas. Lento y un acento exagerado.

Fourth sonrió.

—¿Hay toallas?

Gemini se dejó caer en la cama. Hombros relajados y una expresión fatigada.

—Sí. Aquí, ven. —Ford caminó hacía la puerta que conducía al baño de la habitación.

—Voy con Ford.

—Ve. —Le lanzó un beso a Fourth.

Ford volvió a los minutos, y el sonido de la lluvia artificial bajo el grifo era la prueba de que su corderito ya se encontraba bajo el agua.

—Le dije a Fourth que iremos por Mark. Luego nos alcanza. —Gemini arrugó el gesto—. Tranquilo, bestia. No le pasará nada. Tendrían que matar cien hombres para llegar a esta habitación.

—Bien. —Se colocó de pie. Acomodando los mechones de cabello que le llegaban a la altura de sus ojos —. Llévame con tu dueño.

Ford sonrió, cálido. Aquella palabra era todo para ellos; para los sobrevivientes del leviatán.

—Vale, emperador.

Salieron de la habitación sin decir mucho. Gemini estaba cansado; una vez se relajó, pudo notar el cansancio que lo hacía arrastrar los pies. Mas no dijo nada al respecto; ya habría tiempo para descansar, toda una vida.

—¿Cómo es lo de tu padre con Mark?

Ford resopló, acomodándose el cabello.

—Demasiado tercos, los dos. Siempre están peleando, pero en el fondo se adoran.

—Tu padre es... —Carraspeó—. Complicado.

Gemini conoció al padre de Ford durante la época en que se encargó de aplastar a los insectos que rodeaban a Nick. Era sin lugar a dudas un hombre de pocas palabras; pero letales. De rostro melancólico y ojos escudriñadores.

Para el hombre, Mark había llegado en el momento justo. Leal y conocedor del mercado, asquerosamente enamorado de su único hijo; Mark no demoró en convertirse en la mano derecha de Ivanov.

—Ugh. Dímelo a mí. Estar rodeado de hombres es agotador. —Hizo ondear su dedo en un círculo imaginario—. Necesito más amigas.

Llegaron a un despacho, donde cierto moreno de cabello corto y engominado, se encontraba con una carpeta abierta entre sus manos.

—¡Mark, mira a quien te traje!

Mark levantó la vista y lanzó la carpeta al escritorio sobre el cual tenía apoyada su espalda baja.

—Hey —dijo a Gemini. Con mirada afligida, nostálgica. Con una sonrisa suave que escondía tantos años de camarería.

Gemini caminó hasta Mark. Ford resopló, mirándose las uñas.

—Hey... —Estiró su mano. Mark la estrecho.

—¿Van a besarse o algo? —bufó el castaño al ver un aura rosada envolviendo al par.

—¿Me extrañaste, narco?

—Tanto como tú a mí...

Se miraron sin decir más. Simplemente sonriéndose mutuamente. Añorando más tiempo para hablar de sus vidas.

—¡Ay, basta! No lo soporto —Ford se colocó entremedio. Separando al antiguo emperador y al príncipe de North Collan. Sus manos aplanadas sobre los pechos de ambos hombres—. No me obliguen a tomar medidas extremas. No quiero darte con la botella en la cabeza de nuevo —amenazó al rizado.

—Ya, rubia. —Mark le pellizcó una mejilla—. Me ponen los celos, pero necesitamos que Gemini mantenga su cabeza sobre el cuello.

Ford gruñó.

—Vale.

Gemini llevó los ojos al techo y se apartó, dejándose caer sin mucha clase sobre un sofá. Piernas extendidas y hombros relajados, su cabeza apoyada en el respaldo.

—¿Cuándo vamos por Nick? —preguntó, conciso.

—Aún no —murmuró Mark. Sentándose al frente de Gemini—. Ivanov quiere estar presente cuando todo termine.

—¿Y dónde está? —Miró a Ford, quien mordisqueaba su labio inferior, nervioso.

—Se encuentra en Brasil... Ha ido a cerrar un negocio allá. —Tragó lento.

—¿Brasil?

—Sí. Está tomando el control del sur de las Favelas. Es peligroso, pero un buen negocio, ¿sabes? —Se encogió de hombros—. Además, Mark está ayudando a que se haga con el control y todo; aún tiene algunos contactos de antes de caer en prisión.

