The World Retreats [JiKook]

By gatochismoso

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El mundo de Jeon Jungkook se destrozó una noche y media atrás. More

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By gatochismoso

Advertencias: au de zombies. Muerte, drama y angst. Mundo post-apocalíptico.

Tiene dos finales. 

Hay ligero TaeKook en este capítulo.

Fue una comisión, pero no recuerdo quién me la pidió unu

Y podemos mirar,

Mientras que la belleza toma su peaje...

El mundo de Jungkook se destrozó por segunda vez una noche y media atrás.

La primera vez ocurrió hacía exactamente dos años, cuando la programación habitual de la televisión se vio interrumpida por los noticieros de emergencia. Taehyung estaba dándose una ducha, mientras él preparaba la cena, vistiendo sólo una vieja camiseta y la ropa interior.

Al inicio, no tomó en cuenta lo que fuera que estuviera hablando la reportera. Jungkook prendió la televisión sólo para tener algo de ruido de fondo, adormilado por el sexo y posterior siesta que tomó junto a su novio, y estaba pensando en apagarla cuando algo lo detuvo.

El volumen estaba a un nivel bajo, pero se quedó mirando el encabezado de la noticia.

LOS ALTOS CARGOS LLAMAN A LA CALMA

Se recomienda que la población no salga de sus hogares.

Frunció el ceño levemente, agarrando el control remoto para subirle el volumen. Escuchó a Taehyung salir del baño, tarareando por la felicidad y gritándole algo, pero Jungkook no lo tomó en cuenta. La reportera estaba hablando, en el centro de la ciudad de Seúl, donde un montón de gente corría, gritaba y lloraba. Algunos venían empapados de sangre.

―¡Es todo un caos! ―decía ella, sosteniendo el micrófono y tratando de detener a alguien para entrevistarlo―. ¡Las personas están inundadas por el pánico y el terror! ¡Señor, por favor...!

―¡Esa persona mordió a alguien y lo mató! ―gritó el caballero, temblando por el miedo―. ¡Yo vi como lo mató antes de lanzarse sobre otra persona!

―¡Señor!

En ese momento, Jungkook vio por primera vez, a través de televisión, lo que en unas semanas pasarían a llamarse como Mordedores. Lo que alguna vez fue una persona raciocina, ahora era un monstruo que gruñía, con las pupilas de un horrible color blanco y un rastro de sangre en la boca. Jungkook pensó al inicio que debía ser una herida que tenía, hasta que lo vio lanzarse a la periodista y el pánico del camarógrafo se desató.

―Oye, bebé, ¿qué pasa? ―preguntó Taehyung, apareciendo. Llevaba unos pantalones, sin camisa, y secaba su cabello.

Jungkook cambió el canal, pero aquí el periodista y el camarógrafo corrían, con decenas de esas cosas persiguiéndolos. Taehyung se acercó, observando la televisión, y de pronto se escucharon unos gritos en la calle.

El chico se apresuró en asomarse, viendo a las personas correr por la calle. Algunos se subían a sus autos y piraban lejos de allí, sin importarles si atropellaban a más gente en su camino.

―Mierda ―murmuró Taehyung.

Al volverse a la televisión, el Presidente del país estaba diciendo que todo estaba bajo control y no debían ceder al pánico. Iba a desplegar a los militares a las calles para hacerse cargo de esto, y ese fue el momento de alarma de Taehyung.

―Si piensa sacarlos, es que la cosa no está bien ―dijo su novio, sacudiendo su cabeza―. Llama a tus padres, yo trataré de comunicarme con los míos.

Lo intentaron mil veces. Mientras agarraban sus bolsos y los llenaban de ropa y comida, trataron de comunicarse con sus progenitores sin buenos resultados. Las líneas estaban saturadas por completo.

―Deberíamos ir con mis papás ―habló Jungkook, cerrando el bolso.

―O con mis abuelos ―señaló Tae―, en el campo podríamos estar mejor.

Mordió su labio inferior con fuerza, sin saber si debía discutirle. Una parte de él quería hacerlo, quería pelearle, priorizar a su familia, pero ¿eso no lo haría un egoísta?

Taehyung pareció adivinar su hilo de pensamientos, porque se volteó y le agarró las mejillas. Se inclinó a darle un beso suave, de esos que le hacían saber que todo estaría bien.

―Vayamos con mis abuelos primero, por favor, bebé ―le suplicó―. Luego nos las arreglaremos para ir con tus padres.

Jungkook asintió, todavía un poco indeciso, pero sin querer hacer una gran pelea por la situación.

Antes de salir, Jungkook agarró una de las fotos que ellos tenían juntos: fue cuando salieron en bicicleta, a recorrer los puentes de Seúl. En una parada que hicieron, Taehyung les sacó esa selfie, y el menor adoraba la forma en que ellos salían juntos.

No fueron los únicos que estaban saliendo: mientras bajaban las escaleras de su tercer piso, se toparon con otras familias que también iban por ese camino, y otras que iban subiendo. Fue todo un caos, así que se agarraron de las manos con firmeza hasta que salieron, donde el exterior estaba igual de caótico. Ellos vivían en el sector de Dongjak, por lo que la dirección que las personas tomaban se dirigía hacia el suroeste, hacia Incheon.

Taehyung lo llevó a su auto, echando todo atrás con rapidez y subiéndose a sus asientos. Normalmente era Tae el que conducía, y Jungkook lo agradeció, porque estaba demasiado nervioso en ese preciso instante como para concentrarse.

El viaje por las calles avanzó demasiado lento, porque las personas, apresuradas en irse, no dudaban en correr por las calles sin preocuparse de los autos. Algunas fueron más temerarias y empezaban a golpear, aprovechando la lentitud del auto, las ventanas y puertas, pidiendo que les abrieran.

