Honeypie, 𓎩 Carme...

By terralise

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❛ Tú y yo, somos otro árbol proverbial, es un misterio porqué estás aquí, pero no puedo vivir sin ti. 🥐 ... More

You and me, another puppetry. ☕︎
𝐕𝐨𝐥 𝐈. 𖥓 From the Vault, Syd's Cam.
𝟎𝟏. ── Verjus, capítulo uno.
𝟎𝟐. ── Abaisser, capítulo dos.
𝟎𝟑. ── Brûleé, capítulo tres.
𝟎𝟒. ── Trinchado, capítulo cuatro.
𝟎𝟓. ── Affuter, capítulo cinco.
𝟎𝟔. ── Frémir, capítulo seis.
𝟎𝟕. ── Coperchio, capítulo siete.
𝟎𝟖. ── Bilancia, capítulo ocho.
𝟎𝟗. ── Coulis, capítulo nueve.
𝟏𝟏. ── Lustrar, capítulo once.
𝟏𝟐. ── Révision, capítulo doce.
𝟏𝟑. ── Braciole, capítulo trece.
𝐕𝐨𝐥 𝐈𝐈. 𓇋 𓎩 From the Vault, Bear&Bee.
✩ ⠀Cap. 𝟭, Vol II ─ ❛ Knives & Blood.
✩ ⠀Cap. 𝟮, Vol II ─ ❛ Bouquet Garni.
✩ ⠀Cap. 𝟯, Vol II ─ ❛ Amuse-Bouche.
✩ ⠀Cap. 𝟰, Vol II ─ ❛ Beurre-Blánc.

𝟏𝟎. ── Glacé, capítulo diez.

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By terralise

WARNING.    MENCIÓN DE TEMAS SENSIBLES.
Lenguaje anti-sonante / TWsoft +18.
Capítulo larguito, por la actualización tarde.


Song. What Was I Made For? by Billie Eilish.

─ ✩ 𓎩 ✩ ─
/ ... POUR VOSTRE DÉGUSTATION ... /
RIVER NORTH, CHICAGO, 2022.
Glacé*, Capítulo Diez𓈒

Tal vez el destino, la suerte y cualquier poder mayor en el universo si existía.

Quizás siempre fue el destino quien lo mantuvo lejos de Jolene A'Dair a partir de estar de estar tan cerca del otro. Quizás fue el tiempo, y todo lo que había a su alrededor conspirando para que ambos pudieran reconocerse en su peor momento; aprender a aceptarse y verse cómo nunca nadie lo había hecho.

Y era un milagro divino pensar que la suerte finalmente se alineaba en su vida.

Habían pasado casi dos semanas desde aquel beso con Jo, y desde entonces todo parecía haberse alineado para darle las mejores semanas de su vida.

Después de compartir con Jolene la noticia sobre el improbable cierre de Grummies, todo comenzó a fluir a una velocidad vertiginosa para ambos. Jo se sumergió de vuelta en su panadería, trabajando incansablemente, aferrada a la idea de saldar su deuda lo más pronto posible para rescatar a su pequeña familia en The Beef y, sobre todo, para encontrar la paz consigo misma, recordándose lo que esa panadería significaba para todos.

Su enfoque feroz y rápido la tenía inusualmente feliz, una felicidad que desconcertaba a Carmy, ya que nunca la había visto tan animada y llena de energía desde que la conocía.

El torbellino de risas y emoción de Jolene A'Dair, que ahora le rodeaba, le recordaba cada momento que había indagado sobre ella antes de conocerla. Richie le había contado muchas cosas sobre la vida de Jo, al punto de hacerle creer que sabía más de ella que de sí mismo — Entre los mil detalles e historias, destacaba una cualidad que siempre resaltaba Richie sobre Jo: su energía.

Al contemplar a Jolene A'Dair, Carmy entendía a su hermano Michael de una manera que antes había ignorado comprender. La energía que desprendía Jo se convertía en su distintivo, marcando la diferencia en su forma de enfrentar cada obstáculo de una manera serena y única, algo completamente ajeno a las experiencias que había presenciado en su vida. La mente de Carmy viajaba a los momentos compartidos con su hermano, cuando Mikey tuvo que cuidar tanto de él, un pequeño introvertido al que debía proteger, y su hermana menor, quien no comprendía mucho del mundo más allá de su madre. Carmy pensaba y, suponía que sus intentos de elevar su autoestima y positivismo jamás lograron que su hermano se sintiera orgulloso aún cuando sabía lo mucho que intento ayudarlo toda su vida. Siempre fue un introvertido vulnerable, temeroso de cada rincón nuevo, relación o sentimiento fuera de lo que ya conocía por el temor de perder y no saber quién era, por lo que sentía que cada momento lejos de su hermano era un bote sin su remo, el chef siempre fue dependiente de su hermano extrovertido y amante de la gloria. Y cuándo escuchó sobre Jolene, a los oídos de Carmy, ella parecía ser el respiro que Michael nunca pudo proporcionarse con él. Ella era todo lo que seguramente Mikey deseaba ver en su propia sangre; era la luz que iluminaba las sombras de su propio pasado.

En palabras de Richie, Jolene era ese "impulso" que elevaba ese "dejarse llevar" por parte de su mejor amigo, por eso eran tan buenos amigos amigos. Se completaban entre ambos, eran un equipo, y eso llegó a lastimar el corazón y ego del chef que en algún momento le rogó a su hermano para poder ser parte de su vida. ¿Por qué lo dejaría ser parte de su vida cuándo ya tenía a una versión mejorada de él mismo?

— ¿Crees que hay una razón coherente por la que jamás nos conocimos? —preguntó el chef confundido. Se pasó la mano por el rostro quitando de su camino algunos rizos desordenados que caían sobre su rostro—. Ya sabes, por ejemplo Michael.

— ¿Te refieres a porqué Mikey jamás nos presentó? —Jo tenía la vista metida entre el pedazo de cartón blanco donde se escondían las verduras y pedazos de carne de su comida china—. No lo sé, me parece muy estúpido que con tanta gente en común jamás escuchaste sobre mí.

— Yo me alejé de mi familia durante mucho tiempo —explicó Carmy mientras suspiraba—. Después de mudarme a París, no tuve mucho contacto con nadie, nunca lo quise.

— Eras egoísta —Jo volteó a verlo con una pequeña mueca sobre su boca, Carmy la observó sin decir nada y ella dejó su comida sobre la mesa de madera en la esquina de su oficina—. No lo digo queriendo ofenderte, corazón, pero lo eras. Natalie estaba demasiado enojada contigo para hablar de ti, Richie también porqué parecía que Mikey te extrañaba y eso enojaba, y todos los demás evitaban hablar de ti para que tú herm...

— Yo lo intenté, Jo. —Carmy frunció las cejas.

— Lo sé, Oso —Jo apretó los labios sintiéndose culpable al procesar las palabras que había dicho y en cómo el rostro de Carmy parecía haberse endurecido por sus palabras—. Mikey le mintió a todos, ¿lo sabes, no? Jamás mencionaba las partes dónde llamabas y él jamás respondía, o las veces que intentaste entrar a The Beef y te corría como si fueses una maldita peste.

— Solamente me preguntó cómo sería todo si ambos nos hubiésemos conocido antes.

