Guerra de Ensueño I: Princesa...

By Fantasy_book_queen

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Borrador final (espero) del primer libro de la saga Guerra de Ensueño antes de que sea publicado. Ziggdrall l... More

Oh, sh*t, here we go again!
Introducción
1: Ejército
2: Despierta en un lugar extraño
3: La torre de los magos
4: La armada
5: Mitos y Leyendas I
6: Permanencia
7: ¿Otro mundo?
8: ¿Magia para pelear?
9: Un matiz para la guerra
10: Conocer la guerra
11: Encuentros
12: Reparaciones
Interludio I
13: Volver a empezar
14: La reserva
15: ¿Una misión asistida?
16: Razones para mentir
17: Lionel
18: Volver a casa
Interludio III

Interludio II

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By Fantasy_book_queen

Estaba segura de que lo que acababa de hacer contaba como un crimen de guerra.

Iba en contra de todas las reglas del ejército que conocía y seguramente de todas las que no conocía, pero no le había quedado alternativa.

Dante la había dejado encerrada y luego de buscar por todo el edificio una forma de salir sin éxito alguno, Lilineth no había tenido otra opción que recurrir a los soldados que seguían allí y, principalmente, al encargado del ejército en Cert: Wilmer.

Había sido una mentira patética, tenía que reconocerlo, pero era lo más cercano a la realidad que pudo conseguir para paliar un poco la culpa, aunque la misma la seguía golpeando con fuerza al haber tenido que usar el miedo que le tenían al coronel en contra suya.

Ella se había equivocado, había bebido un poco durante la comida y cuando Dante le pidió que juntara algunas cosas y lo siguiera, se había derramado un frasco de bloqueo encima y ahora necesitaba un antídoto o el coronel la asesinaría por quedarse en las oficinas.

Todos parecieron creerlo capaz y no tardaron en ofrecerle el antídoto que solicitaba, así como un par de frascos de suspiro de medianoche que pudiera llevarle a Dante, para que no estuviera tan enojado y que ella se vio obligada a aceptar.

Los había tirado al salir del edificio. No permitiría que Dante siguiera abusando de esa cosa en su presencia.

Luego, comenzó la búsqueda.

Cert estaba abarrotado de gente que bailaba, cantaba y bebía, bloqueando la visión, los caminos y hasta la vista al bosque, haciendo que abandonar el pueblo le tomara una eternidad y también, todo su autocontrol, pues más de una vez se vio tentada a detenerse para disfrutar del festival.

No lo hizo. Su resolución era más grande. Quería probarle que podía ser útil, que estaba lista para las misiones asistidas y que podía ser un soldado de verdad y por eso, debía matar alguna de las criaturas ella sola.

Abandonó el pueblo y se internó en el bosque, que se encontraba sumido en tinieblas pese a la fecha, tratando de obligar a su magia a obedecer para poder alumbrarse.

Lo consiguió pasado el décimo intento y apenas unos minutos después de eso, Dante saltó de entre los árboles cortándole el paso y poniendo una daga contra su cuello.

—¿Cómo demonios lograste salir de las oficinas y por qué te conviertes en un blanco tan sencillo de atrapar? —regañó en un susurro, golpeando su brazo para que la llama se extinguiera, sin embargo, era demasiado tarde.

Un coro de gruñidos se oyó en la distancia y con las sombras, la pelirroja no podía distinguir nada.

De todos modos, sacó un par de cuchillos de sus fundas, las únicas armas que llevaba encima y trató de imitar la postura de Dante, cuyas manos ya se encontraban llenas de dagas.

—Si no quieres que te acuchille como a los malditos grifos, más te vale no estorbar —advirtió con brusquedad antes de lanzar la primera de sus armas a un punto más allá de la visión de Lilineth.

No se sorprendió tanto como esperaba cuando escuchó el gruñido adolorido de un animal, señal de que el soldado había dado en el blanco.

Se arrepintió de sus decisiones al darse cuenta de que su poca entrenada visión no le permitía hacer nada más allá de no estorbar a Dante, mientras el soldado lanzaba armas en todas direcciones, consiguiendo decenas de gruñidos de protesta y también, que ninguno de los animales llegara hasta ellos y mucho menos, al pueblo que seguía celebrando, ajeno al peligro.

—Pon esto en tus cuchillos y si algo se acerca demasiado, es tuyo —ordenó el muchacho, lanzándole un frasco con un líquido dorado que Lili estuvo cerca de dejar caer, alegrándose de que Dante estuviese ya ocupado como para verla y terminó por obedecer.

La pelirroja reconoció el frasco del dorado paralizante que Gabriel le había regalado y aunque se encontró preguntándose cómo había pasado de odiarlo a estar arriesgando su vida a su lado en tan poco tiempo, apenas terminó, tomó una posición defensiva que había copiado de Alexander, considerándola más útil debido a las armas a su disposición y esperó, tratando de que el miedo no la consumiera.

—Tengo que recuperar mis dagas y terminar el trabajo. Trataré de que ninguno pase sin paralizante, pero si no ha terminado de hacer efecto, tienes que encargarte —advirtió Dan y sin esperar respuesta, echó a correr fuera del claro, dejando a la pequeña bruja en la oscuridad, solo con el ruidoso golpeteo de su corazón como compañía.

Ella resistió con firmeza la espera, tanto como su orgullo se lo permitió, hasta que lo inevitable sucedió y una enorme criatura de ojos dorados, mezcla de un águila y un león, se tambaleó en su dirección, furiosa y atontada por el paralizante.

No lo pensó. Un instinto que no sabía que tenía dominó su cuerpo, haciendo que sus movimientos fuesen ligeros y certeros, golpeando al grifo hasta hacerlo caer de lado y clavando uno de sus cuchillos en su pecho, terminando con su vida.

