Entre Marzo Y Agosto✨ [TERMIN...

By Rosiewhis

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El deseo de Klainy de olvidar a su primer y único amor, se cumple de una manera inesperada. Destruyendo su re... More

Presentación+Aclaraciones.
C E R O✨🌷
U N O✨🐰
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T R E S✨😸
C U A T R O✨🙈
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S E I S✨🙊
S I E T E✨💗
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C A T O R C E✨🌲
Q U I N C E✨🌻
D I E C I S É I S✨🐻‍❄️
D I E C I S I E T E✨😽
D I E C I O C H O✨😼☝️
D I E C I N U E V E (Final)
Entre agradecimientos y otras cosas aburridas.

V E I N T E (Epílogo)

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By Rosiewhis

No es mucho, pero es trabajo honesto😔
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Daniela aferró las uñas en una caja polvorienta que estorbaba en su camino a la ventana del ático. La oscuridad le erizaba la piel y el olor a guardado le traía millones de memorias de cuando jugaba con su prima. El polvo le producía irritación ocular y unas enormes ganas de estornudar.

Su hermano menor apuntaba en su dirección con la linterna de su teléfono. Sus ojos verdes, heredados por su madre, estaban pendientes de cada movimiento suyo, a la espera de que si un bicho la pícara, ir a ayudar. Su cabello negro apuntaba a todos lados, cosa que a su hermana irritaba, así que después de quitar las cajas, le pasó una mano por el cabello.

—¡Déjame! —gritó Teddy al darle un manotazo a su hermana—, me vas a dejar como al abuelo.

La pelirroja esbozó una sonrisa y sin prestarle atención fue a la ventana para dejar a la luz del sol iluminar el lugar.

—¿Estás segura de lo que hay aquí? —cuestionó el menor con una mueca al tocar algo con la punta de su zapato—, se ve como un basurero y te puedo apostar que fue por culpa de mamá.

Daniela estornudó y pestañeó un montón de veces.

—Ya te lo dije con Winnie solíamos jugar aquí de pequeños —afirmó con una sonrisa al empezar a revisar las cosas.

—Imaginate, ya Winnie está en la universidad —señaló al cruzarse de brazos. Las ganas de irse a dormir le provocaban el mal humor, pero no podía permitirse dejar a su hermana y menos en un lugar así de sucio.

—Sip, ella hacia las mejores casas —señaló Daniela hacia un lugar abandonado donde un montón de juguetes amontonados llamaban la atención—, creo que habían un par de luces que ella usaba.

Teodoro aburrido, no encontró más remedio que husmear en las cajas antes apartadas. La caja tenía escrito en una caligrafía apenas entendible «Viaje en el tiempo», lo que incitó en Teodoro un ceño fruncido y una nariz roja por la cantidad de polvo que contenía. Lo primero que observó cuando metió sus narices en la caja fue un álbum familiar, más viejo que su existencia, diarios y un par de pulseras y collares viejos.

«¿Está era la moda de antes?», se preguntó así mismo cuando colocó en su muñeca izquierda una pulsera con el nombre de Dylan escrita en letras cuadradas de color blanco.

Daniela por su lado conectó las luces de navidad y se cruzó de brazos ante la imagen de la nostalgia. Una sonrisa ladeada apareció en su delgado rostro.

—Dani, ven a ver esto... vaya las viejas se veían —mostró Teddy con asombro al ojear el álbum, su mano hizo el gesto inconsciente de acomodarse los lentes—, obviamente jóvenes.

Daniela se acercó y con la yema de sus dedos rozó la fotografía en que sus madres estaban retratadas. Lucian de al menos diez años, Heyde sentada en el suelo del algún porche con las manos afincadas en sus rodillas y la barbilla apoyada sobre sus palmas, asimismo Klainy con una mirada juzgaba a Heyde, su mandíbula apretada y la cara de un notorio rojo. Nadie hubiera imaginado que terminarían casadas y con dos hijos.

—Winnie me dijo una vez que mamá se llevaba horrible con mi mami —rememoró al sacar su celular y tomar una foto.

Teodoro encogió los hombros.

—Me los llevaré a mi habitación para echarles un ojo —avisó después de toser—, deberías apresurarte a buscar... lo que sea que estés buscando.

Daniela dio un giro sobre sus pies y empezó la búsqueda de ese diario que no había podido sacarse de la cabeza desde que era una pequeña.

—¿Qué mierda es un Justin Bieber? —cuestionó Teddy al desempolvar una revista—, ah, es un tipo.

