NIEVE EN PRIMAVERA [KOOKV]

By th_ariV

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¿Qué tan cruel puede ser la vida para destinarte con el lucero inalcanzable del cielo? Jungkook, un alfa guer... More

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PERSONAJES
01| JAZMÍN Y FRAMBUESAS
02| MADRE DESESPERADA
03| PROMETO VOLVER A TI
05| OREJA CLAVADA
06| EL PRÍNCIPE DE HIELO
07| ME QUIERO A TU LADO

04| CARTAS SIN RESPUESTA

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By th_ariV

La luna nos ha unido, tu corazón y el mío fueron hechos para ser uno mismo. ¿Pensarás en mi cuando tu cielo se oscurezca? ¿Recordarás este último beso cuando la luna ilumine tus noches?

Esas palabras dichas por cierto omega de preciosos cabellos de oro y sonrisa singular, se habían grabado como acero sobre su piel, la promesa que le hizo la mañana siguiente a su íntimo encuentro, seguía latente en su memoria, como un fiel recordatorio a lo que estaba haciendo en esas tierras fronterizas.

En medio de una vigilancia nocturna, donde la mayoría de sus soldados descansaban dentro de las carpas, Jungkook se adentró un poco más de lo permitido al bosque que los refugiaba, tomó asiento en una roca alta y pulida por la lluvia, después de sacudir el exceso de nieve que la tormenta había traído. Con su catana en la mano y solo sus instintos cuidándolo del oscuro paisaje, el azabache se permitió mirar al cielo mientras acariciaba el adorno de lazo que caía por la empuñadura, notando como este cada vez se iba desgastando más. El fuerte suspiro que soltó se hizo vaho frente a él, y pudo verlo gracias a los brillantes rayos lunares que la madre del cielo desprendía para él. Y recordó aquel momento antes de partir, cuando su omega lo abrazó con fuerza una vez lograron esconderse en los matorrales. Aún podía sentir el dolor ajeno como si lo estuviera viendo en ese instante, podía sentir sus dedos mojados por las lágrimas impropias y esos sollozos que le hicieron estremecer el corazón.

Prométame que volverá, no me deje vivir en angustia y acepte mis sentimientos, selle su promesa y vuelva a mí. Solo de esa manera podré vivir.

Ahora cuatro años después de escuchar esas palabras, no estaba seguro de poder cumplir lo prometido. Cuando partió del seno de su manada, había creído que la disputa con los sureños se arreglaría rápidamente. Genuinamente creyó que bastaría con intimidarlos para que desistieran a la idea de la invasión, pero no fue así, y esa negación por parte de los otro, causó un conflicto tan grande, que incluso el líder tuvo que hacer aparición en las filas.

Ganaron unas cuantas batallas, sí, pero no habían terminado con la guerra.

En esos cuatro inviernos Jungkook había logrado salvar cientos de vidas, así como también arrebato otras tantas; sobresalió, destacó entre sus compañeros y dejo ser un simple escudero al mando de su comandante, para convertirse en un líder de combate, participando directamente con el alto mando del ejército para crear estrategias y finiquitar a sus rivales. De su cuello colgaba un collar negro, repleto de orejas lobunas como símbolo de su aguerrido desempeño, e incluso había sido elogiado y recompensado por su líder, la noche le salvó la vida.

Sentía que no todo había sido en vano, que había dejado de ser invisible; pero, ahora le temía a regresar, le causaba terror enfrentar la realidad que él mismo construyó, y es que, Taehyung le había enviado un sin de cartas, todas ellas con hermosas palabras motivadoras para seguir luchando y asegurándole que estaba ansioso por su regreso; contándole sobre sus días dentro de la manada, y dejando datos sobre su persona para que pudieran conocerse más.

Aunque claro, jamás pudo comprobar por su cuenta si esas manchas negras en el papel profesaban dicho sentimiento; pues Jungkook no sabía leer.

