Fireside

By AmyWelchAM

34.1K 1.1K 220

Lo peor que pudo hacer Bella Swan, ex estudiante de economía, fue haberse metido con Edward Cullen, el gerent... More

Capítulo 1.
Capítulo 2
Capitulo 3 ó Primer Intento.
Capítulo 4
Capítulo 6: Flashback I.
Adelanto Capítulo 7:
Capítulo 7: Flashback Pt. II
Flashback III
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Adelanto Cap. 16
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.

Capítulo 5.

1.9K 66 7
By AmyWelchAM

Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, la historia es mía.

Aquí os traigo el capítulo, que lo disfruten.

ADVERTENCIA: El lemmon a continuación podría no ser del gusto de muchos, así que se recomienda discreción.

Gracias por sus comentarios y por agregar la historia a la lista, os quiero mucho.

A leer.

Capítulo 5.

"..No puedo lograr terminar el día

Sin pensar en ti al final."

«No llores, Isabella, ni siquiera he comenzado».

Con mi posición boca abajo sé que estoy indefensa y que no tengo muchas posibilidades de gritar porque, ante el miedo y demás situaciones de riesgo, mis cuerdas vocales se vuelven inútiles.

-Edward... Edward... -gimo en súplica. Él jamás había actuado de esta manera, por tanto no sé qué esperar; estoy aterrada.

-Creíste que lo mío sólo eran amenazas vacías ¿verdad? -se mofa- Creíste que mi trato siempre diplomático o, en su defecto, dócil, no cambiaría ni aunque hicieras la mayor de las locuras.

-No me hagas daño -continúo murmurando, y tiemblo cuando el oscila la hoja de la navaja en mis ojos. Aparto la mirada.

«Volveré contigo» anuncio «Pero, por favor, suéltame».

Su agarre certero alrededor de mi cuello cede, y el mullido sillón se mueve un poco cuando él retira su cuerpo de encima de mí. Recupero el aliento y me incorporo sobre el sofá; ahora estoy sentada.

Él está restableciendo su carácter sutil. Guarda la navaja en su pantalón y se acomoda el cabello con ambas manos, luego me mira, completamente tranquilo, y me hace un gesto con la cabeza.

-Ve por tus cosas, nos vamos a casa.

-¿Qué?

-¿A caso no pensaste en lo prontamente cumplidas que se verían tus palabras? -se acerca al sillón y yo me hago hacia atrás.

-Edward..., estás loco -Sí, sabía que había dicho que regresaría con él, pero fueron palabras mencionadas bajo el efecto de la adrenalina. Ahora que todo ha pasado, me rehuso a volver allí.

-Sí, Isabella, muy loco, pero esto es lo que tú me haces a mí. Elevas todas mis sensaciones a un nuevo nivel, eres como un demonio personal.

Me pongo de pie, debo intentar algo antes, no puedo rendirme tan fácil.

-Empuñaste una navaja hacia mí, ibas a matarme -rememoro- ¿Y aún así piensas que voy a irme contigo? Eres un peligro tanto para mí como para Anthony.

-¡Yo jamás me atrevería a hacerles daño, Isabella! ¿Por quién me tomas?

-¡Ibas a hacerme daño! ¿Cómo puedes tomarlo tan a la ligera?

-¡Tenía que presionarte de algún modo! -replica e intenta agarrarme, pero me muevo lejos y le hago una advertencia de que no se acerque.

«¡Tenía que amenazarte!»

-¡Eso te hace más enfermo aún! -no me importa gritar y que Tony se despierte. Con suerte alguien ahí fuera escuchará el escándalo y llamará a la policía.

«¿Cómo te atreves a venir aquí, vuelto loco y con mirada de asesino? ¿No deberías estar en tu maldita luna de miel, a lado de tu esposa? ¡Déjame vivir mi vida, Edward! ¡Deja de ser tan jodidamente egoísta!»

-¡No puedo! ¿Entiendes eso? ¿Cuándo vas a entender que los quiero a él y a ti juntos, a mi lado?

Hago una mueca de desprecio- Eres un monstruo, el peor de todos. No te importa destruir la vida de tu hijo con tal de ver satisfechos tus deseos.

-¡Te ofrecí una vida, maldita sea! ¡Te dije que te casaras conmigo y tú no quisiste!

