FOREIGNER [Chishiya Shuntaro]

By raughan

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Chishiya Shuntaro, el enigmático jugador maestro, cruza destinos con Iryna Kravets, una ucraniana cuyo pasado... More

INDICE
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By raughan

—Entonces... ¿cómo supiste dónde estaba la bandera? —le preguntó Chishiya a la extranjera mientras avanzaban por las calles de la ciudad desolada bajo la penumbra de la noche.

Habían permanecido en silencio el tiempo suficiente para que el desmechado comenzara a aburrirse. Observaba a la extranjera de reojo desde hacia un buen rato, aunque ella parecía no notarlo, sumida en la contemplación de este nuevo universo en el que se encontraba. Las sombras danzaban sobre su rostro, creando un juego de luces que reflejaban la dualidad de la situación. Sin embargo, a Chishiya le pareció extremadamente extraño que no hiciera preguntas, ni una sola, mientras caminaban. ¿No tenía dudas sobre todo esto? ¿Acaso no estaba preocupada? Si lo estaba, no lo demostraba en absoluto.

—La mejor forma de esconder algo es ponerlo justo en frente —dijo ella, con sus "R" pronunciadas debido al acento. El platinado asintió ligeramente, mostrando un interés disimulado. Pero no iba a revelar demasiada atencion por ahora. Fue ella quien rompió el silencio, girando la cabeza hacia él para preguntar: —¿Llevas aquí mucho tiempo?

Él ladeó la cabeza, deliberando acerca de qué decir.

—En verdad, he dejado de pensar en eso desde que descubrí que el tiempo no transcurre de igual forma aquí —contestó, aunque no del todo honestamente. Durante varios segundos se generó un silencio; aún tenían bastante camino para llegar a La Playa, así que Chishiya decidió retomar la conversación antes de que se volviera incómodo. —¿Cuál es tu nombre?

—Iryna.

—Iryna —repitió, acariciando lentamente todas las sílabas de aquel nombre, como si saboreara cada sonido. Ella volvía a limitarse a mirar a su alrededor con curiosidad y sin bajar la guardia. —Qué nombre tan interesante. Me atrevo a decir que es ruso o ucraniano —La cadencia de su voz resonaba en la quietud de la noche.

Ella se adelantó unos pasos, y solo entonces giró para mirarlo. La penumbra de la noche resaltaba los destellos fugaces en sus ojos mientras lo observaba. —Qué gran observador resultaste —contestó con ironía, pero sus labios se curvaron ligeramente, revelando un atisbo de diversión. Él apuró el paso para alcanzarla.

—Entonces, ¿eres rusa o ucraniana?

Ella ya no le dirigía la mirada cuando respondió.

—¿Acaso importa?

Chishiya se encogió de hombros, consciente de que ella podía percibir su gesto incluso sin mirarlo directamente.

—No, no mucho. Pero siento curiosidad.

—Ucrania, de ahí vengo.

—Ucrania, ¿eh? —un nuevo silencio se tejió después de que Chishiya pronunciara esas palabras, pero no pasó mucho tiempo hasta que rompió la quietud. —No me sorprende, Ucrania es un país fuerte... y frío —comentó al aire, sus ojos la escudriñaron de reojo una vez más antes de añadir: —Justo como tú.

Ella se rió en voz alta, una risa melodiosa que resonaba en la tranquilidad de la noche. Pero aquella risa era bastante ahogada, casi como si fuera irónica. 

—Apenas me conoces, no creo que estés en posición de decir nada acerca de mí.

—Pero no me equivoco —Chishiya alzó las cejas, enfrentando la mirada fruncida de ella. Sí, él parecía estar completamente convencido de su afirmación, la cual, casualmente, era verdad.

Iryna apuró un poco más el paso, sus pasos resonando en la suave melodía de la noche.

—Eres raro —murmuró, aunque él pudo oírla claramente. Las sombras proyectadas por la luna dibujaban contornos misteriosos en sus rostros, realzando la intensidad de la conversación.

—Un poco, supongo.