Jamás creyó que algo tan simple como saber descifrar garabatos, le complicaría tanto la existencia, que le causaría una angustia tan arrasadora. En su juventud, aunque la familia de Yoongi, le brindó la posibilidad de asistir a clases, el azabache se negó, creía que no le serviría para nada, y decidió invertir ese tiempo en cazar o trabajar para ganarse la comida del día. Cuan equivocado estuvo, ahora se arrepentía.

Tuvo que aguantarse la vergüenza, y tragarse su orgullo para pedirle a uno de sus compañeros sí podría leerle las cartas que el precioso joven enviaba semanalmente para él; pero jamás se atrevió a responderlas aun cuando el otro alfa se ofreció a redactarlas cada vez que llegaba una nueva. Por supuesto que Jungkook estuvo tentado a aceptar su propuesta, pero no confiaba lo suficiente en el otro como para confiarle algo tan íntimo como plasmar sus sentimientos por él.

La cantidad de cartas fue disminuyendo gradualmente. Pasó de recibir cuatro sobres por mes, a tres, luego fueron solamente dos, hasta que la última carta llegó, y después de esa, el mensajero dejo de visitarlo.

Habían pasado ocho meses desde la última carta que recibió, esa que decía lo mucho que le dolía al omega no recibir alguna respuesta de su parte; pero para ese punto Jungkook ya no creía prudente si quiera intentarlo, la vergüenza era demasiada, y no creía poder encontrar el papel suficiente para disculparse por su ineptitud. También cabía la posibilidad de que el omega creyera que no le apetecía darle una respuesta, que quizás lo había olvidado o dejado de querer; y aunque no quería darle una idea equivocada, y extrañaba en demasía escuchar sus letras, sabía que merecía su silencio, Jungkook siempre supo que en algún momento el bonito rubio se cansaría de su actitud, y era por eso aceptaba su penitencia; pero eso no borraba el hecho de que se sintiera patético, y muy arrepentido.

Tristemente, no era solo el hecho de que no pudo responderle mediante el papel, lo que le impedía mostrarle la cara; en varias ocasiones se le presentó la oportunidad de regresar a sus tierras. El líder les concedía una prórroga para volver con su familia y descansar un poco del trauma que ocasionaba la guerra en los soldados; también para que estos pudieran dejar salir sus celos reprimidos, puesto que, al estar en alerta constante, sus lobos se mantenían al margen de la situación, y sus instintos de reproducción se reducían a solo unos simples calores. Pero era perjudicial reprimirlos por mucho tiempo, y era por ese motivo que los enviaban lejos al menos una vez al año.

Jungkook se había negado cada vez que esa preciosa oportunidad se le presentó. No estaba del todo conforme con el avance que había obtenido, y no quería volver a ver a su luna hasta que pudiera darle algo de lo que enorgullecerse.

Ahora que había logrado su objetivo, y que tenía el dinero suficiente para abastecer un batallón entero, sentía que era demasiado tarde. Cuatro años no son poco tiempo, cuatro inviernos sin comunicación pudieron malinterpretarse, y Jungkook no estaba preparado para recibir un rechazo por parte de su omega. Solo de pensar que alguien más pudo haberle arrebatado su lugar le hacía hervir la sangre, su lobo le pedía a gritos volver y reclamar como suyo al hijo del líder, ahuyentar a quienes se atrevieran a posar si atención en él, pero no lo hizo, no pudo recolectar el valor suficiente para abandonar sus tropas y encarar su destino.

Con lágrimas en los ojos y el corazón apretado, su mirada se fijó en el firmamento, admirando la luna menguante en su máximo esplendor, esperando que la otra mitad de su alma estuviera viendo esa misma luna en ese instante, acompañándolo en su lamento, y esperando por su presencia.

Jungkook necesitaba de su omega, lejanía comenzaba hacer estragos en su interior y podía sentir a su lobo cada vez más débil, aullando lastimero, evocando el nombre de su salvador, de su cura, de su amor.

