"P" geminifourth

By g4utopia

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Gemini está en la cárcel, Fourth es su nuevo compañero de celda. adaptación, todos los derechos a @romadamned. More

Prólogo.
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29. FINAL

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By g4utopia


Cuando Fourth vio a Satang, con unas profundas ojeras y una forzada mueca que simulaba una sonrisa, intuyó que no traía buenas noticias. Se sentó frente a él, separados por aquel plástico transparente, y con su mano ya sin el molesto yeso, tomó el teléfono que les permitía comunicarse.

—Hola, Fourth —saludó Satang con un dejo de agotamiento en su voz.

Fourth quiso preguntar por el motivo de su expresión fatigada y melancólica, sin embargo, no lo hizo. Estaba seguro que forzar a Satang a hablar no era el camino para ayudar a su amigo.

—Hola, Satang... No te he visto en un buen tiempo. —Sonrió—. ¿Todo bien? ¿Cómo está mi mamá?

Satang asintió y permaneció unos cuantos segundos en silencio. Agachó la mirada y rehuyó de las preguntas de Fourth cuanto pudo. El ojicafé quería decirle que no se preocupara, que todo tenía solución. No lo hizo, no podía ser un hipócrita. Había cosas que no tenían solución.

—He tenido algunos problemas y yo, solo... Uhm. Lo siento, Fourth. — Satang rascó su nuca y con un encogimiento de hombros, soltó un suspiro—. Negaron la apelación.

—¿Qué?

—Negaron la apelación a tu sentencia. Hice todo lo que estuvo en mis manos, lo juro. No tengo cara para verte.

—Hey. Satang, tranquilo. Está bien. —Fourth tragó sus lágrimas. Si Satang no había conseguido la apelación, solamente le quedaba esperar a cumplir un año de sentencia y solicitar a la libertad condicional por buena conducta.

—Tu madre reaccionó tan mal. La hubieras visto... Dios, no tienes idea, Fourth. Ella estaba segura de que aceptarían la apelación y saldrías de aquí.

—Satang. Sé que no es tu culpa y que has hecho todo para sacarme de aquí, no quiero que te martirices.

—¿Cómo me pides eso? Eres como mi hermano y estás aquí... —Satang soltó el teléfono y llevó ambas manos a su rostro, restregando las yemas de sus dedos sobre sus ojos que ya lo traicionaban, húmedos.

Fourth mordió su mejilla interna. La culpa estaba provocando calambres en su vientre. ¿Entonces era su culpa? El lamentable estado de Satang era su maldita culpa. Quiso llorar. Al parecer no era más que una carga para su mejor amigo y su madre.

Pasaron más de dos minutos antes de que Satang se recompusiera y tomara nuevamente el intercomunicador. Fourth respiró hondo, llenándose el pecho de aire en un intento por tomar valor. No quería confesarle a Satang lo que ocurría con él al interior de la penitenciaría, pero debía hacerlo. Prefería dejar su orgullo a un lado si eso significaba darle un poco de tranquilidad al único amigo que había velado por él.

—Estoy bien, Satang.

—No me mientas.

—No lo hago. Muchas cosas han ocurrido en estos seis meses, no tienes idea, pero te diré algo, nadie me ha violado... Y estoy mejor de lo que imaginas.

—¿Qué? —Arqueó una ceja, reacio a las palabras de Fourth.

—Tengo algo así como... —La palabra "dueño" fue lo primero que vino a su cabeza—. Un novio. Es un chico rudo y malo, pero me cuida.

Seguramente Gemini se burlaría si hubiera escuchado eso.

—Fourth. Ya perdiste la razón. Se te fundió. ¿Cómo vas a tener un novio en esta mierda de lugar? Es una prisión, por amor a Dios. Está lleno de criminales, no me digas que tú...

—Lo tengo. Y estoy bien. No te lo digo para que me juzgues, lo hago porque quiero que dejes de atormentarte... No estoy siendo abusado o golpeado. Incluso me alimento bien.