Daniela encontró una caja plástica con un montón de cuadernos suyos de cuando iba al preescolar. En definitiva, su mami era una acumuladora compulsiva. Hojeo uno que otro, pero se aburrió al ver tantas notas de «La niña no termino la tarea porque le dio flojera».

En su defensa, era culpa de la maestra esa por poner tanta tarea.

Al fondo estaba ese libro de pajaritos en su portada y de lomo grueso. Como era de costumbre, lo abrazó y agradeció que no se hubiera perdido.

—En cada segundo me vuelvo más viejo —aseguró Teodoro al ver que su hermana todavía estaba de cuclillas y no se apresuraba para salir—, y ya sabes... no sé vuelve a tener doce dos veces.

Daniela se acercó a su hermano y lo ayudó a llevar la caja a su habitación.

La palabra «orden», es la que le pasaba por la cabeza cada que ponía un pie en su habitación, para ser un niño tenía un impulso para tener cada cosa en su lugar y ni hablar de sus arrebatos de control cuando alguien intentaba cambiar de puesto algo.

—¿Dónde la pongo? —indago Daniela al suponer que su hermano le arrancaría la cabeza de ponerla en su cama... o en su suelo si quiera.

—En la alfombra —señaló.

A Daniela se le hizo extraño que su hermano quisiera tener en su habitación algo polvoriento, según sabía él se ponía irritante cada que veía algo sucio.

—Esto está lleno de diarios —comentó Teddy al sacar uno con la portada hecha casi pedazos—, ¿Deberíamos pedir permiso para leerlos?

Daniela se encogió de brazos al tomar el que ella había leído con tan sólo nueve años.

—Supongo que si, pero como no están...

—Bien, leamos entonces —zanjó al estornudar y entornar los ojos hacia el diario de color azul que tenía en letra corrida un «Heyde Nazareth Nazoa».

Su mami tenía suerte de que Teddy había copiado su forma de escribir y que era un traductor andate de su letra.

«Hola, seguro debes ser Heyde del futuro... mucho gusto, creo. Espero no equivocarme y que esté leyendo esto un vagabundo en algún basurero, de ser así, mi no nombre no es Heyde... Es Nazareth, si ajá. Realmente debería empezar esto con una confesión al estilo de algún serie de televisión, así que haré el intento. Querido vagabundo, me gusta una muchacha de por mi casa (cuyo nombre no pienso revelar, por si acaso la conoces) el otro día me salvó de casi ahogarme en la alcantarilla de las esquina y le juré lealtad, te mantendré al tanto por si hablo con ella estos días».

Teddy dejó escapar una risa nasal al leer a su mami pequeña, su corazón se sintió extraño ante tanta ternura e inocencia. Muy en cambio, Daniela leía la letra amolde de su madre que describía sin pudor y con detalles sus deseos hacia la vecina.

Daniela sonrío al encontrar su página favorita, una que tenía una mancha roja de la huella de su madre, en la que hacía un juramento así misma.

«Klainy Mikaela, hoy veinte de marzo, te has jurado a ti misma que jamás vas a dejar que nadie te pisotee o peor aún, aproveche tus sentimientos para estar sobre ti. Ve por ti antes que nadie y destruye al que juegue con tus sentimientos... si:( me puse sensible con la innombrable y su noviecito, por favor, sácala de tu cabeza».

Un chillido salió de la boca de la mayor y al reponerse, se pasó una mano por el cabello.  Teddy en cambio, hizo una mueca y cerró el cuaderno, poniendo atención en la caja con antigüedades.

Lo primero que sacó fue un collar hecho de pasta cruda que ya era polvo y una hoja de cuaderno arrugada.

«Devolver al ático después de husmear», leyó en voz alta y de momento sintió una respiración en su cuello. Abrió los ojos en su totalidad al sentir la presencia detrás suyo.

—¿Qué hay con tu regla de pedir permiso antes de leer? —cuestionó su madre con los brazos cruzados y los labios falsamente fruncidos sólo para asustar a su hijo.

Su hija mayor escondió el diario debajo de la almohada en sus piernas y empezó a mirarse las uñas como si hubiera descubierto vida en ellas.

—¿Por qué no avisaron que subirían? Heyde tiene años que no sube, podrían haber animales peligrosos —dramatizó la rubia al beber el té en su mano izquierda.

Daniela encogió los hombros.

—Quise subir y ya —afirmó sin prestarle atención, pero Klainy notó algo más en sus dedos.

—¡Mis anillos! —vociferó con emoción—, hace como mil años que los olvidé.

Daniela se los quitó para devolverlos, sin embargo, Klainy negó al sentarse en la cama.

—Ya no me quedan —afirmó triste—, pero a ti se te ven hermosos y dan suerte.

