Luna de Sangre | Larry Stylin...

By ladyhabsburgo

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Harry es un purasangre mafioso, infame y despiadado y Louis el omega que el destino puso en su vida para camb... More

Introducción
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36

Capítulo 18

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By ladyhabsburgo

Harry hacía su camino como cada día a la oficina de reuniones donde seguramente Zayn ya le estaba esperando. Había despertado más temprano de lo habitual, pues sería un día lleno de cosas que hacer y era mejor si empezaban pronto.

Pero a pesar de todo, estaba de buen humor. Una calidez le hormigueaba en el pecho y su alfa parecía más que agusto. Su omega había dicho que lo intentaría y eso era lo único que Harry necesitaba. Él siempre lo había dicho, esperaría cada día de su vida por Louis.

Haría cualquier cosa por Louis.

Hablar con Louis prácticamente le había devuelto el aura tranquila que solía rodearle siempre, le había dejado con la mente en paz y sin dudas. Confiaba en Louis y su palabra de decirle si necesitaba alguna cosa o si algo iba mal para él, porque Harry estaba allí para cuidarle y apoyarle. No se permitiría fallarle nunca, era su precioso omega de quien hablaba. Su razón de ser un alfa, su tesoro, lo que más apreciaba y valoraba.

Harry se encontró con Aeve en las escaleras, la beta sostenía una pequeña canasta con mantas y le había sonreído suavemente cuando le preguntó por Louis, el alfa le había dicho que su omega seguía durmiendo en la habitación y que le apetecía dejarlo descansar hasta tarde, pues habían tenido una noche algo larga. La beta asintió y luego, con mirada suave, se despidió.

Harry recordó con una pequeña sonrisa mientras bajaba las escaleras haber tenido el mayor cuidado al alistarse, pues absolutamente no se permitió despertar a Louis. Una de sus cosas favoritas era observar al joven dormir y lo descubrió cuando se quedó de manera inconsciente observándolo por varios minutos.

El respirar suave del chico, su cabello castaño y lacio desordenado, su gesto apacible y delicado, todo aquello eran solo algunos motivos más que hacían al purasangre sonreír desde el corazón porque ese era su omega.

Su lindo, hermoso y perfecto omega.

Harry recorrió la planta baja hasta cruzar el pasillo final dónde empujó una enorme puerta de madera oscura para adentrarse entonces a la oficina principal. Todo estaba en silencio pero identificó la presencia de Zayn antes de verle, pues la fragancia del pelinegro flotaba por todo el lugar. Seguramente tenía por ahí un par de horas.

—Tienes tiempo aquí —le dijo suavemente. Más que una pregunta, era una afirmación.

El pelinegro levantó la cabeza despegando su vista de los papeles que leía sentado en el escritorio principal, retiró las gafas que había sobre el puente de su nariz y destensó los hombros.

—Algo —respondió escueto.

Harry se sacó el abrigo que llevaba encima y prosiguió a sentarse en la silla de cuero al otro lado del escritorio, frente a Zayn—. ¿Mucho trabajo?

El alfa negó haciendo una mueca pero no dijo nada más.

Debido a su inusual silencio, Harry le examinó un momento y estuvo por cuestionar sobre la situación cuando Zayn simplemente habló.

—Es Liam. —soltó, pareciendo haberse sacado algo de encima.

Harry entonces tomó los papeles más cercanos y comenzó a echarles un vistazo ya menos alerta una vez aclarada la actitud de su compañero y amigo, todos tenían problemas con sus parejas alguna vez. Harry era testigo mismo de ello, pero no lo comentó. Leyó lo más importante de los papeles en sus manos e hizo una mueca.

Irlanda, debían ir a Irlanda cuánto antes.

Zayn resopló y entonces Harry volvió a mirarlo. Su amigo parecía realmente serio al respecto por lo que quizás necesitaba ser escuchado.

—¿Qué sucede con tu omega? —cuestionó banalmente mientras buscaba un número de teléfono que recordaba haber anotado en alguna parte por encima del enorme escritorio.

Tenía que comunicarse con cierta persona importante para verificar que sus planes de expansión seguían en pie. Tenían qué, ansiaba ese nuevo territorio.

Sin embargo Zayn se recargó en su propia silla colocando detrás de su cabeza ambos brazos para luego chasquear la lengua.

—No lo sé. —respondió.

—No lo sabes —repitió Harry levantando algunos libros y carpetas. Luego le dio una mirada al pelinegro y alzó una ceja.

