Frontera de caza

By katiealone

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Cumplir dieciocho años en la tradicional y poderosa familia Bautista-Montagny es todo un acontecimiento. Y Da... More

Sinopsis
📜 Epígrafe 📜
🩸 Introducción 🩸
1. Los barrios altos
2. Preparativos
3. La caja
4. Sangre
5. En aprietos
6. Culpable
7. Pagar el precio
8. Frente a frente
9. Sangre nueva
10. Primera vez
11. Matamos a un Edevane
12. Bebe
13. S.O.S
14. Primero, las balas
15. Momentos de debilidad
16. La historia según Arabella
17. Nos preparamos
18. Dulce escape
19. Verdades sobre la mesa
20. Tuya
21. Tenemos visita
22. Enemigos
23. En nuestras venas
24. La escena de Jack
25. Sin esperanza
26. Sin lugar en el cielo
27. La cazadora
28. Lo que perdimos
29. Tal vez es tarde
30. Poder ancestral
31. Relish
32. Fugitivos
33. Sin culpa
34. Sombras
35. No me sigas
36. Sangre de mi sangre [Final]
🧛 Nota de la autora 🧛
🩸 Epílogo 🩸
Extra 1: Lover
Extra 2: Aquella niña perdida
Extra 3: Ternura
Especial de Halloween 2023 [Parte 2]
🎨 Ilustraciones para FDC 🎨
😜 Memes 😜
📚 Otras historias de la autora 📚

Especial de Halloween 2023 [Parte 1]

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By katiealone

I. La cabaña

No podía creer que en serio había aceptado esa invitación, en lugar de quedarse en la ciudad o ir con su padre a Nueva York. En honor a la verdad, cuando Milla se ponía insistente, no había forma de decirle que no. Solo que ya lo estaba lamentando.

¿A quién diablos se le ocurría ir a pasar Halloween a un pueblucho perdido en la selva? ¡Peor! ¡Un pueblucho sin aeropuerto! ¡Llevaba diez malditas horas de viaje en auto y ya quería morirse! Tuvieron que detenerse en pleno cruce por las montañas para que vomitara, pues ya no daba más con esa tortura. Si esa era la idea de Milla de pasar una semana de terror, pues estaba empezando muy bien.

—No seas dramática, el lugar es precioso, te va a encantar —le decía su amiga, y ella puso los ojos en blanco.

—¡Solo hay árboles! ¡Y además llueve! ¿Por qué no le pediste la avioneta a tu padre? ¡Ya habríamos llegado!

—Pues porque la iba a usar, duh. ¿Y por qué no la pediste tú?

—Porque mamá también la está usando. Ella se fue al sur, un lugar decente con hoteles de lujo y playas, y sol y... ¡Nada de esta mierda!

—Dios, Danielle, en serio que no puedo contigo. Tienes tipo dieciocho años y te quejas como abuelita. ¿Puedes disfrutar una aventura al menos?

—Mira, si al malandro al que te tiras se le antoja este tipo de cosas, no es mi problema, ¡no tenías que arrastrarme a mí! —Milla estalló en carcajadas, cosa que solo empeoró su humor.

—¿Quieren callarse? Dejen dormir al prójimo...

Desde el asiento trasero de la van, Lanslet se quejó de tanto griterío. Para variar papá se puso en modo sobreprotector, y le dijo que no la dejaría ir a ningún lado sin compañía. Y como ella no iba a llevar guardaespaldas, acabó convenciendo a su primo de que la acompañara. De seguro que él también la estaba odiando en ese momento.

—No te relajes mucho, ya vamos a llegar —anunció Milla, y ella extendió los brazos a modo de protesta.

—¡Eso dijiste hace una hora!

—Pero es que hace una hora también íbamos a llegar. El tiempo relativo.

—Te odio, te odio con cada fibra de mi ser. —Otra vez su amiga se rio, y para variar, Lanslet también.

Tenía que calmarse, en serio no podía ser tan malo. En teoría sí era un lugar lindo, había visto las fotos de la cabaña de los De Castro y sus alrededores, si lograba relajarse, pasaría un buen momento. Aunque lo dudaba, Milla se había encaprichado con un choro de los barrios altos, y además este iba a llevar a dos amigos de seguro igual de ordinarios. Dios, ¿qué estaba pagando?

—¡Ahora sí! —exclamó Milla—. ¡Bienvenida a Villa Paraíso! —añadió, justo cuando cruzaron la última curva y llegar al puente, donde un enorme cartel les daba la bienvenida.

Al fin algo de civilización. Y, bueno... No estaba mal. Hacía apenas unos minutos que había dejado de llover, y la naturaleza les regalaba un bello arcoíris de bienvenida. Vio las primeras casas, tan pintorescas y de estilo europeo, algo que no creerías que podías encontrar en ceja de selva de un país latino. Y es que, por los azares del destino, un grupo de inmigrantes austro-húngaros que huían de la primera guerra mundial llegaron a ese lugar, y fundaron Villa Paraíso. Un lugar que acabó siendo bello, próspero, y muy especial a su parecer. Bien, quizá se equivocó, tal vez el viaje si valió la pena.

—¡Al fin! Seguro que Diego nos espera con cafe recién hecho —añadió Milla muy emocionada. Mientras, Lanslet tomaba fotos desde su ventana.

—Pues no creo que él sepa preparar un buen café.

—Claro que sabe —respondió Milla, y además frunció el ceño—. Ha sido barista, y además tiene trabajo.

—Robar celulares y vender pasta básica de cocaína no cuenta como trabajo.

—¡Danielle! ¿Qué tienes contra los barrios altos? ¡Eres una clasista!

—¡Y tú tienes complejo de salvadora blanca!

—Oigan, no hay señal aquí... —interrumpió Lanslet, incluso sacó el celular por la ventana—. Quería subir una historia, y nada de nada...