No habían avanzado ni cinco cuadras cuando el caos volvió a desatarse, sólo que en ese lugar.

De pronto, la multitud de gente comenzó a correr y gritar, y alguien se lanzó contra el auto de Taehyung. Jungkook soltó un grito bajo, Tae pisó el freno, con expresión de sorpresa, y ambos miraron al frente. Su novio hizo el amago de bajarse a ayudar a la muchacha, pero Jungkook se le adelantó.

―¡No salgas! ―le dijo, alarmado―. Taehyung, mira...

Los dos observaron, desde sus lugares, como esa cosa mordía, sacaba, arrancaba, trozos de carne del cuello de esa joven que no debía tener más de veinte años. Ella se quejaba, pero la sangre salía a borbotones mientras el monstruo masticaba, y de pronto aparecieron otros.

―¡Retrocede! ―gritó Jungkook, asqueado y con ganas de vomitar―. ¡Taehyung!

―¡Tranquilo, Kook! ―tartamudeó Tae, mirando por el espejo retrovisor y tocando el claxon. Movió el cambio del auto antes de retroceder, los dos cuerpos cayendo al suelo, pero no se giraron a mirarlo.

Jungkook no quería ver si atropellaron a alguien o lo pasaron a golpear. Sólo quería huir, huir lejos de ese desastre.

Los siguientes días transcurrieron como una pesadilla sacada de un mundo de ciencia ficción y terror. Las telecomunicaciones fueron cortadas por completo, así como las líneas telefónicas, y el temor a contagiarse de esa extraña enfermedad hizo que la gente tratara de mantenerse oculta. El mundo que ellos conocieron alguna vez comenzó a extinguirse poco a poco, en dónde la supervivencia personal era más importante que todo en la vida.

Jungkook llamaba a esas cosas como Mordedores. La palabra "zombie" se le hacía extraña, considerando que durante mucho tiempo consideró que era algo imposible de ocurrir, y siempre la relacionó con esas criaturas graciosas que caminaban lento y apenas podían tenerse de pie. Mordedor era una mejor palabra, considerando como actuaban: atacaban enseguida, con esos dientes salvajes, comiendo, comiendo, comiendo...

Lo peor no era eso, de todas formas: lo peor era si te mordían, porque la herida se infectaba y, de pronto, podías contagiarte con eso y perder la cabeza. Ellos lo vieron de primera mano cuando, al viajar a la granja, se encontraron con un matrimonio que se quedó varado. Se detuvieron a ayudarlos, viendo que la pequeña hija de esas personas estaba con una parte de su brazo vendado. De un momento hacia otro, la adorable niña se transformó en una de esas cosas, gruñendo y corriendo y mordiendo a sus padres. Taehyung y Jungkook salieron lo más rápido que pudieron de allí.

―Estaremos bien ―le prometió Taehyung, horas después―, mientras estemos juntos, estaremos bien, bebé.

Jungkook sólo podía aferrarse a eso, a esa promesa, porque ni siquiera sabía si sus padres y hermano estaban vivos. Taehyung era todo lo que le quedaba.

Incluso en la actualidad.

―Jungkook ―susurró Tae, con su voz quebrada en dolor―, bebé, por favor...

―No ―murmuró Jungkook, negándose a mirarlo―, no te atrevas. No vuelvas a decirlo.

Taehyung se rió, pero esa risa terminó quebrándose en una tos. Jungkook humedeció el paño con agua fría antes de ponerla en la frente de su novio.

―Jungkook ―insistió Tae―, no sirve de nada, lo sabes bien.

Sacudió su cabeza en una negativa.

―Estás delirando ―Jungkook se arrastró fuera de la carpa que encontraron meses atrás―. Iré a buscar algo para comer, la trampa de peces tuvo que haber atrapado algo ya.

Taehyung abrió la boca, pero Jungkook salió con rapidez, porque no quería escucharlo. No quería oír su insistencia, pues eso terminaría por derrumbarlo completamente.

Ya en el exterior, miró a su alrededor con precaución, esperando escuchar algún ruido fuera de lo normal. Quizás la única mierda buena de esas cosas era que siempre gruñían y no se preocupaban de ser silenciosos, por lo que podía escuchárseles desde metros. Si iban en hordas, entonces el ruido que provocaban era mucho más fuerte, pudiendo oírseles desde kilómetros.

Agarró el cubo para ir hacia el río que estaba a unos metros de dónde acampaban, llevando la escopeta que cargaban para todas partes. No sabía cuántas balas les quedaban, Taehyung era el que normalmente se encargaba de esa situación, pero ahora él debía asumirlo con la frente en alto.

Aprovechando la soledad, se dio un baño rápido en el río y llenó el cubo con agua. En ese mismo instante, lo único que podía escucharse era el ruido del viento que se colaba a través de los árboles, el piar de algunos pájaros y el río corriendo en su longitud. Según sus cálculos, debían estar en las afueras de Busan. Estaba tentado de entrar a la ciudad para ver la posibilidad de buscar algún medicamento, pero las ciudades eran los lugares más peligrosos en ese momento. Era donde más se llenaba de los Mordedores.

Cargó el agua al campamento improvisado que levantaron cuando se alejaron lo suficiente del desastre que se armó con su viejo grupo, un día y medio atrás.

Habían logrado llegar donde los abuelos de Taehyung, pero se encontraron con el campo vacío. Lo peor, sin embargo, no fue eso, sino que varios vecinos estaban transformados en esas cosas. Jungkook seguía sin poder pensar en ellos como zombies, a pesar de que fuera la palabra correcta para definir lo que eran. Para él, cuando pensaba en esa palabra, se le venían a la cabeza esos zombies de películas, putrefactos y lentos, tal vez con pieles verdes y vestimentas rotas. Pero estos seres eran totalmente otra cosa: conservaban el color de la piel, eran rápidos y sus ojos parecían tener una extraña tela blanca que les hacía perder la pupila.

