FOREIGNER [Chishiya Shuntaro]

By raughan

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Chishiya Shuntaro, el enigmático jugador maestro, cruza destinos con Iryna Kravets, una ucraniana cuyo pasado... More

INDICE
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FINAL
Extra

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By raughan

El frescor del agua recorriendo la piel de Iryna siempre había tenido un efecto relajante. Sin embargo, su elección de darse una ducha justo antes del anuncio de las nuevas arenas tenía consecuencias más allá de lo que había anticipado. A pesar de la tranquilidad que debería haberle proporcionado, en su lugar, se encontraba abrumada por la inminente necesidad de sumergirse entre las sábanas y entregarse al sueño, en lugar de enfrentarse a una noche completa inmersa en el vertiginoso juego.

A pesar del agotamiento que la embargaba, sabía que debía reunir fuerzas y prepararse para la próxima jornada de desafíos. Iryna había adoptado una estrategia novedosa para mitigar su creciente ansiedad, consciente de su creciente dependencia de la adrenalina. Había notado que la ausencia de esa emocionante sensación la dejaba inquieta, una señal de que algo no estaba bien en su estado mental. A regañadientes, abandonó la comodidad de su ducha para enfrentar lo que vendría.

Mientras se secaba el cabello mojado y peinaba sus pensamientos frente al espejo de la habitación, los sonidos de la puerta abriéndose y cerrándose en un destello captaron su atención. Girándose hacia la puerta que conectaba con la habitación, vio a Niragi arrojando su arma sobre la cama, como si fuera un simple juguete de plástico.

—¿Qué pasa? ¿Me estabas esperando? —preguntó él, despojándose de sus zapatos con descaro. Iryna, apoyada en el marco del baño, soltó un bufido de exasperación.

—Quería asegurarme de que no fuera nadie más, de hecho.

Niragi se volteó ligeramente, sus ojos encontrando los de Iryna, quien mantuvo su mirada sin titubear. Una corriente intensa de complicidad se formó entre ellos, y el moreno no pudo evitar reconocer lo tentador que resultaba ese juego de miradas.

—Eres buena mintiendo, entiendo por qué Chishiya te quiere cerca —comentó de repente, pronunciando con una deliberación calculada el apellido del rubio, como si fuera una indirecta. Inclinándose hacia la chica, la forzó a retroceder un paso por puro instinto.

—¿Tienes algo más que opinar al respecto? —Niragi entrecerró los ojos, creando un instante de tensión que pareció prolongarse en el aire antes de que él girara su mirada hacia la cama.

—Ese tipo no es lo que aparenta —comentó, intentando proyectar indiferencia mientras desabotonaba la camisa completamente negra que llevaba, una elección inusual en comparación con su atuendo característico. Mientras él desafiaba las expectativas, Iryna, en un intento de desviar la atención de él, comenzó a acariciar su cabello con las manos. —El consejo aún tiene muchas dudas sobre él.

Ella alzó una ceja, enfocada en su tarea mientras Niragi se movía.

—De nuevo estás siendo considerado conmigo —le advirtió, tejiendo sus palabras con un deje de burla.

Cuando alzó la mirada, se encontró con Niragi deslizándose a su lado furtivamente. El moreno se inclinó sobre ella con un movimiento veloz.

—Es cierto, olvidé que nos llamaste secta —susurró contra su rostro antes de alejarse.

La castaña no pudo apartar la mirada de la espalda ancha de Niragi mientras él se dirigía al armario. Cada músculo parecía moverse con una coreografía propia, mostrando una destreza que desviaba la atención de la conversación.

En un intento por disimular que lo observaba más de lo debido mientras se mordía una uña, Iryna se retiró al interior del baño. Una vez allí, comenzó a trenzar su cabello, sus ojos fijos en el reflejo en el espejo. No pasó mucho tiempo antes de que su compañero de cuarto se uniera a ella, ya vestido y con el cabello cayendo libre sobre sus hombros, arreglándose frente al espejo.

Y así, en ese rincón del cuarto de baño, ambos se hallaban apoyados sobre el mármol pulido del lavamanos, inmersos en el ritual silencioso de prepararse para los juegos. Sus figuras se reflejaban en el espejo, destacando la llamativa disparidad de estaturas; Niragi, imponente, sobresalía al menos por dos cabezas sobre Iryna.