En medio de ese frío lugar, se permitió llorar todo lo que llevaba aguantando en su pecho desde que abandonó sus tierras, sollozando con fuerza y dándose golpes de pecho por el creciente arrepentimiento, sufrió de la manera más burda posible, haciéndole honor a su naturaleza humana, hasta que poco a poco la luna se fue escondiendo, y el cielo se llenó de cálidos colores brillosos, llevándose sus lágrimas y enterrando su dolor nuevamente en el fondo de su corazón.

Después de merodear por los alrededores y asegurarse de que nada extraño había ocurrido en su ausencia se encaminó de vuelta al lugar que le había dado refugio desde hace un tiempo, notó como todos sus soldados ya se encontraban de pie, y contrario a días anteriores, las sonrisas que tenían en sus rostros parecían ser genuinas. Los alaridos y risas contentas se hicieron presentes después de adentrarse un poco más en el campamento, lo cual lo desconcertó un poco, pues los alfas con los que convivía y estaba al mando, no eran tan joviales como se veían en ese momento.

– ¡General!

Jungkook escuchó que lo llamaban, se giró en busca de la voz ronca de una fémina, que se apresuraba a su encuentro, inclinándose en una reverencia exagerada como la sonrisa que tenía pintada.

– Dígame teniente Kang. ¿Por qué todo el mundo sonríe tanto?

– Los sureños se han rendido, el líder Kim ha firmado el tratado de paz hace cinco noches, nuestras tropas ya no son requeridas en este territorio.

El corazón de Jungkook se aceleró, y contagiado por la mujer, terminó sonriendo.

– ¿Dónde no solicitan?

– En casa, mi señor. El líder Kim lo ha recompensado por su esfuerzo, envío a un mensajero pidiendo que regrese a casa.

La boca se le secó por completo, su rostro y extremidades expuestas se hicieron una con el frío entorno, el nerviosismo provocando que su párpado superior palpitara desquiciado.

– ¿A casa? — replicó con duda, buscando una afirmación a su alucinación. — ¿Me pide volver a casa? — la alfa asintió contenta, no prestándole atención a la actitud desorientada de su general. — No puedo, no me iré sin ustedes.

– General Jeon, todo el batallón regresará con usted, no debe preocuparse más por nosotros...

[...]

Era un día de gala, uno muy especial para toda la aldea. Los omegas, cachorros y alfas ancianos, se habían vestido para ocasión, portando largas túnicas hechas de las pieles más cálidas y resistentes que tenían, adornaron sus cabellos con coronas de ramas secas, y las chimeneas de las casas humeaban un aroma hogareño.

Cuando el centinela anuncio que el ejército había entrado a sus tierras, las feromonas contentas se hicieron más fuertes, en una mezcla pesada de todos los aromas dulces que estos destilaban.

Taehyung, como todos los demás, se había arreglado lo más bonito que pudo, pintando sus párpados con el pigmento de una fruta roja, y agregando un poco sobre sus labios para darles más color. Se arregló el cabello y se colocó encima el abrigo viejo que su alfa le había dejado esa última vez. La sonrisa que tenía pintada en su rostro no se había desvanecido desde el día que supo que los alfas de su aldea volverían, y su emoción era tan grande, que incluso le pidió ayuda a su madre para preparar un montón de platillos para que su alfa comiera a gusto.

Cuando estuvo listo, y el gentío fuera de su casa se llenó de euforia y gritos alegres, salió despavorido de su habitación, y corrió hasta las afueras de la aldea para presenciar la llegada de los soldados. Se trepó al árbol más alto que estuvo a su alcance, y desde una rama fuerte esperó paciente a qué el dueño de su corazón hiciera aparición.

Cuando el primer alfa piso sus tierras, y fue recibido por su familia, el corazón comenzó a latirle más a prisa, sus ojos clavándose en el suelo y detallando todos los rostros conocidos que encontraba, pero cuando la mayoría había llegado, el omega comenzó a impacientarse, no veía a Jungkook por ninguna parte, y cada vez eran menos los soldados que cruzaban la frontera.