Lilineth soltó sus armas, asustada de su propia reacción, sin embargo, en ese momento otro enemigo apareció en la distancia, mucho más despierto y salvaje, gruñendo en su dirección.

Aquel sonido pareció perforar sus oídos, resonando en su mente de una forma tal, que algo pareció colarse desde la impenetrable pared de sus memorias, haciendo que se sintiera transportada a otro momento y lugar.

Sentía cansancio, hambre, frío. Estaba sola y atrapada, pero tenía esperanza. Él iba a ir a sacarla. Él la salvaría, era su misión. Tenía fe en él.

O al menos eso había repetido una y otra vez mientras las puertas se abrían y un grupo de criaturas horrendas y deformes, que parecían sacadas de una pesadilla, gruñían en su dirección, con ojos igual de dorados, igual de salvajes.

No tuvo tiempo de prepararse, de aferrarse a su resolución, a sus convicciones, nada. Las criaturas hambrientas se lanzaron en su dirección, sus afiladas garras y dientes peleándose por ella, rasgando aquí y allá, tirando, jaloneando, destruyendo.

Gritó en ese recuerdo y en algún lugar del presente, Lilineth gritó también, abrumada por un conjunto de sensaciones que le parecían tan personales y tan ajenas a la vez.

El grifo frente a ella no le tuvo compasión, lanzándola fuera de su camino con sus garras, mismas que abrieron la piel de su brazo, haciendo que la bruja cayera al suelo, todavía más sumida en el recuerdo, ovillándose como un cachorro herido, como había hecho entonces, tratando de contener el dolor, tanto el presente, como el que su memoria parecía negarse a soltar.

El animal volvió a gruñir, dispuesto a terminar con ella, pero Dante llegó en ese momento, sus espadas manchadas de esa extraña sangre púrpura de las criaturas con las que estaba peleando, pero sus movimientos siempre precisos y ahora, cargados de una chispa de furia.

El grifo no resistió más que dos de sus ataques antes de caer al suelo y el soldado de las fuerzas especiales se giró hacia Lilineth con una expresión tan fría, que hubiese hecho llorar a la bruja, si ella no siguiera demasiado aterrorizada por el recuerdo como para mirarlo.

—¿Para esto te escapaste? —cuestionó, consiguiendo que por fin la pelirroja lo mirara, aunque no parecía comprender nada de lo que sucedía.

Eso hizo a Dante ponerse incluso más furioso, por lo que llegó hasta ella y la tomó del cabello con fuerza.

—¿No me escuchaste? —reclamó—. ¡Eres una inútil! ¡Una maldita inútil que no puede con una simple criatura drogada! ¿Dónde quedó tu magia? ¿Tus lecciones? ¿Tu convicción? ¡Estabas lista para morir y hacerme cargar con las consecuencias otra vez!

Lilineth comenzó a llorar, tratando débilmente de soltarse del agarre del soldado, su mente perdida entre las palabras de Dante y aquel poderoso recuerdo que parecía incluso peor que una pesadilla.

Quiso defenderse, explicar lo que había ocurrido en realidad, pero su lengua se negaba a obedecerla y Dante seguía gritando con tanta fuerza que resultó imposible para ella el responder, el decir algo.

Se sentía mareada, algo atontada y una parte de su mente le recordó en ese momento inapropiado que el soldado le había pedido antídotos, así que las criaturas debían ser venenosas y ella, lo suficientemente tonta como para haberse dejado lastimar.

Una vez más quiso advertir a Dante, pero el muchacho ya la había soltado, anunciando que había decidido dejarla ahí, pues aquel animal que la había herido, era el último de los que el rey enviase en contra de Cert.

El trabajo estaba completo.

—No me siento bien —consiguió balbucear, luchando por mantenerse sentada y sintiendo que todo le daba vueltas.

—Pues me alegro. No tienes derecho luego de tu pésimo desempeño, de toda esta locura. No eres más que problemas y yo odio los problemas como tú —replicó el soldado, todavía demasiado enojado como para pensar con claridad.

No había sido una tarea tan difícil, ni siquiera ella debía de haber tenido problemas y ahí estaba, llorando y temblando por una simple criatura de Hakém. La había visto lanzarse contra uno de sus magos en presencia de su consejero. ¿Dónde estaba el valor y la convicción que había visto en ella?

No se quiso quedar a averiguarlo. Su paciencia había llegado a su límite, así que dio media vuelta en dirección al pueblo, guardando sus armas, justo en el momento en el que los árboles cobraban vida, abriendo decenas de florecillas blancas que se iluminaron como si fuesen minúsculas hadas que bailaban y llenaban el bosque de luz, a medida que los árboles comenzaban a girar con ese lento y susurrante movimiento de madera.

Debido a eso, fue incapaz de ver el momento en el que Lilineth terminó por caer al suelo, débil y atontada por el veneno, con cinco largas heridas en su piel, que comenzaban a tintarse de púrpura mientras la bruja, en mitad de su estupor, utilizaba los pocos minutos que le quedaban a su consciencia para dejar que sus ojos se perdieran en el bello y embriagador espectáculo de luces que hacía que todo el pueblo estallara en vítores y aplausos, celebrando como solo aquellos ajenos al ejército y a la magia en guerra podían hacer.

N/A: ¡Feliz 2 de noviembre amigos! He estado algo desaparecida, pero como comienza la spooky season de escritores (el NanoWrimo) pues aquí me tienen, aterrada y angustiada, pero tratando de escribir. Les traigo este pequeño pero potente interludio y les pregunto, ¿qué creen que pasará ahora?

Los leo y les spoileo... ¡CAPÍTULO 16 DE PSN NARRADO POR DANTE!

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