—Qué raro, aquí sí llega la señal de "Robistar" —dijo Milla. Y para comprobar que quizá era un error de su primo, ella verificó el suyo. Nada de nada. Ni una maldita línea.

—Mierda... Como no tengas WiFi, me mato.

—Danielle Bautista-Montagny. Ya hablamos de esto, es un espacio de relax...

—Quiero matarte, así que no lo empeores.

—Mira, ya llegamos. —Ignorando sus amenazas de muerte, Milla señaló al frente. Y allí estaba la cabaña.

En realidad, eso era una forma tierna de decirlo, porque de cabaña tenía muy poco. Claro que estaba hecha de madera, como todas las casas de la zona, con techo alto y triangular, dos plantas, balcones. El primer piso estaba rodeado de mamparas, así que pudieron ver la sala de estar, entre otros detalles de lujo pensados por la exigente y quisquillosa señora De Castro. Lo único que desentonaba allí era el malandro de los barrios altos que les daba la bienvenida.

—¿Ese es Diego? Es guapo —comentó Lanslet al descuido, mientras seguía ocupado probando la señal de su celular.

—¿Ya ves? Si un hombre lo dice es porque es verdad.

—Lanslet no cuenta porque es gay.

—Bicurioso —aclaró el otro.

—Ay, por favor —respondió ella, poniendo los ojos en blanco—. Ya no sé a cuantos varones te he visto comerles la boca, conmigo no finjas.

Lanslet no respondió nada, y el auto al fin se estacionó. Por supuesto que la primera en bajar casi corriendo fue Milla, y el tal Diego la recibió sonriente. La estrechó fuerte, y le plantó tremendo beso que hasta a ella la dejó abochornada. Lo admitía, el chico sí era guapo y tenía algo. Ya vería si hacía puntos y lograba caerle bien.

Mientras el chófer las ayudaba bajando sus maletas, Danielle salió al fin del auto, se estiró y respiró aire puro. Lanslet la siguió, y a esas alturas ya se había rendido con el celular.

—Les presento a Diego —dijo Milla muy emocionada—. Diego, ella es Danielle y él su primo, Lanslet.

—¡Hola! ¡Qué gusto! Ya los había visto por Insta —decía el chico muy animado. Y de pronto se le hizo imposible odiarlo.

—Hola —saludaron los dos primos a la vez.

—Se ve que se cansaron, ¿eh? Me imagino, yo también me quedé sin raya en el culo, y eso que recién llegué ayer. —Todos se rieron, y ella lo hizo a medias.

—Pero pasen, tomen una ducha o algo, luego salimos a pasear, ¿si? —propuso Milla—. Hay tres habitaciones. Una es la principal, obvio es de mi bebé y mía. Después hay otra que tiene dos camas, y una con cama king. Me imagino que la primera para los chicos...

—¿Tengo que compartir cama con alguien? —preguntó ella, arqueando la ceja.

—Con Aliz —aclaró Diego—. Es como mi madrina, pero te va a caer genial, ya verás.

—La cama es grande, no creo que haya problema —le dijo Milla, y ella solo frunció el ceño.

—Si, claro.

Tampoco tenía de otra. Esa Aliz de seguro que ya se había instalado en la habitación, y si no aceptaba compartir espacio, acabaría durmiendo en algún sofá.

—Yo voy por esa ducha —les dijo Lanslet, a quien ya se le había pasado el sueño—. Por cierto, ¿hay WiFi? Me falla la señal...

—¡Ah! Eso —dijo Diego—. Si, nos contaron que hace unos días hubo una lluvia de aquellas, un rayo se bajó la antena, así que no hay nada de nada. Supongo que mañana lo arreglarán.

—¡Genial! —exclamó ella con toda ironía.

—Vamos, Dani. Relájate, siente la naturaleza —intentó animarla Milla.

—¡Lo que siento es un maldito ataque de pánico! —Su declaración, que fue muy en serio, acabó haciéndolos reír. Y ella, que se cansó de ser la payasa, se despidió y se metió a la cabaña de una vez.

"Agua", se dijo conforme caminaba. Moría de sed, y apenas se daba cuenta con tanta discusión. Así que, mientras Milla y los otros subían a las habitaciones, ella fue a la cocina para servirse algo.

Todo estaba en silencio, las mamparas de la cocina se encontraban abiertas, dejando entrar no solo algunos mosquitos, sino la brisa. El sol ya estaba brillando con fuerza, y desde allí podía ver el celeste de la piscina. Y no solo eso.

Por poco se le cae el vaso de agua cuando lo notó. Había una chica allí, relajada bajo el sol. Y en toples.

Se quedó inmóvil, contemplándola. Cayó en cuenta de lo inadecuado que era eso, espiándola como una delincuente. Pero es que esa chica, esa mujer... Por Dios, era la tentación encarnada.

Con su largo cabello negro, una figura curvilínea y exuberante. Y esos senos... Esos bellos senos que parecían brillar al sol. Sabía que tenía que darse la vuelta, o al menos acercarse para presentarse. Pero no podía, literal estaba a nada de ponerse a babear.

Entonces, casi rompiendo su parálisis, la chica se quitó los lentes de sol, y la miró directo a los ojos. Al verla, la chica sonrió de lado, nada incómoda por su presencia.

—¿No quieres acercarte a verme mejor? —le dijo con la voz suave y seductora, ¿o se estaba burlando de ella?

Y Danielle no reaccionó como la adulta que se suponía que ya era. Solo se dio la vuelta y corrió al segundo piso en busca de la habitación que le correspondía. El corazón le latía con fuerza, y moría de vergüenza también. ¿Cómo iba a darle la cara después de lo que acababa de hacer? Peor, ¿cómo iba a dormir con ella? Porque estaba segura de que esa era Aliz.