Satang bufó e inclinó su rostro hacia el techo, negando con la cabeza sin apartar su vista de la luz incandescente que los alumbraba.

—Fourth, ¿recuerdas la vez que te dieron en la cabeza con un fierro porque te pillaron de rodillas mamándosela al novio de tu cuñada? Ese con el que se iba a casar.

—Eh. Sí, sí... Algo recuerdo. Menudo problemón, ¿no? —Fourth entornó los ojos recordando como necesitó de unas cuantas puntadas en su cabeza.

La cosa era así, Fourth tenía un apuesto novio, cuya hermana se iba a casar. El problema era que el prometido de su cuñada era un caliente pedazo de carne, además de ser un enfermero.

Maldición, ya estaba comprobado, tenía un puto problema con los enfermeros...

—Ya. Estoy seguro que ahí nació el problema. Estás demente. ¿Cómo cojones se te ocurre caer por un criminal? —Satang hablaba con reproche, con ese acento de padre huraño que Fourth odiaba y es que el muy bastardo lo usaba desde que eran unos adolescentes hormonalmente alterados.

—Fácil. Lo vale, si llegaras a conocerlo, entenderías... O quizá no, pero está bien, no miento. Es el maldito emperador de este lugar y me protege.

Las palabras de Fourth tenían una chispa de orgullo. Sabía en el fondo que no había mucho de lo que jactarse teniendo como amante a un criminal, psicópata, demente, y sádico, sin embargo, era Gemini, su Gemini y que lo llevara la muerte si mentía, pero tenía el pecho pomposo por ser el único para su dueño.

—¿Eres la puta de algún cabecilla?

—Lo soy.

—¡¿Y estás de acuerdo con eso?!

Fourth se encogió de hombros y ladeó una sonrisa apacible.

—La mayor parte del tiempo, sí.

—¿Fue él quien te hizo eso? —Satang señaló el cuello de Fourth donde un cardenal de matices rojizos y violáceos se apreciaba orgulloso a simple vista.

Fourth recordó la discusión que había tenido con Gemini antes de ir a ver a Satang. Los celos no eran algo que Gemini hubiese aprendido a controlar con el paso del tiempo y la firma del emperador en el cuello de Fourth, aquel vestigio de la mordida que Gemini le encajó, era una prueba.

Fourth no podía dejar de comparar a su dueño con un animal salvaje, Gemini actuaba como uno.

—Sí.

—¿Y quieres que no me preocupe? Maldición...

—Lo hizo porque yo se lo permití. Por eso quiero que no te preocupes.

Fourth vio la resignación en los ojos de Satang, seguido por una suave sonrisa. No le quedaba más que creer en su palabra.

—¿Realmente te gusta?

—Sí. Realmente me gusta.

—¿Es guapo al menos?

Las mejillas de Fourth se sombrearon de rosa y una sonrisa traviesa, que Satang conocía bastante bien, apareció perfilada en su pequeña y carmín boca.

—Créeme, es mucho más que guapo. Es caliente. —El brillo en sus ojos lo delató.

—Joder. Realmente te tiene. ¿Y quién es? ¿Por qué está aquí?

—Se llama Gemini y sé que fue militar antes de estar en prisión. No sé por qué está acá.

—¿De verdad no abusa de ti?

—Bien... —Fourth recordó todas las situaciones vividas con Gemini—. Me llevé unos buenos golpes al principio, pero oye... Estamos en una maldita prisión. No pienso ser un llorón, te aseguro que no hay nadie aquí que se libre de tener al menos una paliza.

Descarado mentiroso. Si chillaba como nene caído de un columpio cada vez que discutía con Gemini, pero Satang no tenía por qué saber eso.

—Sí. Tienes razón. Yo solo, no lo sé. Uh, no puedo acostumbrarme a verte ahí. Y ahora estás con novio y todo... Demonios.

—Ya, basta de mí. Quiero saber más de ti y mamá. ¿Cómo está?

