—Mierda—.
Yoongi hizo una pausa, con la bebida a medio camino de sus labios, haciendo todo lo posible por seguir la línea de visión de su cuñado, Junghoe. Al principio, no vio nada. El evento estaba abarrotado, la música chirriaba y el cuello de Yoongi se sentía como si lo estuviera asfixiando. Jungkook había dicho en broma que era porque Yoongi nunca dejaba de trabajar. Yoongi había respondido que la culpa era de maltratar a Jungkook en la cama.
En cualquier caso, se sentía como si lo estuvieran estrangulando. Más aún cuando vio hacia dónde apuntaba Junghoe. No. Jodido. Sentido. Todo el cuerpo de Yoongi se calentó, luego se enfrió, apretando la mandíbula. Sus dedos encontraron su cuello, le soltaron la corbata y le desabrocharon el botón superior del cuello, antes de salir del material con rabia como Hulk.
Estaba de pie al otro lado de la habitación, con un vestido del mismo azul hielo que su frío corazón muerto, sus rasgos demasiado puntiagudos a la vista mientras le daba una risa falsa al viejo tipo blanco de mentón débil que estaba a su lado. Yoongi dejó escapar un suspiro de irritación, vaciando su bebida de un tirón antes de volver a tirarla contra la barra.
—Veo que sigue con sus viejos trucos —dijo Junhui poniendo los ojos en blanco—.
Kendra. La ex prometida de Jungkook. Incluso la palabra prometida, cuando se pronunciaba en referencia a su marido, lo hacía... querer apuñalar. Lo había intentado, y casi lo había conseguido, meterle los ganchos durante años. La idea de Jungkook encadenado de por vida a esa... mujer... Sí, no. Podía sentir que su pecho se agitaba, su pulso se aceleraba. Nunca había odiado tanto a una desconocida, pero la había odiado de verdad desde el momento en que buscó su página de Facebook la noche en que él y Jungkook se conocieron.
—Se ve como una mierda con ese vestido—, dijo Hueningkai. —Choca totalmente con su bronceado falso y sus reflejos irregulares—.
Yoongi sonrió ante la observación de su hermano. No era cierto. Se veía impecable físicamente. A pesar de su insensibilidad, su frialdad y su naturaleza tortuosa, ella era... convencionalmente atractiva, suponía. Si a uno le gustaba el tipo de princesa de hielo. Cosa que no era.
—Ahora, ahora, gatito—, reprendió Junghoe, bromeando. —No hay necesidad de burlarse de los menos afortunados. Imagínate tener que follar a ese viejo decrépito solo para pagar ese feo vestido de culo—.
—Tendrá suerte si Junseop no la encuentra —murmuró Junhui. —Ha querido matarla desde el primer día—.
—Es extraño lo posesivo que es Junseop de Jungkook—, señaló Beomgyu. —Es como si fingiera que lo odiaba, pero en realidad la odia a ella—.
Junseop y Jungkook tenían una relación extraña, era cierto. Era de esperar. El mayor y el más joven de cualquier familia estaban destinados a chocar, especialmente dos que eran tan diferentes en cuanto a personalidad. Junseop era un verdadero psicópata, carente de empatía o remordimiento. Si no fuera por Jicheol, Junseop no tendría reparos en eliminar a las personas que incluso lo incomodaron un poco, comenzando con Kendra.
Jungkook, por otro lado, era una criatura un poco más complicada. Espinoso, narcisista, un poco malhumorado, algo de psicopatía subyacente seguro, pero si no fuera por Jicheol, Jungkook nunca habría sido un asesino. Simplemente no estaba en su naturaleza. Pero probablemente nunca habría tenido la oportunidad de ser el éxito que fue. No donde empezó en la vida.
—No voy a mentir —dijo Hueningkai, apoyando su espalda contra el pecho de Junghoe—, pagaría mucho dinero por ver a Junseop enfrentarse a Kendra.
