—Ten, Lisa, es yogur de fresa y cereal sin azúcar —dijo la alfa con una leve sonrisa mientras la veía.
A la linda omega le brillaron los ojos al ver dichos alimentos frente suyo en la mesa.
—Gracias —sonrió genuinamente, Rosé apreció cada detalle de su rostro... Simplemente era preciosa.
—No es nada, déjame echarle el cereal —abrió el frasco y vació todo el contenido en el taper que tenía ya el yogur.
—Gracias, en serio —comentó dulcemente, haciendo que el pecho de la rubia vibrara ante la bruma de felicidad de hacer sonreír a Lisa.
—Verte sonreír me hace sentir satisfecha —susurró para sí misma mientras daba un sorbo a su soda.
Era hora de receso, Jisoo no pudo acompañarlas porque tenía reforzamiento de Física Cuántica, por lo que las jóvenes fueron juntas a la cafetería a comer algo ligero como siempre solían hacer. Ninguna de las dos podía negar que el ambiente entre ambas era sumamente cómodo.
—¿Quieres un poco? —cuestionó algo tímida y Rosé sentía que la omega era la cosita más adorable en toda la faz de la tierra. Aquel bello sonrojo en sus mejillas era su total debilidad.
—Claro, Lili.
La pelinegra sonrió levemente y sumergió la cuchara con un poco de aquel contenido, le extendió la mano a la alfa esperando que esta la tomara. Vaya fue su sorpresa al ver que la mano de Rosé se colocó sobre la suya y la dirigió lentamente hacia su propia boca. Los colores cálidos en las mejillas de Lisa se hicieron más fuertes, rápidamente bajó la mirada hacia el pequeño recipiente, sintiendo su rostro arder mientras terminaba de masticar el cerealcon yogur.
Rosé no pudo evitar esbozar una pequeña sonrisa al ver el comportamiento de la omega al lado suyo. Aquella timidez era una característica tan especial de Lisa y obviamente una de las favoritas de la alfa.
A los segundos, Park pudo notar la leve mancha en la comisura del labio contrarios, y con sumo cuidado la tomó delicadamente del mentón. No importaba la gente de alrededor, ella solo quería enfocarse en Lisa.
Posó su dedo pulgar y acarició aquella zona con lentitud, la omega sintió que la respiración se le acortaba cuando chocó la mirada con aquellos orbes color avellana y se detuvo a pensar que los ojos de la mayor eran muy lindos, tan brillantes y profundos.
Rosé no pudo retener la agradable sensación de poder tocar su tersa piel, así que lentamente fue cubriendo con la palma de su mano una de las suaves mejillas. Formando con sus pulgares, círculos en la piel con delicadeza, admirando cómo es que Lisa cerraba sus grandes ojos, dejándole seguir a gusto con las caricias.
Tanto la pelinegra como su loba sintieron una densa paz cubrirlas por completo, aquellos suaves toques de la neozelandesa lograban hacerla sentir satisfecha, completa...
Totalmente correcta.
Lisa no quería pensar en otra cosa, no quería que su calma de ese momento sea interrumpida por el recuerdo de que no podía permitir eso, de que tenía a Jennie, de que la alfa que justamente ahora le propinaba las más dulces caricias en su mejilla era solamente su amiga y tenía que detener aquel tacto.
No.
No quería abrumarse en pensar aquello, en tratar de escoger algo que sabía que era exactamente lo que no quería. ¿Por qué parecía ser tan complicado?
—Eres una omega tan linda, Lisa-ah, la más dulce de todos.
Abrió sus ojos al escuchar aquello salir de los labios contrarios, topándose con su mirada, una tan cargada de adoración y amor genuino que hasta su loba podía sentirlo.
¿Por qué sentía todo eso al lado de Rosé?
Se sintió desanimada al sentir que la mano de la rubia se había alejado. Ese fue tiempo suficiente para volver a concentrarse en lo suyo y no en pensar en lo suave y cálida que era la mano adversa.
La frase aún seguía resonando en su mente, así como si fuera un eco tras otro en su cabeza, sintiéndose apenado por ello. ¿En verdad era linda a los ojos de la alfa?
—Vamos, termina de comer. El receso ya casi culmina —sugirió asegurándose de que Lisa en verdad comiera todo lo que restaba. No quería que su apetito reduzca o se
enferme de manera inesperada. Su lado protector salía a flote cuando de la omega se trataba.
La linda pelinegra asintió con levedad mientras le regalaba una sonrisa de labios cerrados. Ya estaba acostumbrada a que Rosé siempre se asegurara de que ella terminara de comer toda su porción.
Parecía tranquilo hasta que Choi Jiun apareció en el campo de visión de Rosé y Lisa.
—Vaya, vaya, tu no pierdes el tiempo, ¿verdad, Manoban? —soltó con una sonrisa socarrona mientras se cruzaba de brazos—. Qué fácil eres... Jennie tiene mucha razón, ha de ser por eso que siempre te controla. No quiero imaginarme qué haces ahora que ella no está.
Rosé sintió como la sangre que recorría por sus venas empezaba a quemar, así como las ganas de querer golpear aquel rostro de la alfa inútil. No pudo controlarse cuando rápidamente se acercó a ella y la tomó con fuerza de la chaqueta.
—Mira, imbécil, no tienes ningún derecho de hablarle así. Será mejor que regreses por donde viniste porque te juro que-
—Rosé, no. Vámonos, s-solo ignórala —la suave voz de la omega logró que la rubia se destensara poco a poco hasta que finalmente soltó abruptamente a Jiun.
—Hasta la controlas. Wow, Lisa, eres increíble.
Park estuvo a punto de volver a acercarse si no fuera por la mano de la tailandesa en su antebrazo, dejando el tiempo suficiente para que la otro alfa huyera por completo en medio de horribles risas.
—¿Estás bien? ¿Quién era esa idiota?
Lisa asintió dos veces sin ánimo alguno.
—Es la mejor amiga de Jennie —susurró pero fue audible para los oídos de la mayor.
Esta maldijo internamente ante aquella respuesta. ¿Por qué tenían que estropearlo siempre?
La loba de Jiun siseó al ver el cambio en las facciones y actitud de Lisa.
—Vamos —logró decir únicamente.
La omega no pudo dar más de dos pasos cuando fue detenida por el delicado, pero seguro agarre de Rosé en su delgada muñeca. Y antes de siquiera poder preguntar algo, fue atraída hacia su
pecho, siendo encerrada en aquellos fuertes brazos, sintiendo el agradable aroma de la alfa al estar demasiado cerca.
—Que no te importen lo que los demás digan. Tú sabes que todo lo que dicen son puras estupideces —la omega no pudo evitarlo y acomodó su rostro cerca al hueco entre el cuello y hombro de Rosé donde el olor a café y menta se hacía más fuerte—. No merecen ni un poco de tu atención —susurró lentamente, aprisionando el delicado cuerpo de la chica más al suyo.
La combinación de ambos aromas fue un completo deleite para sus lobas, y la calidez que las envolvía era sumamente confortable.
Porque a veces un sincero abrazo puede ser la cura de algunos males.