Fourth escuchó con emoción los detalles que Satang le proporcionó. Saber lo que ocurría fuera de North Collan era un soplo de aire fresco. Había un mundo fuera de ese infierno y algún día podría volver a él.

Se despidió de su abogado, quien le entregó la carta de su madre a través de un guardia y prometieron volver a verse pronto. Al salir, Fourth vio a cierto conocido rubio en un puesto de visitas algo apartado. Un hombre canoso y de ojos cian hablaba con él. Se veía notablemente molesto y movía sus manos con exageración a Ford, quien solo se encogía de hombros y miraba sus uñas como si no diera un maldito centavo por lo que el hombre decía. Luego le preguntaría.

Comenzaba a pensar que la curiosidad de Ford era contagiosa. Como todos los malos hábitos de North Collan.

En el camino a su celda vio a Gemini apoyado en una pared, se encontraba de brazos cruzados y una pierna flexionada que le permitía apoyar su pie en la grisácea muralla. Lucía tan malditamente sexy que Fourth sintió un tirón caliente en su ingle. Maldición.

Gemini lo vio a la distancia y le hizo un gesto con la cabeza para que caminara a su lado. Eso era algo nuevo para Fourth.

—¿Ya terminaste tu cita con el maricón del Satang Kiphob?

—¡Satang Kitthipop! —corrigió con una sonrisa en los labios—. Y no es gay, gracias por preguntar.

No alcanzó a caminar mucho cuando sintió una cruel y dolorosa nalgada en su trasero que lo hizo dar un brinco.

—¡Auch!

Giró el rostro y vio a Gemini a su lado; mostrando esos perfectos hoyuelos que Fourth adoraba ver. Últimamente su trasero dolía demasiado y es que Gemini parecía querer apalearlo en todo momento.

No era como si a Fourth le molestase en lo más mínimo.

—Camina, corderito coqueto. Que cuando te enojas me calientas mucho y ahora estoy malditamente empalmado. Al gimnasio.

Fourth mordisqueó su labio inferior y obedeció. Las fuertes pisadas de Gemini opacaban las propias, haciéndolo sentir pequeño y vulnerable. Ignorando las peleas a su alrededor, los gritos y las maldiciones de algunos reos, llegaron hasta el camerino de Gemini en el miserable antro que los reos usaban como gimnasio.

Gemini cerró la puerta tras él y Fourth se quedó estático en su lugar. Un soplo de aire caliente en su nuca lo hizo cerrar los ojos.

—Hoy vas a bajar al Under —susurró. Besando la parte posterior a una oreja de Fourth.

—No quiero.

Gemini lo agarró por los hombros y con un exceso de fuerza, obligó a Fourth a girarse.

—Es una orden. —El ojicafé pellizcó su labio inferior con los dientes y asintió, sin otra opción más que obedecer o terminar en una pelea con Gemini—. Y ahora, vas a ser un buen chico y montarás mi polla como a mí me gusta, pero cuidado con esa boquita, que como otro te escuche gemir, te rompo el culo de un azote.

El mayor cayó sobre el avejentado y duró sofá de dos cuerpos. Fourth cepilló su lengua con sus dientes al ver como Gemini golpeaba sobre su regazo indicándole que se montara encima. Se acercó lo suficiente e inclinándose con una sensualidad picante, esa que había comenzado a desarrollar solo para volver loco a Gemini, colocó sus manos sobre las rodillas de Gemini y besó la punta de su nariz.

—Con lo que te gusta el morbo, me sorprende que no me hagas montarte en el patio, a la vista de todos. —Podía respirar el vaho de Gemini.

—Me pone, sí, pero a mi guarro masoca me la guardo. —Estirando una mano, apretó un glúteo de Fourth con sus dedos, provocando que el ojicafé gimiera un quejido—. Y te encanta. ¿A qué sí?

—Eres mi dueño. Me encanta que me quieras solo para ti.

—Hm.

—Y has sido un dueño muy bueno. Tan bueno... Solo mío.

—No tienes una puta idea de cómo me excita esa carita de muñequita caliente que pones.

