Besos en Guerra ©

By dayzaccardi

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"Solo físico. Beneficios. Cero sentimientos. Y ya" Regla uno: si una mujer ingresa al sistema será aniquilada... More

💋⚔️
ANTES DE LEER
⁰ Viento Negro
¹ Mushu
² El entrenador
³ Chat privado
⁴ Juego sucio
⁵ Yin Yang
⁶ El refugiado
⁷ Levántate, si puedes
⁸ Jugando con fuego
⁹ Tenemos un trato
¹⁰ Hola, ¿tú eres...?
¹¹ Apretados
¹² Vacío
¹³ Besame
¹⁴ Juguemos
¹⁵ Dibujos
¹⁶ Acurrucados
¹⁷ Ansiedad
¹⁸ Ultimátum
¹⁹ Las minas
²⁰ Debajo de ti (y de la lluvia)
²¹ Amigo
²² Sueños nublados
²³ Capitán
²⁴ Tú
²⁵ Quédate
²⁶ Mensaje
²⁷ Verdades a la luz
²⁸ Otro amor
²⁹ Quererte
³⁰ Contigo
³¹ Adiós
³³ Fregadero
³⁴ ¿Quién es?
³⁵ Personaje secundario
³⁶ Cobarde
³⁷ Decisión
³⁸ Error del sistema
³⁹ Auxilio
⁴⁰ Caos
FINAL 1/2
FINAL 2/2
EPÍLOGO
¿BEG EN FÍSICO?

³² Sueños oscuros

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By dayzaccardi

Zayn

Ha pasado una semana de entrenamientos intensos desde aquella noche que significó un antes y un después en mi vida y en la de Blair.

La guerra está cada vez más cerca y son pocas las cosas que tenemos de ventaja. He dejado de dormir por días rompiéndome la cabeza en la biblioteca, leyendo miles y miles de libros de herramientas, intentando de entender qué carajos es eso que hacen con ellas y por qué quieren hacerlo. Tengo pesadillas al respecto todos los malditos días y realmente creía que hoy no iba a ser la excepción hasta que Teo entró a mi habitación convirtiéndolas en algo real. Hay que admitir que esa acción fue una gran sorpresa para mí, mi hermano tiene su propia habitación y Henry suele cumplir el papel de cuidarlo la mayoría del tiempo porque yo me la paso entrenando, por esa razón casi me caigo de culo al verlo entrar a las seis de la mañana, justo cuando me estoy por levantar.

—¿Teo? —pregunto al aire con los ojos entrecerrados, sabiendo que él es el único que tiene las llaves. Veo todo borroso y la silueta de mi hermano en pijama de dinosaurios acercándose a mí es cada vez más grande. Okey, en definitiva sí, es él—. ¡Teo! —reaccionó con un salto en la cama, cubriéndo mi cuerpo desnudo y el de Blair con las mantas, apurado—. ¿Qué haces... —hago una pausa— aquí?

La de tocar la puerta nunca la aprendió al parecer.

El niño cambia la cara de horror a gracia al verme en una escena tan desfavorable: en una cama y con una mujer en ella casi sin ropa. Gracias a el Ave fénix la pude tapar rápido, o eso creo.

—Henry dice que hacer cosas de mal ejemplo cerca de niños no es agradable porque luego van y las repiten —murmura él, vacilón. Quiero contestarle e interrogarle toda su existencia, pero no me deja—: No hace falta que metas excusas, hermanito. Quedará todo aquí —Levanta las cejas dos veces, hace el gesto se cerrar su boca con el dedo y guiña un ojo.

Como viene esta generación de niños, parece que tienen veinte años y ni llegan a una decena.

—¿Qué pasó? —susurro levántandome de la cama mientras acomodó bien mi bóxer.

Al oír mis palabras, el rostro de Teo vuelve a tornarse pálido haciendo destacar esas mechas doradas que le caen a la frente.

—Él... está en mi cuarto —baja el tono haciéndolo similar a él mío y, en el momento que intento colocarme al menos unos vaqueros negros, me toma del brazo, asustado, recordando algo que no sé si quiero saber.

Su cara de horror lo dice todo.

—¿Quién está en tu cuarto? —mascullo sin ningún tipo de suavidad.

—El re... refugiado —tartamudea.

—¿Qué? —suelto al aire imaginándome lo peor. No otra vez. Termino de ponerme los vaqueros y, mientras él procesa lo que tiene que decirme, lo llevo hacia el pasillo, no me gustaría que Blair se despierte tan temprano por una alucinación de mi hermano. Una vez allí, vuelvo a dirigirme hacia él—: ¿Qué hace él ahí?