En instantes intermitentes, Niragi no podía resistir la tentación de desviar su mirada hacia la castaña. Le resultaba gracioso cómo el espejo revelaba con precisión la marcada diferencia de alturas. Era como un juego visual que añadía una capa de ligereza a la tensa atmósfera.

—¿Vas a jugar? —inquirió ella de repente, mientras ajustaba su trenza con una liga. El morocho, encogiéndose de hombros, respondió:

—Como tú, supongo.

Entonces, intentó hábilmente amarrar su cabello en una media cola, pero la destreza le falló en el primer intento. Mechones rebeldes se deslizaban fuera de su control. El segundo intento no fue mejor; los cabellos capturados se alzaron en una especie de protesta. La tercera tentativa resultó en un fracaso absoluto, ya que la liga se le escapó de las manos y cayó al suelo. Para el cuarto intento, notó la mirada de Iryna clavada en él, mezcla de desconcierto y diversión.

—¿Te gusto o qué? —gruñó en respuesta, aunque en su interior, una chispa de diversión se encendió. La extranjera, parpadeando, se mantuvo en silencio.

—¿Te ayudo? —ofreció, cruzando los brazos. Niragi, conteniendo la risa, bufó.

—Ahora estás siendo considerada conmigo —comentó, alzando una ceja, a lo que ella respondió con un gesto similar.

—¿Te ayudo o no? —insistió, desafiante. El muchacho, apreciando su determinación, asintió.

—Bien.

—Siéntate ahí —ordenó, señalando la cama, mientras ella se encaminaba en busca de una de sus ligas para el cabello.

El morocho agitó la cabeza con una risa que resonó en la habitación. Verdaderamente, consideraba que aquello era una tontería monumental. Desde la llegada de Iryna, su actitud se había limitado a ser, en el mejor de los casos, indiferente, y apenas había accedido a realizar algo más que, con suerte, someterla a sus necesidades. Sin embargo, la castaña poseía un carácter peculiar, desafiante; le sostenía la mirada sin titubear cuando él se aproximaba más de la cuenta, esto le generaba una especie de aceptación velada. Quizás, en alguna recóndita esquina de su mente, empezaba a tolerarla un poco más de lo que estaba dispuesto a admitir.

Dejándose caer con desgano sobre la cama, la figura de Iryna se acomodó detrás de él en el colchón. Con habilidad, tomó varios mechones de su pelo, engominados y rebeldes, y comenzó a tejerlos en una trenza hábil hacia atrás. No llevó más que unos pocos minutos, y cuando terminó, permitió que Niragi observara su reflejo en el espejo.

—Me veo bastante ridículo —comentó él, torciendo el gesto. Su imagen le resultaba extraña; no estaba acostumbrado a verse de esa manera, aunque admitía que el peinado resultaba cómodo, al menos no tendría cabellos molestándole en la cara.

—Te ves presentable, al menos.

—Ridículo —rebatió, clavando la mirada en ella. Iryna bufó, desafiándolo con la mirada a través del espejo.

—Presentable.

—De todos modos, no hay más tiempo para hacer nada más. Tendré que salir así —concluyó, dejando entrever su disgusto mientras tomaba el arma de la cama.

Mientras tanto, ella había subido un pie a la cama, dedicándose con meticulosidad a acomodarse el vendaje en el pie.

Fue Iryna quien giró la manija de la puerta, lanzándose casi fuera de la habitación con un fervor inusitado. Pero su entusiasmo se vio frenado abruptamente cuando se encontró cara a cara con Chishiya, quien aparentemente había estado a punto de tocar antes de que ella abriera.

—Shuntaro...

—Estaba a punto de...

—¿Van a apartarse de la puerta o qué? —la voz resonó justo detrás de ella, un tono autoritario que no dejaba espacio para la duda. Era Niragi.

Los ojos de Chishiya se deslizaron lentamente hacia ese punto detrás de ella, escudriñando al morocho con sus ojos rasgados sin pronunciar una sola palabra. Iryna, casi por inercia, se movió hacia un lado, permitiendo que Niragi saliera de la habitación, casi llevándose consigo a Chishiya, quien apenas tuvo tiempo de reaccionar debido a la sorpresa.

