Una corte de Estrellas y Liri...

Por mirai155

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Lea era una mujer normal. Hasta que despertó en un nuevo mundo. Mientras busca respuestas a todas sus incógn... Mais

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Especial de Navidad y Año Nuevo
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19

Capítulo 8

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Por mirai155

Capítulo 8

Lea

Una semana había pasado desde la noche del Solsticio de Invierno en la Corte de las Pesadillas.

A continuación de que Eris desapareciera de mi vista y Cassian se pusiera a mi lado como un perro rabioso, Rhys tuvo que intervenir para tranquilizarlo. No dejaba de mirarme de arriba-abajo, rastreando cualquier signo de algo fuera de su lugar, como si en esos minutos bailando Eris me hubiera puesto la mano encima para algo más que bailar. He de admitir que ver así a Cassian fue...divertido y estresante a partes iguales. Estuve muy muy cerca de darle un golpe en la cabeza cuando siguió inspeccionando todo mi cuerpo, me puso muy nerviosa y no en el buen sentido.

Más tarde comprendí por qué estaba tan paranoico con el hecho de haberme dejado sola con el fae de cabellera rojiza. Resulta que tenía muy buenos motivos para preocuparse, el historial de Eris con ellos no era el que uno llamaría perfecto y agradable. Y aunque no me gustó ni un poco las cosas que me contaron, decidí darle un voto de confianza a Eris. Aquellos sucesos pasaron hace años, quise pensar que tal vez él había cambiado, o que estaba en proceso. Después de todo, yo conocía al Eris actual, no al que ellos describieron. ¿Me hace esto ingenua? Tal vez. ¿Estúpida? Puede. Sin embargo, prefería juzgar las cosas por mi misma.

Eris no me había tratado mal. ¿Que le pegaría más de una hostia por hablar mal de Cassian? Seguro, sin dudarlo. Lo pondría en su lugar las veces necesarias. Pero a mi personalmente no me había hecho nada malo. De hecho, hasta me invitó a su Corte. Cosa que cuando se lo conté a los otros, parecieron muy sorprendidos...y no en el buen sentido. Elain palideció, Mor casi se atraganta con su copa de vino, Feyre sonrió muy incómoda; Nesta directamente miró en otra dirección. Azriel...como siempre no dijo nada, más las sombras a su alrededor se oscurecieron, Rhys...tampoco dijo nada, si llegó a pensar algo no lo dijo en voz alta. Y Cassian, bueno, parecía estar a punto de encerrarme en una jaula.

Cuando la fiesta terminó, fue Azriel el que me llevó con él a la casa de la ciudad. Hablamos un poco para mi sorpresa, ya que tras lo sucedido con Eris parecía que tampoco estaba de muy buen humor. Me preguntó que me había parecido la Ciudad Tallada y si me lo había pasado bien.

Honestamente, fue mejor de lo que pensé que sería. Tal vez el ambiente era un poco tenebroso y con un ligero hedor a muerte, no obstante no ví que le sacaran la cabeza a nadie ni sesos esparcidos por el suelo así que lo consideré un triunfo. Es cierto que al llegar con Mor sentí varias miradas. Miradas que te helaban la sangre y te subía la bilis por la garganta porque sabías que no traían nada bueno. Eran ojos y susurros que prometían todo tipo de horrores, dolor y una agonizante muerte.

Desgraciadamente para aquellos faes, yo estaba fuera de su alcance. Sobre todo cuando me vieron bailar con Azriel. Cuando terminamos de bailar, apenas me dirigían la mirada, como si tuvieran miedo de ser víctimas de Azriel si cometían la estupidez de siquiera dirigir un suspiro en mi dirección. Fue algo satisfactorio.

Y ahora, una semana después, estaba sentada en la mesa del salón llena de tinta otra vez. Maldije por lo bajo mientras mis dedos volvían a ensuciarse con la tinta fresca. No estaba acostumbrada a estas plumas con las que si no lo ponías en una buena posición, la tinta se desbordaría. Además de que no estaban Cassian o Azriel para ayudarme, tenían que hacer no sé qué en las montañas Ilyrias. En su lugar, me dejaron un papel lleno de oraciones para que las escribiera y el libro de la última vez para que tratara de leer el capítulo dos.

