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𝓛𝓪 𝓒𝓸𝓷𝓬𝓾𝓫𝓲𝓷𝓪 𝓕𝓪𝓿𝓸𝓻𝓲𝓽𝓪
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"Ensueño"
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El calor y luz del sol despertó a (T/n) quién había estado durmiendo sin despertar en toda la noche por lo cansada que quedó por la noche anterior. Abrió sus ojos lentamente acostumbrándose a la claridad de la habitación. Por un momento su mente pensó que todo había sido una pesadilla y que despertó en su casa, como siempre. No fue hasta que abrió sus ojos por completo y miró a su alrededor para recordar amargamente todo lo sucedido.
Estaba por levantarse pero unos brazos amarrados a su cintura no se lo permitieron. Miró atrás y vio al príncipe durmiendo profundamente. Su rostro estaba muy calmado y lindo, hasta parecía angelical... Aunque por desgracia es todo lo contrario.
Con mucho cuidado se removió hasta poder quitarse los brazos y pararse de la cama. Apenas se paró y puso un pie en el frío suelo tuvo que ahogar un gemido de dolor por una dolorosa punzada en su entrepierna. Apretó sus ojos y sus labios aguantando el dolor, y suspiró. Luego iba a tomar su kimono pero estaba casi roto, su boca se abrió mostrando sorpresa ante lo visto. Maldijo internamente. Trató de remendarlo como pudo y se lo puso rápido.
Sin querer seguir ni un segundo más en ese sitio salió de la habitación acelerado. Puso una mano en su vientre sintiendo con cada paso una tortuosa punzada. Sus ojos se llenaron de lágrimas nuevamente. Cuando estaba por llegar al harén quería romper a llorar sintiendo otra vez ese nudo en la garganta, pero aguantó. No iba a pasar vergüenza frente a las demás chicas.
Entró lo más rápido que pudo al harén para pasar desapercibida y se escabulló a su habitación. En cuánto estuvo dentro se sentó en el colchón de su cama. Sentir los restos del semen en su interior le daba asco y repugnancia. Miró su piel y estaba llena de marcas. Su cuerpo le daba asco.
Akiko entró a la habitación y abrió su boca un poco por la sorpresa de verla. No se esperaba que la chica llegará hasta el amanecer, se supone que después de "acabar todo" tendría que haber regresado en la noche, o al menos así sucede con las demás chicas.
-¿(T/n)...? No me di cuenta cuando llegaste. -Akiko habló en voz baja acercándose.
-¡Lárgate! ¡No quiero ver a nadie! -gritó arisca. -¡Vete!
-¿No quieres algo? Imagino que no has comido, déjame pedir algo al sirv-.
-¡Dije que te largues! -gritó aguantando las lágrimas.
Akiko se quedó callada y suspiró para luego alejarse de ella. No quería molestarla más, entendía perfectamente su comportamiento agresivo.
(T/n) se acostó en su cama haciéndose bolita, soltó sollozos dejando caer lágrimas en sus rojas mejillas. No entendía cómo existían personas tan crueles. El avaro mercader que la vendió, los soldados fríos, la administradora del harén que es igual que una bruja, y de último conoció a ese chico que pensó que sería de buen corazón por cómo la trató tan amable y dulce...
Le quedó claro que ya no podía confiar en nadie en ese palacio.
Entre sus lágrimas y su pesadumbre acabó profundamente dormida. Sin embargo, un sueño se proyectó en su mente, más que un sueño, era un recuerdo lejano sobre su niñez. Un recuerdo tan especial que lo recordaba como si fuese ayer.
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El gélido viento soplaba con fuerza sobre el pueblito de Miyajima. El Invierno había llegado y con él una temporada difícil para los adultos, pero divertida para los niños. (T/n) ama el Invierno, es su época favorita del año. Le encanta el frío, tomar té caliente y arroparse con su mamá bajo frazadas tibias para mantenerse calentita como conejo en madriguera. También ama el manto blanco que adorna la naturaleza.
Una mañana salió una pequeña (T/n) de seis años corriendo hacia la casa de sus amigos, Tanjiro y Nezuko.
-¡(T/n)! ¡No desayunaste! ¡Y al menos abrígate bien, Santo Cielo! -gritó su mamá viendo a su hijita correr rápido a la otra casa.