Cuando el último alfa llegó con el poco cargamento que traían, el corazón de Taehyung se fragmentó, sus ojos se llenaron de lágrimas y su pecho se apretó en preocupación. Bajó del árbol mucho más rápido de lo que le tomo subirlo, y corrió con agilidad hasta el coronel al mando, deteniéndose abruptamente una vez estuvo frente a él, con la respiración acelerada, las mejillas sonrojadas y el corazón a punto de salirse de su pecho.

– Coronel. — musitó con la voz frágil, llena de angustia, provocando que el hombre le mirara con duda. — Jeon Jungkook... — se tomó un momento para aclararse la garganta. — ¿Jeon Jungkook no viene con ustedes?

– ¿Jeon? — repitió el alfa con el ceño funcionando, cambiando su expresión a una pensativa. — Ah, el escudero... No cachorro, no ha venido con nosotros.

– ¿Le pasó algo? ¿Sabe si está herido?

– No ha querido volver. — el alfa negó, y a Taehyung se le terminó por romper el corazón. — No dio motivo, simplemente se negó.

La sal de sus lágrimas comenzó a picarle los ojos, su aroma se agrió hasta el punto de hacer a su mayor arrugar la nariz, y preguntarle si se encontraba bien; Taehyung le respondió con sutil asentimiento y salió corriendo de ese lugar cuando sus ojos lo traicionaron y comenzó a llorar con fuerza.

Al llegar a su casa, su hermano notó de inmediato su estado abatido, y se acercó hasta él para intentar consolarlo, pero el omega se negó, lo empujó con fuerza y subió los escalones con rapidez para después encerrarse en su habitación.

Había pasado poco más de un año desde que se presentó como omega, y aún no terminaba de comprender las emociones de su padre lobuna. Ignorando los golpes en su puerta y los llamados de su madre, le hizo caso a sus instintos, moviendo sus sábanas y acomodando las almohadas en una maraña extraña que pretendía ser un nido reconfortante; las prendas del alfa responsable de su dolor, también formaron parte de su revoltijo y cuando estuvo conforme con lo que veía, se tumbó en el centro, dejando que sus lágrimas corrieran por sus mejillas una tras otra, sollozando con fuerza y apretando a su pecho el abrigo que antes traía puesto.

Taehyung jamás había experimentado algo similar, nunca estuvo tan triste como para llorar de la manera como lo estaba haciendo. Su corazón dolía, y podía sentir a su lobo aullar desesperado por el alfa de cabellos negros. Era extraño, bastante abrumante. La idea de perder a su alfa fue horrible, pero saber que este había decidido no volver, le provocó una herida que no paraba de sangrar.

¿Había olvidado su promesa?

¿Lo dejaría atrás?

¿Esos besos que compartieron no significaron nada para él?

¿No era lo suficientemente bonito?

¿Sus cartas lo habían asustado?

Fue una noche larga, llena de tormento, y desasosiego.

Taehyung era muy joven para comprender lo que significaba estar enamorado, y todas las emociones confusas que traía el conocer a tu destinado. Pero no estaba listo para formar la realidad, ni siquiera fue capaz de inventar una excusa creíble justificar al alfa.

Esa noche, y parte del día siguiente, se encerró en su mundo, lloro lo suficiente como para turbar las aguas de un río y se lamentó inconscientemente por sucesos que no fueron ocasionados por él; hasta que su madre entró a su habitación, fue que logró encontrar consuelo, pues Seokjin le habló de la situación delicada que enfrentaba el ejército de la manada, y que quizás ese era el motivo por el cual el azabache no había podido regresar.

Una vez que sus emociones se calmaron, Taehyung se regañó a sí mismo por armar semejante alboroto, por dudar tan pronto del alfa de su afecto. Así que simplemente se levantó de su nido, reacomodo sus cosas y siguió adelante, está vez más decidido que al principio. Jungkook se había marchado por él, para poder darle un futuro digno, así que él debía esperar, debía mantener su promesa y esperar.