En las últimas semanas, Jo apenas se dejaba ver en The Beef, y ambos no intervenían con las ocupaciones del otro. Sin embargo en sus respectivas horas de descanso, Carmy solía llamarla o dejarle mensajes, y por las noches, pasaba por ella para acompañarla a casa, quedándose a dormir en ocasiones. En algún momento Carmy se dio cuenta de lo mucho que se comenzó a acostumbrar a hablar con ella, no solía hacerlo demasiado con nadie, y ahora que solo compartían unas pocas horas al día, había tanto de qué hablar que la comunicación del chef había experimentado una notable mejoría. Abordaban diversos temas, y en ocasiones, pasaban sus noches inmersos en conversaciones que alegraban al chef. La quería, la quería por lo mucho que alegraba sus noches y lo había olvidar todas esas veces que sentía que no era interesante para alguien y lo invisible que se veía ante la vida, le confió cada palabra de sus pesadillas nocturnas, marcado un punto de conexión entre ambos, y desde entonces, Jo y Carmy compartían cama, sin que ella volviera a cuestionar nada a menos que él decidiera compartirlo primero.

— Sacándole canas verdes a Mikey por quién hubiese sido su peor dolor de culo —bromeó Jo mientras abría los ojos asustada—. Y yo hubiese dejado todo para ver esas manos tuyas desde hace unos añitos atrás.

Si Michael no hubiera mantenido a Jo en las sombras, el curso de las cosas podría haber sido distinto. Tal vez Carmy no habría emprendido su huida a Nueva York, tratando de superar a su hermano como un acto de venganza por no permitirle cocinar y estar junto a él en The Beef. Quizás habría optado por quedarse a su lado, disfrutando de las bromas de Jo, que a veces no le causaban gracia, sino más bien ternura, especialmente cuando sus mejillas redondas y rosadas se iluminaban con la risa de sus propios chistes. Jo podría haberlo guiado para evitar que cayera en el tormento de las pesadillas al decidir no trabajar en el French Laundry. Incluso la panadería en la que ahora se encontraba, tras una tarde de trabajo en el restaurante de su hermano, podría haber sido de ambos. Marcel Jerimovich no sería su socio; sería Carmen Berzatto. Solamente tal vez su vida hubiese sido mejor.

— Jolene... —las orejas de Carmy parecieron arder al escuchar a Jo, sus ojos se abrieron mientras ella sonreía de manera burlona disfrutando al ver al chef nervioso—. Deberías seguir comiendo.

— El que debería comer eres tú —la expresión de Jo se convirtió en diversión a molestia en unos segundos—. Dime, Carmen Berzatto, ¿desayunaste? Y el cigarrillo de las 9:30 no cuenta.

— ¿Ahora eres mi madre? —respondió abruptamente con un tono defensivo, Jo abrió los ojos sorprendida ante la dureza de Carmy y éste tomó de mala gana la cajita de comida china en forma de disculpa por levantar la voz—. No sé porqué estamos comiendo esto, es asqueroso.

Imaginarse siendo el novio de alguien nunca estuvo en sus planes, resultaba extraño.

Las relaciones amorosas en su hogar eran un misterio, y nunca supo cómo manejar una conexión cariñosa que no involucrara a un miembro de la familia. Su noción del amor era difusa; apenas recordaba a su padre, Donna Berzatto no solía hablar mucho sobre su difunto esposo, y su relación con Lee Lane no ofrecía muchas lecciones sobre relaciones personales. Tampoco conocía mucho acerca de las relaciones de su hermano, Mikey siempre fue muy claro con sus pocas intenciones de casarse o formar una familia, así que carecía de referencias sobre qué significaba tener una conexión estable. Los Berzatto era demasiado complicados, y a su alrededor siempre hubo esa falta de cariño y compresión que tanto necesitaba un pequeño niño que tartamudeaba al hablar por miedo a equivocarse — Lo único que sabía, y le complacía, era que su hermana era el único miembro de la familia con vínculos duraderos y un esposo que la amaba.

Se mostraba sumamente considerado con Jolene, casi en exceso. La falta de experiencia le llevaba a veces a guiarse por los deseos de ella, tratando de descifrar qué decir o hacer. No obstante, su propia perspectiva seguía siendo el centro de atención. Jo se preocupaba demasiado por él, lo cual obligó a Carmy a aprender a escucharse a sí mismo para estar con alguien tan inquisitiva sobre lo que pasaba por su mente.

— Podríamos intentar cocinar algo, pero —Jo exploró su oficina color menta con la mirada, evaluando cada rincón—. Aquí solo encontrarías ingredientes para recrear la casa de Hansel y Gretel.

— ¿No sería la casa de la bruja en Hansel y Gretel?

— Oso, arruinas mi chiste. —siseó Jo con una sonrisa.

Carmy sonrió ante la expresión divertida de Jo. Su mente siempre se inclinaba hacia lo coherente y natural, pasando por alto el sarcasmo o la ironía. Las bromas y comentarios sin sentido de Jo solían desconcertarlo, y sus respuestas eran inconscientemente sinceras. A Jo no le molestaba; siempre le devolvía una mirada tonta mientras bufaba, divertida por la desconexión del chef.

— Lo siento, cariño, pero podrías haber elegido un lugar mejor para el almuerzo —comentó Carmy, frunciendo el ceño al examinar la consistencia del arroz café junto a su carne. Jo rió suavemente—. No quiero ser grosero, pero...

— Déjalo, no lo comas, quejumbroso —Jo le quitó la cajita de la mano y la arrojó a la basura, luego se puso de pie, extendiendo la mano derecha para que Carmy la tomará, Jo hizo un ademán suave con su cabeza animándolo—. Vamos, busquemos algo para comer, aún tenemos veinte minutos antes de que terminé mi descanso.

Las últimas semanas se habían convertido en un verdadero infierno para Jolene.

Era consciente de que parte de su sufrimiento provenía de su propia negligencia con el negocio desde la muerte de Michael, así que no se quejaba demasiado. Junto a Marcel, trabajaban incansablemente en Grummies, tratando de generar más ingresos de los que ya tenían, aunque nunca parecía ser suficiente. La falta de dinero había obligado a despedir a casi la mitad del personal; ya no podían costear tantos sueldos. La mitad de los meseros, cocineros y repartidores se habían ido, y ahora realizaban el trabajo de aquellos que habían abandonado el barco. Jo constantemente le recriminaba a Marcel por la insensata idea de convertir el lugar en una cafetería, mientras sus uñas terminaban rotas por lavar demasiados platos con pasteles embarrados y cafés fríos al cerrar.

Hubo pocos que entendieron la situación y se fueron sin molestia. Aquellos que maldijeron a Jo por quitarles su empleo, y otros que decidieron quedarse, los cuales no recibían sueldo por ahora, así que trabajan gratis para los dos pobres dueños que parecían estar muriendo — Ni Marcel ni Jo deseaban darles tanto trabajo, pero al final, se encontraban haciéndolo todo solos: cocinar, limpiar, atender, hornear.

Era un ciclo agotador que se repetía durante ocho horas continuas, donde su pequeño descanso de una hora era una bendición.

En esos valiosos 60 minutos, Carmy se convertía en un ángel celestial que aparecía para darle un respiro a Jo. Mientras ella descansaba exhausta en su oficina, Carmy saludaba a un fatigado Marcel y se ponía manos a la obra limpiando mesas y lavando platos. Luego, Jo lo abrazaba por la espalda agradecida por su ayuda, e indicándole que estaba lista para comer.

— ¡Adiós, papis! —exclamó Marcel cuándo vio a los dos chefs aparecer en su campo de visión en la recepción de la cafetería caminando directamente a la salida. Marcel estaba al teléfono esperando a que respondieran en la otra línea, sonriendo al ver cómo su amiga se aferraba al brazo de su primo mientras entrecruzaban sus manos; entrecerró los ojos cuando Jo le rodó los ojos por su comentario y notó curioso lo que llevaba puesto su amiga, en silencio se burló—. ¡Me compran algo!