—Soy tu muñequita. —Se arrodilló frente a Gemini. Frotando con su mano la dura erección de este a través de la tela del pantalón. Llevó su rostro hasta la entrepierna de su dueño y dio un lametón coqueto y sensual por encima de la ropa. Su lengua quedó áspera y seca.

—Puta traviesa. Me has hecho esperar tanto por esto.

—Pensé que mi culo era suficiente para mantenerte ocupado.

Con manos agiles desabrochó el botón del pantalón de Gemini y sensualmente, con una lentitud tormentosa para el mayor, Fourth hizo caminar sus dedos a través de la longitud del miembro erecto y magnánimo de Gemini.

La boca se le hacía agua, caliente y cosquilleaste ante la antelación de tener toda la erección de Gemini entre sus labios. Sus fosas nasales se impregnaron del aroma espeso de su dueño cuando acercó la nariz y dio un profundo respiro. Se sentía como un lázaro, deleznable y tembloroso; tan excitado que su propia erección dolía.

—Créeme, siempre puedo hacer algún tiempo extra para follar tu boca, corderito. —Gemini entornó los ojos. Fourth lo observaba a través de sus tupidas pestañas, con la punta de su lengua afuera, cepillando el borde de su labio inferior de manera impúdica; mundana—. Anda. Sé mi buen chico, corderito. Métela en tu pomposa boquita.

Las manos de Gemini comenzaron a acariciar los cabellos rebeldes del más bajo. Fourth se sentía quemar, afiebrado y lascivo al mismo tiempo. La lujuria de Gemini se reflejaba en la forma en que lo veía, con ojos opacos de pupilas dilatadas.

Gemini inclinó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos cuando Fourth dejó libre su miembro. Era la mamada que había estado esperando por meses, era la puta gloría.

Los labios del ojicafé hormiguearon cuando los llevó, llenos y calientes, a la cabeza de la hombría de Gemini. Dejando un beso perezoso antes de darle protagonismo a su entusiasta lengua. La erección de Gemini palpitaba en su mano, ansiosa de mayor contacto y Fourth presionó su lengua sobre la tirante y caliente piel, delineando una gruesa vena que sobresalía, formando un camino caliente a lo largo de toda la longitud del miembro de su dueño.

—Joder. Tú naciste para tener mi polla en tu boca, muñequita.

Fourth no aplazó más el momento y relajando los músculos de su garganta, tomó todo con su boca; de una sola vez. Ahuecó las mejillas cuando succionó con picardía, ganándose un jadeo desesperado por parte de Gemini, quien tenía sus manos sobre el cabello de Fourth, apretándolo con ímpetu. Sus labios cepillaron contra los suaves y cortos vellos del pubis de su dueño cuando llegó hasta la base. La cabeza de la erección de Gemini golpeaba profundo en su garganta, más abajo que cualquier otra erección que se hubiera llevado a la boca antes.

—¡Oh, joder! Eso ha sido condenadamente sexy. Cordero maldito, juro que me estoy derritiendo en tu boca.

Abrió los ojos y levantó la mirada cuando comenzó un lento movimiento de arriba abajo, jugando con su lengua y apretando la hombría de su dueño con sus pulposos y rojizos labios. La saliva se aglomeraba en su boca mientras succionaba con afán. Su cabeza deslizándose a una velocidad en constante aumento y sus ojos vidriosos por la dificultad que tenía para respirar.

El pene de Gemini tenía un sabor increíble en su boca. Se maldijo internamente por no haberla probado antes. Las notas saladas y varoniles, tan arraigadas a la esencia innata de su dueño, lo embriagan y nublaban sus pensamientos.

Gemini se impulsaba hacia su boca, penetrándolo bestialmente mientras le apretaba el cabello con fuerza. Fourth lo dejó pujar a gusto en él, disfrutando el cosquilleo en su propio vientre al tener a Gemini completamente desmoronado, con mejillas rojas y respiración entrecortada.