Gemini no lucía feliz con la información. No entendía el motivo por el cual sus amigos se metían en esa mierda; pero tampoco los cuestionaba. No era nadie para juzgar.

—Solo cuídense de la mierda, ¿de acuerdo?

Mark sonrió cálido. Sabía que esa era la manera en que Gemini mostraba su preocupación.

—Tranquilo, que este tigre tiene nueve vidas —dijo, intentando aligerar el ambiente—. Y mi gatito es inmortal. —Le guiñó un ojo a Ford, quien se mordisqueó el labio inferior, sonriendo con coquetería.

—Como te metan plomo en el pecho, veremos qué tan inmortal eres. —Mark soltó un resoplido, escondiendo una risa al mismo tiempo que le daba un sorbo a su vaso de whisky—. ¿Cómo fue que saliste de prisión?

La pareja frente a Gemini sonrió con complicidad.

—Gemini, mejor muere de anciano y no de curioso.

—Hijos de puta...

La puerta se abrió y un recién bañado Fourth entró en la habitación. Sus ojos estaban levemente vidriosos y su cabello aún húmedo. Todo su cuerpo tibio perfumaba el lugar. Con mejillas rojas y labios hinchados.

—Fuiste a tomar un baño y pareciera que vienes saliendo de una orgía en el mismísimo paraíso.

—Tu jacuzzi es un sueño —suspiró Fourth, ignorando el comentario de Mark. Caminó hasta Gemini y se sentó en su regazo. Su dueño prácticamente ronroneó al tenerlo de vuelta.

—¡Lo sé! No te imaginas la diversión que se puede tener ahí.

—Nunca entenderé cómo conviertes toda tu vida en simples anécdotas sexuales.

—Simple. —Apuntó a Mark sin dejar de mirar a Fourth—. Él convierte mi vida en una película porno gay. Muy gay.

—¿Cuándo dejamos de hablar sobre la polla de Mark en tu culo y me dices que ocurrirá con Nick?

—Por eso nunca fuiste popular en North Collan —se quejó el castaño—. Ya te dije. Esperamos a que llegue mi padre y vamos por él.

—¿Cuándo será eso? —preguntó mirando a Mark. El moreno se aclaró la garganta, con un puño cerrado sobre sus labios.

—Tomará un vuelo hoy a la noche, así que volverá mañana...

Fourth jadeó por la respuesta. No esperaba que fuese tan pronto.

—¿Y Nick? ¿Dónde se encuentra?

—Hace un mes aproximadamente que reside en Holmes Chapel. — Gemini tragó, sintiendo el calor abandonar su cuerpo. Se aferró a Fourth, barriendo con sus dedos sobre el vientre del ojicafé —. Tengo una carpeta con toda la información al respecto, te la pasaré cuando... ¿Ocurre algo?

Gemini negó.

—No, es solo... Creo que estoy cansado.

Gemini permaneció en silencio el resto de la conversación, sintiéndose aliviado cuando Fourth sugirió que fueran a descansar hasta el mediodía, muy a regañadientes de Ford, quien quería pasar todo el día junto a Fourth.

En ese momento, el ojicafé no podía pensar en otra cosa que no fuese la manera en que Gemini se había tensado ante la mención de Holmes Chapel.

Volvieron a su habitación, con la promesa de ser despertados para el almuerzo.

Recostados en la cama, los dedos de los pies de Fourth acariciando los tobillos de Gemini, se miraban en silencio. Una mano de Gemini acariciaba la mejilla de Fourth; su pulgar trazando líneas imaginarias.

—¿Qué ocurrió en Holmes Chapel?

Gemini resopló con amargura. Parecía imposible ocultarle algo a Fourth.

—Yo nací ahí. En... ese pueblo, ¿sabes? Y, como que aún lo recuerdo.

—¿Quieres hablarme de eso?

—No lo sé.

—Está bien. —Frotó la punta de su nariz contra la de Gemini—. No tenemos que hablar si no quieres.

—Mi madre era una buena mujer, corderito —susurró, ojos cerrados. El recuerdo de las tardes buenas, esas donde su madre no necesitaba sumirse en fármacos para dormir, bailaba en su cabeza—. Ella... tenía problemas, pero era buena. Ya sabes, sus demonios no la soltaban pero quizá... —Tragó—. ¿Quizá me quería?

Fourtt asintió, casi con desesperación. Los dedos de sus manos enroscándose en el suéter de Gemini.