-¿Y qué querías que te contestara? Estabas a un día de casarte, y Tanya... Ella no se merecía que yo... que nosotros... -súbitamente me siento débil y cansada. En el fondo sé que esta es una discusión perdida, un punto muerto al que he llegado no sin rehusarme; palabras de enojo expresadas a un muro que me regresa, justo a la cara y con infalible puntería, todo el peso de mis actos pasados.

Hablarle a Edward es hablarle al aire, a un ser que no oye, solo finge hacerlo para finalmente ignorar. Esto me hace sentir miserable y derrotada en una profunda manera porque sé que, independientemente de cuánto se alargue esta charla tan poco amistosa, terminaré por volver a aquel pent-house; aún cuando el hombre frente a mí -el padre de mi hijo- acaba de amenazarme letalmente hace unos minutos.

Con voz resignada y actitud rendida, murmuro:

«Iré por Anthony y por las maletas».

Hay la sombra de una sonrisa en su perfecto -y odiado para mí- rostro.

-Te ayudaré con eso.

Me sigue hasta el cuarto en donde Anthony está plenamente dormido y, en cuanto lo levanto de la cama con algunos esfuerzos, él comienza a abrir los ojos entre quejidos y bostezos. Trato de arrullarlo para que vuelva a caer profundo, pero Edward viene y me lo quita de los brazos. Ahora Tony está completamente despierto.

-Hola, campeón -saluda Edward con una voz dulce- ¿me extrañaste?

El niño le sonríe y se carcajea.

-Pa-pá -expresa emocionado.

Edward juega con él un poco más hasta dirigir la vista hacia la pila considerable de carpetas y folders sobre la mesa. Recojo los labios en una fina línea. Aquí vamos...

-¿Qué es eso?

-Cifras -sinceramente, no hay necesidad de ser más explícitos.

-¿De quién?

-De una empresa -me limpio las manos sudorosas en la parte trasera de la falda. ¿Cómo puede lograr colocarme tan nerviosa con una simple mirada?

-Isabella, deja de ser tan críptica. ¿Qué haces con las cuentas de una empresa? -su tono en engañoso, porque es suave y bajo, y por un segundo me hace creer que puedo contarle todo sin miedo alguno.

-Conseguí un empleo ¿bueno? -para no estar quieta frente a él, me dirijo a la maleta y la pongo sobre la cama para meter dentro las pocas prendas que están regadas por la habitación.

-No, bueno nada. Lo dejarás ahora mismo. Mi hijo no se puede quedar solo.

-Relájate, yo ya sé todo eso. Verás, el trabajo es desde casa y sólo tengo que ir de vez en cuando para reportar resultados ¿de acuerdo? E incluso entonces, puedo ir con el niño a la oficina.

Edward entorna los ojos, sé que está sopesando mi respuesta, y eso me enfurece hasta nuevos niveles.

Carajo, soy una mujer adulta, no necesito que nadie apruebe o no mis decisiones.

-Bien -sisea- Pero en cuanto empieces a descuidar a nuestro hijo...

-Edward -interrumpo con una falsa sonrisa condescendiente en el rostro- Deja de hablarme de esa manera, pareces mi padre. Y detén tus amenazas -cierro la maleta- Dios, no te soporto -esta última parte la dijo en voz muy, muy baja, pero él me escucha.

-Admiro la capacidad que tienes para desarmarme en todo momento, Isabella. Y sobre todo, admiro tu poca conmiseración para con mi ego.

-Ya es suficiente grande ¿no crees? Es hora de que aprendas que no todas las mujeres estamos a tus pies.

-A mí no me interesan las demás mujeres, Isabella, de todas formas sé que me consideran atractivo, pero incluso si no fuera así, tampoco me importaría. Sólo deseo que tú me desees tanto como yo a ti, todo el tiempo.

-Oh, no -me quejo- No comiences. Sabes que tus "sentimientos" nunca serán recíprocos, así que deja de pretender conmigo ¿quieres?

-No, no quiero, pero sé que debo dejar de hacerlo -se acerca a la cama y deja a Anthony en ella para tomar el par de maletas, puestas una detrás de otra en el suelo, y caminar hacia la salida.

Suspiro y tomo a Anthony entre mis brazos, cubriéndolo con una cobijita.

Una vez cancelada la habitación salimos del hotel, y yo solo quiero correr a cualquier lugar lejos de todo y de todos.

