Greenwood II SAGA COMPLETA

由 GeorgiaMoon

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NOVELA FINALISTA DE LA PRIMERA EDICIÓN DEL PREMIO OZ DE NOVELA JUVENIL YA A LA VENTA EN LIBRERÍAS, publicado... 更多

¡GREENWOOD VUELVE A WATTPAD!
«Greenwood»
Prefacio
Uno
Dos
Tres
Cuatro
Cinco
Seis
Siete
Ocho
Nueve
Diez
Once
Doce
Trece
Catorce
Quince
Dieciséis
Diecisiete
Dieciocho
Diecinueve
Veinte
Veintiuno
Veintidós
Veintitrés
Veinticuatro
Veinticinco
Veintiséis
Veintisiete
Veintiocho
Veintinueve
«La maldición de la princesa»
Uno
Dos
Tres
Cuatro
Cinco
Seis
Siete
Ocho
Nueve
Diez
Once
Doce
Trece
Catorce
Quince
Dieciséis
Diecisiete
Dieciocho
Diecinueve
Veinte
Veintiuno
Veintidós
Veintitrés
Veinticuatro
Veinticinco
Veintisiete
Epílogo
Nota final

Veintiséis

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由 GeorgiaMoon

Esme

Cruzamos el arco y caí de rodillas al suelo. Cerré los ojos y me concentré en calmar el latido frenético de mi corazón, pero la adrenalina en mis venas lo impedía. Aún no era consciente de que todo había terminado. Lo único que se oía entre los árboles eran nuestras respiraciones.

Abrí los ojos y la primera persona que vi fue a Melissa; estaba a mi lado y tenía la mirada perdida en sus manos, que caían muertas sobre su regazo. Parecía como si no le quedara una sola chispa de vida en el cuerpo. Quería saber lo que estaba pasando por su mente, aunque sospechaba que estaría recordando lo que había hecho, para bien o para mal pues, a pesar de todo, había participado en acabar con el misterio del bosque.

—Eh, lo hemos conseguido —intenté animarla.

Pero Melissa me devolvió una mirada inerte; sabía que nada de lo que le dijera podría consolarla. Minerva estaba sentada en el suelo, tocándose la nuca, como si no pudiera creer que todo había terminado. Sintió mis ojos en ella y, al contrario que Melissa, me miró con una sonrisa brillante.

—Sí, lo hemos conseguido.

Asentí y dejé caer la cabeza sobre el tronco de un árbol, riendo. Sentía que era capaz de cualquier cosa. Doblé las rodillas y las pegué a mi cuerpo. Seguía riendo como si no hubiera mañana, demasiado sumergida en mi propia burbuja de felicidad para darme cuenta de que Harry lloraba, arrodillado al lado de Hunter. Me levanté tan rápido como pude y acudí a su lado. Su ojo había vuelto a la normalidad, pero Hunter permanecía quieto y sus ojos estaban cerrados. No me atreví a comprobar si continuaba respirando. Toda la felicidad que había sentido hacía unos segundos había desaparecido. Luna, que ya había recuperado el aspecto con el que la había conocido, estaba arrodillada también a nuestro lado.

—¿Se pondrá bien? —Preguntó Harry con voz temblorosa.

—Lo intentaré, aunque no será fácil.

Abracé a Harry. Sentía su corazón latir contra sus costillas; era incapaz de articular palabra. Luna posó las manos en la cabeza del perro y cerró los ojos, murmurando algo. Lo que debería haber sido un momento feliz se convirtió en uno de los episodios más amargos de mi vida.

Todos estábamos inquietos, mirándolos. Los segundos se convirtieron en siglos. Finalmente, Hunter se sacudió y su tórax se infló. Harry le acarició las orejas y lo abrazó bien fuerte. Hunter comenzó a lamerle las mejillas con emoción y movió la cola, entusiasmado.

—¿Quién es mi chico listo, eh? ¡Oh, Hunter! —Volvió a acariciarle y después abrazó a Luna, agradecido.

