FOREIGNER [Chishiya Shuntaro]

By raughan

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Chishiya Shuntaro, el enigmático jugador maestro, cruza destinos con Iryna Kravets, una ucraniana cuyo pasado... More

INDICE
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FINAL
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By raughan


La tenue luz del pasillo se filtraba por la puerta entreabierta, revelando la penumbra de la habitación donde Iryna estaba cautiva. Sus oídos captaron la conversación que se desarrollaba fuera de su alcance visual, pero cada palabra resonaba con un peso ominoso en su mente.

—Es Ucraniana, la secuestraron los rusos en medio de la guerra y me la intercambiaron para saldar una deuda —la voz resonaba desde afuera de la habitación, un susurro que apenas se filtraba a través de las paredes que la mantenían cautiva.

Ella se había aferrado a la cama, o lo que era un desvencijado lecho con olor nauseabundo en el que ahora se veía obligada a descansar.

La respuesta llegó sin demora , otra voz que resonaba en la oscuridad de la habitación. —Entonces tiene que ser hermosa.

La respuesta no tardó en llegar, una voz que resonó con un tono áspero y frío: —Entonces tiene que valer la pena.

—No es exótica, pero pagarán un buen precio por ella —añadió la primera voz, sumiendo a Iryna en un escalofrío que la llevó a abrazarse las rodillas con más fuerza.

No solo estaba lejos de su tierra natal, sino que también se enfrentaba a la perspectiva de ser vendida como una mercancía. A pesar de su limitado dominio del japonés, entendía lo suficiente como para comprender que su destino estaba sellado y que la esperanza era un lujo que no podía permitirse.

—¿Puedo verla? —preguntó la segunda voz, más grave y profunda.

—Te advierto que está asustada —respondió la primera con una nota de indiferencia.

Pasos resonaron en el pasillo, un eco que no prometía liberación sino más incertidumbre. Y aunque sabía que esconderse no cambiaría su destino, abandonó la cama y se acurrucó en un rincón oscuro entre muebles antiguos y la cama maltrecha. Se sentía como un animal acorralado, a pesar de la decadencia que había experimentado en los últimos meses.

Aunque había vivido muchas experiencias, ninguna se comparaba con esta; no se necesitaba ser muy perspicaz para darse cuenta de que la habían secuestrado para someterla a una red de trata.

La puerta se abrió con suavidad, y un haz de luz del pasillo se filtró en la oscura habitación.

Iryna, acurrucada en el suelo, se encontró con la mirada de un hombre fornido. A pesar de la frialdad que sentía en su cuerpo, no apartó la mirada, sosteniendo sus ojos con una determinación feroz. El hombre se acuclilló frente a ella, extendiendo la mano para acariciarle la mejilla con la yema de los dedos.

Ella estaba helada, pero sus ojos no mostraron señales de debilidad. Era una lucha silenciosa entre la desesperación y la resistencia, y en ese momento, su mirada hablaba de una determinación que la adversidad no lograba quebrantar.

—Mas te vale comportarte —le espetó con firmeza mientras se enderezaba, su mirada escudriñando la habitación. Era un lugar de pesadilla, sumido en la penumbra y plagado de moho que se esparcía como una sombra por todas partes. Los escasos muebles presentes eran viejos y desgastados, y una sensación de abandono y decadencia se aferraba al ambiente.

En ese entorno insalubre, Iryna podría haber sucumbido a una infección pulmonar si hubiera pasado demasiado tiempo allí. —El cliente llegará pronto, y si tienes suerte, te comprará. Así que más te vale actuar presentable —le advirtió, mientras ella se acomodaba en su lugar, distribuyendo el peso solo en las puntas de los pies. El hombre, distraído por algo en el techo, volvió su atención a la joven y esbozó una sonrisa socarrona en medio de su rostro. —De todos modos, complacer a los hombres debe ser mucho más fácil que estar en medio de una guerra, ya lo comprobarás muy pronto, ¿no?