—Entonces... ¿Cuál es TU nombre? —Chishiya casi se sintió triunfal cuando escuchó su voz nuevamente, y para mayor satisfacción, el mentón de Iryna estaba torcido hacia él, mirándolo con cierta curiosidad.

—Chishiya.

—Chishiya... —volvió a repetir despacio, imitando la pronunciación de él, pero marcando la "sh" de una forma bastante divertida.

—Chishiya —lo corrigió. —No es difícil de recordar.

Ella entrecerró la mirada, desafiante. —De hecho, creo que ya lo olvidé.

—Qué pena... —respondió con una sonrisa juguetona, mientras continuaban su camino.

Fue lo último que el desmechado pronunció antes de sumirse en el silencio que la música llenaba en sus auriculares, con el volumen reducido pero siempre listo para la acción. La melodía, como una banda sonora personal, otorgaba a Chishiya una perspectiva única mientras avanzaban por las calles.

Al son de la canción The Chain de Fleetwood Mac, él observaba a Iryna, ahora conocedor de su nombre, explorando los alrededores. Ella se acercaba a las vidrieras, su reflejo mezclándose con los destellos de luz de la noche. Fue en una tienda de medicamentos cuando Chishiya decidió romper el silencio, sugiriéndole que podría recoger los elementos que necesitara por la mañana. Sin embargo, ella solo asintió y continuó caminando, bajo la atenta mirada del platinado que la analizaba con atención.

Hasta que finalmente, alcanzaron su destino.

Siguiendo el protocolo, Chishiya la presentó a Boshiya, conocido como El Sombrerero. Este último explicó las reglas de una manera bastante agradable y discreta, algo inusual para su estilo. Y cuando parecía que Iryna podría reaccionar de manera desfavorable, por la expresión inescrutable en su rostro, ella simplemente se encogió de hombros y asintió ligeramente. Fue una reacción que Chishiya encontró intrigante, especialmente inesperada. Tal vez había subestimado a la castaña, y la tarea de descifrar su personalidad aún estaba por delante.

En realidad, Iryna solo pretendía desconcertarlo, molesta por el hecho de que alguien que apenas había pasado tiempo con ella creyera conocerla. A menos que Chishiya pudiera leerle la mente, era incapaz de conocer siquiera una fracción de su personalidad. 

—Ahora te van a guiar hasta tu habitación —le indicó el muchacho en voz baja en cuanto se pusieron en marcha. —Y luego podrás unirte a la fiesta.

Ella frunció el ceño. —¿Fiesta?

Pero Chishiya no llegó a responder, ya que los subordinados del líder tomaron un camino diferente, llevándose consigo a la extranjera, quien no parecía desconfiada. La penumbra de los pasillos del complejo les otorgaba un aura de misterio mientras se alejaban. Era difícil discernir si Iryna estaba siendo demasiado confiada o extremadamente astuta; una línea fina y escurridiza que dejaba a Chishiya intrigado y con la sensación de que aún no podía descifrarla por completo.

Así que no volvieron a verse en el resto de la tarde.

A Iryna le asignaron una habitación cuya ubicación sería difícil de recordar. Habían tomado tantos pasillos y ascensores que ella misma no estaba segura de retener esos detalles. En el interior, encontró los típicos muebles de hotel, junto con algunos artículos de aseo y un armario repleto de ropa de playa para mujer. Recordó que una de las reglas, ya fuera la primera o la tercera, consistía en vestir exclusivamente ropa de verano para evitar ocultar secretos bajo la apariencia convencional.

Así que si, prácticamente, había aceptado la idea de pasearse semidesnuda todo el día.

Revolvió el armario hasta dar con el atuendo que le pareció más apropiado: unos shorts holgados de lino blanco que armonizaban con una camisa abierta de mangas recortadas. Bajo eso, llevaba la parte de arriba de un bikini negro triangular. No era el atuendo ideal, pero al menos no estaba enseñando las nalgas. 

Después de ducharse, se dedicó con meticulosidad a las heridas causadas por las balas. Aplicó alcohol con un gesto que dejaba entrever su determinación, y luego envolvió las heridas con vendas. No contenta con eso, ingirió varios antibióticos, previsora ante la posibilidad de una infección.

