La Leyenda Áurea

بواسطة Kia020

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Esa noche, Xylia nunca olvidaría esa noche, en la que los habitantes del bosque salieron a celebrar sus ritua... المزيد

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capitulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 23
Capítulo 20
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 21
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 22
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49 (Anuncio)
Capítulo 50 (Nuevo Anuncio)
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55

Capítulo 17

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بواسطة Kia020

Esa habitación era bonita aunque estuviera pintada con tonos morados muy oscuros casi negros y en el que tanto en las paredes como en el techo, se encontraba lleno de molduras. Era un lugar bastante diferente a donde yo solía residir, tanto que esas paredes tan compactas era muy difícil encontrarlas en los poblados humanos, bueno era imposible. 

Aún así, ahora que ya estaba sentada en la cama de nuevo reposando por culpa de aquella pequeña intervención de la cual no prefería hablar, estaba contenta por poder estar acostada en esa cama. Era realmente cómoda y cuando me acosté en ella por primera vez no quise levantarme nunca más.

En una cosa si que tuve razón y fue mi teoría sobre las tres lunas, en este mundo eran como el ol y cuando salían anunciaban la mañana y cuando volvían a desparacer y el cielo se quedaba oscuro y nítido sin ninguna luz, anunciaba la noche. Me alegré de saberlo y de que no tuviera que preguntar a nadie por ello.

Llevaba ya unas cuantas horas, debía de ser por la tarde ya que las lunas empezaban a desaparecer en ese cielo oscuro iluminado por sus hermanas pequeñas las estrellas. Era realmente extraño ese mundo, donde nunca se posaba el sol ni en el que nunca habían conocido la luz solar. Pero también era relativo a la constitución que ellos tenían.

Estaba cansada y realmente quería darme un baño. Necesitaba sentirme limpia de nuevo y dejar que toda aquella suciedad que me cubría desapareciese para siempre.

Pero me sorprendí al ver que la puerta se abrió, no esperaba visita y sabía perfectamente que no se trataba del monarca que me había dejado con muchas preguntas pero aún así, tuve ganas de ver quién era la persona que quería a aventurarse en una sala en la que se hospedaba la humana.

Cuando la ví, me quedé boquiabierta. Era realmente guapa, sus facciones divinas y un rostro tan joven hizo darme cuenta de que yo también era joven pero a otras les sentaba mejor. Sus orejas puntiagudas y ese largo cabello trenzado negro azabache, hizo que me quedra observándola hipnotizada. Sus ojos azul oscuros encontraron los míos y ella no sonrió, mantuvo su rostro serio y firme. Vestía una conjunto de cuero negro ceñido en el que en su cintura, se encontraba una espada enfundada. Debía ser una luchadora realmente potente y hábil. Tenía esa mirada feroz al igual que Neith cuando se trataba de luchar o de defender el poblado.

Me entristecí al pensar en él pero fue ella quién hizo que saliera de aquel bucle sentimental.

–Humana, ¿cómo te sientes? –preguntó sin tacto, más como si fuera una obligación.

Yo sonreí irónicamente, si iban a tratarme así, yo haré lo mismo si eso es lo que quieren.

–¿Tú como crees? –pregunté con ironía sabiendo que esa pequeña sonrisa descarada que apareció en sus labios, era una señal de que no iba a contenerse si seguía así.

–No sé cómo estás de verdad, es que los humanos no valéis nada, sois débiles y a la mínima que recibís un mínimo golpe, os desplomáis y viéndote a ti, creo que estoy en lo cierto.

Sonreí desquiciada y ofendida por sus palabras, no podía moverme y tampoco pegarme pero si pudiera, ya le habría arrancado esa trenza.

–¿Quién eres para tratarme así? -pregunté yo molesta, claramente evidente por el tono despectivo en el que me referí a ella.

–Soy tu instructora, la hembra que te va  a hacer picadillo en cada entrenamiento y la que te va a convertir en una verdadera guerrera.