****************

II. La secta

El día prometía ser genial. No solo el día, la noche también. En especial la noche.

Y pensar que estuvo a punto de no ir, pero es que Diego insistió tanto y lucía tan emocionado que no pudo negarse. Igual arrastró a José Alonso con ella, no confiaba lo suficiente en él para dejarlo solo. Era madrina de ambos, aunque tuvieran casi la misma edad, ese par de tarados parecían necesitar una niñera todo el rato.

Así que allí estaba, disfrutando la riqueza y abundancia de Villa Paraíso, todo auspiciado por la novia de Diego. No iba a quejarse, aunque al inicio la desanimó saber que pasaría esos días con hombres y una pareja que se la pasarían cogiendo cuando se dieran la vuelta. Qué suerte que se equivocó, porque ese angelito que llegó a la cabaña cambió la respectiva de todo.

Le hizo gracia cuando la pobre Danielle salió corriendo, enrojecida y avergonzada, al verse en evidencia. Luego, cuando las presentaron formalmente, la chica lucía algo más tranquila y ella se portó decente para que no se sintiera intimidada ni la evitara. No cuando la idea era que no pasara esa noche sin un poco de diversión.

Después de tomar algo de café recién filtrado y frutas frescas, Milla fue la más animada con la idea de ir a dar un paseo por los alrededores de Villa Paraíso, y como fue la que organizó todo y la que los invitó, no se atrevieron a rechazarla.

Se pusieron algo cómodo, y salieron caminando rumbo a una caída de agua donde podrían refrescarse. Milla y Diego iban por delante, besándose de rato en rato. José Alonso había encontrado en el primo de Danielle alguien a quien irritar con sus estupideces, y de paso a quien tomarle fotos, pues Lanslet era de los que posaban en cada árbol, y Alonso de los que posaban en cada piedra. Así que, mientras el resto del grupo estaba en lo suyo, Aliz caminaba tranquila al lado de Danielle.

Había que empezar por conocerla. Así que hablaron un poco sobre sus recién cumplidos dieciocho años, su familia, entre otras cosas. La chica también le preguntó de dónde conocía a Diego y "el otro", así que ella fue breve en contarle sobre la especie de madrinazgo que los unía.

—Entonces, ¿vives con ellos dos?

—Más o menos, los chicos están en un piso, y yo en otro. Quiero privacidad, ¿sabes?

—Así que privacidad...

—Ajá, no me gusta que estén mirando a todas las chicas que llevo.

—Y deben ser muchas, supongo, para que requieras un piso para ti sola. —Danielle la miró de lado, ella también. Le sonrió, poco le importaba si la veía como promiscua, lo único que quería era dejarle claro que tenía la suficiente experiencia para complacerla.

—Siempre tengo espacio para una más —añadió en un tono sugerente. Dani correspondió la sonrisa. Perfecto.

—¿Esa no es una canción de Taylor Swift?

—Es lo que diría Alonso. —Las dos rieron, pero Aliz se contuvo para mirarla bien. Demonios, se veía tan bella cuando sonreía.

—Oigan, ¿y eso qué es?

La voz de José Alonso se escuchó de pronto, haciendo que las risas pararan y todos empezaran a congregarse.

De lo distraída que estuvo apenas miró alrededor, y lo que estaba casi al frente del grupo era más que inusual. Poco tenía que ver con las construcciones de la zona, pues era toda de concreto, y muy grande. Tal vez alguna vez estuvo bien conservada, pero la pintura de las paredes lucía desgastada, y todo muy ruinoso. Era obvio que estaba vacía, pero la rodeaban varias rejas y alambres con carteles amarillos que anunciaban que el paso estaba prohibido. Y, lo peor de todo, es que estaba muy silencioso. Tanto que parecía que ningún animal quisiera acercarse allí.

—Fijo aquí penan —bromeó Diego mientras miraba el lugar.

—De hecho, si. O eso dicen, nadie sabe en verdad —respondió Milla, y de pronto todos la miraban con atención—. ¿Acaso me van a decir que no han escuchado hablar del culto de la nueva orden?

—¿El qué? —preguntaron todos a la vez.

—Bueno, es que fue como hace veinte años. Cuando mis padres mandaron a construir la cabaña, les contaron. Supongo que la noticia pasó casi desapercibida en El Sirada, o somos muy chicos para acordarnos...

—A ver, ¿y cómo es ese chisme? —insistió José Alonso.

—Pues dicen que hace unos años un grupo de extranjeros llegó a este lugar. Un culto, una secta... En fin, lo que sea. Se notaba que tenían dinero, así que los dejaron estar. A todos se les hizo raro que construyeran esta cosa, pero con plata todo se soluciona, ya saben.

—¿Y qué pasó? —preguntó Danielle.

—Empezó a desaparecer gente —contestó Milla para sorpresa de todos. Aliz miró de reojo el edificio. Ya podía intuir por dónde iba el asunto—. Al principio era gente de otros poblados vecinos de Villa Paraíso, se organizaron búsquedas y todo. Pero entonces secuestraron chicas jóvenes, y algunos niños. La gente de este lugar parecía pacífica, solo eran hippies o eso decían. Hasta que una chica logró escapar y les contó lo que pasaba aquí.

—¿Le creyeron? —añadió Lanslet, y Milla asintió.

—Claro que le creyeron. Le habían mutilado un seno, entre otras partes del cuerpo. Acá la patrulla policial es poca, solo quedaba esperar que llegara el ejército. Entonces prefirieron atacar.

—Mierda, ya se pudo turbia la cosa... —murmuró Diego. Y si, de pronto podía notar la incomodidad de todos, en especial de Danielle.

—Era peor de lo que se pensaba —continuó la chica—. Hacían sacrificios humanos, en especial de niños y vírgenes. Lo ofrecían a una deidad femenina que ellos llamaban la reina escarlata. Se suponía que esa diosa se alimentaba con la sangre fresca, pero también del dolor y las muertes de sus sacrificios. Incluso los participantes del culto bebían la sangre.