La provocación encendió una chispa de desesperación y reaccionó con rapidez. Saltó hacia adelante y hundió la navaja que ocultaba en una de las mangas de su ropa en el abdomen del hombre. Aunque no era una herida mortal, le proporcionaría el tiempo necesario para escapar. Aprovechando el desconcierto del hombre, Iryna se lanzó corriendo por el pasillo por donde lo había visto entrar.

Corrió con todas sus fuerzas, consciente de que la perseguían, pero no se detuvo para mirar atrás. Esta era su única oportunidad.

Se precipitó por una escalera de servicio y bajó prácticamente saltando, rogando que hubiera una salida más adelante, aunque lo dudaba. Al llegar a un cobertizo, redujo el paso al dejar de escuchar los pasos, pero continuó apresurada, escurriéndose entre las bombas de agua. La suerte estaba de su lado; estas estructuras eran perfectas para esconderse durante unas horas, incluso para moverse sin ser detectada con facilidad.

Pero decidió no quedarse allí. Sabía que tenía que salir. Corrió de nuevo hasta divisar una puerta y se lanzó hacia ella casi sin pensar. Estaba a punto de saborear la libertad. Cada paso alejaba el miedo, su piel ansiaba sentir el aire fresco del exterior, y...

Nada. No habia nada.

Al cruzar la puerta, la sensación era como si hubiera sido teletransportada a un mundo deshabitado. No avistó personas ni animales, ningún indicio de vida en movimiento.

Aunque era consciente de que era la mitad de la noche y que la mayoría de las personas estarían durmiendo, la sensación de soledad que la envolvía era más profunda. Como si, de repente, el mundo entero hubiera suspendido su respiración, dejando el aire estático y carente de movimiento.

Un escalofrío recorrió su espina dorsal al notar que su cabello se erizaba y se preguntó si aquella extraña sensación era producto de una especie de energía estática. Aunque algunos mechones estaban ligeramente enmarañados por el escape inminente, no explicaba el efecto que tenía en ese momento. Incluso el vello de sus brazos se erizó, contribuyendo a esa incomodidad que se extendía por todo su ser.

Decidió correr nuevamente, sintiendo la urgencia de alejarse del edificio del que acababa de escapar. La idea de ser descubierta amenazaba con deshacer todo lo logrado hasta ahora.

Avanzó unas tres o cuatro calles más hasta que un cartel iluminado captó su atención. Fue entonces cuando se percató de algo más que había pasado desapercibido: la ausencia total de electricidad, no solo en ese lugar, sino en todos los edificios a su alrededor.

Frente a ella, el cartel iluminado anunciaba en letras parpadeantes: "Bienve...nidos... jugadores. El Juego comen...zará en un mo...mento". Leyó detenidamente las palabras parciales en la pantalla, desconcertada.

¿Un juego? ¿De qué se trataba todo esto?

El cartel volvió a iluminarse de repente, casi haciéndola dar un respingo del susto: "Ingre...so a la arena de juego... por aquí", indicaba, acompañado de una flecha que señalaba hacia su derecha. Otros carteles se encendieron simultáneamente, todos mostrando flechas que apuntaban en diversas direcciones.

Lo que a Iryna le aterraba más que ser perseguida y atacada era la idea de estar sola, por lo que decidió seguir caminando hacia donde señalaban los carteles.

Aceleró el paso siguiendo las flechas, que la condujeron hacia lo que parecía ser un parque temático o una reserva natural; no se detuvo a observar nombres o detalles. Un suspiro de alivio le inundó al descubrir la presencia de otras personas allí.

Aunque no era la multitud que normalmente llenaría las calles, al menos no estaba sola en este extraño lugar.

Observó que un grupo tomaba teléfonos dispuestos en una mesa, y decidió imitarlos, tomando uno también. Tras un reconocimiento facial por parte del dispositivo, la pantalla quedó en blanco. No había en el señal ni conexión a internet.