Sentía que acababa de volver a nacer y no sabía hacer algo tan básico como leer y escribir.

Cassian intentaba animarme diciendo que iba mejorando bastante rápido, sin embargo lo había visto aguantando la sonrisa cuando le enseñaba lo que escribía. Mi letra era horrorosa. Debía darle el mérito de no reírse porque si yo hubiera sido él, me dolería el estómago de tanta carcajada.

Lo único bueno era que comenzaba a poder entender el idioma natal de Prythian. Me costaba claro, pero si me hablaban lento y con frases sencillas era capaz de comprender. La pronunciación era lo que mejor llevaba, no me gustaba presumir, más siempre fui buena para imitar el habla después de escuchar unas cuantas veces las cosas.

También descubrí que Amren conocía mi idioma natal desde hacía siglos. Quise preguntarle cómo y por qué...sin embargo no lo hice. Tal vez era mejor así. Cuanto menos hablara de mi mundo, mejor. No sabía si iba a volver, si quería volver. Era más fácil no echar de menos las cosas con las que crecí si no pensaba en ello ni nadie me lo recordaba.

—Joder.— Gruñí al leer las frases que Cassian me había dejado como "deberes."

Cassian es el Ilyrio más guapo de Prythian.

Cassian es el mejor Comandante.

Lea es la mejor humana de Prythian.

Azriel es un amargado.

Eran las frases más ridículas que había leído en mi vida. Y aún así no pude contener la risa. Sólo a él se le ocurrirían estas oraciones tan tontas.

Comencé a escribirlas en un papel aparte, uno limpio y sin gotas de tinta que arruinaban la presentación. Esta vez, me esforcé el doble, tratando de escribir con una buena letra y que se entendiera con claridad, no como las veces anteriores que apenas eran legibles. Por mucho que Cassian trataba de animarme diciendo que a él le gustaba mi letra, sabía que sólo lo decía por amabilidad.

Cassian es el Ilyrio más guapo de Prythian.

La escribí cuatro veces. La siguiente mejor escrita que la anterior desde mi punto de vista. Quería mejorar y no conformarme con que se entendiera. Sí, sonaba como una de esas perfeccionistas pero no me importaba.

Siendo honesta, se me hizo eterno. Sobre todo la frase que ponía mi nombre, cada vez que la leía rodaba los ojos. Tenía que preguntarle a Cassian por qué demonios había escogido estas oraciones en vez de otras. Respiré profundamente y seguí escribiendo y escribiendo...

***

Aspiré el aroma dulce pero aromático del té de hierbas que estaba en la taza de cerámica entre mis dedos con puntas azules por la tinta. No había podido quitar del todo la mancha, probablemente se iría con los días.

Presioné mis labios en el borde de la taza blanca con patrones florales y le dí un sorbo al líquido caliente de color ámbar. Su sabor dejaba un regusto ligeramente amargo después de tragar, cosa que amaba. La verdad es que estando así, me sentía bastante en paz. Sentada en un sillón cómodo con preciosas vistas a Velaris y el río Sidra a lo lejos, brillando por el reflejo del sol en sus cristalinas aguas.

"Podría acostumbrarme a esto" Consideré mientras miraba por la ventana.

Hasta que el crujido de la puerta principal abriéndose llamó mi atención. Rápidamente me levanté del sillón, con la taza en mi mano. Los nervios me invadieron. No eran Azriel o Cassian, ellos siempre llegaban volando al balcón, en todo lo que llevaba viviendo con ellos nunca entraron por la puerta. Bueno, Azriel al menos. Cassian solo venía de vez en cuando ya que él vivía en la Casa del Viento.