Se lame los labios, símbolo de intranquilidad. Me pongo a su altura, flexionando un poco mis rodillas y lo dejo sentarse en una de mis piernas. Lo necesito con calma, sino, cualquier dato importante que tenga no será exacto.
Tomo sus manos para tranquilizarlo, parece funcionar cuando decide hablar y confiar en mis palabras:

—Desperté por un ruido —traga grueso— encendí la luz para ver de qué se trataba y estaba todo roto —explica, triste—. La puerta estaba destruida, parecía hasta arrancada —Eso es físicamente imposible, esa puerta es de metal, la más segura de todo el puto campamento, ¿cómo es posible?— y en mis paredes había... había... —Lo tomo más fuerte de las manos para que pueda   tener más seguridad— dibujos.

Las facciones de mi rostro cambian al oír la última palabra.

Dibujos.

—¿Qué dibujos? —pronuncio pausado, enarcando una ceja, consumido por la incertidumbre.

Veo en sus ojos un brillo de perturbación.

—Debes miralos por tu propia cuenta —Desvía su mirada al pasillo.

Lo pongo de pie otra vez y, con solo unos vaqueros, decido ir a ver de qué se trata todo esto, empezando por ir a la puerta de su habitación lo más rápido que mi cuerpo me lo permite. Mi hermano me sigue horrorizado y al llegar ladea la cabeza señálando la puerta —ya no sé si se puede llamar así porque ahora es un hueco y ya— que hay en la pared. Realmente parece arrancada, ¿qué carajos pasó aquí? 

Doy un paso hacia delante y Teo me imita. Le pongo la mano en el pecho y lo echo hacia atrás. 

—Tú te quedas aquí —le señalo el pasillo y no me rechaza la orden. Entro y, sin desviar mi mirada aún a las paredes, con un suspiro me dirijo a aquel que está tirado en el piso dándome la espalda, sin dejar de dibujar—. Gafitas, ¿qué estás haciendo? —pregunto, intentando ocultar la preocupación en mi voz.

Se detiene con velocidad al escuchar mi voz, se oye su lapiz de color cayendo en el piso de madera, él procesa mis palabras en unos segundos y se gira como un exorcista para verme. Chocan nuestras miradas, sus ojos encontrando los míos con una intensidad que envia escalofríos por mi espina dorsal hasta que me congelo al oír esas dos palabras:

—Sueños —dice muy lento, como si hablar le costara minutos de vida— oscuros.

Carraspeo la garganta y me tomo unos minutos para ojear su cuaderno, donde guerreros caídos y sombras ominosas pintan un panorama desolador.

—Entiendo que estés asustado, pero no podemos dejarnos consumir por el miedo. Somos más fuertes que ellos —trato de convencerlo creyendo que se trata de un desahogo.

—¿Por qué hace esos dibujos, Zayn? ¿Es malo? —Teo ingresa a la habitación escondiéndose atrás de mi espalda.

Suspiro, tratando de encontrar las palabras adecuadas para mi hermano, cuando de pronto...

—No —pronuncia Gafitas—. Malo no.

Abro los ojos de más de la sorpresa al oírlo decir más palabras de lo habitual. Está transpirado, tanto que sus rizos castaños parecen estar húmedos.

—No, claro que no es malo —digo atreviéndome a mirar las imágenes de las paredes, o mejor dicho, sus dibujos. Se me seca la garganta, ¿no lo es?—. ¿Por qué dibujaste eso y cómo coño rompiste esa puerta? —es lo que pregunto repleto de la duda.

Los dibujos constan de treperas volando por un cielo oscuro, casi negro. No son todos iguales, de hecho, hay algunos que tienen alguna que otra tonalidad distinta, más rojiza. Parece que todos están conectados a pesar de todo. Y el hecho de que cada vez que Gafitas dibuja ellos atacan, me advierte que la guerra no está para nada lejos de nosotros y que, como no descubramos algo fuera de lo común ahora, perderemos.

Perderemos todo.

El refugiado parece estar conectado al resto de refugiados como si estuviera piel a piel con ellos. No voy a mentir diciendo que no me aterra en la absoluto, pero en circunstancias extremas creo que es un buen momento para confiar en... ¿él? Dios, me volveré loco.

—Mujer —se saca un papel del bolsillo y lo extiende en el piso. Me quedo helado al ver el dibujo viejo que hizo. La siluta negra se una persona rodeada de flechas, sobre en ella, traza una incógnita con un lápiz blanco— peligrosa.