Esa misma tela que parecía estar formándose sobre los ojos de su Taehyung.

Mordió su labio inferior con fuerza, hasta sacarse sangre, ante ese pensamiento.

Cuando exploraron toda la casa de los abuelos de Taehyung y no encontraron algo, salieron y caminaron hacia el auto. Allí se encontraron directamente con uno de esos seres, que gruñía y barboteaba ruidos de ataque. Taehyung y Jungkook corrieron de regreso al interior, y su novio buscó alguna de las viejas armas que su abuelo solía guardar, agarrando esa escopeta que hasta el día de hoy conservaban.

Taehyung fue el que disparó a la cabeza, viendo a ese vecino, que durante mucho tiempo le saludaba cuando iba de vacaciones, caer al suelo con la sangre negra manchando el suelo. Nunca hablaron de eso.

Decidieron llenar sus bolsos con comida y las cajas de balas que encontraron allí, volviendo al auto y resolviendo partir a Busan. Esperaban tener mejor suerte y pillar a los padres de Jungkook, aunque siendo honestos, ninguno tenía demasiadas esperanzas en eso. Como estaba la situación, en poco menos de dos días todo el país (y quizás el mundo) se fue a la mierda.

Sin embargo, pronto se dieron cuenta de que no iban a tener que lidiar sólo con esos monstruos, sino también con otros humanos que decidían sobrevivir robando y actuando de forma individual. En Busan se encontraron con un grupo de Carroñeros, como les puso Tae, que les robaron el auto cuando llegaron a la casa de los padres de Jungkook y entraron. Para fortuna de ambos, habían sacado sus bolsos por si acaso, a pesar de que en el interior no pillaron a nadie más.

Se quedaron unos días allí, hasta que se dieron cuenta de lo peligroso que era estar dentro de una ciudad. Fue ahí que dieron con un grupo de personas que se estaban trasladando fuera del lugar, hacia otro terreno en el que poder instalarse, y decidieron unirse.

Volvió a entrar en la carpa, viendo que Taehyung se había quedado dormido. Su rostro estaba muy pálido y transpiraba intensamente, con su frente ardiendo por la enfermedad. Jungkook sabía que el virus, o la mierda que fuera, actuaba distinto en cada persona. A veces, podía ser en segundos, minutos u horas. Otras veces, tardaba un poco más, hasta una semana.

Dos noches atrás, mientras dormían en el campamento que improvisaron, los Mordedores entraron. Eran un grupo pequeño, de veinte personas (en otro momento eran más, pero los iban perdiendo poco a poco), que se instalaron en un pequeño claro, a kilómetros de donde estaban actualmente. Supuestamente tres personas debían quedarse vigilando por las noches, sin embargo, fueron atacados por una horda de Mordedores, probablemente devorándolos enseguida. De ahí se desató el caos y ellos recogieron sus cosas lo más rápido que pudieron, tratando de abrirse paso por entremedio del desastre. Fue cuando apareció uno de esos monstruos, rabioso, gruñendo, lanzándose sobre Jungkook, y Taehyung lo empujó lejos del camino. Los dientes de esa cosa agarraron a su novio por el brazo y Jungkook reaccionó, tomando una roca y golpeando al Mordedor en la cabeza. Cuando se vio libre, Taehyung le sostuvo la mano y salieron corriendo, alejándose lo más que pudieran.

Corrieron por el resto de la noche, y sólo cuando se detuvieron, a orillas de ese río, Taehyung se volteó a verlo.

―Jungkook ―le habló―, debes matarme.

Se negó en ese momento, como se seguía negando ahora. ¿Cómo se le ocurría? ¿Cómo Taehyung podía pensar...? De sólo imaginárselo, Jungkook sentía que su mundo iba a acabar. Taehyung era todo lo que le quedaba, porque sabía que sus padres y hermano estaban, o muertos, o convertidos en esas cosas. De cualquier forma, ya no existían como la gente que amaba. Taehyung era su novio, el amor de su vida. Lo conocía hacía más de tres años, ¿cómo iba a poder levantar un arma contra él?

Jungkook prefería morirse a ver morir a Taehyung, más si era por su propia mano.

Se sobresaltó cuando, en ese momento y de forma repentina, Tae le agarró la muñeca con fuerza.

―Jungkook, estoy hablando en serio ―le dijo su novio―, debes matarme.

―No, no quiero oírte ―murmuró el chico, con la voz quebrada―. Taehyung...

―Escúchame ―el tono de Taehyung era fuerte a pesar de todo―, por dios, escúchame, Jungkook. Debes matarme, tienes que hacerlo, no sólo por mí, sino también por ti. De sólo pensar en que pueda atacarte, puedo hacerte daño... ―su novio comenzó a sollozar―. Jungkook, por favor...

―No puedo hacerlo ―lloró Jungkook―, TaeTae, no puedo hacerlo. No puedo matarte, eso me va a destruir. No puedo... Y si... ¿Y si te mato y encuentran una cura? Yo no podría...

―Aun así, Jungkook... ―Taehyung tosió con fuerza y Jungkook notó los rastros de sangre en su boca―, aun así, no quiero convertirme en esto. No quiero transformarme en un monstruo.

―No lo harás ―Jungkook no dejaba de temblar, mirando el rostro contraído de dolor de Taehyung, su expresión desolada―. No puedes dejarme solo, no puedes hacerlo ―comenzó a moverse con desesperación―. Podríamos ir a la ciudad, quizás allí descubrieron alguna cura que lo vuelva lento, TaeTae, por favor, por favor.

―Bebé, bebé ―suplicó Taehyung, y Jungkook volvió a llorar con más fuerza―, no te dejaré nunca solo, ¿está bien? Siempre estaré aquí ―débilmente, el mayor le apuntó con un dedo a su corazón―. Pero debes hacer esto por mí, por el amor que me tienes, Kookie, conejito, te lo ruego.