¿Cuándo podré librarme de Edward Cullen? Me respondo al instante.

Nunca.

.

.

.

.

.

Llegamos a los Seattle Towers cincuenta minutos antes de la media noche.

El recorrido hasta el piso lo hacemos en silencio y bajo una atmósfera pesada.

Cuando la puerta se abre y veo el apartamento por primera vez en días, luce como si nada hubiera cambiado. Bueno, en realidad nada ha cambiado aquí, pero parte de mí desea que así hubiera sido.

Anthony concibe el sueño fácilmente cuando está de regreso en su cuna, dejo un beso en su frente antes de entrecerrar la puerta de la habitación y prepararme para lo que sea que vaya a hacer Edward ahora.

Está en la sala, con los codos en las rodillas e inclinado ligeramente hacia adelante.

-Ya nos tienes aquí, puedes irte -digo de forma brusca y seca, cruzándome de brazos a tan solo unos metros de él.

En lugar de cualquier expresión de asombro o de enojo, o cualquier ademán de agresividad que me indique que debo correr, Edward recarga la espalda en el sillón y se abre de brazos.

-¿Sabes cuántas veces me he acostado con Tanya desde la boda? -inquiere divertido.

Frunzo el ceño- No seas desvergonzado, Edward, no me interesa.

-Una vez -responde, ensimismado en alguna clase de pensamiento. Parece no escucharme.

«Una sola vez en la luna de miel» arruga el entrecejo con extrañeza «Ella, indudablemente, sabe que algo pasa, pero no se atreve a siquiera mencionarlo».

-¿Y qué es lo que pasa? -inquiero- ¿Por qué esa manera de hacer sufrir a tu esposa?

-No lo hago a propósito, Isabella. Si tan solo yo pudiera librarme de ti, de tu imagen que me persigue todo el tiempo, de las ganas que tengo de tocarte, de verte, de hablar contigo, aunque me desesperes a tal punto que...

Sus siguientes movimientos son moros y, de alguna manera, hipnotizantes, como el encantador poniendo a la cobra bajo su hechizo; como el cazador atrapando bajo sutiles y elegantes movimientos a su presa.

A pesar de que lo veo acercarse, con una vista pesada que siento me oprime contra el suelo, no hago nada por alejarme, o al menos por intentar hacerlo.

Coloca su mano en la parte cóncava de mi espalda y me pega poco a poco a su pecho, como pidiendo permiso. Se muerde los labios cerca de mi boca y hace un movimiento de negación con la cabeza.

«¿Qué me hiciste, Isabella? ¿Por qué quiero estar aquí a pesar de que me desesperes como el infierno? Me vuelves loco, hoy te lo he demostrado. Si yo... si yo no tuviera tan buen control sobre mí mismo... no sé lo que te hubiera hecho» lo confiesa como el peor de los pecados y, en cierta forma, lo es.

-No soy yo, yo no te he hecho nada -hablo entonces, con mis manos lánguidas a los costados de mi cuerpo- Es tu narcisismo, tus ínfulas de grandeza y tu inagotable ego. No soportas que me rebele, no soportas que me seas tan indiferente, y absolutamente detestas que yo pueda a alejarme de ti, Edward. No eres indispensable en mi vida, tampoco eres una persona a la que quiera ni siquiera como amigo. Como ves, yo no he lanzado ningún encantamiento sobre ti, eres tú y tu petulancia tan desesperante e intolerable.

-¿Tú lo crees? -interpela de manera seria, como si estuviera sopesando la posibilidad de que mi respuesta sea verdadera.

«Mujeres se me han negado antes, porque creen que así estaré con más insistencia tras de ellas, pero eso no funciona conmigo, forzar las cosas tampoco. Pero contigo... contigo todo es diferente. Lo quiero todo de ti, y al mismo tiempo no quiero nada. Entre más te niegas más te deseo, mientras más te alejas más cerca te quiero, incluso más cerca de lo que estamos ahora»

Cuando dice esta última frase reparo en nuestra posición en el medio de la sala: Ambos de pie, pegados por el pecho y las puntas de los zapatos, bocas a centímetros de la otra, reclamos chocando uno con otro.