—Como si fueran vampiros... Mierda, eso es horrendo —dijo Lanslet—. ¿Me estás diciendo que todos en Villa Paraiso enfrentaron a estos maniáticos?

—Ajá, fue algo así. Entraron con machetes, palos, e incendiaron algunas partes. Detuvieron a los líderes, aunque dicen que otros lograron escapar. Cuando llegó el ejército se los llevaron a todos a la capital, y dicen que siguen en cadena perpetua. Encontraron cerca de veinte restos de cuerpos humanos aquí...

—Ay, Milla, ya basta. ¿Y por qué vinimos por aquí entonces? Este lugar es horrible —le dijo Danielle, evidentemente nerviosa con los detalles macabros.

—Bueno, es que no hay otro camino. Además, el sitio está deshabitado hace años, y nadie pasa porque creen que penan o está maldito. Solo esperan a que la selva lo devore, o eso supongo.

—Terrible e impactante historia, la verdad —dijo José Alonso mientras miraba la sede de esa secta asesina. Todos se mantuvieron en silencio mientras miraban el sitio, y si, eso se estaba poniendo muy incómodo. O seguían, o... —. ¿Y si entramos?

—¡Qué! —gritaron todos a la vez, excepto por Aliz. Conociéndolo como lo conocía, en verdad no le sorprendió.

—¡Vamos! La alambrada está media caída, y además no hay nadie. A lo mucho encontraremos animales y eso.

—¡¿Estás loco?! ¡No pienso poner un pie allí! —exclamó Danielle.

—¿Por qué no? ¿Tienes miedo? —le retó Alonso, con una clara burla en su voz.

—¡No tengo miedo! Pero ese sitio es horrible, ¿que no ven? Debe estar lleno de arañas, y bichos, y... No, paso.

—Pues yo creo que será divertido —añadió Diego—. Solo para ver. Damos una vuelta y salimos, si de verdad está tan feo, nos vamos.

—Jalo —dijo Milla, para sorpresa de su amiga, quien la miró indignada.

—Si, bueno... No es que de verdad crea que penen, así que... —Lanslet se encogió de hombros. Por lo visto, las únicas que no habían dado una respuesta eran ellas dos. Así que Aliz la miró, y la chica parecía a punto de ponerse a gritar, pero ella la tomó de la mano.

—Vamos, angelito. Yo te cuido de fantasmas y bichos, no te preocupes. Y ya escuchaste, si está intransitable, nos vamos. —Tal vez temiendo quedar como cobarde, Danielle acabó por asentir.

—Aunque es Halloween —añadió Alonso—. ¿No se supone que salen los muertos hoy? Cuidado ustedes dos, siempre se muere la pareja caliente que se va a coger a escondidas —les advirtió a Milla y Diego, quienes estallaron en carcajadas.

—Eso es mentira, primero se mueren los gays y las lesbianas, eso es por pecadores —contraatacó Diego, relajando un poco el ambiente y logrando que rieran.

—Ah, pues en ese caso por acá nos jodemos los cuatro —bromeó Alonso—. Pero si van a sacrificar a alguien, no hay candidatos.

—Ni creas, la secta estaría de suerte. Pueden sacrificar a una virgen. —Como era obvio que Milla no hablaba de ella misma, las miradas recayeron de forma inevitable sobre Danielle, quien enrojeció al instante.

—¡Cállate! ¡¿Qué necesidad tenías de gritarlo a todo el mundo?!

—Tú lo confirmaste, angelito —bromeó José Alonso—. Y no te preocupes, mami Aliz ya dijo que ella te cuida.

—No lo sé, no tengo mucha experiencia en vírgenes —dijo ella en un evidente doble sentido que provocó las risitas de todos, y el mayor enrojecimiento jamás visto en el rostro de Danielle.

—¿Entonces vamos a entrar o qué? —interrumpió la abochornada joven—. Acabemos con esto de una vez. —Y asintieron, porque ella también moría por ir a esa caída de agua.


***************

III. El hallazgo

El sitio no se veía tan horrendo como lucía de afuera, lo cual en realidad era raro. Una vez cruzaron la alambrada, se mantuvieron juntos y en silencio mientras caminaban con cuidado.

El que parecía ser el patio principal estaba cubierto de la vegetación que ya había ganado terreno, y más allá de cosas esparcidas por el suelo, abandonadas en el tiempo, el resto lucía más o menos bien. Incluso algunas ventanas estaban enteras.

Lo que sí estaba feo era todo lo demás. Habían arrancado todas las puertas, así que podían ver cada habitación. Y en todas había marcas de sangre. Desde manos que tal vez alguna vez se arrastraron por las paredes, o huellas. Podía ser pintura roja, pero considerando todo lo que contó Milla, no se la creía.

—Esta gente estaba bien loca —comentó Alonso mientras caminaban hasta llegar a un gran salón, que parecía ser el lugar donde se reunían para comer, o quién sabe que otra ceremonia rara.

Y eso era porque había murales hechos con azulejos. Todos con la misma tenebrosa temática. Imágenes de rituales macabros, de gente siendo apuñalada, de cuerpos mutilados, de otros con trajes solemnes que bebían sangre de copas. Y, al centro, la que se suponía era la deidad que veneraban, de cabellos rojos como la sangre, y alimentándose de sus víctimas.

—Definitivamente, estos sí que eran maniáticos —agregó Lanslet. Ella solo miraba anonadada esa obscenidad, pues aunque la gente intentó destrozar todos los murales, no lo lograron del todo.

—Oigan, ¿dónde está Diego...? —preguntó Aliz de pronto. Todos se giraron, y si, la pareja ya se había esfumado.