Continuó escribiéndole cartas, contándole cualquier dato importante e incluso irrelevante de lo que era su vida desde su partida, dejándose ser y conocerse para que cuando volviera, las cosas fueran mucho más fáciles.

Sin esperarlo, y de un momento a otro, las estaciones siguieron cambiando, los días corrían cada vez con más rapidez, y sus cartas jamás fueron respondidas, Jungkook jamás apareció con los batallones de su aldea. Y aunque quiso evitarlo, la esperanza se fue agotando poco a poco, sus cartas dejaron de ser constantes debido al rencor que comenzaba a crecer en él, pero a pesar de todo, seguía manteniendo su promesa, jamás aceptó ningún cortejo y esperó. Taehyung seguía esperando.

El tiempo no corrió en vano, al igual que sus facciones físicas, su mente también maduró, y comprendió que quizás el enamoramiento que sentía no era recíproco, o tal vez, todo había sido una absurda ilusión de sus lobos.

A pesar de haberlo comprendido, no dejaba de dolerle, pues el nombre del alfa se había hecho mucho más popular entre las pláticas de los guerreros, llegando a sus oídos acompañado de historias asombrosas sobre sus batallas en la frontera. Y se sentía orgullo, el rubio realmente lo estaba.

Jungkook había logrado su objetivo. Lejos de él, pero lo había hecho.

A finales de primavera, con el intenso calor veraniego y las lluvias venideras, una nueva tropa arribó sus tierras, y está vez ya no corrió a treparse a ese árbol como todas las veces anteriores, y simplemente esperó dentro de su casa hasta que el último alfa llegó, pero Jungkook no estaba, en su lugar, otro alfa al que también había echado de menos, apareció con una enorme sonrisa, portando un collar repleto de orejas, y portando pieles de animales peligrosos.

Park HyungSik, había cambiado muchísimo, y Taehyung se vio realmente sorprendido por la musculatura que había ganado, y esa presencia dominante y tenebrosa, digna de su casta.

El tímido alfa que conoció en su infancia de había desvanecido.

Fue agradable compartir momentos con él, durante el tiempo que duró su prórroga, le contó historias magníficas sobre sus enfrentamientos con los sureños, y todas las trabas que tuvo que superar para poder sobrevivir; pero fue algo que dijo después, algo que salió sin malicia, lo que provocó que Taehyung dejara de sentirse cómodo en la casa de los Park, y es que HyungSik soltó el nombre de su alfa en medio de una anécdota, en la que su propio padre estaba involucrado, para finalizar diciendo que el azabache se había visto envuelto en rumores que los soldados impartían, donde el coronel Jeon era el protagonista de un amorío con una omega de la familia principal de la frontera.

En ese momento, y disimulando su desagrado, el rubio se disculpó con la familia, y se retiró de su casa para ir directamente al sauce que fue testigo de aquella promesa rota.

Sus dedos recorrieron con melancolía las marcas que había trazado en el tronco, y su corazón lloró tan fuerte como esa primera vez.

Ahora podía comprender mejor porqué Jungkook jamás respondió sus cartas, el porqué de negarse a volver junto a él durante sus descansos. Y aunque eran simples rumores, todas las dudas e inseguridades que creó durante ese tiempo, lo convencieron de su veracidad.

Al volver a casa, redactó una última carta, poniendo toda su esperanza en esas ultimas, pero como todas las demás, no hubo respuesta, y Taehyung dejó insistir.

[...]

Jungkook estaba nervioso, totalmente preocupado.

Sus palmas le sudaban y sus piernas habían perdido toda su fuerza. No podía seguir, no quería hacerlo.

Después de abandonar las tierras sureñas, el alfa se encargó de llevar a todos sus soldados a sus respectivas aldeas, esperando que, durante el viaje, su mente se esclareciera al menos un poco, pero no sucedió.

Podía ver el inicio del bosque que lo vio crecer a pocos metros de distancia, y desde ese lugar ya podía percibir el aroma de los omegas eufóricos por su llegada. Estaba en casa, por fin había llegado a su hogar.