¿Mujer peligrosa? Aquí la única mujer es Blair y la enfermera, no más. Y nadie sabe que ella es mujer, absolutamente nadie excepto mi hermano, Mushu, según Blair Pipa, y yo. O eso creo.

—¿Esa mujer es de aquí? ¿Nos hará daño? —me arrodillo en el piso junto a él. Gafitas asiente dos veces y al final lanza un gesto que no logro decifrar—. ¿Qué pasa? ¿Ya se ha acabado tu batería? ¿No puedes hablar?

Baja la cabeza y comienza a lloriquear. Joder, ni si quiera le he hablado mal. Iba con sarcasmo.

—Zayn, ya déjalo —suplica mi hermano unos pasos más hacia atrás.

—No —mascullo—. ¡Dime quién es! ¡Sé que lo sabes y si no lo haces por tu culpa pueden morir miles de mis soldados!

El refugiado aumenta las lágrimas por mi tono de voz. Voy a matarlo como no hable.

—Basta —Teo se me acerca como si le daría pena. Maldita sea. Es un puto refugiado. ¿Cómo le puede dar pena?

Suspiro.

No podré quedarme con la pregunta en la punta de la lengua, debo seguir interrogándolo para tener respuestas y luego, minimamente, poder decifrarlas.

—¿Y cómo rompiste la puerta? —pregunto intentando calmarme al menos un poco. Gafitas levanta la cara, mostrándome sus ojos rojos de tanto llorisquear como un perro triste bajo la lluvia y se toma el brazo, indicándome algo—. No. Es físicamente imposible.

Levanta los hombros y pone los ojos en blanco como si se me estuviera pasando algo importante.

—Me duele la cabeza, Zayn —menciona mi hermano—, ¿crees que podemos ir a desayunar y luego seguir con...?

—Ve con Henry —esa es la respuesta que vengo dándole a diario. Con tantas cosas encima se me hace imposible pasar tiempo con él— yo luego te alcanzo. Tengo que —miro a la habitación y termino con los ojos puestos en el dibujo de Gafitas gracias a que entra un poco más de luz por la ventana, alumbrándolo. ¿En qué momento le agregó esos números al rededor del signo de interrogación? Pienso por unos segundos y trago grueso con la información carcomiéndome la cabeza. ¿Qué?— resolver unos asuntos. —Unos cuantos diría, porque acabo de darme cuenta algo.

Dentro de las sombras anaranjadas y rojizas de las minas, se haya una sombra grisácea. Esta es nueva, estoy seguro que antes no estaba. O quizá fue porque nunca lo vi con mucha detención o claridad y siempre me concentré en la amenaza de muerte que representaba según los códigos de Siria aquella figura, pero... hay algo más. Esos números. Esos números los había visto antes en otro sitio.

La biblioteca.

Allí.

Los tomos de mecánica avanzada que leí en base a las herramientas que encontré en las minas, esos que me costaba horrores entender. Justamente esos que marqué con resaltadores en el número del capítulo porque no los entendía —3,4,2,6— y... maldición, solo una persona con un resentimiento enorme y ganas de sentirse única e inteligente ante el resto es capaz de entender esas palabras para destacar y tener atención.

Cuando mi mirada se vuelve a cruzar por última vez con la de Gafitas, él asiente con la cabeza dos veces, como si supiera lo que estoy imaginando y como si estuviera seguro de que estoy a punto de descubrir la clave que hay detrás de todo esto, el tema está en que yo ya la tengo. La tengo hace mucho tiempo. Y ya no más en la punta de la lengua.

¿Qué escondes, Joel?

Blair

Estoy sentada en el sofá, cambiándome con el pantalón del ejército mientras espero impacientemente a Zayn. Ha estado desaparecido toda la mañana y mi mente se llena de preguntas y preocupaciones. ¿Dónde estará? Ya es la hora de bajar a entrenar. ¿Por qué no me contó a dónde iba? Si es que estoy dormida me suele dejar notas o cosas por el estilo, no lo entiendo.

De repente, escucho la puerta principal abrirse y mis ojos se dirigen hacia allí. Mi corazón se acelera cuando veo a Zayn entrar por la puerta sin playera arriba, dejando al descubierto su perfecto torso trabajado. Su cabello despeinado resalta su atractivo aún más, pero mi mente está demasiado distraída por la falta de respuestas.