—Lo mismo,— dijeron Beomgyu y Junhui al mismo tiempo.
Yoongi trató de aplacar la furia irracional que se derramaba a través de él. Era solo cuestión de tiempo antes de que se encontraran cara a cara. Habían esquivado muchas balas con recaudaciones de fondos, galas y subastas silenciosas. Al fin y al cabo, todos se movían en los mismos círculos, le gustara o no a Yoongi.
Escudriñó la habitación, buscando el mechón de pelo rojo que solía destacar en un mar de canas. Encontró a Jungkook de pie en un círculo de personas con su padre. Pero no les prestaba atención. Le estaba dando a Yoongi una mirada inquisitiva, como si pudiera sentir que algo andaba mal, pero no podía averiguar qué.
No había forma de que pudiera ver a Kendra desde donde estaba parado entre la multitud. La única razón por la que podían verla era porque la barra estaba levantada en el centro de la habitación, lo que les daba a todos una vista de pájaro.
Yoongi asintió con la cabeza y sonrió con una sonrisa sucia, con la esperanza de que le asegurara que todo estaba bien. Jungkook se movió incómodo, sus manos se metieron en los bolsillos de sus pantalones. Siempre se irritaba con tanta facilidad. Dios, eso estaba caliente. Yoongi podía sentir que se endurecía detrás de su cremallera.
—¿Estás bien? —preguntó Hueningkai. —Junhui, Junghoe y yo tenemos una —miró a su alrededor con cautela—.
—¿Beomgyu no va? —preguntó Yoongi distraídamente.
Era raro que los cuatro se separaran por un período de tiempo real. Su mirada volvió a centrarse en Kendra, quien de repente miró en su dirección, su mirada se enganchó, luego se enganchó y se sostuvo, como si acabara de darse cuenta de quién era. No rompió el contacto visual. Déjala retorcerse.
Hueningkai negó con la cabeza, mirando a Beomgyu, quien dijo: —No, tengo que editar mi último video destacando a las últimas presuntas víctimas del 'misterioso vigilante'. Además, la última vez que fui a trabajar con ellos, alguien disparó una flecha peligrosamente cerca de mi cara—. Se giró y miró a Junghoe.
—No estaba ni cerca de tu carita bonita—, bromeó Junghoe. —Como si me arriesgara a la ira de mi hermano dañando su precioso juguete para masticar—.
—Es la ira de Hueningkai de la que deberías preocuparte —murmuró Junhui—. —Te mataría. Él jugaría contigo primero—.
Yoongi ignoró sus bromas, pero preguntó: —¿Necesitas que te lleven a casa?—
—No, Jooheon y Taehyung me van a dejar en el apartamento cuando salgan —dijo Beomgyu—.
Yoongi asintió, sin dejar de mirar a Kendra con el ceño fruncido.
Hueningkai puso una mano sobre el hombro de Yoongi. —No malgastes tu energía en ella. Perdió. Ganaste—.
—Estoy bien —murmuró Yoongi. —Cuídense—.
Sintió que los demás se quedaban dormidos, solo entonces rompió el contacto con Kendra para volverse hacia la barra y hacer señas al camarero con una mirada, señalando su vaso. El hombre se apresuró a acercarse, llenando su whisky antes de salir corriendo hacia una mujer con un vestido rojo que chasqueaba los dedos con impaciencia.
—Entonces, tú eres él, ¿eh?—
Yoongi suspiró. No esperaba que ella se acercara a él y estuvo tentado de ignorarla, pero, en lugar de eso, se volvió, colocó un codo en la barra y le dio otra mirada desdeñosa. —¿Él?
Ella esbozó una sonrisa tímida, como si supiera lo que estaba haciendo. —El mono graso que atrapó al heredero al trono de Jeon. Él va a heredar todo. Pero supongo que lo sabes.