—L-lo hizo. Ella te quería y por eso te dio un corazón tan hermoso, amor. Por eso ella... —Ahogó su impotencia.

—Hey, bebé. Ya, está bien, ¿sí? Está bien. —Estiró un poco el rostro y besó la boca del ojicafé; lento y suave. Fourth respondió a su tacto, relajándose instintivamente—. Tú, me amas.

—Te amo.

—Y eso es lo único que necesito.

—Lo único —repitió, Fourth.

—¿Y tú, corderito? —Fourth se sacudió de hombros, sin comprender a que se refería su dueño—. ¿Estás seguro que no quieres ver a tu mamá? ¿A Satang?

Fourth tragó, negando con un gesto vago de cabeza. Ya habían hablado de eso antes de viajar. Gemini le había propuesto hacer una visita corta a su familia. Fourth se negó.

—No es el momento para eso.

—Podemos hacer que sea el momento.

—Gemini, no. Solo... ahora no, por favor.

—Bien —resopló. Intentando apartarse de Fourth, pero fallando debido al fuerte agarre de este.

—No te alejes, hace frío.

—No entiendo por qué no quieres verlos —insistió.

—No lo sé —reconoció el ojicafé. Con voz trémula y cargada de culpa—. No estoy listo, quizá. Y-yo... No puedo, ¿bien?

—Bebé... —Gemini suspiró sobre el cabello de Fourth, enredando sus brazos en la curvilínea espalda del castaño—. No quería presionarte.

—Lo sé... Y sé que quieres, ya sabes, conocer a mi familia y todo, pero... No ahora. Lo siento.

—Vale. Como tú quieras.

Fourth no pudo decir nada más. La culpa pesaba demasiado en su boca y es que sabía que para Gemini era importante conocer a su familia, conocer lo que era una familia; algo que él nunca tuvo, pero Fourth simplemente no estaba listo para enfrentarlos. Para verlos y revivir esos seis meses que pasó alejado de Gemini. Ellos eran el recordatorio de su relación con la muerte.

—Te amo —susurró a los minutos. La única expiación que podía encontrar a su egoísmo.

—Ya duérmete...

—¿Me amas?

—Sí.

—¿Incluso si hago esto? ¿Si te hago daño? P-porque lo estoy haciendo... —Quería llorar.

—Incluso si me haces daño —respondió, repitiendo las palabras de Fourth.

Y quizá era el cansancio, pero Fourth sintió su voz tajante, tan distante que comprimió su pecho.

—Vale.

No hablaron después de eso. El cansancio emocional los abatió y no tuvieron otra opción sino dormir. Enlazados tanto como les era posible, respirando el aliento del otro. Fourth escuchando los lentos latidos del corazón de su dueño. El tictac del reloj recordándoles que en solo unas horas más, todo terminaría.




...




Conocer a Ivanov fue algo que Fourth solo podría describir como escalofriante. El hombre no habló directamente con él; con nadie en realidad. Simplemente entró al enorme salón donde todos se encontraban y besó a Ford en la mejilla para luego sentarse en el imponente sofá individual que a ojos de Fourth, perfectamente podía asemejarse a un trono. Escuchó en silencio, al igual que todos, la información sobre Nick que Mark estaba otorgando.

Desde la muerte en cadena de sus socios, Nick perdió su inquebrantable muralla de protección. El rumor de la muerte de sus amigos se expandió rápido y quienes podrían haberlo ayudado, prefirieron cerrarle la puerta por miedo. No más ministros, ni jueces, no más mafia ni fuerzas gubernamentales; Nick estaba solo.

Ya no habría manera de sacarlo de prisión si Ivanov mostraba todas las pruebas incriminatorias de las fechorías de Nick. Sin embargo, no era una condena en prisión lo que buscaban para él. Era la muerte.

—Su casa suele estar resguardada. —Mark miró a Gemini —. Nada de lo que no puedas encargarte.

—¿Entonces, cuando partimos? —preguntó Ford colocándose de pie—. Necesito hacer mis maletas y...

—No vas. —Todos giraron su rostro. Ivanov había hablado—. Te quedas fuera desde ahora. Tú y Mark.

—¡¿Qué?¡ ¡No puedes estar hablando en serio! —Ford caminó hasta su padre. Lucía horrorizado con lo que Ivanov había demandado; la rabia se filtraba por sus bonitas facciones—. ¡¿Sabes cuánto he esperado por esto?!

