Si dudaba de la calidad de su entrenamiento, llegar hasta Gotham evitando a los operativos de Talía le calmaba los nervios. Pero colocar una bomba en la parte inferior del Batmóvil disipó definitivamente cualquier duda: Su entrenamiento había sido bueno.
Así que se sintió muy decepcionado cuando sintió la presencia de alguien una fracción de segundo demasiado tarde, saltando en redondo y lanzando un cuchillo en dirección al intruso. El cuchillo chocó contra el ladrillo y tomó su arma, escaneando el tejado en busca de su presencia.
— Tsk — dijo Talia desde el borde de su periferia, en el lado opuesto de donde había apuntado — Si hubiera querido matarte, habrías muerto antes de que esa daga abandonara tus manos. Claramente dejaste tu entrenamiento demasiado pronto.
— ¿Qué estás haciendo aquí T? — preguntó con cautela. Llevaba una armadura ligera, pantalones de carga y una sudadera con capucha andrajosa, pero sin capucha aún podía ver sus ojos vagando, buscando a otros agentes de la Liga.
— Podría preguntarte lo mismo — dijo.
— Yo pregunté primero.
— Veo que el tiempo que pasaste lejos no ha contribuido mucho a embotar tus hábitos infantiles — comentó secamente.
Jason simplemente frunció el ceño — Estoy en medio de algo.
— Sí, me di cuenta — dijo, mirando detrás de él y hacia el Batimóvil. Jason se giró y su ceño sólo se hizo más profundo.
Batman regresaba, y detrás de él estaba el Reemplazo, el Impostor, el LADRÓN chilló el Pozo. El bastardo tuvo la osadía de lucir tan feliz, vistiendo su uniforme y vagando por su pueblo. Y Batman, Bruce, simplemente lo estaba dejando.
Jason ni siquiera recordaba haber cogido el detonador, no notó su pulgar sobre el botón hasta que Talia intervino.
— ¿Es esto realmente lo que quieres? — preguntó, su voz cortando los venenosos susurros del Pozo.
— Alguien tiene que pagar — dijo, dándole la bienvenida al Pozo. El Pozo proporcionaba una claridad reconfortante y estaba bien porque él tenía el control.
(Más tarde supo que The Pit era un gran mentiroso).
— Y cuando el humo se disipe y el Pozo retroceda, me temo que serás tú quien pague la factura.
Jason literalmente gruñó, viendo a Batman y Ro-Reemplazo subirse al Batimóvil. No habían notado nada fuera de lugar.
— No se mata a los niños. Jason no mata niños — continuó Talia.
— Jason está muerto — respondió. Muerto al mundo. Muerto para Batman. Muerto para Bruce.
— Y, sin embargo, estás ante mí, tan vivo como siempre — replicó Talia.
— ¡Ya no soy la misma persona de antes!
El Batimóvil cobró vida con un rugido y un segundo después ya estaba disparado por la calle. No pasaría mucho tiempo antes de que la bomba estuviera fuera del alcance del detonador. Si iba a actuar, tenía que hacerlo pronto.
— No te conocía antes — continuó Talia, mirando el detonador en su mano. No le gustaban las probabilidades de arrebatárselo antes de que pudiera presionarlo — Sólo después. Y el Jason que conozco, el que encontré vagando por las calles sin poder hablar, todavía luchaba contra los criminales para defender a los niños vulnerables. El Jason que conozco pasó meses entrenando con los instructores más hábiles del mundo para asegurarse de que cuando usara sus habilidades, fuera él quien lo hiciera , no otra cosa.
Veinte segundos hasta que fue demasiado tarde para apretar el gatillo. Sería tan fácil.
Literalmente presionando un botón.
— No sabes de lo que estás hablando. No soy un héroe y no creo en esa mierda de asesino honorable que a la Liga pretende importarle. Soy un zombie. Un monstruo.
— Todos tenemos un monstruo dentro. La diferencia es de grado, no de tipo.
Diez segundos.
— Esto es lo que quiero — susurró. ¿Bien? preguntó su mente, buscando esa confirmación verbal que el Pozo siempre parecía proporcionar en su totalidad.
Espere que el Pozo estuviera en silencio.
— ¿Lo que quieres? ¿O lo que exige el Pozo?
Cinco segundos. Su pulgar se cernía, pero… la convicción no estaba ahí. La ira, la rabia, el impulso de venganza, todo eso había desaparecido y se encontró congelado por la inacción.
Bip. Bip. Bip. El Batimóvil estaba fuera de alcance. La bomba fue inútil. El verde había desaparecido.
Jason se desplomó contra el parapeto — Ellos escaparon.
— No — respondió Talia en voz baja. — Déjalos ir.
Fueron necesarias dos semanas para volver a colarse en dos. Otros dos para conseguir los materiales para construir la bomba discretamente. Tres horas para colocarlo meticulosamente en el tren de aterrizaje del Batimóvil sin activar ningún sensor, y otras tres para esperar a que regresen Batman y Robin.