Ella le devolvió el abrazo y le acarició el cabello. Harry y Hunter mantenían un lazo que nadie sería capaz de romper.

Lo cogió en brazos y empezó a caminar hacia el pueblo. Todas le seguimos, pero antes me di la vuelta y vi cómo la puerta del bosque de los cuentos se cerraba para nunca más volver a abrirse.

«Adiós, Papá. Descansa en paz».


Mis pasos eran cautelosos, mis pies parecían estar hechos de plomo. Aún no me podía creer lo que acabábamos de lograr. Por fin habíamos levantando el hechizo de Greenwood, aun- que el resultado no hubiese sido exactamente como habíamos querido. A pesar de que la posibilidad era remota, había guardado una pequeña esperanza de encontrar a mi padre, como Harry había encontrado al suyo. Pero ese destino ya no podría cambiarlo jamás. Tenía que pensar en las cosas buenas. Primero, lo más importante para mí, era que todos habíamos salido vivos, aunque con algunos rasguños; segundo, Helë no se había salido con la suya y, en consecuencia –ese era mi tercer punto—, el bosque había vuelto a la normalidad.

Alcé la cabeza y vi que las nubes que siempre cubrían el cielo del bosque se despejaban, lo liberaban, dejando que el sol lo inundara todo. Era como si la propia naturaleza nos estuviera agradeciendo que la hubiésemos salvado de un destino fatal. No podía ni imaginarme cómo hubiese sido el mundo que quería Helë. Seguramente, la soledad habría invadido cada rincón de ese maravilloso bosque, todo lo que lo caracterizaba hubiese muerto, desaparecido del mundo, y pensar en ello hizo que me alegrara más de haber contribuido en terminar con el hechizo. Pero había algo que no me quitaba de la cabeza, y era el destino de los príncipes del bosque.

Había otra cosa que me preocupaba: de momento no nos habíamos encontrado con William, Melissa, Nora y Thomas. Existían dos posibilidades: que hubieran llegado sanos y salvos (lo que esperaba) o que se hubieran perdido y no hubiesen encontrado la salida del bosque. La única manera de descubrirlo era seguir avanzando. Dentro de muy poco volveríamos a estar con mi madre, Jane y el abuelo Rick, que era con quien tenía más ganas de hablar.

—Pronto llegaremos —me dijo Minerva, intentando animarme.

La adoraba. Había sido la primera persona en Greenwood que se me había acercado. Debía de haber sido horrible estar todo ese tiempo sin poder hablar, incluso sin saber si algún día volvería a hacerlo.

Miré a Harry a mi lado; cargaba a Hunter en sus brazos mientras le acariciaba la cabeza y le repetía «Ya llegamos, campeón. Ya llegamos».

Teníamos que ponerlo a salvo inmediatamente, pues le costaba respirar y no sabíamos si tenía fracturas. Que Luna lo hubiese devuelto a la vida no indicaba que su nuevo destino no pudiera ser el mismo que antes. Cuando pensaba en lo que había sucedido, estaba segura de que había sido ella misma quien le había hablado y dicho qué tenía que hacer cuando murmuraba cabizbaja. Por eso Hunter se había lanzado sin piedad hacia Helë y nos había protegido con todas sus fuerzas. Hunter era el animal más leal que había conocido en mi vida.

Divisé el pueblo entre los árboles y se me llenaron los ojos de lágrimas. Por fin habíamos vuelto.

Eché a correr.

—¡Mamá! —Grité con emoción mientras corría hacia mi casa—. ¡Mamá, soy yo, Esme! ¡Hemos vuelto!

Mi mundo se iluminó con el rayo de sol que era mi madre cuando la vi aparecer en la entrada de la casa junto a Jane y Thomas. Me sentí muy aliviada de ver que mi hermano ya había llegado.

—¿Esme? —Oí que dijo, como si no se lo pudiera creer—. ¡Oh, Esme!