Salieron de Grummies minutos después. Caminaron algunas cuadras alejándose del lugar, mientras Jo señalaba los sitios donde podrían encontrar algo comestible y Carmy evaluaba si valía la pena gastar algunos dólares esa mañana.

Jo apenas lo veía; compartían esos minutos diarios y otros momentos despiertos antes de ir a la cama. Encontraba encantadora la rutina con Carmy, no la parte donde ambos estaban tan ocupados que apenas se veían, pero sí esa en la que el chef aparecía con un sándwich para la cena que él mismo preparaba después de que Grummies cerraba. La acompañaba a casa, y mientras Jo cenaba, él se daba una rápida ducha, esperándola pacientemente para preguntarle sobre su día. Jo se duchaba, se ponía la pijama y se deslizaba entre las mantas de su cama exhausta, abrazándolo y confesándole lo mucho que le dolían los pies.

Carmy se lamentaba con ella y la abrazaba mientras Jo, aún agotada, le contaba sobre su día, riendo por alguna tontería que había ocurrido con ella o con algún cliente regular. Otras veces, Carmy estaba más exhausto que ella, y Jo terminaba acariciando su cabeza, jugando con sus rizos desordenados mientras hablaba hasta que Carmy caía rendido y se quedaba dormido.

— ¿Qué quieres comer? —Jo aún se aferraba a su brazo cada que una pequeña brisa fría le daba escalofríos y ella se lamentaba por la idea de salir de su cómodo lugar con calefacción.

— ¿Pizza? —se encogió de hombros, Jo asintió convencida y empujó al chef para que ella lo guiará hasta una pizzería cercana.

Grummies Bakery siempre olió a éxito según los pensamientos de Jolene A'Dair. En un principio, sus padres insistieron en ayudarla, y así terminó obteniendo un espacio entre Erie y LaSalle* en River North. El mismo año que Grummies abrió, Delights Café y Savory Bistró se unieron a su lado, creando una competencia que, al final, Grummies ganó gracias a la diferencia de calidad en sus productos. Jo tenía la suerte de venir de una familia influyente, pero seguía siendo una mujer inteligente, criada por dos prominentes inversores inmobiliarios, Sierra y William A'Dair. Había crecido en River North, y esa zona de Chicago te ligaba al mundo de la gastronomía, quisieras o no. The Original Beef Of Chicagoland era un ejemplo de ello, un restaurante que Angelo Berzatto había inaugurado hace años y que ahora su hijo luchaba por mantener en pie. Esa misma conexión también atrajo a James "Cícero" Kalinowski cuando se convirtió en el mejor amigo del padre de Carmen Berzatto años atrás, llevándolo a conocer a los A'Dair y, eventualmente, a Jolene a los Berzatto.

Sin embargo, cuando intentaba mantener su relación con Carmy Berzatto en secreto, la vida parecía querer cobrar el precio de todos esos años en los que no se relacionaron.

— ¿Carmy? —la dulce voz de la única hermana Berzatto llamó la atención de su hermano mientras salía de Urban Crust, una pizzería a unas cuadras de la cafetería de Jo, quien aún estaba pagando la cuenta. Carmy había salido para responder el teléfono donde Sydney Adamu esperaba, y al levantar la mirada, su hermana caminaba cruzada de brazos intentando calmar el frío en su cuerpo—. ¡Hey!

— ¿Nat? —en todos los lugares donde podía encontrarse a su hermana, tenía que encontrarla esa mañana junto a su esposo caminando directamente hacia él—. ¿Qué hacen por aquí?

River North estaba más que lejos del hogar de Natalie Berzatto, y ella, siendo la menor fan de la diversión culinaria, jamás esperaría verla relativamente cerca de Grummies, y mucho menos cuando el chef salía de comprar su almuerzo con Jolene.

— Pete quería comprar algunos condimentos para la cena de cumpleaños de Cícero —apuntó a su esposo débilmente, Pete saludó a Carmy con ánimo, y éste respondió con la cabeza aún confundido—. ¿Y tú? Estás demasiado lejos de The Beef...

— ¡Oh, hola, Jo! —divertido, Pete vio a Jolene salir de la pizzería con una rebanada de peperonni mientras la saludaba con sorpresa. Jo abrió los ojos de par en par mientras miraba a Carmy, y Natalie fruncía la ceja—. Qué casualidad verlos a todos aquí.

— Uhm... —Natalie los miró a ambos. Sus ojos azules analizaron a su hermano pálido y confundido mientras Jo evitaba mirarle a los ojos. La cabeza de Natalie se confundió hasta que levantó las cejas y miró a su esposo, que le sonreía esperando a que ella notara lo que él notó.

Quizás no era simplemente mala suerte, sino la torpeza y la ineptitud para ocultar "secretos" lo que los delataba, porque apenas Pete hizo un pequeño movimiento de cabeza, Natalie lo notó de inmediato. Ni Jo ni Carmy se dieron cuenta de cuándo Jo empezó a usar la ropa que a veces Carmy dejaba en su casa, o las veces que Carmy tomaba prestadas algunas cosas de Jo cuando se dirigía a The Beef tarde. Esa mañana, Jo llevaba la característica sudadera café con cuadros verdes que siempre usaba Carmy, y el chef llevaba la bufanda roja de Jo colgada al cuello.

— Bueno, tienen dos segundos para negarme que están ocultándome algo, o voy a asesinarlos.





Marcel Jerimovich siempre fue arrastrado a los problemas de los Berzatto, y ahora estaba sumergido en los asuntos de los A'Dair.

Durante toda la tarde, permaneció pegado al teléfono haciendo llamadas para organizar la entrevista con el Chicago Tribune. A pesar de tener una cita previa, comunicarse era increíblemente difícil, y su novia, llamada Cate, no podía ofrecer más ayuda de la que ya había brindado. Era responsabilidad del menor de los Jerimovich coordinar la cita y recibir al periodista, ya que su pelirroja chica no podía hacerlo debido a compromisos laborales. Mientras Marcel se afanaba en el teléfono, ayudando a recibir a clientes y trabajando, recibió una llamada de su hermano Richie.

Cuando Richie Jerimovich llamaba, siempre traía malas noticias.

— ¿Me recuerdas por qué tenía que venir aquí? —le preguntó, bajando la cabeza para casi susurrarle a Jo mientras esbozaba una sonrisa falsa para saludar a la gente que lo rodeaba.

— Bueno, porque Cícero es un buen amigo de la familia, es su cumpleaños, invirtió en Grummies en algún momento, y todos fuimos obligados a venir; no ibas a ser la excepción.

La cena de cumpleaños de Cícero era una de las cosas más incómodas que debían hacer cada año desde que los Berzatto se habían convertido en familia de los Kalinowski. Después de las fiestas organizadas por Donna Berzatto, no había otro evento más insoportable que la incómoda cena de cumpleaños que organizaba la esposa de Cícero anualmente. A pesar de la insistencia de su esposo en no celebrarla, la mujer siempre lograba convencerlo, convirtiendo esa cena en una reunión de negocios. Ese año, Cícero aprovechaba que tenía bajo su palma un restaurante con buena comida y la mejor panadería de Chicago. Jo y Marcel trabajaban esa noche llevando algunos postres, mientras Carmen y Richie ayudaban en la cocina, con la esperanza de saldar un poco de la deuda de Michael gracias a los pequeños favores que hacían para Cícero.

Para Jolene A'Dair, no había nada más incómodo que ver a sus padres comer y reír mientras ella trabajaba justo frente a ellos. ¿Qué mejor manera de que tus padres se enteren de que su única hija está en la ruina?