Llevó una mano a su entrepierna y comenzó a frotar por encima del pantalón su endurecido miembro. Consciente de que no haría falta mucho para llegar al orgasmo. Estaba tan excitado que dolía.

Eso significaba ser el cordero de Gemini. Danzar en aquella delgada línea de dolor y placer. De amor y odio...

—Esto es tan bueno. Eres tan jodidamente guarro y perfecto. —Fourth cerró los ojos, el presemen de Gemini plasmándose en sus papilas gustativas—. Maldito goloso, que te la tragas completa, como el putito masoquista que eres.

Aquel ofensivo lenguaje vulgar en Gemini conseguía llevarlo al borde. Apretó más su propia erección y se retorció de placer al llegar a su precoz, pero delicioso orgasmo. El agarre de su boca aflojó y Gemini se empujó con más fuerza en él, tensándose por completo antes de soltar todo su semen al interior de la boca de Fourth.

El más bajo saboreó, con su lengua floja y adormecida, toda la esencia de Gemini. Tragando con dificultad y tosiendo ligero. Llevó la vista a Gemini una vez más y dio un último lametón antes de apartar su rostro de la entrepierna de su dueño.

Necesitaba un cambio de ropa interior y pantalones limpios.

Limpió las lágrimas de sus ojos y gateó hasta quedar en el regazo de Gemini, quien ya había guardado su muy satisfecha hombría.

—No quiero ir al Under —susurró con un amurro fingido. Acariciando los pequeños rizos que se formaban en la cabellera de Gemini.

—Joder... ¿Qué voy a hacer contigo?

—No me gusta el olor y los gritos, Gemini. Prefiero esperarte en nuestra celda, desnudo en la cama.

—¡Eh! Que eso se conoce como soborno y está penado por la ley, corderito. —Fourth sonrió y dejó besos cortos sobre los labios de Gemini.

—Entonces, merezco un castigo, dueño. —Movió su cabeza de un lado a otro para rozar su nariz con la de Gemini en un besito esquimal—. Pero no quiero ir. De verdad que no... Por favor.

—Ya, me da igual. Al final siempre terminas haciendo lo que se te viene en gana, puto rebelde. —Palpó la espalda baja de Fourth y este se colocó de pie—. Pero te encierras con seguro, que si sigo matando hombres para defender tu culo, no quedará nadie más en este jodido mundo.

—Hm. Eso no suena tan mal. Solo quedaría la rosa y la daga. —Rodeó a Gemini con sus brazos.

—No tienes remedio, mamón.

...

Fourth entró a la celda de Noah, varios chicos se encontraban ahí, conversando e intercambiando chismes de prisión. El ojicafé no gustaba mucho de aquel chismerío, pero era mejor a quedarse solo en su celda ya que Gemini se encontraba entrenando y a Ford no lo había visto desde que fue a la sala de visitas.

—¡Fourth! Justo estábamos esperando por ti. No tienes idea de lo que me contó un gendarme —expresó Jack, palmeando a su lado para que Fourth se sentara junto a él.

—Ni idea. Suéltalo.

—Ya sé por qué Ley cayó en North Collan.

Aquello picó el bicho de la curiosidad en Fourth.

—¿Cómo lo sabes? ¿Quién te dijo? Ni siquiera Gemini sabe por qué Ley cayó preso...

O al menos la vez que le preguntó a Gemini, este no le dijo nada.

Noah se encogió de hombros y movió su mano con desdén. Fourth alzó una ceja y llegó a su lado, sentándose y cruzándose de piernas cual indio. Algo le decía que la respuesta de Jack no iba a gustarle mucho.

—Ya te dije, fue un gendarme y él lo escuchó por la boca del mismo prefecto. Al parecer Ley ha pedido que se le provea de diversión y Nicholas se la ha traído.

—No estoy entendiendo una mierda...

—¡El motivo por el que cayó en prisión, perra! ¡Le gusta torturar a sus parejas hasta matarlas! —Jack negó con la cabeza y soltó un suspiro—. Que puto asco. Yo casi vomité cuando me contaron.