Mientras tanto, Chishiya se había reunido con Kuina en el comedor, consciente de que no probaba comida desde que salió del juego aquella madrugada. Trató de evitar pensar en la extranjera, pero no pudo evitarlo del todo. No la buscaría; era mejor que cada uno siguiera su camino. Él la había puesto a salvo, había cumplido su papel como un héroe momentáneo, y no necesitaba asegurarse de nada más. Ella encontraría su propio camino en ese lugar. No lo necesitaba a él. 

Muchos otros estaban desamparados, y sin embargo, él no se precipitaba en brindar caridad. Iryna no era la excepción.

A partir de ahora, él se abriría camino de ella.

Y no es que Iryna tuviera planeado buscarle tampoco. De hecho, se había adentrado sola en los recovecos del hotel de varias estrellas que esas personas habían adoptado como La Playa.

Descubrió, además, que aquel lugar tenía más pisos de los que aparentaba, con lugares a los que no había podido acceder. Había varias comedores, una terraza que ofrecía una vista panorámica de la ciudad y una piscina en la parte inferior, donde parecía que se celebraba una fiesta interminable.

Tomó del comedor dos manzanas y una barra de cereal, que se llevó consigo para disfrutar a solas en la terraza mientras observaba. Era la primera vez en demasiado tiempo que podía gozar de esa tranquilidad, y comenzaba a pensar que tal vez aquello no era tan malo. 

Sí, todo eso de los juegos, la lucha por la supervivencia y la libertad absoluta parecían aterradoras, pero después de todo, ella había vivido una guerra, había sido secuestrada y casi vendida como esclava sexual. ¿Qué podría ser peor que eso?

Iryna no tenía nada que perder. Ninguna expectativa la esperaba a su regreso, ni en Japón ni en Ucrania. En absoluto, esto se sentía como unas vacaciones para ella.

Se entregó al sueño reparador en una reposera por el resto de la tarde, y al despertar, sintió una renovación de energía que la impulsó a sumergirse en la vibrante atmósfera de la fiesta que se desenvolvía a su alrededor. Se incorporó con un brillo revitalizado en sus los y se dirigió hacia el primer piso, directo a las bulliciosas instalaciones del solárium, donde la música retumbaba a todo volumen.

Un camarero le ofreció un chupito que Iryna se bebió de un trago, sintiendo el ardor en su garganta. Así experimentaba lo que alguna vez había visto en una película, ya que nunca antes había probado alcohol. 

Aunque le provocó cierto dolor, no le disgustó del todo, por lo que decidió tomar otro.

—Con calma —le dijo una voz, distante pero cercana. Ella giró ligeramente para ver a Chishiya apoyado sobre una columna, alejado de la multitud. Decidió acercarse, asegurándose de no ser demasiado evidente, aunque sabía que él la había estado escaneando desde lejos. 

Más cerca, el notó algo que lo dejó perpleja. Iryna estaba llena de cicatrices: en el abdomen, en los brazos, incluso en las piernas. No eran cicatrices cualquiera; a juzgar por los queloides, tenían como máximo uno o dos años de antigüedad. Además, tenía varias vendas en la zona de las costillas. ¿Se había curado ella sola? O, lo que le causaba más intriga, ¿cuándo se había lastimado?

—Se supone que puedo hacer lo que se me antoje hasta dentro de tres días, ¿no? —preguntó, irónica y riéndose casi por inercia, el alcohol comenzando a actuar en su sistema. 

Chishiya la observó con la mirada entrecerrada. La música retumbaba en el aire, creando una atmósfera vibrante mientras las luces neón destellaban en patrones hipnóticos. El muchacho señaló con el mentón al bullicio de la pista de baile, donde las sombras de las personas se entrelazaban en una danza frenética.

—Créeme, no vas a querer terminar como ellos —le advirtió. —¿Sabes por que la gente viene a estas fiestas una y otra vez?

Iryna, con el ceño fruncido, se sumió en sus pensamientos antes de responder.

—No... pero supongo que me lo vas a decir de todos modos —respondió ella con un dejo de escepticismo. 