— Quería a toda costa que mis padres no se enterarán de mi situación con Kol —sonrió forzada mientras saludaba con la mano a una mujer a su lejos, caminaba lentamente por el jardín de la casa de Cícero junto a Marcel quien la tomaba del brazo acompañándola—. Y ahora van enterarse de que The Beef está en la quiebra, y que estamos endeudados hasta el cuello.

— Bueno, supongo que el lado bueno es que vas a poder explicárselos porqué vienen para acá.

A Jo no le gustaba hablar mucho de su infancia.
No recordaba mucho a partir de los once años, y suponía que muchas de las cosas que no recordaba era su memoria protegiéndola de todo lo que había perdido desde el día que nació. Solía bromear con su adopción, y solía no importarle mucho que la gente supiese que en realidad era una huérfana con suerte. ¿Qué niño no estaría feliz de ser adoptado por personas "tan buenas y caritativas" como los A'Dair? Aquellos que la recibieron después de verla y sentir lástima por ella cuándo hicieron su donación anual a uno de las agencias del gobierno que repartía dinero por los orfanatos de Chicago. Aquellos que la recibieron en su hogar de ensueños y le cumplieron todos sus deseos hasta que creció y comenzó a volverse su proyecto favorito.

La mente de Jo se inundaba en cada momento de su infancia en la que fue obligada a abandonar su infancia por convertirse en todo lo que sus padres decían. Si Sierra A'Dair deseaba que su hija tocara el piano, Jo pasaba tocando el piano hasta sangrar. Sí William A'Dair deseaba que su hija aprendiera sobre astronomía, Jo pasaba tres horas con un tutor particular. Sí Jo decía que no, Jo era castigada y encerrada en su habitación hasta que la pequeña lloraba del hambre y rogaba disculpándose.

Se volvió una niña dotada para su edad. Una pequeña niña que sabía hacer todo lo que otros niños no les interesaba porque su cabeza seguía siendo la de un niño, pero para Jo era obligatorio volverse una triunfadora, una maniática del control y del perfeccionismo que lloraba cada que no era perfecta en cualquier ámbito de su vida.

La riqueza de los A'Dair no se materializó en amor ni cuidado; fue más bien un control manipulador que la dejó con dificultades para concentrarse y mantener la calma en situaciones cotidianas. Lo que la llevó a medicarse para controlar sus ataques de ansiedad a los catorce, y comenzar a tomar antidepresivos un año después. Cada decisión y movimiento de Jo estaba coreografiado por la voluntad de aquellos que, en teoría, debían cuidarla. ¿No debía estar agradecida, cumplir con todo lo que sus padres querían? ¿No les debía eso?¿Qué deuda era más grande que la que Jolene tenía con sus padres? ¿Cómo podría pagarles por su jaula de oro que ella misma decidió romper cuando los abandonó por Michael Berzatto?

Resultaba irónico que, a pesar de insistir a sus amigos para que hablaran de sus problemas, Jolene nunca compartiera sus sentimientos acerca de sus padres. Michael fue el único que alguna vez la escuchó, convirtiéndose en la razón por la cual Jo escapó de su familia cuando él la protegió y respondió a todas sus preguntas. Se transformó en todo lo que ella necesitaba, en la familia que anhelaba, y cuanto más tiempo pasaba con Michael Berzatto, más mejoraba su vida. Alabado por su habilidad para infundir fortaleza a los demás, se convirtió en el mentor de una niña asustada que lloraba por no sentirse capaz, transformándola en la mujer que ya no se preocupaba por ser perfecta y que anhelaba una familia que la amará sin importar quién era.

Jolene echaba de menos a su mejor amigo más que nunca cuando comenzó a sudar y su respiración se volvió pesada al ver a sus padres frente a ella.

— Hola, mamá, hola, papá —susurró Jo con una voz sumisa y temerosa, desconcertando a Carmy, cuyos ojos se posaron en ella con confusión al notar el cambio en su tono—. ¿Recuerdan a Marcel?

— ¿Quién es tu amigo? —preguntó Sierra, su madre.

Jo se puso más nerviosa cuando su madre fijó la mirada en Carmy, evaluándolo en busca de respuestas. Su padre permanecía en silencio, observándola, esperando que su hija se dirigiera a él. Afortunadamente, Marcel captó finalmente el propósito de su presencia esa noche, instigado por su hermano.

— Es Carmen Berzatto, ¿recuerdan ese increíble restaurante donde celebramos su aniversario de bodas? —intervino Marcel con una sonrisa nerviosa, pero la expresión de Sierra se tornó fruncida mientras William mostraba indiferencia—. El French Laundry, Carmen Berzatto, ¿no lo recuerdan? Chef de Cuisine.

— Creo que puede responder por sí mismo, Marcel —insistió Sierra, y Marcel miró incrédulo a la mujer, quien volvió a dirigirse al chef. Carmy pareció salir de su trance de confusión y frunció el ceño mientras asentía; la cabeza comenzó a punzarle sin razón.

— Sí, l-lo lamento —tartamudeó carraspeando mientras estiraba su mano para saludarlos. Sierra sonrió complacida al tomar la mano de Carmy, y luego su esposo saludó al chef—. Carmen Berzatto, estuvieron en el French Laundry; tal vez recuerde su noche, su aniversario de bodas.

Carmy se convirtió en todo un espectáculo a los ojos de Marcel, ya que unos segundos después, Sierra A'Dair se reía ante los comentarios del chef, y este la entretenía hablándole de su experiencia trabajando en París. Jo estaba demasiado nerviosa como para notar que su madre ya no le prestaba atención, y Marcel estaba demasiado desconcertado por la sorprendente habilidad social de su primo para darse cuenta de cuando el padre de Jo tomó a la joven por el hombro y la invitó a caminar con él.

Era exactamente una noche demasiado extraña para todos.

🍽️


— A tu madre siempre suelen sorprenderla hasta las cosas más insignificantes —William A'Dair tomaba a su hija del brazo mientras le alcanzaba una copa de vino que Jo tomó de inmediato y bebió la mitad de ella completamente nerviosa—. Pero supongo que tu interés por los Berzatto no se limita a Michael.

Si había una persona que solía ponerle demasiado nerviosa era su padre. Jo no sabía cómo mantener una conversación con él sin terminar peleando debido a la falta de coherencia que tenían siempre sus conversaciones. A su padre no le interesaba su vida, y su fachada siempre terminaba cayéndose cuando ella se molestaba por fingir ese interés.

— Lamento lo de tu amigo. Envié mis condolencias a Donna Berzatto y un arreglo de flores al funeral.

— Gracias, yo también lo lamento —respondió. Jo se aferró a la copa de vidrio entre sus manos y luego suspiró—. No vine como invitada esta noche; Cícero contrató a Grummies, y estoy trabajando.

— No creo que Kalinowski también haya contratado al French Laundry, ¿qué hace su ex chef de cocina aquí? —insistió mientras miraba a su hija. Jo le evitó la mirada varias veces hasta que su padre la tomó por la muñeca derecha—. Es mejor que tengas el valor de contármelo, ten la vergüenza de admitirlo en mi cara, Jolene.

El estómago de Jo pareció dar un vuelco del asco que sintió al sentir el forcejeo en su cuerpo y cómo su padre la jalo aún más cuando ella intentó librarse de su agarré.

— Sí ya lo sabes, ¿para qué carajos estás preguntándomelo? —escupió. Su corazón golpeó contra su pecho al notar el rostro furioso del hombre mayor—. ¿Qué es exactamente lo que quieres escuchar sobre mí, padre? Porque puedo confirmarte los rumores que quieras.