Ivanov respiraba lento y no movía ni un músculo facial.

—No me importa, Ford. No vas a ir.

—¡No me harás esto! No puedes... —las últimas dos palabras salieron ahogadas.

Fourth buscó con la mirada a Gemini, quien le dijo con un dedo índice sobre los labios que permaneciera en silencio.

—Rubia...—intentó Mark. Parándose tras Ford y sujetándolo con suavidad de los hombros.

—¡Suéltame! —Se removió—. ¡Fue mi hermano quien murió por su culpa! No me dejarás fuera de esto.

Ivanov no dijo más. Se colocó de pie y dirigió su mirada a Gemini.

—Partimos en una hora. —Gemini inclinó su cabeza en ratificación y presenció como el mafioso dejaba el gran salón.

Ford ahogaba un llanto en el pecho de Mark y Fourth tenía su vista fija en el suelo, sintiéndose completamente enajenado a lo que ahí ocurría. Todos eran parte en eso y aun así, él no parecía tener nada que ofrecer.

—Corderito. —Fourth levantó la mirada. Los ojos de Gemini estaban fijos en él—. Tú también te quedarás aquí.

—No —respondió con calma—. Y si te vas sin mí, Gemini... —Tragó amargo—. Juro que no me encontrarás cuando vuelvas.

Se enfrentaron con la mirada. El café claro de Fourth bebiendo el oscuro de Gemini, poniendo todo de sí para no quebrarse. No sabía si podría cumplir su amenazada y dejar a Gemini; seguramente no.

Sin embargo, Gemini no estaba dispuesto a arriesgarse.

—De acuerdo —concedió—. Irás conmigo... —"Solo, no me dejes, moriría si lo haces". No pudo terminar la frase, pero Fourth vio el miedo en sus ojos.

—No es justo —hipó Ford—. Hi-hice todo esto... —sus hombros se sacudían debido al llanto—. Y no podré... No tendré mi venganza.

—La tendrás —Aseguró Fourth, colocándose de pie. Ford giró sobre sus talones para verlo—. Yo tomaré tu venganza, Ford. Lo juro.

—Siempre... —Tomó aire, limpiándose las lágrimas—. Siempre supe que eras... una maldita perra sádica.

Fourth sonrió. Sus labios picando por responderle que no, él no era un sádico; era un maldito masoquista enamorado y eso... eso era mil veces más peligroso.





...





Holmes Chapel era increíble. Como sacado de un cuento de hadas y Fourth no podía creer que Gemini, su esposo, hubiera nacido ahí. En aquel lugar de pintorescas calles despoblabas y abundantes árboles. La calma podía respirarse en el aire a través de sus llanuras verdes; el cielo gris no mitigaba la magia del hermoso poblado.

Fourth quería más tiempo para recorrer las calles, para tomar la mano de Gemini y pasear durante las noches mientras el olor a tierra mojada se impregnaba en sus ropas. Sabía que no era posible, no mientras se encontraran ahí con el único propósito de mancharse las manos con sangre.

Estacionados a tan solo unas pocas cuadras de la casa donde Nick vivía junto a su familia. Los hombres de Ivanov junto a Gemini, habían entrado para desarmar al personal de seguridad. No importó cuantas veces Fourth insistió en entrar con ellos, Gemini se negó tajantemente. Por lo que ahí estaba, a la espera de un maldito llamado telefónico.

—¿No le temes? —preguntó de repente el jefe de la mafia.

Fourth volvió el rostro hacia él, entornando los ojos.

—¿A quién?

—A Gemini... —El ojicafé bajó la mirada hasta sus dedos los cuales frotaba entre sí con nerviosismo—. No debería haber preguntado eso. Lo siento.

—No más de lo que él me teme a mí —respondió con sinceridad. Ivanov no dijo nada más, simplemente se mantuvo con su vista fija en la ventana—. Así es como funciona para nosotros.

—Hmmm —tarareó Ivanov. Frotándose la mandíbula—. Ya veo...

El teléfono sonó en ese preciso momento. La melodía aguda martillando en Fourth.

—Es hora de ir, señor —dijo el conductor del vehículo poniéndolo en marcha.

El capo asintió y apenas llegaron, bajó del auto junto a Fourth y dos de sus hombres, quienes iban con sus armas desfundadas y alertas para disparar ante el más mínimo movimiento.