-Entiende -llevo mis manos a mi espalda y devuelvo sus extremidades a los flancos de su torso- Tanya es una buena mujer que, estoy segura, intentará de todo para cautivar tu atención, para ser la esposa perfecta. Deja de ser tan insufrible y dale una oportunidad, no la sometas a tu infierno, porque no lo merece. A ella es a la que debes desear y querer cerca, a la que debes perseguir y guardar en una torre de cristal, a mí no. Ella te ama, yo ni siquiera te quiero.

Necio, devuelve sus manos al lugar que ocupaban segundos antes.

-Yo ya lo sé, eso me lo dices todo el tiempo, y creo que es hora que sepas que no es algo agradable.

-Y aún así, no me dejas ser libre... -bufo.

-¡Quiero hacerlo! Pero no puedo. No quiero que ni mi hijo ni tú me odien por el mundo al que los estoy obligando, pero si no los tengo en mi vida... Yo seré nada.

Me quedo en silencio unos segundos, en primera porque jamás había escuchado a Edward decir aquello, jamás pensé que él entendiera mi punto; en segunda porque ya no siento que le esté hablando al aire, al manos no de forma tan radical como antes. Él escucha, siente culpa también, quiere hacer algo, pero no puede.

«No quiero que me ames, Isabella» dice finalmente «Porque eso sería mucho pedirnos a los dos. No sabría, para empezar, cómo sobrellevar tu amor. Sólo quiero que me desees como yo lo hago, que me dediques tan sólo un pensamiento al día, que no me veas sólo como el padre de tu hijo, al causante de tu desgracia...»

-Yo no te culpo -le corto- Y nuca lo he hecho. Yo me metí contigo sin primero averiguar, como era debido, si tú tenías a alguien en tu vida.

-Pero yo pude haberlo dicho y sin embargo me abstuve, porque si te lo decía sabía que pasarías de largo, que de ningún modo te tendría.

-No es momento de eximir y aceptar culpas. Los dos sabíamos lo que pasaría y no nos importó, seguimos con esto hasta que quisimos, luego no tuvimos salida y ahora estábamos obligados a hacerlo.

-¿No puedes encontrarle el lado agradable a todo esto, alguna forma de que no veas una tarea tan despreciable el mantenerte aquí? -inquiere desesperado.

-Lo he intentado tanto que he perdido la cuenta -acepto- Quiero, de verdad, estar bien aquí, quiero sentirme bien con todas las comodidades que nos brindas, quiero estar a gusto con tu presencia en este lugar, pero es tan imposible, que me cansé de tratar y, bueno, éste "escape fallido" fui yo no aceptando la derrota, yo luchando antes de resignarme.

Su dedo índice y pulgar de desplazan uno detrás de otro desde mi cadera hasta el medio de mis pechos, en donde empuja hacia afuera mi chaqueta, causando un ruido sordo en el suelo cuando cae. Me observa de hito en hito, esperando algún rechazo de mi parte.

La blusa de satín y tirantes me acaricia la piel, y ocasiona un erizamiento en la piel de mi abdomen y mi espalda.

Lleva sus manos a mi trasero y baja el cierre de la falda, aprovechando para recargar su barbilla en mi hombro y hablar en mi oído.

-Voy a hacerte el amor, Isabella.

Mi pecho se infla y se desinfla a volúmenes alarmantes; estoy teniendo taquicardia, y por algún motivo no puedo detenerlo, me da miedo pensar que es porque no quiero.

-¿Por qué? -pregunto en un suspiro. ¿Es en serio? ¿De todas las palabras del mundo justo tuve que decir eso?

-¿A caso necesito razones? -atrapa un pedazo de mi carne entre sus dientes, y yo me remuevo bajo su influencia.

«Bien» dice «Voy a hacerlo porque necesito saber que me deseas, te necesito abrazándome y besándome mientras te vuelves loca debajo y encima de mí, te quiero muy cerca, Isabella».

-No -digo lo más firme que puedo- No podemos seguir con esto, ya no es lo mismo, ahora tú estás... casado.

-No puedo evitarlo, Isabella. Está mal, lo sé ¿y qué? Si al final vamos a quemarnos en el infierno, que sea un castigo bien merecido ¿no crees?

No, en realidad no compartía su idea, pero aún así dejo que suceda de nuevo.

Permito que sus manos y dientes terminen de desvestirme, que me tumbe sobre el sillón y me bese como si no hubiera mañana. Cuando sus palmas acarician mis talones una vez me ha quitado los zapatos, lo atrapo entre mis piernas, haciendo chocar su abdomen con mi sexo.