— ¿Dónde está Kol? Si quieres empezar a confirmarme cosas, cuéntame por qué la señora Nightly le contó a tu madre que Carmen Berzatto le rompió la nariz a su hijo cuando fue a buscarte —tenían la misma dureza en su tono de voz—. Y claro, después aclárame por qué tuve que enterarme por completos desconocidos que ahora te pertenece la porquería de restaurante de tu amiguito.

— ¿Y la señora Nightly también le contó a mamá que su hijo es un puto cobarde que abandonó a su novia y después la llamó zorra? —Jo sonrió molesta, su dentadura estaba siendo forzada debido a la rabia que le causaban sus palabras y comenzó a morderse la parte interior de la mejilla en nerviosismo—. Tal vez, esa sea la razón por la cual le rompieron la nariz, y claro, que mi mejor amigo me haya dejado su restaurante después de morir debería ser algo que te interese, ¿no?

Jolene comenzaba a sentir el ardor en su muñeca debido a la fuerza del hombre. Sabía que iba a haber una marca demasiado desagradable, ya que se movía intentando soltar su agarre sin poder usar demasiada fuerza porque llamaría la atención de todos a su alrededor, y lo último que quería es que alguno de los hombres que la acompañaban esa noche decidiera hacerse el "héroe salvador" y golpeara a su padre en la fiesta de la única persona que parecía preocuparse por ellos.

— ¿Y eso justifica que una vez más tendré que limpiar tu mierda? —apretó con más fuerza la muñeca, haciendo que Jo gimiera del dolor—. Acabas de arruinar toda una vida de negocios al joder a los Nightly, ¿lo sabes? Tendré que pagar tu puta deuda y después limpiar tu asqueroso nombre que lamentablemente también es el mío. ¿No te cansas de ser el perro faldero de todos y aún así fracasar?

Jo abrió la boca, pero nada salió de ella; sus ojos se abrieron sorprendidos mientras su labio inferior temblaba.

— ¿Está todo bien por aquí? —Cícero sonrió mientras apuntaba a William para saludarlo. William soltó a Jo empujando su brazo, y esta se quejó bajamente por la fuerza. El padre de Jo iba acercarse para recibir al hombre con un abrazo, pero este rodeó a Jolene por los hombros y la sacudió alegremente. Cícero parecía haber notado lo que estaba pasando segundos antes, pues volteó a ver con preocupación a Jo—. Mírense, tenía mucho tiempo sin verlos juntos. Debes estar orgulloso de tu pequeña, ¿no? Yo lo estoy; es toda una mujer de negocios.

— Siempre estamos orgullos de ella. —comentó de mala gana.

— Deberías, supongo que también te enteraste que ahora también está mejorando el viejo restaurante de los Berzatto —añadió Cícero con otra sonrisa. Soltó a Jo mientras sacudía la cabeza de la joven como si se tratara de una niña pequeña, y Jo frunció la ceja mientras lo miraba—. Creo que es una buena idea, aparte tiene a su lado a uno de los mejores chefs del mundo, que casualmente también es mi sobrino, ¿sí lo recuerdas, William?

La voz de Cícero sonaba tan a la defensiva que a Jo pareció sorprenderme. No sabía qué tanto había escuchado, pero sabía que había sido lo suficiente como para que tuviese que intervenir y defender a regañadientes a ambos, mientras su padre parecía apretar tanto la mandíbula que parecía apunto de dislocarse.

— Claro que lo recuerdo, tienes una familia maravillosa, James —William golpeó su hombro mientras le sonreía a su hija sin mostrar los dientes—. Estamos felices de que Jo siga teniendo tan buenos ejemplos como los Berzatto.

— Y son los mejores —añadió Cícero completamente disgustado, su rostro se había suavizado y ahora parecía estar furioso—. Jo, ¿podrías volver a tu trabajo? Estoy seguro de que Melissa te necesita, yo acompañaré a tu padre.

La voz de Cícero parecía oírse tan lejos para ella. Cada palabra que salía de la boca de William se sentía tan dolorosa. Aún después de tantos años, parecía seguir controlando su vida, aún seguía pendiente de cada paso que daba, y sí tanto le importaba su hija, ¿por qué jamás llamó cuando Michael falleció? ¿Por qué fue Natalie Berzatto la que tuvo que alimentarla y llorar con ella y no su madre? ¿Por qué tuvo que estar sola cuando más necesitaba a su familia? El dolor físico de su muñeca ardía al igual que su pecho que estaba intentando respirar pesadamente, William había apretado lo suficiente como para que su palma se marcara en su piel y Jo temblara del miedo y coraje al mismo tiempo; sus labios temblaban, y había un inicio de lágrimas de rabia a punto de desbordarse por sus ojos.

— Preciosa, ¿quieres acompañar a Jo a la cocina? —Cícero habló con suavidad hacia Natalie Berzatto, que había caminado hasta ellos cuando los miró. Pete había susurrado sobre la oreja de su esposa que su tío estaba a unos metros y que debía ir al baño, por lo cual Natalie educadamente se acercó para anunciar su llegada y la de su esposo. Sin embargo, la joven rubia se quedó completamente atónita al ver la escena de la cual varios ya parecían haberse dado cuenta. Jo estaba perdida en su propio cuerpo, mirando su muñeca derecha mientras sostenía una copa de vino semi-vacía en la otra; se veía roja de la piel, y quien decía llamarse su padre aún tenía los puños apretados mientras Cícero se interponía entre él y Jolene—. Por favor.

Natalie asintió en silencio, tomó a Jo por los hombros y la giró, dejando la copa de vino en una de las mesas que adornaban el jardín nocturno de la casa de su tío. Jo ni siquiera la miró, pero Natalie observó cómo intentaba cubrir la marca roja en su muñeca con su mano libre. Llena de preocupación, Natalie acarició sus hombros y se quitó el abrigo, ofreciéndoselo a Jo, quien lo aceptó con dificultad.

¿Dónde carajos estaba su hermano?



🍽️

Habían transcurrido algunas horas, y Jo se sentía agradecida de que la mayoría de las personas en el jardín al salir no fueran más que familiares de Cícero y no colegas de trabajo. Aunque se sintió completamente humillada, al menos no había afectado los negocios de James esa noche.

Natalie Berzatto llevó a Jolene a la planta alta de la casa de los Kalinowski, susurrándole a Richie que subiera con ella para ayudar a su amiga. Marcel se unió al grupo al darse cuenta de que no veía a ninguno de sus amigos por ningún lado y que ni siquiera Carmen Berzatto estaba a la vista.

— ¿La dejaste sola? —Richie apretó la mandíbula.

— No pasa nada, está bien —respondió Jo, sosteniendo una pequeña lata de soda fría sobre su muñeca—. Marcel estaba trabajando, y tú también huiste, ¿no? Tranquilos, si yo pudiera escapar de mis padres también lo haría. ¿Dónde está Carmy, mi madre se quedó coqueteándole?

— ¿Qué? —Natalie la miró confundida.

— Mi mamá siempre hace eso, no me sorprendería que haya acorralado a Carmy en una esquina de la casa mientras lo acosa —Jo levantó los hombros mirando el rostro de los tres presentes completamente confundidos—. Lo sé, lo sé, pero mejor vayan a buscarlo. Mis traumas, mis chistes.

— Iré a buscarlo. —comentó Richie sin decir nada más, salió de la habitación azotando la puerta.