Bebió un sorbo de champán, sus uñas demasiado largas se enroscaron alrededor del tallo, como garras cubiertas de diamantes. Se equivocó. Totalmente equivocado. Jungkook no iba a heredarlo todo. El dinero de Jicheol se dividiría entre todos sus hijos y nietos en partes iguales, lo que dejaría a cada uno de ellos con más dinero del que cualquier persona podría gastar en diez vidas.
Nada de eso importaba. Continuarían gastando el dinero exactamente en lo que Jicheol quería: librar al mundo de los monstruos. Pero no iba a decírselo. —No me casé con él por su dinero—.
Ella se burló. —Oye, no tengo nada más que respeto—, dijo burlonamente. —No odies al jugador y todo eso. Quiero decir, con su personalidad chispeante y su familia pegajosa y extraña, estoy seguro de que estás ganando cada centavo. Sabes que su padre probablemente te hizo investigar.
Yoongi sonrió brevemente. —Lo hizo.
Cuando Yoongi no se involucró más, inclinó la cabeza, su boca se curvó en una mueca de desprecio. —Te mereces el dinero solo por el sexo. Follar con él era como tener sexo con un recorte de cartón—.
Yoongi sacudió la cabeza con una sonrisa. —Si tú lo dices.
Kendra se encogió de hombros. —Supongo que si era gay, eso explicaría muchas cosas. Pero ni siquiera tu pene podría haber arreglado esa personalidad o su horrible gusto—.
Yoongi respiró hondo y lo soltó, recordándose a sí mismo que no golpeaba a las mujeres en la garganta. Ella estaba tratando de sacarle un susto. Quería que él provocara una escena o tal vez que dejara escapar algún dato con el que pudiera correr a los tabloides.
Él le dedicó una sonrisa cruel y se acercó más. —¿Qué ves que está sucediendo aquí en este momento? ¿Crees que somos mejores amigos? ¿Que quiero hablar mierda de mi marido contigo?
—¿He tocado un nervio?—, preguntó, agitando las pestañas.
Yoongi resopló. —Escucha, sé que estás amargada porque desperdiciaste tus mejores años tratando de abrirte camino en la fortuna de los Jeon, pero eso no tiene nada que ver conmigo o con él—.
Cuando ella abrió la boca, él levantó una mano y la interrumpió. – Podría pasarme la próxima hora contándote sobre mi increíble matrimonio o el sexo loco, sucio y caliente que tenemos todos los días. A veces, varias veces al día—. Su rostro se torció con disgusto, pero él aún no había terminado. —Podría contarte lo mucho que me quiere mi suegro y cómo los hermanos de Jungkook nunca me han tratado más que como familia. Podría recordarte que he estado dirigiendo el mismo negocio exitoso durante más de una década y que Jungkook lo apoya. Hay tantas cosas jodidas que podría decirte—.
Escudriñó la habitación, asegurándose de mantener la mirada aburrida en su rostro, su mirada se posó en un Jungkook ahora de aspecto extremadamente estresado, que los miró boquiabierto, presa del pánico.
Yoongi suspiró. —Pero no haré eso. No tengo que hacerlo. Porque, al final del día, solo eres un duende triste, patético, hambriento de dinero, que va a tener que irse a casa con el Padre Tiempo para pagar tu alquiler, y yo me voy a casa con el amor de mi vida y una vida que nunca tendrás—. Dejó el vaso en el suelo. —Nos vemos—.
Yoongi la dejó boquiabierta, cruzando la habitación, donde encontró a un Jungkook con la cara enrojecida corriendo a su encuentro. Yoongi no dijo una palabra, solo enganchó su brazo alrededor del brazo de su esposo y lo arrastró hacia la salida.
—¿Qué está pasando? ¿Qué pasa? ¿Qué dijo?
Yoongi no dijo una palabra, solo siguió las señales de salida hasta que los dejaron a los dos en el callejón. Golpeó a Jungkook contra la pared, su mano agarró su mandíbula suavemente. —Ábrete, Pecas. Dame esa lengua—.