Chishiya soltó una risa suave, revelando una complicidad que parecía esconderse detrás de sus palabras. Su mirada se deslizó por la pista de baile, donde las siluetas de los bailarines se movían en sincronía con la melodía.

—En este lugar, el futuro no existe, y el pasado es solo un recuerdo —explicó, dando un paso que lo colocó junto a ella. Juntos observaron la multitud de cuerpos danzantes, cada uno sumergido en su propia realidad efímera. —Es una manera de empezar de cero.

Iryna reflexionó sobre sus palabras mientras escudriñaba a la gente que reía y disfrutaba a su alrededor. No encontró rastro de tristeza ni preocupación, solo individuos, en su mayoría adolescentes, entregándose plenamente a la vida. Volviendo en sí misma, la castaña miró a Chishiya con complicidad.

—Bueno... entonces que sea un nuevo comienzo para mí también —dijo riendo, observando la casi imperceptible sonrisa en los labios de Chishiya. Este la miraba con ojos que parecían contener un bagaje de experiencias.

Iryna giró sobre sí misma y tomó otro trago de la bandeja que llevaba un camarero que pasaba. El líquido descendió por su garganta, dejando una sensación cálida en su interior. Los destellos de las luces reflejaron en su rostro mientras disfrutaba del instante.

—Cuidado, novata, la resaca sigue existiendo incluso en este lugar —advirtió con un tono medio irónico, su mirada chispeando complicidad. —Además, estás actuando como si nunca hubieras bebido.

—Nunca he bebido —corrigió ella, tomando el último trago del vaso. Sintió el calor que se propagaba por su cuerpo. Sus ojos se encontraron con los de Chishiya, perdidos en la amalgama de colores. —Ni siquiera sé si tengo dieciocho años... o sigo teniendo diecisiete, no lo sé. No sé... —se detuvo con un suspiro, observando el vaivén de las luces neón. Mejor dejaba de soltar tanta tontería.

Una risa escapó de sus labios mientras sus ojos volvían a brillar con una mezcla de emoción y desconcierto ante la desconexión temporal que experimentaba en ese lugar.

Pero Chishiya ni siquiera estaba teniendo en cuenta su acertijo de balbuceos; se había quedado con aquel número. Maldición, ella era varios años más joven; él había pensado que al menos sobrepasaba los veinte, pero no.

El juego de luces parpadeantes acentuaba la sorpresa en el rostro de Chishiya, quien, con habilidad casi teatral, ocultó su desconcierto. 

—De todos modos, ya fueron suficientes tragos —le dijo, y anticipó arrancarle el vaso de las manos, pero Iryna se volvió rápidamente, esquivándolo con agilidad que no esperaba. Era sorprendentemente ágil.

—¿Quién lo dice? —lo desafió, mirándolo con una ceja alzada, aferrándose al vaso vacío. Jaque mate, pensó él. Sin embargo, ella se dejó llevar por la música, sonrió con la naturalidad de una brisa y comenzó a mecer la cabeza. —Me encanta esta canción.

Él negó con la cabeza, medianamente divertido, pero empezando a irritarse. La penumbra destacaba sus gestos, y los destellos de luz dibujaban sombras en sus expresiones. Resaltaban su sonrisa.

—Tal vez deberías ir a dormir; el día fue bastante agitado y...

Ella lo cortó, volviendo su rostro hacia él con una expresión sacada completamente de onda, como si Chishiya hubiera roto alguna norma no escrita.

—Ni lo sueñes, coreano. Es la primera vez en años que nadie me está diciendo qué decir o hacer. No lo voy a desaprovechar.

Entonces comenzó a alejarse, moviéndose entre la multitud con una gracia que desafiaba cualquier intento de seguirla, mientras el desmechado se quedaba allí, con la cara fruncida en una mueca de desconcierto total.

¿Coreano?

—Soy japonés, mierda —murmuró para sí mismo, con un tono entre frustración y diversión, mientras Iryna se perdía entre las luces y la música envolvente.

La melodía continuaba, pero en la mente de Chishiya resonaban más las palabras inesperadas de la joven que los ritmos de la fiesta. Se pasó la mano por el despeinado cabello, una mezcla de confusión y molestia grabada en su rostro.