Pasaron unos minutos de silencio incómodo entre los tres. Jo fijaba su atención en las letras de la Coca-Cola sobre su muñeca. A pesar de que, en retrospectiva, la situación no parecía tan grave, la mirada de Natalie insinuaba que había presenciado un episodio aterrador. La horrible mancha roja sobre la piel blanca de Jo se destacaba, y Natalie esperaba que desapareciera o estaba dispuesta a tomar medidas contra William A'Dair esa misma noche.

— Tu padre se fue; Cicero prácticamente lo corrió. Supongo que tu madre ya no está acosando a Carmy —Marcel tomó asiento junto a ambas mujeres. Sobre una cama rosa demasiado cómoda, Jo se encontraba entre Marcel y Natalie, quienes intercambiaban miradas cómplices y preocupadas—. ¿Estás segura de que estás bien?

Jo no sabía exactamente qué sentía. Aunque persistía la molestia, comprendía que defenderse de alguien como su padre no resolvería nada. Las personas heridas, hieren a los demás, y aunque su padre la hubiera querido en algún momento, avanzar era su única opción. Por eso los alejó, por eso decidió construir su propia familia. Cada esfuerzo en The Beef o Grummies era para ella y su visión del futuro, sin importar el costo o lo agotador que fuera conseguir cada dólar, lo haría sola, sin ayuda de nadie.

— No es gran cosa, estoy bien —una sonrisa marcada apareció en sus labios, convenciendo a Marcel, pero dejando a Natalie en silencio—. Te juro que estoy bien, Nat.

— No insistiré. Si quieres hablarlo, llámame —Natalie sonrió sin muchas ganas y sorprendió a Jo con un beso en la mejilla antes de dirigirse a la puerta. Aún con el picaporte en la mano, volvió a mirar a la pelinegra—. Te amo, Jelly.

Jo se reprochaba su sensibilidad, su aparente fragilidad ante lo mínimo. Estaba segura de que lucía desaliñada y que sus ojos ahora brillaban con lágrimas no derramadas sobre sus mejillas rojas. La sonrisa, esas dos personas que estaban a su lado y el hombre cascarrabias que había abandonado la habitación eran su familia, la que ella había elegido, la que Mikey le había dejado. El apodo y el "te amo" la hicieron hacer una mueca, tragándose las lágrimas mientras sonreía.

— Te amo más, Nat.

Unos minutos después que Natalie saliera de la habitación, Jo derramó unas cuantas lágrimas de frustración mientras Marcel acariciaba su espalda dándole un poco de calor y compañía.

Ninguno dijo nada, y Marcel evitó hablarlo las siguientes horas, mucho menos con Carmen Berzatto que parecía no entender nada de lo que se había perdido.




Esa noche todo parecía sentirse más extraño, tan fuera de su control que comenzaba a causarle ansiedad lo desconocido que se sentía todo a su alrededor.

Carmy Berzatto se sumió en el trabajo durante las siguientes horas. Tras una breve conversación con la madre de Jolene, regresó a la cocina y sostuvo una discusión sobre los platos que serviría Melissa Kalinowski. Con dificultad, le explicó de la manera más amable posible que algunos condimentos estaban mal y que la comida traída por su hermana debía refrigerarse de inmediato. Después de una charla terca, lo enviaron a buscar los condimentos necesarios a la tienda departamental más cercana.

Y cuando volvió parecía que habían asesinado a alguien.

El ambiente del lugar lucía tan apagado e incómodo que incluso podría jurar que el clima frío de Chicago se había colado a la fiesta de lo distante que parecían todos. Cada año esa cena se convertía en un incómodo lugar donde parecían guardar las apariencias y se pasaban a tu lado fingiendo que no te odiaban o que les importabas un carajo. Pero esa noche había algo muy diferente incluso en su tío Cicero que apenas lo vio entrar con bolsas de plástico en las manos, lo detuvo y lo dirigió directamente hasta la cocina.

— ¿Dónde estabas? —dijo entre dientes, el hombre le quitó ambas bolsas y se las dio a Richie que iba cruzando el umbral de la cocina, Richie bufó de mala gana mientras las sostenía.

— Claro, todo yo. —se quejó Richie mientras ponía ambas bolsas sobre la isla de la cocina pasándole con una sonrisa los condimentos a Melissa.

— ¿Dónde está Jo? —preguntó Carmy confundido, miraba a su alrededor buscando a Marcel o Jolene pero no había rastro de ninguno y aún que veía algunas de las bolsas y postres que habían traído ambos, no había nadie en el lugar de ambos cocineros—. ¿Qué pasó aquí?

— Qué curioso que ella me preguntó lo mismo hace unos momentos. —Richie inquirió curioso. Cícero lo miró de mala gana causando que Richie sonriera—. ¿Qué?

— Ricky, ve a buscar otra botella de tequila al sótano, y sirve algunos shots, ¿quieres?

Ricky. Odiaba tanto ese apodo, le hervía la sangre cada que Cicero se "equivocada" con su nombre. Odiaba tanto trabajar para él, y tener que hacer lo que pedía sin el poder de reclamarle nada. Richard odiaba tanto tener que seguir órdenes más cuando se trataba de un idiota que parecía mirarlo con tanto odio ahora mismo que terminó queriendo marcharse antes que explotar y ponerse a pelear con su tío y primo — Richie terminado soltando una maldición antes de marcharse directamente al sótano como lo había pedido el mayor.

— Jo esta arriba, con tú hermana y Marcel, creo —el hombre se acomodó los lentes sobre el puente de su nariz mientras miraba a su esposa de reojo, suspiró dejando el vaso con su trago de whisky sobre el mármol de la cocina y miró a su sobrino con atención—. ¿Puedo preguntarte algo, muchacho?

Carmy asintió algo nervioso. ¿Por qué Jolene estaba arriba? ¿Le había pasado algo? Su corazón dio un vuelco del nerviosísimo por su pensamiento y después otro escalofrío se le unió a su espina dorsal cuando Cícero tomó el hombro de su sobrino y hizo un ademán tosco para que se acercara a él.

— ¿Ella te gusta, no? —Cícero sonrió cómplice cuando notó el rostro de Carmy; su confusión se había vuelto sorpresa, sin mostrar demasiado los ojos de Carmy se tornaron de un azul intenso—. ¿Qué ha pasado entre ustedes dos, eh?

A veces Carmy pensaba que todo lo que había pasado entre Jolene y él era otro sueño más del cual iba a despertarse fatigado y confundido por lo real que era y por lo improbable que era que le estuviese pasando a él. Ni siquiera podía considerarla a ella su novia, no habían tenido una sola cita después de ese beso, pero la extrañaba tanto desde entonces. No extrañaba para nada sus discusiones tontas, ni tampoco el hecho de verla en la cocina de The Beef pero había algo diferente en extrañarla ahora. Era más noble y confuso.

La extrañaba cuándo ella despertaba primero y dejaba su parte de la cama fría al levantarse, la extrañaba cuándo trabajaba todo el día y ella no estaba en la silla desgastada de su oficina para invitarla a comer, la extrañaba cuándo solía ver cocinar a Marcus a su frente y ella no estaba al lado de su amigo riendo con él. La necesitaba tanto que la extrañaba todo el tiempo, ¿eso era amor?

— N-no lo sé, digo, sí, pero me refiero a qué no lo entiendo.

Cicero asintió conforme con su respuesta, y mientras suspiraba, cruzó ambas manos.