―¡No, no! ―Jungkook estaba siendo irracional y egoísta, pero no sabía qué más hacer. El sólo hecho de perder a Taehyung ya le estaba enloqueciendo a más no poder, temblando por el terror―. No, no, me niego...

Taehyung le miró, y a través de esa débil tela blanca que se estaba formando en sus ojos (esos bonitos ojos expresivos que tanto amaba), observó el miedo y el pánico.

―Dame la escopeta ―le pidió―. Si no puedes, al menos deja que yo...

―Taehyung, no ―sollozó Jungkook, desesperado―, no, por favor, no me hagas esto. No puedes... Voy a quedar solo, ¿qué haré yo sin ti? ¿Qué podría hacer yo...?

―Está bien, Kook ―susurró Tae, llorando también―, está bien, mi lindo bebé...

Al final, logró convencerlo de empacar las cosas y caminar hacia la ciudad. Tal vez podrían encontrar alguna farmacia y ver si tenían algo que pudiera ayudarlo. Jungkook, en el fondo de su corazón, sabía que eso no sería así, pero era mucho mejor que quedarse quieto a esperar lo inevitable.

De todas formas, no es como si Taehyung pudiera realmente ayudarlo a cargar con algo. Entre la fiebre, la tos, los dolores musculares y el hecho de que su vista parecía nublarse, apenas era capaz de moverse sin quejarse. Jungkook era el que cargaba con la mochila donde llevaban la pequeña carpa, los sacos de dormir y la poca ropa que poseían, además de algunos artefactos útiles, como unos fósforos, la linterna y el cubo de agua. De comida, sólo les quedaban unas pocas manzanas y naranjas que Jungkook encontró alrededor de ellos.

Decidieron acercarse a la carretera y caminar por allí. Así, era más probable si veían aparecer un Mordedor, por lo que Jungkook cargó el arma por cualquier emergencia. Lo ideal sería no disparar, considerando que el ruido podía atraer a más de esos monstruos o a personas indeseadas, pero era mejor estar preparados en caso de que ocurriera algo.

La primera hora la caminata fue hecha en silencio, avanzando lentamente por la abandonada carretera. A veces, se encontraban con algún auto abandonado y Jungkook lo revisaba, a ver si descubría algo que pudiera serles útil. La mayoría de las veces no era así.

Sin embargo, para la siguiente hora, Taehyung se dobló por la mitad, llevando sus manos a su estómago y sin dejar de temblar. Jungkook trató de sostenerlo, pero su novio se alejó con un espasmo violento, y Jungkook contempló como Tae escupía sangre. De forma automática, retrocedió.

―Ju-Jungkook ―jadeó Tae, cayendo ahora de rodillas. Sus manos se apoyaron en el suelo antes de vomitar, y Jungkook sintió su estómago dando vueltas al ver la sangre―. Bebé...

―Te-tenemos que descansar, ya te has esforzado mucho ―barboteó el chico, quitándose la mochila―. Mañana te sentirás mejor y podremos–

―¡No! ―Jungkook se sobresaltó al escuchar su voz, que en ese momento parecía más un gruñido rabioso―. ¡De-debes...!

Jungkook sabía lo que le iba a decir, pero no lo pudo escuchar porque Taehyung volvió a vomitar sangre. Eso fue lo último que escuchó de su novio antes de empezar a estremecerse y, segundos después, a convulsionar con violencia. Jungkook soltó un grito.

―¡TaeTae! ―gritó, y su voz se quebró, arrodillándose también―. Tae, por favor, ¡por favor!

Taehyung volvió a vomitar y gimoteó por el dolor. Jungkook le levantó la cabeza y sintió el alma caer a sus pies cuando notó los ojos cubiertos ya de esa tela blanca. Sus labios estaban pintados de rojo por la sangre, mientras que las venas de su cuello se marcaban con fuerza. Su piel, que antaño tenía un bonito color canela, ahora se veía de un pálido color enfermizo.

―No, Taehyung, por favor, vuelve a mí ―suplicó, llorando y con la voz rota y quebrada―. Por favor, por favor, por favor...

Su novio gruñó con fuerza, sin entenderse una palabra coherente, y Jungkook siguió sollozándole para que reaccionara, para que no se dejara llevar por eso, por esa enfermedad, y que volviera con él.

Pero no pasó nada. Taehyung seguía temblando, con esos potentes espasmos y sin dejar de soltar ruidos de animal, y de pronto Jungkook estaba en el suelo, boca arriba, con su novio gruñendo como esos monstruos.

―¡Taehyung, por favor! ―gritó el menor, aterrado al notar que Taehyung tenía la boca abierta, cubierta de sangre, y haciendo fuerza para poder morderlo―. ¡TaeTae, sé que puedes...!

Sin embargo, Jungkook no sabía qué podía ocurrir ahora. Taehyung ya no estaba, se había marchado para siempre, y ahora quedaba esa cosa que gruñía, se revolvía sobre él y sus manos trataban de hacerle daño. Jungkook alcanzó a detenerlo de las muñecas, pero aun así no se detenía, no dejaba de querer atacarlo.

Jungkook lloraba, le suplicaba a Tae que se detuviera, que volviera, que no era necesario eso y que se calmara.

Pero eso no ocurrió. Ese monstruo no dejaba de gruñir, tratando de morderlo, de comérselo, y lo peor es que, aun así, Jungkook no se veía con el corazón de matarlo. Jungkook era un jodido cobarde, sin embargo, no podía hacerlo. Jamás podría hacerle eso a cualquier persona que amara, a pesar de que pudiera considerarse una decisión egoísta.