Fourth ni siquiera pudo responder.

—¿Lo dices en serio? —la voz de Noah se hizo oír—. Y con lo bueno que está. ¡Es un puto enfermo!

—Sí. Completamente... Dios, y tan tranquilo que se ve. Por lo que me contó este guardia... —Jack miró en distintas direcciones, seguramente para darle más intensidad a sus palabras—. Le gustan jovencitos y los tortura mientras tiene sexo con ellos. Al parecer le pidió a Nicholas que le trajera alguna víctima... O eso dicen.

—Con razón. Ya se me hacía raro que no le gustara nadie de aquí.

—Le gusta Fourth —murmuró Jack con un escalofrío recorriéndole el cuerpo.

—¡Peor aún! ¿No ves la carita de niño que tiene Fourth? Seguro y lo enciende pensar en eso. Jodido asqueroso...

—Dios, no... ¿Niños? —Noah llevó sus manos a la boca. El terror y asco se retrataban en sus desgastadas facciones—. ¿Fourth, estás bien?

El castaño tenía la vista en el suelo. Completamente mareado por las palabras de los chicos a su alrededor. Conocía a ese tipo de hombres, los conocía a la perfección. Tranquilos y aparentemente amables.

Comenzó a sentir arcadas. Todo su estómago se revolvía y el frío era tan desolador que dolía en sus huesos. Necesitaba a su dueño.

—Gemini... —Se abrazó a sí mismo.

Recuerdos tortuosos de su pasado lo atormentaban. La sonrisa de Ley y sus palabras bien intencionadas carcomían las entrañas de Fourth en ese preciso instante. Debería haberlo sabido, debería haberlo reconocido.

—Mierda. Está pálido como papel. ¡Jack, ve por Gemini que Fourth se nos muere!

Los otros reos se acercaron a Fourth, preocupados por los temblores de su cuerpo. Se abrazaba a sí mismo y ocultaba su rostro hacia abajo. Respirando pesadamente y con dificultad. Le preguntaban miles de cosas, palabras incomprensibles a los oídos de Fourth.

¿Estaba respirando? ¿Por qué su corazón latía tan rápido?

En ese momento, todo dio vueltas a su alrededor. Fue transportado a su pasado, a la época donde no era más que un residente novato en un hospital cutre. Esa mirada angelical, esos pequeños rizos y esa sonrisa suave. Quería arrancarse la garganta para no gritar.

"Fourth. No quiero ir a casa... ¿No puedo quedarme aquí contigo?"

Se tapó los oídos con ambas manos.

—No. Por favor...

"¿Vas a cuidarme, verdad? Seré una niña buena, pero no quiero ir a casa. Mi hermano siempre se enfada conmigo... Y me castiga."

—¡No!

Unas fuertes manos se ciñeron a sus hombros, enterrándose en su piel mientras era sacudido con fuerza.

"¿Tú eres el médico de Mia? Mucho gusto, soy Jean, su hermano mayor."

—¡Cállate!

—¡Fourth, despierta! Maldición...

Una bofetada hizo desaparecer las imágenes en su cabeza. Parpadeó, con lastimeras lágrimas aventurándose por sus mejillas. Gemini se encontraba frente a él, mirándolo seco y con sus cejas juntas.

—Ge-Gemini... —Abrió su boca y sin saber que decir, asesinó los fonemas. Sonidos mudos se formaban por la conjugación de bocanadas de aire en su garganta.

Fourth quería explicarle a Gemini. Contarle de aquella pesadilla que creía superada, pero que nuevamente volvía a atormentarlo. Su dueño vio el dolor de sus ojos, la angustia que lo envolvía.

Las manos de Gemini temblaron de rabia.

—Dime su nombre y lo asesinaré.

—Y-yo...

—Solo suéltalo, corderito. No importa quien sea, lo destrozaré.

—Ley...

Harry se apartó de golpe. Mirando en dirección a Jack y Noah.

—Le conté a Fourth un rumor que me llegó. A-al parecer... Ley está... Uhm. Cumple condena por abuso sexual, tortura y homicidio de menores de edad.

