No acercarse a Darek

By MonstruaMayor01

435K 52.4K 10.1K

Meredith desde que tiene uso de razón, conoce la existencia de Darek Steiner, aunque ha estipulado una regla... More

Sinopsis
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Adelanto
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Carta recibida por Darek
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Adelanto
Conociendo a Darek
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 22
Capítulo 23
¿Crees en los monstruos?
Adelanto
Capítulo 24
Capítulo 25
Adelanto
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Dae
Capítulo 30
La chica
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Piano, sangre y amor
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Adelanto
Capítulo 38
Un pasado marcado
Capítulo 39
Ese «te quiero»
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
NOTA
El cerezo
Capítulo 43
Capítulo 44
Ajedrecista
El villano
Capítulo 45
Antes de todo
Capítulo 46
Capítulo 47
Ella
Capítulo 48

Capítulo 21

5.4K 790 115
By MonstruaMayor01

—¿Ahora qué vamos a hacer?

Sentados en la banca, afuera de la preparatoria, después de un intenso día de clases, Éber termina de rematarlo con esa tajante pregunta a la que no le consigo una respuesta concisa.

Durante lo que ha restado de día, mis amigos y yo hemos intentado continuar como si nada hubiese ocurrido, por una parte, para no levantar sospechas y por otra, y más importante, para no afrontar que nos estamos metiendo cada vez más en un misterio que despierta en cada uno de nosotros un miedo desconocido.

—¿Y si hablamos con nuestros padres? —plantea Abril al tiempo que le echa una mirada a Éber.

A mis padres no les importó ni que me haya escapado de casa, ¿les importaría algo como esto?, me cuestiono para mis adentros.

—Mi madre está ocupada conociendo uno que otro hombre —dice Éber —, por supuesto que no le interesará saber que su hijo recibió una extraña carta.

A diferencia de mí, él no se queda callado y dice justo lo que piensa.

Echo un mechón de cabello detrás de mi oreja.

—Tampoco creo que sea lo más conveniente —hablo al fin —, no sabemos si esto pueda afectarlos a ellos también.

Hago mi mayor esfuerzo por no dejar al descubierto lo abandonada que estoy por mis progenitores, es lo mejor que puedo hacer para este punto. Además, de que hay algo de lógica en lo que digo: no sabemos a lo que nos enfrentamos.

—Pues, lo que sea que debamos hacer, tendremos que hablarlo por WhatsApp. Hay viene tu bus, Mer —indica Éber, señalando con la cabeza el vehículo que se estaciona en la parada.

Muevo la mirada a lo que él apunta y me coloco de pie.

—Adiós, chicos —me despido de ellos, pero de pronto un extraño sentimiento de desasosiego me invade, produciendo que toque a Abril con la mirada y rebote de inmediato en Éber. Mi voz sale casi sofocada al agregar: —Cuídense mucho.

Antes les había pedido que se cuidarán, mas ahora suena como una súplica desesperada.

Abril me responde con una bonita sonrisa.

—Tú también.

—Si muero, no vayas a dar un discurso triste en mi funeral, mejor habla de lo genial que fui —comenta Éber, noto la intención de hacerme sentir menos intranquila y lo logra.

Le doy una palmada amistosa en el hombro.

—Hablaré sobre tus ronquidos y tu rara costumbre de hablar solo cuando nadie te ve —concluyo y me pongo a andar con dirección al autobús.

Hago una pequeña fila en la puerta del bus y una vez es mi turno de subir miro por encima de mi hombro y advierto una presencia detrás de mí, una que no necesito ni ver para saber de quién se trata. Darek se encuentra a mis espaldas, con su imponente estatura que eclipsa la mía. Su mera presencia es tan pasada que llena el espacio a su alrededor de un aura palpable, como si estuviera tejiendo un hechizo sin decir una sola palabra.

Me pongo bien erguida a la vez que enderezo mi cabeza. Cada paso que doy con Darek siguiéndome resuena bajo mis pies, y de paso en mis sienes. Me las arreglo para llegar a mi respectivo asiento. Apenas me hundo en mi lugar, Darek se sienta a mi lado.

—El trabajo de filosofía, lo haremos hoy —informa sin darme tiempo de coger aire.

Mis ojos se dirigen de forma automática hacia él. Sus perspicaces pupilas ya se hallan enterradas en mi rostro sin darle tregua a nada que no sea su exigencia.