Mi confusión aumenta al darme cuenta de que algo no está bien. El rubio parece distraído, como si estuviera ocultando algo. Intento leer su expresión facial, pero sus ojos evitan los míos. Un sudor ligero perla su frente, lo que hace aumentar mi curiosidad el triple.

—¿Dónde estaba? —pregunto, tratando de ocultar mi preocupación debajo de un tono calmado—. Me dejó preocupada.

Él mira a su alrededor, como buscando una respuesta que no está dispuesto a dar, y termina depositando los ojos en mí, sin mucha importancia.

—Buen día —me toma de la cintura y me sorprende con un beso rápido en los labios que termina en una mirada de arrepentimiento de su parte—. Lo siento por la demora, estuve haciendo algunas cosas, ¿no te has cambiado todavía? —su visión desciende a mi pecho que solo está cubierto por un sujetador.

Esto de tener el sentido de la intuición afianzado me hace sobrepensar el triple.

—¿Algunas cosas? —sueno enojada—. Prometimos avisar por notas para que no hayan confusiones y usted...

Él suspira, parece luchar consigo mismo antes de finalmente dirigirse hacia mí, tomándome del mentón y jugando con su dedo pulgar sobre mis labios.

—Es complicado, ¿vale? No te meteré en esos asuntos —afirma con esa voz tan seductora que se carga—. No a ti.

Apago el brillo de mis ojos y aparto su pulgar de mi boca.

—¿Complicado? —suelto una risa irónica— Por el Ave fénix, Zayn. ¿Qué pasa contigo? ¿Me sigues viendo incapaz de tener la misma fuerza que un hombre?

Niega, dándome espacio.

—No. No eres incapaz. Eres mucho más capaz que todos los soldados juntos Blair, pero si te tocan un pelo por mi culpa, los mataré a cada uno de la peor forma posible y prefiero evitar tantas muertes —explica el rubio terminándose de vestir.

En este momento, mi rabia da paso a la preocupación. No puedo evitar sentirme frustrada por esa actitud protectora de Zayn, pero también entiendo que está tratando de mantenerme a salvo. Sin embargo, eso no significa que esté dispuesta a quedarme al margen.

Vuelvo a acercarme hacia él, colocando mis manos en sus hombros y mirándolo directamente a los ojos.

—Oye, entiendo que quieras protegerme, pero también soy parte de esto. No puedes excluirme de lo que sea que estés enfrentando. Soy fuerte, puedo cuidarme a mí misma y además... yo me metí en esto.

Él suspira otra vez, con una mezcla de impotencia y ternura en su rostro.

—Lo sé, Blair. Eres la persona más valiente y fuerte que conozco. Pero esto… esto está más allá de lo que puedas imaginar. No quiero involucrarte en algo peligroso.

Mis ojos se llenan de determinación.

—El peligro nunca me ha detenido antes. Estoy dispuesta a enfrentarlo contigo. No quiero quedarme en la —miro su collar, la parte negra del yin y el yang— oscuridad sin saber qué está pasando. Confío en ti y en nosotros.

Él me mira durante un largo momento, como si estuviera sopesando sus opciones. Finalmente, su expresión se suaviza y me sonríe, galán. Yo también le respondo con una sonrisa.

—Eres terca, Blair. Pero también eres increíblemente valiente y decidida —me da un beso suave y se me queda mirando, fijo, para luego susurrarme—: Si quieres involucrarte, así será.

Mi corazón se llena de alegría y alivio al escuchar sus palabras. Me acerco a él y lo abrazo con fuerza, sintiendo su calor y su protección a mi alrededor.

—Gracias por confiar en mí —esa oración me sale como si mi niña interior estuviera devuelta conmigo.

Él me devuelve el abrazo y susurra en mi oído.

—Siempre lo hice —confiesa por lo bajo— muy en el fondo —agrega y me aparto poniendo los ojos en blanco.

—¿Confiaba en mí? Pues no lo parecía en lo absoluto —salto a la defensiva.

—No cualquiera se mete en esto por su familia arriesgando su vida —murmura— y menos una mujer sabiendo todo lo que conlleva y como el país las detesta.

Familia.

Una palabra en la que he decidido no pensar desde que entré en esta mierda. ¿Cómo estará papá? ¿Y mamá? ¿Me extrañarán? ¿Estarán orgullosos de mí o me odiarán?

Parpadeo dos veces seguidas, rápido, cuando salgo de mis pensamientos.

—¿Y qué era eso que ocurrió, finalmente? —inquiero para dejar de pensar en eso que tanto me atormenta, no quiero hablar de esto ahora, me hace débil y ya falta poco para volver a verlos.