El joven alzó los hombros y negó haciendo una mueca—. Creo que... Huele demasiado dulce. —frunció un poco el ceño—. Incluso, podría decir que me molesta en la nariz. Quizás... ¿Su celo está próximo?

El rizado detuvo entonces lo que hacía y observó a Zayn con el ceño también medio fruncido—. Yo que sé —le dijo extrañado—. Es tu omega. ¿Por qué te molesta como huele?

—No sé, Harry. Sólo lo hace.

El ojiverde estuvo por decir algo pero Zayn le interrumpió con un gesto y le resto importancia, la conversación terminó entonces.

—Sólo olvidalo. —le dijo. Harry no insistió—. ¿Viste ya lo de Irlanda? Te dejé los papeles justo ahí —señaló.

Harry observó un poco más a Zayn decidiendo si darle la importancia suficiente a lo que le había escuchado decir, pero concluyó que no, pues Zayn parecía muy dispuesto a cambiar el tema y no era su asunto. Le vio colocarse de nuevo las gafas y hojear un par de papeles más así que siguió en lo suyo.

—Acabo de ver —le respondió—. Estoy buscando el número para llamar.

Zayn se levantó y volvió a los segundos—. Lo tengo aquí, toma.

Harry extendió la mano y tomó el papel.

—Gracias.

Alcanzó entonces el teléfono encima del escritorio y lo descolgó, tecleando los números escritos.

—¿No han llamado del hospital? —preguntó, llevándose el teléfono al oído. Frunció el ceño cuando por la bocina escuchó una suave melodía con gaita. Irlandés tenía que ser.

—Sí. Dijeron que Luke está mejor, seguramente vuelva hoy por la noche o mañana al medio día.

Alzó las cejas. Así que también sumaría a las cosas que hacer el recibir a Luke del hospital. Le alegraba después de todo, habían tenido demasiada suerte de tenerle todavía respirando.

Quiso apartarse el teléfono del oído, la música de fondo comenzaba a ser irritante.

—¿Ha dicho algo más sobre...?

Zayn le dio una mirada escueta y alzó los hombros—. Pregunta por él.

—¿Alguna noticia?

—No. Pero estoy seguro de que tu omega sabe.

Harry desvió la mirada—. Le preguntaré.

—¿Y si miente?

—Mi omega no miente —le dijo crudamente.

Zayn volteó a verle con una ceja arriba y Harry quiso gruñirle porque no le gustaba en absoluto la acidez en sus ojos. Su día había comenzado muy bien como para que una estúpida gaita y el sarcasmo de Zayn lo arruinaran.

Estuvo a punto de colgar el teléfono irritado cuando atendieron la línea, por lo que se quedo quieto.

—¡Hola, hola, lobito!

Le dio una mirada seria a Zayn y se pusó de pie.

—Niall Horan —musitó tomando un corto respiro para calmarse.

—Él mismo. —la voz cantarina del omega le saludó—. ¿Qué tal? ¿Cómo han ido tus días? Demasiado tiempo sin hablar contigo, eh. Pensé que nuestro acuerdo había quedado en el olvido.

—El acuerdo sigue presente para mí mientras tengas lo que te pedí —respondió.

—Venga, hombre. —no podía verlo, pero le imaginaba sonriendo con una copa de champán en la mano. Estúpido niño mimado—. Primero dime cómo estás.

—Estoy bien.

—Pues vale. —le escuchó reír—. Yo también estoy bien, gracias por preguntar, no te hubieses molestado. Me alaga tu interés.

Se contuvo de rodar los ojos—. ¿Entonces?

—¡Éstas cosas no se hablan por teléfono, lobito! —fingió indignarse—. Pienso que tú más que nadie debería tenerlo muy presente.

Tragó saliva. Uno, dos, tres... Paz y armonía.

—Estoy hablando del viaje, Horan. —atinó a decir.

—¡Ah! —la alegría del joven fue evidente en su tono de voz. Harry tomó otro respiro—. ¡Entonces es un hecho que vienes!

—Sí. Ya te había confirmado que tendría la entrega para ti y que me presentaría a firmar, siempre y cuando tú...

El joven le interrumpió—. Sí, sí. Sé mi parte del trato. Una vez más, esas cosas no se hablan por acá. ¿Cuándo?

Perdió un poco el hilo de la paciencia por lo que se dio un pequeño masaje en las sienes con dos dedos.