"Por favor, espere a que comience el juego" dictamino el altavoz.

—Hey, extranjera, ¿no juegas en equipo? — escuchó una voz fuerte. El hablante era un joven con una camisa floreada, cabello negro peinado hacia atrás y varios piercings en la cara. Sus ojos recorrieron el cuerpo de Iryna antes de alzar una ceja. Estaba rodeado por un grupo de hombres que irradiaban una actitud intimidante.

En el otro extremo, se formó otro grupo que parecía ser la contraparte de los primeros. Ella se sentía cada vez más desconcertada.

—Voy sola —respondió finalmente, con el mejor acento japonés que pudo reunir. Varios se rieron.

—Podría hacerte compañía, Chishiya —dijo el chico moreno de manera burlona, dirigiéndose a otro muchacho que estaba apartado, recostado contra una pared.

Iryna notó que llevaba auriculares debajo de la capucha blanca de su chaqueta Nike.

El chico apenas levantó la vista para devolverle la mirada, pero no respondió, como si no le interesara en absoluto.

Entonces, otra pantalla se iluminó, y ella tuvo que hacer un gran esfuerzo por comprender lo que la máquina robótica estaba explicando a través de los altavoces.

«Juego: Ecos del Bosque.

Nivel de dificultad: ♧ ♧ Cuatro de Tréboles ♧ ♧.

Reglas: Los participantes tienen la libertad de elegir unirse a un equipo o participar como individuos. La colaboración estratégica puede resultar fundamental para la supervivencia, aunque la elección es personal.

Una bandera está oculta en algún lugar del bosque. El objetivo es encontrar la bandera y llevarla de vuelta al punto de respuesta cuya ubicación es desconocida.

"Ecos del bosque" se escuchan periódicamente, señalando eventos especiales.

El juego tiene un tiempo límite. Si al final del tiempo nadie ha encontrado la bandera, todos los participantes mueren. Si al final del juego, los jugadores no están en el punto de respuesta, también mueren.

Condición para ganar: Encontrar y llevar la bandera de vuelta al punto de respuesta antes del tiempo límite. Asegurarse de que estar en el punto de respuesta al final del juego.»

Genial, cada vez más emocionante, pensó Iryna, con una ironía que solo podía dirigirse a sí misma, ya que la situación carecía de auténtica emoción.

Estaba claro que se dirigía hacia su muerte, sin rodeos. A pesar de haber vivido una guerra, se encontraba sin amigos, completamente sola en este juego mortal que requería aliados. La misma voz en la pantalla había sugerido formar pandillas.

¿Tenía acaso otra opción? No veía a nadie dispuesto a retirarse. Y ella no sería la primera en dar un paso atrás. Si nadie se retiraba, era porque el castigo era igual al destino del juego si no lograbas superarlo: la muerte. No se necesitaba ser muy astuto para darse cuenta de eso.

Así que cuando el reloj comenzó la cuenta regresiva, Iryna fue la primera en agarrar un arma y alejarse corriendo del resto. No tenía la intención de capturar la bandera primero, sino de evitar que la mataran de un solo disparo por ser la recién llegada. Tal vez, en el fondo, esto no era tan diferente de una guerra. Sin embargo, ella no era una soldado; apenas sabía disparar. Huir le había salido mucho mejor hasta que la capturaron.

Sus esperanzas no eran altas, pero al menos lo intentaría.

Por otro lado, Chishiya, el joven que también estaba solo, optó por el camino solitario, consciente de que Niragi y el resto de su cuadrilla no podrían tocarlo. Se dedicó simplemente a observar, como haría en cualquier otro juego de este tipo.

Afortunadamente, había encontrado una plataforma que le ofrecía una vista casi perfecta del perímetro sin exponerse demasiado.