Se nota agitado y frenético; sus movimientos, sus caricias son fuertes e incluso lastiman un poco. Se mete mi pecho a la boca, completamente, y yo me arqueo porque es una mezcla de placer y dolor, más dolor que otra cosa, que jamás antes había experimentado, y que me agrada más de lo que debería.

Él no se desviste, sólo libera su miembro de su pantalón de algodón caro, y me tienta, restregándose en mi entrada, esparciendo mi excitación por todas partes.

Con sonrisa perversa me atrae por los omóplatos y me arrastra hacia abajo, hasta tumbarme sobre mi espalda en la alfombra rústica y rasposa. Comprendo su sádica meta demasiado tarde.

-¡Ah! -entra en mí, y yo araño la alfombra, que me raspa toda la piel hasta quemar.

-Oh, Isabella. Si mi luna de miel hubiera sido contigo, aún te estaría haciendo el amor sin parar.

Da dos estocadas certeras, pero lentas, lo que hace que el roce contra el suelo sea poco menos.

-E-e-edward, me... duele -advierto.

-Lo sé, y me encanta que te duela -se mueve tres veces más, rápido ésta vez, mordiéndose los labios y entrecerrando los ojos.

«Me dejaste, Isabella, mereces un castigo por hacerme sentir tan desesperado por tantos días» suelta el aire por la nariz, y su mano me acaricia el rostro «Creí que nunca volvería a verte, y fue lo peor que me ha pasado».

Y empuja, una y otra y otra vez. Cuando me estoy acercando al orgasmo él se detiene, disminuyendo sus penetraciones a la velocidad más baja posible.

Yo me retuerzo de la necesidad creciente en mi centro y el dolor punzante y caliente en toda mi espalda y brazos.

-No, no más. Me arde -me quejo.

-Sí, Isabella, yo lo sé, lo sé muy bien.

-Estás enfermo -pongo mi brazo sobre mis ojos- Quieres lastimarme.

-Sangre por sangre, ojo por ojo -se agacha para besarme, pero giro el rostro y él se aleja con un gruñido.

«Tú no entiendes, Isabella, no lo haces» murmura con frustración antes de volver a su tarea.

Cada embestida es un par de rasguños más, un umbral más de dolor, un gemido más de placer, un intento más de beso fallido.

Me toma los brazos y los envuelve alrededor de sí mismo.

-Sostenme fuerte, deséame, dime que te vuelvo loca, Isabella; que me necesitas, que te duele cuando me ves salir por esa puerta, que te mueres de celos cuando piensas en Tanya, que sólo me quieres para ti y para nadie más. Dime que soy tuyo.

Me limito a abrazarlo fuerte, pegarlo a mi pecho y besarlo lo más profunda y apasionadamente que puedo.

Su dedo medio encuentra mi clítoris y lo masajea en movimientos quedos y circulares, jadea y gime cuando yo lo hago, me besa cuando yo también, entierra sus dedos en mi cabello cuando yo lo hago en el suyo.

-Dilo, Isabella, por favor, por favor -está a punto de terminar, puedo sentirlo en el temblor de su cuerpo y las palpitaciones visibles en su pecho.

-Serían... ah... serían mentiras -jadeo, afianzándome fuerte de él.

-Ah, eres tan mala conmigo -dice con dientes apretados- Pero aún así... aún así... ¡Ah, Bella!

Lo aprieto fuerte dentro de mí, y él a penas puede continuar arremetiendo.

Cuando sus dedos hacen girar mis pezones, sensibles y erectos, yo grito ahogadamente a milímetros de su boca, y él me sostiene ahí, cerca, apoyando su frente con la mía con gesto reconcentrado, dando entradas brutales.

-Así, Isabella, estás a punto, ¿verdad?

Asiento frenéticamente y me muerdo los labios, el dolor queda de lado ante mi clímax, que me azota de tal manera que me devuelve al suelo, con la espalda en carne viva, y me revuelca con toda la fuerza de un huracán.

Edward está sudoroso y callado, solo resuella a veces y mantiene la palma de su mano presionando en mi esternón, manteniéndome en mi lugar.

-¡Ah, sí! ¡Sí, joder... joder! -inclusive cuando se viene dentro de mí, continúa moviéndose, ignorando los espasmos de su cuerpo y alargando mi orgasmo y el suyo lo más posible.