Era la primera vez que me quedaba sola en la casa. Azriel había confiado en mí, lo suficiente para saber que no haría estupideces y que ya era lo suficientemente digna como para cuidarme sola unas horas. Miré fijamente el pasillo, los pasos se acercaban cada vez más. "¿Debería tirarme por la ventana?" Pensé en un ataque de nervios, mis ojos viajando a esta. Traté de calcular la distancia de la ventana al suelo y si me moriría en el intento. Ya estaba a punto de correr hacia la ventana, sin importarme nada más cuando el sonido de una vocecita me sacó de mi paranoia.

No, no era una vocecita. Era el sonido de un bebé, cuando son tan pequeños que sólo balbucean o lo intentan.

La figura femenina de Feyre, vestida con unos pantalones sencillos y una camiseta ancha azul oscura apareció bajo el marco de la puerta. Y en sus brazos cargaba a un...bebé. Un niño de piel bronceada clara. Su cabello, el poco que tenía, era de color negro oscuro, igual al de su padre. En su espalda, noté un par de alas de Ilyrio en miniatura. Parecía que se romperían al mínimo roce. Se me hacía levemente familiar.

No podía quitar los ojos del niño.

—Lamento la intrusión.— Feyre sonrió cálidamente mientras se acercaba con el niño en sus brazos. —Espero no molestarte.—

—Para nada.— Rápidamente negué. Después de todo, esta casa era tanto suya como de Rhysand. Yo sólo era una mera invitada. Lentamente dejé la taza en la mesita, mis ojos fijos en el bebé. Ahora que estaba cerca, podía ver su rostro. Un hermoso rostro para ser un bebé; cuando abrió sus ojos, noté lo azules que eran y cómo parecían brillar con las estrellas. —Es...—

—Mi hijo y el de Rhys, Nyx.— Una sonrisa cruzó mi rostro y el bebé me miró. ¡Era el mismo que el del cuadro que Feyre le dió a Rhys en el Solsticio de Invierno!

—Hola Nyx.— Susurré. —Es un placer, soy Lea.— Entonces, para mi sorpresa, Nyx estiró su pequeña manita de dedos gorditos en mi dirección. Un increíble sentimiento de ternura me invadió y acerqué mi dedo índice, el cual agarró. Yo nunca había sido buena con los niños, sin embargo...incluso en mi ignorancia en cuanto a bebés, noté que este era especial.

—Le gustas.— Dijo Feyre, mirando a su hijo. El amor desbordándose tanto en sus ojos como en su voz y en la manera que lo cargaba.

—Es precioso.— Miré a Feyre, esperando que la sinceridad en mi voz y mirada fueran claramente transmitidas. Ella sonrió en respuesta, una sonrisa brillante y feliz.

—Gracias.—

Ambas nos sentamos en uno de los sofás y le serví una taza de té. Azriel me había enseñado donde estaba todo y aunque aún me costaba aprenderme los lugares, las tazas las tenía muy localizadas.

Feyre pareció sorprendida cuando le dió un sorbo al té, parecía ser que era uno que su hermana Elain le había regalado a Azriel, con propiedades mágicas sanadoras. Me sentí mal al saberlo, Azriel dijo que podía beberlo pero si era un regalo importante no quería malgastarlo. Además, era obvio que algo pasaba entre ellos.

—Rhys me ha dicho que hoy te quedarías sola y quise venir para hacerte compañía.—

—No era necesario, pero agradezco mucho la intención.—

—No te mentiré.— Feyre sonrió con un poco de culpabilidad. —También quería que conocieras a Nyx.—

No hizo falta que dijera más, entendía las palabras implícitas detrás de su sonrisa culpable. No me lo habían presentado antes por motivos personales, tal vez ni siquiera pensaban hacerlo. Yo había aparecido aquí sin una explicación y ellos parecían ser unos padres muy protectores; ante un posible peligro yo también habría dudado en exponer algo tan preciado como mi bebé.

—Lo entiendo Feyre, de verdad. No pasa nada.— La tranquilicé, sonriéndole suavemente.