Cuando partió de su seno, jamás esperó ser despedido por alguien, y recordó lo bien que se sintió saber que al menos una persona esperaría con ansias su regreso; pero ahora no sabía si encontraría a ese precioso omega entre las familias de su batallón, y aunque esperaba que así fuera, sabía que no estaría.

Poco después del mediodía, los alfas que lo seguían fueron recibidos con aplausos y sonrisas alegres por su regreso. Escuchó un centenar de felicitaciones a su persona, y vio como sus compañeros eran abrazos efusivamente por sus seres queridos, mientras que él seguía avanzando.

La opresión en su pecho incrementó a medida que daba un paso más, demasiado ansioso porque el omega dueño de su corazón lo viera regresar triunfal. Su labio inferior fue víctima de sus dientes, su mirada recorrió el lugar buscando entre el gentío esa cabellera rubia, olfateando con ganas a la espera del jazmín. Pero no tuvo éxito, Taehyung no lo estaba esperando como había deseado que hiciera.

Sus lágrimas comenzaron a acumularse una vez que llegó frente a su casa, esa que había sido remodelada por completo gracias al dinero que envío al herrero que manejaba su negocio, y estuvo a punto de llorar, estaba a nada de echarse a correr directamente al bosque para dejar salir a la bestia que no dejaba de gruñirle en protesta por sus estúpidas acciones, cuando su cuerpo se vio preso de un abrazo cálido.

– ¡Amigo! — escuchó la voz de su compinche a sus espaldas. — ¡Me alegra tanto que estés vivo!

Le tomó todo su autocontrol limpiarse los ojos, y forzar una sonrisa a la hora de darse la vuelta y encarar a su amigo.

– Estoy vivo. — secundó sin ánimos.

– Te esperaba desde hace tres noches. — Yoongi tronó la boca con desaprobación, y le propinó al azabache un golpe amistoso en el hombro. — Estuve a punto de ir a buscarte.

– Estoy bien hyung, gracias por esperarme.

– ¿Por qué tan huraño? ¿Si sabes que tu aroma te delata verdad? ¡Deberías estar contento mi general! La guerra ha terminado, y has sido un soldado ejemplar.

Jungkook debería estar contento, la cuestión era, que no lo estaba, no cuando su omega lo había dejado en el olvido.

– Solo estoy cansado hyung. — atinó por decirle, palmeando el hombro ajeno de la misma manera que hizo con él. — Necesito dormir un poco.

Yoongi negó, sus ojos haciéndose pequeños al intentar descifrar lo que estaba sucediendo.

– ¿Es acaso cierto? — indagó curioso, ganándose una expresión incrédula por parte del azabache. — Lo de tu omega. ¿En verdad conseguiste una pareja en tiempos de guerra?

– ¿Una pareja? — repitió sin comprender. — Mi pareja...

– ¡Eso es! — lo interrumpió el pelirrojo con efusividad. — Dejaste a tu omega en las fronteras y es por eso que traes ese humor de perros.

– Yoongi hyung, no entiendo de que está hablando, mi pareja no vive en la frontera.

– ¿No? ¿Entonces te metiste con una alfa de tu batallón?

– No hyung, mi omega destinado vive en esta aldea. No dejé a nadie en la frontera y mucho menos me involucré con una alfa.

La sorpresa del mayor fue evidente, y Jungkook se hubiera soltado a reír por su ridícula expresión si no fuera por el dolor que sentía.

– Jungkookie tienes muchas cosas que contarme...

– Hoy no hyung, estoy cansado.

– Hoy sí, Jungkook. — afirmó el pelirrojo dándole una mirada filosa, tomando el brazo del menor para comenzar a caminar hacia el kiosco de la plaza principal. — Estuvimos separados cuatro años, ni cuando éramos cachorros nos alejamos tanto tiempo, y le debes una explicación a tu hyung, porque en verdad me siento muy ofendido por no haberme contado sobre tu destinado.