Increíblemente, esa cosa tenía demasiada fuerza y Jungkook sólo podía evitar que lo mordiera. Lo que alguna vez fue Taehyung trataba de morderlo por cualquier parte, y Jungkook sabía que, si llegaba a hacerlo, pronto se convertiría en eso. Si no se lo comía antes.

―¡Basta, basta! ―gritaba, espantado.

Pum.

Entonces, de forma repentina, un disparo resonó en el lugar. Jungkook se sobresaltó por el sonoro ruido, aunque no sabía a dónde mirar, porque el cuerpo de Taehyung cayó estrepitosamente sobre él. Jungkook miró el cielo un momento, antes de sentir la sangre empapar su playera. La sangre de Taehyung.

Gritó por el horror, tratando de enderezarse, y vio la herida de bala en la nuca de su novio. Volvió a gritar.

―¡Mierda! ―escuchó una voz cercana―. ¡Oye, tú, ¿estás bien?! ¿No te mordió?

Jungkook lo ignoró. Él sólo comenzó a sacudir a Taehyung, como si de esa forma pudiera abrir los ojos, reírse y darle un beso por la tonta broma que le hizo.

―¡Taehyung! ―gritó, con su tono quebrado en dolor y terror―. ¡Taehyung, por favor, por favor! ¡Por favor, despierta, te lo ruego!

Nada de eso pasó. Los ojos de Taehyung, cubiertos de blanco, estaban mirando a la nada. Su pecho no se movía ni reaccionaba de ninguna forma, mientras la sangre seguía corriendo.

―No me dejes, no me dejes ―sollozó Jungkook, sin dejar de llorar―, por favor, no me dejes...

―Disculpa, ¿qué...?

Jungkook se volteó hacia el desconocido, encontrándose con una preocupada mirada posada en él. Ese chico, que debía tener su edad, sostenía una pistola en su mano derecha.

De forma repentina e irracional, Jungkook sintió la ira en él por lo que hizo ese desconocido. Esa persona frente suyo fue quien asesinó a Taehyung, a su Taehyung, arrebatándoselo para siempre. Jungkook pensó en poder someter a Taehyung de alguna forma, tal vez esconderlo en algún lugar para que nadie le hiciera daño, y esperar a que se descubriera una cura de esa enfermedad. Ahí lo traería de vuelta.

Pero ahora, eso era imposible, y todo por ese desconocido.

―¡¿Cómo pudiste?! ―gritó, con lágrimas en los ojos. El chico se sobresaltó―. ¡¿Por qué lo mataste?! ¡¿Cómo pudiste hacer esto?!

―¿Qué? ―el desconocido se veía perdido y desorientado―. Oye, yo no...

―¡Lo mataste! ―Jungkook, sin pensarlo un poco, lo empujó. Ahí se dio cuenta de que era algo más bajo que él―. ¡Mataste a mi novio!

―Oye, Jimin, ¿qué mierda fue eso?

Jungkook se calló cuando una irritada voz habló de forma repentina, y de pronto, de entre los árboles, apareció otro chico pálido cargando una escopeta. Venía con la expresión dura y los labios apretados firmemente, y echó un vistazo a su alrededor.

―¿Quién es él? ―preguntó el recién llegado, apuntando a Jungkook.

¿Jimin? El chico que cargaba la pistola pareció un momento incómodo, como si no supiera qué contestar en ese momento. Ese comportamiento le hizo saber rápido a Jungkook que el líder de entre los dos era el hombre pálido, que se veía mayor que ellos.

―Un desconocido, Yoongi hyung ―habló Jimin, encogiéndose de hombros―. Vi que un Z lo estaba atacando, así que...

―Decidiste disparar ―terminó de decir Yoongi, y su voz se tornó enfurecida―. Con ese disparo y los gritos de seguro atrajiste atención indeseada. Nos vamos, ahora. Ya estamos tarde, de todas formas, y Hoba no estará feliz con esto.

―Lo mataste ―repitió Jungkook, llamando la atención de Yoongi y Jimin―. Tú mataste a mi novio, a mi chico.

―Ya no era ni tu novio, ni tu chico ―replicó Yoongi, con más dureza ahora―. Se convirtió en una de esas cosas, y si no nos movemos pronto, van a llegar más. ¿Vienes o no? No tengo todo el día.

Jungkook quiso seguir discutiendo con Jimin, pero una mirada bastó para saber que no obtendría mayor respuesta de él. Se giró hacia el cuerpo inmóvil de Taehyung, al charco de sangre, y sintió su estómago contraerse por eso. Muerto. Su novio estaba muerto.

Quiso volver a llorar, pero no lo haría frente a ellos.

―Quiero enterrarlo ―habló, y su voz salió ahogada.

Yoongi lo miró a través de sus ojos entrecerrados, más molesto ahora.

―¿Tienes una pala? ―le preguntó, y Jungkook se encogió―. No, ¿cierto? ¿Cuánto crees que vas a tardar si lo entierras, además? Esas cosas van a aparecer en cualquier momento ―bufó―. Bueno, entiérralo si quieres, pero yo me marcho. No arriesgaré mi vida por un muerto.

Jungkook quiso lanzarse a golpearlo al escucharlo hablar con tanta frivolidad, con tanto desprecio. Sin embargo, una parte suya pareció darle la razón: era demasiado peligroso quedarse a hacer eso, porque ya tuvieron que haber llamado la atención de alguien. Quizás de un monstruo, o peor, de algún grupo de Carroñeros.

Y, a pesar del odio que sentía en ese instante, no quería quedarse solo, sin ninguna compañía. Taehyung se había ido para siempre, no iba a volver y no tenía ningún lugar a dónde ir. El terror de estar ahora por su cuenta le estaba enloqueciendo.

―Por favor ―habló, y su voz salió como una súplica―, ¿po-podemos... podemos dejarlo a un lado de la carretera? Por favor, por favor...

