La Leyenda Áurea

By Kia020

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Esa noche, Xylia nunca olvidaría esa noche, en la que los habitantes del bosque salieron a celebrar sus ritua... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capitulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 19
Capítulo 23
Capítulo 20
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 21
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 22
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49 (Anuncio)
Capítulo 50 (Nuevo Anuncio)
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55

Capítulo 18

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By Kia020

El rey del Subsuelo

–Sabes perfectamente que una humana no puede regenerar sus heridas en cuestión de horas y no dejar ninguna cicatriz.

Ilyra parecía realmente consternada por lo que había averiguado hacía dos días, la última vez que la vi antes de que Malentha se la llevara con la líder del batallón de las tres lunas. Pero no podía hacer nada por ella, Ilyra quería respuestas pero no podía concedérselas. 

A su lado derecho, se encontraba Draven, comandante supremo del ejército, con los brazos cruzados esperando también una respuesta.

–Lo sé perfectamente Ilyra pero ella no es una humana corriente, por eso la traje aquí –acabé respondiendo yo sin ninguna voluntad de seguir hablando de este tema.

Me estaba desquiciando por culpa de los múltiples pequeños grupos que la Bruja Roja estaba enviando en la frontera de mi reino y lo mejor que podían hacer todos, era dejarme en paz. Estaba irritado y cansado, simplemente quería la tranquilidad que desapareció desde el momento que esa humana fue concebida. Sabía que sería un problema y ahora lo estoy afirmando. Eso fue hace dieciocho años atrás, en el mismo momento en el que esa estúpida y enigmática leyenda surgió y sembró el caos en mi reino.

–¿Y entonces, qué es? 

La voz de Draven resonó y pude ver cómo Ilyra se removió nerviosa. Sabía perfectamente que entre ellos había algún tipo de relación, la cual desconocía y tampoco quería conocer pero por las acciones que siempre realizaba Draven en apoyo a su amada, los desvelaba.

–No sé qué es y prefiero descubrirlo yo antes que la bruja loca.

Ilyra suspiró parecía cansada, sobre todo por sus ojeras. Había estado investigando una nueva poción para dársela a Xylia y que no volviera a pasar aquel comprometido momento en el que no temí en absoluto su vida pero sí que pude ver el suplicio que pasaron tanto ella como los demás curanderos y Ilyra. No quería que se volviera a repetir y menos, que nadie volviera a verla con solo ropa interior. Ella era preciosa y pequeña, su constitución era realmente perfecta y en su piel, pude visualizar tanto grandes como pequeñas cicatrices que hacían que su cuerpo fuera único.

Me mantuve durante todo el tiempo en el que le abrieron la carne y le curaron la infección, observando cómo reaccionaba su cuerpo a los tratamientos del Subsuelo y pude confirmar que realmente empezaba a adaptarse. Pero hubo un momento en el que no pude soportarlo, esa sangre olí demasiado bien y me sentía tentado a probarla. No quería pero lo deseaba, porque una vez probara su sangre quedaría totalmente adicto a ello y era algo que no quería que pasara.

Después de un tiempo, Ilyra y Draven  se marcharon dejándome solo en esa sala que tanto amaba y sentado en mi trono como el rey que era. Invoqué a mis sombras y les pedí que me mostraran a la humana, rápidamente correspondieron y cuándo la vi en el campo de entrenamiento que había en el ala norte del castillo, tuve que reprimir mi sonrisa. Parecía esforzarse mientras escalaba una de las varias paredes de pared que habían sido construidas específicamente para obtener fuerza y resistencia. Iba vestida con los ropajes de una guerrera, como el de mi hermana y en su espalda llevaba una espada bastante común y de principiante. Su cabello castaño oscuro estaba recogido en una trenza y en sus ojos veía fiereza. Eso es lo que quería, quería que diese miedo cuando se enfrentara a cualquier adversario y aunque solo hacía  un día que había empezado a entrenar con Senka, la líder del batallón de las tres lunas, y  Malentha, realmente se veía con ganas de afrontar cualquier ejercicio.

Suspiré mientras ordenaba mentalmente a mis sombras que se deshicieran de aquella visión. Tenía que ocuparme de otras cosas más importantes que ver cómo aquella humana se desgastaba y se destrozaba los músculos entrenando. Así que me levanté del trono y decidí salir de aquella sala, necesitaba consultar los informes que Draven me había enviado después de haber evaluado la situación en las afueras del perímetro del reino. Necesitaba datos y sobre todo, que estaba dispuesta a realizar esa bruja por la humana. 

Ella es mía, solamente mía y de nadie más. La reclamé y la convertí en parte de mi reino. No iba a permitir que nadie me la arrebatara. 

Caminé por aquellos pasillos negruzcos en los que las lámparas de araña iluminaban las estancias. Todos paraban a hacerme una reverencia cuando  me veían o se percataban de mi presencia. Pocas veces mostraba el atuendo del Portador de las Almas Perdidas pero cuando se trataba de ver a aquella mujer humana, sí. No podía dejar que viera mi rostro, era aún pronto. Para ella era un ser mítico que aparecía en leyendas y cuentos, no podía dejarle ver mi verdadera apariencia tan rápidamente.

Me dirigí a mi despacho, al lugar donde podía escabullirme cientos de horas y dejar que mi mente trabajara por mí. Esa habitación conectaba con la biblioteca real, donde cientos de documentos y libros aguardaban a la espera de ser leídos y descubiertos por alguien. Eso mismo hice yo cuando se reveló aquella leyenda, investigué en cualquier libro relacionado con la historia del Subsuelo y con los Portales pero en ninguno de ellos descubrí nada. Aquello me irritó pero con tener ahora a esa mujer en mi dominio, me hacía estar más tranquilo ya que ella sería la clave de descifrar el enigmático mensaje.