Fourth se encogía en sí mismo con cada paso dado. Contando los segundos para ver a Gemini; para meterse bajo su piel.

Se adentraron en la enorme propiedad, Ivanov pasando sobre los cadáveres sin siquiera inmutarse. Fourth sintiendo profundas arcadas formándose en su estómago; estaba aterrado. Fueron guiados hasta el salón principal, donde un hombre, que bien Fourth reconocía, se encontraba atado y amordazado sobre una silla.

Gemini estaba tras el hombre, limpiándose una mancha sangre de su mejilla izquierda con el dorso de una mano.

—Finalmente te tengo —murmuró en un susurro, Ivanov—. Después de tantos años, te tengo justo donde quería.

Fourth quiso caminar hasta Gemini pero este lo detuvo con una mirada de advertencia. "Aléjate" gritaba Gemini sin palabras; Fourth atrapó su labio inferior con los dientes y se mantuvo en su lugar.

—Ya mátalo y termina con esto de una vez —exigió Gemini sin mirar al hombre; a Nick, su padre.

Ivanov asintió y sacó su arma.

—Voy a terminar con esto, pero será a mi manera. —Apuntó con el arma a Gemini.

Fourth se sintió desmayar en ese momento.

—Qu... —Fourth se llevó una mano al pecho. Su respiración entrecortada no enviaba suficiente oxígeno a sus pulmones. Una presión en sus sienes lo hacía ver manchas negras.

—Siempre pensé en tomar mi venganza con tu hijo —dijo el capo. Una sonrisa agria le oscurecía el rostro—. Luego me enteré de que es solo un pobre coyote a tus órdenes, pero... —La puerta se abrió. Uno de los hombres de Ivanov cargaba un pequeño niño sollozante—. Este sí es tu hijo, ¿verdad? Uno que amas... Quizá tanto como yo amaba al mío, al hijo que tú me mataste.

El mafioso cambió la dirección del arma en su mano, llevándola al pequeño, quien lloraba intentando soltarse.

Gemini permanecía en silencio, su rostro empalidecido y sus ojos desmesuradamente abiertos, enfocados en el menor. Apenas si respiraba. ¿Ese era el hijo de Nick? Su hermano...

Nick negaba con la cabeza, removiéndose de su silla con desesperación, sin embargo, las cuerdas le impedían colocarse de pie. La mordaza en su boca ahogaba sus gritos.

—Ivanov... —advirtió Gemini. Su voz sonó ronca y feroz; animal. Sus pupilas dilatas y el aire saliendo pastoso por sus fosas nasales—. No te atrevas.

—Quédate fuera de esto, Gemini... Solo te traje para que Nick vea cómo acabará todo. Su primer hijo a mis órdenes y el segundo... Muerto. —Hizo bailar el arma sobre su mandíbula, sonriendo jactancioso—. Aunque no estarás mucho tiempo separado del mocoso, te lo aseguro. Yo mismo te enviaré con él.

Gemini miró al niño y luego a Ivanov, quien volvió a apuntarle al menor.

Fourth temblaba en silencio, sin saber qué hacer en esa situación; cómo salvar la vida del niño sin poner la de ellos en riesgo.

—No dejaré que mates a un niño inocente. —Gemini, con pisadas toscas se acercó a Ivanov y agarró el revólver que este tenía, presionando sus dedos con fuerza sobre el metal. Sus ojos mirando fijamente al mafioso—. Considéralo un favor.

—Gemini, apártate.

El mencionado hizo caso omiso de las palabras de Ivanov y tomó su arma por la fuerza. Miró de soslayo a Fourth, quien parecía haber dejado de respirar horas atrás. Su piel estaba pálida y sus enormes ojos marinos, opacos.

—No mires, Fourth. —El nombrado asintió y cerró los ojos ligeramente, sin dejar de temblar cual hoja en el viento. Gemini caminó hasta posicionarse tras su padre—. ¿Recuerdas esto, Nick? ¿Lo recuerdas? Porque yo jamás pude olvidarlo. —Fourth abrió sus orbes. No podía hacer lo que Gemini le había pedido, aún cuando quería. Su dueño empezó a maniobrar con el arma en su mano. La atenta mirada de Fourth e Ivanov estaba en él, en lo que hacía con el revólver—. Tú hiciste algo similar conmigo... Ya sabes, toda esa mierda de jugar a ser Dios. ¿Lo recuerdas?