— Intentar buscarle una respuesta coherente a lo que uno puede sentir estando enamorado es condenarte a jamás tener una respuesta —su semblante mostraba seriedad y mientras no rompía contacto visual con el chef, apretó los labios mientras sonreía, su cabeza se ladeó—. Tú padre estaba completamente loco cuándo decidió que le gustaba tu madre. Una mujer que apenas conocía y que estaba completamente fuera de su alcance, hermosa y ruda que odiaba al joven italiano que la buscaba afuera de clases en la universidad para invitarla a salir.

— ¿Mi padre te contó eso? —sorprendido Carmy elevó dos de sus cejas y su tío asintió encogiéndose de hombros.

— Tú madre está loca, y lo sabes, Oso —sonrió mientras hablaba—. Pero tu padre estaba completamente loco por ella, y la amo desde que se dio cuenta que no podía vivir sin ella. Tal vez el hecho de que tu madre haya perdido al hombre que daba la vida por ella, la haya vuelto más loca.

Carmy se sintió ligeramente culpable por encontrar cierto alivio en las revelaciones familiares, descubriendo que el trastorno en su familia no era tan desquiciante ni destructivo como lo que había experimentado en su propia vida. A pesar de sus intentos por abordar el tema de su padre con su madre, cada intento era sofocado por otro trago de alcohol, convirtiendo la conversación en un desafío tan frustrante como buscar una aguja en un pajar. Rindiéndose, Carmy se resignó a que las escasas memorias de Mikey fueran lo último que sabría de su padre; ni él ni su hermana lo conocieron, y su hermano apenas recordaba a la familia Berzatto al completo. La pérdida de su hermano eliminó incluso esos débiles recuerdos.

— Llevó treinta años casado, y ha sido la locura más grande que he cometido —añadió Cícero mientras miraba de reojo a su esposa que había salido de la cocina hace unos segundos—. Y si encuentras a la persona correcta, seguirás cometiendo esa locura el resto de tu vida, encuentra a tú persona correcta.

— ¿Y cómo se supone lo sabes? —preguntó, su mirada iba y venía entre sus manos inquietas que jugaban con sus propios dedos gruesos llenos de tinta negra—. Encontrar a esa persona.

— Es difícil porqué lo sabes con el tiempo —Cícero volvió a maldecir a sus propios anteojos que insistían en caer sobre él puente de su nariz—. Y claro, los pequeños detalles, todo siempre está en los pequeños detalles, deberías saberlo. Esa niña te gusta, pero parece que el único que aún no se ha dado cuenta eres tú.

La confusión de Carmy regresó sobre su rostro y el mayor río burlándose por la propia ceguera del rubio: — Lo noté desde la primera vez que los vi juntos. ¿Recuerdas dónde fue?

— Fuiste a buscarla por el dinero de Michael a Grummies, lo recuerdo.

— Y tú parecías un idiota mirándola cómo si quisieras memorizar cada parte de su rostro —el hombre tomó su vaso de whisky y tomó un trago, carraspeando debido al ardor del licor en su garganta—. Mirar de esa forma a una mujer que acabas de conocer, ¿Oso? Llegas y lo primero qué pasa por tu mente es preguntar por ella, y agregó la forma en la que Ricky Martín parece mirarte cada que la mencionas, y sí ese imbécil nota algo debe ser muy obvio.

— Ella me gusta —salió de su boca casi de manera inconsciente y sorprendido a Cícero mientras levantaba ambas cejas y sonreía complacido, su tío dio una palmada sobre su espalda—. Me da miedo extrañarla tanto cuándo no la veo.

— Bueno, eso me sorprende, pero no puedo confirmarte nada; no soy el maldito Cupido. Jo es adorable, y creo que ambos son buenos el uno para el otro —comenzaba a levantarse para irse, llevaba tiempo encorvado para que alguien escuchara su pequeña conversación—. Y tú deberías tener agallas y decirle lo que acabas de decirme. Créeme, a las mujeres les gustan las declaraciones sinceras. Inténtalo, y mientras ustedes dos sigan siendo mi familia, seguiré defendiéndolos.

No entendió a qué se refería con lo último que había dicho, porque su mente se quedó divagando en lo que había salido de su boca sin ser forzado a decirlo. Jolene le gustaba, por supuesto que le gustaba. ¿Cómo podría engañarse a sí mismo diciéndose lo contrario?

Y en ese momento de la noche, verla fue como si le devolvieran algo que estuvo buscando desesperadamente durante mucho tiempo. Algo que parecía habérsele arrebatado y por fin era suyo.





Deseaba tanto dos cosas esa noche: llegar a casa y que Carmy no la mirara como si fuera una pequeña muñeca de porcelana.

Se arrepentía de su elección de vestimenta debido al frío en Chicago, y también lamentaba no haberse quedado con el abrigo de Natalie Berzatto porque Carmy se volvió un dolor de cabeza cuando notó la marca roja sobre su muñeca.

"¿Estás segura de que estás bien?" preguntó Carmy más de diez veces, y las contó todas.

La preocupación del chef se intensificó cuando Jo pareció hartarse de su insistencia en preguntarle, y también porque ella lucía decaída y desanimada, esta vez no por una enfermedad. Sus ojos estaban rojos, y su mirada reflejaba cansancio cada vez que le aseguraba que estaba bien. Para el final de la noche y de su trabajo en casa de Cícero, Jo ya no quería hablar, y Carmy estaba angustiado por su bienestar.

De regreso a casa, Marcel se ofreció a llevar a su hermano a su casa, y éste, confundido, aceptó por el simple hecho de que estaba molesto con Carmy por haber desaparecido esa noche y no haberlo "defendido" de Cícero. Jo se subió de mala gana a la camioneta de Carmy, se hundió sobre el asiento, dejando caer la cabeza contra el vidrio frío y cerrando los ojos. Estaba tan agotada de su existencia que le costaba moverse; las últimas horas le habían quitado sus últimas ganas de socializar, pero al menos estaba tranquila al saber que Carmen Berzatto no era la persona más parlanchina del mundo y no la molestaría, al menos no después de haberle casi rogado que la dejara descansar.

Todo el camino fue un silencio totalmente incómodo para Carmy, que se estaba aguantando las ganas de preguntarle una vez más a la pelinegra qué había pasado, pero no quería ser una molestia para ella o ser otra causa de su reciente malhumor, así que simplemente se quedó en silencio mientras manejaba por las calles de Chicago.

— ¿Está bien si duermo mientras llegamos? —murmuró Jo; su voz seguía sonando tan desanimada y baja como cuando sus padres se pararon frente a ella.

— Sí, claro, descansa. —Carmy la miró de reojo, viéndola acomodarse sobre el sillón mientras cerraba los ojos forzadamente y cruzaba sus brazos sobre su pecho.

Había pasado tanto tiempo viéndola dormir que sabía que no estaba dormida en todo el camino a su casa. Más bien, estaba demasiado drenada como para mantener los ojos abiertos, y estaba seguro de que su cuerpo estaba demasiado tenso porque su respiración parecía agitada y la veía fruncir el ceño de vez en cuando, pero aún así no dijo nada; si estaba usando dormir como excusa, ¿por qué debía molestarla? — No debió dejarla sola, incluso no debió intentar agradarle a su madre, ¿por qué debería después ver el rostro de la chica al verlos? Había sido un estúpido, pero no pensó que esas horas que desapareció habían sido tan tortuosas para Jolene.

Llegaron unos minutos después, estacionando la camioneta de Carmy entre los pocos autos de sus vecinos en el edificio de Jo. Jo fue la primera en bajar sin decir nada, simplemente bajó en silencio mientras cerraba la puerta con Carmy aún dentro de la camioneta, el hombre la siguió ya estresado por la actitud de la pelinegra, y una vez que ambos entraron al edificio el silencio se volvió el doble de incómodo cuando Carmy intentó apretar el botón de su piso y Jo también, Jo chocó de mala gana la mano de Carmy quitó su mano de inmediato mientras se cruzaba de brazos y miraba a su frente.