El rubio me guía hasta la mesa y me extiende una de las sillas para que pueda sentarme. Luego, él toma asiento y se me queda mirando por unos minutos hasta que empieza a hablar muy serio para mi gusto. Me cuenta la historia de cómo surgieron los refugiados, cosa que me deja reflexionando unos cuantos minutos, y continúa por algo más... ¿difícil para él, al parecer? Solo sé que por su cara, esto no lo sabe nadie.

—Hay algo que he estado escondiendo y siento que ya no puedo más —suelta de repente y me veo obligada a tomar su mano para tranquilizarlo.

—¿Tiene que ver con Lidia? —pregunto de repente sin contexto.

—No, pero al mismo tiempo sí —Aún oír su nombre parece afectarle—.  Prométeme que me escucharás hasta el final y que guardarás este secreto con tu vida.

Frunzo el ceño.

—Zayn, no me asustes así.

Respira hondo y comienza:

—Antes de su muerte, descubrí algo muy importante sobre Siria. Hay una parte subterránea en el país, un lugar oculto que guarda algo y está justo debajo del campamento.

¿Qué?

—¿Algo?

—Es un centro de energía, Blair —baja la voz—. Un lugar donde la tecnología y el conocimiento han sido ocultados durante siglos. Es como si fuera el corazón de Siria, y solo unos pocos privilegiados tienen acceso a él.

Enarco una ceja, asombrada.

—¿Y cómo llegaste a descubrirlo?

—Al parecer, alguien de mi familia trabajaba para una organización secreta encargada de proteger esa zona o algo por el estilo, no lo sé qué tan cierto es eso porque era niñato. Esa es la opción que decido creer, la otra es que me lo haya encontrado en el suelo en el camino, pero pierde mucho mérito.

Omito mi sonrisa.

—Sigue —le pido.

—Y, al parecer, según lo que me contó Henry, cuando llegué aquí con Teo, ya cargaba con un collar que tenía más poder del que creía —se toca el Yang—. Y tú también lo tienes, no sé cómo, pero lo tienes. Debería existir solo uno porque la ranura no es tan grande, permite abrir una bóveda y acceder a información valiosa.

Abro la boca de par en par, la cierro y me froto el collar, confundida.

—¿Qué información contiene ese collar?

—Contiene un mapa detallado que muestra la ubicación exacta de la entrada a la parte subterránea. También hay pistas sobre cómo protegerla de aquellos que deseen usarla para fines oscuros —me cuenta—; se accede tocándolo dos veces y solo lo puede ver su portador, es como una proyección.

—¿Y los refugiados lo buscan para...? —esa es la pregunta que más me explota la cabeza.

—Esa es mi incógnita —confiesa—; sé que ellos están atrás de algo que tiene que ver con tecnología, pero no sé el qué. El punto es que soy el único que puede abrir eso y lo saben, no sé cómo, pero lo saben. Quizá alguien reconoció el collar y sabe su poder, lo uso todo el jodido tiempo.

—Y crees que estás en peligro —digo en una afirmación.

—Siempre lo estuve desde que lo saben, Blair. Desde que lo tengo puesto, siento que me siguen, que vigilan mis movimientos, pero le juré a Henry que no me lo quitaría; dice que soy la persona más capaz de defenderse en un ataque de los refugiados y que, es mejor que lo tenga puesto a que lo dejemos en una "guarida" y que nos invadan cada dos meses.

Lo tomo de la mano con más fuerza.

—Pues yo siempre me he sentido más protegida desde que lo tengo puesto, me lo regaló mi padre —le cuento en voz baja. Me mira, como procesando algo que desconozco y es ahí cuando decido seguir hablando—: En fin. Tenemos que hacer algo. No podemos quedarnos de brazos cruzados ante esto. ¿Cómo podemos proteger la entrada a ese lugar? Está claro que si entran harán masacres contra nosotros.

—No lo sé —dice, enojado con él mismo—; el caso es que tenemos que encontrar a las personas adecuadas, aquellas en quienes podamos confiar, para formar nuestra propia organización y pactar un plan para que mi collar esté a salvo aunque terminen conmigo. Necesitamos asegurarnos de que nadie pueda hacer uso malicioso de esa tecnología tan fuerte en nuestra contra hasta que nosotros aprendamos a usarla a nuestro favor.

—No permitiremos que caiga en manos equivocadas —menciono—, ¿pero como sabremos en quién confiar?

—Gafitas —responde él sin ningún tipo de cuestionamiento—. Él tiene la clave.





















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