Vístete de carne, pequeña sombra de huesos;
maquíllate de realidad, pues tus delirios se empiezan a notar;
arrópate con emociones, ya que también te tocará encarnar el dolor de la subjetividad;
perfúmate con incienso de mirra, dado que los demonios destestan su fragancia
y recuerda que solo eres tú, un pedazo de tierra molida con aliento de vida; a veces con ápices de felicidad, y otras, con vestigios de existencia.