—¿Qué? —es la pregunta que salta de mi boca sin darme tiempo de reprimirla.

Observo su expresión, intentando leer algo en ella, pero nada, Darek sigue siendo un libro cerrado para mí. De mala gana se pasa una mano por su ya herido rostro, al parecer esto no le causa dolor, ya que no hace ninguna mueca.

—Lo haremos en mi casa —agrega, ignorando mi pregunta por completo.

No, ni loca voy a ir a su casa cuando está sucediendo todo esto de las cartas. No puedo confiar en nadie y menos en Darek Steiner.

—No.

Tras soltar esto me humedezco los labios y aludo su mirada. A pesar de que no lo veo, logro sentir su ceñuda expresión arrojándose sobre mi perfil.

—¿Qué?

La voz se le torna más ronca y un rastro de incredulidad se filtra en ella.

Clavo la vista en la ventanilla ubicada al lado de mí y por un segundo miro el paisaje que se vislumbra del otro lado del cristal. No me había dado cuenta, pero ya el autobús avanza por la carretera que nos conduce a nuestras respectivas paradas.

—No voy a ir a tu casa —digo al cabo de un momento.

—Muy bien, entonces vamos a la tuya.

Una alerta se enciende en mi cabeza en cuanto su respuesta llega a mi oído. No puedo evitar volverme para mirarlo y tan pronto choco con sus ojos, siento que algo afilado se va incrustando en mi garganta. Dios, él no puede ir a mi casa y darse cuenta de la pésima relación que tengo con mis padres.

¿Y si papá hace un comentario de mi acné? ¿O mamá está ebria?, pienso.

—No. —Trago saliva —. No podemos ir a mi casa.

—Decídete ya, porque estamos a punto de llegar a mi parada y si no me bajo voy a ir a tu casa —ordena. —¿Tu casa o la mía?

—Podemos ir a una cafetería —busco otra opción.

—No me gustan esos lugares.

A la mierda.

—¿Tu casa o la mía? —insiste.

Apuesto los dos dólares que tengo en mis bolsillos a que mis ojos en este instante se encuentran desorbitados, al igual que lo están mis pensamientos. Para agravar mi estado, el característico sonido de los frenos de bus inunda nuestro entorno y me topo con que ya estamos en la parada en la que se debería bajar el chico sentado a mi par.

—Es que... —Hago una pausa y a ella la siguen las puertas del vehículo cerrándose.

—Entonces, vamos a tu casa —concluye él al dejar de mirarme y poner su atención al frente.

El chofer sigue con el curso de su trayecto sin tener ni idea de que al hacerlo provoca que mi garganta se vaya cerrando. Me veo con las manos alrededor de mi mochila, apretándola con suma fuerza.

—Oye, yo creo que cada uno debería hacer su parte por separado —me atrevo a decir en cuanto soy más consciente de mi realidad —. Y luego los juntamos.

Si mirarme, sonríe sin esfuerzo. «No haré eso por nada del mundo», parece decir su gesto.

—No me conoces ni en lo más mínimo —comenta —. Antes de hacer eso prefiero perder todo el año escolar.

Por Dios, es un simple trabajo.

—No, definitivamente no te conozco.

—Como sea, hoy debemos acabar con eso y lo haremos en tu casa.

Por un segundo se me cruza por la cabeza hacer como que no tengo casa, no sé llevarlo a uno de esos túneles abandonados que hay al otro lado del pueblo y ponerme a llorar al contarle una trágica historia de mi familia. Pronto recuerdo que en este pueblo todo se sabe y abandono esa patética idea.

—Pues, mi casa no es la gran cosa —es lo que termino por decir.

Se encoge de hombros y apoya su cabeza en el respaldo de su asiento.

—No me importa, voy a estudiar no a ser juez de un concurso de casas.

Él no se dará por vencido, de eso ya estoy convencida.

Aunque pensándolo bien es una mejor opción ir a mi casa que haber ido a la suya, en la mía aunque sea puedo gritar por ayuda si es que me va a hacer algo malo.

Tras unos minutos en los que viajamos en completo silencio, le hago una indicación con la mano.

—Llegamos a mi parada —digo.

Se pone de pie, cuelga el bolso sobre su hombro y para mi sorpresa deja que yo salga primero y él me sigue. Con mis pies ya sobre la acera me vuelvo para mirarlo de soslayo y noto que guarda una distancia entre los dos de al menos cuatro pasos. Para mí eso es un gran respiro.