-¡Sí, mamá!
Subió un par de escaleras y llegó a la residencia Kamado. Una casita parecida a la suya. Tocó la puerta varias veces, ya empezaba a congelarse y eso que acababa de salir. La señora Kie Kamado fue quien abrió, una mujer muy amable.
-¡Oh, (T/n), estás aquí! Buenos días. Vamos pasa, rápido. Te vas a congelar y a tus padres no les va a gustar eso. -dijo preocupada y poniéndose a un lado de la puerta para dejar que la niña pasara.
-¡Buenos días, señora Kie! En realidad, vine por Tanjiro y Nezuko... -susurró tímida.
-Bien, pero Nezuko pescó un resfriado, está durmiendo en su cama. -dijo tranquila. -Ella está bien no te preocupes, ya le di medicinas, en una semana estará mejor. Llamaré a Tanjiro, espera aquí. -la mujer entró a la casa y llamó a su hijo que no tardó en llegar corriendo.
-¡¡(T/n)!!
-¡¡Tanjiro!!
El pequeño Tanjiro se abalanzó sobre la niña y la abrazó fuerte. Son amigos desde muy pequeños, y con más razón ya que sus familias tienen amistad, eso y más los une.
-¡No tardaré, mamá! -exclamó el niño alejándose de su casa y su mamá asintió antes de cerrar la puerta.
Los niños corrieron por el pueblo que estaba repleto de nieve, la suerte es que la nevada había cesado hacía unos días, por lo que no les afectaría. Corrieron libres mientras jugaban y reían, cada uno disfrutando la compañía del otro.
-¡No me atraparás! -gritó la niña sacándole la lengua y pegó una carrera como le daban la fuerza de sus pequeños pies.
-¡Eso ya lo veremos! -el niño no se quedó atrás y corrió tras de ella hasta alcanzarla.
Ambos se cayeron sobre un montón de nieve como almohada. Se miraron y explotaron de risa tomando su estómago. Tener ataques de risa es lo mejor, pero reír con esa persona en específico lo hace simplemente increíble, y ellos lo sabían.
Pasaron un día lleno de juegos, risas y bromas de niños. Sintiendo sus corazones jóvenes felices y libres. Después de tanto juego, de una guerra de bolas de nieve, corretear o molestar las gallinas y cabras de un vecino se cansaron y pararon en el muelle donde amaban ver la vista del mar en el horizonte, que ahora estaba con agua helada.
-(T/n), hagamos una promesa. -dijo Tanjiro con voz suave.
-¿Promesa? ¿De qué?
-Una promesa que nos asegure que siempre estaremos juntos, ¡una que nos una como amigos para siempre! -dijo Tanjiro con su característica sonrisa brillante.
El niño sacó dos pulsera de hilos rojos las cuales tenían amarradas pequeñas medallistas, tomó la mano de la niña y se la puso y luego él se colocó la suya. La niña miró con curiosidad y asombro tal pulserita.
-¡Está linda! ¡Me gusta! ¡Me gusta! -exclamó sin quitarle la vista.
-Las compré en el mercado cuando fui con mi mamá el otro día, el vendedor me dijo que son símbolo de amor... Y pensé en ti. -el niño pelirrojo pensó sus palabras y las cambió rápido. -Es decir, en nuestra amistad... -dijo con la cara roja como tomate, y desvió su mirada hacia abajo.
-¡Es bellísima! ¡Como en los cuentos! -exclamaba emocionada mientras admiraba la pulserita.
-Sí, siempre estaremos juntos y si uno se va, el otro irá detrás. Es una promesa. -dijo el niño sonriendo dulcemente.
-Promesa. -las mejillas de la niña se coloraron y sonrió.
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(T/n) despertó sintiendo su corazón latir fuerte y sus lágrimas estaban secando. Ese sentimiento de añorar su tierra lo estaba superando más o menos, pero después de lo sucedido sólo quiere largarse cuánto antes de ese maldito palacio. No quiere que más manos sucias la toquen, le duele demasiado para seguir viviendo.
Inhaló aire y cerró sus ojos moviéndose en la cama, tratando de encontrar un momento para calmarse.