—¡Estamos por aquí! —gritó Milla—. Creo que este es el cuarto donde dormían...

—¿Todo bien? —insistió Aliz.

—Si, tranqui, solo estamos viendo —respondió Diego.

—Oye, ¿vamos al segundo piso? —le preguntó José Alonso a Lanslet—. Quiero saber como es la vista de allí, después nos vamos, ya me aburrí.

—Vamos —contestó su primo, algo animado. Todos parecían haberse relajado al ver solo un edificio vacío. Así que las dejaron solas. Y ella no estaba tranquila.

No entendía como los demás no se daban cuenta de los detalles. ¡No había ni un solo animal allí adentro! ¡En plena selva! Había tanto silencio que no podía ser normal, ese sitio no era bueno. Habían pasado cosas terribles, se suponía que algo así dejaba una huella.

—¿Quieres ir más allá? —preguntó Aliz, parándose a su lado.

—No me interesa ver nada más —le dijo, mientras sus ojos se posaban en la que parecía ser la única puerta que quedó en su sitio.

Tal vez fue una brisa lo que la empujó, pero cuando esta empezó a abrirse emitió un chirrido que le puso los pelos de punta. Y al fin estaba abierta de par en par, parecía que entraba luz del otro lado, ¿sería otra salida? Bueno, podían probar.

—Iré a dar un vistazo —dijo Dani, y se adelantó para ver si estaba en lo cierto.

Conforme se acercaba, pudo notar que se veía luz de afuera, pero venía del techo, habían hecho un círculo allí. Estuvo a punto de dar la vuelta y proponerle a Aliz que salieran de una vez, cuando la vio.

Primero, el altar del sacrificio. Y luego, al sacrificio.

En un inicio estuvo tan paralizada que no pudo decir nada. Su corazón latía con fuerza, y se le iba la respiración, mientras su mente trataba de asimilar que eso no era otro mural macabro, sino una persona de verdad. Una chica muerta.

Estaba desnuda, por supuesto. Le habían mutilado los dos senos, tal como contó Milla que hicieron con la chica que escapó. Estaba tendida sobre el altar, con las muñecas abiertas, y evidentes señales de haber sido degollada. Su rostro estaba posado de lado, por lo que pudo ver su rostro. Y sus ojos abiertos de par en par que parecían mirarla desde su infierno. Con un gesto de dolor que gritaba el sufrimiento que tuvo que pasar antes de morir, y que en realidad no había pasado mucho desde esa muerte. Porque la sangre estaba fresca.

—¡Aliz! —gritó aterrada, al tiempo que retrocedía. Intentó apartar la mirada de ese horror, y cuando lo hizo, miró hacia el hoyo en el techo—. ¡Ah! —gritó, estuvo a punto de caer de espaldas si no fuera porque Aliz llegó a sostenerla justo tiempo—. ¡Lo vi! ¡Lo vi! ¡Estaba en el techo! ¡Aliz!

—Tranquila, tranquila, ya pasó, ya pasó... —repetía al tiempo que la apretaba contra su pecho, pero ella estaba temblando y pensó que iba a desmayarse.

—¡No pasó nada! ¡Hay una chica muerta allí! ¡Acaban de matarla! Y yo... Y yo... ¡Acabo de ver a su asesino en el techo!

Y no podía ser una alucinación, tenía que ser real. Lo vio con la misma claridad en que vio a la muchacha sacrificada. Era un hombre que no parecía mayor de cuarenta. Blanco, y de ojos claros, le pareció ver mechas color rubio cenizo. Lo peor no fue solo verlo, sino que en el fugaz instante en que sus miradas se encontraron, el tipo le sonrió con malicia.

—¡Vengan todos! ¡Rápido! —gritó Aliz, aunque para esas alturas ya todos habían llegado.

Pronto escuchó el grito de espanto de Milla, quien seguro acababa de ver el cadáver de la joven. Entre todo lo que escuchó, alguien sensato ordenó que salieran todos de una vez de ese lugar maldito.

Fue Aliz quien prácticamente la llevó entre sus brazos mientras se aferraba fuerte a ella e intentaba controlar sus nervios, pero no podía. No solo porque pareciera que aún había miembros de la secta en ese lugar, sino porque vio al monstruo que hizo eso. Y él la vio a ella. Esa sonrisa que le dedicó no podía significar nada bueno.


***************

IV. Fugitivos

Una vez salieron de la sede de la secta, corrieron tan rápido como pudieron hasta la carretera. Allí, hicieron señas a una camioneta que pasaba, que estaba llevando algo de mercancía, y al verlos tan desesperados en medio de la pista, se detuvo. Habrán estado muy alterados, que el hombre no dudó en llevarlos a todos hasta la estación de policía, aunque en realidad Aliz estaba segura de que no podrían hacer mucho.

No lo hicieron antes, cuando la secta estuvo activa, menos en ese momento cuando parecía renacer.

El hallazgo de esa pobre chica los dejó muy perturbados. Lo que pareció un cuento de terror de pronto se hizo realidad, y estaba tan cerca que era imposible no asustarse. Pero aunque todos tenían miedo, era Danielle la que estaba peor. Después de todo, fue ella la que vio al supuesto asesino.

Empezaron por contar que entraron a ese lugar, y no vieron nada sospechoso hasta que hallaron el cuerpo. Y como Danielle fue la única que vio al tipo, le pidieron una descripción muy detallada que tuvo que dar a regañadientes.

Luego les pidieron que los acompañaran a revisar la escena del crimen, pero todos se negaron de plano. Y, como Milla era de familia importante en la zona, solo sacó a relucir los muchos contactos de su padre para que nadie se atreviera a exigirles nada. Eso sí, les pidieron que se quedaran un rato en la estación mientras los policías cercaban el lugar.