En total, había trece participantes, sin contarse el mismo: un grupo de cinco, otro de tres, el equipo de La Playa liderado por Niragi, y la extranjera. Sin embargo, ninguno parecía excepcionalmente hábil, y desde la plataforma, Chishiya observaba cómo buscaban como perros sin olfato un hueso, sin trazar estrategias ni discutir sobre el perímetro.

No mucho después, resonaron los primeros disparos. Niragi había asesinado a dos miembros del grupo de tres en un enfrentamiento poco amistoso. La escena se tornó sangrienta, con sus manos y rostro manchados de sangre.

—¿Solo te vas a quedar ahí arriba viendo? —le gritó Nigari desde su posición. Chishiya no sintió la necesidad de responder, así que simplemente encogió los hombros y ellos continuaron caminando.

El grupo de cinco estaba bastante alejado, pero iban por buen camino. Habían comenzado a organizarse, anotando detalles en un cuaderno y observando a su alrededor. Incluso habían comenzado a captar algunas pistas.

Y durante un buen rato, Chishiya no vio a la extranjera, pero volvió a divisarla cuando resonó el primer eco: "La clave reside donde las agujas del reloj se entrelazan: a las doce y tres minutos."

No parecía ser demasiado astuta, ya que había hecho justo lo contrario. Esto la condujo a un enfrentamiento cara a cara con Niragi y su grupo, quienes, al igual que ella, carecían de una estrategia coherente.

Chishiya se agachó en su posición, agudizando la mirada para observar la conversación poco pacífica que tenían, aunque no podía escuchar sus palabras. Sin previo aviso, alguien disparó: el último hombre que quedaba del grupo de tres.

La extranjera... lo esquivó, a pesar de estar de espaldas.

No solo eso, levantó el arma y disparó varias veces, alcanzando el hombro de uno de los secuaces de Niragi. Estaba en verdaderos problemas, y tanto Chishiya, que la observaba desde su posición, como ella, sumida en el conflicto, eran conscientes de ello.

Iryna se lanzó a correr, su corazón latiendo con fuerza mientras intentaba esquivar los disparos provenientes del chico de los piercings y su grupo.

El sonido atronador de las balas resonaba a su alrededor mientras zigzagueaba, desesperada por encontrar refugio. En un instante de pura adrenalina, se arrojó al suelo y rodó cuesta abajo, sumergiéndose en el agua que la empapó por completo.

El terreno irregular dificultaba su avance, pero con tenacidad logró gatear hasta llegar a un túnel de tierra. Respiró con dificultad, consciente de que al menos dos balas habían rozado su cuerpo.

A pesar de la situación, se vio obligada a levantarse y continuar. Sin embargo, al avanzar se encontró nuevamente con el grupo de matones. Esta vez, no hubo intercambio de palabras; solo el estruendo de disparos resonó en el aire.

Y para su sorpresa, emergió ilesa del enfrentamiento.

En el extremo opuesto, el chico de cabello desmechado y auriculares sostenía un arma, mientras el de los piercings y uno de sus secuaces permanecían en pie. El resto yacía muerto, víctimas de la violencia desatada.

Chishiya, por su parte, había eliminado a dos de los hombres de Niragi.

—Si la ayudas, es tu maldita responsabilidad. —Le alerto el líder de la pandilla con un grito.

—Me preocuparía más por encontrar la bandera —respondió el, señalando el reloj reflejado en la pared que marcaba cinco minutos para el final del juego.

Niragi resopló. —Mataste a dos de los nuestros. No saldrás impune de esto —le advirtió antes de chocar su hombro con el de Chishiya y seguir adelante con su último hombre.

Entonces, Chishiya la observó a ella más detenidamente. La extranjera, una cabeza más baja que él, tenía una piel deslumbrantemente blanca y cabello negro azabache. No pudo evitar pensar que en verdad era bastante atractiva, es decir, como le resultaría cualquier chica de otro país que no fuera asiático.