Todo por nada. Él iba a, necesitaba... ¿A qué?
¿Matar a Bruce y a un niño que ni siquiera había conocido?
El Lázaro no sólo estaba tranquilo ahora. Estaba en completo silencio y se sentía vacío. Enfermo. Necesita desesperadamente la rígida certeza que le proporciona la ira porque sin ella no podría justificar hacer estallar a un niño. Debería haber estado, hubiera deseado estar, enfurecido. Enojado por la pérdida de tiempo.
En lugar de eso, se quedó sentado en el silencio opresivo, inhalando la neblina de Gotham.
Estoy llorando, se dio cuenta, las lágrimas corrían por su rostro y caían sobre el sucio cemento de abajo.
Dedos suaves acariciaron su cabello, y entonces Talia estaba a su lado y él estaba apoyado en su hombro y lloraba como un maldito niño y no podía parar.
No tiene sentido. No quería matar a Bruce, excepto que absolutamente quería que pagara por... muchas cosas que su cerebro no podía manejar en ese momento. Ciertamente no podría volver con él. Ni siquiera podía mirar fotos suyas en las noticias sin ver el verde de The Pit.
Finalmente, se recuperó y las lágrimas se secaron. Torpemente, se separó de Talia, quien lo observaba con una mirada ilegible, pero vagamente familiar.
Le tomó medio segundo darse cuenta de que le recordaba a Catherine, pero desechó ese pensamiento violentamente, porque ya había probado todo el asunto del padre sustituto y eso no iba a volver a suceder.
Incluso si todavía soñaba con comer helado con ella y algún... ¿niño? No lo sabía, y pensar demasiado en ese momento confuso después de su regreso y antes de The Pit le dolía demasiado el cerebro.
Ahora necesitaba sacar a Talia de aquí antes de que a ella se le ocurriera alguna idea.
— Tu amante sigue vivo, Talia. Ya no tienes que quedarte más — Ella no dijo nada, en lugar de eso dejó que las palabras quedaran flotando en el aire. Por alguna razón, el silencio parecía una reprimenda, como si fuera un niño que acabara de hacer algo completamente infantil, así que añadió — No voy a volver a la Liga contigo.
— No te lo pedí — respondió ella.
Más silencio impregnó. Jason lo reconoció como una de las primeras estrategias de interrogatorio que Bruce le enseñó como Robin: quédate en silencio y sospechan que lo llenará de palabras.
El hecho de que lo reconociera no lo hacía inmune a ello.
— Tampoco voy a volver a tu estúpido entrenamiento — añadió, esta vez con más calor.
— No terminaste tu entrenamiento con Lady Shiva. O Deathstroke.
— He aprendido lo suficiente y no vas a seguir entreteniéndome.
— ¿Detenerte de qué? — le preguntó, y él apreció que ella ni siquiera se molestara en negar la acusación. Por muy astuta que fuera, aún no le había mentido. No que él supiera.
Había algo que apreciar en eso.
— A menos que pretendas repetir los acontecimientos de esta noche — añadió.
— No — respondió rápidamente, porque la idea de repente lo puso verde de una manera que no tenía nada que ver con el Pozo — Pero yo me quedo aquí. En Ciudad Gótica.
— ¿Por qué? — Preguntó Talia, ¿y no era una buena pregunta?
¿Por qué? preguntó su propio cerebro, porque estaba bastante seguro de que Talia le pagaría para ir a cualquier parte del mundo si eso significaba que no iba a hacer estallar a su ex emocionalmente atrofiado.
Pero palideció ante el pensamiento, las imágenes de lo que había visto en Gotham en las últimas semanas pasaron por su mente. Gotham seguía tan infectada como en su última vida, si no más. Si los pocos informes que se había molestado en mirar desde su regreso eran una indicación, ahora había incluso más locos que antes, y lo que vio de Crime Alley parecía más sombrío de lo que jamás recordaba.
Y luego estaba El Joker.
El Pozo parpadeó.
Había asuntos pendientes entre manos. Bruce todavía tenía que responder por las cosas, sólo que de una manera diferente.
— Este es mi hogar — respondió Jason.
Talia suspiró, no pareciendo ni sorprendida ni particularmente disgustada con la respuesta — Si insistes, ¿quién soy yo para negarte? Pero no me iré hasta que haya visto tus condiciones de vida. Merezco al menos ver qué más has hecho con todo el dinero que sacaste de mis cuentas.
No se molestó en luchar contra ella en ese frente, porque después de todo, era su dinero.
Y cuando vio el teléfono celular que ella dejó en la encimera de la cocina, con un solo número programado, lo arrojó debajo del colchón en lugar de a la basura.
No porque confiara en ella, sino porque no desconfiaba del todo de ella.
Además, esperaría a que ella llamara primero. No es que lo hiciera, porque él era sólo otro peón en su juego con Bruce.
(Ella lo hizo)