Todos los oficiales salieron, y la única que quedó a cargo parecía ser una joven recluta llamada Jerika. Esta se encargó de darles un poco de agua a todos, y agua de azahar para Dani, que ya no podía más con su vida.

Una vez estuvieron más tranquilos, la policía se acercó a ellos para hacer algunas preguntas. Y para llevarles información.

—Va a estar difícil llamar a los militares ahora —les dijo Jerika—. Aún no llegan a reparar la antena, estamos aislados. Y, con lo que acaba de pasar, ya no creo que sea coincidencia.

—¿No le cayó un rayo? —preguntó Diego, y la joven negó con la cabeza.

—No, de hecho la destruyeron con dinamita. No lo dijeron para que no corriera el pánico —dijo para sorpresa de todos—. En teoría estaban "investigando" —añadió, haciendo las comillas con los dedos—, pero todos estos son una sarta de inútiles. Su mayor drama es investigar cuando se le desaparecen dos gallinas al vecino, en Villa Paraíso no pasa nada desde los tiempos de la secta.

—¿Y qué deberían investigar? —preguntó ella.

—Esto...

Se acercaron rápido al escritorio de la policía. Habían impreso un mail oficial con información en teoría confidencial. En cuanto Danielle vio una de las fotos, contuvo el grito y dio unos pasos atrás.

—¡Es él! ¡Es el que vi! —exclamó.

—¿Quiénes son todos ellos? —preguntó Diego.

—Son ex miembros de la secta. Se suponía que estaban en una cárcel de máxima seguridad, pero como van las cosas...

—Jódeme, ¿está diciendo que escaparon? —interrumpió José Alonso.

—Sí, hace unos días. No son muchos, apenas cinco de los quince que fueron capturados, pero entre ellos está el líder.

—¿El líder es el tipo que vi? —preguntó Danielle, y Jerika asintió.

—Ajá, se llama Jackson. Jack, y le pusieron "el destripador" por lo que hacía con los cuerpos de las víctimas en el sacrificio.

—¡¿Y por qué rayos no han mandado una advertencia nacional?! ¡¿Por qué no hay nadie vigilando Villa Paraíso?! —estalló Milla, y las miradas de todos querían decir lo mismo. Jerika solo suspiró, y tomó asiento.

—Porque la prisión de la que escaparon está lejos de aquí, en las montañas de la sierra. Y eso ha sido hace días, en verdad nadie esperó que volverían, hubiera sido una locura.

—¿Están los cinco fugitivos aquí? —preguntó Aliz, y Jerika se encogió de hombros.

—Hasta ahora parece que solo Jack, quizá los demás no fueron tan tontos para volver al sitio donde empezó todo. Eso si de verdad quieren ser libres. No se saldrán con la suya así...

—Pues a mí me parece que ya se salieron con la suya, oficial —interrumpió Danielle—. Usted no ha visto lo que hizo con esa chica, era horrible. Si lo que ese maniático quería era hacer un sacrificio, le ha salido muy bien. Y ustedes no hicieron nada.

La policía frunció el ceño, pero es que la chica estaba en lo cierto. Demonios, sabían que esos maniáticos se escaparon, y ni siquiera vigilaron el edificio de la secta.

—Eso va a cambiar —respondió la oficial, aunque no sonó del todo convencida. Aliz tampoco lo creía, porque no era ella quien estaba al mando.

Pronto, el silencio fue interrumpido por una señal de radio. Jerika tomó su equipo, lo único que tenían mientras se solucionaba el asunto de la antena. Al principio no se escuchaba bien, y cuando la oficial salió, el grupo fue tras ella.

—Dime, ahora sí escuchó mejor —pidió.

La chica es la hija de los González, pobre... No seré yo quien les dé la noticia —respondió el oficial al otro lado.

—Mierda... —masculló Jerika—. Esa chica apenas cumplió quince, esos hijos de puta van a...

—La buena noticia —le cortó el policía—. Es que tenemos al sujeto.

—¡¿Qué?! —gritaron todos a la vez, y se miraron entre sí. Fue casi como si volviera la calma.

Si, es el tal Jack. Se rompió una pierna intentando escapar, así que lo tenemos. Este infeliz no irá a ningún lado, nos encargaremos.

—¡Bien! —exclamó Jerika, el resto del grupo por poco se abrazan entre sí. Con el monstruo capturado, se acabó el peligro. O al menos eso pensaron en aquel momento.

Aliz buscó la mirada de Danielle, y le sonrió. La chica hizo lo mismo, más tranquila y menos asustada que cuando llegó a la estación. Sin pensárselo mucho, la tomó del mentón despacio y le dio un beso en la punta de la nariz. Fue la misma Danielle quien se acercó a ella, sintiéndose en calma y protegida al fin.


*************

V. Halloween

Caía la noche, y se suponía que tenían que celebrar. Y lo iban a hacer, por supuesto, ningún asesino maniático lo iba a impedir.

Apenas se confirmó que el tipo fue capturado, se fueron todos de vuelta a la cabaña de los De Castro, pues ni locos querían cruzarse con él. Al llegar, lo primero que hizo Diego fue proponer que bebieran algo para relajarse. Fueron a la piscina, y Lanslet se ofreció a preparar tinto de verano para todos. Al fin, con un poco de vino en su organismo, lograron relajarse un poco.

Quizá fue un acuerdo tácito, pero decidieron no tocar el tema de lo que pasó, así que solo hablaron de anécdotas entre risas. Cuando llegó la noche, Milla anunció que era hora de Halloween.

Ese era el acuerdo con la chica, así fueran solo seis, se iban a disfrazar e iban a beber como si no hubiera mañana. Mientras, Diego y Aliz se ofrecieron a ir al pueblo a comprar más alcohol y comida.