—Nyx nació hace 5 meses. Siendo honesta, fue muy difícil, pasaron muchas cosas horribles. Después de eso Rhys se volvió algo estricto con la protección a nuestro hijo, y yo también la verdad. Así que...después de hablarlo largo y tendido decidimos presentártelo.— Su voz tembló un poco mientras hablaba, así que intuí que lo que quiera que sucediera en ese momento, fue algo realmente duro.

—Entiendo. Pues agradezco mucho el voto de confianza Feyre, de verdad.— Puse la mano sobre la suya lentamente, ella la apretó en respuesta.

No había hablado mucho con ella, sin embargo desde el primer momento fue muy amable y dulce conmigo. Esperaba poder acercarme más a ella con el tiempo. Además...parecía tan joven, no le daba más de un par de años más que yo. Y sin embargo su presencia era fuerte, una hembra poderosa y sabia.

—Cambiando de tema, Cassian me ha dicho que estás aprendiendo a escribir.— Asentí con la cabeza, alejando mi mano de la suya.

—Así es. Me resulta algo complicado pero poco a poco creo que voy mejorando. Solo que...— Feyre me miró curiosa. —Las frases que Cassian me manda a escribir son...ridículas.—

—¿Puedo verlas?— Me levanté del sofá y fui a la mesa, agarrando el papel en el que había copiado las frases. Se lo dí y en cuanto ella lo leyó, soltó una carcajada. —¿Cierto que lo son?—

—Mm...Supongo.— Algo en los ojos azules de ella brillaron. Añoranza y cariño. Parpadeó y desapareció. —A mi me resultan familiares. Creo que sé quién le dió la idea.—

—¿En serio? No me imagino quién más tendría tal carácter egocéntrico aparte de él.— Murmuré con confusión.

—Te sorprenderías.—

***

En cuanto Feyre y yo nos pusimos a charlar, el tiempo simplemente pareció volar. Los minutos se convirtieron en segundos, las horas en minutos... Hablamos de todo y de nada.

Hasta ahora no me había dado cuenta de lo agradable que era tener a alguien que sí había sido humana y entendía mis miedos; mi sentimiento de no pertenecer a ningún lado y de que en un segundo, la vida podría esfumarse entre mis dedos a comparación de ellos, que parecían eternos y bellos. Seres poderosos e inmortales.

Feyre me contó resumidamente su historia. Noté que no quiso detallar demasiado su experiencia cuando aún era humana y su estancia en la Corte Primavera, antes de que descubriera Velaris y conociera al círculo interno de Rhys, antes de conocer a su familia.

Mencionó por encima a Eris, según ella no era malo pero tampoco alguien de plena confianza, al menos no aún. Al parecer tenía sus motivos para comportarse como un capullo de primera.

Hablamos de los seres mágicos en Prythian también. Habían muchos, difícilmente pude memorizar los nombres y sus descripciones, simplemente me quedó claro que eran horribles y muy peligrosos si no sabías enfrentarlos correctamente. Sobre todo ese Attor...claro que gracias a Feyre no había ninguno vivo. Escuchar eso fue un gran alivio a decir verdad. Si era tan temible y malo como contaba, sé que de haber sido ella, yo habría muerto en menos de 5 segundos. De hecho, pensándolo bien, era un jodido milagro que en mi primer día aquí, cuando caminé por el bosque, no me encontrara ningún ser que me arrebatara la vida al dar los primeros pasos.

O tenía mucha suerte...o no era lo suficientemente jugosa para ellos.

—Y...¿Cómo era tu vida antes de...despertar aquí?— Preguntó con cautela, sus ojos miraban fijamente cualquier rasgo de incomodidad en mis facciones. Bueno, esto lo veía venir.

—Nada increíble ni similar a esto, te lo aseguro.— Sonreí un poco. —En mi mundo la magia no existe, alas, inmortales, estos seres de los que me hablas...No son más que fantasías.—

—¿Cuántos años tienes?—

—21.— Feyre pareció sorprendida.