La miré confundida, ¿de qué estaba hablando? Yo no iba a entrenar y menos con ella, pero entonces entendí porqué ella y no otra persona. Ella iba a insultarme y a hacerme sufrir en cada entreno, pero ¿qué entreno? No estaba entendiendo nada y menos con la poco información que sabía.

–¿No sabes de lo que estoy hablando? –preguntó ella como si se hubiera percatado de mi desconocimiento.

Negué con la cabeza aún con el ceño fruncido, sin saber porqué tenía que entrenar. Todo era muy confuso y más cuando esa mujer parecía estar contradecida consigo misma.

–Mira que lo sabía –estaba murmurando y parecía realmente cabreada.

–Lo voy a matar cuando lo vea –seguí murmurando mientras se acercaba a la puerta hasta que se giró hacia mí.

–Volveré más tarde, olvida lo que te dicho.

Y sin más, se marchó cerrando la puerta tras ella dejándome más confusa de lo que estaba. Peor decidí evitar aquella confusión y me reacomodé, posicionándome con cuidado preparando para dejar que los sueños volvieran a apiadarse de mi. Durante estos días estaba durmiendo mucho, más de lo normal pero no podía compararme con la rutina que llevaba en el poblado. Aún así, quería dormir y hacer que todo el mundo desapareciera.  Mientras dormía no me atacarían, porque no lo vería venir así que si dormía a todas horas, no habría ningún problema.

Mis párpados se notaron pesado y casa vez más difíciles de abrir pero hubo un detalle que hizo que abriera los ojos con tanta fuerza que tuve que reprimir el chillidos que iba a salir por mi boca. Delante de la puerta se encontraba la bestia maldita y odiosa que se jactaba de mis penurias provocadas por él, qué irónico.

–No vuelva a hacer eso –advertí yo mientras intentaba calmar los latidos acelerados de mi pobre corazón.

Él emitió una pequeña risa profunda mientras se acercaba a mí. Era alto e imponente pero era depravado, cono solo eso ya lo hacía ser horrible.

–No me digas que te has asustado.

Bufé molesta.

–Si estuviera en mi piel me entendería a la perfección.

–¿Ah sí? ¿Por qué?

Le miré extrañada ante su curiosidad, mientras notaba como se sentaba en la punta de la cama haciendo que toda esa parte se hundiera bajo su peso. Él parecía expectante y yo simplemente suspiré.

–Usted es malévolo, ruin y me ha destrozado la vida, así que verlo aparecer de repente en la habitación, ha sido bastante sorprendente.

Él asintió cruzándose de brazos, con la atención aún en mí.

–Xylia, deberías realmente pensar que todos esos adjetivos, son elogios para mí, así que gracias pero no puedo ponerme en tu piel, porque si lo hiciese tu y yo no estaríamos aquí.

–¿Y dónde estaríamos? –pregunté yo confundida.

–Estaríamos en mi cama, pequeña guardiana.

De verdad que noté como un fogonazo me quemó de arriba a bajo. Tuve que sonrojarme mucho pero no entendía el porqué. Lo odiaba y aún así, sus insinuaciones no me disgustaban. Me quedé con los ojos abiertos y con las mejillas en carne viva, bueno, notaba toda la cara así.

–Pero como ya te he dicho, eres una humana y no puedo ponerme en tu piel, así que por ahora te dedicarás a recuperarte y a entrenar.

Acabó diciendo él mientras se levantaba de la cama, provocando que la cama volviese a su posición natural. Lo miré y desperté, necesitaba salir de aquella nube de emociones, simplemente reaccioné.

–¿A qué se refiere con lo de los entrenos?

–No te lo puedo explicar Xylia, aún no pero necesito que te conviertas en una guerrera mucho más hábil de lo que eres e incluso más fuerte y por eso, las guerreras del batallón de las tres lunas te guiarán junto a tu instructora. 