—Espero que esto valga la pena maldita sea, te lo advierto de una vez.

Niall chistó.

—¿Ves cómo eres? No he dicho una sola palabra respecto al tema y ya estás gruñendome, es por eso que tú estás solo.

Entonces sí que rodó los ojos. Algo se removió en su pecho, se aguantó las ganas de gruñir en serio.

—Niall.

—¡Que ya, hombre! —el omega bufó—. Tengo lo que has pedido. Valdrá la pena.

—Más te vale.

—Más te vale —el joven lo imitó con voz aguda y cantarina—. Alfa gruñón.

—¿Qué has...?

Niall lo interrumpió. Por segunda vez—. Entonces cuándo vienes.

—Joder —balbuceó, pasándose una mano completa por el rostro—. Este fin de semana seguramente. Si cambio de planes te avisaré.

—Ten buen día, lobito.

—Si vuelves a llamarme así voy a...

—¡Gracias por desearme buen día también, un gusto negociar contigo!

—Hijo de...

—¡Una cosa más!

—¡¿Qué?! —gruñó.

—Come un poco de azúcar para endulzarte la vida o algo, por dios.

Colgó el teléfono y soltó un suspiro.

—¿Qué tal estuvo? —escuchó la voz burlona de Zayn y se giró a verlo. Podía sentir sus propias mejillas rojas.

—Dime en qué momento pensé que era buena idea hacer acuerdos con este chico.

—En el momento que supiste que tendría sus ventajas tenerlo como aliado. —Zayn le recordó.

—Sí, joder. —tomó un respiro—. Pero... Maldición, es... Es una completa pesadilla.

—Es solo Niall Horan, nada con lo que no podamos lidiar.

—¿Estás seguro? —alzó las cejas.

Zayn dudó.

[...]

Luego de una mañana algo ocupada, Harry finalmente encontró un hueco para volver a donde pertenecía.

Su alfa le exigía que fuese a comprobar que su omega no necesitase nada como lo había hecho desde el primer día que llegó a la mansión. Eran visitas cortas pero constantes a lo largo del día hasta que finalmente llegaba el anochecer y podía tumbarse entre las sábanas con la dulce fragancia del joven flotando en el aire haciéndole sentir cómodo y relajado, llevándole profundo a los más dulces sueños.

El alfa observó con cariño desde el sofá donde tenía un rato sentado la dulce escena de Louis despertando y removiéndose bajo las mantas. Primero observó su maraña revuelta de cabellos y luego sus brazos estirándose, para luego escuchar su suave y bajo bostezo. El omega se irguió de a poco en la cama llevándose los nudillos hasta los ojos para tallarlos con suavidad. El sol que entraba por el ventanal cubriéndole suavemente haciendo su piel dorada resaltar.

Harry no podía estar más enamorado.

—Buenos días, omega —le saludó por lo bajo.

Louis parpadeó todavía adormilado y ladeó la cabeza regalándole entonces una suave sonrisa—. Buenos días, alfa —respondió con voz aguda de recién despertar—. ¿Hoy no te fuiste?

—Sí. Solo vine a ver cómo estabas, pero seguías dormido así que no te quise despertar.

A Louis se le escapó otro pequeño bostezo, Harry no reparó en haberle comparado de pronto con un dulce cachorro. Sonrió enternecido.

—¿Es muy tarde?

El mayor negó—. No. Me he levantado más temprano yo, pero te has perdido el desayuno. ¿Tienes hambre?

El omega negó con suavidad—. Todavía no.

—Pediré que Aeve te lo suba en un rato, ¿está bien?

Louis le volvió a sonreír—. Gracias.

—No hay de qué, omega.

Louis dirigió su mirada hasta la ventana y frunció un poco el ceño por la luz entrando.

—¿Ha dejado de nevar? —preguntó.

—Sí, antes de que saliera el sol. ¿Estuvo muy fría la noche?

El joven asintió—. Algo. Pero las mantas estuvieron bien.

Harry asintió observándole con ojos suaves y cariñosos.

—Si el frío es demasiado la próxima vez, puedes ir conmigo. ¿vale? —ofreció con palabras cálidas. Louis solo pudo sonreírle un poco más.

—Gracias, alfa.

—No es nada omega. Hm... —Harry se levantó y caminó hasta llegar al final de la cama, donde tomó asiento otra vez—. Este fin de semana, tendré que viajar a Irlanda. Yo estaría más cómodo si vienes conmigo, pero te quedas si quieres.