Y vaya sorpresa. De todo lo meticulosamente analizado en su cabeza, esto estaba lejos de su imaginación.

—Tenía que haber imaginado que...

Ni siquiera pudo terminar su frase porque la boca del arma del morocho ya estaba en su cuello, el cual había girado hacia él en un movimiento fugaz.

—¿Qué qué? —murmuró Niragi en un susurro amenazante. —¿Te importa tanto vernos juntos en un cuarto?

—Niragi, ya basta —Iryna, en un acto de extrema imprudencia, o al menos eso pensó el más alto, dio un paso adelante y tomó el cañón del rifle, desviándolo del cuello del rubio mientras pronunciaba esas palabras.

Niragi retrocedió con rapidez, siendo plenamente consciente de la maniobra arriesgada que ella acababa de realizar. Su dedo descansaba peligrosamente cerca del gatillo, y la atmósfera estaba cargada con la posibilidad inminente de un desastre. Iryna había demostrado ser sorprendentemente imbecil, y ahora la furia ardía en la mirada del morocho.

—Somos compañeros de cuarto, platinado idiota. Así que abandona el drama y deja de mirarme de esa manera —espetó, inclinándose sobre el rubio con un gesto amenazante antes de retirarse.

La situación se volvía aún más absurda para Niragi al notar que tanto él como la castaña lucían peinados idénticos. Casi le provocó una risa ante la patética ironía de la escena. Sin embargo, en medio de la risa reprimida, encontró cierto placer en la mirada de Chishiya. No era la habitual condescendencia que solía recibir durante las reuniones; era una mirada silenciosa, pero cargada de recelo.

Parecía que Niragi había encontrado una fisura en la armadura del rubio, y esa revelación añadía un intrigante matiz a la situación. Chishiya, conocido por su falta de expresiones y sentimientos, se encontraba ahora expuesto, y el proceso había resultado más fácil de lo anticipado.

Sería divertido jugar con eso.

El morocho se tomó un momento extra para intercambiar miradas con Chishiya, dejando que el rubio captara cada detalle: la camisa recién ajustada, el peinado elaborado y, lo más crucial, el conocimiento de que habían compartido el mismo espacio para dormir. Todo ello transmitía mensajes implícitos que Niragi sabía que Chishiya estaba procesando en ese preciso instante.

Su satisfacción creció al notar la reacción silenciosa del otro. Le encantaba jugar con él y Chishiya lo sabía. Como último gesto sugerente, pasó la lengua por sus labios, esbozando una sonrisa juguetona, antes de alejarse, dejándolos solos en medio del pasillo.

Chishiya, con la mente aún zumbando con pensamientos caóticos, optó por no seguir con la mirada al morocho mientras se alejaba. En cambio, giró lentamente la cabeza para dirigir su atención a Iryna.

—Compañeros de cuarto... —susurró, más como una afirmación que como una pregunta.

—Así es.

El rubio inhaló profundamente antes de hablar, tratando de poner en orden sus pensamientos.

—Creo que comienzo a entender por qué... —sus ojos encontraron los de la castaña, y en esa mirada halló la respuesta a una pregunta que ni siquiera él había formulado. Ahora, comprendía por qué ella lo había buscado con tanta urgencia en la noche. —¿Lista?

—Siempre lo estuve.

En esta ocasión, no se dirigieron caminando hacia la arena de juego como era costumbre. En la puerta del hotel, un antiguo automóvil los esperaba. Aguni y otro miembro de La Playa ocupaban la parte delantera del vehículo, mientras Iryna y Chishiya se acomodaron en la parte trasera.

El silencio que se apoderó del vehículo fue profundo, y cada uno de los cuatro ocupantes estaba sumido en su propio mundo. Aguni se concentraba en la conducción, su compañero inspeccionaba los recovecos del antiguo Falcon, Chishiya reproducía música en su radio con ambos auriculares en las orejas, e Iryna observaba silenciosamente por la ventanilla.