Cuando Yoongi comenzó a caminar, apresando su brazo y refunfuñando cosas que Jungkook no alcanzaba a descifrar, pudo darse cuenta de que había extrañado mucho ese lugar, las casas, el aroma familiar y esas personas que ahora lo veían con mucho más respeto que antes. Su amigo e incluso a la familia del herrero.

Jamás creyó que ver a tantos omegas reunidos en un solo lugar pudiera transmitirle tanta paz, como la que estaba sintiendo en ese momento de desasosiego. Ver a los cachorros jugar sin preocupaciones ni temor le hizo sentir cálido, sumamente orgulloso. Había arrebatado la vida de muchos alfas en esos cuatro inviernos, pero poder ver a su pueblo sonreír contento y vivir sin amenazas fue como un calmante a su corazón.

La primavera había llegado, podía ver las flores de colores vibrantes adornando las puertas de madera, y a su gente portarlas en la cabeza como un adorno idóneo. Pudo percatarse también, de que el preparativo de una nueva presentación de cachorros se estaba llevando a cabo, y Jungkook en verdad se sintió feliz, un poco agobiado pero feliz.

Agridulce.

Durante el poco tiempo que duró el trayecto al kiosco, la bruma que lo había invadido se disipó al menos un poco, lo suficiente para no salir corriendo como antes deseó hacer; pero la vida no podía darle la dicha de vivir en tranquilidad por demasiado tiempo, Jungkook lo supo en el momento que, su olfato captó un aroma familiar que provocó a su parte lobuna ponerse atento, meneando la cola contento cuando las frambuesas acompañaron al jazmín.

Detuvo su paso abruptamente, y si antes no fue capaz de escuchar a su amigo, en ese momento, ni siquiera recordaba que estaba junto a él. Su mirada se movió ansiosa por todo el lugar, buscando reconocer a la fuente de tan extasiante aroma, y cuando dio con él, cuando sus orbes se fijaron en su divino cuerpo, el alfa sintió un puñal atravesarle el corazón.

No le agradó lo que vio, no pudo siquiera darle fe a lo que tenía en frente. Sus manos temblorosas fueron hasta su rostro, pasando sus dedos con fuerza sobre sus párpados cerrados, hasta que volvió abrirlos, y la imagen no se desvaneció.

Taehyung estaba de pie a unos cuantos metros del kiosco de la plaza, con un bonito traje en color verde y una corona de flores blancas adornado el oro de sus cabellos. Se veía precioso. Las facciones de su rostro se veían más maduras, más delicadas y brillantes, tan brillantes como esa sonrisa que mantenía en surcó sus labios cada que el cachorro entre sus brazos alzaba las manitas para intentar capturar su nariz, o como cuando se giraba a ver al alfa que sostenía su hombro y mantenía el rostro demasiado cerca del otro, haciendo gestos graciosos para la diminuta criatura que se reía ante sus acciones.

Por un momento el dolor fue insoportable, se sentía traicionado, humillado y sumamente herido, el cachorro que Taehyung cargaba entre sus brazos no debía tener más de dos meses de nacido, y lo jodió, lo cabreo hasta el punto de sentir sus dientes apretados, sus músculos tensos y su aroma agresivo invadiendo el perímetro.

Pero lo que sirvió de detonante para dejarse consumir por los instintos, fue cuando el alfa apoyo su barbilla sobre el hombro de su omega y descarada e infame mano paso de estar sobre su brazo a su cintura. En ese momento se perdió completo, sus ojos brillaron en un violeta intenso, cual animal molesto.

Y caminó a pasos largos, soltando gruñidos acompañados de una expresión colérica, rabiosa y atemorizante.

Se estaba comportando de la manera más burda y territorial posible, pero no le importo en absoluto, y simplemente se lanzó sobre el alfa, tomándolo desprevenido. Sus manos se hicieron puños sobre la tela de su hanbok, y caminó con él de esa manera hasta que la espalda impropia se estampó contra la primera superficie que encontró.

Aléjate de mi omega...

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