Esa debía ser esa mujer que entró con esos aires de superioridad y la que se sorprendió por mi desconocimiento pero aunque ese rey me hubiera contado aquello tan efímero, no respondió a ninguna de mis inquietudes.

–¿Por qué a mí? Seguro que hay personas más capacitadas que yo para hacer aquello que desea.

Mi voz estuvo a punto de romperse al pensar que podría haber sido otra persona la que hubiera ocupado mi lugar y que yo podría haber seguido estando con mi familia y en el poblado. Él volvió a centrar su atención en mí.

–Eres demasiado valiosa Xylia y aunque hubiera alguien más capacitado, igualmente te hubiese reclamado.

Mi corazón se paró al escuchar esas palabras. Acababa de confesar que era valiosa pero en qué sentido. ¿Tenía que preocuparme con ello o simplemente era una forma de engañarme? No sabía que pensar, todo era confuso y extraño para mí. Se estaba comportando conmigo de una forma totalmente inesperada pero esto solo era el principio y estaba segura que nunca podría marcharme de allí.

Entonces la puerta se abrió mostrando a Ilyra quien se quedó imputada al ver aquella escena y seguramente por la tensión que había en del aire. Miré a Ilyra de reojo pero mi mirada volvió en la del Portador de las Almas Perdidas. Ese ser era un misterio y un enigma que tarde o temprano acabaría resolviendo.

Él también miró a Ilyra y antes de que ninguno pudiésemos hablar, ella se adelantó.

–Malentha te está buscando –no le habló en tercera persona y aquello me dio que pensar, sobre todo sabiendo que era un rey.

El Señor de la Muerte asintió y antes de salir de esa habitación, volvió a mirarme dejando primero entrar a Ilyra y posteriormente, cerró la puerta tras de sí.

No tenía sentido que dijera esas palabras como si no importase el significado de estas. Pero esa misma voz, hizo que despertase de mis pensamientos y mirara a la curandera quien me observaba con una pequeña sonrisa en el rostro.

–¿Te encuentras mejor? 

Entonces caí, caí de nuevo en que me habían abierto para curar aquella infección de la que me había olvidado por momentos y de la que estaba segura que no debería haber sido así.

–Pues la verdad, es que no noto ningún dolor.

Ella sonrió aun más como si se hubiese alegrado por escuchar mis palabras.

–Debe estar haciendo efecto crema y el calmante –acabó comentando ella mientras se acercaba aún más a mi cama.

Habían pasado ya unas cuantas horas desde lo ocurrido y era normal que Ilyra viniese a verme, sobre todo si se sentía mal. Entonces empezó a arromangarse las mangas de su vestido y supe que querría verme la herida.

Ella me ayudó a recostarme y con cuidado me ayudó a quitarme el vestido para ver la herida. El vendaje no mostraba ninguna mancha de sangrado, cosa que hizo fruncirle el ceño pero cuando  empezó a quitarlo y una vez terminó, ambas nos quedamos sorprendidas. 

–Esto no es posible –comentó Ilyra difusa.

No había rastro de ninguna herida ni de ninguna cicatriz. Aquello no podía estar pasando, todo había ocurrido el mismo día y aunque fueran medicinas mágicas, no podía suceder tan rápido. Sus ojos se movían nerviosos, debía de estar igual de impactada que yo. Por eso no me dolía, ni había notado ninguna punzada porque en el fondo, no había nada.

–Voy a ver el resto de tus heridas –asentí mientras ya se había puesto manos a la obra.

Me quitó las vendas de mis muñecas y las de mis pies, y pude ver cómo su respiración se aceleraba hasta tal punto que escuchaba los rápidos latidos de su corazón. Aquello me dio mala espina y más cuando su mirada llena de miedo se encontró con la mía. Entonces lo supe, no debía tener ninguna herida ni ningún rastro que afirmara que hubo una en este lugar y eso era realmente extraño.

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