Y así continuó la travesía hasta que Aguni estacionó el vehículo frente a un complejo de apartamentos.

Toe...i —empezó a leer ella el cartel con el nombre del complejo una vez que los cuatro bajaron del auto.

Sendadagaya —confirmó Chishiya a su lado. —Toei Sendagaya —añadió con una mirada de reojo antes de seguir avanzando. El lugar resonaba con un aire de misterio, y cada uno de ellos, a su manera, se sumía en sus propios pensamientos mientras se dirigían hacia lo desconocido.

Después de ascender por unas escaleras de piedra desgastada y desvelar un pasillo estrecho, los participantes emergen en el hall del edificio, donde la tenue luz crea sombras intrigantes en las paredes. Cada uno se dirige hacia la mitad de la sala, donde se encuentran unos teléfonos dispuestos meticulosamente para el reconocimiento facial.

En un instante, Chishiya, con una mirada fugaz y un movimiento sutil de cabeza, indica a la extranjera la distancia que prefiere mantener del resto del grupo. Aguni y su acompañante se agrupan en un rincón, mientras que ella y el rubio quedan apartados en el filo de una pared, como si marcaran un límite invisible que solo ellos conocen.

En el tenue murmullo del vestíbulo, el rubio, reposando contra la pared, se ajusta la capucha de su campera con calma. Luego, con la precisión de quien conoce el ritual, enchufa su radio a una toma de corriente y ofrece un auricular a la castaña, quien lo acepta con gesto casi automático. La melodía de "In The Woods Somewhere" de Hozier comienza a resonar.

La primera en llegar es una participante de cabello corto, que se acerca al teléfono sin la menor vacilación. Detrás de ella, un joven aparentemente perdido inicia una serie de preguntas en voz alta, buscando orientación. Iryna está a punto de responder, pero un gesto sutil pero firme de Chishiya envolviendo su muñeca la detiene en seco. El contacto, en lugar de infundir miedo, despierta en ella una descarga eléctrica que recorre su espina dorsal.

La respiración de Iryna se entrecorta, su piel erizada en respuesta a la conexión fugaz. Fueron solo unos segundos, pero en ese breve lapso, la ausencia del contacto de Chishiya deja un eco de anhelo latente en la mente de la joven.

Luego de este episodio, dos participantes más hacen su entrada en la escena: uno de cabello moreno y el otro rubio. Siguiendo el ejemplo de la primera chica, se encaminan con determinación hacia los teléfonos, revelando cierta familiaridad con los procedimientos de los juegos.

Justo en el momento en que los dos últimos completan el proceso de reconocimiento facial, una voz resonante a través de los altavoces anuncia solemnemente: "Se cerró el registro".


Juego: tocado.

Dificultad: 5 de picas

Reglas: huir de la cosa.

Condición para ganar: Descubrir la zona segura, que esta en uno de los cuartos en el tiempo estipulado. Terminan el juego cuando cumplen el objetivo.

Tiempo limite: 20 minutos. Pasados los 20 minutos explotara la bomba de tiempo escondida en el edificio.


—Sígueme —le espetó el rubio con decisión, marcando el inicio del juego. Iryna, envuelta en la intriga y la adrenalina del momento, no titubeó y se lanzó a seguirlo de cerca, sintiendo cómo sus pasos resonaban en el silencioso pasillo.

Mientras se aventuraban por un pasillo que emanaba una penumbra inquietante, la curiosidad incontenible de Iryna brotó en forma de pregunta: —¿Qué significa... "la cosa"? ¿Es una especie de monstruo? —inquirió, empleando el término que le resultaba ajeno a su vocabulario.

Chishiya, con calma en sus palabras, aclaró: —"La cosa" es simplemente eso, no se trata de un tipo de monstruo ni nada similar... aunque su apariencia pueda sugerir lo contrario.

En un movimiento fluido, el rubio pulsó un botón que convocó al ascensor. Ambos se adentraron en la cabina metálica, y él seleccionó con seguridad el séptimo piso. Mientras ascendían, la sugerencia de la castaña emergió: —¿No sería mejor que nos separemos? —pero el negó con la cabeza, como si tuviera claro su plan.

—No aún.