Gemini bajó la vista unos segundos. Fue suficiente para Fourth, no necesitaba más. Conocía demasiado bien a Gemini.

—Lo sabías —acusó. Su voz temblorosa y débil.

Gemini no respondió. Tomó a Fourth de su muñeca y lo jaló por los pasillos de North Collan hasta la celda compartida de ambos. Se podía ver la frustración en él, todo su cuerpo estaba agarrotado y apretaba su mandíbula con fuerza.

Apenas entraron, Fourth se soltó del firme agarre de Gemini. Estaba consternado y asustado... Ley significaba una amenaza para él. Una tortura vigente de la traumática experiencia que una vez vivió.

Sus pensamientos gritaban por justicia. Los recuerdos de esa mirada inocente e infantil eran quienes guiaban las palabras de Fourth en ese momento.

—L-lo quiero muerto.

Gemini negó con la cabeza. Mirando un punto más allá de Fourth, no queriendo enfrentarlo.

—No puedo matarlo.

—¡¿Es un maldito asesino de niños y no puedes matarlo?! ¡Y te llamas a ti mismo el emperador!

—¡No te atrevas a gritarme!

—¡¿O qué?! ¿Me golpearás? ¿Es eso? ¡Porque es lo único que sabes hacer! Golpear a quien no puede defenderse, tú... ¡Monstruo!

—¡¿Monstruo?! ¿Es una puta broma? —Gemini empujó a Fourth con ambas manos, haciéndolo caer al suelo—. ¿Crees que es un insulto? Pues déjame decirte algo. Soy un maldito monstruo y tú, jodida puta, te has estado follando a este monstruo por meses.

—N-no...

—¡¿No?! Maldito mentiroso. Pues que yo sepa, poner mi polla en tu culo se llama follar.

—¡Cállate, Gemini! —Llevó sus manos directamente a sus orejas, tapándolas al mismo tiempo que cerraba sus ojos—. ¡Quiero a ese maldito abusador muerto! ¡Lo quiero muerto y no volverás a tocarme hasta que lo hayas asesinado! —gritaba, desgarrándose los pulmones con cada palabra pronunciada.

Gemini no respondió. El silencio inundó la celda y Fourth solo podía escuchar los apabullantes latidos de su propio corazón. ¿Por qué estaba exigiéndole a Gemini acabar con la vida de una persona? ¿Quién era el verdadero monstruo ahí?

Bajó lentamente sus manos hasta su pecho y con un terror que calaba sus huesos, levantó la mirada. Gemini se encontraba de pie, no había gesto alguno en su perfecto y estoico rostro.

—Está bien. —Se hincó frente a Fourth, entrelazando sus dedos sobre sus rodillas—. Pero estás intercambiando la vida de este monstruo por tu capricho, corderito.

Dejó un beso en los labios de Fourth. Tan frío y lejano, como una fatídica despedida. Fourth no supo cómo reaccionar. Para cuando pudo ponerse de pie, Gemini ya había salido de la celda hacía bastante.

¿Cuánto tiempo había transcurrido?

Estaba perdido, como un barco a la deriva sin su brújula.

Necesitaba a Gemini de vuelta, lo necesitaba con él.

Lo único que escuchó fue la alarma de emergencia de North Collan, aquella que sonaba solamente cuando ocurría algún acontecimiento que requería gran fuerza represiva. Escuchó algunas ovaciones, gritos y pitidos.

Quiso correr, arrepentirse de sus palabras antes de que fuese demasiado tarde. El sonido de disparos al aire lo hicieron congelarse en su lugar.

Ford apareció fuera su celda. Sus ojos abiertos excesivamente y el terror implantado en toda su fisionomía.

—Gemini asesinó a Ley... Lo han llevado a confinamiento solitario. —El rubio sacudió su cabeza, aturdido por lo que sus propios ojos habían presenciado—. Mark dice que Nicholas... Mierda, Fou. Van a destrozar a Gemini.

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