Eso sí, los dioses me importaban una mierda y más cuando hacía dos noches me enviaron un mensaje en el que debía devolver a la humana a su mundo. Con ese mensaje lo que hice fue quemarlo y enviarle las cenizas al Panteón. Me daba igual que suplicaran su retorno o empezaran una guerra por ello, ella se iba a quedar aquí. No había ninguna opción de que volviera a su territorio natal, ella tarde o temprano acabaría adaptando del todo y no iba a ser yo quien rompiera su evolución.

Una vez llegué a mi despacho, me acerqué a la mesa en la que se encontraban varios documentos, todos firmados por Draven. Los leí y me encontré riéndome como un estúpido mental, esa bruja arpía quería guerra, la muy asquerosa. Si quería la tendría pero no hasta que Xylia estuviera preparada, ella era nuestra baza secreta, la persona que podía hacer cambiar el destino de un conflicto que podría ser entre varios mundos y la persona que acabaría siendo la guerrera más prolifera.

En cualquier caso, para ese momento aún quedaba mucho pero esperaba que para el solsticio de invierno, pudiera observar algunas mejorías en su cuerpo y en el combate. Faltaban aún más de ocho semanas para ese suceso y confiaba en las dos personas que iban a entrenarla. Apoyé mis manos en la mesa y suspiré, por lo que parecía íbamos a entrar en un período crítico para mi gente. Probablemente hubieran cientos de ataques de grupos de asyhe y probablemente, heridos. No iba a alertar a la ciudadanía ni iba a preocupar a nadie pero era el momento de distribuir varios soldados en todas aquellas villas que se quedaban en la frontera de mi reino.

Aún así, escuché como alguien entraba en esa habitación y supe quién era por su fragancia, ella era la mejor bailarina que este reino hubiera podido crear. Sus bailes eran bellos y sus movimientos eran concisos. Noté como caminaba hacia mí, hasta que sus brazos me rodearon el torso y empezaron a acariciar la parte donde se encontraban mis abdominales.

–¿Qué quieres, Tinuviel? –pregunté con un poco de molestia.

En ese momento no quería su compañía porque sabía perfectamente qué hacía allí. Ella y yo habíamos compartido múltiples encuentros en los que siempre acabábamos en mi cama, después de los bailes y festividades que se celebraban en el palacio. No me había encontrado con ella desde hacía varias semanas en las que quise desfogarme con ella ya que nuestra relación solo se basaba en eso, en sexo.

–Me han informado de que estabas bastante agobiado y me he preguntado si querrías jugar conmigo.

Cogí su mano ya que estaba descendiendo mucho, casi rozando mi zona púbica. Si hubiera dejado que aquello pasara, no me hubiese podido controlar.

–Hoy no, estoy ocupado –espeté yo apartando sus brazos y yéndome a sentar en la silla de mi escritorio.

Entonces la vi con ese vestido azul oscuro con alguna que otra trasparencia, la cual tuve que evitar para poder mantener mi rostro sereno y mi mente tranquila. Su cabello era rubio y su piel era mas morena que la mía, ya que sin duda la mía era de un color entre blanco y gris. Era hermosa para que engañarnos pero no estaba hecha para mí, no era la mujer destinada a estar conmigo.

–¿Estás seguro? –insinuó ella con esa voz sensual que podrá volver a cientos de hombres locos.

Me tiré hacia atrás y mi espalda quedó pegada al respaldo. 

–Estoy muy seguro de mis necesidades, Tinuviel –dije con firmeza mientras ella me miraba con esos ojos brillantes.

–Sé que debes estar muy estresado por esa estúpida y débil humana pero si no me necesitas ya sabes donde encontrarme.

No sé porque sus últimas palabras llegaron a enfadarme, pero la vi irse moviéndose con una facilidad que tuve que levantar mi mirada de sus caderas a su espalda para no caer en la tentación. Una vez se marchó, pude respirar profundamente calmando mi cuerpo.  Mi mente repasó sus palabras y sin duda había algo que tendría que haberle reprochado y era el hecho de que Xylia era estúpida y débil. Los humanos son inferiores a nosotros pero Xylia, era superior a su raza, su inteligencia escondida bajo la apariencia de ser dócil y frágil, la hacía tener una mente salvaje y calculadora. Ella podía ser bien un arma letal que yo mismo explotaría hasta que consiguiera ver todo su potencial con el que haría trizas a cualquiera que se le pusiera en su camino.

Me pasé una mano por mi cabello el cual estaba desaliñado y un poco más largo de lo habitual, no había tenido tiempo para cortármelo ni para arreglar mi aspecto pero por lo menos mis cuernos conseguían mantenerlos a raya. No eran muy grandes ni largos pero a comparación de mi hermana quien no los había heredado, siempre supe que esos cuernos estaban destinados a sujetar la corona que aguardaba en la cámara de mi habitación, a salvo de cualquier intruso. Siempre la usaba en actos de gran trascendencia y nunca para mi día a día. Lo prefería así ya que opinaba que con tan solo mi presencia, ya era más que imponente.

En cualquier caso, la vida seguía y esa humana iba a acabar con todo mi autocontrol. Debía de averiguar qué tenía en su interior y por que las antiguas escrituras mencionaban a una mujer con las mismas características que ella. Me volvería loco, por supuesto pero caería más loco por ella. 

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