El ascensor finalmente se detuvo en el último piso, revelando no una terraza, sino una hilera enigmática de departamentos. Iryna examinó el entorno con ojos curiosos mientras avanzaban hacia el final del pasillo.

—¿Por qué aquí? —preguntó ella.

—Elegir la posición inicial es crucial en este juego, y este lugar es perfecto para nuestros propósitos —respondió él, su tono resonando con una mezcla de astucia y experiencia, mientras se apoyaba en el barandal de cemento y contemplaba el abismo que se extendía hacia abajo.

De repente, Aguni hizo su entrada desde uno de los pasillos, a varios pisos más abajo. A pesar de que Chishiya levantó la mano en un gesto de saludo, el hombre y su acompañante los ignoraron por completo, continuando su trayecto hacia la izquierda.

—Qué desagradable —rió el rubio con un toque de diversión, mientras su compañera, con una expresión de exasperación, rodaba los ojos. Ella se apoyó despreocupadamente contra la baranda, dándoles la espalda a los demás balcones, como si el espectáculo le resultara insignificante.

—Comienzo a aburrirme, ¿nos vamos a quedar aquí toda la noche? —protestó, desatando otra risa en Chishiya.  Le parecía fascinante la inquietud que irradiaba, como si todo su ser fuera una fuente inagotable de energía contenida en un cuerpo diminuto, algo así como un chihuahua inquieto.

—Esto se pondrá interesante, te lo aseguro —afirmó él con calma, y tras una mirada de reojo, agregó: —Vas a tener que correr muy rápido.

—Estoy lista para eso.

Con una media sonrisa, Chishiya bajó la mirada, examinando el tobillo vendado con el neopreno azul que él mismo le había proporcionado la mañana anterior.

Mientras él observaba a las personas que ya deambulaban por los pasillos del complejo, Iryna, decidida, se dedicó a comprobar las cerraduras de las puertas cercanas.

—¿Quién crees que morirá primero? —le preguntó. Ella se acerco a la barandilla para tener una mejor vista, y finalmente señaló a una mujer de mediana edad que caminaba sola.

—Estadísticamente, creo que morirá el novato. Este juego es demasiado complicado para alguien que recién comienza.

Ambos permanecieron mirando durante unos minutos. Y aunque Chishiya podría haberse quedado allí por horas, Iryna, impaciente, comenzó a explorar el resto del piso hasta que una voz resonó en el pasillo.

—¡Escuchen! ¡La cosa está en el segundo piso de la zona central! ¡No ve bien por la máscara! Podemos avisarnos sobre su ubicación y buscar una zona segura entre todos —la voz, proveniente de unos pisos más abajo, parecía ser de un chico.

—Es una buena idea, pero nadie va a contestar —constató el rubio con un dejo de escepticismo, mientras ella se acercaba de nuevo a él.

Casi como si el destino quisiera contradecir sus palabras, una voz resonó nuevamente: —¡La cosa tomó el ascensor hacia el séptimo piso! ¡Si alguien está ahí, huyan! —esta vez era una chica, y la urgencia en su tono se coló en el aire, sembrando un nuevo nivel de tensión.

Iryna alzó la mirada y se encontró directamente con los ojos rasgados de su compañero.

—Estamos en el séptimo piso...

—Es tu momento para empezar a correr.

Con un asentimiento, Iryna se puso en marcha, llegando justo frente al ascensor cuando las puertas se abrían. La "cosa", un hombre musculoso con una máscara siniestra de caballo, reaccionó rápidamente, y la ametralladora liberó una ráfaga de balas. Ella, con reflejos ágiles, se lanzó hacia las escaleras de servicio ubicadas a un lado, esquivando las balas que silbaban a su alrededor.

Descendió rápidamente, sintiendo la urgencia en cada escalón. Y para ventaja del plan de Chishiya, la cosa la persiguió escaleras abajo, disparando mientras avanzaba. Cuando ya estaba varios pisos más abajo, decidió dejar de correr en picada y se lanzó hacia un pasillo, aún sintiendo el eco de los disparos en la nuca. La elección de correr en línea recta había sido arriesgada, pero en ese instante no le quedaba más opción.