Yoongi observó el cuerpo caído antes de volver a dirigirle los ojos. Jungkook se sorprendió al notar algo de calidez allí.

Yoongi le hizo un gesto a Jimin, y Jimin no tardó en moverse, dirigiéndole una mirada de reojo a Jungkook. El más joven sintió la ira golpeándolo ante el atrevimiento, pero decidió no tentar su suerte. Yoongi no lucía como alguien muy paciente.

Se movió también, agarrando los brazos del cuerpo de Taehyung, mientras que Jimin lo tomó de los pies. Moverlo fue bastante sencillo, considerando que había adelgazado los últimos años, pero eso no quitó que doliera de alguna forma. Lo recostaron a orillas de la carretera y Jungkook agarró un montón de hojas, dejándolas caer sobre el pecho de Taehyung.

Volvería. Iba a volver y le daría un entierro digno, como correspondía.

―Adiós, TeTe ―murmuró, y las palabras casi lo hicieron romper a llorar. Sin embargo, debía seguir controlándose.

Cuando levantó la vista, vio que Yoongi se puso a caminar hacia el bosque. Jimin no tardó en seguirlo, y él decidió ir detrás después de agarrar la mochila con todas las cosas, tratando de no voltear la vista, porque o si no, no iba a irse de allí.

Caminó en silencio siguiendo a los dos mayores, que tampoco hablaban demasiado, probablemente para no llamar mucho la atención de nadie. A veces, no sabían con qué iban a encontrarse y era mejor ser precavido.

Finalmente, después de quince minutos de caminata, dieron con un camino de ripio y grava, donde una furgoneta estaba estacionada. Jungkook observó la parte delantera, donde el vidrio estaba protegido con unas barras metálicas, y el parachoques contenía alambre de púas enredado.

Tragó saliva.

―¿Yoongi? ―una chica de cabello negro apareció―. ¿No ocurrió nada malo?

―No, Seulgi ―respondió Yoongi, estoico y caminando hacia la puerta lateral, que también estaba modificada con ese alambre de púas―. ¿Cargaron el ciervo con Jin?

―¡Jin hyung, para tu información! ―habló una cuarta persona, y un chico extremadamente guapo apareció por detrás. Cargaba un arco con unas flechas―. Um, Yoongi, ¿quién es el chico?

Jungkook bajó la vista cuando todos los ojos se posaron en él, incluso los de Jimin.

―Soy Jungkook ―habló, y su voz fue como un graznido―. Jeon Jungkook ―hizo una inclinación―. Tengo veintitrés años.

―Kang Seulgi ―habló la chica primero.

―Kim Seokjin ―se apresuró en decir el chico guapo.

―Park Jimin ―murmuró Jimin, y Jungkook apretó sus labios.

Yoongi enarcó una ceja.

―Yoongi. Ahora, suban que ya va a anochecer y estamos tarde.

―¡Y todos sabemos que Hoseok te pateará el trasero por eso! ―se burló Seokjin, subiéndose a la furgoneta seguido de Jimin. Yoongi y Seulgi fueron adelante.

Jungkook acomodó la mochila en el asiento a su lado. Jimin se ubicó en el último lugar, mientras que Seokjin se puso detrás de Jungkook. Los primeros minutos el viaje fue hecho en silencio, con Jungkook mirando por la ventana el camino. Podía escuchar a Seulgi parlotear, mientras Yoongi respondía con monosílabos.

―Oye, ¿qué pasó con Jimin? ―le susurró Jin, sobresaltándolo―. Está extrañamente callado.

―Jin hyung ―habló Jimin―, sabes que puedo oírte, ¿cierto?

―Ah, qué mal ―Jin se rió y Jungkook frunció el ceño al escuchar la particular risa―. Bueno, ¡no es necesario que lo hables! Jimin la fastidia muchas veces.

Jungkook estuvo tentado de soltar una grosería, pero sabía que no sería bueno. A pesar de todo, ellos le estaban permitiendo acompañarlos, ¿no es así? Otras personas lo habrían asaltado y dejado sin nada, o asesinado enseguida.

Aprovechando que la cabina del conductor estaba separada de la de ellos, decidió hablar:

―Él, uh... Yoongi ―se volteó hacia Jin, que le contemplaba con algo de diversión―, ¿es el líder?

―Seh ―Jin lució pensativo un momento―. O sea, no es como que sea un tirano o algo así, ¿sabes? Somos una comunidad de cerca de setenta personas, así que...

―¿Tantas? ―Jungkook arrugó el ceño―. ¿Cómo tantas?

Jin se giró hacia Jimin, y ambos compartieron una mirada extraña. Jungkook no sabía qué pensar, porque hasta ese momento, sólo había estado en un grupo reducido. Era mejor, se convencían, porque así no llamarían la atención de Mordedores.

―Sí, logramos armarnos en un lugar pequeño, un condominio a las afueras de la ciudad, ya te imaginas, un lugar para ricos ―siguió Jin―. Pero tuvimos que reducirlo y cercarlo, era demasiado grande y no nos alcanzaba para vigilarlo todo. Yoongi es algo así como el alcalde de Saltadilla.

La referencia a Las Chicas Superpoderosas le hizo sonreír débilmente. En otro momento, tal vez, lo habría agarrado como una gran broma y respondido con una tontería, pero no se sentía demasiado bien en ese momento. Seokjin, afortunadamente, no hizo mención alguna de su poca colaboración.

―Eso sí, te digo desde el inicio, tiene un novio y es súper celoso ―continuó Jin―. Yoongi es celoso, no Hobi. Hobi es un amor, me pregunto cómo puede estar con este odioso, pero igual te lo advierto, para que no le mires mucho al chico. También, no se te ocurra molestarlo, Yoongi se la pasa protegiéndolo y cuidándolo, no deja que salga en estas cacerías...