Ese pequeña frustración de Carmy se convirtió en enojó mientras el elevador subía hacía la última planta del edifico.

Otro silencio más cuando entraron al departamento de Jolene, la calefacción pareció animar un poco a la pelinegra que suspiró aliviada mientras soltaba su bolso al suelo y se quitaba las zapatillas y las lanzaba a algún rincón de su sala. Carmy cerró la puerta detrás de ella mientras se quitaba en silencio su chaqueta, y su gorra, dejándolas el perchero de la entrada.

— Me iré a la cama. —fue su primera frase en todo el trayecto desde que habían llegado y eso por alguna razón hizo que Carmy enfureciera aún más, Jo desapareció entre el pasillo que llevaba hasta su habitación y el chef se preguntó en sí debía tomar sus cosas e irse o quedarse.

— ¿Se supone que debo creer que estás bien? —mencionó, Jo volteó a verlo cuando entró a la habitación, sus cejas se fruncieron un poco mientras se sentaba levantaba del tocador de su habitación; se había quitado el poco maquillaje que podía llevar y su cuerpo comenzaba a recibir el calor de la calefacción—. ¿Qué carajos pasó?

— No quiero hablar de eso.

— ¿Y piensas que voy a dejar pasar que alguien te haya lastimado de esa forma? —había algo curioso con los ojos de Carmen Berzatto y Jolene sabía que siempre algo iba mal con solo una mirada a esos dos iris azules intensos, y es qué siempre terminaban comunicando que que el chef no podía decir, y esa noche esos ojos la miraban con molestia y frustración—. ¿Quién te hizo eso, Jolene?

Sin embargo, a Jolene no le molesto ni un poco la actitud del chef. En realidad le pareció dulce y de alguna forma atractiva cómo insistía en tocarla, en cómo había tomado su muñeca y la examinaba esperando una respuesta.

— ¿Por qué te interesa tanto? —Jo inquirió con confusión, los ojos de Carmy se posaron sobre los suyos una vez más y Jo sintió un escalofrío por el cuerpo. Estaba nerviosa.

— Porqué me importas, ¿qué clase de pregunta es esa?

Jolene sabía exactamente lo que estaba haciendo cuándo se soltó del agarré del chef y esos dos ojos volvieron a mirarla con furia. Jo dio un paso hacía atrás firme y sin titubear se cruzó de brazos.

— ¿Por qué te importó? ¿Qué se supone que harás cuándo te lo diga, vas a romperle la nariz cómo lo hiciste con Kol?

— Qué mierda, Jo —Carmy frunció el ceño confundido mientras se restregaba ambas ambos por la cara intentando aliviar su juicio y volvió a dar otro paso enfrente, Jo se movió y dio otra hacía atrás—. Eres mi... Se supone que debe importarme.

— ¿Soy tú que? —a ese punto Jo parecía estar burlándose del chef porqué las comisuras de sus labios se levantaron levemente y el chef apretó ambos puños—. ¿Soy tu amiga, te preocupas por mi como tú amiga, Oso?

— Eres mía. —soltó sin titubear, el estómago de Jo dio un vuelco y Carmen Berzatto volvió a dar un paso enfrente—. Eres mi novia, ¿estás contenta con eso?

Jolene A'Dair rompió con cada protesta o rabia que sentía esa noche cuando estampó sus labios contra los de Carmen Berzatto. Sus labios buscaron desesperadamente los del chef, y este respondió, causándole otro escalofrío a la chica cuando la tomó por la cintura y la apretó contra su cuerpo.

Sin zapatos ni gran parte de ropa que le estorbara, Jo terminó encima de Carmy, rodeando sus caderas con sus muslos mientras enterraba sus dedos en esos rizos rubios que tanto le gustaban. El hombre era tan delicado cuando se trataba de ella, se tomaba el tiempo de tocarla y hacerla sentir segura, pero esa noche parecía haber canalizado toda su frustración e ira y lo último que había de delicado en él era la forma en que su lengua se deslizaba sobre la cavidad bucal de Jo en busca de un beso aún más desesperado.

Jo se perdía en cada movimiento y besó que dejaba por su piel, cada movimiento dónde Carmy apretaba su piel con sus dedos callosos. Cada maldita exhalación era desesperada, la necesitaba y ella sabía exactamente cómo el chef se derretía contra ella, tan desesperado por no dejar de besarla. Mientras las caderas Jo terminaban siendo apretadas y ella se jugaba algún movimiento inteligente para sacarle la camisa, Carmy respondió con un empujón que dejó a Jo bajo de él, completamente indefensa a los besos delicados que dejaba el chef sobre su cuello. Jolene sabía que no había peor tortura que sentir esas manos ásperas y llenas de tatuajes rodear sus muslos y apretarlos con cautela, disfrutando de la necesidad que la causaba a la mujer no poder hacer mucho porqué el hombre se las ingeniaba para que Jo solamente soltará suaves jadeos contra su oreja.

Tan posesivo con su agarré, la timidez era lo último que le cruzaba por la cabeza al rubio que se jugaba demasiado para complacerla. El corazón de Jo se detuvo un segundo cuándo el chef pareció ser jugar más con la cordura de la joven al deslizarse entre sus piernas.

— ¿Aún quieres dormir? —preguntó cauteloso, Jo golpeó suavemente el hombro del chef y sonrió.

— Eres un imbécil —una risa salió por parte de ambos y luego Jo le robó un corto beso a Carmy—. Mi novio.

Lo último que pudo pensar Jo esa noche fue en la estúpida marca que tenía sobre la muñeca.

















































GLOSARIO—         Manual de supervivencia de cocina por Lily Berzatto, (yo).

* SÍ, absolutamente todas las familias en este libro están relacionada. Lamentablemente para Jolene y Carmy, los Nightly son la peor familia con la que pudieron toparse, tanto ellos como los A'Dair y la familia de Cícero están muy involucrados con River North y su gastronomía.

Así que mientras Jolene disfrutaba de sus pequeños viajes en New York, más de una vez probó la comida de Carmy sin darse cuenta. El French Laundry es uno de los restaurantes dónde una de esas familias suele invertir, ¿se imaginan cuál?

( ! ) disfruta tu lectura, las palabras culinarias serán marcadas con * (y curiosidades) para agregarse a éste manual al final de cada capítulo.







© R-RIZZO, SWANN'S BOOKS
2023, THE BEAR SERIES BY FX
A CARMY BERZATTO FANFIC




























AHHHHHHHHHHHHH, jumpscare. PANSKDKDKDKD MUCHA RISA MALVADA, así como me ven así estoy después de escribir el capítulo. Demasiada tristeza pero no quería eso, sin embargo he decidido añadir otro capítulo más a este Volumen I por lo cual tienen un buen final de capítulo (por ahora) ;). Disculpen las faltitas de ortografía que encuentren, terminando el Vol I voy a corregir todo, POR FA, VOTEN Y COMENTEN, ME HACEN MUUUUU FELIZ.

Sin más que decir, ¿cómo se supone que deberíamos llamar al ship? Porqué Cícero, Marcel y yo somos los primeros navegantes de esté barco llamado ¿Jarmy? No sé, soy pésima pa' estás cosas.

"Carmen es una bola neurótica llena de estrés y ansiedad, pero cuando le acaricias la cara y acaricias la mejilla con el pulgar suavemente, se derrite al instante."
So, Jolene y Carmy core.
— Lily. <3

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