—Eres sólo un año más joven que yo.— Fue mi turno de sorprenderme. Sabía que ella no aparentaba mucho más que yo pero no me hubiera imaginado que nuestra edad estuviera tan cerca.

Y sin embargo, no podíamos ser más diferentes.

Ella ya tenía compañero, hijo...una Corte entera que gobernar. Era poderosa e indomable. Yo en comparación, era una simple humana que lo único que le sobraba era autocompasión. Apenas podía correr sin tropezarme y caerme de bruces contra el suelo.

—Veo que te llevas muy bien con Azriel.— Feyre dijo tras unos segundos de silencio. Creo que cambió de tema porque notó mis pensamientos intrusivos. Agradecí el gesto.

—Me cae muy bien. Sigue siendo tan misterioso como el primer día y con una expresión que apenas dice algo, en ocasiones amargado pero sí, es un amor de...inmortal.— Sentí mi cuerpo relajarse y la sonrisa de Feyre se ensanchó.

—Creo que a él también le caes bien, aunque no lo diga. Como ya habrás notado, lo suyo no son las palabras.— Asentí con la cabeza y por unos instantes mis ojos fueron a Nyx, estaba durmiendo plácidamente cerca de nosotras. Tumbado en una esquina del sofá y rodeado de almohadas para evitar que se cayera. —A decir verdad, cuando lo conocí sentí un poco de miedo, por sus sombras. Eran intimidantes.— Volví a mirarla, sorprendida por sus palabras. Sin embargo la comprendía, Azriel podía ser muy intimidante la primera vez y sus sombras arremolinadas a su alrededor no ayudaban mucho. A eso había que añadirle el hecho de que apenas sonreía, así que su imagen era la de un macho intimidantemente guapo. Fue ahí cuando caí en cuenta de algo...

—Sé que esto va a sonar mal, sin embargo, sé que no soy la única que ha notado la extraña dinámica de Azriel y Elain. ¿Qué está pasando ahí?—

—Te has dado cuenta, ¿eh?— La miré con una expresión irónica. La extraña tensión entre ellos se olía a kilómetros. —Bueno, es complicado.— Se mordió el labio, como dudando en si debería hablar de este tema. —Digamos que mi hermana y él no pueden ser completamente honestos con el otro por factores externos. Si quieres saber más, tal vez deberías preguntarle a Azriel. Aunque es gracioso, pensándolo ahora, cuando lo conocí también había una dinámica similar.— Feyre soltó una risita, recordando. Yo simplemente la miré con curiosidad más no dije nada, después de todo no quería meter aún más mi nariz en asuntos ajenos.

Nos quedamos unos minutos en silencio. Yo metida en mis pensamientos (cosa que últimamente hacía mucho y no para crear escenarios ficticios) y Feyre miraba a Nyx, acariciando su cabecita mientras dormía.

Francamente el asunto de Azriel me llamaba la atención, y no por los motivos adecuados. Era mi alma entrometida la que quería enterarse de cada noticia jugosa. En mi defensa diré que es porque aparte de aprender a escribir no tenía mucho más que hacer y Azriel...bueno, supongo que podría considerarlo un amigo, no del alma pero amigo, era el único a mi alrededor que no estaba emparejado y parecía tener cosas interesantes que contar. Por ejemplo las marcas en sus manos. Claro que ese definitivamente debía ser un tema muy sensible del cual mantendría mi curiosidad lejos hasta que alguien, o él mismo, quisiera contarme.

—Discúlpame Lea, pero...¿podría hacerte una pregunta? Ya que estamos en el tema.— Feyre me sacó de mis pensamientos y a su pregunta simplemente asentí con la cabeza, mirándola. —Tu, en tu mundo por supuesto, ¿has estado con...alguien? Románticamente.— Parecía un poco avergonzada, cosa que me hizo gracia. Por primera vez desde que la conocí parecía más humana y una mujer de mi edad.