Estuvo a punto de rendirse ante el sueño y dirigirse a su merecido descanso; la fatiga pesaba en cada músculo y su mente anhelaba el confort de la almohada. Sin embargo, en un giro inesperado, decidió quedarse, como si una fuerza invisible lo sujetara al lugar. Caminó con pasos cansados hasta una de las reposeras, donde se dejó caer mientras destapaba una cerveza, sintiendo la frescura de la lata contra la palma de su mano.

Desde ese lugar, podía observar cómo Iryna iba y venía, sumergida en la atmósfera efervescente de la fiesta. No hablaba con nadie en particular; simplemente, se entregaba al ritmo de la música, reía con despreocupación y, en momentos de pausa, se perdía en la contemplación del cielo estrellado o de sus propias manos, como si cada movimiento fuese una reflexión profunda. Era, sin duda, una especie de idiota encantadora, pero... había algo en esa idiotez que fascinaba a Chishiya. Algo que le impedía apartar la mirada.

—¿Sabes cuántos minutos llevas mirándola así de fijo? —preguntó Kuina, sentándose a su lado y siguiendo su mirada hacia donde el observaba.

Él apartó la vista, no bajando la mirada, por que seria muy evidente, sino enfocándola en algo distante mientras trataba de disimular su interés.

—No la estaba mirando.

—Llevas como diez minutos de reloj sin parar —afirmó ella, acomodándose en la reposera con una sonrisa pícara. —¿Quién es?

—Una extranjera que me ayudó a ganar un juego —respondió, tratando de restarle importancia aunque sus pensamientos lo traicionaban.

—Ella es linda —acotó su amiga, dejando escapar una risa juguetona. —Entiendo que no puedas dejar de mirarla, yo ahora tampoco puedo.

Chishiya gruñó; que alguien más lo supiera solo suponía una molestia, y más si ese alguien era Kuina.

—Solo vigilo que no se meta en problemas —añadió, intentando cambiar el enfoque de la conversación. Sin embargo, Kuina se incorporó de golpe en la reposera, mostrando una expresión intrigada.

—Vamos, Chishiya, no me dirás que solo la estás vigilando por eso. Hay algo más ahí, ¿no es así? —dijo ella con un tono entre burlón y curioso. —Espera, ¿estás...? —Kuina se tapó la boca con una risa juguetona. —De verdad estás preocupado por ella, ¡no lo puedo creer!

—¿Qué? Estás exagerando —Chishiya frunció el ceño, sintiéndose repentinamente nervioso. —Es muy inocente, y apenas si dice cosas en japonés; podría meterse en problemas con facilidad.

—Ajá... sí... —afirmó su amiga con desinterés, sus ojos siguiendo a la chica que revoloteaba entre las personas. Finalmente, la encontró comiéndose las uñas mientras bailaba pegada a un vaso. —Ella parece divertida... no le atraería alguien como tú ni por que fueras el ultimo hombre de pie en estos juegos.

Chishiya volvió a fruncir la cara, desconcertado por la insinuación y sintiendo la necesidad de defenderse.

—¿Qué tengo de malo?

Kuina lo escudriñó con la mirada antes de sonreír triunfal.

—¡Lo sabía! —chilló, haciendo un gesto de victoria con la mano. —Demonios, sabía que te estabas portando raro. —lo señaló con el dedo antes de volver a mirar entre las personas. Allí está ella, y está... —Oh... espera... Chishiya... ese que va directo hacia ella... Mierda, Niragi.

—Ahora si tenemos un problema.


Holis bebes, primero que nada bienvenid@s a esta novela. Espero que les este gustando tanto como a mi.

Segundo, quiero decir que subo todos los días edits a mi cuenta de Tiktok (ItsRaughan) así que si gustan pueden chismear por ahí el contenido de la novela. 

Y tercero, les dejo una inspo del vestuario de Iryna en La Playa para una mejor visualización.

Así que nada, muchas gracias por leer, y comentar, y sepan que l@s amo mucho por todo el amor que están dando.

Atte. Raughan.

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