Teddy se acomodó los lentes.

—La suerte no existe.

—Bah, ya hablas como tu mami —señaló Klainy con una mueca.

Heyde tocó con los nudillos la madera del arco de la puerta, llamando la atención de los presentes en la habitación.

—¿Qué hacen? —indago al llegar hasta Teddy y alborotarle el cabello—, estás lleno de polvo.

Daniela dubitativa sacó de su escondite el cuaderno y lo puso sobre las piernas de su madre.

—Dice en la primera hoja que lo devuelva a su dueña —afirmó al poner un mechón rizado detrás de su oreja—, lamento decir que ya lo he leído... completo y más de una vez.

Klainy rodó los ojos y se lo regresó.

—Es más tuyo que mío —afirmó cuando su esposa se sentó a su lado—, es mejor que mis recuerdos queden en ti.

—¿Qué tiene escrito? —indagó Teddy al levantarse del suelo—, tengo el de mami y son puras cursilerías.

Daniela sonrío.

—Ahm, después de la mitad...

—No lo digas, dije que mis recuerdos en ti, no en la mitad de la población.

Heyde frunció al ceño al sentir que se estaba perdiendo de algo.

—¿Qué tiene escrito?

Daniela miró a su madre con complicidad.

—Cosas de niñas —dijo con un desdén y Klainy suspiró.

En definitiva debió quemar eso cuando pudo, maldecía su frágil corazón de pollo.

—Que mal —admitió el menor—, yo esperaba encontrar algún secreto y poder usarlo en su contra —dijo en un suspiro.

Al ser el único niño en la casa algunas cosas tenía que ganarlas a base de manipulación y necesitaba un secreto grande para evitar lo que pensaba era una desgracia. Su hermana se iría a la universidad en unos meses y quedaría sólo. Esperaba encontrar algo que hiciera que sus madres le prohibieron a su hermana siquiera salir de la casa, pero nada, era un fracaso.

—Parece que el pequeño Teddy se perdió en alguna galaxia —señaló Heyde al abrazarlo y respirar el olor del champú en su cabello.

Teodoro se dejó abrazar al recordar que la última vez que se alejó de golpe su mami lloró por horas.

—No me perdí, sólo estoy pensando.

—No te voy a dejar mi herencia —afirmó Daniela al abrazar por la espalda a Klainy.

—Ni que tuvieras, está igual que un perro: ladrando —dijo Teddy y se ganó el ademán de una mordida por parte de Heyde.

—¿Acabo de escuchar que el pequeño Teddy se siente inseguro? —indagó su mami al dejar una caricia en su frente.

Teodoro cerró los ojos disfrutando de la calidez y seguridad de las manos de su madre.

—Es... —carraspeó la garganta al sentirse presionado por la atención de todas y en su mejillas se levantó el calor, dándole ternura a su aura de niño grande—, me da miedo que las cosas cambien, ¿quién me asegura que no quedaré vagando por el mundo?

—¿Cagando?

—Es un momento serio, Daniela —retó Klainy y la pelirroja se mordió el labio inferior para aguantar la risa.

Heyde besó la mejilla de su pequeño.

—Sé que tienes miedo de lo que pasará en esta nueva etapa de nuestras vida —admitió Klainy al robarle las palabras a su esposa—, yo lo tengo, Daniela lo tiene, tu mami lo tiene, sin embargo, es algo por lo que tenemos que pasar para evolucionar.

Daniela se mordió el carrillo antes las ganas de soltar una lágrima.

—Si, creo que la más asustada soy yo —afirmó para sorpresa de su hermano—, dentro de nada seré una adulta, no estoy preparada para eso, sin embargo, no tengo elección por lo que tengo que crecer y eso es bueno, supongo.

—Nah, ustedes sólo están divagando —señaló el menor con una sonrisa— quieren hacerme sentir mejor con pensamientos poético, pero de poco presupuesto.

—Realmente es así, no debemos temer por lo que espera, sino más bien, sentirnos entusiasmados... —dijo Heyde sin prestar atención y Teddy rodó los ojos.

—Simón Bolívar entrando al chat.

Las risas se mantuvieron aún cuando el tiempo pasó, siendo relativo entre ellos, sus cuerpos envejecieron, sin embargo, sus sentimientos se mantuvieron intactos.

Después de todo, esas almas habían sido destinadas a encontrarse, sin importar la distancia o que por el afán de amarse habían llegado a lastimarse, no importaba, pues de marzo a agostos sólo son cinco meses de distancia.





Entre marzo está tu corazón y entre agosto mis ganas de amarte.

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