—¿Qué estás haciendo, Gemini? —demandó saber el capo. Puños cerrados y todo su rostro contraído en ira.

—Estoy dándole la oportunidad a Nick de salvar la vida de su hijo —respondió mirando a Ivanov—. Ya sabes cómo va esto, ¿no, Nick? —Esbozó una sonrisa forzada. Tan falsa como su aparentada calma—. Por supuesto que lo sabes. Yo te apunto y tú apuntas a tu hijo. Te doy tres segundos y le dispararás o te dispararé yo. —Colocó el arma sobre las piernas de Nick—. Es hora de... ser Dios, padre.

Soltó las cuerdas de las manos de Nick, las cuales temblaban.

—Apúntenle —ordenó Ivanov al ver que Nick iba a tomar el arma—. Desvía tu objetivo del crio y les llenaré el pecho de plomo a ambos.

Los ojos de Nick estaban aguados. Balbuceaba palabras incomprensibles bajo la mordaza. Sin quitar la vista del menor, quien no dejaba de llorar, de llamar a su "papá".

—Uno... —contó su hijo mayor. Su mano sosteniendo un revólver. Esta temblaba notoriamente.

Gemini estaba mal; asustado. Fourth podía verlo... Como su sombra parecía querer tragárselo.

—Dos... —Sacó el seguro del arma y cerró los ojos.

Fourth jadeó y sus pies se movieron por cuenta propia... No le importó la advertencia de su dueño. Necesitaba estar ahí para él, salvarlo de sus demonios. Gemini lo había dicho... Que solo dijera dos palabras y ellos se calmarían.

Pegó su pecho a la espalda de Gemini y lo rodeó con sus brazos. Olvidándose de cómo el aire se había tornado tóxico, de cómo los lamentos perforaban su pecho. Sus dedos encadenándose en el abdomen de su dueño. Su frente pegada a la nuca de este.

—Te amo —suspiró a su único, a Gemini.

Su dueño tragó el dolor, la culpa y relamió sus labios, el último número encontrándose en la punta de su lengua.

—T-tre... —Nick disparó y Fourth dejó morir en sus labios un grito; ojos firmemente cerrados.

La risa sádica de Gemini llenó la habitación.

El arma no estaba cargada; había sido una trampa. Gemini le había quitado las balas ante la vista de Fourth e Ivanov.

—Hi-hijo de puta... Realmente ibas a dispararle a tu hijo solo para vivir. —Lágrimas comenzaron a caer violentamente por sus mejillas. Temblaba de ira, con sangre amarga corriendo por sus venas—. A ese niño que no pidió nacer como tu hijo, que no merece nada de esta mierda. Ibas a matarlo.

Ivanov negó con un movimiento de cabeza, sin poder creer tal nivel de inhumanidad, de maldad.

—Llévense al niño —demandó el capo. Tomando asiento en una silla de esquina y destensándose los hombros—. ¿Y ahora qué? Este infeliz me ha cagado la venganza—. Su voz era una mezcla de decepción y profunda tristeza—. Matar a tu propio hijo... Un niño inocente. Que pedazo de mierda, ¿no? Sácale la mordaza.

Uno de sus hombres obedeció y sacó la cinta adhesiva de la boca de Nick.

Gemini se paró frente a Nick. Fourth se encontraba a su lado, siempre a su lado; sus menudos dedos apretando con fuerza el suéter de su dueño.

—Gemini, hijo —suplicó de manera inmediata. Prácticamente afónico.

—¿Cómo me dijiste?

—Gemin....

—¿Hijo? —se burló—. No, Nick. Yo dejé de ser tu hijo mucho tiempo atrás.

—N-no, Gemini. Vamos... E-res mi hijo.... —imploró—. No puedes hacer esto. Soy... Somos la misma sangre. Familia.

Fourth negó, agitando su cabeza de lado a lado. El descaro de Nick irritaba en su piel. Era como estar frente a una vertiente de odio y maldad; una mezcla de ruidos torturadores para el alma. Sucio, tan sucio... Destilando su mierda por cada poro de piel. Y Fourth solo quería sacar a Gemini de ahí. Tomar a su dueño y protegerlo de esa abominación que tanto daño le hubo causado; que lo rompió.

—No eres nada mío. Solo la mierda que me usó en el pasado.