Por fin llegué a ella y nos abrazamos con intensidad. Thomas se unió, envolviéndonos a las dos con sus brazos. Mi madre lloraba de alegría, me cogía la cara como para comprobar que de verdad estuviera ahí. Oí la voz de Jane, e imaginé lo que estaba ocurriendo, pues no solo se reencontraba con su hijo, sino también con su marido, quien había desaparecido siete años atrás.

—Thomas ha llegado diez minutos antes que tú. —La voz de mamá me devolvió a ella y la miré a los ojos, tan azules como los míos—. ¿Dónde habéis estado? Me habéis tenido muy preocupada.

Su rostro estaba pálido y parecía muy cansada, como si no hubiese dormido en días. Thomas no le había contado nada, no le debía de haber dado tiempo.

—Hemos estado en el bosque —dije entre lágrimas.

—Es una larga historia —añadió Thomas.

A lo lejos, oí la voz de Harry, que discutía con su madre.

Me di la vuelta y vi que estaba encaminándose hacia el coche. Mientras Jane insistía en que tenía que ir al hospital para que le curaran las brechas en la frente y mejilla, Harry le aseguró que no lo haría hasta que Hunter estuviera fuera de peligro.

—Pienso conducir yo mismo hasta Portland si tú no me llevas. Hunter está herido y necesita que lo atiendan ya.

Jane y Harry se montaron en el coche, pero William decidió quedarse en casa para no sorprender a todo el pueblo con su regreso.

—Infórmame sobre lo que dicen de Hunter. Llama con el móvil de tu madre —le pedí contra la ventanilla del coche.



La voz corrió como la pólvora y los padres de Nora llegaron como un rayo, igual que el sheriff Skins y su esposa para reencontrarse con Melissa, como el resto del cuerpo policial. Todo estaba ocurriendo tan rápido que tenía la sensación de que los detalles de los reencuentros se me escapaban entre los dedos. Me hubiese gustado apreciar los rostros de cada uno, parar el tiempo como en el bosque y absorber cada sollozo y sonrisa. Vi a Nora pasar por mi lado y no desperdicié la oportunidad de envolverla en un abrazo y darle las gracias por venir a buscarnos; había sido muy valiente. Ella me lo devolvió y puso su mano en mi cabeza.

—Sois mis amigos. Por supuesto que tenía que ir.

Seis intensas horas después, volvimos a casa después de pasar por el hospital y la comisaría. Nos habían curado las heridas y hecho preguntas sobre qué había ocurrido, pero no dije ni una sola palabra. Fingí estar demasiado desorientada como para saberlo. Thomas no entendió muy bien por qué mentía, pero por suerte decidió seguir mi táctica, y esperaba que los demás lo hicieran también. El bosque mágico de Greenwood tenía que seguir siendo un secreto, y cuantas menos personas lo conocieran, mejor. No sabía si después de deshacer el hechizo seguía existiendo, pero deseaba que así fuese.

Mientras una de las enfermeras me curaba la brecha de la frente, mamá me dijo que Jane la había llamado con noticias sobre Hunter. Tenía una costilla rota y eso le dificultaba la respiración, pero aparte de eso estaba fuera de peligro. Tendría que quedarse unos días en la clínica veterinaria para prevenir cualquier riesgo de complicaciones, pero pronto volvería a casa.

Los demás desaparecidos del bosque se habían reencontrado con sus familias y la prensa no tardó mucho en llegar. Aunque los periodistas insistieron en hablar conmigo y con mi hermano, mi madre lo prohibió, y le di las gracias por ello. No tenía ganas de inventarme ninguna historia; estaba agotada y necesitaba descansar.

Al llegar a casa, nos sentamos los tres en el sofá y mi hermano y yo apoyamos las cabezas en el regazo de mamá. Incluso Salem se alegraba de vernos. Le contamos todo lo que habíamos vivido en el bosque, la verdad desde el principio, por lo que también tuvimos que contarle los precedentes. Se mantuvo en silencio mientras hablábamos, y aunque pensé que quizá creía que nos habíamos vuelto locos, no dijo ni una sola palabra. De hecho, sonrió con tristeza cuando terminamos. Por supuesto, también le hablamos de papá, que estaba enterrado en el bosque. Si el bosque mágico no había desaparecido, tendríamos que llevarla allí. Recordaba bien el sitio.