—No debiste meterte en su camino —le advirtió el muchacho. Iryna resopló.

—No pedí tu opinión —gruñó con su acento desprolijo y pasó junto a el sin detenerse.

—Al menos un "gracias" estaría bien—le gritó él, sin obtener respuesta. —Te las arreglaste bastante bien a pesar de meterte en un gran lío. ¿Dónde aprendiste a desarmar a alguien así? —volvió a preguntar, pero Iryna siguió adelante sin voltearse.

—En la vida siempre se aprenden cosas que son aleatoriamente interesantes... —respondió su voz, cuando Chishiya pensó que no lo haría.

Chishiya dirigió su mirada hacia el reloj, que marcaba tres minutos para el final.

—Mierda... —murmuró para sí mismo. No debería haber permitido que los demás idiotas buscaran la bandera; era evidente que no la encontrarían. Ahora, enfrentaba la posibilidad de morir, ya que volvió la vista hacia la plataforma donde se había posicionado anteriormente y, para su consternación, no había nadie allí; nadie había encontrado la bandera.

Y él se había distraído con esa extranjera que...

—¿Sabes a dónde hay que llevar esto? —preguntó ella, sosteniendo un brillante trozo de tela rojo como una manzana entre sus manos.

Chishiya tuvo que hacer un esfuerzo considerable para no sonreírle.

—Sí, vamos.

Él la guió hasta la plataforma, donde fueron los primeros en llegar. Al verlos, el resto de las personas comenzaron a movilizarse. Niragi y su único acompañante tuvieron suerte, pero no los del grupo de cinco, que ahora eran tres; estaban demasiado lejos como para trepar hasta la zona segura. Y no lo lograron.

—¿Qué es una visa? —le preguntó Iryna al desmechado cuando la voz electrónica anunció por los altavoces que el juego había terminado.

—¿Era tu primer juego? —inquirió él, frunciendo el ceño. Parecía estar más sorprendido que otra cosa.

Ella soltó un suspiro, algo risueño y un poco irónico.

—Ni siquiera sé qué hago aquí realmente.

Eso explicaba a Chishiya un par de cosas, pero le generaba más dudas en otras.

—Bueno, vas a necesitar comida y un lugar donde refugiarte, porque no vas a salir en bastante tiempo —explicó él, y justo después de decirlo, se dio cuenta de que tal vez había sonado un poco duro. —Las visas significan la cantidad de días que puedes pasar sin jugar; cuando se terminan, tienes que volver.

—¿Y si no lo haces? ¿No puedes simplemente desistir? —Chishiya negó con la cabeza.

—Si se vencen las visas, mueres, y si desistes de jugar también.

Iryna asintió despacio. Genial... esto se ponía cada vez más escalofriante, pero no más que la realidad de la cual había desaparecido.

—Bueno... gracias, supongo —dijo, y así como lo dijo, comenzó a caminar con el teléfono en las manos. Cada paso resonaba en el silencio de aquella dimensión desconcertante, donde la luz de un cielo extraño se filtraba entre las estructuras imposibles que les rodeaban.

Chishiya se quedó recalculando mientras la veía alejarse como si nada; es decir, hasta él mismo se había vuelto loco después de su primer juego. Y ella estaba como si nada, o no era demasiado inteligente o simplemente le importaba muy poco.

Agh, quería quedarse callado, no decir nada más. Se metió las manos en los bolsillos ansioso y dio varios meneos con la cabeza antes de que se le escapara la lengua.

—¿Qué vas a hacer ahora?

Ella se detuvo, y apenas asomó la cabeza por encima del hombro, revelando unos ojos inquisitivos.

—¿A explorar, tal vez? No lo sé, tengo como... —se fijó en el teléfono —tres días antes de volver a jugar o morir sin intentarlo siquiera. Así que voy a aprovechar el tiempo.

—Podría enseñarte un sitio en el que podrías quedarte mientras tanto.

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