―Cacerías ―repitió Jungkook, un poco desorientado.

Seokjin fue el único que habló en todo el camino, sacando cualquier tema a colación. Jimin apenas intervenía y Jungkook sólo podía tratar de contener las ganas de llorar, porque si no hubieran mordido a Taehyung, ahora él estaría ahí, a su lado, en camino a un lugar que sonaba bien.

Después de media hora de viaje, Jungkook notó que se estaban acercando a Busan, pero se desviaron hacia otro camino pavimentado más pequeño. En menos de quince minutos, se detuvieron afuera de una enorme pared de metal, y una cabeza se asomó desde la cima. Yoongi hizo sonar el claxon, así que pronto se abrieron las puertas, y Jungkook se dio cuenta de que eran latas de metal ajustadas en el cerco, probablemente para impedir el paso de los Z, como los llamaba Jin. Cuando le dijo que él los llamaba como "Mordedores", al mayor le hizo gracia.

Entraron a través del cerco fortificado y Jungkook contempló un mundo completamente diferente: un mundo donde la plaga parecía haber sido contenida y estaban rehaciendo sus vidas. Vio varias casas alrededor de las calles, una pequeña plazoleta y un huerto donde algunas personas se encontraban trabajando. Debía ser de al menos unos seiscientos metros de largo por unos cuatrocientos de ancho, todo rodeado con latas de metal y plataformas donde muchas personas vigilaban.

La furgoneta se estacionó en un lugar habilitado para ella y todos se bajaron. Jungkook salió detrás de Seokjin, viendo en el momento justo a Yoongi aparecer y un chico correr hacia él. Era uno de los chicos que había estado trabajando en la huerta.

―¡Yoongi hyung! ―gritó, feliz―. ¡Yooooooooooooooooooooongi!

El chico se veía demasiado contento en ese momento, lo que contrarrestaba graciosamente con el aspecto malhumorado de Yoongi. Jungkook pensó que Yoongi comenzaría a regañarlo (o incluso lo golpearía, por dios), pero el líder se quedó quieto cuando el muchacho, un poco más alto que él, lo abrazó por el cuello. Yoongi no tardó en abrazarlo por la cintura.

Algo dolió cuando ese chico (debía ser Hoseok), comenzó a llenar de besos el rostro de Yoongi.

―Estás bien, estás bien ―suspiró por la felicidad Hoseok, sin dejarlo en paz―. Estaba tan preocupado por ti, me volvía loco porque no regresabas, nunca tardes demasiado otra vez...

Jungkook decidió darse vuelta para ignorar ese momento íntimo. Ninguno de esos dos parecía incómodo con esas muestras de afecto, pero Jungkook no sabía cómo sentirse exactamente por dicha situación.

Vio a Seokjin y Jimin abrir la parte trasera de la furgoneta, sacando del pequeño maletín trasero un enorme ciervo. Su estómago se contrajo, porque nunca fue muy bueno para esas cosas. Taehyung era el que se encargaba de cazar.

Trató de contener nuevas lágrimas.

―¡Oh, ¿quién es él?! ―habló Hoseok repentinamente, y Jungkook suspiró.

―Es Jungkook ―presentó Yoongi, y el menor se giró para saludar con la cabeza―. Um, tuvo algunos problemas, así que se quedará con nosotros...

―¡Qué bien! ―Hoseok no dejaba de sonreír y Jungkook se preguntaba cómo podía parecer tan feliz, considerando el mundo en el que vivían―. ¿Qué tal si vienes a cenar esta noche con nosotros? ¡Es más, puedes quedarte en la habitación de invitados mientras te acomodas!

―Hoba...

―¡A Yoongi no le importará! ―agregó Hoseok, interrumpiendo a su novio, y Yoongi sólo rodó los ojos.

Jungkook se sintió tentado de negarse, aludiendo a que podría armar su tienda e instalarse allí mientras, pero ese pensamiento lo golpeó con fuerza. Su tienda. La tienda que compartió con Taehyung esos últimos meses. Ahora sería sólo para él.

―Está bien ―barboteó, con la voz quebrada, y los ojos de Hoseok parecieron brillar en comprensión. No dijo nada, pero se veía más simpático ahora.

El resto de las horas transcurrieron lentamente. Jungkook observó la vida en comunidad de ese pequeño lugar: los pocos niños estaban en la plazoleta, en alguna clase donde les enseñaban a leer y escribir; algunos adultos seguían trabajando en el huerto; otros tanto estaban vigilando el cerco. Seokjin, Jimin y Namjoon, uno de los profesores que enseñaba Matemáticas, estaban despellejando el ciervo. Jungkook decidió quedarse con ellos, porque a pesar de todo, los conocía un poco más.

―Te adaptarás rápido ―le dijo Namjoon con amabilidad―. Al inicio es raro, pero luego ya te acostumbras. Yoongi hace un buen trabajo como líder y Hoseok siempre anda alegrando a todos.

―Él es raro ―dijo Jungkook. Jimin contuvo la risa y Jungkook le dirigió una mirada hosca.

―¿Hobi? Claro que sí, no puedo entender como soporta a Yoongi ―apoyó Jin, despreocupado―. ¿Ya te invitó a quedarte con ellos? Siempre hace eso con los nuevos.

―¿Ahora es cuando me dicen que se comen a todos sus invitados? ―preguntó Jungkook, observando el atardecer.

Jin y Namjoon se rieron.

―Peor ―Jin abrió los ojos exageradamente―, los escucharás follar. Cada vez que regresamos de una cacería, les gusta follar para recordar lo bueno que es estar vivos y juntos. Son asquerosos.

Jungkook sintió dolor otra vez.