—¿Desde cuándo vives en este vecindario? —me pregunta de repente, quebrando el silencio que se ha instalado entre los dos.

Pese a que voy delante de él logro distinguir que recorrer nuestro alrededor con su vista. Es de admitir que su pregunta me toma por sorpresa. ¿Por qué pregunta algo como eso?

—Desde siempre —contesto brevemente.

—Umm, eso suena tan emocionante —el sarcasmo impregna cada una de sus palabras.

Me molesta el tono en que lo dice; sin embargo, aprieto mis puños, haciendo mi mejor esfuerzo por no ponerle atención. Lo miro de reojo y atisbo a ver que sonríe de forma irónica.

—Tan emocionante como tu vida —agrego con la intención de hacerlo molestar, pero como ya es común en él, no se molesta y ríe.

—O como la tuya antes de conocerme.

Me detengo en seco con lo último que dijo repitiéndose en mi cabeza. Una gota de ácido parece salpicar mi paciencia y empezar a corroerla. Me giro sobre mi eje, clavando mis ojos en los suyos.

—¿Disculpa?

A la tenue luz de la tarde, su lacerado rostro se mira mucho más iluminado y el color de sus ojos mucho más intenso. Él no frena sus pasos y camina hasta pararse delante de mí.

—Debes admitirlo, Meredith, tu vida empezó a ser emocionante gracias a mí.

Suelto una risa a la que no busco contener.

—Deja decirte algo —hablo aun arrastrando una risita —, el psicólogo al que estás viendo te está robando.

Se guarda las manos en los bolsillos de su pantalón sin perderme de vista.

—Ah, sí, ¿por qué lo dices?

—Porque estás mal de la cabeza.

Sus ojos brillan al recibir mi acusación. Me mira fijamente mientras un lado de su boca sube.

—¿Eso es lo que piensas de mí? Que estoy mal de la cabeza —responde con voz suave, pero cargada de algo más que no consigo descifrar.

De pronto, mi corazón empieza a latir con una velocidad descomunal, y aunque mis palabras ya han salido, el tamaño de ellas empieza a asentarse en mi mente. Y eso no es lo único que me perturba, sus ojos también lo hacen, tan profundos y atestados de un brillo que por un momento me desnuda emocionalmente.

—Ya-ya olvídalo.

Sin perder tiempo da un paso adelante, acortando la poca distancia entre los dos. Sus rasgos se vuelven más nítidos a la vista, dejando al descubierto una expresión de seriedad y dureza por toda su cara. Y por primera vez desde que lo conozco, siento un gran impulso de acariciarle las mejillas, esas en las que yacen distintas cortaduras.

—Dime, ¿qué te hace pensar que estoy mal de la cabeza?

Quiero retroceder y no sentir que su cuerpo está a milímetros de tocar al mío, no obstante, mis piernas no me obedecen y mis ojos no hacen otra cosa que buscar los suyos.

—Todo.

El viento susurra entre los árboles. De repente estoy sumergida en él y el magnetismo de su presencia.

El brillo en sus ojos se torna algo opaco, al tiempo que una nueva sonrisa juguetona se dibuja en su rostro.

—Tal vez tengas razón. Tal vez mi cabeza esté algo trastornada, pero debes saber que tú eres una las razones por las que estoy así.

Las rodillas me tiemblan, aun así me mantengo en pie, sosteniéndole la mirada.

—¿Qué?

Un destello desconocido pasa por sus ojos antes de responder:

—Meredith, tú haces que me cuestione todo lo que creía saber sobre mí mismo y eso... me enloquece.


Continue Reading

You'll Also Like

406K 30.5K 35
El diablo es real. Y él no es un hombre pequeño de color rojo con cuernos y cola. Él puede ser hermoso. Por que él es un ángel caído, y solía ser e...
47.3K 4.3K 23
Becky llega a la Universidad con su novia friend Y le toca sentarse con freen Qué es una chica interosexual Y tiene fama De usar a las chicas pero po...
331K 16.3K 48
Una historia que promete atraparte desde el principio hasta el final. Camila es una chica humilded, Ignacio Besnier es el heredero de un imperio empr...
477K 1.5K 3
Cuando el cáncer llega a tu vida, lo arrasa todo Pero ¿y si no es a ti a quien ataca? Alice, Roberto, Liam y David tienen frente así un nuevo y aterr...