Louis parpadeó—. ¿Irlanda...?

Harry asintió—. Asuntos de trabajo. —le explicó brevemente—. Pero te quedas si quieres.

A Louis le tomó exactamente tres segundos negar—. No alfa, yo estoy donde tú estás. Iré contigo.

Harry pudo respirar mejor. Le sonrió suavemente y asintió—. Vale. Vienes conmigo entonces.

Louis asintió—. Sí, siempre.

—Siempre... —murmuró el alfa.

Mantuvieron una larga mirada y al cabo de unos segundos se regalaron también la más sincera de las sonrisas.

×××

Miraba sus propios pies al caminar pero sus sentidos estaban todos alerta. Mantenía sus manos dentro de los bolsillos frontales de la sudadera oscura que usaba y el gorro de esta cubría sus cabellos haciendo también sombra en su rostro. Sus dedos acariciaban el metal del arma entre sus manos y la voz de su mejor amigo todavía podía escucharla en su cabeza.

"Es una mala idea, Mike."

Sí, era una mala idea. Una pésima idea. La peor que alguna vez se le había ocurrido, pero no sabía qué más hacer. Su pecho picaba y necesitaba que él dejará de necesitarle, porque sino entonces no podría seguir su camino.

Luke necesitaba dejar de preocuparse por él, necesitaba dejar de pensar en su bienestar, en si se encontraba bien, en si se encontraba mal, si comía, si dormía, si bebía. Luke era un alfa terriblemente preocupado y melancólico sufriendo la falta de su omega y Michael simplemente ya no podía soportarlo.

Por eso caminaba por los pasillos de aquel solitario hospital clandestino, donde las bombillas de las lámparas parpadeaban y la oscuridad consumía una que otra habitación.

No estaba nervioso, sabía usar el arma que llevaba consigo y confiaba en Luke. No había motivo alguno para llevarla, pero jamás estaba de más un poco de protección, menos en un lugar como ese.

Fue fácil obtener los datos de Luke en la recepción, nadie iba a un lugar así sin motivo, y estaba seguro de que habría alguien cuidando las puertas del alfa. Después de todo, no era cualquier alfa.

Pero Michael tampoco era cualquier omega.

Mientras subía escaleras y recorría pasillos un poco de remordimiento quiso abrazarle, pues había decidido irse cuando su alfa más le necesitó pero Michael todavía no encontraba ganas para arrepentirse. Tenía un corazón duro y una actitud inquebrantable, una vez que tomaba una decisión no había nada que pudiese revertirla.

Había decidido irse. Y no volvería. No hasta decidirlo.

Ubicó dos enormes alfas al final del pasillo, donde intuyó estaba la habitación de Luke. Observó la numeración y lo confirmó.

Al plantarse delante de aquellos dos enormes tipos se sacó el gorro de la sudadera y les dio una mirada de rostro inexpresivo.

—Vengo a ver a mi alfa —les dijo claro y alto.

Ambos hombres se miraron entre sí y volvieron a verle con curiosidad. Entonces uno de ellos entró en la habitación. Michael y el extraño restante compartieron miradas frías y retadoras hasta que el otro salió de nuevo.

—Adelante.

Fue entonces cuando tragó saliva y su mandíbula se tensó un poco.

Su alfa.

Iba a ver a su alfa.

Iba a despedirse de su alfa.

Tomó un cortó respiro y empujó la puerta entrando con lentitud.

Lo primero que golpeó su nariz fue el olor a desinfectante y medicamentos. Luego la espesa y picante fragancia del alfa revuelta por allí, sutil pero todavía notoria que le hizo volver a tragar saliva.

Cerró la puerta detrás de sí y encontró los enormes ojos azules del purasangre observándole. Una línea de oxígeno entrando por su nariz junto a un enorme vendaje en la parte baja de su abdomen que podía apreciarse ya que tenía el torso al descubierto.

Las manos del omega picaron por cubrir al alfa ya que estaba muy helado e incluso iba a caer nieve una vez más.

—M-Michael —titubeó el alfa. Al omega le tomó dos segundos terminar con la distancia y llegar a su lado cuando vio que intentaba apartar las sábanas para bajar de la camilla.

—No, no —lo detuvo, tomando sus manos y volviendo a encontrar sus ojos—. Tranquilo, estoy aquí. No pasa nada.