—No.— Negué con la cabeza, hablando suavemente. —¿Me he enamorado? Sí, pero jamás llegó a nada. En cuanto a relaciones sexuales...podrías decir que soy virgen.— No me daba vergüenza hablar del tema, siempre había tenido exceso de confianza en cuanto al sexo. No me parecía algo de lo cual una debe sentirse avergonzada, la sexualidad era normal. Considerarlo un tema tabú me parecía tonto, bueno, al menos en mi mundo. Aquí no sabía cómo lo manejaban.

—Entiendo. ¿Malas experiencias?— Noté que intentaba abarcar el tema con suavidad, como si tuviera miedo de espantarme. Que mona.

—Nada traumático.— Respondí rápidamente para tranquilizarla. —Creo que simplemente no estaba lista y él no era...bueno, sonará cursi pero no sentía que fuera el indicado.—

—No es cursi, es normal. A decir verdad, ojalá yo también hubiera pensado así en su momento. Pero yo era distinta en ese momento, con demasiados problemas a mi alrededor como para detenerme y recapacitar. No es que me arrepienta, lo hecho, hecho está.—

—Que no todas pensemos igual o lo vivamos de diferentes maneras no significa que una sea mejor que otra. O que tengamos que arrepentirnos. Los humanos cambiamos constantemente, de hoy a dentro de 6 meses, no seré la misma. Y no porque la yo del futuro piense que debería haber actuado de otra forma, significa que fue un error y debería lamentarme. Y no sólo con el sexo, sino con todo tipo de cosas.— No sabía si los Faes eran como los humanos en ese aspecto, sin embargo desde mi perspectiva, no éramos tan distintos. Sin contar los poderes y la belleza deslumbrante claro.

—Tienes razón. Tendemos a reprocharnos las cosas a nosotras mismas cuando lo rememoramos y tal vez simplemente deberíamos aceptar que en ese momento se sentía correcto hacerlo, vivirlo y sentirlo.— Sonreí y asentí. Vaya, esta había sido la conversación más terrenal que había tenido desde que llegué a Prythian.

Feyre y yo estuvimos hablando otro rato más, demasiado enzarzadas en nuestra charla como para darnos cuenta de que ya era bastante tarde. Específicamente la hora de comer. Nyx comenzó a llorar porque tenía hambre y fue ahí donde caímos en el hecho de que el sol brillaba en su punto más alto del día.

Pensé que al ser la hora de comer, Feyre se iría, sin embargo me sorprendió preguntándome si no me importaba que comiéramos juntas. Me encantó la idea, después de todo estaba sola y tampoco tenía nada más que hacer. Era preferible tener una conversación agradable en la hora de la comida que comer sola con mis pensamientos.

Así que mientras ella le daba el pecho a Nyx yo fui a la cocina para ir sacando ingredientes. No tenía ni idea de qué podíamos hacer pero afortunadamente en esta casa la comida parecía no agotarse hacía que no debíamos preocuparnos de no tener suficientes alimentos para las dos. Al contrario, había para alimentar a una familia entera.

Cuando Feyre terminó de alimentar a Nyx, ambas nos pusimos manos a la obra en la cocina. Durante todo el rato que estuvimos ahí metidas, las risas no faltaron y hacían eco por el resto de la casa.

***

Hola, hola. Otra semana, otro capítulo. 

No voy a mentir, el de hoy es tranquilo y un poco más cortito. He querido aprovechar para presentar a Nyx y que Lea y Feyre se conozcan un poquito más. Como habéis podido notar, esta vez nuestro Cassian no ha hecho aparición...pero no os preocupéis, él siempre vuelve JAJAJA. 

Muchas gracias por vuestro apoyo, ¡ya casi son 300 leídas! Siendo sincera, no creí llegar tan lejos. Espero que os esté gustando leer esta historia tanto como yo adoro escribirla. 

Ahora, nunca me ha gustado eso de pedir votos y demás, pero amaría leer vuestros comentarios. Ya sea porque os gusta, alguna que otra opinión... lo que sea lo aceptaré con los brazos abiertos (menos el hate). 

Gracias por todo y nos vemos la próxima semana. 

¡Besitos!

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