Casi de inmediato, la tensión se derritió del cuerpo de Jungkook e hizo lo que Yoongi le exigió. Se capturó la boca, saboreando champán mientras se chupaba la lengua. Las manos de Jungkook encontraron las solapas de la chaqueta de Yoongi, aferrándose a él mientras se besaban.
A Yoongi le encantaba besar a Jungkook, pero no era suficiente. No es suficiente. Hundió una mano en sus pantalones, haciendo un sonido de aprobación cuando encontró a Jungkook medio duro solo por sus besos.
—¿Ya es difícil para mí, Pecas? —Yoongi lo sacudió bruscamente mientras su boca se posaba sobre su mandíbula. —Quiero follarte—.
—¿Otra vez? —bromeó Jungkook sin aliento.
—Mmm —dijo Yoongi contra sus labios. —Aquí mismo. Ahora mismo. No digas que no—.
Jungkook echó un vistazo al callejón aparentemente vacío, con sus farolas anémicas y sus cubos de basura de color verde chillón, y sacó la lengua para pasarse por el labio inferior.
—Sí, está bien —dijo, con la mirada nublada—.
Yoongi gruñó. A Jungkook le encantaba follar en lugares peligrosos. La idea de que lo atraparan parecía excitarlo mucho. Yoongi rasgó la ropa de Jungkook, tirando de las colas de su camisa antes de atacar su cinturón y cremallera. Se quitó los pantalones y la ropa interior de un empujón, haciéndolo girar para que se pusiera de cara a la pared de ladrillos. Yoongi deslizó sus dedos en la grieta entre las mejillas de Jungkook, gimiendo cuando descubrió que todavía estaba pegajoso y lleno de sus aventuras en el coche en el camino y antes de que se fueran.
—Joder —murmuró, su polla palpitando mientras intentaba quitarse la ropa de en medio.
Por lo general, no era el tipo de persona que dejaba que alguien se metiera debajo de su piel, que dejara que alguien lo irritara de la manera en que lo había hecho Kendra, pero la idea de lo diferentes que podrían haber sido las cosas, de lo que podría haber sucedido si su mundo no hubiera chocado... Le estaba haciendo un agujero. ¿No hay Jungkook? ¿No hay vida juntos? ¿No poder despertarte con él por la mañana o acurrucarte con él para ver la televisión basura por la noche?
No. La vida de Yoongi no tenía sentido sin Jungkook. Se apretó contra el agujero de Jungkook. —Quiero destrozarte ahora mismo—.
Jungkook soltó una suave carcajada. —Creo que puedo soportarlo—.
Yoongi gimió mientras se estrellaba contra su casa, tanto por el calor que lo rodeaba como por el jadeo que arrancó de los pulmones de Jungkook. Cada vez. Cada maldita vez que Yoongi empujaba dentro de él, Jungkook hacía ese pequeño sonido entrecortado, como si no pudiera respirar sin Yoongi dentro de él.
Yoongi presionó su cara contra el hombro de Jungkook, su mano envolviendo su polla para trabajarlo al ritmo de sus embestidas. Jungkook inclinó las caderas, estirando la mano hacia atrás y agarrando el muslo de Yoongi, como si necesitara más. Yoongi lo penetró con más fuerza, poniéndose de puntillas para enterrarse hasta la empuñadura.
—Joder. Te amo. Me encanta esto. Lo sabes, ¿verdad? Sabes que soy el afortunado, ¿verdad?—, dijo con voz áspera. —Dios, te sientes tan jodidamente bien. Todavía tan lleno de mi semen. Solo quiero llevarte a casa y follarte toda la noche hasta que estés cubierto por dentro y por fuera. Quiero que cada parte de ti huela a mí, que sepa a mí. Quiero que todo el mundo sepa a quién perteneces—.