La hora de la cena no fue tan horrible, en realidad, a cómo se lo hubiera imaginado. Yoongi y Hoseok actuaban como una vieja pareja de casados, a pesar de que no eran tan mayores: el primero tenía veintiocho, mientras que el menor acababa de cumplir los veintiséis. Hoseok tuvo especial cuidado de no hacer preguntas incómodas, probablemente por advertencia de Yoongi, y era el que llevaba la conversación. Yoongi no hablaba mucho, pero eso no parecía incomodar a Hoseok.

Aunque Jin no se equivocó. Le dieron el cuarto de invitados, pero Jungkook no pudo dormir, primero que todo, por el estrés y la angustia que sentía todavía, y después porque escuchó a los dueños de la casa comenzar a gemir y jadear.

En un momento, decidió ir a tomar un poco de aire. Sin meter ruido alguno, salió al pasillo y pasó por fuera del cuarto matrimonial.

―Yoon, ah...

―Dios, bebé... Me aprietas tan bien...

Jungkook sacudió su cabeza. Pensaba que, en otro momento, lo encontraría asqueroso, pero también algo tierno. Ahora sólo podía sentir dolor al ver esa expresión de amor, sin evitar recordar a Taehyung. Esa mañana había estado con él, herido aunque vivo, y ahora ya no quedaba nada de su novio. Nunca más lo vería, ni tocaría, ni podría escuchar su voz.

Antes de poder controlarlo, rompió a llorar en silencio, saliendo del hogar de Yoongi. Las calles, a esas horas de la noche, estaban mayormente vacías. Las únicas personas que se veían eran quienes vigilaban el cerco, pero no parecían muy interesadas en él, y fue a sentarse a un banco para poder llorar en paz.

Una vez comenzó, le fue imposible detenerse, especialmente porque su mente no dejaba de pensar en el ‹‹hubiera››. El cómo hubiera sido su vida allí con Taehyung, las bromas que hubieran hecho, los buenos momentos que pudieron haber construido. Todo eso ya acabó, terminó por completo y no había forma de regresar al pasado.

Podía sentir sus ojos hinchados y su voz rota por todos los sollozos que soltaba. Sin embargo, pronto se tensó cuando sintió una presencia, y levantó la vista bruscamente.

―Lo siento ―se apresuró en decir Jimin, que cargaba un rifle. Jungkook apretó sus labios―. Yo no... no tuve la oportunidad, pero lo siento. No sabía...

―De todas formas, yo le fallé ―murmuró Jungkook, con su voz quebrada. Todavía se sentía muy enojado, pero ahora parecía que esa ira estaba dirigida hacia él―. TaeTae me pidió que lo hiciera, que lo matara. Él no quería vivir así, pero yo no podía... No me veía capaz...

―Es comprensible ―Jimin, con cuidado y casi precavidamente, comenzó a sentarse a su lado―, es... una decisión difícil y complicada.

―Pero tuve que haberlo hecho yo ―Jungkook no dejaba de sollozar―, fue lo último que me pidió, tuve que haberlo hecho.

Jimin no hizo el amago de consolarlo o tocarlo, y Jungkook le agradecía eso. Ahora sólo quería llorar por la situación, quería deshacerse de toda esa pena, a pesar de que sabía que esa tristeza jamás se iba a ir. No cuando Taehyung fue el amor de su vida.

Una vez logró calmarse lo suficiente, se arrebujó en su sudadera, a pesar de que estaba un poco húmeda por las lágrimas y los mocos.

―¿Cómo fue la cena con Yoongi y Hoseok? ―preguntó Jimin.

Jungkook aún se sentía algo incómodo y agresivo con el chico, pero trató de no dejarse llevar por la molestia.

―Bien, supongo ―contestó Jungkook―, pero Hoseok es raro. Muy raro. Él actúa... Él... No entiendo cómo puede actuar de esa forma.

―No, es inocente ―Jimin se encogió de hombros―. Yoongi protege esa inocencia a como de lugar, por eso no permite que salga ni nos acompañe fuera, además de que es un cobarde. Si hay algo que Yoongi pondrá siempre en primer lugar es la seguridad de Hoseok. No es que sea tonto, él tiene claro lo que pasa allá fuera, pero no va a estar en primera línea. Yoongi jamás se lo permitiría.

―Pero no está bien ―replicó Jungkook―. Hoseok debe aprender a enfrentarse a estas cosas, es por su seguridad. En caso de cualquier emergencia...

―Créeme que se lo hemos dicho a Yoongi, pero está reacio a ello. Ya sabes, dice que no es necesario porque él lo protegerá y así. Es mejor no intervenir con eso ―Jimin le sonrió débilmente―. Supongo que uno hace locuras por las personas que ama.

Jungkook no respondió enseguida, levantando la vista hacia el cielo estrellado. Quizás una de las pocas cosas buenas que trajo toda esa pandemia era la posibilidad de ver las estrellas en su máximo esplendor. Antes, con toda la contaminación visual de las ciudades, era imposible de ver, pero ahora podía admirarse como correspondía.

Muchas veces miró ese cielo con Taehyung a su lado.

―Ojalá las cosas fueran de otra forma ―habló, sin darse cuenta de que lo dijo en voz alta.

Jimin se volteó a mirarlo, con una expresión indescifrable. Jungkook sintió el rencor otra vez en su estómago, hacia Jimin y hacia él mismo, y deseó que las cosas no hubieran acabado así. Deseó que Taehyung pudiera estar con él para seguirlo guiando.

Se puso de pie bruscamente. Jimin no se movió.

―Lo siento, Jungkook ―repitió el chico.

―Tus disculpas no lo traerán de vuelta ―replicó, y se arrepintió enseguida, porque antes de que Jimin lo matara, Taehyung ya se había ido.

Pero no pidió perdón. Sólo huyó de allí, con la vergüenza golpeándolo y la pena haciéndole soltar un par de lágrimas más.

gracias por leer!

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