En ningún momento se deja caer sobre mí. Se mantiene sobre sus brazos y, cuando recupera la respiración y la mesura, se hinca sobre el suelo llevándome con él en su regazo.

-Dímelo, Isabella. No importa que sean mentiras, me importa un carajo si lo dices en serio o no. Quiero escucharlo.

Suspiro, porque sé que no hay forma de zafarme de esto. El problema es que no quiero decirlo porque tengo miedo de terminar creyéndolo.

Toma mi mano y la pone sobre su mejilla. Ojos verdes contra cafés, mirada penetrante contra nerviosa.

-¿Qué debo decir?

-Que te pertenezco, que te mueres sin mí, que me anhelas todo el tiempo, que haces todo pensando en mi placer, en mi felicidad.

Trago saliva- Eso se puede resumir en sólo dos palabras, Edward.

-Pues hazlo, no me hagas merecedor de tu desprecio ésta noche.

-Pero hoy lo mereces más que nunca, me has arrebatado cualquier posibilidad de libertad y me has dañado dos veces en una noche.

-Porque necesito hacerte entender, y eres tan... tan obstinada que necesitas de la fuerza para...

-No soy un animal -digo ofendida.

-Eres un pavorreal, una pantera -sonríe- Y aunque necesites irte, no voy a dejarte. Soy egoísta, petulante, cruel, un monstruo si tú quieres, y no me avergüenzo. No vas a irte.

Me separo de él, pero vuelve a arrastrarme a sus piernas.

-No vas a ningún lado si no me dices lo que te he pedido. ¿Cuáles son esas palabras, Isabella? Sorpréndeme, mátame como siempre.

Arrugo la nariz- Por más que lo niegues, me estás pidiendo que te diga que te amo.

Su sonrisa se anula, su semblante se oscurece con furia y me sostiene las muñecas.

-¡No, Isabella, no! ¡No es lo que yo te he pedido!

-Es a lo que se resume, y yo jamás podría hacer tal cosa.

-Deja de tratarme así, sólo quiero escuchar algo que no sea deprecio o indiferencia.

Me calmo un poco- Bien, Edward. No me gusta cuando te vas ¿bueno? Lo detesto, y esa no es una mentira.

OoO

Espero que os haya gustado y, sobre todo, que no os haya dado un infarto. En el grupo dije que ésta parte de la novela no sería apta para mentes abiertas, pero bueno, luego de erflexionar un poco comencé a escribir y me decanté por dejarme llevar en vez de exagerar las cosas, así que el capítulo no salió tan grunge como tenía pensado, y supongo que eso está bien. La mayoría del tiempo tengo ideas muy oscuras y muy gore en la cabeza que... bueno, no puedo dejar salir.

El siguiente capítulo probablemente podría ser un flashback de cuando Edward y Bella se conocieron y se involucraron, para que entiendan mejor la relación.

Dejen sus comentarios y votos, recuerden que cualquier duda en el grupo de Facebook.

Un beso.

Amy W.

Continue Reading

You'll Also Like

642K 87.8K 58
El amor puede llegar de manera impredecible... Para aquel Omega que por mucho tiempo creyó que lo había encontrado, vendrá en su demandante e impone...
165K 21.5K 110
𝐅𝐀𝐊𝐄 𝐂𝐇𝐀𝐑𝐌 || 𝙴𝚕 𝚎𝚗𝚌𝚊𝚗𝚝𝚘 𝚎𝚜 𝚎𝚗𝚐𝚊ñ𝚘𝚜𝚘, 𝚢 𝚌𝚘𝚗 𝚜𝚞 𝚋𝚎𝚕𝚕𝚎𝚣𝚊 𝚑𝚊𝚛á 𝚚𝚞𝚎 𝚝𝚎 𝚊𝚛𝚛𝚎𝚙𝚒𝚎𝚗𝚝𝚊𝚜. Teen Wolf...
137K 11.5K 32
|𝐀𝐑𝐓𝐈𝐒𝐓𝐒 𝐋𝐎𝐕𝐄| «El amor es el arte de crear por la sensación misma, sin esperar nada a cambio,más allá del placer mismo del acto creativo...
621K 90.3K 88
Toda su vida fue visto de menos y tratado mal por las personas que decían ser su familia, estaba cansado de que todas las noches llorara por aunque s...