Jungkook no dijo nada, pero su respiración se hizo dificultosa, sus dedos espasmódicos alrededor del muslo de Yoongi, donde se aferró a su vida. Aun así, no dijo nada.
—Eres mío. Mío para follar. Para siempre—, juró Yoongi.
—Soy tuyo. Eso nunca está en duda —prometió Jungkook, con la voz áspera—.
Yoongi estaba demasiado lejos, su orgasmo era inminente, esas chispas de placer calentaban la base de su columna vertebral. —Solo mío —dijo de nuevo—.
—Solo tuyo —volvió a jurar Jungkook—.
El orgasmo de Yoongi se estrelló contra él, sus caderas tartamudearon mientras se derramaba dentro de él. Jungkook apartó la mano de Yoongi, sacudiéndose con dos o tres fuertes tirones antes de dar un grito áspero, el cuerpo espasmódico alrededor de la polla ya reblandecida de Yoongi de una manera que le puso la piel de gallina.
No se retiró de inmediato, solo se quedó allí parado mientras trataba de recomponerse. Incluso cuando finalmente se liberó y arreglaron su ropa, Yoongi todavía sentía que esto no era suficiente. Rodeó a Jungkook con sus brazos, aferrándose a él de una manera que rara vez lo hacía.
– ¿Qué demonios te ha dicho? —preguntó Jungkook, con voz desconcertada.
No fue eso. No era nada que estuviera seguro de poder expresar con palabras. —Nada. Realmente no dijo nada. Ella era tan...—
—Tienes a Kendra —dijo Jungkook, comprendiendo que parecía estar amaneciendo—. —Nos pasa a los mejores. Es vil—.
—No es eso. Quiero decir, es una pesadilla, seguro. Pero la idea de que, si no nos hubiéramos conocido... si no me hubiera presentado en tu trabajo o si no hubieras venido a mi apartamento... La idea de que no estaríamos juntos me asustaba muchísimo, Pecas. Hubo tantas veces que podríamos no habernos presentado el uno para el otro y no tendríamos nada de esto. Y no puedo imaginar mi vida sin ti—.
Los ojos de Jungkook se abrieron de par en par, sus labios ligeramente entreabiertos. —Yo-yo tampoco puedo imaginar mi vida sin ti. Pero no tenemos que hacerlo. Alguna vez. ¿Verdad?
La forma en que vaciló cuando dijo correcto hizo que el corazón de Yoongi se retorciera en nudos. —Nunca, jamás—, prometió. —¿Podemos irnos a casa?
Jungkook resopló. —Creo que tenemos que hacerlo. Estoy bastante seguro de que estos pantalones se arruinarán cuando lleguemos allí. Ese fue tu tercer... depósito del día—.
Yoongi gruñó, mordiendo la garganta de Jungkook. —No es la última—.
—Oh, lo escuché—, bromeó Jungkook. – Hablaste bastante de tus planes para el resto de la noche.
—Los dos sabemos que no puedes esperar. Te encanta que te críen. No me canso de eso. Demonios, que ruegues por mi semen es la razón por la que estamos prohibidos en el servicio de automóviles de tu padre. Supongo que esos tabiques no están insonorizados—.
Jungkook se sonrojó. —Supongo que no.
Yoongi entrelazó sus dedos, guiándolos por el largo camino alrededor del edificio hacia el ayuda de cámara.
—Entonces, realmente, ¿qué dijo Kendra?— Jungkook presionó, cambiando de tema.
Nada que Jungkook no interiorizara y se guisara durante el resto de la noche. —No lo sé, Pecas. Su voz era como fragmentos de vidrio en mi canal auditivo. Solo traté de desconectarla—.
—Sé cuándo me estás mintiendo —dijo Jungkook, con un tono entrecortado y un poco superior—. —Pero voy a dejarlo pasar porque ella no vale la pena. Vámonos a casa—.
Yoongi le dio un beso en la mejilla. —Vámonos a casa, Pecas.