—Yo soy tu familia. Yo, yo...

—Él n-no es nada tuyo —dijo Fourth con voz rota.

—¿Es que no lo entiendes, Gemini? E-eres como yo. El diablo, ¿te acuerdas? Quien hace el mal en el mundo. Somos iguales, no puedes...

Gemini ladeó una sonrisa, la boquilla del revólver acariciando sus labios.

Nick cerró los ojos con fuerza, una gota de sudor cayendo por su sien izquierda.

—Oh no, padre. Te equivocas, siempre quise decírtelo... El trabajo del diablo nunca ha sido hacer el mal. Eso lo hacen los humanos, ellos aman la maldad—. Deslizó el dorso de su mano libre por el costado del rostro de Fourth, quien no apartaba la vista de Nick—. No como los ángeles.

Fourth se acurrucó al lado de Gemini, sus dedos deslizándose lentamente por el brazo de su dueño, hasta llegar a la mano con la que este sostenía el revólver. Besó la marcada mandíbula de Gemini, sin apartar la vista de Nick. Condujo la mano de Gemini para que este apuntase a su padre.

—El diablo no es quien hace el mal. Él es... —Fourth se lamió los labios y posicionó su dedo índice sobre el de Gemini. Ambos con la posibilidad de apretar el gatillo. Los labios de Fourth se curvaron con vesania—. El trabajo del diablo es castigar a quienes hacen el mal. A quienes juegan a ser Dios.

Gemini tragó. Su mano temblando y sus ojos oscuros, acentuados por el rojo a su alrededor, llenos de lágrimas.

Fourth se hundió en él, respirando suave sobre el oído de Gemini. Murmuró unas palabras y sin más, presionó el gatillo, tomando la venganza de las manos de Gemini y el titulo de emperador.

La sangre salpicó sobre ellos, quemándoles la piel. Cambiando el mundo que conocían, porque Fourth había demostrado que no solo estaba dispuesto a morir por Gemini, sino que también a matar por él.

—Se acabó... —Jadeó Ivanov. Ocultando su rostro tras ambas manos—. Finalmente...

No fueron capaces de prestar atención a las palabras del capo y simplemente salieron de aquella casa maldita. Con sus manos tomadas y la vista fija en el frente. No volverían jamás.

El viento chocaba en sus rostros, secándoles los labios y haciendo bailar las hojas caídas de los árboles.

—Corderito...

—¿Sí? —Giró su rostro. El perfil de Gemini se apreciaba majestuoso ante sus orbes. Su dueño; siempre su dueño.

—Quiero un hijo contigo —declaro con convicción. Fourth sintió su corazón detenerse y todo el flujo sanguíneo de su cuerpo congelarse.

—¿U-un hi-hijo? —preguntó con voz suave y aguda. Completamente sobrecogido en sentimientos cálidos—. ¿U-uno real? Uno con... Ya sabes... Un mo-mocoso con mis ojos y tu mal carácter.

—Sí.

—V-vale. Un hijo... —repitió para sí mismo. Voz quebrada y tartamuda—. Tendremos un hijo —susurró sin poder creérselo.

La idea era tan mágica como beber de un manantial sagrado, pero al mismo tiempo, era aterrador. ¿Ellos? ¿Un hijo? Un pequeño que dependería completamente de ellos. ¿Podrían hacerlo? Con la vida que llevaban, estando ocultos.

Sus manos temblaban, mas no era consciente.

—No te asustes, corderito. Vamos a estar bien... Lo sé.

—Pero... —Sacudió su cabeza. No se sentía merecedor de aquella felicidad. No él, quien tantos pecados cargaba.

Su corazón latía a un ritmo frenético, podía sentirlo en su pecho. Dolía.

—Nada nos separará. Te lo juro. —Ahuecó sus manos teñidas de sangre sobre las mejillas filosas de Fourth y besó sus labios—. ¿Sabes por qué? —Fourth negó apenas—. Porque esa hija de puta me tiene miedo.

—¿Quién?

—La muerte.

Fourth suspiró y cerró los ojos. Sin poder negar las palabras de su dueño, porque en ese final; en el de ellos...

—Solo tú podrías hacerlo, mi dueño.

—¿Qué cosa?

—Hacer de la muerte... tu prisionero.

Temed a la muerte, pero temed más al emperador que la controla.

























FIN.















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