—O-Omega... —Luke pareció perder el aliento, sus manos temblorosas y conectadas a una intravenosa subieron hasta acunar el rostro suave del joven. De sus brillantes ojos azules resbalaron dos lágrimas. Michael apretó los labios y subió sus propias manos para colocarlas encima de las del alfa.

—Hola alfa —murmuró sonriendole apenas. Creyó que iba a ser más fácil, de verdad que sí. Tragó saliva—. ¿Estás mejor?

Pero Luke seguía mirándole sin poder creerlo, sus lágrimas seguían saliendo y comenzaba a agitarse.

—Estoy aquí —Michael le dijo, acercando una de sus manos hasta el rostro del mayor para acariciar su rostro con suavidad—. Está bien, alfa. Estoy aquí.

Luke entonces deslizó sus manos hasta la cintura de Michael y lo atrajó hacia sí, ocultando el rostro en su pecho mientras sollozaba suavemente. La garganta del omega dolió y finalmente abrazó al alfa colocando su mentón encima de su cabeza donde rubios cabellos despeinados le hicieron cosquillas en la nariz. Michael le acarició el cabello con lentitud, cerrando los ojos mientras obtenía un gran respiro de su fuerte fragancia.

—No sufras por mí, alfa. —le dijo por lo bajo. Luke le apretó un poco más, repegándose más a su cuerpo.

Duraron un rato así. El monitor cardíaco siendo lo único que rompía el silencio en la habitación.

—Te fuiste. —la voz amortiguada del alfa llegó a los oídos del omega como un doloroso susurro. Michael apretó más los ojos cuando los sintió picar. No debía llorar, no había motivo—. ¿Por qué te fuiste?

—Porque ese no es mi lugar. —le respondió.

Luke se apartó entonces mirándole con ojos llorosos y nariz roja—. ¿No es tu lugar? —el omega negó—. Soy tu alfa —le recordó.

Michael le sonrió débilmente y dirigió sus manos al rostro del alfa para acunar entonces sus mejillas. Le observó con cariño y acarició la piel con sus pulgares.

Se acercó con lentitud y junto sus frentes, luego rozó sus narices para finalmente presionar un beso suave y casto en los labios del alfa.

—Lo sé —murmuró sin alejarse—. Pero yo nací siendo un omega libre. No quiero un alfa, no quiero una mordida y no quiero un lazo... No por ahora. Si lo aceptas en este momento, será más fácil para los dos.

Luke tragó saliva. Sus manos se aferraron a la cintura del omega.

—¿Vas a irte?

Michael volvió a besar sus labios—. Sí.

—Pero te necesito —le dijo por lo bajo, nuevas lágrimas inundando sus ojos azules.

Michael tragó saliva nuevamente.

—Entonces deja de hacerlo —le susurró.

—Omega... Por favor, quedate.

El joven se alejó entonces del alfa, mirándole con mandíbula apretada y ojos brillantes.

—Vas a estar bien sin mí —le dijo por lo bajo, las palabras saliendo con dificultad—. Sé que en algún momento volveré, pero no voy a pedirte que me esperes.

—Omega... —Luke balbuceó.

—No te preocupes por mí. Estoy bien. Estaré bien. Para que sepas... —tomó aire—. Me alimento tres veces al día, a veces cuatro o... Cinco. Y también duermo el tiempo suficiente. Deja de pensar en eso. Deja de pensar en mí. Por favor, Luke. Hazlo fácil. Duele menos.

—Michael...

Le dedicó una larga mirada. Triste y melancolica a partes iguales. Soltó un suave suspiro.

—Adiós, alfa. Solo he venido para hacerte saber que estoy bien. Deja de preocuparte por mí.

Se acomodó de nuevo el gorro de la sudadera sobre su cabeza y salió en silencio de la habitación.

Caminó por los mismos pasillos que había recorrido momentos atrás ignorando los llamados del alfa a sus espaldas y parpadeó, limpiando rápidamente la solitaria lágrima que se había escapado de su ojo izquierdo.

Él era una persona libre. Nació siendo libre y no estaba dispuesto a depender emocional y físicamente de nadie. Nunca en su vida lo había hecho y no iba a comenzar en esos momentos.

Estaba mejor así. Luke estaría bien sin él y él podría seguir teniendo la misma vida que había tenido siempre.

En la libertad.

Porque nadie debía permanecer en un lugar donde no deseaba estar, por más dolorosa que fuese la despedida.

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