Danielle fue a tomar una ducha, y al salir extendió sobre la cama el disfraz de ese año: Un vestido blanco, pequeño y casi-casi que no dejaba mucho a la imaginación, y sus alas de ángel. Papi jamás hubiera dejado que su bebé se vistiera de ángel - zorra, pero no estaba allí para vigilarla, así que estaba animada por tener al fin su primer Halloween decente.

Apenas se había puesto la tanga, cuando la puerta del cuarto se abrió de pronto. Pegó un grito, y fue peor cuando la vio entrar.

—¡Aliz! —exclamó, y lo primero que atinó a hacer fue cubrirse los pechos desnudos.

—¿Así me esperas? Mira que tengo suerte... —le dijo, sonriéndole de lado mientras la estudiaba con la mirada. Fue rápido, pero lo suficiente para dejarla paralizada—. Muero de calor, no sabes... —Y así, sin previo aviso, la chica se quitó la camiseta, dejando sus bellos senos al descubierto. Dani contuvo la respiración mientras la miraba, y claro que Aliz se dio cuenta—. ¿Qué?

—Nada, es que tú...

—No pasa nada, somos chicas.

—Si, pero somos lesbianas. No cuenta. —Aliz se rio, pero eso no la detuvo para nada. Al contrario, fue como si la animara a dar ese paso.

Danielle aún se cubría, y estaba quieta mientras la veía avanzar hacia ella. Su mirada quemaba, y la hacía ponerse cada vez más roja. Aliz se lamió los labios, y pronto estuvieron frente a frente, mirándose de cerca.

—¿Te pongo nerviosa? —preguntó casi en un susurro, ella tragó saliva.

—No... Si...Si, creo... Bueno...

—Tranquila, angelito —le susurró al oído—. Relájate, no pasa nada.

Aliz posó las manos sobre las suya, y así, despacio, las apartó para dejar al descubierto los pechos que intentó cubrir. Estaba temblando, y no sabía si de los nervios o de la emoción. Aliz llevó una mano a uno de sus senos, y lo apretó despacio, poniendo especial atención en un pezón. Nunca nadie la tocó así, y también era la primera vez que se sentía húmeda. Lo pudo percibir con tanta claridad que no pudo detener eso. Quería más, necesitaba más. Y Aliz cumplió, inclinándose un poco para saborear el pezón que marcó con sus dedos.

Luego, así, tan repentino como empezó, la chica se alejó de ella y terminó por quitarse toda la ropa. No sabía qué decir, o qué hacer, cuando Aliz se dio la vuelta y cogió una toalla.

—Voy a la ducha, ya vengo —anunció con toda calma, como si no la hubiera calentado y dejado con las ganas segundos antes.

—¡Oye! —le reclamó.

—Tranquila, Dani. Ya tendremos tiempo, te voy a tratar muy bien. Será tu primera vez, ¿no? Te lo mereces.

La dejó sin palabras cuando al fin cerró la puerta del baño, y ella misma deseó meterse a la ducha para bajar esa calentura. Cuando logró comportarse como un ser humano racional, se vistió y maquilló con rapidez, para bajar al primer piso.

Estaban solo Lanslet y José Alonso, conversando muy juntos y riendo. Su primo se había disfrazado de un príncipe de cuento de hadas, con corona y todo. Por su lado, José Alonso estaba vestido de Chico Percebe, y no se había esforzado mucho por disimular que tenía un pene, con ese maldito boxer negro ajustado al que se le iba la vista a Lanslet cada cinco segundos. Poco después bajaron Diego y Milla, quienes sí habían coordinado su disfraz e iban de Homero y Morticia Addams.

Dani fue a tomar una cerveza de la cocina, pues de verdad estaba dispuesta a beber cualquier cosa que se cruzara en su camino, y fue justo al regresar que Aliz bajó. La vio cuando ya iba a medio camino de la escalera, vestida como diablesa. Por increíble que pareciera, era casi como si su disfraz y el de ella fueran a juego.

Eso no pasó desapercibido por los demás, quienes bromearon diciendo en qué momento se pusieron de acuerdo, o si se estuvieron stalkeando por Instagram días antes, porque de verdad que estaba muy raro. Y, en honor a la verdad, Dani admitía que el disfraz le iba de maravilla. Las dos estaban perfectas en su disfraz, y en su papel.

El resto fluyó por sí solo. Tal vez llegó con un humor de mierda a Villa Paraíso, y ese incidente en las ruinas de la secta por poco acaba con su cordura, pero era mejor dejar ese tema atrás. Después de todo, eran jóvenes, estaban disfrazados, y había que disfrutar el Halloween.

El volumen de la música subió, el alcohol seguía corriendo entre ellos. En un momento, en medio de sus juegos, Diego y Milla acabaron en la piscina, y el resto muerto de risa. Bailaron entre todos, o en parejas. Y claro que disfrutó moverse con Aliz detrás de ella, presionando sus caderas. Muy apellido francés, pero lo latina nadie se lo quitaba, y si iba a perrear con Aliz lo iba a hacer bien.

Ya para ese punto había perdido la vergüenza y la mesura. Estaban en la fiesta privada desde temprano, y podría jurar que apenas era pasada la media noche. En un momento ella se excusó para ir al baño, y vio su rostro en el espejo que ya nada de angelito tenía. Sonrió, y se lavó la cara. Iba a parar un poco con el alcohol, tampoco quería perder el conocimiento cuando la estaba pasando tan bien.

Esa ida al baño le sirvió para despejarse un poco, solo que al volver, en lugar de encontrar una fiesta, las parejas ya estaba en lo suyo. Diego y Milla besándose en el sofá. Más allá, cerca a la piscina, se escabulleron su primo y José Alonso, quienes ya no fingían que solo se sentían atraídos, sino que pasaron a la acción besándose. Estaba segura de que pronto irían a su habitación, y ella no quería escuchar.

—¿Por qué demoraste tanto, angelito?