—Vuestro padre y el bosque —hizo una pausa—. Yo sabía que había desaparecido allí dentro, pero siempre he tenido la esperanza de que algún día volvería, ¿sabéis? —Dijo mirando al techo para contener las lágrimas—. Pero os he recuperado a vosotros, así que todo está bien. Sois lo más importante que tengo. Sé que durante estos años puede que haya parecido que la des- aparición de vuestro padre no me afectaba, pero le echo mucho de menos. Aunque el motivo principal para dejar Charleston fue que no podíamos mantener una vida en la ciudad, esperaba que, al volver a Greenwood, volvería a verle.

Me abracé a mamá lo más fuerte que pude. Había sido muy dura con ella, demasiado. Debería haber supuesto que querría volver a Greenwood para encontrar a papá y no haber pensado solo en mí. Ella siempre se había dedicado a nosotros, casi nunca pasaba la tarde con amigas hasta que llegamos a Greenwood y se reencontró con Jane. Nunca había salido a conocer a ningún otro hombre, ni rehecho su vida. Siempre había estado con nosotros, y por fin me daba cuenta de que quizás aquella había sido su manera de esconder lo rota que estaba por dentro.

—Venir a Greenwood ha sido la mejor decisión que has tomado en la vida —susurré contra su cuello, y sentí lágrimas en los ojos.

De no haber insistido, ni mi hermano ni yo hubiésemos accedido a vivir aquí. Y si nunca hubiéramos llegado a este remoto pueblo perdido en Oregón, no hubiese conocido a Harry, a Nora ni a Minerva, y no hubiésemos salvado el bosque.

Las arrugas del cansancio seguían en su rostro. Cuando Thomas desapareció, apenas dormía, y no quise pensar cuántas horas había dormido desde que Harry y yo nos habíamos adentrado en el bosque.

—Sé que lo has pasado mal, Esme, pero necesitábamos irnos de Charleston. Los tres necesitábamos comenzar una nueva vida y creo que la hemos encontrado aquí. Quiero que seáis felices. Esa es mi prioridad.

—En realidad, me gusta Greenwood —admití con una sonrisa.

Thomas me miró con ojos como platos.

—¿Quién eres y qué has hecho con mi hermana?

Mamá rio y me alegré de verla feliz de nuevo. Le habíamos dado un susto de muerte, pero había mantenido la esperanza de que regresaríamos pronto a casa, justo a tiempo para celebrar la Navidad.

Unas horas después nos pusimos a decorar la casa con guirnaldas de colores dorados, plateados y rojos, cantando y felices de estar juntos de nuevo, de recuperar el tiempo que habíamos perdido, y obviando que el pueblo era titular en las noticias de todo el país.

Make my wish come trueeee —cantó Thomas, simulando que el soldadito de plomo era un micrófono.

All I want for Christmas is you! —Terminamos mamá y yo.

Santa Baby comenzó a sonar y sacamos todos los adornos de la caja que había transportado el primer día que llegamos a Greenwood. Parecía que habían pasado años, pero en realidad solo hacía un mes y medio.

—¡Hablando de deseos de Navidad! —Exclamó mamá, y me miró con una sonrisa irónica—. Os he visto a Harry y a ti, aunque ya lo intuía. ¿Podemos hacerlo oficial?

Me quedé de piedra.

—¡¿Qué?!

—Deberías haberlos visto en el bosque. No se despegaban. Qué plastas, siempre ahí intercambiando saliva. Qué asco, ugh.

—¡Eso no es verdad! —me defendí, con las mejillas en llamas.

Me tapé la cara con las manos y suspiré. ¿Es que no iban a dejarme en paz?

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