Intentó refugiarse en uno de los recovecos, pero al percatarse de un cuerpo inerte con las entrañas expuestas, retrocedió instintivamente, sintiendo las náuseas apoderándose de ella. Se cubrió la boca, consciente de que tenía apenas unos segundos antes de que la cosa apareciera de nuevo en ese pasillo. Tomó esos preciados segundos con cautela, recuperándose lo mejor que pudo, pero la necesidad imperiosa de seguir corriendo la impulsó de nuevo a la acción.

Tuvo que lanzarse escaleras abajo una vez más para perder de vista a su perseguidor, pero finalmente dejó de oír cualquier sonido relacionado con pasos o ametralladoras. Se desplomó en el suelo para recobrar el aliento. Había corrido más de lo que había imaginado.

Permaneció tumbada allí por un tiempo, primero por el dolor punzante en el pie y luego porque la recuperación resultaba más lenta de lo esperado. La oscuridad y el silencio la envolvieron, hasta que volvió a escuchar pasos aproximándose. Esta vez, alguien descendía por las escaleras cuando ella intentó incorporarse. No obstante, se dejó caer una vez más al suelo cuando Chishiya emergió ante su mirada.

—Eso estuvo bien —reconoció él con su calma imperturbable, acercándose a la chica despeinada para ofrecerle una mano. Observó con alivio que, al menos, ya no llevaba el mismo peinado que Niragi.

—Gracias —respondió irónica, aceptando la mano del rubio para ponerse de pie.

—Creo que ya lo descubrí, dónde está la zona segura. —ella abrió los ojos, mostrando sorpresa y escepticismo en igual medida; definitivamente, se había tomado su tiempo. —Vamos.

Los dos se pusieron en marcha de inmediato. En apenas unos segundos, llegaron hasta donde Chishiya los había guiado, pero justo cuando estaban por alcanzar la puerta, alguien apareció doblando la esquina. Aunque Chishiya permanecía imperturbable, Iryna dio un paso hacia atrás alerta, generando cierta sorpresa en el recién llegado que hizo exactamente lo mismo.

El rubio no pudo evitar contener una carcajada. Tontos.

—Lo siento —se disculpó el moreno, a quien Iryna había visto acompañado de un rubio oxigenado al principio del juego. Como respuesta, la extranjera movió la cabeza con gesto comprensivo.

—Así que también te diste cuenta —comentó su compañero, Chishiya, una vez que estuvieron frente a la puerta.

—Sí, parece que aquí está la zona segura.

Fue ella quien se adelantó a Chishiya, con una ansiedad inminente por abrir la puerta. Nuevamente, de manera silenciosa, el rubio le agarró la mano, esta vez con mayor firmeza, deteniéndola mientras analizaba que el chico no se diera cuenta. Tomando la iniciativa, fue el desconocido quien ocupó el lugar de la castaña, pero por instinto propio se detuvo antes de girar el pomo, dejando un momento de anticipación cargado de expectativas en el aire.

—No vas a abrirla? —inquirió el rubio con una mezcla de impaciencia y curiosidad, mientras el moreno fruncía la mirada al soltar la manija.

—¿Por qué nos persiguió? Podría haber esperado aquí y ya.

—Parece que hay algo más que no sabemos —respondió el más bajo, sacando su teléfono para examinar el contador en la pantalla; apenas faltaban tres minutos. —Sin embargo, si no abres... —el otro chico asintió, compartiendo la preocupación.

Pero antes de que pudieran acercarse nuevamente a la cerradura, una sucesión de disparos resonó cercana a ellos. Iryna, sintiendo que su presencia ya no era necesaria en ese momento, dio un paso atrás y, antes de echarse a correr, les dijo con determinación: —Voy a alejarlo.

Ni siquiera esperaba que el rubio le soltara: —Regresa sana y salva.

Con un asentimiento, la castaña se adentró en la oscuridad, alejándose de la seguridad relativa de la puerta. Mientras tanto, el rubio y el moreno intercambiaron miradas de complicidad.

—Esa chica es valienten —comentó el moreno con admiración.

—Sí, lo es —confirmó el rubio. —Pero deberíamos apurarnos, el tiempo no está de nuestro lado.

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