Estuvo tan distraída que ni cuenta se dio de que Aliz estaba detrás de ella. Había posado las manos en sus caderas y la atrajo a sí. Cierto que en medio de la fiesta y el baile se habían acercado mucho una a la otra para bailar y provocarse, algo que podría calificar dentro de lo normal. Por eso se quedó quieta cuando sintió los labios de Aliz pasearse lento por su cuello para lamerlo después

—Oye, nos están viendo... —De hecho, de eso nada. A nadie le importaba lo que hacían, solo lo dijo por los nervios.

—Eres tan suave —le dijo al oído—. Como quisiera probar cada parte de tu piel, todo tu cuerpo.

—Aliz...

—¿No quieres sentirme tú también?

Y si quería, por supuesto. El alcohol le había quitado algunas inhibiciones, pero aún tenía temor. Solo había algo que sí sabía que quería, algo que no iba a dejar pesar.

—Bésame —le ordenó.

Aliz no perdió el tiempo cuando la giró y la puso frente a ella. Aún tomándola de las caderas, la hizo retroceder hasta acomodarla en una mesa. Le apretó las nalgas cuando la sentó, y ella se mordió el labio inferior. Abrió las piernas para darle espacio, y allí Aliz se acomodó antes de cumplir sus deseos.

No era su primer beso con una chica, pero ni siquiera se parecía a sus experiencias previas. Todo parecía palidecer mientras Aliz le devoraba la boca, le robaba el aliento, y quebraba su voluntad de mantenerse virgen. ¿Y en serio quería que esa noche pasara sin hacer nada? ¿Sin sentir un poco de placer? Para empezar, ¿qué era esa mierda de quedarse virgen? Oh, no. Era imposible, simplemente imposible...

Danielle la rodeó también con sus brazos mientras Aliz le acariciaba las piernas debajo del diminuto vestido de ángel. Ella solo cerró los ojos y se dejó llevar, al demonio con todo. Y así estaba, tan relajada y entregada, que no pudo evitar gemir sobre sus labios cuando una de las manos de Aliz palpó sobre sus bragas, y dos de sus dedos se colaron allá abajo.

—Espera, espera... —le pidió, en un repentino arranque de vergüenza—. Nos van a ver...

—No hay nadie —susurró Aliz, aún acariciando su humedad.

Ella miró a los lados, y no se dio cuenta en que momento Lanslet y José Alonso se esfumaron. Otros que no pudieron con las ganas fueron Milla y Diego, quienes ya habían subido a su habitación. Sin más excusas que poner, y con muchas ganas de más, Danielle asintió, pero puso una condición.

—Aquí no.

Aliz no esperó. Se separó de ella, y la llevó de la mano hacia las escaleras. Las dos acabaron corriendo a su habitación, entre risas divertidas, y la expectativa del goce que estaban por experimentar. Cuando entraron, Aliz le puso seguro a la puerta, y se acercó a ella como una felina. Una diabla que la quería arrastrar con ella al infierno hasta quemarla con su deseo.

La chica la empujó a la cama, y Dani cayó de espaldas. Se acomodó, y miró a Aliz inclinarse. Levantó las caderas y la dejó que le quitara la tanga, a Dani le latía el corazón de la emoción y la expectativa de lo que estaba por pasar, pero Aliz se acomodaba despacio entre sus piernas sin romper el contacto visual.

—¿Te lo han hecho antes?

—No, serás la primera —la notó sonreír con malicia.

—Entonces cierra los ojos y disfruta —obedeció, todo lo que decía Aliz era como una orden.

Ahogó un gemido cuando la lengua de la chica se paseó por su zona húmeda de forma lenta, disfrutando cada instante. Pronto no pudo contener más sus gemidos, ni su respiración agitada. Aliz no solo sabía lo que hacía, sino que la estaba llevando al cielo en apenas segundos. Con esa lengua voraz que se la comía toda, que se metía por lugares antes prohibidos que ni ella misma había tocado. Dani hundió los dedos en sus cabellos, presionando más, pues quería sentirla más profundo.

El primer orgasmo llegó de pronto, y ella lanzó un gemido profundo que tal vez se escuchó por toda la cabaña. Ya se había corrido, y Aliz seguía besando su rincón más íntimo con delicadeza, dispuesta a regalarle otro orgasmo. Cerró los ojos otra vez, sonreía aún extasiada por lo que acababa de sentir, cuando lo escuchó.

Fue el sonido de algo o alguien saltando a la piscina, y después otro ruido, como si arrastraran algo y en el camino tropezaran con las sillas tumbonas.

—¿Qué fue eso? —interrumpió de pronto, pero Aliz no le prestó atención. No hasta que las dos escucharon un grito lejano—. Aliz...

—Tranquila, debe ser alguno de esos idiotas —le dijo desde abajo. No se había separado lo suficiente, y era obvio que quería seguir, cuando Danielle se apartó despacio.

—Un rato, voy a ver y seguimos —le dijo antes de pararse de la cama. Cogió la tanga que estaba en el piso y se la puso antes de salir al balcón. Conforme se acercaba vio que sí había algunas sillas tumbadas, y alguien en la piscina.

El grito que pegó fue tan fuerte que Aliz llegó en un instante a su lado. Quien estaba en la piscina era el chófer de Milla. Estaba boca abajo, y el agua que lo rodeaba empezaba a teñirse del rojo de su sangre. 



**************

¡Buenas, buenas, mis amores! Y feliz casi Halloween.

Mañana sale la segunda parte, con más acción y sangre que nunca xdd

Mentira, en la historia hubo más (?

Como sea, solo advierto que el terror no es mi fuerte, pero insisto con las tradiciones de hacer especiales de Halloween cada año.

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Adaptacion de The Stripper (Traducción) Escrita por @SheWantsFlorencia traducida por by camilipstick