-Hola, (T/n), siento molestarte... Sé que no quieres ver a nadie y lo comprendo. -fue Akiko quién habló, tenía una pequeña bandeja en sus manos. -Pero debes tomar este té. Es para que... No tengas un bebé. Ninguno de los príncipes quieren hijos, eso dicen...
La chica apretó sus labios levemente y suspiró. Luego tomó la bandeja.
-Siento haberte gritado, Akiko, no quise hacerlo. -murmuró y dió un sorbo al té, apretó sus ojos al sentir el sabor amargo de las hierbas.
-No te preocupes, entiendo que te sientas sucia y usada. -las chica pelinegra tocó su hombro suavemente. -Yo no sabía que te habían elegido, no tenía idea, cuando me enteré ya te estaban arreglando y era mejor que no me metiera...
-Fue horrible... Yo... Me siento asquerosa, no quiero vivir así... -dijo susurrante entre sollozos la (c/c).
-Lo sé, es como una maldición, una vez que uno de los príncipes pone su ojo en una concubina no vuelve a ser lo mismo, o al menos no para ella... Menos mal a ti sólo te quiere uno. -comentó Akiko. -Ojalá hubiese una manera de escapar...
"Escapar". Esa palabra se quedó en la mente de la chica por unos segundos pensando en tal posibilidad. Suficientes veces le dijeron que escapar de ese palacio es muy difícil, pero nunca dijeron "imposible", ¿cierto? Si no hay una forma, la encontrará, pero quiere largarse de ahí rápido antes de que le vuelvan a hacer daño.
-Akiko... -dejó la taza en la bandeja y la apartó, la nombrada la miró. -¿Sabes si hay algún lugar de este palacio que dé hacia el exterior y sea poco concurrido? -la pelinegra abrió sus ojos de par en par asombrada.
-Sé lo que estás pensando. Ni se te ocurra escapar, (T/n), no hay manera-.
-Tienes que haber algún punto débil en este lugar, por favor, no quiero estar aquí más tiempo... Akiko, dijiste que me ayudarías si vieras oportunidad.
-Sí, ¡pero no buscar la escapada por nuestra cuenta! -exclamó en un susurro. -(T/n)... No es buena idea, a los prisioneros que tratan de escapar los azotan, y nosotras somos prácticamente prisioneras. -habló con tono severo. No era mentira lo que decía después de todo.
-Quiero correr el riesgo, pero... Te lo ruego, quiero irme lejos, esto ha sido suficiente... -sollozó suplicándole a lo que Akiko suspiró rendida.
-El área de entrenamiento. Esa área solamente la usan de día y de noche queda totalmente sola, sin guardias alrededor. El muro no es muy alto y da salida con tan sólo saltarlo... Pero ir hasta allá es muy peligroso...
-Si hacemos un plan puede que funcione... ¿Me ayudarás? -rogó juntando sus manos con lágrimas en sus ojos. Akiko desvió la mirada unos segundos pensando, y luego suspiró. Terminó por asentir, se arriesgaría ella también.
(T/n) mostró una pequeña sonrisa débil al ver que obtendría el apoyo de su nueva amiga, sin importarle mucho el hecho que la estaba arriesgando a ella también por su desesperación de escapar.
Guardó Fe por mucho tiempo esperando que Tanjiro llegará a rescatarla de cualquier forma, pero es poca esperanza que tenía le fue arrebatada, no tiene de otra más que buscar la salida por sí misma. Se tocó la muñeca recordando la pulsera roja de Tanjiro, recuerda que la dejó guardada en un cajón de su habitación, ni siquiera la tiene consigo ahora.
No quiere que ni en sueños la vuelvan a tocar, siente todo su cuerpo sucio y repugnante que le causan ganas de romper en llanto... Cuánto desearía que todo fuese una maldita pesadilla.
Regresé con esta historia, escribiré el capítulo 11 y seguiré con mis otras obras 💗
En el capítulo 11 rayi conocerá a Sekido xd (peligro)
¿Cómo pasaron su Año Nuevo? ¿Comieron mucho? :3
Cambié la portada, la hice lo mejor que pude. ¿Qué opinan? ¿Les gusta? ( ◜‿◝ )♡
Adiós, las amo 💗